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Marcelo Starcenbaum, Trabajos y Comunicaciones

Desde hace ya algunos años, las investigaciones del italiano Marcello Musto vienen produciendo aportessignificativos  al  campo  de  los  estudios  sobre  Marx  y  sobre  el  marxismo.

Ya  sea  recuperando  materialesrelegados o propiciando nuevas miradas sobre problemas ya transitados, estas investigaciones constituyenuno de los pilares sobre los que se sostienen las relecturas actuales de la obra de Marx y de la cultura marxistacontemporánea.  En  el  marco  de  este  trabajo,  su  libro  L’ultimo  Marx  ha  realizado  un  aporte  específicoen relación al conocimiento de la trayectoria intelectual y política del pensador alemán. Se trata de unainvestigación  que  tiene  como  objeto  reconstruir  los  dos  últimos  años  de  vida  de  Marx.  A  través  de  lacolocación de cuestiones poco atendidas y la revisión de interpretaciones ya realizadas, el libro da cuentade una coyuntura puntual de la trayectoria de Marx en la que se condensaron grandes problemas teóricosy políticos. En tanto indagación de una biografía intelectual, el libro se detiene tanto en la dinámica de laproducción teórica y la intervención política como en las cuestiones relativas a la vida personal y familiar.Lejos de constituir información meramente accesoria, las peripecias personales y familiares de Marx sonanalizadas  de  un  modo  que  permite  dar  cuenta  de  lo  estrechamente  vinculada  que  estuvieron  con  susactividades públicas como intelectual y dirigente.
El repaso biográfico propuesto en el libro está articulado sobre cuatro grandes núcleos problemáticos. Elprimero de ellos remite a las condiciones de vida de Marx en su estadía londinense y a la apertura a nuevoscampos de investigación. Sobre el primero de los puntos, Musto da cuenta de la cotidianeidad del trabajodesarrollado en la casa situada en el número 41 de Maitland Park Road. La composición de la biblioteca,la disposición de los objetos en el estudio, la rutina de la familia y los vínculos con el exterior forman partede una detallada reconstrucción de las condiciones bajo las cuales Marx desplegó su trabajo intelectual. Setrata de una interesante recolocación de Marx en la que tienen lugar las dimensiones político-intelectualesde su biografía, como el seguimiento de los sucesos internacionales y el diálogo mantenido en su hogar condirigentes e intelectuales que viajaban especialmente a Londres para consultarlo, pero también las personales,como sus deterioradas condiciones de salud y la tristeza por el regreso de sus nietos a Francia. Sobre el segundode los aspectos mencionados, Musto analiza el desplazamiento del interés de Marx hacia la antropología ylas matemáticas. La lectura de Morgan y otros antropólogos contemporáneos es enmarcada en el objetivo deprofundizar el conocimiento de períodos y áreas fundamentales para la continuidad del proyecto de críticade la economía política y de incorporar una información más detallada que aquella con la que había contadoen las décadas de 1850 y 1860. Asimismo, Musto recorre los Cuadernos etnológicos a los fines de constatarla no influencia del evolucionismo que caracterizaba a las obras que habían sido objeto de comentarios yrefrendar la idea de que en Marx se encuentra una concepción compleja y multilineal de la historia. Conrespecto a las matemáticas, se destaca el pasaje desde una concepción de la disciplina como subsidiaria del estudio económico hacia una valoración específica del trabajo científico sobre los números. De este modo, serepasan los Manuscritos matemáticos con el objetivo de evidenciar el interés por las matemáticas puras y laimportancia que adquirió esta ciencia en momentos de gran dificultad personal.
El segundo está relacionado con los debates alrededor del desarrollo del capitalismo en Rusia. En primerlugar, Musto interroga la producción de los últimos años de Marx a partir de la idea del capitalismo comopresupuesto necesario de la sociedad comunista. En sintonía con otras lecturas de Marx que destacaronun desplazamiento en la interpretación del lugar de Rusia en la futura revolución proletaria, este análisisda cuenta del pasaje desde una concepción del país oriental como baluarte contrarrevolucionario hacia lapercepción de que allí existían un conjunto de condiciones favorables para una revolución social. En estesentido, Musto regresa al ya célebre intercambio con Vera Zasúlich para certificar que Marx jamás afirmó quela sociedad humana estaba destinada a transitar el mismo recorrido histórico. Del mismo modo, recupera lacrítica de Marx a las interpretaciones de Nikolai Mijailovski en términos de una anticipación de las tendenciasdel marxismo contemporáneo a convertir la obra de Marx en una teoría histórico-filosófica de carácteruniversal. En segundo lugar, Musto vuelve al debate acerca del supuesto eurocentrismo de Marx para afirmarque su concepción acerca de la transición al capitalismo desde formas comunitarias se modificó sensiblementea lo largo de su trayectoria. En este sentido, la lectura de los materiales de estos años evidencia que, sin rompertotalmente con las nociones a través de las cuales había pensado la situación de Rusia, se produce una aperturateórica que permite considerar otras vías posibles para la transición al socialismo. Según este recorrido, elcontacto establecido por Marx con los populistas rusos desempeñó un rol clave en la consolidación de unaconcepción multilineal de la historia y de un consecuente internacionalismo a escala global. La importanciade estos años radica por tanto en ellos aflora la idea acerca de la posibilidad de que la revolución se produzcaen condiciones y formas hasta entonces jamás vislumbradas.
El tercero combina, al igual que el primero, un problema de índole político-intelectual y uno de tipopersonal. Por un lado, Musto reconstruye el proceso de circulación de El Capital en los países europeos yla incipiente conversión de Marx en una figura de relevancia internacional. De esta manera, se estableceuna secuencia que arranca en 1840, en la que Marx era conocido por un grupo limitado de intelectualesy  dirigentes,  continúa  con  el  desarrollo  de  la  Primera  Internacional  y  la  Comuna  de  París,  los  cualescontribuyen a una mayor notoriedad de su figura, y se corona con la difusión de su obra magna, a partir dela cual el nombre de Marx comenzará a ser una referencia ineludible en los debates políticos e intelectuales.Lejos de toda mitificación, Musto lleva a cabo una descripción del proceso de difusión de la obra marxiana enla que se destaca el hecho de que en los diferentes países europeos las ideas de Marx debieron competir, a vecesdesde una posición minoritaria, con las de los otros pensadores socialistas contemporáneos. Por otra parte,se reconstruyen las peripecias familiares a partir del deterioro de la salud Jenny von Westphalen así comolos momentos posteriores a su fallecimiento en diciembre de 1881. Al respecto, Musto recupera la ayudabrindada por Engels en aquella coyuntura crítica y la especificidad de las tareas intelectuales reanudadas porMarx meses después de la muerte de su esposa. De este modo es analizada la cronología comentada realizadapor Marx a partir de la lectura de un conjunto de libros históricos. Este trabajo es interpretado en términos deun esfuerzo por contrastar las bases de su concepción teórica con los procesos históricos que habían marcadola historia de la humanidad. Reforzando la idea de que no se encuentra en su obra una posición determinista,este análisis destaca el interés de Marx en el problema de la conformación histórica del Estado moderno.
Por último, Musto reconstruye los tramos finales de la vida de Marx. Los meses que van desde comienzosde 1882 a principios de 1883 son analizados a través de tres grandes hitos. Uno de ellos es el viaje a Argelia.Al respecto, el libro se detiene en las impresiones del país africano que Marx le hace llegar a sus hijas y aEngels. Al respecto se analizan los comentarios realizados por Marx sobre el sistema de propiedad de la tierra,la escasa presencia del Estado y las costumbres de la población africana. Asimismo, este recorrido da cuentade su penosa situación de salud y los esfuerzos por curarse en un clima distinto al del norte europeo. Elsegundo de ellos es el accidentado regreso a Londres, que conlleva una estadía forzada en Mónaco y una serie de caracterizaciones de un lugar que se volvía privilegiado para la crítica social. Sobre esta permanencia enMónaco se destaca la asistencia de Marx a la sala de lectura del Casino, la vinculación personas extranjeras quecirculaban por la ciudad y la descripción mordaz de las escenas en las que jugadores de toda Europa gastabanfortunas en los juegos de ruleta. El tercero es el de sus últimos días. Aquí Musto repasa la crítica radical a laque Marx sometió a aquellos intelectuales que aún se encontraban influenciados por Proudhon y Bakunin yel esfuerzo por contrarrestar ciertos efectos de la difusión de su obra. Al respecto se presenta una interesantereconstrucción del surgimiento y los efectos de la frase “lo único que sé es que no soy marxista”. Asimismo, elautor da cuenta de los padecimientos de salud de Marx, que lo condujeron cada vez más a la reclusión de suhogar, así como de las dolencias del espíritu, especialmente luego de la muerte de su hija Jenny. Finalmente, amodo de epílogo, se reconstruyen las circunstancias que rodearon su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1883.
Junto  al  análisis  de  estos  cuatros  núcleos  que  conforman  la  biografía  intelectual  del  último  Marx,  ellibro de Musto interviene en el espectro de interpretaciones y discusiones suscitadas a partir de los giros ytransformaciones producidos en estos últimos dos años. En notas al pie ubicadas en el medio del tratamientode los avatares personales y producciones intelectuales del período 1881-1883, Musto procede a complejizar,matizar y refutar algunas consideraciones clásicas y contemporáneas sobre la obra tardía de Marx. Algunas deellas están relacionadas con los términos a través de los cuales se deben entenderse aspectos de su trayectoriaintelectual.  Por  ejemplo,  el  libro  intenta  proporcionar  una  visión  distinta  de  aquellos  años  que  la  quepresentan algunas de las biografías más importantes de Marx. Contra Vorländer y Berlin, que dan distintasversiones de un período marcado por la pérdida de la capacidad de trabajo y una especie de “muerte lenta”,Musto afirma que Marx no sólo continuó sus investigaciones sino que las expandió hacia nuevas disciplinascomo la antropología y las matemáticas. Apoyándose en las biografías escritas por Mehring y Riazánov, ellibro da cuenta que si bien la última fase de creación intelectual de Marx fue compleja y estuvo en algúnsentido limitada, también fue muy importante desde el punto de vista teórico. En otro caso, Musto seesfuerza por reconstruir de manera precisa tanto el viaje de Marx a Argelia como los efectos de la estadíaafricana en sus posiciones políticas e intelectuales. En este sentido, el autor llama la atención sobre la pocaimportancia que se le otorga a este episodio en la vida de Marx, presentando como caso sintomático labiografía realizada por el intelectual de origen argelino Jacques Attali. Pero al mismo tiempo afirma que nodeben ser totalmente refrendadas las afirmaciones de Lafargue de que Marx habría regresado de Argelia con“la cabeza llena de África y de árabes”. Como queda demostrado en la reconstrucción del viaje, las condicionesde salud le impidieron a Marx abocarse al estudio sistemático de la realidad argelina pero al mismo tiempono constituyeron un obstáculo para la curiosidad y la indagación sobre el país africano.
Otras aclaraciones tienen menos que ver con dimensiones de la trayectoria intelectual que con grandesnúcleos  teóricos  y  políticos  de  su  obra.  Por  ejemplo,  Musto  trata  de  desmontar  la  idea  de  un  Marxeurocéntrico  y  orientalista.  A  su  entender,  dicha  caracterización  es  producto  de  lecturas  superficiales  ylimitadas que trasladaron a la totalidad de la obra de Marx los rasgos de una reflexión ingenua sobre elcolonialismo realizada por un joven periodista de 35 años. De este modo, el libro discute con las tesis deSaid, a las cuales califica de tendenciosas, colocando en primer plano las críticas de las que fue objeto lacaracterización de Marx en las páginas de Orientalismo. Así ocurre con la lectura de al-Azm, quien acusó aSaid de trasladar la idea de la superioridad contingente de Europa frente a Oriente en una relación necesariaválida para todos los tiempos históricos, y la de Ahmad, quien afirmó que la incorporación de Marx al espectroorientalista sólo es posible a condición de descontextualizar las citas. Al respecto no resulta casual que, frentea la interpretación de Said, Musto reivindique el libro Marx at the Margins de Kevin Anderson, un trabajodedicado a analizar las aproximaciones positivas de Marx a las realidades de la periferia del mundo capitalista.Sí resulta llamativo la ausencia en estas referencias de Marx y América Latina de José Aricó, un trabajopionero en la crítica al supuesto de un Marx eurocéntrico. Lo mismo cabe decir acerca de la interpretacióndel desplazamiento analítico sobre la situación de la comuna rural rusa. Según Musto, lo que se produce enlos borradores de la respuesta a Vera Zasúlich es la consideración de otras vías para la transición al socialismo pero no una transformación total de su interpretación de la comuna rural. De este modo su lectura difiere dela hipótesis del viraje radical sostenida por Shanin y Dussel así como de la idea de un “Marx tercermundista”que habría depositado las tareas revolucionarias en las masas rurales de la periferia.
Para concluir, puede afirmarse que la investigación desarrollada por Musto constituye un aporte doble alconocimiento sobre la trayectoria política e intelectual de Marx. Por un lado, se trata de una reconstrucciónbiográfica que se concentra en un período corto pero relevante en cuanto a los desplazamientos que allí secondensan. Frente a otros esfuerzos biográficos que atienden la totalidad de su trayectoria y análisis que secentran predominantemente entre las décadas de 1840 y 1870, el libro de Musto da cuenta de un conjuntode problemas que sólo pueden ser comprendidos en su especificidad a partir del recorte de los dos últimosaños de vida de Marx. Por otra parte, la atención particularizada de estos problemas conlleva la discusión conotras lecturas de Marx y el marxismo que también han atendido las transformaciones de estos dos años o quelas han relacionado con el resto de su trayectoria teórica. Enfrentada a las operaciones de subestimación oexageración de los desplazamientos operados en estos años -un Marx eurocéntrico/un Marx tercermundista,un Marx poco interesado en África/un Marx africanizado-, la reconstrucción de Musto intenta delimitar conprecisión las complejos cambios producidos antes de su muerte. En fin, son estos aportes los que permitenperfilar a L’ultimo Marx como un aporte fundamental en el necesario e inacabado esfuerzo por dar cuentade la singularidad de la trayectoria política e intelectual del pensador alemán.

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Marco Veruggio, Gli Stati generali

Il recente volume miscellaneo Marx Revival testimonia come il pensiero di Marx possa essere ancora utile per affrontare lo studio dell’economia e della società capitalistiche, inclusi temi di grande attualità come migrazioni e nazionalismo.

Il che forse spiega l’acredine con cui un autorevole filosofo liberale come Bedeschi su Il Foglio ha recensito la pubblicazione.
Il sottotitolo di questa ampia e varia miscellanea curata da Marcello Musto, docente di sociologia presso l’Università di Toronto, indica al lettore sin dall’inizio come di questo volume si possa fruire sia come introduzione all’opera di Marx per un pubblico neofita interessato ad acquisire familiarità con l’argomento prima di attaccare direttamente la lettura dei testi fondamentali, sia come testo di approfondimento e di aggiornamento per un pubblico già esperto, in chiave non esclusivamente accademica, ma con un’esplicita volontà di affrontare alcuni temi dell’odierna agenda politica riprendendo e attualizzando  le categorie del materialismo storico e senza concessioni e nostalgie all’era del ‘socialismo reale’, perché – annota Musto nella Prefazione al volume – il modello di socialismo di Marx era una ‘associazione di liberi esseri umani’ e ‘non contemperava uno stato di miseria generalizzata, ma il conseguimento di una maggiore ricchezza collettiva e il soddisfacimento dei bisogni dei singoli’.
E così, nei 22 saggi raccolti da Musto, compreso uno suo sul comunismo, alcuni tra i più noti studiosi internazionali di Marx – citiamo tra i tanti Michael Löwy, Gilbert Achcar, Immanuel Wallerstein e gli italiani Sandro Mezzadra e Pietro Basso – prima analizzano in chiave critica alcuni cardini concettuali del pensiero marxiano – capitalismo, comunismo, democrazia, proletariato, lotta di classe, rivoluzione ecc. – poi aprono una finestra sugli strumenti analitici che il monumentale corpus marxiano ci ha lasciato per affrontare in chiave materialistica alcuni dei temi più dibattuti dalla politica contemporanea, anche attingendo ad alcune delle opere più periferiche al suo interno. Il tutto con l’indicazione preziosa, al termine di ogni saggio, di una bibliografia a cui attingere per approfondire ulteriormente ogni singolo argomento.
Concetti essenziali…
I saggi dedicati ai mattoni concettuali della teoria marxiana, oltre che costituire – come dicevamo – un’utile introduzione alla lettura dei testi marxiani, forniscono ai lettori più esperti riferimenti preziosi circa il modo in cui quei concetti vennero forgiati o ripresi da altri autori e rielaborati a partire dagli scritti giovanili e dall’epoca della ‘militanza’ nella sinistra hegeliana, fino all’invenzione del socialismo scientifico e agli anni in cui Marx si gettò a capofitto non solo nell’attività di teorico del comunismo, ma anche in quella di dirigente politico dell’Associazione Internazionale dei Lavoratori, più nota come Prima Internazionale.
La lettura di questi saggi è consigliata anche quale rimedio a una diffusa stereotipizzazione del pensiero marxiano e alla tendenza a condensarlo in formule comode quanto ineluttabilmente parziali se non addirittura fuorvianti. Nel saggio dedicato alla religione, ad esempio, Gilbert Achcar, mette in luce come nel pensiero marxiano convivano un elemento di critica radicale e ateista, radicato nella giovanile appartenenza alla sinistra hegeliana (e sintetizzato nella nota affermazione ‘la religione è l’oppio dei popoli’) e un approccio ‘secolare-liberale’ che, depennata la religione dall’ambito delle questioni di Stato, riconosce a ogni singolo individuo il diritto di credere in ciò che più gli piace. ‘Come lo Stato si emancipa dalla religione emancipandosi dalla religione di Stato e abbandonando la religione a se stessa all’interno della società civile, così l’uomo singolo si emancipa dalla religione comportandosi verso di essa non più come verso un affare pubblico, ma come verso un affare privato’, scrivono Marx ed Engels nel 1845, polemizzando con Bruno Bauer e i ‘giovani hegeliani’, ne La Sacra Famiglia. E Achcar conclude che ‘L’atteggiamento di Marx ed Engels verso la religione è rimasto fondamentalmente duplice: la difesa della libertà religiosa individuale senza ostacoli contro le interferenze dello Stato è stata combinata con la lotta per l’emancipazione del partito dei lavoratori contro le credenze religiose’.
Allo stesso modo per quanto riguarda la critica marxiana alla democrazia – osserva la sociologa canadese Ellen Meiksins Wood – il contributo di Marx non si esaurisce nell’idea che la democrazia borghese è formale, in quanto non tutti i cittadini possiedono i mezzi materiali per rendere esigibili i diritti fissati sulla carta. L’autore del Capitale ebbe soprattutto il merito di intuire che mentre nelle società antiche libertà politica e libertà economica erano strettamente connesse, tanto che quando un soggetto si guadagnava i diritti politici si affrancava contemporaneamente dalla condizione di sfruttamento economico a cui era soggetto – schiavitù, servitù della gleba ecc. – la caratteristica peculiare della società borghese è invece che essa rappresenta il massimo grado di libertà politica nella storia, astraendo però i diritti politici dalle disuguaglianze e dalla sfera economica. ‘Per la prima volta nella storia, – annota l’autrice – il capitalismo aveva permesso di concepire i diritti politici come poco influenti sulla distribuzione del potere sociale ed economico; era inoltre possibile immaginare una sfera politica distinta in cui tutti i cittadini erano formalmente uguali, una sfera politica sottratta alle disuguaglianze della ricchezza e del potere economico’.
…e nuove letture
Nella seconda parte della miscellanea si concentrano i saggi/capitoli dedicati all’elaborazione marxiana su alcuni temi ancora al centro del dibattito politico e sulla rilettura di alcune opere stimolata dal dibattito contemporaneo. Nel saggio dedicato all’ecologia John Bellamy Foster ricapitola l’evoluzione degli studi sul pensiero di Marx in tema di ambiente, osservando come nei primi tre quarti del XX secolo il marxismo occidentale abbia in larga misura rigettato la metodologia introdotta da Engels nella Dialettica della Natura (ampiamente utilizzata dalle accademie scientifiche sovietiche), circoscrivendo l’utilizzo del metodo dialettico alla sfera sociale e rimandando invece alle scienze naturali per quanto riguarda lo studio dell’ambiente circostante. A partire dagli anni ’70 a questo tipo di approccio, che coincise con la nascita dell’ecosocialismo degli anni ’70-’80, critico nei confronti del ‘socialismo scientifico’, accusato di aver minimizzato il peso dei limiti naturali e dunque dei vincoli ecologici allo sviluppo, si affiancò una rilettura del corpus marxiano, da cui invece emerse l’idea che l’economia capitalistica è basata non soltanto sullo sfruttamento dell’uomo, ma anche sulla spoliazione della terra. Marx scrisse che nessun singolo individuo ma neanche interi Stati o società possono essere considerati proprietari di essa, bensì solamente ‘i suoi usufruttuari’, che ‘hanno il dovere di tramandarla migliorata, come boni patres familias, alle generazioni successive’. Nel Libro terzo del Capitale Marx ne derivò che in una società socialista ‘i produttori associati regolano razionalmente questo loro ricambio organico con la natura’ ed ‘essi eseguono il loro compito con il minor possibile impiego di energia’, un’affermazione che, riletta alla luce dell’attuale dibattito, mette in risalto come in realtà il fondatore del socialismo scientifico abbia anticipato il tema della crisi ecologica invece di negarlo.
Uno dei pregi della miscellanea curata da Musto è che ricostruendo le genesi e l’evoluzione del pensiero di Marx mostra come spesso esso si sia esercitato nell’analisi di fenomeni ricorrenti nella storia del capitalismo e ancor oggi controversi. Potrebbe apparire banale, ma nell’attuale dibattito politico, fondato sulla dittatura dell’oggi e sulla cancellazione della storia, si tratta di una riscoperta preziosa, perché schiude un ingente patrimonio di esperienze storiche e di insegnamenti, rendendolo disponibile a chi oggi voglia affrontare il riemergere di quei fenomeni facendo leva sul metodo scientifico piuttosto che una dialettica slegata dalla realtà materiale. Ci riferiamo, ad esempio, al tema delle migrazioni di massa e delle tensioni tra proletari immigrati e autoctoni oppure al riemergere di movimenti nazionalisti, oggetto rispettivamente dei saggi di Kevin B. Anderson, su ‘Nazionalismo e questione etnica’ e di quelli di Pietro Basso sulle migrazioni e di Sandro Mezzadra e Ranabir Samaddar sul colonialismo. Marx si occupò diffusamente di nazionalismo e migrazioni prendendo spunto da tre grandi filoni del dibattito contemporaneo: la questione nazionale polacca, la guerra civile negli Stati Uniti (strettamente intrecciata alla deportazione di massa degli schiavi dall’Africa), ma soprattutto la questione irlandese, considerata sia dal punto di vista della lotta per l’indipendenza da Londra sia da quello della concorrenza tra proletari inglesi ed emigrati irlandesi nelle fabbriche britanniche.
Scrive Marx in una comunicazione interna della Prima Internazionale: ‘La borghesia inglese non ha soltanto sfruttato la miseria irlandese per comprimere con l’emigrazione forzata degli irlandesi poveri le condizioni della classe operaia in Inghilterra, ma ha inoltre diviso il proletariato in due campi nemici. L’ardore rivoluzionario dell’operaio celtico non si è fuso con il temperamento vigoroso ma lento dell’anglosassone. Vi è al contrario in tutti i grandi centri industriali dell’Inghilterra un profondo antagonismo tra il proletariato irlandese e quello inglese. Il comune operaio inglese odia quello irlandese come un concorrente che comprime i salari e il livello di vita. Egli prova per lui antipatie nazionali e religiose, lo considera su per giù come i bianchi poveri degli Stati Uniti del Sud considerano gli schiavi negri’. Posto di fronte a questa situazione, a smentire chi oggi cerca di utilizzare l’autore del Capitale per legittimare una versione ‘di sinistra’ del cosiddetto sovranismo, Marx non fa appello a bloccare i flussi migratori, bensì a ‘spingere avanti la rivoluzione sociale in Inghilterra’ e a battersi per mettere fine all’assoggettamento dell’Irlanda alla Gran Bretagna. E ancora, sottolinea Basso, egli indica come obiettivo della Prima Internazionale ‘l’emancipazione del lavoro e l’estirpazione delle lotte nazionali’, nella Critica al Programma di Gotha polemizza con chi assume ‘l’angusto punto di vista nazionale’ e nel programma del Partito Operaio francese, scritto a quattro mani con Jules Guesde, inserisce la richiesta della ‘proibizione legale, per i capitalisti, di impiegare lavoratori stranieri a salari inferiori a quelli pagati agli operai francesi’. Questo internazionalismo spinge Marx a occuparsi anche del colonialismo britannico in India (se ne occupano Mezzadra e Samaddar) e a formulare un interrogativo che oggi, alla luce dell’impetuosa crescita economica indiana e cinese e della conseguente marginalizzazione dell’Occidente, appare ancor più congrua di quando venne formulata: ‘può l’umanità adempiere al suo destino senza che avvenga una rivoluzione fondamentale nei rapporti sociali dell’Asia?’.
Le critiche
Giuseppe Bedeschi, autorevole storico della filosofia e critico liberale di Marx, in un articolo su Il Foglio intitolato ‘Eccesso di devozione per Marx’, ha attaccato frontalmente Marx Revival, accusandone gli autori di ‘un atteggiamento da sacrestani in costante adorazione del Maestro’, saltando a piè pari il fatto che in realtà la miscellanea contiene anche proposte di revisione abbastanza radicali della teoria marxiana, ad esempio nel saggio di Marcel van der Linden sul concetto di proletariato. Secondo Bedeschi, che pure riconosce a Marx il merito di essere entrato nel novero dei ‘classici’ della filosofia, la colpa di Musto e dei coautori sarebbe l’aver ignorato le critiche mosse a Marx da autori come Eduard Bernstein e Norberto Bobbio. Il primo – osserva Bedeschi – ha evidenziato l’errore commesso da Marx nel prevedere una polarizzazione della società capitalistica in due soli campi, borghesia e proletariato, invece della crescente stratificazione sociale e del fiorire delle classi intermedie. Mentre Bobbio avrebbe efficacemente criticato la teoria dello Stato di Marx cogliendo come in essa ‘il problema del buon governo non si risolveva con la sostituzione di una forma “buona” a una forma “cattiva”, ma con l’eliminazione di ogni forma di governo politico, cioè con l’estinzione dello stato e della politica: ma questa era una prospettiva gravemente irrealistica’.
Su quest’ultimo punto si potrebbe obiettare che in realtà Marx, che considerava lo Stato come uno strumento del dominio della borghesia sul proletariato, si era limitato ad affermare che ‘quando il dominio di classe scompare, non ci sarà uno Stato nel significato politico attuale’. E si potrebbe sottolineare quanto sarebbe stato estraneo al metodo di Marx, che proprio in questo volle distinguersi dal socialismo utopistico, disegnare un modello compiuto di organizzazione politica e sociale quale traduzione futura delle proprie  idee. Ma sarebbe un dibattito astratto per addetti ai lavori.
Per quanto invece attiene alla questione dei ‘ceti intermedi’ esiste un terreno di verifica concreto delle affermazioni di Bedeschi. Va detto preliminarmente che per Marx i confini delle classi sono delimitati non da semplici categorie di reddito né da criteri di carattere giuridico, bensì dalla funzione che esse svolgono nella produzione capitalistica. Da questo punto di vista gli anni che ci separano dalla morte di Marx hanno visto l’allora dominante tripartizione della società in capitalisti, classe operaia e contadini perdere la terza componente, sia perché l’agricoltura ha visto ridursi rapidamente il proprio peso nell’ambito dell’economia capitalistica, sia perché la progressiva cancellazione della piccola proprietà agricola ha finito per trasformare i contadini da padroncini in operai agricoli. Al contempo però abbiamo assistito a una massiccia offensiva ideologica tesa a sostituire l’idea di una società divisa in classi a quella di una società divisa in categorie di reddito o in base a distinzioni di carattere giuridico. E’ la concezione per cui in Italia, ad esempio, avere una partita IVA o, in Gran Bretagna, ritrovarsi nelle condizioni del padroncino protagonista dell’ultimo film di Ken Loach è sufficiente per essere considerati lavoratori autonomi o addirittura imprenditori, pur lavorando di fatto per un committente unico e senza alcun potere contrattuale nei suoi confronti. E’ sulla base di questa riclassificazione della stratificazione sociale che si è costruita l’idea di una classe media in crescita e che nel settembre del 2018 il Financial Times ha annunciato in  pompa magna che ‘metà della popolazione mondiale è classe media’.
Qui in Italia questa deformazione ideologica della realtà ha avuto un particolare successo per la presenza di uno strato ipersviluppato di piccole imprese che fanno del nostro paese una realtà sui generis. E tuttavia proprio nel decennio seguito all’ultima di quelle che Marx avrebbe definito ‘crisi cicliche’, quella innescata con l’esplosione della bolla speculativa dei subprime nel 2007-2008 negli USA, nei paesi a capitalismo avanzato, Italia inclusa, abbiamo visto confermata la tendenza per un verso a un massiccio processo di distruzione o assorbimento di piccole e medie imprese da parte dei grandi gruppi industriali e finanziari, per un altro a una brutale proletarizzazione della piccola borghesia, di cui l’ondata populista è stata in qualche modo una delle conseguenze sul piano politico. Inoltre, come dimostra un recente studio dell’OCSE intitolato Under Pressure. The Squeezed Middle Class, anche assumendo come unità di misura il reddito e non la collocazione produttiva, dal 1985 al 2015 nei paesi dell’OCSE la ‘classe media’ ha conosciuto un declino costante, mentre sono aumentate la parte più ricca e quella più povera della popolazione.
Il fatto che la realtà materiale sia più forte dei tentativi di deformarla ideologicamente è confermato anche da un significativo slittamento della percezione che la popolazione di molti paesi a capitalismo avanzato ha della propria appartenenza sociale. Uno studio del 2014 nell’ambito del progetto di ricerca Dynegal ha scoperto che due terzi dei francesi pensa che la società sia attraversata dalla lotta di classe e che il senso di appartenenza alla classe media è in netto calo. Per quanto riguarda l’Italia nel 2016 Ilvo Diamanti registrava come in un decennio, dal 2006 al 2015, la percentuale di italiani che si percepiscono come classe media è scesa addirittura dal 60% al 30% (per approfondimenti vedi ‘Il ceto medio non esiste’, Quaderni di ControCorrente 2/2019).
Dunque l’acrimonia con cui Bedeschi sul Foglio apostrofa i sostenitori del ‘classico’ Karl Marx facendo leva sulle critiche di chi invece classico non è diventato o è lungi dal diventarlo, potrebbe avere un’altra spiegazione, l’intuizione cioè che ciò che riemerge dalle pagine di Marx Revival sia l’immagine di una teoria ancora viva, che suscita interesse ed è a tutt’oggi foriera di minacce per un pensiero politico liberale prigioniero delle proprie contraddizioni. E’ il miglior riconoscimento che si possa tributare a questo testo.

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Mitos ‘Marx Muda’ dalam Penafsiran-Penafsiran atas Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 (Bagian III)

Superioritas, Patahan, atau Kontinuitas?
APAPUN disiplin akademik ataupun afiliasi politik mereka, para penafsir Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 dapat dibagi ke dalam tiga kelompok.

Yang pertama terdiri dari mereka semua yang, dengan mempertentangkan naskah-naskah Paris dengan Kapital, menekankan keutamaan teoretis karya yang lebih awal tersebut. Kelompok kedua secara umum menyepelekan signifikansi naskah-naskah tersebut, sementara kelompok ketiga condong pada tesis bahwa ada kesinambungan teoretis antara naskah-naskah tersebut dengan Kapital.

Mereka yang mengasumsikan pembelahan antara Marx ‘muda’ dan ‘dewasa’, dan berargumen tentang kekayaan teoretis yang lebih besar pada yang pertama, menampilkan Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 sebagai tulisannya yang paling bernilai dan membedakannya secara tajam dengan karya-karyanya yang belakangan. Secara khusus, mereka cenderung untuk meminggirkan Kapital, seringkali tanpa mempelajarinya secara mendalam—buku dengan tuntutan yang lebih berat untuk dipelajari dibandingkan dengan sekitar dua puluh halaman pembahasan tentang kerja yang teralienasi dalam Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844, yang mengenainya hampir semua mengajukan perenungan-perenungan filosofis. Para perintis garis penafsiran ini adalah Landshut dan Meyer, kemudian segera disusul oleh Henri de Man. Dengan menyoroti pemikiran Marx sebagai ajaran etis-humanis, penulis-penulis ini mengejar tujuan politik mereka, yaitu melawan ortodoksi kaku Marxisme Soviet tahun 1930-an dan menantang hegemoninya dalam gerakan kelas pekerja. Serangan teoretis ini menghasilkan sesuatu yang sangat berbeda, dan cenderung untuk memperluas lahan potensial teori Marxis. Meski formulasi-formulasinya seringkali kabur dan bersifat umum, Marxisme tidak lagi melulu dianggap sebagai teori ekonomi yang determinis dan mulai mendorong ketertarikan yang lebih besar dari sejumlah besar intelektual dan anak-anak muda.

Pendekatan ini mulai mengalami kemajuan segera setelah penerbitan Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 dan terus memenangkan pengikut-pengikut baru hingga akhir 1950-an, sebagian karena efek eksplosif dari sebuah teks baru yang begitu berbeda dengan kanon dominan Marxisme. Sponsor-sponsornya adalah beraneka ragam kelompok Marxis heterodoks, Kristen progresif dan para filsuf eksistensialis, yang menafsirkan tulisan-tulisan ekonomi Marx sebagai langkah mundur dari apa yang mereka lihat sebagai sentralitas pribadi manusia dalam teori-teori awalnya. Setelah Perang Dunia Kedua, figur-figur utamanya adalah Their, Poppitz dan Hommes di Jerman, dan—meski mereka tidak secara jelas mendukung klaim superioritas naskah-naskah 1844—Merleau-Ponty, Bigo, Calvez, serta Axelos di Prancis dan Fromm di Amerika Serikat. Raymond Aron, yang pada 1968 menentang mereka yang melihat naskah-naskah tersebut sebagai pusat gravitasi Marxisme, secara sempurna merangkum paradoks mereka yang paling menusuk: ‘Dua puluh tahun lalu, ortodoksi dari area Latin Quarter menganggap Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 sebagai kata final dalam filsafat Marxis, bahkan sekalipun, jika seseorang setia pada teks tersebut, Marx sendiri menertawakan bahasa dan tipe analisis yang ia adopsi dalam karya-karya awalnya.’

Kelompok penafsir yang kedua, yang menganggap Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 sebagai teks transisional tanpa signifikansi khusus dalam perkembangan pemikiran Marx. Sejak pengantar Adoratskii pada edisi MEGA tahun 1932, posisi ini adalah yang paling dibaca luas di Uni Soviet dan negara-negara satelitnya yang belakangan. Kegagalan naskah-naskah tersebut untuk menyebut ‘kediktatoran proletariat’, bersama dengan kehadiran tema-tema seperti keterasingan manusia dan eksploitasi buruh yang menyoroti kontradiksi-kontradiksi yang paling nyata dalam praktik sosialisme Uni Soviet, menuntun pada pengucilannya oleh kepemimpinan puncak partai-partai Komunis. Bukan kebetulan bahwa naskah-naskah tersebut dieksklusikan dari edisi-edisi karya Marx dan Engels di beberapa negara ‘blok sosialis’. Terlebih lagi, banyak penulis dari kelompok ini yang sepenuhnya mendukung definisi Lenin tentang tahapan-tahapan dalam perkembangan pemikiran Marx—pendekatan yang belakangan dikanonisasikan oleh Marxisme-Leninisme, yang, selain dalam banyak hal patut dipertanyakan secara teoretis dan politis, menjadikan pengakuan atas karya penting Marx yang baru terbit untuk pertama kalinya delapan tahun setelah kematian sang pemimpin Bolshevik menjadi sebuah kemustahilan.

Seiring dengan perkembangan pengaruh mazhab Althusserian di tahun 1960-an, pembacaan ini juga menjadi populer di Prancis dan bagian Eropa Barat lainnya. Tetapi, meski prinsip-prinsip mendasarnya biasanya diatributkan pada Althusser sendiri, benih-benihnya sudah ada pada Naville: yaitu keyakinan bahwa Marxisme adalah sains dan bahwa karya-karya awal Marx, yang masih dijiwai oleh bahasa dan perhatian Hegelianisme Kiri, menandai sebuah tahapan sebelum kelahiran ‘sains baru’ dalam Kapital. Bagi Althusser, seperti telah kita lihat, Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 merepresentasikan Marx yang paling jauh dari Marxisme.

Pandangan yang mempertentangkan tulisan-tulisan Marx awal dengan kritik ekonomi-politiknya, yang secara filologis tidak berdasar, beredar di kalangan Marxis pembangkang dan ‘revisionis’ yang ingin memprioritaskan tulisan-tulisan awal tersebut, dan kelompok Komunis ortodoks yang berfokus pada Marx ‘dewasa’. Keduanya berkontribusi pada kesalahpahaman yang prinsipiil dalam sejarah Marxisme: mitos ‘Marx Muda’.

Kelompok penafsir Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 yang ketiga dan terakhir terdiri dari mereka yang, dari posisi politik dan teoretis yang berbeda, menangkap kesinambungan substansi dalam karya Marx. Pendekatan ini bisa dilacak hingga Marcuse atau Lukács di Jerman dan Hyppolite atau Rubel di Prancis, dan menjadi hegemonik dalam dunia berbahasa Inggris lewat karya Tucker, McLellan, dan Ollman, lalu menyebar secara lebih luas ke hampir seluruh penjuru dunia sejak tahun 60-an, seperti disaksikan oleh tulisan-tulisan Fischer, Avineri, Mészáros, dan Schaff. Ide tentang kesinambungan hakiki Marxian ini, yang bertentangan dengan pandangan tentang patahan epistemologis tajam yang mendiskualifikasi tulisan-tulisan yang lebih awal, menginspirasi beberapa penafsiran terbaik atas Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844, seperti karya non-dogmatis Lefebvre dan Mandel yang mampu mengapresiasi nilainya, dengan segala kontradiksi dan ketidaklengkapan dalam naskah-naskah tersebut. Meski demikian, tetap ada kesalahan-kesalahan penafsiran—yang paling jelas dalam beberapa penulis adalah sikap meremehkan perkembangan-perkembangan pemikiran Marx pada tahun 1850-an dan 1860-an dalam bidang ekonomi-politik. Hal ini seiring dengan kecenderungan untuk merekonstruksi pemikiran Marx melalui koleksi kutipan, tanpa memperhatikan periode-periode penulisannya. Seringkali hasilnya adalah penyesuaian dengan visi partikular sang penafsir sendiri, lewat potongan-potongan yang dirangkai begitu saja dari Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 dan Kapital, seolah-olah karya Marx merupakan teks yang ditulis secara bersamaan.

Keterbatasan-Keterbatasan Marx di tahun 1844
Menggarisbawahi pentingnya Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 demi pemahaman yang lebih baik tentang perkembangan pemikiran Marx tidak berarti bersikap diam atas keterbatasan-keterbatasan dalam teks yang ditulisnya waktu muda ini. Dalam teks tersebut, Marx belum mulai menyerap konsep-konsep dasar ekonomi-politik, dan konsepsinya tentang komunisme tidaklah lebih daripada sintesis yang membingungkan dari studi-studi filsafat yang ia lakukan sebelumnya. Meski memikat, khususnya bagaimana ia mengombinasikan ide-ide filosofis Hegel dan Feuerbach dengan kritik teori ekonomi klasik dan dengan protes atas alienasi kelas pekerja, Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 hanyalah eksperimentasi awal, sebagaimana nyata dalam kerancuan dan sifat eklektiknya. Naskah-naskah tersebut memperjelas jalur yang Marx ambil, tetapi jarak yang jauh tetap memisahkan mereka dari tema-tema dan argumen dari bukan hanya Volume 1 Kapital yang selesai tahun 1867, tetapi juga dari naskah-naskah persiapan Kapital, salah satunya diterbitkan, yang Marx siapkan sejak tahun 50-an.

Kontras dengan analisis-analisis yang entah memainkan keunikan ‘Marx Muda’ atau coba memaksakan patahan teoretis pada karyanya, pembacaan-pembacaan yang paling tajam atas Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844 tahu bagaimana memperlakukan naskah-naskah tersebut sebagai karya yang menarik, namun hanya mencerminkan tahapan awal dalam trayektori Marx. Seandainya ia tidak melanjutkan penelitiannya dan hanya berhenti pada konsep-konsep dalam naskah-naskah Paris, ia mungkin telah ditempatkan di samping Bauer dan Feuerbach dalam bagian-bagian manual filsafat bagi kelompok Hegelian Kiri. Sebaliknya, berdekade-dekade aktivitas politik, studi dan karya kritis yang terus-menerus atas ratusan volume ekonomi-politik, sejarah, dan disiplin-disiplin lain, mengubah intelektual tahun 1844 itu menjadi salah satu pemikir yang paling brilian dalam sejarah umat manusia. Sebagai hasilnya, tahapan-tahapan awal dari perkembangan teoretisnya, yang terutama nampak dalam Naskah-Naskah Ekonomi-Filsafat tahun 1844, meraih signifikansi yang akan memicu para pembaca dan peneliti lintas generasi.

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La Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA²) y el redescubrimiento de Marx

Introducción
Sobre mil socialistas, quizás uno solo haya leído una obra económica de Marx, sobre mil antimarxistas, ni siquiera uno ha leído a Marx [i].

Marx y el Marxismo: Inacabado versus Sistematización
Pocos hombres sacudieron el mundo como Karl Marx. A su desaparición, que pasó casi inobservada, le siguió, con una rapidez que en la historia tiene raros ejemplos con los cuales pueda ser confrontada, el eco de la fama. Muy pronto el nombre de Marx estuvo en las bocas de los trabajadores de Chicago y Detroit, así como en las de los primeros socialistas indios en Calcuta. Su imagen sirvió de fondo al congreso de los bolcheviques en Moscú después de la revolución. Su pensamiento inspiró programas y estatutos de todas las organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero, desde Europa entera hasta Shangai.

Sus ideas alteraron profundamente la filosofía, la historia, la economía. Sin embargo, no obstante la afirmación de sus teorías, que en el siglo XX se transformaron en la ideología dominante y la doctrina de Estado en una gran parte del género humano, y la enorme difusión de sus escritos, sigue sin tener, hasta hoy, una edición integral y científica de sus obras. Entre los más grandes autores de la humanidad, esta suerte le tocó exclusivamente a él.

La razón primaria de esta particularísima condición reside en el carácter en gran medida inacabado de su obra. Si se excluyen, en efecto, los artículos periodísticos publicados en los tres lustros que van desde 1848 hasta 1862, una gran parte de los cuales estaban destinados a la “New-York Tribune”, que en esa época era uno de los más importantes periódicos del mundo, los trabajos publicados fueron relativamente pocos si se los compara con los tantos realizados sólo parcialmente y la importante mole de las investigaciones que realizó [ii] . Emblemáticamente, cuando en 1881, en uno de sus últimos años de vida, Marx fue interrogado por Karl Kautsky sobre la oportunidad de una edición completa de sus obras, respondió “éstas, antes que nada, deberían ser escritas” [iii] .

Marx dejó, por consiguiente, muchos más manuscritos de los que mandó imprimir [iv] . Contrariamente a lo que por lo general se piensa, su obra fue fragmentaria y a veces contradictoria, aspectos que evidencian una de sus características peculiares: lo inacabado del trabajo. Su método sumamente riguroso y la autocrítica más despiadada, que determinaron la imposibilidad de terminar muchos de los trabajos emprendidos; las condiciones de profunda miseria y de mala salud permanente que lo persiguieron toda la vida, la inextinguible pasión cognoscitiva, jamás alterada, que le impulsó siempre hacia nuevos estudios; y, por último, la pesada conciencia adquirida con la plena madurez de la dificultad de encerrar la complejidad de la historia en un proyecto teórico, hicieron precisamente de lo inacabado el fiel compañero y la condena de toda la producción de Marx y de su misma existencia. El colosal plan de su obra no fue realizado sino en una parte exigua y sus incesantes esfuerzos intelectuales resultaron en un fracaso literario, aunque no por eso demostraron ser menos geniales y fecundas en consecuencias extraordinarias [v] .

Sin embargo, a pesar de la fragmentariedad del Nachlaß (legado literario) de Marx y de su firme oposición a erigir una ulterior doctrina social, su obra incompleta fue subvertida y pudo surgir un nuevo sistema, el “marxismo”. Después de la muerte de Marx en 1883, fue Friedrich Engels el primero que se dedicó a la dificilísima empresa, dadas la dispersión de los materiales, lo abstruso del lenguaje y la ilegibilidad de la grafía, de publicar el legado del amigo. El trabajo se concentró en la reconstrucción y la selección de los originales, en la publicación de los textos inéditos o incompletos y, contemporáneamente, en la reedición y traducción de los escritos más conocidos.

Aunque hubieron excepciones, como en el caso de las [Tesis sobre Feuerbach] [vi], editadas en 1888 como apéndice a su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, y de la [Crítica del Programa de Gotha], publicada en 1891, Engels privilegió casi exclusivamente el trabajo editorial de completar El capital, del cual había terminado solamente el libro primero. Esta tarea, que duró más de una década, fue realizada con la intención precisa de conseguir “una obra orgánica y lo más completa posible” [vii] . Tal elección, aunque respondía a exigencias comprensibles, produjo el paso de un texto parcial y provisorio, compuesto en muchas partes por “pensamientos escritos in statu nascendi” [viii] y por apuntes preliminares que Marx acostumbraba reservarse para elaboraciones ulteriores de los temas tratados, en otro unitario, que originaba la apariencia de una teoría económica sistemática y completa. De este modo, en el curso de su actividad de redacción, basada en la selección de los textos que se presentaban no como versiones finales sino, en cambio, como verdaderas variantes y en la necesidad de uniformar el conjunto de los materiales, Engels más que reconstruir la génesis y el desarrollo de los libros segundo y tercero de El Capital, que estaban bien lejos de su redacción definitiva, mandó imprimir volúmenes terminados [ix].

Por otra parte, anteriormente, había contribuido a generar un proceso de sistematización teórica ya directamente con sus propios escritos. El Anti Duhring, aparecido en 1878, que él definiera una “exposición más o menos unitaria del método dialéctico y de la visión comunista del mundo representados por Marx y por mí” [x] , se convirtió en el referente crucial en la formación el “marxismo” como sistema y en la diferenciación de éste del socialismo ecléctico, hasta entonces prevaleciente. Una incidencia aún mayor tuvo La evolución del socialismo utópico al científico, reelaboración, con fines divulgativos, de tres capítulos del escrito precedente que, publicado por primera vez en 1880, tuvo una fortuna análoga a la del Manifiesto del partido comunista. Si bien hubo una distinción neta entre este tipo de vulgarización, realizada en polémica abierta con los atajos simplicistas de las síntesis enciclopédicas, y la que tuvo como protagonista a la generación sucesiva de la socialdemocracia alemana, la utilización por Engels de las ciencias naturales abrió el camino a la concepción evolucionista que, poco tiempo después, se afirmaría incluso en el movimiento obrero.

El pensamiento de Marx, indiscutiblemente crítico y abierto, aunque a veces atravesado por tentaciones deterministas, cayó bajo los golpes del clima cultural de la Europa de fines del 1800, permeado, como nunca antes, por concepciones sistemáticas, y en primer lugar por el darwinismo. Para responder a ellas y a la necesidad de ideología que avanzaba incluso en las filas del movimiento de los trabajadores, el recién “marxismo”, que cada vez más dejaba de ser sólo una teoría científica para convertirse también en doctrina política – transformado precozmente en ortodoxia en las páginas de la revista “Die Neue Zeit” dirigida por Kautsky – asumió rápidamente la misma conformación sistémica. En este contexto, la difusa ignorancia y aversión en el seno del partido alemán hacia Hegel, un verdadero arcano impenetrable [xi], y hacia su dialéctica, considerada hasta “el elemento no confiable de la doctrina marxista, la insidia que traba cualquier consideración coherente de las cosas” [xii] , desempeñaron un papel decisivo.

En las modalidades que acompañaron su difusión se encuentran otros factores que contribuyeron a la transformación de la obra de Marx en un sistema. Como demuestra la tirada reducida de las ediciones de la época de sus textos, se les dio preferencia a los folletos de síntesis y a compendios sumamente parciales. Algunas de sus obras, además, sufrían los efectos de las instrumentalizaciones políticas. Aparecieron así, en efecto, las primeras ediciones modificadas por los responsables de la edición, práctica que, favorecida por las incertidumbres presentes en el legado marxiano, en lo sucesivo se impuso cada vez más junto con la censura de algunos escritos. La forma manualística, vehículo notable para la exportación del pensamiento de Marx por el mundo, representó seguramente un instrumento muy eficaz de propaganda, pero también la alteración fatal de la concepción inicial. La divulgación de su obra, incompleta y compleja, en el encuentro con el positivismo y para responder mejor a las exigencias prácticas del partido proletario, se tradujo, por último, en un empobrecimiento y vulgarización del patrimonio originario [xiii] , hasta hacerlo irreconocible al transformarlo de Kritik en Weltanschauung [xiv].

Del desarrollo de estos procesos fue tomando cuerpo una doctrina con una esquemática y elemental interpretación evolucionista, impregnada de determinismo económico: el “marxismo” del período de la Segunda Internacional (1889-1914). Guiada por una firme aunque ingenua convicción sobre la marcha automática de la historia y, por lo tanto, sobre la inevitabilidad de la sucesión del capitalismo por el socialismo, ella demostró ser incapaz de comprender el curso real del presente y, rompiendo el necesario lazo con la praxis revolucionaria, produjo un quietismo fatalista que se transformó en factor de estabilidad del orden existente [xv] . Se evidenciaba de este modo el profundo alejamiento de Marx, que ya en su primera obra había declarado “la historia no hace nada (…) no es la ‘historia’ la que se sirve del hombre como medio para realizar sus propios fines, como si ella fuese una persona particular; ella no es más que la actividad del hombre que persigue sus fines” [xvi].

La teoría sobre el derrumbe (Zussammenbruchstheorie), o sea la tesis sobre el fin próximo de la sociedad capitalista-burguesa, que en la crisis económica de la Gran Depresión, desplegada a lo largo del veintenio sucesivo a 1873, tuvo el contexto más favorable para expresarse, fue proclamada la esencia más íntima del socialismo científico. Las afirmaciones de Marx, destinadas a delinear los principios dinámicos del capitalismo y, más en general, a describir una tendencia de desarrollo [xvii] , fueron transformadas en leyes históricas universalmente válidas [xviii] , de las cuales se podían hacer descender, hasta los particulares, el curso de los acontecimientos.

La idea de un capitalismo agonizante, autónomamente destinado al ocaso, estuvo presente también en el sustento teórico de la primera plataforma enteramente “marxista” de un partido político, El programa de Erfurt de 1891, y en el comentario que del mismo hizo Kautsky, que enunciaba como “el incontenible desarrollo económico lleva a la bancarrota del modo de producción capitalista con necesidad de ley natural. La creación de una nueva forma de sociedad en lugar de la actual ya no es sólo algo deseable sino que se ha hecho inevitable” [xix] . Él fue la representación, más significativa y evidente, de los límites intrínsecos de la elaboración de la época, así como de la distancia abismal que se había producido de quien había sido el inspirador.

El mismo Eduard Bernstein, que al concebir el socialismo como posibilidad y no como inevitabilidad había marcado una discontinuidad con las interpretaciones dominantes en ese período, hizo una lectura de Marx igualmente deformada que no se separaba mínimamente de las de su tiempo y contribuyó a difundir, mediante la vasta resonancia que tuvo el Bernstein-Debatte, una imagen de aquélla igualmente alterada e instrumental.

El “marxismo ruso”, que en el curso del siglo XIX desempeñó un papel fundamental en la divulgación del pensamiento de Marx, siguió esta trayectoria de sistematización y vulgarización incluso con mayor rigidez. Para su pionero más importante, Gueorgui Plejánov, en efecto, “el marxismo es una completa concepción del mundo” [xx] , marcada por un monismo simplista según el cual las transformaciones superestructurales de la sociedad avanzan de manera simultánea con las modificaciones económicas. En Materialismo y empiriocriticismo, de 1909, Lenin define al materialismo como “el reconocimiento de la ley objetiva de la naturaleza y del reflejo aproximadamente fiel de esta ley en la cabeza del hombre” [xxi] . La voluntad y la conciencia del género humano deben “inevitable y necesariamente” [xxii] adecuarse a las necesidades de la naturaleza. Una vez más prevalece el planteo positivista.

Por consiguiente, y a pesar del áspero choque ideológico que se produjo durante estos años, muchos de los elementos teóricos característicos de la deformación producida por la Segunda Internacional se trasladaron a quienes habrían puesto su marca en la matriz cultural de la Tercera Internacional. Esta continuidad se manifestó, con aún mayor evidencia, en la Teoría del materialismo histórico, publicado en 1921 por Nikolai Bujarin, según el cual “tanto en la naturaleza como en la sociedad, los fenómenos son regulados por determinadas leyes. La primera tarea de la ciencia es descubrir esta regularidad” [xxiii] . Este determinismo social, totalmente centrado sobre el desarrollo de las fuerzas productivas, generó una doctrina según la cual “la multiplicidad de las causas que hacen sentir su acción en la sociedad no contradice de ningún modo la existencia de una ley única de la evolución social” [xxiv] .

La crítica de Antonio Gramsci, que se opuso a esa concepción para la cual “el planteo del problema como una investigación de leyes, de líneas constantes, regulares, uniformes está ligada a una exigencia, concebida de modo un poco pueril e ingenuo, de resolver perentoriamente el problema práctico de la previsibilidad de los acontecimientos históricos” [xxv] , reviste particular interés. Su neta negativa a restringir la filosofía de la praxis marxiana a una grosera sociología, a “reducir una concepción el mundo a un formulario mecánico que da la impresión de tener toda la historia en el bolsillo” [xxvi] , fue particularmente importante porque iba más allá de lo escrito por Bujarin y buscaba condenar la orientación bastante más general que después habría prevalecido, de modo indiscutido, en la Unión Soviética.

Con la consolidación del “marxismo leninismo”, el proceso de deformación del pensamiento de Marx conoció su manifestación definitiva. La teoría fue desplazada de la función de guía del actuar convirtiéndose, por el contrario, en su justificación a posteriori. El punto de no retorno fue alcanzado con el “Diamat” (Dialekticeskij materializm), “la concepción del mundo del partido marxista-leninista” [xxvii] . El folleto de Stalin de 1938, Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, que tuvo una extraordinaria difusión, fijaba los rasgos esenciales: los fenómenos de la vida colectiva son regulados por las “leyes necesarias del desarrollo social”, “perfectamente cognoscibles”; “la historia de la sociedad se presenta como un desarrollo necesario de la sociedad, y el estudio de la historia de la sociedad se convierte en una ciencia”. Eso “quiere decir que la ciencia de la historia de la sociedad, a pesar de toda la complejidad de los fenómenos de la vida social, puede convertirse en una ciencia igualmente exacta, por ejemplo, que la biología, capaz de utilizar las leyes de desarrollo de la sociedad para utilizarlas en la práctica” [xxviii] y que, por consiguiente, es tarea del partido del proletariado fundamentar su actividad sobre la base de estas leyes. Es evidente cómo la confusión sobre los conceptos de “científico” y “ciencia” había llegado al máximo. La cientificidad del método marxiano, fundada sobre criterios teóricos escrupulosos y coherentes, fue reemplazada por el modo de proceder de las ciencias naturales que no contemplaba ninguna contradicción.

Junto a este catecismo ideológico, encontró terreno fértil el dogmatismo más rígido e intransigente. Completamente extraño y separado de la complejidad social, el mismo se sostenía, como siempre ocurre cuando se formula un planteo en un tan arrogante cuanto infundado conocimiento de la realidad. Acerca del inexistente lazo con Marx, basta recordar su sentencia preferida: de omnibus dubitandum [xxix].

La ortodoxia “marxista-leninista” impuso un monismo inflexible que produjo efectos perversos también en los escritos de Marx. Indiscutiblemente, con la Revolución Soviética el “marxismo” vivió un momento significativo de expansión y circulación en ámbitos geográficos y clases sociales de los cuales, hasta entonces, había sido excluido. Sin embargo, una vez más, la difusión de los textos, más que remitirse directamente a los de Marx, se concentraba en los manuales de partido, vademécum, antologías “marxistas” sobre muy diversos argumentos. Además, fue cada vez más común la censura de algunas obras, el desmembramiento y la manipulación de otras, así como la práctica de la extrapolación y del astuto montaje de las citas. A éstas, a las cuales se recurría con fines preordenados, se les dio el mismo trato que el bandido Procusto reservaba a sus víctimas: si eran demasiado largas, se las amputaba, si demasiado cortas, eran alargadas.

En conclusión, la relación entre la divulgación y la no esquematización de un pensamiento, con mayor razón el crítico y voluntariamente no sistémico de Marx, entre su popularización y la exigencia de no empobrecerlo, es sin duda una empresa difícil de realizar. De todos modos, a Marx no podría haberle ido peor.

Plegado de distintos lados en función de contingencias y necesidades políticas, fue asimilado a éstas y en su nombre fue vituperado. Su teoría, que era crítica, fue utilizada como las exégesis de los versículos bíblicos. Nacieron así las paradojas más impensables. Contrario a “prescribir recetas (…) para la hostería del futuro” [xxx] , fue transformado en el padre ilegítimo de un nuevo sistema social. Crítico rigurosísimo y siempre insatisfecho de sus resultados, se convirtió en la fuente del más obstinado doctrinarismo. Defensor incansable de la concepción materialista de la historia, fue sacado de su contexto histórico mucho más que cualquier otro autor. Seguro de “que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los trabajadores mismos” [xxxi] , fue enjaulado en una ideología en la que prevalecía, en cambio, la primacía de las vanguardias políticas y del partido en el papel de propulsor de la conciencia de clase y de guía de la revolución.

Propugnador de la idea de que la condición para la maduración de la capacidad humana era la reducción de la jornada de trabajo, fue asimilado al credo productivista del stajanovismo. Convencido promotor de la abolición del Estado, se encontró identificado como baluarte del mismo. Interesado como pocos otros pensadores por el libre desarrollo de las individualidades de los hombres, que afirmaba, contra el derecho burgués que esconde las desigualdades sociales detrás de una mera igualdad legal, que “el derecho, en vez de ser igual, debería ser desigual” [xxxii] , ha sido incorporado a una concepción que ha neutralizado la investigación de la dimensión colectiva en el indistinto de la homologación.

El originario carácter inacabado del gran trabajo crítico de Marx fue sometido a las presiones de la sistematización de los epígonos que produjeron, inexorablemente, la deformación de su pensamiento hasta borrarlo y anularlo y convertirlo en su negación manifiesta.

Un autor mal conocido
“¿Los escritos de Marx y Engels (…) fueron alguna vez leídos por entero por nadie que estuviese fuera de las filas de los amigos próximos y los adeptos y, por consiguiente, de los seguidores e intérpretes directos de los autores?”. Así se interrogaba Antonio Labriola, en 1897, sobre cuánto de la obra de aquéllos fuese hasta entonces conocido. Sus conclusiones fueron inequivocas: “leer todos los escritos de los fundadores del socialismo científico pareció hasta ahora un privilegio de iniciados”; el “materialismo histórico” había llegado a los pueblos de lenguas neolatinas “a través de una serie de equívocos, malentendidos, de alteraciones grotescas, de extraños disfraces y de invenciones gratuitas” [xxxiii].

Un “marxismo” imaginario. En efecto, como fue demostrado posteriormente por la investigación historiográfica, la convicción de que Marx y Engels fuesen verdaderamente leídos ha sido el fruto de una leyenda hagiográfica. Por el contrario, muchos de sus textos eran raros o imposibles de encontrar incluso en la lengua original y, por lo tanto, la invitación del estudioso italiano a dar vida a “una edición completa y crítica de todos los escritos de Marx y Engels” [xxxiv] , indicaba una ineludible necesidad general. En opinión de Labriola, no era necesario ni compilar antologías, ni redactar un testamentum juxta canonem receptum, sino “todo el trabajo científico y político, toda la producción literaria, aunque fuese ocasional, de los dos fundadores del socialismo crítico, debe ser puesta al alcance de los lectores (…) para que ellos hablen directamente a todos los que tengan ganas de leerlos” [xxxv] . Más de un siglo después de este deseo, este proyecto aún no ha sido realizado.

Junto a estas evaluaciones prevalentemente filológicas, Labriola planteaba otras de carácter teórico, de sorprendente previsión con respecto a la época en que vivió. Consideraba que todos los escritos y trabajos de Marx y de Engels no terminados eran “los fragmentos de una ciencia y de una política que está en continuo devenir”. Para evitar buscar en su interior “lo que no está y no debe estar”, o sea, “una especie de vulgata o de preceptos para la interpretación de cualquier tiempo y lugar”, ellos podían ser plenamente comprendidos sólo volviéndolos a colocar en el momento y el contexto de su génesis. De no ser así, los que “no entienden el pensar y el saber como trabajos que están en curso”, o sea “los doctrinarios y los presuntuosos de todo tipo que tienen necesidad de los ídolos de la mente, los hacedores de sistemas clásicos buenos para la eternidad, los compiladores de manuales y de enciclopedias, buscarán en el marxismo, al revés y al derecho, lo que éste jamás pretendió ofrecer a nadie” [xxxvi] : una solución sumaria y fideísta a las interrogaciones de la historia.

El ejecutor natural de la realización de la opera omnia no habría podido ser otro que el Sozialdemokratische Partei Deutschlands, detentor del Nachlaß y de las mayores competencias linguísticas y teóricas. Sin embargo, los conflictos políticos en el seno de la Socialdemocracia no sólo impidieron la publicación de la imponente e importante masa de trabajos inéditos de Marx, sino que produjeron también la dispersión de sus manuscritos, comprometiendo así cualquier hipótesis de edición sistemática [xxxvii].

Sorprendentemente el partido alemán no construyó ninguna y trató la herencia literaria de Marx y de Engels con la máxima negligencia [xxxviii] . Ninguno de sus teóricos se ocupó de hacer una lista del legado intelectual de los dos fundadores, que estaba compuesto por muchos manuscritos incompletos y por proyectos no llevados a término. Aún menos hubo quien se dedicase a recoger la correspondencia, voluminosa pero extremadamente diseminada, aunque ésta es utilísima como fuente de esclarecimiento, cuando no incluso de continuación, de sus escritos. La biblioteca, por último, que tenía los libros que ellos poseían con interesantes notas marginales y subrayados, fue ignorada, en parte dispersada y sólo posteriormente costosamente reconstruida y catalogada [xxxix].

La primera publicación de las obras completas, la Marx Engels Gesamtausgabe (MEGA) comenzó recién en los años veinte, por iniciativa de David Borisovich Riazanov, principal conocedor de Marx en el siglo diecinueve y director del Instituto Marx-Engels de Moscú. Sin embargo también esta empresa naufragó a causa de los tempestuosos acontecimientos que vivió el movimiento obrero internacional, los cuales muy a menudo pusieron trabas a la edición de sus textos en vez de favorecerla. Las depuraciones stalinistas en la Unión Soviética, que se abatieron también sobre los estudiosos que dirigían el proyecto, y el triunfo del nazismo en Alemania, condujeron a la precoz interrupción de la edición, tornando vano también este intento. Se produjo así la contradicción absoluta del nacimiento de una ideología inflexible que se inspiraba en un autor cuya gigantesca obra todavía permanecía en parte inexplorada. La afirmación del “marxismo” y su cristalización como corpus dogmático precedieron al conocimiento de los textos cuya lectura era indispensable para comprender la formación y la evolución del pensamiento de Marx [xl].

Los principales trabajos juveniles, en efecto, sólo fueron impresos con la MEGA:[ Sobre la crítica de la filosofía hegeliana del derecho público.] en 1927, los [ Manuscritos económico-filosóficos de 1844] y [La idelogía alemana] en 1932 – y, como ya había sucedido con los libros segundo y tercero de El capital, en ediciones en las que aparecían como obras terminadas, opción que posteriormente engendró muchos malentendidos interpretativos. Sucesivamente, y con tirajes que sólo pudieron asegurar una escasísima difusión, se publicaron algunos importantes trabajos preparatorios de El capital: en 1933 el[Capítulo VI inédito] y entre 1939 y 1941 los [Lineamientos fundamentales de la crítica de la economía política], más conocidos como Grundrisse. Estos inéditos, además, como los otros que siguieron, cuando no fueron escondidos por el temor de que pudiesen erosionar el canon ideológico dominante, estaban acompañados por una interpretación funcional a las exigencias políticas que, en el mejor de los casos, aportaba ajustes previsibles a dicha interpretación ya predeterminada y jamás se tradujeron en una seria rediscusión de conjunto de la obra.

El tortuoso proceso de difusión de los escritos de Marx y la carencia de una edición integral de los mismos, unidos a su carácter originario ya incompleto, al trabajo pésimo de los epígonos, a las lecturas tendenciosas y a las aún más numerosas no lecturas, son la causa fundamental de la gran paradoja: Karl Marx es un autor mal conocido, víctima de una profunda y reiterada incomprensión [xli] . Lo ha sido durante el período en el que el “marxismo” era política y culturalmente hegemónico, y todavía hoy sigue siéndolo.

Una obra para hoy
Liberada de la odiosa función de instrumentum regni, al que había sido destinada en el pasado, y de la falacia del “marxismo”, del cual fue definitivamente separada, la obra de Marx, todavía parcialmente inédita, reaparece en su aspecto original no acabado y es nuevamente presentada a los libres campos del saber. Una vez sustraída a sus autonombrados propietarios y a modos de empleo constrictivos [xlii] por fin se ha hecho posible el pleno despliegue de su preciosa e inmensa herencia teórica.

Con el auxilio de la filología encuentran una respuesta la ya ineludible exigencia del reconocimiento de las fuentes, durante tanto tiempo envueltas y mistificadas por la propaganda apologética, y la necesidad de disponer de un índice seguro y definitivo de todos los manuscritos de Marx. Ella se ofrece como medio imprescindible para aclarar el texto, restableciéndole el horizonte problemático y polimorfo originario y evidenciando la enorme distancia que existe entre él y muchas de las interpretaciones y de las experiencias políticas que, aunque hayan pretendido apoyarse en él, han transmitido del mismo una percepción sumamente reductiva.

Leer a Marx con la intención de reconstruir la génesis de sus escritos y el cuadro histórico en que nacieron, de poner en evidencia la importancia de la deuda intelectual en la elaboración, de considerar su carácter constantemente multidisciplinario [xliii] , tal es la complicada tarea que tiene ante sí la nueva Marx Forschung (investigación sobre Marx) y que necesita, para ser realizada, una orientación permanentemente crítica y alejada del condicionamiento engañoso de la ideología.

Sin embargo, la de Marx no es solamente una obra carente de una adecuada interpretación crítica que pueda hacerle justicia a su genio [xliv] , sino que es también una obra en una constante investigación por su autor. Las reflexiones de Marx están atravesadas por una diferencia irreducible, por un carácter absolutamente particular respecto a las de la mayor parte de los otros pensadores. Ellas están unidas por un lazo inescindible entre la teoría y la praxis y se dirigen persistentemente a un sujeto privilegiado y concreto: “el movimiento real que lleva a la abolición del estado de las cosas presente” ( die wirkliche Bewegung welche den jetzigen Zustand aufhebt) al cual se le confía “el derribamiento y la inversión práctica de las relaciones sociales existentes” (den praktischen Umsturz der realen gesellschftlichen Verhältnisse) [xlv] . Creer que se puede relegar el patrimonio teórico y político de Marx a un pasado que ya no tendría nada que decir a los conflictos actuales, y circunscribirlo a la función de clásico momificado con un interés inofensivo para los días de hoy o encerrarlo en especialismos meramente especulativos, sería algo tan erróneo como su anterior transformación en la esfinge del gris socialismo real del siglo pasado.

Su obra conserva confines y pretensiones mucho más amplios que los ámbitos de las disciplinas académicas. Sin el pensamiento de Marx faltarían los conceptos para comprender y describir el mundo contemporáneo, así como los instrumentos críticos para invertir la subalternidad al credo imperante que presume poder representar el presente con las semblanzas antihistóricas de la naturalidad y de la inmutabilidad. Sin Marx estaríamos condenados a una verdadera afasia crítica.

No debe engañarnos la aparente inactualidad y el dogma absoluto y unánime que decreta con certeza el olvido. Sus ideas podrán en cambio provocar nuevos entusiasmos, estimular fecundas reflexiones ulteriores y sufrir otras alteraciones. La causa de la emancipación humana todavía deberá ponerlo a su servicio.

Crítico sin igual del sistema de producción capitalista, Karl Marx será fundamental hasta la superación de aquél. Su “espectro” está destinado a recorrer el mundo y a hacer que la humanidad se agite todavía durante mucho tiempo.

Apéndice: Cronología de las obras de Marx [xlvi]

AÑO  TÍTULO DE LA OBRA INFORMACIÓN SOBRE LAS EDICIONES
1841 [Diferencia entre la filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro]

1902: en Aus dem literarischen Nachlass von Karl Marx, Friedrich Engels und Ferdinand Lassalle, compilada por Mehring (version parcial).

1927: en MEGA I/1.1, compilada por Riazanov.

1842-43 Artículos para la Gaceta Renana Periódico que se imprimía en Colonia
1844 [Sobre la crítica de la filosofía hegeliana del derecho público] 1927: en MEGA I/1.1, a cargo de Riazanov.
1844 Ensayos para los Anales Franco-Alemanes Incluidos en Sobre la cuestión judía y Para la crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción. Número único publicado en París. La mayor parte de los ejemplares fue confiscada por la policía.
1845 [Manuscritos económico-filosóficos de 1844] 1932: en Der historische Materialismus, a cargo de Landshut y Mayer y en MEGA I/3, a cargo de Adoratsky (las ediciones difieren en su contenido y en el orden de las partes). El texto fui excluido de los volúmenes numerados de la MEW y publicado por separado.
1845 La Sagrada Familia (con Engels) Publicado en Frankfort sobre el Mein.
1845 [Tesis sobre Feuerbach] 1888: en apéndice a la reimpresión de Ludwig Fuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana de Engels.
1845-46 [La ideología alemana] (con Engels)

1903-1904: en Dokumente des Sozialismus, a cargo de Bernstein (versión parcial y manipulada).

1932: en Der historische Materialismus, a cargo de Landshut y Mayer, y en MEGA I/3, a cargo de Adoratsky (las ediciones difieren en su contenido y en el orden de las partes).

1847 Miseria de la filosofía Impreso en Bruselas y París. Texto en francés.
1848 Discurso sobre la cuestión del libre cambio Publicado en Bruselas. Texto en francés.
1848 Manifiesto del partido comunista (con Engels) Impreso en Londres. Conquistó cierta difusión a partir de los años setenta.
1848-49 Artículos para la Nueva Gaceta Renana Periódico de Colonia. Entre ellos figura Trabajo asalariado y capital.
1850 Artículos para la Nueva Gaceta Renana. Revista político-económica Fascículos mensuales impresos en Hamburgo y de exiguo tiraje. Comprenden Las luchas de clase en Francia desde 1848 a 1850.
1851-62 Artículos para el New-York Tribune Muchos artículos fueron redactados por Engels.
1852 El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte Publicado en Nueva York en el primer fascículo de Die Revolution. La mayor parte de los ejemplares no pudo ser retirada de la imprenta por dificultades financieras. A Europa llegó solamente un número insignificante de copias. La segunda edición –reelaborada por Marx – apareció sólo en 1869.
1852 [Los grandes hombres del exilio] (con Engels) 1930: en “Archiv Marksa i Engel’sa” (edición rusa). El manuscrito había sido ocultado precedentemente por Bernstein.
1853 Revelaciones sobre el proceso contra los comunistas de Colonia Impreso como anónimo en Basilea (casi todos los dos mil ejemplares fueron secuestrados por la policía) y en Boston. En 1874 fue reimpreso en el Volksstaat y Marx aparece como autor; en 1875 versión en libro.
1854 El caballero de la noble conciencia Publicado en Nueva York como folleto.
1856-57 Revelaciones sobre la historia diplomática del siglo dieciocho Aunque había sido ya publicado por Marx, después fue omitido y sólo fue publicado en Europa oriental en 1986 en la MECW. Texto en inglés.
1857-58 [Introducción a los Lineamientos fundamentales de la crítica de la economía política] 1903: en Die Neue Zeit, a cargo de Kautsky, con notables discordancias con el original.
1859 Para la crítica de la economía política Impreso en Berlín en mil ejemplares.
1860 Herr Vogt Impreso en Londres con escasa resonancia.
1861-63 [Para la crítica de la economía política (Manuscrito 1861-1863)]

1905-1910: Teorías sobre la plusvalía; a cargo de Kautsky (versión manipulada). El texto fiel al original recién apareció en 1954 (edición rusa) y en 1956 (edición alemana).

1976-1982: publicación integral de todo el manuscrito en MEGA² II/3.1-3.6.

1863-64 [Sobre la cuestión polaca] 1961: Manuskripte über die polnische Frag, a cargo del IISG.
1863-67 [Manuscritos económicos 1863-67]
1894: El capital. Libro tercero. El proceso global de la producción capitalista, a cargo de Engels (basado también sobre manuscritos sucesivos, editados en MEGA² II/14 y en preparación en MEGA² II/4.3).

1933: Libro primero. Capítulo VI inédito, en “Archiv Marksa i Engel’sa” (edición rusa).

1988: publicación de manuscritos del Libro primero y del Libro segundo,en MEGA² II/4.1.

1992: publicación de manuscritos del Libro tercero, en MEGA² II/4.2.

1864-72 Discursos, resoluciones, circulares, manifiestos, programas, estatutos para la Asociación Internacional de los Trabajadores Incluyen el Mensaje inaugural de la Asociación internacional de los trabajadores, La guerra civil en Francia y Las llamadas escisiones en la Internacional (con Engels). Por lo general, textos en inglés.
1865 [Salario, precio y ganancia] 1898: a cargo de Eleanor Marx. Texto en inglés.
1867 El capital. Libro primero. El proceso de producción del capital Editado en mil ejemplares en Hamburgo. Segunda edición en 1873 de tres mil copias. Traducción rusa en 1872.
1870 [Manuscrito para el libro segundo de El capital] 1885: El capital. Libro segundo. El proceso de circulación del capital, a cargo de Engels (basado también sobre el manuscrito de 1880-1881 y sobre los otros más breves de 1867-1868 y de 1877-1878, en preparación en MEGA² II/11).
1872-75 El capital. Libro primero: El proceso de producción del capital (edición francesa) Texto reelaborado para la traducción francesa publicada en fascículos. Según Marx tiene “un valor científico independiente del original”.
1874-75 [Notas sobre “Estado y Anarquía” de Bakunin] 1928: en Letopisi marxisma, prefacio de Riazanov (edición rusa). Manuscritos con extractos en ruso y comentarios en alemán.
1875 [Crítica al Programa de Gotha] 1891: en Die Neue Zeit, a cargo de Engels, que modificó algunos trechos del original.
1875 [La relación entre la cuota de plusvalía y la cuota de ganancia desarrollada matemáticamente] 2003: en MEGA² II/14.
1877 Sobre la “Historia crítica” (capítulo del Anti-Dühring de Engels) Publicado parcialmente en el Vorwärts y después íntegramente en la edición como libro.
1879-80 [Anotaciones sobre “La propiedad común rural” de Kovalevsky] 1977: en Karl Marx über Formen vorkapitalischer Produktion, a cargo del IISG.
1880-81 [Extractos de “La sociedad antigua” de Morgan] 1972: en The Ethnological Notebooks of Karl Marx, a cargo del IISG. Manuscritos con extractos en inglés.
1881 [Glosas marginales al “Manual de economía política” de Wagner]

1932: en El Capital (versión parcial).

1933: en SOČ XV (edición rusa).

1881-82 [Extractos cronológicos desde el 90 a.C hasta el 1648 ca.]

1938-1939: en “Archiv Marksa i Engel’sa” (versión parcial, edición rusa).

1953: en Marx,Engels, Lenin, Stalin, Zur deutschen Geschichte (versión parcial).

References
i. Boris Nikolaevsky, Otto Maenchen Helfen, Karl Marx. La vita e l’ opera, Einaudi, Turín, 1969, p.7
ii. El testimonio más significativo del ciclópico trabajo de Marx son los compendios y apuntes de estudios que nos legó. En efecto, desde el período universitario Marx adoptó el hábito, que conservó toda la vida, de compilar cuadernos de extractos de los libros que leía, intercalando a menudo las reflexiones que ellos le sugerían. El Nachlaß de Marx contiene doscientos veinte cuadernos y libretas de resúmenes, esenciales para el conocimiento y la comprensión de la génesis de su teoría y de las partes de ella que no pudo desarrollar como habría deseado. Sus extractos conservados, que abarcan el largo arco de tiempo que va desde 1838 hasta 1882, están escritos en ocho lenguas – griego antiguo, latín, alemán, francés, inglés, italiano, español y ruso – y cubren las más variadas disciplinas. Fueron tomados de textos de filosofía, arte, religión, política, derecho, literatura, historia, economía política, relaciones internacionales, técnica, matemática, fisiología, geología, mineralogía, agronomía, etnología, química y física, además que de artículos de cotidianos y revistas, actas parlamentarias, estadísticas, informes y publicaciones de oficinas gubernamentales – tal es el caso de los famosos Blue Books, en particular de los Reports of the inspectors of factories, investigaciones que tuvieron gran importancia para sus estudios. Esta inmensa mina de saber, en gran parte aún inédita, fue la cantera de donde Marx extrajo su teoría crítica. La cuarta sección de la MEGA², Exzerpts, Notizen, Marginalien, concebida en treintaidós volúmenes, cuando esté completa, permitirá el acceso a la misma.
iii. Benedikt Kautsky (coordinador de), Friedrich Engels’Briefwechsel mit Karl Kautsky, Danubia Verlag, Viena 1955, p. 32
iv. Véase al respecto la cronología de sus obras, en el Apéndice.
v. Cons. Maximilien Rubel, Marx critique du marxisme, Payot, París, 2000 (1974), pp. 439-440.
vi. En el presente ensayo los manuscritos incompletos de Marx publicados por editores sucesivos, se insertan entre corchetes.
vii. Friedrich Engels Vorwort a Karl Marx, Das Kapital, Zweiter Band. Marx Engels Werke, Band 24, Dietz Verlag, Berlín, 1963, p. 7 OJO: PONER LAS EDICIONES EN CASTELLANO
viii. Friedrich Engels Vorwort a Karl Marx Das Kapital, Dritter Band, MEGA² II/15, Akademie Verlag, Berlín 2004, p. 7. OJO: PONER LAS EDICIONES EN CASTELLANO
ix. Las adquisiciones filológicas más recientes calculan que las intervenciones de Engels, durante su trabajo de editor, sobre los manuscritos de los libros segundo y tercero de El Capital, ascienden a casi cinco mil. Una cantidad muy superior a la que hasta hoy se calculaba. Las modificaciones consiste en agregados y cancelaciones de pasajes, substituciones de conceptos, transformaciones de algunas formulaciones de Marx o traducciones de palabras que éste había utilizado en otras lenguas, estarán disponibles, todas ellas, con la conclusión, ya próxima, de la segunda sección de la MEGA², Das Capital und Vorarbeiten. La misma comprenderá la publicación integral de todas las ediciones autorizadas de El Capital (incluidas las traducciones) y de todos sus manuscritos preparatorios, a partir de los de 1857-1858. La terminación de esta empresa consentirá, por último, una evaluación crítica cierta sobre el estado de los originales dejados por Marx y sobre el papel desempeñado por Engels en calidad de editor.
x. Friedrich Engels, Vorworte zu den drei Auflagen de Herrn Eugen Dührings Umwälzung der Wissenschaft, MEGA² I/27, Dietz Verlag, Berlín, 1988, p. 492 (OJO. PONER EDICION CASTELLANA)
xi. Cons. Hans Josef Steinberg, Il socialismo tedesco da Bebel a Kautsky, Editori Riuniti, Roma, 1979, pp. 72-77.
xii. Eduard Bernstein, I presupposti del socialismo e i compiti della socialdemocrazia, Laterza, Bari, 1868, p. 58 (CREO QUE HAY UNA EDICION ESPAÑOLA, ALGO ASÍ COMO :LAS BASES DEL SOCIALISMO Y LAS TAREAS DE LA SOCIALDEMOCRACIA)
xiii. Cons. Franco Andreucci, La diffusione e la volgarizzazione del marxismo, en Aa.Vv., Storia del marxismo, vol. segundo, Einaudi, Turín, p. 15.
xiv. De crítica a concepción de vida y del mundo (N. del T.)
xv. Cons. Erich Matthias, Kautsky e il kautskismo, De Donato, Bari 1971, p.124.
xvi. Friedrich Engels, Karl Marx, Die heilige Familie, Marx Engels Werke, Band 2, Dietz Verlag, Berlín, 1962, p. 98. trad. Española OJO: PONER LA EDICION DE LA SAGRADA FAMILIA
xvii. Cons. Paul Sweezy, La teoria dello sviluppo capitalistico, Boringhieri, Turín, 1970, p. 225 .OJO: PONER LA TRAD. CASTELLANA DE LA TEORIA DEL DESARROLLO CAPITALISTA
xviii. Cons. Hans Josef Steinberg, Il partito e la formazione dell’ortodossia marxista, en Aa. Vv, Storia del marxismo, vol. segundo, Einaudi, Turín, 1979, p.190.
xix. Karl Kautsky, Il programa de Erfurt, Samonà e Savelli, Roma 1971, p. 123. OJO. PONER EDICION CASTELLANA
xx. Giogui Plejanov, Las cuestiones fundamentales del marxismo (PONER EDICION CSTELLANA)
xxi. Vladimir Ilich Lenin, Materialismo ed empiriocriticismo, en Vladimir Ilich Lenin, Opere complete, vol.XIV, Editori Riuniti, Roma, 1963, p.152. OJO PONER LA TRAD. CASTELLANA
xxii. Id., p. 185.
xxiii. Nikolai I. Bujarin, Teoría del materialismo storico, La Nuova Italia, Florencia, 1977, p. 16. OJO. PONER VERSION CASTELLANA
xxiv. Idem., p. 252.
xxv. Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, (editados por Valentino Gerratana), Einaudi, Turín, 1975, p. 1403. OJO. PONER LA EDICION CASTELLANA
xxvi. Idem, p. 1428.
xxvii. Josef Stalin, Del materialismo dialettico e del materialismo storico, Edizioni Movimento Studentesco, Milán 1973, p. 919. OJO: COLOCAR LA VERSION CASTELLANA
xxviii. Idem, pp. 926-927.
xxix. Cons. Izumi Omura, Valery Fomichev, Rolf Hecker, Shun-Ichi Kubo (coordinador), Familie Marx privat, Akademie Verlag, Berlín 2005, p.235.
xxx. Karl Marx, Nachwort a Das Capital, Erster Band, MEGA² II/6, Dietz Verlag, Berlín 1987, p. 704 OJO. PONER LA TRADUCCION CASTELLANA DEL POSTFACIO A LA SEGUNDA EDICION DE “EL CAPITAL”, LIBRO PRIMERO)
xxxi. Karl Marx, Provisional Rules of the internacional Working Men’s Association, MEGA I/20, Akademie Verlag, Berlín, 2003 (1992), p. 13. trad. española Estatutos provisorios de la Asociación Internacional de los Trabajadores OJO: PONER TITULO DE LA EDICION CASTELLANA DONDE FIGURAN Y PAGINA
xxxii. Karl Marx, Kritik des Gothaer Programms, Marx Engels Werke, Band 19, Dietz Verlag, Berlín, 1962, p. 21; trad. española OJO. PONER TITULO DE LA EDICION CASTELLANA DE LA CRITICA DEL PROGRAMA DE GOTHA.
xxxiii. Antonio Labriola, Discorrendo di socialismo e filosofia. Scritti filosofici e politici, (editados por Franco Sbarbieri), Einmaudi, Turín, 1973, pp. 667-669. VER SI HAY EDICION CASTELLANA DE LOS Escritos filosóficos y políticos de Labriola
xxxiv. En su texto Labriola trazaba un esquema preciso de los caracteres de la ediciónm, que habría debido se “acompañada, caso por caso, por prefacios declarativois, índices de referencias, notas y referencias (…) A los escritos ya publicados como libros o folletos convendría agregarles los artículos para los periódicos, los manifiestos, las circulares, los programas, y todas las cartas que, por ser de interés público y general, aunque fuesen dirigidas a personas privadas, tienen importancia política o científica” Id. p. 671.
xxxv. Id., p. 672.
xxxvi. Id., pp. 673-677.
xxxvii. Cons. Maximilien Rubel, Bibliographie des oeuvres de Karl Marx, Rivière, París. 1956, p. 27.
xxxviii. Cons. David Riazanov, Neuste Mitteilungen über den literarischen Nachlasß von Karl Marx und Friedrich Engels, in “Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung”, Hirschfeld, Leipzig, 1925, en particular pp. 385-386.
xxxix. Al respecto remitirse al Einführung del volumen MEGA² IV/32, Die Bibliotheken von Karl Marx und Fridrich Engels, Akademie Verlag, Berlín 1999, pp. 7-97.
xl. Cons. Maximilien Rubel, Marx critique du marxisme, op.cit., p. 81 (VER SI HAY TRAD. CASTELLANA). La infatigable campaña de denuncia de la investigación marxológica de Maximilien Rubel, sobre la profunda diferencia existente entre Marx y el “marxismo”, llegó a considerar a este último como “el mayor, si no el más trágico, malentendido del siglo”.
xli. Junto al desconocimiento “marxista” que hasta aquí hemos querido esbozar habría que considerar también el “antimarxista” de origen liberal y conservador, que es igualmente profundo porque está cargado de prevención y hostilidad. Como aquí no es posible evaluarlo, será objeto de sucesivas profundizaciones.
xlii. Cons. Daniel Bensaid, Passion Karl Marx, Textuel, París 2001, p. 181.
xliii. Véase al respecto Bruno Buongiovanni, Leggere Marx dopo il marxismo, en “Belfagor” nº 5 (1995), p. 590.
xliv. Cons. Maximilien Rubel, Karl Marx, Colibrì, Milán, 2001, p. 18.
xlv. Karl Marx, Friedrich Engels, Joseph Weydemeyer, Die deutsche Ideologie. Artikel, Druckvorlagen, Entwürfe, Rienschriftenfragmente und Notizen zu “I.Feurbach” und II.Sankt Bruno”en “Marx-Engels-Jarbuch 2003”, Akademie Verlag, Berlín 2004, pp. 21 y 29. (PONER LA TRADUCCION ESPAÑOLA DE LA IDEOLOGIA ALEMANA).
xlvi. Tomando en consideración la mole de la producción intelectual de Marx, la cronología no fue redactada sobre la base del criterio de la totalidad sino que se refiere exclusivamente a las obras más significativas. Intentamos así hacer evidente el carácter incompleto de tantos escritos de Marx y las vicisitudes relativas a su publicación. Para responder al primer propósito, los títulos de los manuscritos que él no mandó a la imprenta están insertados entre corchetes, diferenciándolos así de los volúmenes y de los artículos que en cambio fueron terminados. De este modo aparece cómo la parte incompleta prevalece sobre la concluida. Para destacar el segundo objetivo, en cambio, una columna con informaciones sobre las ediciones de los trabajos que aparecieron con carácter póstumo especifica el año de la primera publicación, la referencia bibliográfica y, cuando sea pertinente, quién estuvo a cargo de la misma. Se señalan eventuales modificaciones del original. También se dan breves noticias sobre las obras mandadas imprimir por el autor. Además, cuando el texto o el manuscrito de Marx no fue redactado en alemán, se indica la lengua en que fue escrito. Abreviaciones utilizadas: MEGA (Marx-Engels-Gesamtausgabe, 1927-1935); SOČ K. Marks i Engel’sa Sočinenjia, 1928-1946); MEW ( Marx-Engels-Werke, 1956-1968; MECW (Marx-Engels-Collected-Works, 1975-2004); MEGA² (Marx-Engels-Gesamtausgabe, 1975…); IISG (Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis de Amsterdam).

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Reviews

Nicolás Boris Esguerra Pardo, Revista Colombiana de Sociología

Los sustanciosos y aún bastante desconocidos Grundrisse de Karl Marx

Los manuscritos económicos de 1857-1858 de Marx —ocho cuadernos elaborados en el lapso de diez meses— fueron publicados por primera vez en alemán, su lengua original, bajo el título Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie (Rohentwurf) 1857-1858. Anhang 1850-1859 [Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858. Anexo 1850-1859)].

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Reviews

Nicolás Armando Herrera Farfán, Herramienta. Revista de Debate y Crítica Marxista

Los últimos años del doctor del terror rojo – O velho Marx. Uma biografía de seus últimos anos (1881-1883) -Marcello Musto- Ed. Boitempo, 2018

Por Nicolás Armando Herrera Farfán

¿Cuál es [la ley del ser?]. Por un instante, tuve la sensación

de que la mente de Marx “se revolvía (…), mientras escuchaba el bramido del mar

y observaba la inquieta muchedumbre en la playa.

“¿Cuál es [la ley]?”, se preguntaba. Con un tono profundo y solemne,

[Marx] responde: “¡La lucha!”

Del Preludio

El libro O velho Marx. Uma biografía de seus últimos anos (1881-1883) escrito por el italiano Marcello Musto y editado en portugués por la brasileña Boitempo en 2018 da cuenta de los últimos años de vida de Karl Marx, Moro, Viejo Nick [Viejo diablo], o, como también lo llamaban, el doctor del terror rojo.

Lo primero que salta a la vista es el cuidado de su edición, estéticamente agradable y con una tipografía y tamaño de letra adecuados para hacer la lectura más tranquila, como corresponde a las publicaciones de esta editorial.

Por otro lado, la escritura de su autor demuestra, al mismo tiempo, su amplio conocimiento de la vida y obra de Marx y su capacidad de transmitir interés y entusiasmo a todos los lectores y lectoras. En este sentido, también tiene mérito su traductor Rubens Enderle. Musto consigue mostrar la pasión de Moro por el estudio complejo de la realidad mundial con el objetivo de “proporcionar al movimiento obrero las bases teóricas para destruir el modo de producción capitalista” (p. 19) y también evidencia las situaciones difíciles que vivió el matrimonio Marx Westphalen[1].

Una de las cosas que más gozamos del primer capítulo es la descripción que se hace del método de trabajo de Marx, “riguroso e inflexiblemente crítico” (p. 20), quien leía en todas las lenguas europeas y que trataba a los libros como instrumentos de trabajo y no como bjetos de lujo. Su yerno Paul Lafargue recordaba que los maltrataba “sin recelo”, doblando las puntas de sus páginas y cubría sus márgenes de subrayados; gracias a su método de subrayar “conseguía reencontrar con mayor facilidad el pasaje buscado en un libro” (p. 22).

Esta “máquina condenada a devorar libros” (p. 22), como él mismo se definía, tenía una biblioteca de cerca de 2 mil volúmenes de diversos temas (textos académicos, literarios, históricos, filosóficos y científicos, incluidas las matemáticas) y en diversas lenguas (ruso, alemán, español, italiano y otras); sin embargo, “no era tan imponente como la de los intelectuales burgueses de su calibre, sin duda mejor equipados que él” (p. 20). La biblioteca la complementaban paquetes, decenas de cuadernos de anotaciones y manuscritos inacabados, periódicos (burgueses y obreros de Alemania y Francia) y abundante correspondencia sostenida con líderes obreros, dirigentes políticos e intelectuales.

La vastedad de su biblioteca y la combinación del método de estudio hacían que Marx fuera muy exigente con sus propios textos, por lo cual no publicaba algo que no hubiera reelaborado varias veces hasta encontrar su forma adecuada y señalando que “prefería quemar sus manuscritos a publicarlos incompletos” (p. 23). Esta rigurosidad hizo que desarrollara un “estilo literario”, como lo advierte el marxista venezolano Ludovico Silva (2011).

En aquellos años su salud y la de Jenny estaban desmejoradas. No obstante, seguía manteniendo una personalidad jovial y llena de vida, evitando criticar a las personas y aceptando las bromas que, cuando eran buenas, lo hacía llorar de risa. Por otro lado, su aspecto físico distaba de Engels, siempre bien vestido, y se asemejaba a “un conspirador salido de una escena de teatro” (p. 26).

La enfermedad de Jenny limitó su potencialidad de trabajo, aunque pudo avanzó en el estudio de las matemáticas y la antropología, produciendo lo que se conoce como “cuadernos matemáticos” y “cuadernos etnográficos”. En paralelo a estos estudios, siguió leyendo los periódicos obreros y burgueses de Alemania y Francia y continuó la correspondencia con sus interlocutores.

Aun cuando, su primera relación con las matemáticas fue instrumental, en función de sus estudios de economía política (en 1858), con el paso de los años, esta ciencia se convirtió “en fuente de interés cultural en sí misma, asumiendo un carácter muy especial en el ámbito de sus actividades intelectuales” (p. 41), principalmente las obras de Newton y Leibniz. Las matemáticas le representaron “un estímulo intelectual útil a su búsqueda de un método de análisis social, particularmente en lo que respecta a la dialéctica y la representación de ‘totalidad’” y llegaron a convertirse en un espacio lúdico y un refugio en momentos de gran dificultad, “casi en un lugar físico” (p. 44).

De outro lado, los estudios etnográficos[2] le permitieron comprender las estructuras de las sociedades antiguas en las cuales vislumbró el advenimiento de un “tipo de sociedad mayor” que se basaba en una nueva forma de producción y un nuevo modo de consumo, sin que deseara un retorno liso y llano al pasado. No obstante, este “tipo de sociedad” sólo surgiría mediante la lucha consciente de la clase trabajadora y nunca mediante “una evolución mecánica de la historia” (p. 37).

El segundo capítulo del libro se detiene en los estudios de Marx sobre las colonias del modelo capitalista: Irlanda, pero sobre todo la experiencia rusa de la comuna rural (la obschina), estudiando el cirílico ruso a partir de los años 1870. Así pues, la carta de la militante populista rusa Vera Zasulitch de febrero de 1881, “lo estimuló a analizar concretamente un caso histórico de gran actualidad, estrechamente ligado a las cuestiones que, en aquel momento, él abordaba en el plano teórico”. (p. 62)

En su respuesta, es evidente el cambio de perspectiva en relación con las misiones civilizatorias de las metrópolis del capitalismo como pensaba en el caso de la India en 1853. Comenzó a considerar de manera distinta la posible transición “del capitalismo a las formas comunitarias del pasado” (p. 74), y advirtió que la obschina tenía dos posibilidades: o prevalece el “elemento de la propiedad privada” sobre el “elemento colectivo”, o sucede lo contrario. Todo dependerá del contexto y ambiente sociohistórico; sin embargo, no excluyó “la posibilidad de un desarrollo socialista de la obschina”. (p. 75).

Tomando como punto de partida los estudios de Lewin Morgan, y pensando en la obschina, Marx consideraba que podrían existir formas para eliminar el capitalismo y retornar a formas superiores “de tipo ‘arcaico’ de propiedad y de producción colectiva” (de hecho, la obschina era “la forma ‘más moderna de tipo arcaico’ de propiedad comunista”). (p. 76). Sin embargo, al criticar su aislamiento ponía luz sobre un tema fundamental: con una revolución en Rusia la comuna podría desarrollarse “como un elemento regenerador de la sociedad rusa y como un elemento de superioridad frente a los países sometidos al régimen capitalista” (p. 79), pero sin una revolución en Rusia la comuna rural estaría condenada al fracaso.

A lo largo de su obra, Marx se abstuvo de indicar fórmulas o un modelo universal de sociedad socialista, dijo que no había un recorrido inevitable de etapas prestablecidas para las sociedades y dejó en claro que muchos de sus análisis sólo eran exclusivos apenas para la Europa occidental. Por eso, pudo decir que si Rusia continuaba el camino que tomó en 1861m “perdería la más bella ocasión que la historia haya ofrecido a un pueblo y, en vez de eso, sufriría todos los infortunios fatales del régimen capitalista”. (p. 69) Su contacto con los populistas rusos le permitió madurar una convicción en 1881: la historia debía evaluarse con más elasticidad, considerando “la irrupción de los eventos revolucionarios y las subjetividades que los determinan”; de esta manera, llegaba “a un verdadero internacionalismo en escala global, no sólo europea”. (p. 83)

Las dificultades de la vida cotidiana del matrimonio Marx Westphalen aparecen en el intimista tercer capítulo, en el cual, podemos ver la vida cotidiana, las enfermedades y los tormentos de los viejos, incluido el verdadero impacto de la publicación de El Capital, que en sus orígenes tuvo poquísima difusión y la muerte de Jenny Von Westphalen, su compañera de camino desde 1836, se sumó a las dolencias corporales y los sufrimientos espirituales, afectando grandemente su trabajo e impidiéndole continuar tranquilamente con su rutina. El 2 de diciembre de 1881 perdió “su mayor tesoro”. (p. 103)

El capítulo cuarto da cuenta de la estancia de 72 días de Marx en Argel, su último viaje y la única estadía lejos de Europa. En este tiempo vivió el duelo de la pérdida de Jenny, revelándole a su amigo Engels que tenía “profundos ataques de melancolía, parecidos a los del gran Don Quijote” y que su pensamiento estaba “preponderantemente absorbido por el recuerdo de mi mujer, ¡que es la parte más grande de la mejor parte de mi vida!”. (p. 113) Sin embargo, incómodo con la “estúpida profesión de inválido”, porque se sentía “próximo de la imbecilidad” (p. 114), intentó retomar su trabajo, interesándose, desde el punto de vista de las colonias, por la cuestión de la tierra en Argel durante la dominación francesa, al mismo tiempo que hacía observaciones sociales y políticas, y en sus cartas incluyó relatos y costumbres, bromas y comentarios propios de su habitual sarcasmo.

Como su salud no mejoró en su estancia argelina, viajó a la Costa Azul francesa en búsqueda de mejor suerte. Sin embargo, el tiempo le jugó en contra y sufrió una bronquitis que le exigía seguir instrucciones médicas estrictas en el comer, beber y distraerse. Entonces, no pudo evitar su comentario: “Siguiendo esas ‘instrucciones’ estoy bien en el camino de la imbecilidad y me libré del catarro bronquítico”. (p. 122) Después de eso, regresó a Londres, donde la inestabilidad de su salud y la crisis de salud de su hija Jenny contribuyeron para que terminara en condiciones desesperadas. Finalmente, el 11 de enero de 1883, antes de cumplir los 39 años, Jenny falleció de cáncer de vejiga. Esta noticia “arrasó con un hombre ya gravemente enfermo y marcado por una vida de adversidades”. (p. 131) Y, de manera paradójica, Marx encontró alivio en un dolor de cabeza. “El dolor físico es el único ‘letargo’ del dolor mental”, escribió.

En el epílogo, Musto comparte los últimos y difíciles meses de Marx. Agravado por las dolencias corporales y los vacíos espirituales, su salud empeoró con un absceso pulmonar. Su cuerpo sólo soportó hasta las 14.45 horas del 14 de marzo de 1883. Engels recordó que “vivir con todos aquellos trabajos incompletos delante de sí, deseando terminarlos, pero sin poder hacerlo, como Tántalo, debió ser mil veces más amargo que la dulce muerte que lo sorprendió”. (p. 135)

El libro concluye con un apéndice que recorre el “Programa electoral de los trabajadores socialistas” (escrito por Jules Guesde, Paul Lafargue y Karl Marx), y a este sigue una breve cronología de aquellos años.

Consideramos que este trabajo de Musto da un buen tratamiento a un período poco explorado de la vida de Marx, dando pistas, sobre todo de un hombre que va cambiando sus perspectivas, refinando su marco teórico y aproximándose a nuestras realidades del tercer mundo, de las periferias. Es un tiempo de reelaboración, reformulación y reinvención del materialismo histórico, muy útil para nuestras luchas actuales.

Nicolás Armando Herrera Farfán pertenece a IEALC-UBA / Colectivo Frente Unido-Investigación Independiente

nherreraf@gmail.com

Referencias

Armas Fonseca, P. (1989). Moro: el gran aguafiestas. La Habana, Cuba: Editorial Pablo de la Torriente.

Gabriel, M. (2014). Amor y capital. Karl y Jenny Marx y el nacimiento de una revolución. Barcelona, Catalunya: El viejo topo.

Heinrich, M. (2018). Karl Marx e o nascimento da sociedade moderna: biografia e desenvolvimento de sua obra, volume I: 1818-1841. São Paulo, Brasil: Boitempo.

Marx, K. (2018). Comunidad, nacionalismos y capital. Textos inéditos (Á. García Linera, Ed.). La Paz, Bolivia: Vicepresidencia del estado plurinacional de Bolivia.

Silva, L. (2011). El estilo literario de Marx. Caracas, Venezuela: Fundación para la cultura y las artes.

[1] Sobre el apodo “Moro” y las vicisitudes de Karl y Jenny pueden verse, entre otros, los trabajos de Mary Gabriel (2014), Michael Heinrich (2018) y Paquita Armas Fonseca (1989).

[2] Los comentarios y manuscritos de estos estudios etnográficos, junto a los apuntes de la crítica a List, fueron publicados recientemente en español (Marx, 2018).

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Leonardo Octavio Belinelli de Brito, Varia Historia

Outro olhar sobre Marx

No ano em que são comemorados duzentos anos do nascimento de Karl Marx, é compreensível que a efeméride agite debates políticos e teóricos que envolvam seu legado, bem como o mercado editorial local.

Entre seus resultados, está a publicação de O velho Marx, de Marcello Musto, autor ligado à fase mais recente do ambicioso projeto editorial das obras completas de Marx e Friedrich Engels, conhecido como MEGA (Marx-Engels-Gesamtausgabe), cuja história é longa e cheia de percalços indissociáveis das desventuras sofridas pelo uso soviético dos pensamentos dos filósofos alemães (Marxhausen, 2014).

Munido pelo aparato documental mobilizado nesse projeto editorial, no qual se destacam os manuscritos/rascunhos e as cartas, frequentemente muito reveladoras, trocadas por Marx com seus correspondentes, o curto livro tem um objetivo restrito, mas nem por isso menor: realizar uma apresentação dos principais acontecimentos da vida pessoal e intelectual de Marx no triênio 1881-1883. Seu principal alvo é a interpretação, rotineira entre seus seguidores, como entre seus críticos, de que os últimos anos do filósofo alemão foram marcados pela confusão de propósitos, fragilidade física e emocional e insegurança teórica. Musto quer nos mostrar justamente o contrário: como Marx, ainda que em condições de saúde frágeis, possuía energia e disposição para perseguir obsessivamente os temas de seu interesse.

Estruturado sob um movimento sempre dúplice, o qual envolve momentos alternados ligados à biografia de Marx com análises da própria evolução de seu pensamento, o livro de Musto conta com quatro capítulos: o primeiro apresenta o estado no qual se encontrava Marx em 1881, ano em que o livro começa sua narrativa; o segundo analisa o debate sobre o destino das comunas agrárias russas e sua relação com o socialismo e a posição de Marx a seu respeito; o terceiro foca na recepção europeia de O capital e o complicado momento familiar pelo qual a família do filósofo alemão passava no segundo semestre de 1881; e o último capítulo expõe a viagem de Marx à Argélia, único momento de sua vida em que saiu do continente europeu, e suas reflexões sobre a situação dos países árabes.

Como se vê, o primeiro mérito do livro de Musto é apresentar os acontecimentos da vida de seu biografado que mesmo o público acadêmico desconhece, como exemplifica o caso da viagem de Marx à Argélia. Nesse plano, vale destacar duas questões delicadas, decisivas para o sucesso do livro, com as quais Musto parece ter se debatido: em primeiro lugar, como selecionar os fatos narrados e articulá-los com uma interpretação a respeito de seus sentidos? Em segundo lugar: como conferir uma narrativa vívida de Marx sem cair numa abordagem excessivamente engrandecedora de sua figura, como se as dificuldades da vida fossem questão menor para espírito tão altivo e brilhante?

No caso da primeira pergunta, Musto teve a ideia inteligente de destacar que o fio vermelho que conecta os empreendimentos intelectuais tardios de Marx – entre os quais se sobressaem, sem dúvida, seu contato com a antropologia por meio da obra de Lewis Morgan e o seu estudo sobre a situação sociopolítica russa – é a recusa do pensamento dogmático, no que Marx contrariava os determinismos variados então em voga. Ao descrever a fusão de Marx com seu gabinete e sua devoção à pesquisa, Musto parece atingir o segundo alvo de seu livro: a noção restrita de “marxismo”, como um conjunto de fórmulas axiomáticas que teve seu primeiro momento de formulação na pena de Karl Kautstky, ele mesmo um tributário das formas de pensar deterministas vigentes no fin de siécle (Haupt, 1979). Com isso, Musto coloca em xeque a construção ideológica mais poderosa das esquerdas do século XX.

E aqui passamos à segunda questão. Em contraste com o procedimento ideológico que alça a figura de Marx à dimensão sobre-humana, o Marx que emerge do livro de Musto não é a figura monolítica, supra-histórica, que os regimes nascidos sob a sua suposta influência pintaram ao longo do século XX. Além de demonstrar como seus pensamentos foram alterados pelas descobertas que realizava, O velho Marx destaca a inserção do filósofo alemão numa rede de militantes e familiares com os quais dividia angústias e alegrias, embora sempre orientado pelas suas preocupações teórico-práticas. Nesse sentido, o esforço do biógrafo não é demonstrar como a dimensão pública das atividades de Marx se sobrepunha à sua vida privada, mas, ao contrário, frisar como sua vida privada e pública se fundiam em uma só – a vida do sujeito Marx – e que, como não poderia deixar de ser, era carregada de contradições, dilemas e escolhas.

Por razões compreensíveis, um livro sintético sobre tema tão complexo traz o risco de algumas limitações. Embora muito bem sucedido, talvez houvesse necessidade de explorar um pouco mais a fundo as descobertas/reformulações teóricas de Marx no período delimitado pela pesquisa. Em que pese observação do autor sobre o fato de esse ser um livro de “biografia intelectual” e indicar a preparação de outro “exclusivamente teórico” (Musto, 2018, p.10), isso não altera a fato de que poderia ter havido discussões teóricas mais profundas no livro atual, especialmente porque, como o próprio autor demonstrou, a biografia de Marx não é separada de suas formulações teóricas.

Pelo seu assunto e pela sua forma expositiva – clara, concisa e livre de jargões -, o livro de Musto certamente interessará aos pesquisadores brasileiros do pensamento de Marx, bem como ao público não acadêmico, mas interessado em discussões políticas. É possível, inclusive, que incomode aqueles que se identifiquem com o “mito Marx” que transcorreu o século XX. Se o fizer, o livro terá cumprido seu objetivo (Musto, 2018, p.11). É que Musto apresenta um caminho para outro Marx, talvez um Marx do século XXI, mais aberto, mais plural e, quem sabe, ainda mais poderoso. Um Marx, portanto, em construção.

REFERÊNCIAS BIBLIOGRÁFICAS

HAPUT, George. Marx e o marxismo. In: HOBSBAWN, Eric (org). História do marxismo (vol.1 – O marxismo no tempo de Marx). Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1979. [ Links ]

MARXHAUSEN, Thomas. História crítica das Obras completas de Marx e Engels (MEGA). Crítica Marxista, Campinas, n.39, p.95-124, 2014. [ Links ]

MUSTO, Marcello. O velho Marx – uma biografia de seus últimos anos de vida (1881-1883). São Paulo: Boitempo, 2018. [ Links ]

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Matt Vidal, Contemporary Sociology. A journal of reviews

Since Karl Marx’s death in 1883, his work has profoundly and continuously influenced generations of scholars across the social sciences and humanities, while inspiring political organizations, parties, and revolutions across the globe.

At least 23 states were formerly run by regimes that claimed to be Marxist, and today four states—China, Cuba, Laos, and Vietnam— continue to claim his mantle.
Of course, such wide-ranging, real-world influence has been met with vigorous—and often hostile—criticism of Marx and his ideas. An influential line of criticism paints Marx as a rigid, dogmatic thinker, whose most important predictions have been proven wrong by history, thus invalidating his broader theories of history and of capitalism. It is not just hostile critics, however, who have distorted Marx’s thought. Many Marxist traditions—orthodox, Stalinist, Maoist, and others—have turned Marx’s flexible theoretical framework and working hypotheses into rigid ideology and doctrine.
The central thesis of Marcello Musto’s Another Marx: Early Manuscripts to the International is that this image of Marx is a gross caricature based on a limited reading of a small portion of the latter’s gargantuan output. In fact, Marx was a highly flexible thinker who eschewed dogmatism, explicitly warned against his writings being considered doctrine, and periodically revised his theories—up until his last days—in light of continuous research and study. Marx explicitly resisted “writing recipes . . . for the cook-shops of the future” (p. 5, from Marx’s “Afterword to the Second German Edition” of Capital, Vol. I). He ensured that the official policy of the International Working Men’s Association was “not to dictate or impose any doctrinary system whatever” (p. 179, from Marx’s “Resolutions of the Geneva Congress”).
To make his case, Musto draws from the entire corpus of Marx’s writings—published and unpublished. In the 1920s there was an attempt within the Soviet Union to publish the complete works of Marx and Engels as the Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA). This project was abandoned during the Stalinist purges of the 1930s. The second attempt (the MEGA-2) began in East Berlin in 1975 and resumed in 1990 by the Internationale Marx-Engels-Stiftung in Amsterdam.
The MEGA has published 55 volumes of a planned total of 114 volumes, including roughly 200 notebooks plus Marx’s extensive correspondence. Musto convincingly argues that these workbooks constitute Marx’s “critical theoretical workshop,” which provides a basis for a reevaluation of his thought (p. 4). Musto presents an intellectual biography of Marx, arguing that although his thought went through many key transformations—his turn from law to philosophy to political economy, his break with Hegel and the left Hegelians, his realization of the importance of the economic factor, his discovery of the proletariat, and hence of class—there was also a remarkable consistency across this evolution.
Take The Paris Manuscripts of 1844. Interpreters such as Louis Althusser argue that these demonstrate an early, humanist Marx, which contrasts with a mature, scientific Marx. By contrast, others have seen in The Paris Manuscripts a Marx whose later ideas are fully foreshadowed, as if the prophet’s ideas came fully formed via some preternatural inspiration. In contrast to both interpretations, Musto shows that The Paris Manuscriptsconsist of a heterogeneous mix of elements that are not closely connected and are “an evident expression of a position in movement” (p. 43).
In 1845 Marx was expelled from Paris to Brussels, where he wrote The Brussels Notebooks and The German Ideology (with Engels), and where he published The Poverty of Philosophy (1847). In 1848 he published The Communist Manifesto (with Engels) and was expelled from Brussels to London, where he wrote The London Notebooks (1850–1853). Over 1857 and 1858 he wrote The Grundrisse—eight notebooks that were the outline of his critique of political economy. Between 1861 and 1863, he filled 23 additional notebooks.
Musto convincingly argues that his unpublished notebooks are key parts of his oeuvre. They demonstrate his intellectual process of devouring every written work relevant to his current subject and painstakingly taking notes with critical commentary. Literally any subject: notebooks XII and XIII of the The London Notebooks are on agrarian chemistry (relevant to his concerns that capitalist production was becoming ecologically unsustainable).
His publications were delayed by a combination of his exhaustive intellectual process, a perfectionist tendency, destitute poverty, and ongoing struggles with ill health. His main income, from his gig as the European correspondent for the New York Tribune (from 1851 to 1862), was scarcely sufficient to support his family. In a letter to a comrade, he lamented that in addition to the “hackwork” (journalism), he has the “quirk” of “finding fault with anything I have written and not looked at for a month, so that I have to revise it completely” (p. 140).
In 1863 Marx began writing what would eventually become the three volumes of Capital. Volume I was published in 1867. In 1869 he decided to learn Russian so he could closely follow events there. In 1871 he prepared a new version of Volume I, modifying the structure of the book and completely rewriting Chapter One. He continued working on the other two volumes until his death in 1883. Volumes II and III were subsequently edited and published from Marx’s notes by Engels.
The last years of Marx’s life were ones of intense political activism. The International Working Men’s Association emerged in 1864 as a heterogeneous collection of reformist British unionists, Proudhonist mutualists from French-speaking countries (who advocated cooperativism but rejected strikes and politics), and communists. Marx took a leading role and, remarkably, united these disparate elements under a common anti-capitalist program. During this period of political organizing, Marx “was stimulated to develop and sometimes revise his ideas, to put old certainties up for discussion and ask himself new questions” (p. 177).
His political struggles profoundly enriched his theoretical understanding. In the International, Marx argued that unions must turn from immediate struggles to wider political organization, that reformist demands were indispensable, and that workers must form a party and engage electoral politics. He convinced the International to adopt socialization of the means of production as a key demand. And although workers must take control of the state, Marx insisted that there could be no blueprint or predetermined plan: the course of the revolution has to be worked out in the movement, and the details and institutions of the socialist system would have to be worked out in the process as well.
Musto’s book is an important contribution to Marxist theory. While it does not substantively advance any particular theory, it provides a sorely needed antidote to the tendency of critics and even many Marxists to seize on a particular writing of Marx—often a single quotation—and use it to discredit Marx’s larger theories. It demonstrates that particular formulations and working hypotheses need to be considered as part of a much larger, evolving body of theory. Marx’s theory provides a framework—asserting the importance of class and class struggle, of the relation between economics and politics, and lying between the material and the ideal—for developing hypotheses and providing an interpretative lens, without being reduced to any particular hypothesis.
Musto kept his authorial voice restrained. This allows for a smooth intellectual biography, but it means a lack of substantive engagement with the ideas—something one could legitimately expect from a book by a sociologist. The book does not have a concluding chapter. Such a chapter could have provided space for Musto to reflect on and provide a critical analysis of where Marx’s theory stood at the end of his life and its relevance for the twenty-first century.