Araceli Mondragón, Boletín CLACSO

Review of Karl Marx, 1881-1883. El último viaje del Moro

Después de la borrachera del capitalismo triunfante que marcara como icónico aquel 1989, el de la caída del muro, llegaría muy pronto la resaca neoliberal que no sólo evidencia las contradicciones y crisis recurrentes el sistema; sino también, ante la falta de alternativas; no tiene empa-cho en ejercer de manera cínica y descarnada la violencia y el sacrificio de la vida en favor de la ganancia, sin “oponente” alguno que le haga contrapesos.
Como ha sucedido en varias ocasiones, luego que se declarara muerto y enterrado por sus detractores, el “Moro” de Trevéris surge nuevamente, más fuerte y más vigente; pero también más urgente, frente al peligroso ascenso de la ultra-derecha, de los neofascismos y su correlato de “na-turalización” de las desigualdades y la pobreza, de los nuevos despojos y la degradación de lo político y del bien común.

La crisis del capital hoy no es sólo, ni principalmente, económica; es profundamente política, es humana, es ecológica, y alcanza dimensio-nes que, por cierto, no fueron ajenas al análisis de Karl Marx, tal como lo enfatiza Marcelo Musto en su libro y que abarcan temas tan importan-tes como actuales: el cuerpo como territorio mínimo vital; la naturaleza degradada a un sentido “cósico”; las formas de propiedad colectiva no contraladas por el Estado; la centralidad de la libertad individual en la esfera económica; el lugar de las mujeres en la familia y en la sociedad.

Tal como señala el autor desde la introducción, Marx no es solamente actual sino hasta “profético”. El término profético es muy interesante; no sólo porque reconoce la capacidad para vislumbrar las tendencias del futuro a partir de la agudeza científica y el rigor de los análisis marxistas que alcanzaron a desentrañar aspectos esenciales del metabolismo del capital que hoy, no sólo son vigentes; sino incluso más evidentes que en el siglo XIX. Pero también por las connotaciones éticas que implica esta palabra. Y que no es un argumento marginal en nuestro tiempo; hace falta recuperar este sentido ético y la esperanza en un sujeto de acción social; un sujeto revolucionario que es un aspecto central en el pensa-miento marxista; tanto por razones teórico-críticas; como por razones ético-práxicas.
Así, Marx celebró en 2018 sus 200 años gozando de inmejorable salud y dispuesto para un diálogo muy rico con nuevos lectores que también con nuevas miradas se permiten escudriñar sobre vetas poco exploradas de este gran pensador, para así, formular preguntas, actualizar temas, repensar el capitalismo desde los problemas y condiciones actuales. Por otra parte, nuevas traducciones, ediciones, hallazgos, sobre todo con la MEGA2 (la nueva edición histórico-crítica de las obras completas de Marx y Engels), contribuyen a nuevas lecturas y nuevos encuentros con una obra compleja y multifacética; pero, sobre todo, muy viva, que nos si-gue diciendo mucho respecto a los grandes problemas de la humanidad.
Como bien apunta Musto, más allá de la fundamental confrontación en-tre capital y trabajo; encontramos en Marx problemas tan históricos y tan actuales como el tema de la colonialidad; que si bien es cierto que ha sido trabajado por grandes marxistas como Luxemburgo, Lenin, Mariá-tegui, González Casanova, Dussel, Federici o Quijano, hoy cobra nuevas miradas e importantes actualizaciones a la luz del propio avance de la teoría crítica y de las ciencias sociales. Hoy, por ejemplo se puede pro-fundizar en la colonialidad epistemológica o la colonialidad en los cuer-pos, en niveles micro; o en las tierras; en los mares profundos e incluso en el espacio exterior, en niveles macro.

Y estas son líneas que, en otros contextos históricos, principalmente en el siglo XX, fueron hasta cierto punto marginales, frente a otros pro-blemas que enfrentaban las izquierdas en todo el mundo; pero que se encuentran latentes en vastos pasajes de la obra marxiana. Otro aspecto fundamental es la relación con la naturaleza o, como le llamamos ahora, el problema de la ecología, que es una de las reflexiones esenciales los primeros análisis del joven Marx.
En este contexto, me parece que uno de los grandes aportes en el libro de Musto, es llamarnos a cobrar conciencia de los muchos aspectos y recovecos que podemos escudriñar en la obra de Marx y que, en otros momentos, por las necesidades histórico-políticas de los problemas a los que se enfrentaban los lectores en el siglo XX pudieron ser obviados o pasados de largo y que nos representan reflexiones y herramientas teóricas muy ricas para analizar y afrontar la realidad de nuestro tiempo.

Por otra parte, se trata de una biografía intelectual del último período de la vida de Marx, “el último viaje del Moro”, que va tejiendo la figura del hombre, el padre, el abuelo con el aporte y la pasión intelectual en que se empeña el pensador y el militante que, consciente de que se está despidiendo de la vida, y que a pesar de los dolores, tanto físicos como espirituales –es el período en que mueren Jenny, su esposa y Jenny, su primogénita-, está dispuesto a cumplir, en la medida de lo posible, con la labor intelectual en la que empeñó su vida. Así, nos comenta Musto, este período del “último Marx” es: “… también el Marx más íntimo, aquel que no esconde su fragilidad frente a la vida, pero continúa, sin embargo, combatiendo”.

Nos explica Musto:

En el bienio 1881-1882, Marx emprendió un estudio profundo de los más recientes descubrimientos en el campo de la antropología, de la propie-dad común en la sociedad precapitalista, de las transformaciones ocurri-das en Rusia después de la abolición de la esclavitud y del nacimiento del Estado moderno. Además, él fue un atento observador de los principales sucesos de la política internacional, y las cartas de la época testimonian su apoyo sostenido a la lucha por la liberación en Irlanda y su firme opo-sición a la opresión colonial de la India, Egipto y Argelia.

Es también a principios de febrero de 1881 cuando Marx recibe la carta de Vera Zasúlich, repensando un tema que, sin duda, lo había ocupado muchas veces antes y que le interesaba sobremanera: la sociedad rusa, la cuestión agraria y la comuna rural.
Es también este el momento en que Marx se deslinda con aquella frase celebre: “Lo único cierto es que no soy marxista” (que Engels escribe en una carta a Bernstein, a principios de noviembre de 1882), respecto a aquellas lecturas esquemáticas y deterministas de su propia obra y que quitan el peso específico de la historia y la acción como elementos concretos del cambio social. También en este sentido apunta la respues-ta cauta de Marx a Vera Zásulich y que reflejan, por una parte, al del pensador sistemático que señala que sus estudios sobre la dinámica del capitalismo, particularmente en lo que concierne a la acumulación ori-ginaria, se centraron en un contexto histórico muy específico, el euro-peo; que es completamente distinto al ruso y que, por lo tanto, no sirve como una regla para contextos histórico-sociales diferentes. Y, por otra parte, la del entusiasta militante, que está muy atento del cambio social y de las fuerzas revolucionarias que pueden representar los populistas y comuneros rusos y que en sus apuntes reflexiona que es posible que no sea indispensable el “suicidio” de la comuna, para transitar al cambio revolucionario.

En estos años Marx, hace patente, en correspondencia y en sus notas, que la revolución precisa, tanto de las condiciones históricas de desa-rrollo económico; como del sujeto revolucionario que la haga posible. El carácter imprescindible, tanto de elementos materiales, objetivos; como de elementos intelectuales y sociales, subjetivos.

Personalmente, creo que esta biografía intelectual del último Marx, resulta incluso pedagógica para las izquierdas actuales; en la medida en que se muestra la estatura no sólo intelectual; sino moral a la que debe estar un revolucionario que se precie de serlo. Los últimos años del “Moro”, son los de un Marx sereno, estudioso, conocedor de la historia y la política europeas y preocupado por el acontecer del mundo, un ejem-plo de vida para la dignificación de la política y la militancia en tiempos de una terrible decadencia. En estos momentos en que la idea misma de la política puede causar prurito o rechazo; porque en muchos lugares del mundo se ha devaluado a lo mínimo; sobre todo luego del paso de la langosta voraz del neoliberalismo que, sin empacho se dedicaron a expoliar –aún más y con más descaro-, lo poco que quedaba del bien común.

Otro tema importantísimo que está latente en el texto es el tema de la ideología que cobra nuevas dimensiones en estas épocas de “infodemia” y de “fake news”, cuando es urgente apelar a la conciencia y al espíritu críticos.

Por otra parte, está relectura de Marx, a la que nos invita de manera constante y, por cierto también muy convincente, Marcello Musto, nos permite volver a dialogar, con una constelación de pensadoras y pensa-dores marxistas que, si bien son figuras centrales, trabajan temas y re-flexiones que en otros momentos fueron heterodoxos y a los que, quizá, desde las necesidades de otros momentos políticos, no se había dado la relevancia adecuada o no se había profundizado en aspectos que enton-ces aparecían como “marginales” y hoy se colocan como centrales. Por poner algunos ejemplos, traigo a cuenta a Luxemburgo, Bloch, Lukács, Korsch o Kollontai.

Por otra parte, me parece muy significativo, tanto por el interés del estudio de Marx, en general; como por el libro de Marcello Musto, en particular; que las primeras traducciones de este último se hayan dado principalmente en lenguas no-europeas: el tamil, el coreano y el japo-nés; el árabe, el farsi, e indonesio y por otra parte en lenguas europeas, pero también para un público mayoritariamente latinoamericano: en portugués se edita en Brasil y en castellano en México. Es muy revela-dor, porque no sólo ilustra ciertas dinámicas e intereses intelectuales y académicos, sino que nos permite también preguntarnos por la urgencia de la praxis; por los sujetos de la acción social o los sujetos revoluciona-rios, en términos marxistas que por lo general son liminares.

Hago, pues una invitación a leer Karl Marx (1881-1833). El último viaje del Moro, porque además del rigor intelectual es un texto muy bien es-crito, con una pluma fluida y agradable en términos literarios. A mí en algunos paisajes me hizo sentirme dentro del ambiente del estudio de Marx, con su pequeño escritorio atiborrado de libros y papeles bajo la luz de la lámpara con pantalla verde y acompañándolo en su andar por la habitación. Y casi sentí el viento, el vaivén de las olas y el tintinear de los vasos en la embarcación que sirvió de escenario para la entrevista que le hizo John Swinton.

A propósito de este último pasaje, cierro con una anécdota de aquella entrevista y que me parece central, para la militancia, pero también para la vida: Y es que, siempre, y esto acontece desde el momento de nacer hasta el de morir; y como entes o como sujetos, como militantes o como quienes resisten; en lo íntimo y en social; y particularmente hoy, que en tantos ámbitos y en tantos lugares se ha olvidado y resuena muy esperanzador lo que Marx respondió al periodista norteamericano a la pregunta ¿Cuál es la ley última del ser? Marx respondió: “¡La lucha! Ella misma… ¡La lucha!”.

Published in:

Boletín CLACSO

Date Published

1 December, 2020

Author:

Araceli Mondragón