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Correa e o Equador: prossegue a “Revolução Cidadã”

Na década de 1996-2006, as salas do Palácio Nacional de Quito assistiram a alternância brusca de sete presidentes diferentes.

Contrariando esse curso dos acontecimentos, Rafael Correa, desde que surgiu no cenário político, foi reeleito ao governo do país, pela terceira vez consecutiva e com 56% dos votos, fazendo com que o Equador viva um período de estabilidade inédito. Na verdade, ninguém, desde a segunda metade dos anos 80 do século passado, governou o país tanto tempo como ele.

A incerteza política era acompanhada pela crise econômica. Descontrolada desde o fim dos anos 90, essa crise causou uma inflação recorde (acima dos 60%) e provocou uma forte desvalorização do Sucre, moeda esta que foi posteriormente substituída (no ano 2000) pelo dólar, que continua sendo até hoje a moeda oficial do país. Estas hoje são lembranças longínquas. A pequena república andina transformou-se em um país de economia dinâmica, com uma taxa anual de crescimento superior a 7% e uma taxa de desemprego situada no ponto mais baixo da sua história. Para avaliar o que isto significa, basta lembrar que, apesar de ser um tempo de crise econômica global, quinze mil emigrantes que tinham trocado o país pela Espanha regressaram para tentar a sorte na pátria.

Essa mudança foi favorecida, entre outros fatores, pela decisão de Correa, de recusar o pagamento de uma parcela da dívida pública, que de 241 milhões de dólares em 1970 havia atingido mais de 17 bilhões em 2006. A eliminação dessa parte, classificada de ilegítima, seja por ter sido contratada fraudulentamente, seja por não haver trazido benefício algum ao povo equatoriano, possibilitou uma economia de 7 bilhões de dólares, incluídos os juros nesse total. Soma esta que, não somente evitou a adoção de uma política de austeridade fiscal e de (controle de) reformas estruturais (veja-se o caso da Grécia), mas que tornou possível o aumento do investimento social, o qual, com Correa, passou dos 12% aos 25% do orçamento público.

A mudança atingiu até mesmo um outro dogma do neoliberalismo: as privatizações. Nos últimos anos, a nacionalização de algumas empresas petrolíferas e a redefinição dos tributos das que continuam privadas, mas devem pagar ao Estado, gerou um ingresso de 2 bilhões a mais no orçamento. Fundos estes que permitiram a criação de um bônus contra a pobreza e a sustentação do programa de subsídio a pessoas pobres para pagamento de aluguel de casas populares (entre 35 e 50 dólares por mês). Numerosos equatorianos valem-se desse subsídio.

Estes resultados constituem a base da elevada participação eleitoral e do sucesso da Aliança País, partido fundado em 2006 e que detém hoje a maioria das 137 cadeiras do Parlamento equatoriano. Do outro lado, os opositores de Correa foram claramente derrotados. Guillermo Lasso, membro da Opus Dei e ex-presidente do Banco de Guayaquil (capital comercial do Equador), recebeu magros 23% dos votos e não conseguiu penetração alguma no eleitorado popular. Enquanto Alberto Acosta, no passado uma figura de proa da Aliança País, ministro de Minas e Energia em 2007, e que como presidente da Assembléia Nacional promulgou a nova Constituição da República, não foi além de 3,2%. A coalizão Unidade Plurinacional das Esquerdas, liderada por Correa, e da qual um dos participantes principais é o partido indigenista Pachakutik, não conseguiu explicar de que modo sua proposta de política econômica sustentaria o investimento social do governo, se, como pretendia, pusesse fim na política extrativista de Correa.

No entremeio, a Revolução Cidadã prossegue e o recém-eleito presidente venceu sua batalha pessoal contra a mídia conservadora, toda ela fortemente voltada contra ele. Além disso, o sucesso nas eleições dá novo estímulo vital à Aliança Bolivariana pela América (ALBA), projeto de colaboração política e econômica que abrange Venezuela, Cuba, Equador, Bolívia, Nicarágua e mais um grupo de pequenos países caribenhos. Este projeto surgiu em 2004 para se opor ao Tratado de Livre Comércio das Américas (ALCA) promovido pelos Estados Unidos. Em razão da morte de Hugo Chávez, Correa vem se afirmando como o próximo líder desse bloco e sua visibilidade internacional está aumentando, como ficou demonstrado recentemente, por ocasião do asilo político oferecido a Julian Assange, o fundador do Wikileaks, ainda hoje refugiado na embaixada equatoriana em Londres.

Apesar de propor o “Socialismo do século XXI”, Correa certamente não é um perigoso revolucionário. Sua política continuará no rumo da independência de Washington e seguirá a orientação “desenvolvimentista” dos demais governos progressistas da América Latina, dando particular atenção à redistribuição de renda. Não é pouco, nestes tempos.

Traduzido por Correio da Cidadania.

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Fernando Paz Sánchez, Iztapalapa. Revista de ciencias sociales y humanidades

En abril de 2004 varias instituciones de estudios superiores de Italia, entre otras la Universidad de Estudios de Nápoles, el Instituto di Napoli “L’ Orientale” y la Univer- sidad de Bari, organizaron un coloquio internacional sobre el tema Tras las huellas de un fantasma. La obra de Karl Marx entre la lología y la losofía.

A dicho coloquio concurrieron investigadores de Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda, China, Japón, México y, desde luego, Italia. Las ponencias presentadas por ellos fueron publicadas en 2005 en un libro que ha tenido varias ediciones y que aquí comentamos.

En el prefacio a la primera edición en español de este libro, Gabriel Vargas Lozano se cuestiona por qué tiene actualidad la obra de Marx y responde: “Por un lado, a mi juicio, en el sentido de que consideró que la tendencia a la acumulación del capital im- plica la aceleración de las contradicciones entre los que todo lo tienen y los que nada tienen; en su anticipación de la globalización de los mercados; en la conversión de la ciencia en fuerza productiva y en la profundización de los procesos de enajenación, cosi cación y deshumanización de la humanidad” (pp. 12-13).

La obra consta de tres secciones y un apéndice: en la primera sección se examinan detalles de la nueva edición histórico-crítica de las obras completas de Carlos Marx y Federico Engels, la segunda contiene los escritos referentes a la investigación actual sobre el pensamiento de Marx, y la tercera aborda El capital, la crítica incompleta.

El apéndice contiene un breve resumen de la conversación sostenida por Marcello Musto con el historiador Eric Hobsbawm acerca de la importancia actual de la obra de Marx, después de 150 años de haber escrito los fundamentos de la crítica a la economía política (los Grundrisse).

En el trabajo introductorio, escrito por Marcello Musto, se presentan, entre otras, estas consideraciones:“Pocos hombres sacudieron al mundo como Karl Marx. […] Sus ideas alteraron profundamente la losofía, la historia, la economía ([sin embargo, pese a]) la enorme difusión de sus escritos sigue sin tener una edición integral y cientí ca de sus obras” (p. 21).

En 1998 se reiniciaron los esfuerzos orientados a la publicación de las obras com- pletas de Marx y Engels (Marx-Engels-Gesamtausgabe, Mega) al considerar que los in- tentos anteriores no habían culminado la tarea o se habían desviado de la línea cientí- ca por consideraciones políticas. Esta nueva Mega consta de cuatro partes: la primera incluye todas las obras, escritos y borradores, excluyendo El capital; la segunda compren- de El capital y sus estudios preliminares, a partir de 1857; la tercera se re ere a la extensa correspondencia entre Marx y Engels, y en la cuarta guran los extractos, anotaciones y comentarios al margen. En 2005 ya se habían publicado 53 volúmenes de la nueva Mega, que se estima alcanzará un total de 114 volúmenes, cada uno de los cuales cons- tará de dos libros.

Musto ofrece un reconocimiento muy merecido a las tareas realizadas por Federico Engels para ordenar, articular y editar los volúmenes segundo y tercero de El capital, a partir de las notas de Carlos Marx. Cabe recordar que la preparación y edición del tercer volumen le signi có a Engels un esfuerzo sostenido a lo largo de un decenio (1885-1894).

Respecto a la cuarta parte de la Mega que, como se ha dicho, habrá de contener los ex- tractos, anotaciones y comentarios, se han reunido cerca de 200 cuadernos con textos que van de 1832 a 1882, escritos en alemán, griego antiguo, latín, francés, inglés, italiano, español y ruso. Los textos tocan temas muy variados: losofía, arte, religión, política, de- recho, literatura, historia, economía, política, relaciones internacionales, tecnología, matemáticas, siología, geología, mineralogía, agronomía, etnología, química y física.

Musto escribe, además, que Marx reaparece en la historia “reorientado hacia nuevos campos de conocimiento y está siendo leído en todo el mundo […] El redescubrimien- to de Marx tiene como base su persistente capacidad de explicar el presente: él continúa siendo un instrumento indispensable para comprenderlo y transformarlo” (pp. 44 y 45).

Pasemos a la primera parte del libro, compuesta por dos escritos sobre la nueva edición de las obras completas de Marx y Engels. En el primero de ellos, Manfred Neuhaus destaca el importante esfuerzo lológico realizado para dar cuerpo a la Mega y, en el segundo, Gerald Hubmann, a la luz de los textos que integran la nueva edición, discute algunas propuestas de Marx como la relación desigual del desarrollo de la produc- ción material respecto de la artística, así como la analogía entre el concepto de formación geológica y el de formación social.

La segunda sección la forman cuatro ensayos que tocan la investigación actual sobre el pensamiento de Marx, en especial los resultados de la investigación acerca de El capital y los trabajos preliminares.

Izumi Omura ofrece un relato pormenorizado de la difusión de la obra de Marx y Engels en Japón a lo largo del siglo xx. En la Universidad de Tohoku, en Sendai, el grupo de trabajo de la Mega ha establecido un banco de datos que contiene algunas de las primeras ediciones de las obras de Marx y Engels, como El capital, Miseria de la lo- sofía y el Anti-Dühring.

Wei Xiaoping describe el estado actual de la investigación sobre Marx en China. Este autor celebra que se haya podido superar el dogmatismo y que hoy se pueda estu- diar un marxismo más cientí co e independiente. Escribe Xiaoping, “algunos estudio- sos de nuestro país se han dado cuenta de que en la China actual se han replanteado la situación del mundo y las condiciones históricas sobre las cuales hablaba Marx y que, precisamente por esta razón, es muy importante estudiar su obra y su pensamiento para comprender el presente y preparar el futuro” (p. 112).

Por su parte, Marcello Musto formula un ensayo muy interesante sobre los manus- critos económicos y losó cos escritos por Carlos Marx en París, durante 1844. En ellos, Marx muestra su preocupación por la enajenación que trae consigo la forma mo- derna de producir: “la división del trabajo que considera al hombre ‘un torno, una he- rramienta […] y lo transforma en un aborto espiritual y físico” (p. 121).

El examen de estos materiales le permiten a Musto a rmar que esos manuscritos no constituyen una obra completa y acabada sino que re ejan un pensamiento en con- tinuo movimiento, cuya evolución fue muy positiva para que maduraran varias inquie- tudes de Marx en torno a la economía, la losofía y la política.

El ensayo de Guillermo Almeyra se re ere a la penetración del pensamiento de Carlos Marx en América Latina. En verdad, como el propio Marx lo reconoce, su tra- bajo sobre Latinoamérica fue poco profundo y ello se re eja en juicios ligeros y opinio- nes equivocadas o muy discutibles, por ejemplo acerca de Simón Bolívar y de México.

La parte central del trabajo de Almeyra está dedicada a la difusión del pensamiento marxista en Argentina. “En realidad −escribe− el Marx que se difundió en Argentina y en América Latina, a nes del siglo xix y en las dos primeras décadas del siglo xx tenía muy poco que ver con el pensamiento revolucionario del escritor alemán y, en lo fundamental, era un apóstol del desarrollo capitalista como premisa del indiscutible socialismo que llegaría en brazos del progreso cientí co y tecnológico” (p. 143).

La tercera parte del libro contiene seis ensayos llenos de interés: Wolfang Fritz Haug trata “El proceso de aprendizaje de Marx, en contra de corregir a Marx con Hegel”; Michael R. Krätke escribe sobre “La renovación de la economía política: donde Marx sigue siendo indiscutible”; el trabajo de Geert Reuten lleva como título “Una transus- tanciación recorre… la sustancia introversa y la forma extroversa ideal del valor en El Capital”; Christopher J. Arthur trabaja “El Capital de Marx y La Lógica de Hegel”; Enri- que Dussel analiza a “Hegel, Schelling y el plusvalor”, y Jaques Bidet titula su ensayo: “La reconstrucción metaestructural de El Capital”.

Todos estos trabajos encierran consideraciones importantes para las personas estu- diosas de la economía, la losofía y la política en su más amplio sentido, ya que estos ensayos tienen en cuenta los avances logrados con el conocimiento de primera mano de la obra de Marx y Engels.

Entre los asuntos relevantes de esta sección cabe reproducir lo siguiente: “El capital, en su totalidad (escribe Dussel), es valor que por el plusvalor es una ‘valorización del valor’. Pero esta ‘valorización’ es creación desde la nada del capital; es decir desde la fuente creadora viviente del nuevo valor: del trabajo vivo y no desde el capital. En lo con- trario consiste la pretensión fetichista del capital, en presentarse como siendo la fuente creadora del plusvalor (y de la ganancia)” (p. 225).

Jacques Bidet establece, entre otros pensamientos y re exiones muy signi cativas, que:

La “primera” contradicción del capitalismo es la que lleva el nombre de explotación: Ella no lleva inmediatamente a la relación de clase, es el objeto del marxismo clásico y se encuentra todavía hoy, con justicia, en el centro del trabajo de los economistas que se inscriben en el marxismo. La segunda contradicción opone el capital no solamente al trabajo sino también a la multitud en su conjunto. Ella se deriva del hecho de que el capitalismo no es solamente un sistema de extorsión de un sobreproducto sino más fundamentalmente una lógica del plusvalor, de la riqueza abstracta, y de que en esas condiciones cada capitalista es estimulado a acumular de este modo cada vez más poder, cualesquiera sean las consecuencias sobre los seres humanos y la naturaleza, mientras que la inclasi cable multitud, que está fuera de toda relación social exclusiva, la que inventa los valores de uso concretos y la que, por su fortaleci- miento inherente al movimiento mismo del capital, no cesa de producir, de decir y de escri- bir lo que vale [p. 236].

De las valiosas opiniones que comunicara Eric Hobsbawm a Marcello Musto, y que aparecen como apéndice, cabe reproducir las siguientes:

Ningún socialista puede renegar de las ideas de Marx, en tanto que su creencia de que el capitalismo debe ser sucedido por otra forma de sociedad está basada, no en la esperanza o en la voluntad, sino en un análisis serio del desarrollo histórico, particularmente de la era capitalista. […]

Por otro lado, Marx no regresará a la izquierda hasta que la tendencia actual entre los activistas radicales de convertir el anticapitalismo en antiglobalismo sea abandonada. La globalización existe, y a menos que ocurra un colapso de la sociedad humana es irreversible. En efecto, Marx lo reconoció como un hecho y, como internacionalista, le dio la bienvenida teóricamente. Lo que él criticó y lo que nosotros debemos criticar es el tipo de globalización producido por el capitalismo [pp. 242-243].

Para cualquier interesado en las ideas, sea un estudiante universitario o no, es patentemente claro que Marx es y seguirá siendo una de las grandes mentes losó cas y uno de los grandes analistas económicos del siglo xix y, en su máxima expresión, un maestro de una prosa apa- sionada. También es importante leer a Marx porque el mundo en el cual vivimos hoy no puede entenderse sin la in uencia que los escritos de este hombre tuvieron sobre el siglo xx. Y nalmente, deberá ser leído porque, como él mismo escribió, el mundo no puede ser cambiado de manera efectiva a menos que sea entendido, y Marx permanece como una so- berbia guía para la comprensión del mundo y los problemas a los que debemos hacer frente [p. 245].

En n, Tras las huellas de un fantasma. La actualidad de Karl Marx es un libro que debe ser leído, comentado y discutido por todos los estudiosos de las ciencias sociales y por todos aquellos interesados en conocer más de cerca el pensamiento de Carlos Marx y Federico Engels.

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Aquel Cristo latinoamericano

La mañana del 11 de Octubre de 1962, 2540 cardenales, obispos y patriarcas, provenientes de todas las partes del mundo, se disponían en una solemne fila de hábitos blancos y sotanas rojo púrpura para entrar en la Basílica de San Pedro y dar inicio a uno de los principales acontecimientos religiosos del siglo XX, destinado a cambiar la cara de la iglesia católica: el Concilio Vaticano II (CV II).

El vigésimo primero concilio ecuménico se desarrolló entre Octubre de 1962 y Diciembre de 1965, bajo los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI. Su asamblea deliberativa, la más numerosa de la historia de la iglesia, reformó la liturgia eclesiástica, introduciendo las lenguas nacionales en el rito de la misa, e inició el diálogo con las religiones no cristianas, mediante la declaración del principio de libertad religiosa. A diferencia de los concilios precedentes, el de Trento en 1545-63 y el CV I en 1869-70, surgidos de la exigencia de responder a dos eventos que habían sacudido la iglesia, las heridas que siguieron a la reforma protestante y el proceso de secularización generado por la Revolución Francesa, el CV II surgió, en cambio, de la necesidad de expresar una nueva fase pastoral, con el objetivo de revitalizar las instituciones católicas y adaptarlas mejor a las exigencias de los nuevos tiempos en curso.

La opción preferencial por los pobres

No obstante, como observan la mayoría de comentaristas, a partir de los años setenta, se interrumpieron las reformas iniciadas. Otra cosa sucedió en Sudamérica, donde las transformaciones del CV II encontraron un terreno más fértil para germinar.

En aquellos años, efectivamente, mientras en los países capitalistas más avanzados tuvo lugar un mejora de las condiciones de vida hasta para las clases trabajadoras, en América latina las desigualdades sociales aumentaron y los índices de pobreza crecieron todavía más. Guiados por la ilusoria concepción de un tiempo histórico unilineal, que debería reproducir los mismos estadios de desarrollo en todas las sociedades, expertos de diversos organismos internacionales elaboraron planes de desarrollo para el Cono Sur. En 1961, por ejemplo, la administración Kennedy promovió la Alianza para el Progreso (AP), proyecto al que fueron destinados 20 mil millones de dólares a fin de eliminar “las bases de comunismo”, peligro que se antojó aun más concreto después de la revolución castrista en Cuba. Sin embargo, la operación fue un sonado fracaso, contestada no sólo por los latifundistas locales, sino también por las compañías norteamericanas, y el periodo de la AP se caracterizó por los golpes de estado, casi todos avalados por los USA, que sumieron todo el continente en una espiral de violencia y muerte.

En este contexto, tomaron cuerpo, con distintas formas, alianzas entre los sectores más progresistas del mundo cristiano y del marxismo. Desde Camilo Torres, el famoso sacerdote desaparecido en 1966 tras haberse unido al Ejército de Liberación Nacional de Colombia, a los Cristianos por el socialismo, movimiento nacido en Chile en 1972 durante el gobierno de Salvador Allende. De la Patagonia a México surgieron grupos de fieles, a menudo comprometidos políticamente con la izquierda, que reclamaban una iglesia diferente, alejada del poder y solidaria con los más débiles.

Estas exigencias se manifestaron en el interior de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), organismo surgido en 1955 y que celebró en Medellín, en 1968, su segundo congreso, para reorganizarse en base a las decisiones tomadas en el CV II. Este encuentro supuso un verdadero cambio para la iglesia del continente. Aun cuando el término Teología de la Liberación (TdL) no fue nunca utilizado en sus documentos finales (había sido acuñado sólo pocas semanas antes por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez), en Medellín nació una nueva forma de hacer teología. Una iglesia popular al servicio de los pobres basada en el protagonismo de la Comunidades Eclesiásticas de Base (CEB), grupos de personas que se reunían regularmente para leer el evangelio a la luz de la propia realidad social.

En los años siguientes se sucedieron iniciativas y reuniones para delinear mejor el carácter de este cambio. El texto principal, traducido más tarde a 20 idiomas e impreso en numerosas ediciones, que puso de manifiesto los preceptos centrales de la TdL se publicó en 1971 y fue obra del mismo Gutiérrez: Teología de la liberación. Perspectivas. Según el autor, el nudo central de la TdL residía en la “opción preferencial por los pobres”, quienes irrumpían por primera vez en la iglesia erigiéndose en interlocutores privilegiados y en sujeto protagonista de una posible transformación social. Con la TdL los pobres adquirían el derecho a pensar y no solo a experimentar y practicar su fe de manera pasiva. Mediante un proceso de “concienciación”, según la célebre expresión del pedagogo brasileño Paulo Freire, se transformaban en artífices de su propia liberación, que dejaba de confiarse al mas allá para devenir objetivo concreto a perseguir en la vida terrenal. Otra innovación de la TdL consistía en servirse de los instrumentos críticos de las ciencias sociales. Se le concedió una especial importancia a la “Teoría de la dependencia”, desarrollada, entre otros, por André Gunder Frank, Fernando Henrique Cardoso y Theotonio Dos Santos, que resaltaba la relación directa entre el subdesarrollo latinoamericano y la expansión capitalista de los países industrializados. Por último, según Gutiérrez, el otro elemento decisivo de la TdL consistía en concebir la teología como un “segundo acto”, que debía siempre presuponer la participación del hombre en el proceso de liberación (“primer acto”). De este modo, el compromiso junto al hombre pasó a ser una conditio sine qua non. Si Karl Marx había escrito: “cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas”, Gutiérrez sostenía que “todas las teologías políticas, de la esperanza, de la liberación, de la revolución, no valen lo que un gesto de solidaridad auténtica con las clases oprimidas”.

La influencia de la TdL en las CEB, que proliferaron sobre todo en Brasil, creció en importancia. Al magisterio tradicional impartido en las parroquias, se le añadió una difusa catequesis popular en las aéreas urbanas y rurales más marginales. El centralismo eclesiástico tradicional definido por la fórmula “fuera de la iglesia no hay salvación” se transmutó en “fuera del mundo (o sea lejos de los pobres) no hay salvación”. Leonardo Boff habló de una nueva génesis eclesiástica, un renacer de la iglesia a partir de la reapropiación de la Biblia mediante ministerios laicos.

Las reacciones fueron durísimas. La tercera reunión de la CELAM (Puebla, 1979), de la que fueron excluidos todos los principales exponentes de la TdL, sancionó el cambio de tendencia. Juan Pablo II, ascendido a Papa en 1978, introdujo el evento exhortando a vigilar la “pureza de la doctrina” contra la excesiva politización del evangelio y las jerarquías eclesiásticas se precipitaron sobre las CEB, consideradas un intolerable ministerio paralelo, mientras sus relecturas de la biblia fueron definidas como cristología de la guerrilla.

A la reacción interna de la iglesia se añadió la de los USA. El Documento de Santa Fe, la plataforma política de Ronald Reagan, contenía un explicita referencia a la TdL, considerada una peligrosa “doctrina política, desviada de la creencia religiosa, con un significado antipapal y antiliberal”. La administración Reagan se caracterizó por invertir millones de dólares, en forma de intelligence y mass media, para favorecer la difusión de sectas fundamentalistas, cargadas de fanatismo religioso, en todos los países latinoamericanos con “riesgo comunista”

El desencuentro con Roma

A principios de los años ochenta se agudizó la polarización en el seno de la iglesia, pero la TdL, gracias al incesante trabajo de divulgación de textos y reflexiones iniciado en el decenio anterior, logró mantener una presencia significativa en todo el continente latinoamericano. Además, el asesinato de Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, y la participación de algunos sacerdotes en el gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua constituyeron dos episodios, de extrema crueldad el primero y de enorme esperanza el segundo, que dieron lugar a manifestaciones de solidaridad en todo el mundo.

A pesar de todo, los equilibrios internos del Vaticano habían cambiado. El clima de restauración se hizo evidente con la elección del conservador López Trujillo para la presidencia de la CELAM. A nivel general, Wojtyla favoreció el ascenso a las altas esferas del Vaticano de los ultrarreaccionarios del Opus Dei, organización transformada en prelado personal en 1982, es decir, una institución especial que puede evadir la autoridad de las diócesis territoriales, y las determinaciones eclesiásticas golpearon cada vez más los “elementos desafectos”.

De este modo, surgió un clima de excomulgación. En 1984, el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (SCDF) y entonces cardenal Joseph Ratzinger publicó la Instrucción sobre algunos aspectos de la “teología de la liberación”. En este documento afirmaba que la TdL debía “ser criticada, bajo pena de graves desviaciones ideológicas, no por sus afirmaciones particulares, sino por el punto de vista de clase que adopta a priori y que actúa como principio hermenéutico determinante”. La diferencia entre las dos concepciones era abismal. Para Ratzinger, sirva como ejemplo un tema fundamental, “las múltiples esclavitudes de orden cultural, económico, social y político derivan, en definitiva, del pecado”. Para Gutiérrez, por el contrario: “el pecado nace de la explotación del hombre por el hombre, hunde sus raíces en una situación de injusticia y explotación y es imposible entender el primero sin lo segundo”.

La SCDF invitó al episcopado peruano a aislar Gutiérrez, acusado de “admitir la concepción marxista de la historia” y al episcopado brasileño a criticar a Boff, condenado a un año de silencio por sus tesis eclesiásticas declaradas “insostenibles y peligrosas para la fe”. De nada sirvieron las aclaraciones ofrecidas por los teólogos de la liberación para demostrar que Marx no era el padrino de la TdL (pantomima que ridiculizaba tanto las teorías de uno como de la otra) y que, por el contrario, el marxismo se había tomado críticamente para comprender el mundo, ya que, so pena de mistificar la realidad, después de Marx, la teología no podía permitirse infravalorar el peso de las condiciones materiales en la existencia de los individuos.

En los últimos veinte años, el capitalismo ha desplegado su incontestable hegemonía en todas las esferas de la vida social y también la religión se ha plegado a las “exigencias del mercado”. La desaparición y normalización de muchas CEB y el debilitamiento de la TdL han ido de la mano de la proliferación de fenómenos de televenta de la fe made in USA. La tentativa de refundar globalmente la religión católica desde la periferia y por parte de los condenados ha sido rechazada. Pero la crisis actual ha reabierto viejas heridas y nuevas contradicciones y el mensaje de emancipación de la “teología militante que lucha por hacer bajar a los pobres de la cruz” interroga nuevamente todas las conciencias críticas.