Month: July 2012
Since the onset of global crisis in recent years, academics and economic theorists have been drawn to Marx’s analysis of the inherent instability of capitalism. The rediscovery of Marx is based on his continuing capacity to explain the present.
In the context of what some commentators have described as a “Marx renaissance”, the aim of this book, edited by Marcello Musto, is to make a close study of Marx’s principal writings in relation to the major problems of our own society, and to show why and how some of his theories constitute a precious tool for the understanding and critique of the world in the early twenty-first century.
Marcello Musto has produced an edited volume which provides not only a robust defence of the continuing relevance of Marx to our times but also new and challenging perspectives for those already accepting of such relevance. Musto, a Visiting Professor of Political Theory at York University (Toronto), has considerable experience in both areas, having previously edited Karl Marx’s Grundrisse 150 Years Later. Indeed, the depth and breadth of his knowledge of Marx’s texts can hardly be in doubt, as he has carried out extensive research on the latest historical-critical edition of the collected works of Marx and Engels, known as MEGA². Here this knowledge is demonstrated in Musto’s introduction which outlines some of the ways in which twentieth-century Marxism distorted Marx’s thought and why we should celebrate a revival of interest in the original texts. It also provides a useful chronology of Marx’s writings across his lifetime.
Marx for Today is split into two parts. Part One offers new interpretations of Marx’s writings and Part Two presents the ‘global reception’ of Marx across a range of countries including South Korea, China, France as well as Hispanic America. The first set of essays are likely to have a much wider appeal; Marxist scholars will find the shorter global reception surveys of useful reference, providing as they do a “who’s who” of those who have published on Marx in the last decade or so across the world.
The new interpretations in Part One offer a comprehensive look at Marx’s thought and feature a number of notable scholars such as Kevin Anderson, George Comninel, Terell Carver, Michael Lebowitz, Rick Wolff and Ellen Wood (whose chapter is in large part a reprint of a 1997 article). Stand-out contributions come from Anderson on Marx and non-western societies, nationalism and ethnicity, Musto himself in a chapter on alienation and Carver on Marx’s rhetoric. Rick Wolff also provides an excellent chapter outlining a Marxist approach to the global financial crisis and some suggestions for installing democracy in the workplace.
Anderson’s chapter challenges the view – common to post-colonial critics – that Marx was eurocentric, that he was unconcerned with race, nationalism and ethnicity and that he prescribed a single path to development. He shows another side to Marx, one which came to focus increasingly on and give support to resistance to colonialism in India, national liberation in Ireland and Poland, and anti-slavery movements in the U.S. Of particular interest is the existence of notes that Marx made in his last years of anthropological studies in India and elsewhere, many analysing communal forms of property and some of which have yet to be published.
Carver’s chapter urges us to read Marx as a ‘trouble-making journalist’ and explores the use of satire and scorn as a political strategy in his writings, in particular a little-known piece called ‘Herr Vogt’. Marx’s rhetorical flourishes, Carver argues, had a serious, if cryptic purpose: ‘the parodic qualities of the presentation – and subtle ironies of the covertly critical wit – misled many if not most readers into reproducing as truth the very “truths” that Marx was painstakingly … deconstructing as collective illusions.’ Similar rhetorical strategies, we are told, may be found in Jon Stewart’s “Daily Show” or Private Eye, if only in method.
What many of the contributions highlight is the importance of returning to Marx’s texts to see what he actually wrote, rather than relying on second-hand characterizations. The diversity of topics in this book suggests that there is still much to be salvaged from the original works. But nowhere are we told that there is one, “true” representation of the author; on the contrary, many of the chapters celebrate the multiplicity of Marxisms that exists to the present day. What would have been welcome in Part Two of the book on Marx’s ‘global reception’ is more of a joining-up of the Marxist intellectual scene with national histories – something that Sobrino manages well in his piece on Marxism in Hispanic America, a task perhaps made simpler due to the violent history of left-right political conflicts in the region.
I would recommend this book to those already familiar with some of Marx’s works. Though most of the chapters are accessible and the introduction provides an outline of Marx’s intellectual objectives, some prior knowledge of the texts will bring greater rewards for the reader.
Rubén D. Atahuichi López, La Razón
‘Hoy, Marx no hablaría de dictadura del proletariado’
Marcello Musto – Marcello Musto recorre América Latina con la presentación del libro ‘Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx’, para provocar el debate sobre el pensamiento marxista.
Una de las principales preocupaciones del investigador y académico italiano es la poca divulgación bibliográfica que se hizo de Karl Marx. Desde hace varios años se ha dado a la tarea de escudriñar los manuscritos y cartas del pensador, Friedrich Engels y sus amigos, y descubrir las ideas que no necesariamente fueron incorporadas en El capital, el libro básico de los estudios filosóficos y políticos sobre economía, capitalismo y clases sociales del autor prusiano del siglo XIX.
Quizás pueda resultar superfluo imaginar a Karl Marx (1818-1883) teorizando y planteando luchas en la actualidad, como en la Comuna de París. Sin embargo, nacido del análisis de Marcello Musto, un estudioso italiano de Marx, es posible. De paso por La Paz, éste se anima a decir que el autor del Manifiesto Comunista, junto a Friedrich Engels, no pensaría lo mismo ahora de la tesis de la “dictadura del proletariado”, tan utilizada en las movilizaciones de las izquierdas de hoy y de antes en el país.
“Pienso que hoy, Marx nunca diría dictadura del proletariado. Viendo lo que ha pasado en la Unión Soviética, no diría este concepto que ha utilizado algunas veces; que no tiene nada que ver con (lo que hicieron) los políticos stalinistas”, dice en una charla con Animal Político, en ocasión de la presentación de Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx, libro junto a otros autores universales que editó, hace dos semanas en La Paz y Cochabamba.
Si es así, se desmitifica el concepto y el sentido de la dictadura del proletariado, retrucamos. “Sólo estuve pensando. Si Marx utilizaría este eslogan, lo haría después de algunos errores o una tragedia (como la) del movimiento obrero en la Europa oriental (Rumanía, Albania)”, responde Musto, aunque antepone a su afirmación su modestia.
Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (1814-1876), considerado uno de los padres del anarquismo, ya había cuestionado el concepto de Dios y el Estado. “¿Qué significa el proletariado elevado a condición de clase dominante? ¿Acaso todo el proletariado estaría a la cabeza del Gobierno? Hay cerca de 40 millones de alemanes, ¿acaso todos ellos serán miembros del Gobierno? Todo el pueblo será director y no habrá Gobierno, no habrá Estado. Pero toda vez que haya Estado, habrá dirigidos, existirán esclavos”.
Marx había planteado la idea —sólo 12 veces usada en los escritos junto a Engels, según Musto— en su afán de promover el derrocamiento del régimen burgués y el establecimiento del proletariado en el poder tras la revolución socialista. “Ya hemos dicho que el primer paso de la revolución obrera será el ascenso del proletariado al poder, la conquista de la democracia”, dicta, por su parte, el Manifiesto Comunista.
“Marx tenía la idea de una sociedad organizada de manera democrática, con participación social, política y económica; utilizaba diferentes palabras para decir comunismo y socialismo: autogestión de los trabajadores”, recuerda Musto.
La dictadura del proletariado es algo que Marx ha mencionado por un periodo de lucha muy fuerte entre los capitalistas, las clases dominantes y los trabajadores, y el ejemplo más importante era la Comuna de París, en su análisis.
Más allá de eso, de la especulación nuestra sobre el sentido actual de la dictadura del proletariado, dice que Marx ha dicho dos cosas: “uno, no hay una única vía para hacer la revolución o cambiar las relaciones económicas; en una realidad homogénea, puede ser con elecciones democráticas (Holanda) o puede ser con la revolución (Alemania). Marx dijo que condiciones sociales diferentes y homogéneas no hay un modelo o una ley”.
Sin embargo, sus ideas no siempre fueron reproducidas como él las planteaba, quizás por eso nuestro interlocutor considera que el stalinismo, con la purga de ideas en los años 30, fue una de las causas de su escasa expansión. Joseph Stalin (1878-1953) planteaba el rigor del poder de la mayoría explotada sobre la minoría explotadora, pero sin una democracia plena para todos.
“El hecho de que la palabra ha sido tan importante en la Unión Soviética es porque el partido tenía que hacer el control de la sociedad, y después el Estado, porque el partido se ha hecho Estado”, considera Musto.
Ahora. Cree que, aún así, Marx ha regresado, y esa condición es insumo para el debate actual acerca de su pensamiento. Eso quiere decir que los estudiosos y las universidades han comenzado a desempolvar los escritos y otorgarle de nuevo el valor a sus pensamientos. “Marx ha regresado como investigador del capitalismo. El verdadero retorno de Marx es el retorno político, en periodistas, trabajadores y movimientos políticos”, dice el académico, profesor y PhD en Filosofía y Política de la Universidad de Nápoles, Italia.
Su preocupación está en la acción actual no siempre consecuente con el pensamiento de Marx y Engels. “Necesitamos un Marx verdadero en las luchas”, reclama, como personalizando al pensador con los movimientos sociales del mundo.
De gira académica por América Latina con la provocación de Tras las huellas de un fantasma…, Musto argumenta que en el orbe, como el capitalismo en la época de Marx que impedía la propagación de sus ideas, las condiciones son complicadas. “En gran parte del mundo estamos en una condición difícil, de defensa (de los derechos), porque hay un ataque a la condición de los trabajadores, como pasa en Europa”, dice.
Claro, hay movimientos dispersos, como los jóvenes en Seatle, Madrid o México, que si bien comienzan a cuestionar el sistema, no necesariamente comulgan con el pensamiento marxista. “No tienen ninguna idea de lo que es el anticapitalismo, una sociedad diferente. Cuestionan el sistema pero sin los instrumentos para lucharlo”.
“El anticapitalismo de Marx, el internacionalismo del Che Guevara o los pensamientos de Gramsci (Antoni, 1891-1937) sobre la tradición marxista del movimiento obrero, es lo que necesitamos”, afirma.
En ese su repaso de la reproducción del pensamiento marxista en la región, cita a Cuba, aunque el Che, con sentido autocrítico, alguna vez dijo que el marxismo allí fue menos pragmático, más dogmático y con influencia rusa. “Claro. Yo digo cómo podría haber sido diferente si vamos a pensar las condiciones en las cuales el marxismo y la lucha revolucionaria nacieron… Claro, Rusia tenía este sentido, esta intromisión mundial muy fuerte, estamos hablando de pocos años después de la muerte de Stalin. Principalmente tenía eso”, asiente el profesor de Ciencias Políticas de la York University, Toronto (Canadá).
¿Y puede decirse que Cuba es el ejemplo más claro del desarrollo del pensamiento marxista? “No lo sé. Claro que Marx estudió una realidad que era mucho más capitalista; veía las transformaciones de Europa y todo el mundo. Cuba tenía una condición diferente, como el marxismo tenía una condición diferente”, responde el estudioso marxista.
“Fidel Castro, un año después de la revolución (1959), cuando la revolución estuvo llegando a ser más socialista, dijo ‘hemos hecho algo más grande que nosotros mismos’”. Pero… Musto guarda fe en la irrupción de gobiernos de izquierda en América Latina, como los de Bolivia y Ecuador, especialmente. “En América Latina, hoy la izquierda es fuerte”, admite.
¿Y cree que Bolivia está recuperando ese pensamiento? “Yo pienso que sí, sobre todo… Para mí, no es importante que se recupere a aquella persona, sino el pensamiento verdaderamente anticapitalista”.
Musto siguió de cerca el llamado “proceso de cambio” boliviano, desde antes de la elección de Evo Morales. “Bolivia es un símbolo importante en el mundo, es como lo que era en los años 90 Chiapas, cuando no había nada en la izquierda, cuando no había esperanza…Bolivia representa un poquito eso, o cuando eran los movimientos estudiantiles de Francia e Italia en los 60”, dice.
Con un guiño a Morales y a sus acciones en el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), sugiere una actitud concertadora para la gestión. “Bolivia tiene una responsabilidad hoy, que la pienso muy fuertemente. Si es tan fuerte, Bolivia tiene que hacer este proceso de cambio de la manera más abierta, más democrática posible. Yo sé que es muy difícil organizar el poder y en estas condiciones políticas y sociales, con esta derecha y con este ataque”.
De regreso a Canadá, Musto se ha cargado de muchos insumos en el país, entre libros, entrevistas y una charla con nosotros. Y recuerda lo que quiso Marx: “Yo no quiero ser un nuevo cocinero que da la receta de la cocina del futuro; no quiero ser como los socialistas utopistas, como los positivistas…”. Que así sea.
Perfil
Nombre: Marcello Musto
Nació: 14-04-1976
Profesión: Filósofo
Cargo: Profesor de la York University, Toronto (Canadá)
Estudios
Marcello Musto se muestra como un hombre sencillo y conversador. A la par de exponer sus análisis, siempre busca conocer el criterio de sus interlocutores acerca de la realidad política; así se alimenta de insumos para entender más la política.
Evo Morales y su gobierno tienen que ser abiertos
En medio de un bullicio de la consola de un restaurante francés, Le Comedié, en La Paz, el napolitano Marcello Musto también pide hablar con el periodista; pregunta sobre la situación del país y el proceso político que vive desde hace seis años. Expresa admiración por las luchas políticas y sociales que precedieron en el país, y se emociona al referirse a los cambios políticos.
— ¿Cómo concibe a Evo Morales?
— Cuando fue la elección, estuve muy feliz, por lo que representa el hombre; si no es sólo un hombre, fue un cambio radical en la sociedad boliviana. Espero que él y el proceso de cambio sean bien abiertos, que escuche, para la responsabilidad que requiere el país. El proceso tiene que ser algo participativo y democrático. Si Bolivia lo hace, lo va a hacer la izquierda mundial también.
— Llega al país en medio de una vigilia de indígenas del TIPNIS.
— Los conflictos que vive el país no afectan al Gobierno. Lo de la policía (el motín) tiene que ser rechazado con dureza. El TIPNIS es algo diferente.
— ¿Es posible un Estado Plurinacional?
— Absolutamente, es posible.
— ¿Cómo lo concibe?
— Una forma de democracia que es más sustancial y real que formal. Las constituciones de Bolivia y Ecuador son un avance muy significativo, porque la ley y la forma de la política y la jurisdicción del Estado tendrían que ser respetuosas de la diferencias.
— Pero ha descontento…
— No pienso que haya un descontento. El MAS y este Gobierno tienen apoyo popular muy fuerte. No pienso que si vamos a elecciones Morales pierda. Hay una derecha muy débil, como Ecuador, que no tiene un proyecto político. La izquierda debe intentar todas las posibilidades; los movimientos sociales deben entender los errores y dramas políticos del pasado.
— ¿Qué entiende por marxismo?
— La libertad. Porque en los siglos pasados hemos sufrido el increíble y dramático proceso de hegemonía cultural del capitalismo sobre el socialismo, en la sociedad americana sobre todo. La libertad está en el socialismo, esta alternativa de sociedad no empieza con Marx, sino con la lucha de los trabajadores.
Marcello Musto recorre América Latina con la presentación del libro ‘Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx’, para provocar el debate sobre el pensamiento marxista.
Una de las principales preocupaciones del investigador y académico italiano es la poca divulgación bibliográfica que se hizo de Karl Marx. Desde hace varios años se ha dado a la tarea de escudriñar los manuscritos y cartas del pensador, Friedrich Engels y sus amigos, y descubrir las ideas que no necesariamente fueron incorporadas en El capital, el libro básico de los estudios filosóficos y políticos sobre economía, capitalismo y clases sociales del autor prusiano del siglo XIX.
Quizás pueda resultar superfluo imaginar a Karl Marx (1818-1883) teorizando y planteando luchas en la actualidad, como en la Comuna de París. Sin embargo, nacido del análisis de Marcello Musto, un estudioso italiano de Marx, es posible. De paso por La Paz, éste se anima a decir que el autor del Manifiesto Comunista, junto a Friedrich Engels, no pensaría lo mismo ahora de la tesis de la “dictadura del proletariado”, tan utilizada en las movilizaciones de las izquierdas de hoy y de antes en el país.
“Pienso que hoy, Marx nunca diría dictadura del proletariado. Viendo lo que ha pasado en la Unión Soviética, no diría este concepto que ha utilizado algunas veces; que no tiene nada que ver con (lo que hicieron) los políticos stalinistas”, dice en una charla con Animal Político, en ocasión de la presentación de Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx, libro junto a otros autores universales que editó, hace dos semanas en La Paz y Cochabamba.
Si es así, se desmitifica el concepto y el sentido de la dictadura del proletariado, retrucamos. “Sólo estuve pensando. Si Marx utilizaría este eslogan, lo haría después de algunos errores o una tragedia (como la) del movimiento obrero en la Europa oriental (Rumanía, Albania)”, responde Musto, aunque antepone a su afirmación su modestia.
Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (1814-1876), considerado uno de los padres del anarquismo, ya había cuestionado el concepto de Dios y el Estado. “¿Qué significa el proletariado elevado a condición de clase dominante? ¿Acaso todo el proletariado estaría a la cabeza del Gobierno? Hay cerca de 40 millones de alemanes, ¿acaso todos ellos serán miembros del Gobierno? Todo el pueblo será director y no habrá Gobierno, no habrá Estado. Pero toda vez que haya Estado, habrá dirigidos, existirán esclavos”.
Marx había planteado la idea —sólo 12 veces usada en los escritos junto a Engels, según Musto— en su afán de promover el derrocamiento del régimen burgués y el establecimiento del proletariado en el poder tras la revolución socialista. “Ya hemos dicho que el primer paso de la revolución obrera será el ascenso del proletariado al poder, la conquista de la democracia”, dicta, por su parte, el Manifiesto Comunista.
“Marx tenía la idea de una sociedad organizada de manera democrática, con participación social, política y económica; utilizaba diferentes palabras para decir comunismo y socialismo: autogestión de los trabajadores”, recuerda Musto.
La dictadura del proletariado es algo que Marx ha mencionado por un periodo de lucha muy fuerte entre los capitalistas, las clases dominantes y los trabajadores, y el ejemplo más importante era la Comuna de París, en su análisis.
Más allá de eso, de la especulación nuestra sobre el sentido actual de la dictadura del proletariado, dice que Marx ha dicho dos cosas: “uno, no hay una única vía para hacer la revolución o cambiar las relaciones económicas; en una realidad homogénea, puede ser con elecciones democráticas (Holanda) o puede ser con la revolución (Alemania). Marx dijo que condiciones sociales diferentes y homogéneas no hay un modelo o una ley”.
Sin embargo, sus ideas no siempre fueron reproducidas como él las planteaba, quizás por eso nuestro interlocutor considera que el stalinismo, con la purga de ideas en los años 30, fue una de las causas de su escasa expansión. Joseph Stalin (1878-1953) planteaba el rigor del poder de la mayoría explotada sobre la minoría explotadora, pero sin una democracia plena para todos.
“El hecho de que la palabra ha sido tan importante en la Unión Soviética es porque el partido tenía que hacer el control de la sociedad, y después el Estado, porque el partido se ha hecho Estado”, considera Musto.
Ahora. Cree que, aún así, Marx ha regresado, y esa condición es insumo para el debate actual acerca de su pensamiento. Eso quiere decir que los estudiosos y las universidades han comenzado a desempolvar los escritos y otorgarle de nuevo el valor a sus pensamientos. “Marx ha regresado como investigador del capitalismo. El verdadero retorno de Marx es el retorno político, en periodistas, trabajadores y movimientos políticos”, dice el académico, profesor y PhD en Filosofía y Política de la Universidad de Nápoles, Italia.
Su preocupación está en la acción actual no siempre consecuente con el pensamiento de Marx y Engels. “Necesitamos un Marx verdadero en las luchas”, reclama, como personalizando al pensador con los movimientos sociales del mundo.
De gira académica por América Latina con la provocación de Tras las huellas de un fantasma…, Musto argumenta que en el orbe, como el capitalismo en la época de Marx que impedía la propagación de sus ideas, las condiciones son complicadas. “En gran parte del mundo estamos en una condición difícil, de defensa (de los derechos), porque hay un ataque a la condición de los trabajadores, como pasa en Europa”, dice.
Claro, hay movimientos dispersos, como los jóvenes en Seatle, Madrid o México, que si bien comienzan a cuestionar el sistema, no necesariamente comulgan con el pensamiento marxista. “No tienen ninguna idea de lo que es el anticapitalismo, una sociedad diferente. Cuestionan el sistema pero sin los instrumentos para lucharlo”.
“El anticapitalismo de Marx, el internacionalismo del Che Guevara o los pensamientos de Gramsci (Antoni, 1891-1937) sobre la tradición marxista del movimiento obrero, es lo que necesitamos”, afirma.
En ese su repaso de la reproducción del pensamiento marxista en la región, cita a Cuba, aunque el Che, con sentido autocrítico, alguna vez dijo que el marxismo allí fue menos pragmático, más dogmático y con influencia rusa. “Claro. Yo digo cómo podría haber sido diferente si vamos a pensar las condiciones en las cuales el marxismo y la lucha revolucionaria nacieron… Claro, Rusia tenía este sentido, esta intromisión mundial muy fuerte, estamos hablando de pocos años después de la muerte de Stalin. Principalmente tenía eso”, asiente el profesor de Ciencias Políticas de la York University, Toronto (Canadá).
¿Y puede decirse que Cuba es el ejemplo más claro del desarrollo del pensamiento marxista? “No lo sé. Claro que Marx estudió una realidad que era mucho más capitalista; veía las transformaciones de Europa y todo el mundo. Cuba tenía una condición diferente, como el marxismo tenía una condición diferente”, responde el estudioso marxista.
“Fidel Castro, un año después de la revolución (1959), cuando la revolución estuvo llegando a ser más socialista, dijo ‘hemos hecho algo más grande que nosotros mismos’”. Pero… Musto guarda fe en la irrupción de gobiernos de izquierda en América Latina, como los de Bolivia y Ecuador, especialmente. “En América Latina, hoy la izquierda es fuerte”, admite.
¿Y cree que Bolivia está recuperando ese pensamiento? “Yo pienso que sí, sobre todo… Para mí, no es importante que se recupere a aquella persona, sino el pensamiento verdaderamente anticapitalista”.
Musto siguió de cerca el llamado “proceso de cambio” boliviano, desde antes de la elección de Evo Morales. “Bolivia es un símbolo importante en el mundo, es como lo que era en los años 90 Chiapas, cuando no había nada en la izquierda, cuando no había esperanza…Bolivia representa un poquito eso, o cuando eran los movimientos estudiantiles de Francia e Italia en los 60”, dice.
Con un guiño a Morales y a sus acciones en el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), sugiere una actitud concertadora para la gestión. “Bolivia tiene una responsabilidad hoy, que la pienso muy fuertemente. Si es tan fuerte, Bolivia tiene que hacer este proceso de cambio de la manera más abierta, más democrática posible. Yo sé que es muy difícil organizar el poder y en estas condiciones políticas y sociales, con esta derecha y con este ataque”.
De regreso a Canadá, Musto se ha cargado de muchos insumos en el país, entre libros, entrevistas y una charla con nosotros. Y recuerda lo que quiso Marx: “Yo no quiero ser un nuevo cocinero que da la receta de la cocina del futuro; no quiero ser como los socialistas utopistas, como los positivistas…”. Que así sea.
Perfil
Nombre: Marcello Musto
Nació: 14-04-1976
Profesión: Filósofo
Cargo: Profesor de la York University, Toronto (Canadá)
Estudios
Marcello Musto se muestra como un hombre sencillo y conversador. A la par de exponer sus análisis, siempre busca conocer el criterio de sus interlocutores acerca de la realidad política; así se alimenta de insumos para entender más la política.
Evo Morales y su gobierno tienen que ser abiertos
En medio de un bullicio de la consola de un restaurante francés, Le Comedié, en La Paz, el napolitano Marcello Musto también pide hablar con el periodista; pregunta sobre la situación del país y el proceso político que vive desde hace seis años. Expresa admiración por las luchas políticas y sociales que precedieron en el país, y se emociona al referirse a los cambios políticos.
— ¿Cómo concibe a Evo Morales?
— Cuando fue la elección, estuve muy feliz, por lo que representa el hombre; si no es sólo un hombre, fue un cambio radical en la sociedad boliviana. Espero que él y el proceso de cambio sean bien abiertos, que escuche, para la responsabilidad que requiere el país. El proceso tiene que ser algo participativo y democrático. Si Bolivia lo hace, lo va a hacer la izquierda mundial también.
— Llega al país en medio de una vigilia de indígenas del TIPNIS.
— Los conflictos que vive el país no afectan al Gobierno. Lo de la policía (el motín) tiene que ser rechazado con dureza. El TIPNIS es algo diferente.
— ¿Es posible un Estado Plurinacional?
— Absolutamente, es posible.
— ¿Cómo lo concibe?
— Una forma de democracia que es más sustancial y real que formal. Las constituciones de Bolivia y Ecuador son un avance muy significativo, porque la ley y la forma de la política y la jurisdicción del Estado tendrían que ser respetuosas de la diferencias.
— Pero ha descontento…
— No pienso que haya un descontento. El MAS y este Gobierno tienen apoyo popular muy fuerte. No pienso que si vamos a elecciones Morales pierda. Hay una derecha muy débil, como Ecuador, que no tiene un proyecto político. La izquierda debe intentar todas las posibilidades; los movimientos sociales deben entender los errores y dramas políticos del pasado.
— ¿Qué entiende por marxismo?
— La libertad. Porque en los siglos pasados hemos sufrido el increíble y dramático proceso de hegemonía cultural del capitalismo sobre el socialismo, en la sociedad americana sobre todo. La libertad está en el socialismo, esta alternativa de sociedad no empieza con Marx, sino con la lucha de los trabajadores.
Marx: The return of the giant
If an author’s eternal youth consists in his capacity to keep stimulating new ideas, then it may be said that Karl Marx has without question remained young.
After the fall of the Berlin Wall, conservatives and progressives, liberals and post-communists almost unanimously decreed Marx’s final disappearance, yet his theories have once again become highly topical – with a speed that is in many respects surprising. Since 2008, the ongoing economic crisis and the deep contradictions tearing capitalist society apart have aroused new interest in an author too hastily set aside after 1989, and hundreds of newspapers, magazines and TV or radio stations have featured Marx’s analyses in Capital and in the articles he wrote for the New-York Tribune, while he was observing the panic of 1857, i.e., the first international financial crisis of history.
After twenty years of silence, people in many countries are again writing and talking about Marx. In the English-speaking world, conferences and university courses on his thought are back in fashion. Capital is once more a bestseller in Germany, while a manga version of it has been brought out in Japan. In China a huge new edition of his collected works is being published (with translations from the German and not, as in the past, from Russian). In Latin America a new demand for Marx has made itself felt among people active in politics.
New Research Paths
This rediscovery has been accompanied on the academic front with the resumption of the new historical-critical German edition of the complete works of Marx and Engels, the MEGA². The new German edition is organized into four sections: (1) the written works and articles; (2) Capital and all its preparatory manuscripts; (3) the correspondence; and (4) the notebooks of excerpts. Of the 114 planned volumes, 58 have been published so far (18 since the resumption of the project in 1998). This project has been publishing many unfinished works of Marx in the state in which he left them, instead of with the editorial interventions that often marked them in the past.
Thanks to this important innovation as well as the publication for the first time of various notebooks, the Marx who emerges is in many respects different from the one presented by so many opponents and ostensible followers. The stony-faced statue who pointed the way to the future with dogmatic certainty on the squares of Moscow and Beijing has given way to the image of a deeply self-critical thinker, who, feeling the need to devote energy to further study and checking of his own arguments, left a major part of his lifetime work unfinished.
Various established interpretations of Marx’s work are therefore being opened up for discussion. For instance, the first hundred pages of The German Ideology – a text much debated in the twentieth century but nearly always considered complete – have now been published in chronological order and in their original form of seven separate fragments. It has been discovered that these were leftovers from other sections of the book on two Left Hegelian authors, Bruno Bauer and Max Stirner. The first edition published in Moscow in 1932, however, as well as the many later versions with only slight modifications, created the false impression of an opening ‘Chapter on Feuerbach’ in which Marx and Engels exhaustively set out the laws of historical materialism (a term never used by Marx) or – as the French Marxist Louis Althusser roundly put it – conceptualized ‘an unequivocal epistemological break’.
Another interesting aspect of this edition is the clearer distinction between the parts of the manuscript written by Marx and by Engels. This leads to a very different reading of certain passages that used to be thought of as an integrated whole. Take, for example, the sentence that various authors, in a spirit of either fierce criticism or ideological defence, have treated as one of Marx’s main descriptions of post-capitalist society: ‘society regulates the general production and thus makes it possible for me to do one thing today and another tomorrow, to hunt in the morning, fish in the afternoon, rear cattle in the evening, criticize after dinner…’. We now know that this came from the pen of Engels (then still under the influence of the French utopian socialists) and did not at all meet with the favour of his closest friend.
The philological acquisitions are also of importance for Marx’s magnum opus. Four new volumes of MEGA² published in the last ten years, which contain all the missing drafts of Volumes Two and Three of Capital (left uncompleted by Marx), allow us to reconstruct Engels’s entire process of selection, composition and correction in the editing of Marx’s manuscripts. We can thus see which of his several thousand alterations (a figure unthinkable until very recently) were the most significant in the long period of his labours between 1883 and 1894, and ascertain where he was able instead to stick with Marx’s original text – which, even in the case of the famous law of the tendency of the falling rate of profit, was clearly not meant to represent the final summation of his research.
Not Only a Classic
To relegate Marx to the position of an embalmed classic suitable only for specialist academic research would be a mistake on a par with his transformation into the doctrinal source of ‘actually existing socialism’. For in reality his analyses are more topical than ever. When Marx wrote Capital, the capitalist mode of production was still in a relatively early period of its development. Today, following the collapse of the Soviet Union and the spread of capitalism to new areas of the planet (first and foremost China), it has become a completely global system that is invading and shaping all (not only the economic) aspects of human existence. In these conditions, Marx’s ideas are proving to be more fertile than they were in his own time.
Moreover, today economics not only dominates politics, setting its agenda and shaping its decisions, but lies outside its jurisdiction and democratic control. In the last three decades, the powers of decision-making have passed inexorably from the political to the economic sphere. Particular policy options have been transformed into economic imperatives. This shunting of parts of the political sphere into the economy, as a separate domain impervious to change, involves the gravest threat to democracy in our times. National parliaments find their powers taken away and transferred to the market. Standard & Poor’s ratings and the Wall Street index – those mega-fetishes of contemporary society – carry incomparably more weight than the will of the people. At best political government can ‘intervene’ in the economy (when necessary to mitigate the destructive anarchy of capitalism and its violent crises), but they cannot call into question its rules and fundamental choices.
After twenty years in which paeans of praise for market society had to face only the vacuity of assorted postmodernisms, the new ability to survey the horizon from the shoulders of a giant such as Marx is a positive development not only for all the scholars interested in a serious understanding of our contemporary society, but also for anyone involved in the political and theoretical quest for a democratic alternative to capitalism.
Il laboratorio di Karl Marx
Così come è accaduto di nuovo 150 anni dopo, nel 1857, gli Stati Uniti furono teatro dello scoppio di una grande crisi economica internazionale, la prima della storia. Tale avvenimento generò grande entusiasmo in uno dei suoi più attenti osservatori: Karl Marx.
Dopo il 1848, infatti, Marx aveva ripetutamente sostenuto che una nuova rivoluzione sarebbe avvenuta soltanto in seguito a una crisi e, quando questa giunse, si decise a riassumere gli intensi studi condotti dal 1850 presso il British Museum di Londra e a dedicarsi, nuovamente, al progetto di scrivere una critica dell’economia politica. Risultato di questo lavoro furono 8 voluminosi quaderni: i cosiddetti Grundrisse, ovvero la prima bozza de Il capitale.
Dopo quindici anni di assenza, questo importante testo è di nuovo disponibile in libreria (Lineamenti fondamentali di critica dell’economia politica, manifestolibri 2012, 60 € – 631 pp.) grazie alla ristampa dell’ottima traduzione, del 1977, di Giorgio Backhaus.
La tarda diffusione
Dopo la morte di Marx, i Grundrisse rimasero per lungo sconosciuti e quando furono dati alle stampe per la prima volta, a Mosca tra il 1939 e il 1941, rappresentarono l’ultimo importante manoscritto marxiano reso noto al pubblico. Tuttavia, la loro pubblicazione, a ridosso della Seconda Guerra Mondiale, fece sì che l’opera restasse praticamente sconosciuta. Le 3.000 copie realizzate divennero presto molto rare e solo pochissime di esse riuscirono a oltrepassare i confini sovietici. Per la loro ristampa si dovette attendere sino al 1953.
Essi cominciarono a circolare in Europa soltanto alla fine degli anni Sessanta, quando apparvero, dapprima in Francia (1967-68) e poi in Italia (1968-70), su iniziativa di case editrici indipendenti dai partiti comunisti. La traduzione inglese giunse soltanto nel 1973. Essa fu eseguita da Martin Nicolaus, che nella premessa al libro scrisse: “i Grundrisse sono il solo abbozzo dell’intero progetto economico-politico di Marx e mettono alla prova ogni seria interpretazione di Marx finora concepita”. D’altronde – già un decennio prima – Eric Hobsbawm aveva affermato che “qualsiasi discussione storica marxista che non aveva tenuto conto di quest’opera […] doveva essere riesaminata alla luce di essa”.
Lettori e interpreti
A partire dal 1968, i Grundrisse conquistarono alcuni dei protagonisti delle rivolte studentesche, che cominciarono a leggerli entusiasmati dalla dirompente radicalità delle loro pagine. Per lo più, essi esercitarono un fascino irresistibile tra quanti, soprattutto nelle file della nuova sinistra, erano impegnati a rovesciare l’interpretazione di Marx fornita dal marxismo-leninismo.
Pur con diverse sfumature, i vari interpreti si divisero tra quanti considerarono i Grundrisse un testo autonomo, cui potere attribuire piena compiutezza concettuale, e coloro che, invece, li giudicarono come un manoscritto prematuro e meramente preparatorio de Il capitale. Il retroterra ideologico delle discussioni sui Grundrisse (cuore della contesa era la fondatezza o meno della stessa interpretazione di Marx, con le conseguenti ed enormi ricadute politiche) favorì lo sviluppo di tesi interpretative inadeguate. Tra i commentatori più entusiasti di questo scritto, vi fu, infatti, chi ne sostenne la superiorità teorica rispetto a Il capitale, nonostante questo comprendesse i risultati di un ulteriore decennio di intensissimi studi. Allo stesso modo, tra i principali detrattori dei Grundrisse, non mancarono quanti affermarono che, nonostante i significativi brani sull’alienazione, essi non aggiungevano nulla a quanto già noto di Marx.
In generale, comunque, a partire dalla metà degli anni Settanta, i Grundrisse conquistarono un numero sempre maggiore di lettori e interpreti. Diversi studiosi videro in questo testo il luogo privilegiato per approfondire una delle questioni più dibattute del pensiero di Marx: il suo debito intellettuale nei confronti di Hegel. Altri, ancora, furono affascinati dalle profetiche enunciazioni racchiuse nei frammenti dedicati alle macchine e alla loro automazione.
Un testo per il presente
Oggi, a distanza di 150 anni dalla loro stesura, i Grundrisse mostrano la persistente capacità esplicativa del modo di produzione capitalistico da parte di Marx. In essi, il grande ruolo storico del capitalismo, ovvero la creazione di una società sempre più progredita e cosmopolita rispetto a quelle che la hanno preceduta, è perspicacemente delineato assieme alla critica degli ostacoli che esso frappone a un più compiuto sviluppo sociale e individuale. Inoltre, i Grundrisse hanno un valore straordinario perché racchiudono numerose osservazioni (tra queste quelle sul comunismo) che il loro autore non ebbe più modo di sviluppare negli scritti che riuscì a pubblicare in vita (com’è noto, Marx diede alle stampe solo il volume primo de Il capitale).
Se appare probabile che anche le nuove generazioni che si avvicineranno all’opera di Marx subiranno il fascino di questi avvincenti manoscritti, è certo che essi sono ancora molto utili per quanti, nel nostro tempo, vogliano interrogarsi, con serietà, sulle crisi del capitalismo e sulle trasformazioni del presente.
Scheda: I Grundrisse nel mondo
Complessivamente, i Grundrisse sono stati pubblicati integralmente in 22 lingue. Senza fare riferimento alle tante traduzioni parziali, essi sono stati stampati in circa 500.000 copie: un numero che sorprenderebbe molto colui che li redasse col solo fine di riepilogare, a se stesso e in tutta fretta, gli studi di economia svolti fino al momento della lorostesura.
Essi hanno continuato suscitare interesse anche dopo la caduta del muro di Berlino. Pubblicati in Grecia (1989-92), Turchia (1999-2003), Corea del sud (2000) e in lingua portoghese (Brasile 2011), sono stati l’opera di Marx che ha ricevuto il maggior numero di nuove traduzioni negli ultimi venti anni.
Ripensare Marx ai tempi della crisi
Marcello Musto, classe 1976, napoletano doc del centro antico, insegna Teoria Politica presso la York University di Toronto. Autore di numerosi saggi e testi relativi a Marx tradotti in varie lingue, è uno degli esperti più accreditati del pensiero marxista.
Ha in programma, fra le ultime iniziative, una serie di conferenze nelle Università dell’America Latina e sta collaborando alla pubblicazione di “Mega 2”, la prima edizione critica tedesca delle opere di Marx, edite e inedite, prevista in 114 volumi. Redattore di più testate di livello internazionale, contribuisce con il suo lavoro e con la pubblicazione di testi “agili di divulgazione” alla riflessione e all’informazione sul pensiero di Marx. Con il testo “Ripensare Marx e i marxismi” pubblicato da Carocci affronta solo la prima parte della biografia intellettuale del pensatore di Treviri. Il testo si inserisce nel rinnovato dibattito che pone di nuovo alla ribalta il Capitale e un Marx troppo frettolosamente gettato alle ortiche dopo la dissoluzione dell’Unione Sovietica. In Giappone riscuote successo la versione manga del Capitale, in Cina sono in corso di traduzione le sue opere complete, in Germania il Capitale è divenuto nuovamente un best seller e dal 5 al 9 luglio si è svolto a Londra il festival “Marxism 2012 – idee per cambiare il mondo”. È un Marx diverso quello proposto da Musto, per nulla accademico, ostile al socialismo di stato, creatore di un metodo aperto ad alleanze politiche e analitiche, legato più alla verità storica dei “fatti” che a una riduzione ideologica. Come in una nuova prospettiva democratica. E qui risiede l’attualità del suo pensiero e il ritornare a parlare di Marx in tempi di “crisi”.
Quando ha iniziato ad interessarsi a Marx?
Da quando ero studente all’Università; desideravo approfondire il suo pensiero, riscoprirlo, “ripulirlo” da ogni pregiudizio, liberarlo dalle ingiustizie compiute nei suoi confronti, senza osannarlo – errore compiuto da molti autori dogmatici – ma cercando di analizzare criticamente il suo percorso teorico.
Cosa avvicina di più Marx alla contemporaneità?
Sono tanti i punti di contatto. Quello di più stringente attualità riguarda il capitalismo e la sua crisi. Dopo la caduta del muro di Berlino, interrotti gli studi sul suo pensiero, si ritorna a riflettere su di lui durante la crisi finanziaria del 2008. Non a caso i maggiori quotidiani conservatori in Germania hanno pubblicato, proprio a partire dalla fine del 2007, gli articoli di Marx del 1857, per le innumerevoli convergenze e similitudini con l’attualità del momento. Poche biografie infatti ricordano che Marx è stato giornalista per un ventennio e per 12 anni il corrispondente dall’Europa del più diffuso quotidiano americano, il New Tribune, che vendeva più di 200mila copie al giorno. Testimone di tanti avvenimenti importanti, lo fu anche della prima grande crisi finanziaria, quella del 1857 appunto. Questa esperienza confermò al nostro autore il carattere ciclico e strutturale delle crisi, ma anche l’inconsistenza dell’idea di un mercato pensato come sistema razionale. Il mercato è “anarchico”.
Cosa vuol dire mercato anarchico?
Marx dice: “ Gli economisti che spiegano la crisi come l’eccesso di forme del capitalismo, assomigliano a quei filosofi -oggi scomparsi- che dicevano che la febbre è la causa di ogni malattia”. Non esiste il mito del mercato sempre autoregolato, non si legge questo dato neppure negli economisti classici, come Smith e Ricardo. In tempi di crisi il mercato non si autoregola, come nei tempi di espansione, anzi nella crisi il capitalismo distrugge e attraverso la distruzione cancella le forme di conquiste sociali che il mondo del lavoro compie.
Se volessimo tradurre in pratica i suoi insegnamenti, quale sarebbe la chiave di volta per superare la crisi?
Marx scrive il Capitale nel ’77 e dopo 5 anni nell’edizione francese già modifica alcune cose. Voglio dire che occorre apprendere il “metodo” marxiano. Il tema più importante è il “rapporto fra la sfera politica e la sfera economica”, non abbastanza al centro dei dibattiti politici perché se lo fosse sarebbero consequenziali interventi incisivi e modificanti. C’è molto in Marx sul rapporto economia/politica, della politica svuotata del suo peso, del meccanismo che trasferisce alla sfera economica la responsabilità delle decisioni. Pagine che possono descrivere l’oggi, il predominio non democratico dell’economia, della Banca Europea, delle scelte tecniche che poi non sono solo economiche ma politiche.
La sua rilettura di Marx come è stata accolta dai teorici vecchio stampo e dai giovani?.
Nell’ultimo libro che ho pubblicato mi confronto con colleghi di vari Paesi sulla “ricezione” di Marx. L’accoglienza è diversa. In America e nel mondo anglosassone, per esempio, esiste un interesse di carattere intellettuale: non essendoci un movimento operaio in senso classico non c’è cittadinanza politica di alcune idee. I giovani poi sono confusi e i movimenti come gli indignados o gli occupied street sono deboli teoricamente, vivono i fenomeni e Marx lo conoscono poco, di rimando. Il libriccino che ho pubblicato sull’alienazione semplice e veloce nella lettura ha questo scopo: divulgare, parlare del metodo di Marx.
E chi è più a destra, come ha reagito al suo lavoro?
Ho avuto diversi riscontri. Anche da Hobsbawm – 94 anni – un grande storico, autore di Come cambiare il mondo. Perché riscoprire l’eredità del marxismo. Spesso mi hanno invitato in ambienti conservatori e il libro è stato tradotto anche in giapponese; penso che chi è dell’altra sponda abbia meno pregiudizi e abbia fatta sua di più l’idea di un Marx incompiuto, critico e autocrito.
A quale progetto sta lavorando?
Marx ha scritto: “Non voglio scrivere ricette per l’osteria dell’avvenire come i positivisti o gli utopisti, voglio spiegare al capitalismo che sarà poi l’emancipazione dei lavoratori a cambiare le cose”. E nei Manoscritti dà indicazioni di come non doveva essere la società, il Post-modernismo. Sto cercando di sistemare in maniera rigorosa le sue indicazioni sul socialismo, sul post capitalismo e dimostrare come la sua critica ai socialismi esistenti al suo tempo si può in parallelo riportare per i movimenti presenti oggi. Proudhon è la banca equa e solidale, il socialismo di Stato è la Cina di oggi e la Russia di ieri. Sto studiando poi i manoscritti preparatori del Capitale, la seconda parte della sua vita, quando guarda all’India, alla Cina e fa distinguo importanti della varie società. Temi di grande attualità.