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Marx contra Vogt

A través del último volumen de la Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA2), accedemos a la publicación completa de la correspondencia de Karl Marx entre 1860-1861: un capítulo demasiado poco explorado de su biografía intelectual. Este período comprende la redacción del polémico escrito El señor Vogt, los esbozos de El capital, los artículos periodísticos para el New York Tribune y para el Die Presse, además de los estudios realizados a través de minuciosas lecturas, las vicisitudes de su salud y la incierta fortuna de su existencia, causada por la profunda miseria que lo oprimía.

Vicisitudes editoriales de las obras de Marx y Engels
A pesar de la enorme difusión de los escritos y de la amplia afirmación de sus teorías, Marx y Engels todavía carecen de una edición integral y científica de sus obras. La primera razón de esta paradoja se debe al carácter incompleto y fragmentario de la obra de Marx, de la cual, excluyendo los artículos periodísticos editados entre 1848 y 1862, los trabajos publicados fueron relativamente pocos si se los compara a todos los realizados solo parcialmente o a la imponente mole de investigaciones desarrolladas. Esto lo testimonió el mismo Marx, cuando en 1881, en uno de sus últimos años de vida, al ser consultado por Karl Kautsky sobre la posibilidad de una edición completa de sus obras, respondió: “antes que nada éstas deberían escribirse”. En segundo lugar, sobre la publicación de los trabajos de los dos autores han influido las vicisitudes del movimiento obrero, que a menudo lejos de favorecer, obstaculizaron la edición de sus textos.

El primer intento de publicar todos los escritos de Marx y Engels se remonta a los años veinte, cuando David Borissovitch Riazanov, formidable estudioso y conocedor de Marx, además de director del Instituto Marx-Engels en la naciente república de los Soviets, dispuso la publicación en el idioma original a través de la Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA). Sin embargo, a causa de las purgas del estalinismo, que también recayeron sobre los estudiosos del instituto -el mismo Riazanov fue destituido y condenado al exilio en 1931-, el proyecto fue interrumpido en 1935, y de los 42 volúmenes inicialmente previstos, fueron entregados a las imprentas solamente 12 (en 13 tomos). También en la Unión Soviética, desde 1928 a 1946, fue publicada la primera edición en ruso: la Sochineniya (obras completas). Aunque, pese a su nombre, ella reproducía solo un número parcial de los escritos, sus 28 volúmenes (en 33 tomos) conformaron, para la época, la compilación cuantitativamente más consistente de los dos autores. La segunda Sochineniya, en cambio, apareció entre 1955 y 1966 en 39 volúmenes (42 tomos).

Desde 1956 hasta 1968, en la República Democrática Alemana, por iniciativa del Comité Central de la SED, fueron impresos los 41 volúmenes (en 43 tomos) de la Marx Engels Werke (MEW). Sin embargo, esa edición, lejos de ser completa, resultaba tediosa por las introducciones y las notas que, concebidas de acuerdo al modelo de la edición soviética, orientaban la lectura según la concepción del “marxismo-leninismo”. No obstante lo cual, ella constituyó la base de numerosas ediciones análogas en otros idiomas, entre las cuales también están las Opere italianas, que nunca fueron completadas y aparecieron solo en 32 de los 50 volúmenes previstos.

El proyecto de una “segunda” MEGA, que se proponía reproducir de manera fiel y con un amplio aparato crítico todos los escritos de los dos pensadores, renació durante los años sesenta. Sin embargo, las publicaciones iniciadas en 1975 también fueron interrumpidas, esta vez luego de la caída del bloque de los ‘países socialistas’. En 1990, con el objetivo de completar la edición histórico-crítica, distintos institutos en Holanda, Alemania y Rusia conformaron la ” Internationale Marx-Engels-Stiftung” (IMES). Desde 1998, luego de una meticulosa fase de reorganización en la que fueron preparados nuevos principios editoriales y después del traspaso de casa editora -de la Dietz Verlag al la Akademie Verlag-, se retomó la publicación de la Marx-Engels Gesamtausgabe, la denominada MEGA2.

Esta iniciativa reviste de una gran importancia si se considera que una parte considerable de los manuscritos, de la imponente correspondencia, y de la inmensa mole de resúmenes y anotaciones que Marx solía hacer de los textos que leía, permanece inédita. El proyecto integral, del cual participan estudiosos que trabajan en Alemania, Rusia, Japón, Estados Unidos, Holanda, Francia y Dinamarca, se divide en cuatro secciones: la primera comprende todas las obras, los artículos y los bosquejos excluido El capital; la segunda, El capital y todos sus trabajos preparatorios a partir de 1857; la tercera, el epistolario; la cuarta, los resúmenes, las anotaciones y las notas al margen. Hasta hoy, de los 114 volúmenes han sido publicados 52 (12 luego de su continuación en 1998), cada uno de los cuales consta de dos tomos: el texto más el aparato, que contiene los índices y muchos datos adicionales. [1]

La correspondencia de Marx y Engels
El volumen que aquí se presenta – Marx y Engels Gesamtausgabe (MEGA2), Dritte Abteilung, Band 11: Briefwechsel Juni 1860 bis Dezember 1861, Akademie Verlag, Berlin 2005 – es el último editado. Éste incluye una parte de la correspondencia que Marx y Engels intercambiaron en el transcurso de sus vidas y el que mantuvieron con los numerosos corresponsales con los que estuvieron en contacto. El número total de las cartas de este epistolario es enorme. Han sido encontradas, de hecho, más de 4.000 escritas por Marx y Engels, de las cuales 2.500 son aquellas que se intercambiaron directamente y 10.000 son las escritas por ellos a terceros. Además, otras 6.000, aunque no fueron transmitidas, han dejado un cierto testimonio de su existencia. Luego de las nuevas líneas editoriales adoptadas en la MEGA2, todas las cartas siguen rigurosamente el criterio de la sucesión cronológica y los volúmenes ya no están divididos, como en el pasado, en dos partes distintas, una con las cartas escritas por Marx y Engels, y otra con las recibidas por ellos.

El texto que se examina presenta la correspondencia intercambiada entre junio y diciembre del año 1861, período que comprende, esencialmente, las tortuosas vicisitudes relativas a la publicación de Herr Vogt y al violento encuentro que hubo entre éste y Marx. De las 386 cartas conservadas, 133 son las escritas por Marx y Engels, y 253 son las que ellos recibieron -entre éstas, 204 son publicadas por primera vez-. De las primeras 133, 95 son las intercambiadas entre ambos, 73 fueron escritas por Marx a Engels y 22 por Engels a Marx (de la reconstrucción de la correspondencia, sin embargo, ha surgido que al menos 17 cartas de Engels a Marx no fueron transmitidas). Finalmente, son once las cartas escritas por Ferdinand Lassalle a Marx.

El señor Vogt
Representante de la izquierda en la Asamblea nacional de Frankfurt entre 1848-1849, Karl Vogt era, al mismo tiempo, profesor de ciencias naturales en Ginebra, donde vivía exiliado. En la primavera de 1859, publicó un panfleto Studien zur gegenwärtige Lage Europas, en el que sostuvo el punto de vista bonapartista en política externa. En junio del mismo año, apareció en Londres un volante anónimo que denunciaba las intrigas de Vogt a favor de Napoleón III, en particular, sus intentos de corromper a algunos periodistas para que dieran versiones filo-bonapartistas de los sucesos políticos en curso. La acusación -que como luego se demostró fue obra de Karl Blind, periodista y escritor alemán emigrado en Londres- fue retomada por el periódico semanal Das Volk, en el que también colaboraban Marx y Engels, y por el Allgemeine Zeitung.

Esto indujo a Vogt a promover una acción legal contra el periódico alemán, que no pudo impugnar la denuncia a causa del anonimato en el que Blind quiso permanecer. Aunque la demanda fuera rechazada, Vogt fue el vencedor moral de todo el asunto, y al publicar el informe de los acontecimientos ( Mein Prozess gegen die Allgemeine Zeitung), acusó a Marx de ser el inspirador de un complot en su contra y el jefe de una banda que vivía amenazando a quienes habían participado en los movimientos revolucionarios de 1848, chantajeándolos con revelar sus nombres si no estaban dispuestos a pagar el precio del silencio [2].

Además de tener eco en Francia e Inglaterra, el escrito de Vogt tuvo un gran suceso en Alemania y causó una gran conmoción en la prensa liberal: “naturalmente el júbilo de la prensa burguesa no tiene límites [3]”. En particular, el National-Zeitung publicó un resumen de dos extensos artículos fundamentales en enero de 1860. Como consecuencia, Marx demandó al periódico por difamación, pero el “Supremo Tribunal Real Prusiano” rechazó la instancia decretando que los artículos no sobrepasaban los límites de la crítica permitida, y que de ellos no resultaba la intención de ofender. El sarcástico comentario que Marx hizo sobre la sentencia fue: “como aquel turco que le cortó la cabeza a un griego, sin malas intenciones” [4].

El texto de Vogt mezclaba, con hábil maestría, sucesos verdaderos y otros completamente inventados, para poder despertar dudas sobre la historia real de la emigración entre quienes no estaban al tanto de todos los hechos. Para salvaguardar su propia reputación, Marx se sintió obligado a organizar su defensa y, por eso, a fines de febrero de 1860, comenzó a juntar el material para un libro contra Vogt. Realizó esto utilizando dos caminos. Ante todo, escribió decenas de cartas a los militantes con los que había tenido relaciones políticas durante y después de 1848, con el fin de obtener todos los documentos posibles referidos a Vogt [5]. Además, para ilustrar de la mejor manera posible la política de los principales Estados europeos y revelar el rol reaccionario de Bonaparte, desarrolló extensos estudios sobre la historia política y diplomática de los siglos XVII, XVIII y XIX [6]. Sin duda, esta última parte es la más interesante del escrito, además -junto con la que contiene la reconstrucción de la historia de la “Liga de los Comunistas”- es la única que conserva valor para el lector contemporáneo.

De todos modos, como le sucedía siempre a Marx, sus estudios aumentaron mucho las dimensiones del libro que le “crecía bajo las manos” [7], y los tiempos para completarlo se prolongaron cada vez más. De hecho, no obstante Engels lo exhortara: “sé, pues, al menos una vez un poco superficial para poder salir justo a tiempo” [8], y escribiera a Jenny Marx: “nosotros siempre hacemos las cosas más estupendas, pero las hacemos siempre de modo que no salen justo a tiempo, y así todas caen al vacío (…) les pido que hagan lo posible para que se haga algo, pero de inmediato, para encontrar al editor y para que el opúsculo finalmente esté listo” [9], Marx se decidió a terminarlo recién en noviembre. Él hubiera querido titular el libro “Dá-Dá-Vogt” [10], para evocar la semejanza de opiniones entre Vogt y el periodista bonapartista árabe contemporáneo a él, Dá-Dá- Roschaid. Éste, traduciendo los panfletos bonapartistas en árabe por orden de las autoridades de Argel, había definido al emperador Napoleón III como “el sol de beneficencia, la gloria del firmamento” [11], y a Marx nada le parecía más apropiado para Vogt que el epíteto de “Dá-Dá alemán” [12]. Sin embargo, Engels lo convenció de optar por el más comprensible Herr Vogt (El señor Vogt).

Ulteriores problemas se manifestaron respecto al lugar de la publicación del libro. Engels, a propósito, recomendó vivamente hacer salir el libro en Alemania: “es necesario evitar a toda costa imprimir tu opúsculo en Londres (…) Ya hemos experimentado cientos de veces con la literatura de la emigración, siempre sin ningún resultado, siempre dinero y trabajo tirados por nada y para colmo la rabia” [13]. Pero dado que ningún editor alemán estaba disponible, Marx publicó el libro en Londres con el editor Petsch, lo que fue posible gracias a una colecta de dinero para pagar los gastos. Engels comentó que hubiese sido “preferible imprimir en Alemania y era absolutamente necesario lograrlo (:) un editor alemán (…) bien tiene otra fuerza para desarticular la conspiration du silence” [14].

La refutación de las acusaciones de Vogt mantuvo ocupado a Marx durante un año entero, obligándolo a suspender totalmente sus estudios económicos que, según el contrato convenido con el editor Duncker de Berlín, debían haber proseguido a Para una crítica de la economía política, publicada en 1859. Aparentemente, el entusiasmo que lo había invadido durante este suceso contagió también a quienes le eran más cercanos. La mujer Jenny hallaba en El señor Vogt una fuente de “placer y deleite sin fin”; Engels afirmó que la obra era “ciertamente el mejor trabajo polémico que (él hubiese) escrito hasta ahora”[15]; Lassalle saludó el texto como “algo magistral en todos los sentidos” [16]; Wilhelm Wolf, finalmente, dijo: “es una obra maestra de principio a fin” [17].

En realidad, para poder ser hoy comprendido en todas sus referencias y alusiones, El señor Vogt requeriría un amplio comentario. Además, todos los principales biógrafos de Marx han sido unánimes en considerar esta obra como una notable pérdida de tiempo y energías. Al recordar cómo distintos conocidos de Marx habían intentado disuadirlo de emprender esta empresa, Franz Mehring afirmaba que “estamos tentados a desear que él hubiese escuchado esas voces porque ésta obstaculizó (…) la gran obra de su vida (…) a causa del costoso gasto de fuerza y tiempo que derrochó sin una ganancia real” [18]. Con semejante parecer, en 1929, Karl Vorländer escribía: “hoy, después de dos generaciones, razonablemente se puede dudar si valía la pena desperdiciar en esta miserable cuestión, que duró casi un año, tanto trabajo espiritual y tantos gastos financieros para escribir un opúsculo, en el que arremetía contra el odiado adversario, de 191 páginas redactado con brillante argucia, con lemas y citas de toda la literatura mundial (Fischart, Calderón, Shakespeare, Dante, Pope, Cicerón, Boiardo, Sterne, y la literatura en medio-alto alemán)” [19].

También Nikolaevsky y Maenchen-Helfen blasfemaban el hecho de que: “Marx había empleado más de un año en defenderse contra un intento de acabar con su vida política con las denuncias (y que) solo hacia la mitad de 1861 pudo retomar su obra de economía” [20]. También según David McLellan, la polémica contra Karl Vogt “fue un claro ejemplo de la singular capacidad (de Marx) para utilizar una gran cantidad de energías en argumentos absolutamente insignificantes, y de su talento para la inventiva” [21]. Francis Wheen, finalmente, se ha cuestionado de este modo: “para responder a las calumnias publicadas sobre la prensa suiza por un oscuro político llamado Karl Vogt, ¿era realmente necesario escribir un libro de doscientas páginas?” Y a continuación, señalaba que: “los cuadernos de economía permanecieron cerrados sobre su escritorio mientras su autor se distraía con una disputa tan espectacular como superflua (…) una violenta réplica que, ya sea por su extensión como por su tono furibundo, superaba ampliamente el panfleto originario al que quería responder” [22].

Aquello que más sorprende de este escrito es el uso excesivo de referencias literarias en las argumentaciones de Marx. Junto con los autores ya mencionados por Vorländer, sobre el escenario de esta obra aparecen, entre otros, Virgilio, distintos personajes de la Biblia traducida por Lutero, Schiller, Byron, Hugo y, naturalmente, los amadísimos Cervantes, Voltaire, Goethe, Heine y Balzac [23]. Sin embargo, estas citas -y por tanto el precioso tiempo ocupado para construirlas- no respondían solamente al deseo de Marx por mostrar la superioridad de su cultura sobre la de Vogt o al de hacer el panfleto más agradable a los lectores a través de satíricos ribetes; ellas reflejaban dos características esenciales de la personalidad de Marx.

La primera es la enorme importancia que él le asignó, durante todo el transcurso de su existencia, al estilo y a la estructura de sus obras, aún de las menores o de las polémicas como El señor Vogt. Siempre le suscitaban una gran indignación la mediocridad, la forma vulgar, la construcción incierta y con errores de gramática, la falta de lógica en las formulaciones y la presencia de muchos errores en gran parte de los escritos con los que, en sus muchas batallas, el discrepó [24]. Por eso, junto al conflicto de naturaleza teórica, también arremetía contra la vulgaridad intrínseca, la falta de calidad en las obras de sus contendientes, y quería mostrarles no sólo la precisión de lo que él escribía, sino también cuál era el mejor modo de hacerlo.

La segunda impronta típicamente marxiana, que se entreve a través del imponente trabajo preparatorio de El señor Vogt, es la agresividad y la irrefrenable virulencia con la que se lanzaba contra sus adversarios directos, ya fueran filósofos, economistas o militantes y se llamaran Bauer, Stirner, Proudhon, Vogt, Lassalle o Bakunin. Marx quería aniquilarlos, demostrar de todas las formas posibles la falta de fundamento de sus concepciones, obligarlos a rendirse impidiéndoles producir objeciones a sus aserciones. Así, conducido por este ímpetu, estaba tentado a sepultar a sus contrincantes bajo montañas de argumentaciones críticas, y cuando esta furia se apoderaba de él, al punto de hacerle perder de vista también su proyecto de crítica de la economía política, hete aquí que no se contentaba más ‘sólo’ con Hegel, Ricardo o con los acontecimientos históricos, sino que utilizaba a Esquilo, Dante, Shakespeare y Lessing.

El señor Vogt fue como un encuentro fatal entre estos dos componentes de su carácter. Un cortocircuito causado por uno de los ejemplos más eclécticos de la picardía literaria tan odiada por Marx y por la voluntad de destruir al enemigo que, con la mentira, había amenazado la credibilidad e intentado manchar su historia política.

Con este libro, Marx esperaba suscitar revuelo e intentó cuanto pudo para hacer hablar a la prensa alemana. Sin embargo, ni los periódicos ni el mismo Vogt le concedieron ninguna atención: “los perros (…) quieren matar el asunto con el silencio” [25]. También “la publicación de una reelaboración francesa, muy abreviada, que estaba por imprimirse” [26], fue impedida ya que el texto fue alcanzado por la censura e introducido en la lista de los volúmenes prohibidos. Durante la vida de Marx y Engels no apareció ninguna otra edición de El señor Vogt y tampoco fueron reimpresos más que breves pasajes escogidos. El libro traducido al italiano fue publicado recién cincuenta años después, en 1910, por el editor Luigi Mongini.

Contra la miseria y la enfermedad
Contribuyeron a prolongar los retrasos del trabajo de Marx y a complicar terriblemente su situación personal sus dos enemigas de siempre: la miseria y la enfermedad. De hecho, en este período, la condición económica de Marx fue verdaderamente desesperante. Rodeado por las demandas de los muchos acreedores y con el espectro constante de las imposiciones del broker, el oficial judicial en puertas, él se lamentaba con Engels afirmando: “no sé cómo podré arreglármelas, porque los impuestos, las escuelas, la casa, las droguerías, el carnicero, dios y el diablo no quieren darme más tregua” [27]. A fines de 1861, la situación se volvió todavía más grave y para resistir, junto a la constante ayuda del amigo – hacia el cual sentía una gratitud inmensa “por las extraordinarias pruebas de amistad”[28] -, Marx estuvo obligado a empeñar “todo salvo las paredes de la casa” [29].

Siempre al amigo, escribió: “de qué júbilo no me habría colmado el ánimo el fiasco del sistema financiero decembrista pronosticado por mí tan ampliamente y reiteradamente en elTribune, si fuera libre de estas piojerías y no viese a mi familia aplastada por estas miserables angustias!” [30]. Además, a fines de diciembre, al dirigir los augurios para las vísperas del año nuevo, se expreso así: “si éste tuviera que ser igual al pasado, por lo que me concierne, más bien preferiría el infierno”[31].

Los desconsolantes problemas de naturaleza financiera iban acompañados de los de salud, que contribuían a generar. El estado de profunda depresión en el que cayó por muchas semanas la esposa de Marx, Jenny, la volvió más receptiva para la viruela, que contrajo a fines de 1860 y puso seriamente en riesgo su vida. Durante toda la enfermedad y la convalecencia de su compañera, Marx estuvo cuidándola constantemente y retomó su actividad recién cuando Jenny estuvo fuera de peligro. En el tiempo trascurrido, tal como le escribió a Engels, trabajar había estado totalmente fuera de cuestión: “la única ocupación con la que puedo conservar la tranquilidad de ánimo necesaria es la matemática” [32], una de las mayores pasiones intelectuales de su vida. Pocos días después, agregaba, además, que una circunstancia que lo había “ayudado mucho (había) sido un terrible dolor de muelas”.

De hecho, habiendo ido al dentista para hacerse sacar un diente, éste le dejó por error una esquirla que le produjo en la cara “hinchazón y dolor y le cerró media garganta” ¿Y la ayuda, pues? Era justamente eso. De hecho, Marx afirmaba estoicamente: “este malestar físico estimula mucho las facultades del pensar y por eso la capacidad de abstracción, puesto que, como dice Hegel, el pensamiento puro o la nada son lo mismo” [33]. No obstante los problemas, en el curso de estas semanas tuvo la oportunidad de leer muchos libros, entre ellos El origen de las especies de Charles Darwin, publicado el año anterior. El comentario que Marx comunicó por carta a Engels estaba destinado a provocar discusiones entre filas de estudiosos y militantes socialistas: “por cuanto está desarrollado someramente en inglés, aquí está el libro que contiene los fundamentos históricos-naturales de nuestro modo de ver” [34]. A continuación de este período, a principios de 1861, las condiciones de Marx se agravaron a causa de una inflamación en el hígado que ya había padecido el verano anterior: “estoy atormentado como Job, aunque no tan temeroso de Dios” [35].

En particular, el estar encorvado le producía un enorme sufrimiento y le fue imposible escribir. De modo que, para superar la “inmunda situación que (le) imposibilita(ba) trabajar” [36], se refugió una vez más en las lecturas: “a la tarde, para aliviarme (leo) las guerras civiles romanas de Apio en el texto original griego. Es un libro de gran valor, Espartaco figura como el hombre más inteligente de toda la historia antigua, como un gran general (no un Garibaldi), de carácter noble, real representative del antiguo proletariado” [37].

Y mientras tanto la economía espera…
Recuperado de la enfermedad, a fines de febrero de 1861, Marx se trasladó a Zalt-Bomme, en Holanda, en busca de una solución para sus dificultades financieras. Allí encontró la ayuda del tío Lion Philips, hombre de negocios y hermano del padre del futuro fundador de la fábrica de lámparas de la cual desciende una de las más importantes empresas de aparatos electrónicos del mundo, que aceptó anticiparle 160 esterlinas de la futura herencia materna. De aquí Marx se dirigió clandestinamente a Alemania, donde, en Berlín, fue huésped de Lassalle por cuatro semanas. Éste último le había solicitado reiteradas veces promover juntos la fundación de un órgano de “partido” y ahora, con la amnistía promulgada en enero de 1861, también se presentaban las condiciones para que Marx reobtuviera la ciudadanía prusiana que le había sido quitada luego de la expulsión de 1849, y se trasladase a Berlín.

Sin embargo, el escepticismo de Marx en relación a Lassalle impidió que el proyecto fuera considerado seriamente [38]. Al regreso de su viaje, se lo describió a Engels de la siguiente manera: “Lassalle, deslumbrado por la consideración de la que goza en ciertos círculos doctos por su Heráclito y en otro círculo de inmoderados con el buen vino y la cocina, naturalmente no sabe que en el gran público está desacreditado. Además están su prepotencia, su enredo en el ‘concepto especulativo’ (el jovenzuelo hasta sueña con escribir una nueva filosofía hegeliana a la segunda potencia), el estar infectado de viejo liberalismo francés, su pluma difusa, su importunismo, la falta de tacto, etc. Lassalle, mantenido bajo una rígida disciplina, podría prestar servicios como uno de los redactores. De otro modo sólo comprometería las cosas” [39].

El juicio de Engels no era distinto, ya que lapidariamente escribía: “no se puede corregir a este hombre” [40]. De todos modos, la solicitud de ciudadanía de Marx fue rechazada rápidamente y, dado que él nunca se naturalizó en Inglaterra, permaneció apátrida por el resto de su vida.
De esta estadía alemana, la correspondencia de Marx ofrece divertidos informes que facilitan la comprensión de su carácter. Sus hospedantes, Lassalle y su compañera, la condesa Sophie von Hatzfeldt, se dedicaron generosamente a organizar para él una serie de actividades que únicamente sus cartas muestran cuán profundamente las detestara. En una breve reseña de los primeros días trascurridos en la ciudad, lo vemos en apuros con la frivolidad. El martes a la tarde se encontraba entre los espectadores de una “comedia berlinesa de autocomplacencia prusiana: en definitiva un asunto desagradable”. El miércoles fue obligado a asistir a tres horas de ballet en la Opera -“algo de verdad mortalmente aburrido”- y para colmo “horribile dictu” [41], “en un palco muy cerca al del ‘lindo Guillermo’” [42], el rey en persona.

El jueves Lassalle dio un almuerzo en su honor del que participaron algunas ‘celebridades’. Lejos de alegrarse por la circunstancia, como ejemplo de la consideración que tenía por sus comensales, Marx describió a su vecina de mesa, la redactora literaria Ludmilla Assig, de esta manera: “es la criatura más fea que jamás haya visto en vida, con una horrible fisonomía hebraica, una nariz delgada muy saliente, siempre sonriente y riendo burlonamente, hablando una prosa poética, esforzándose continuamente por decir algo extraordinario, fingiendo entusiasmo y salpicando saliva sobre sus oyentes durante los espasmos de sus éxtasis” [43].

A Carl Siebel, poeta renano y lejano pariente de Engels, escribió: “acá me aburro mortalmente. Soy tratado como una especie de león de salón y estoy obligado a ver a muchos señores y señoras ‘de ingenio’. Es terrible” [44] . A continuación, mientras escribía a Engels: “Berlín tampoco es más que un pueblucho”, a Lassalle no podía negarle que la cosmopolita Londres ejercía en el “una extraordinaria atracción”, si bien admitía vivir “como un ermitaño en este agujero gigantesco” [45]. Y así, después de pasar por Elberfeld, Bermen, Colonia, su Tréveris y luego también por Holanda, regresó el 29 de abril.

Esperándolo estaba su “Economía”. Como es sabido, en junio de 1859 Marx había publicado el primer fascículo de Para la crítica de la economía política y tenía programado continuarlo con una segunda entrega lo más rápido posible. No obstante los optimistas anuncios que solía hacer a propósito – en noviembre de 1860 escribió a Lassalle: “pienso que durante pascua podrá salir la segunda parte” [46] -, por los sucesos hasta aquí mencionados trascurrieron en vano más de dos años hasta que pudo volver a sus estudios. Por otra parte, estaba profundamente frustrado por las circunstancias y en julio se lamentó con Engels: “no avanzo tan rápido como querría, porque tengo muchos problemas domésticos” [47]; todavía en diciembre: “mi escrito avanza, pero lentamente. De hecho, no era posible resolver rápidamente esas cuestiones teóricas en medio de tales circunstancias. Por tanto, será mucho más popular y el método estará mucho más disimulado que en la primera parte” [48]. De todos modos, en agosto de 1861 volvió a trabajar incesantemente en su obra, y ya para junio de 1863 había redactado los 23 cuadernos -de 1472 páginas en cuartillas- que comprenden las Teorías sobre la plusvalía.

La primera de las tres fases de esta nueva redacción de la “Economía”, relativa a los primeros cinco cuadernos de este grupo, se extendió desde agosto de 1861 hasta marzo de 1862. Ellos tratan la transformación del dinero en capital -tema abordado en el primer libro de El Capital- y constituyen la primera redacción existente sobre tal argumento. A diferencia de las Teorías sobre la plusvalía, entregadas a las imprentas por Kautsky entre 1905 y 1910, si bien en una edición tergiversada y a menudo poco conforme con los originales, estos cuadernos fueron ignorados por más de cien años. Recién en 1973 fueron publicados por primera vez en una traducción rusa, como volumen adjunto (número 47) de la Sochineniya, y la versión en el idioma original salió sólo en 1976, en la “segunda” MEGA [49].

Periodismo y política internacional
También durante la última fase de 1861, Marx retomó su colaboración con el New York Tribune y escribió para el periódico liberal de Viena Die Presse. La mayor parte de sus cartas de este período estuvieron dedicadas a la guerra civil en los Estados Unidos. En ella, según Marx, “la lucha se disputa(ba) entre la forma más alta de autogobierno popular jamás realizada hasta ahora y la más abyecta forma de esclavitud humana que la historia conozca”[50]. Esta valoración vuelve evidente, más que cualquier otra posible, el abismo que lo separaba de Garibaldi, que había rechazado la oferta del gobierno del norte de asumir un puesto de mando en el ejército, porque consideraba que esa guerra sólo era un conflicto de poder y no concernía a la emancipación de los esclavos. Con respecto a tal posición y en relación a un intento de pacificación entre las partes del italiano, Marx comentó con Engels: “ese burro de Garibaldi se volvió ridículo con la carta sobre la concordia a los yankees” [51].

Además, en sus artículos, Marx analizó las recaídas económicas del conflicto americano causadas por Inglaterra, de la que examinó el desarrollo del comercio, la situación financiera y las opiniones que atravesaban a la sociedad. En relación a este punto, una interesante referencia también se encuentra en una carta a Lassalle: “naturalmente toda la prensa oficial inglesa está a favor de los slave-holders (esclavistas). Son absolutamente los mismos personajes que han cansado al mundo con su filantropismo contra el comercio de esclavos, pero: ¡algodón, algodón!” [52]

Finalmente, siempre en las cartas a éste último, Marx desarrolló distintas reflexiones relativas a uno de los temas políticos en el que puso el mayor empeño por aquellos años: la violenta oposición a Rusia y a sus aliados Henry Palmerston y Luis Bonaparte. En particular, Marx se dedicó a aclarar a Lassalle la legitimidad de la convergencia, en esta batalla, entre su ‘partido’ y el de David Urquhart, un político tory de opiniones románticas. Sobre éste, que en los primeros años cincuenta había tenido la audacia de re-publicar, con un objetivo anti-ruso y anti-whig, los artículos de Marx contra Palmerston aparecidos en el órgano oficial de los cartistas ingleses, escribió: “ciertamente es un reaccionario desde el punto de vista subjetivo (…) eso de ningún modo le impide al movimiento que él dirige en política exterior ser objetivamente revolucionario (…) el asunto me es indiferente como sería para ti, por ejemplo, si en una guerra contra Rusia, tu vecino disparara a los rusos por motivos nacionales o revolucionarios” [53]. Y además: “por el resto va de suyo que en política exterior frases como ‘reaccionario’ o revolucionario’ no sirven para nada” [54].

En fin, también se remonta a 1861 la primera fotografía conocida de Marx [55]. La imagen lo representa mientras posa de pie con las manos apoyadas sobre una silla delante suyo. Los espesos cabellos aparecen ya blancos, mientras que la barba tupida es color negro corvino. La mirada decidida permite que se trasluzca no la amargura por las derrotas sufridas y por las muchas dificultades que lo oprimían, sino más bien la firmeza de ánimo que lo distinguió durante toda su vida. No obstante, la inquietud y la melancolía también lo recorrían a él, que en el mismo período en el que fue tomada esa foto escribía: “para mitigar el profundo mal humor causado por mi situación en todo sentido incierta, leo a Tucídides. Al menos estos antiguos permanecen siempre nuevos” [56] ¿Cómo no afirmar también hoy, aún limitándonos a leer únicamente sus cartas, lo mismo del gran clásico de la Modernidad que es Karl Marx?

Traducción realizada por Mora Scillamá. Revisión de Francisco T. Sobrino

References
1. Información detallada en www.bbaw.de/vs/mega.
2. En 1870, en las cartas de los archivos franceses publicadas por el gobierno republicano luego del segundo Imperio, se encontraron los documentos que comprobaban que Vogt había sido pagado por Napoleón III. De hecho, en agosto de 1859, éste le había dado 40.000 francos de sus fondos secretos.
3. Karl Marx a Friedrich Engels, 31 de enero de 1860, en Marx- Engels Opere, vol. XLI, Editori Riuniti, Roma 1973, pág. 17.
4. Kart Marx, Herr Vogt, en Marx Engels Opere, vol. XVII, Editori Riuniti, Roma 1986, pág. 271.
5. A cerca de la importancia de estas cartas como medio de comunicación política entre los militantes de la revolución de 1848- 1849, y para examinar el conflicto entre Marx y Vogt desde una perspectiva general – no sólo desde el punto de vista de Marx, como también hace este escrito- remitirse a Christian Jansen, Politischer Streit mit harten Bandagen. Zur brieflichen Kommunikation unter den emigrierten Achtundvierzigern – unter besonderer Berücksichtigung der Controverse zwischen Marx und Vogt, en Jürgen Herres-Manfred Neuhaus (bajo el cuidado de), Politische Netzwerke durch Briefkommunikation, Akademie Verlag, Berlín 2002, pp. 49-100, que analiza las motivaciones políticas que habrían inducido a Vogt a responder a Bonaparte. El ensayo también contiene un apéndice de cartas escritas por Vogt y otras dirigidas a él. También son interesantes, porque carecen de la previsible y a menudo doctrinal interpretación marxista, los textos de Jacques Grandjonc- Hans Pelger, Gegen die “Agentur Fazy/Vogt. Karl Marx’ “Herr Vogt”(1860) y Georg Lommels, “Die Wahrheit über Genf” (1865). Quellen- und textgeschichtliche Anmerkungen, ambos en «Marx-Engels-Forschungs-berichte», 1990 (Nr. 6), pp. 37-86, y también de Lommels, Les implicationes del’affaire Marx-Vogt, en Jean Claude Pont- Daniele Bui- Francoise Dubosson- Jan Lacki (bajo el cuidado de), Carl Vogt (1817-1895). Science, philosophie et politique, Georg, Chêne-Bourg 1998, págs. 67-92.
6. Fruto de estas investigaciones fueron los seis cuadernos con extractos de libros, revistas y periódicos de las más diversas orientaciones. Este material -denominado Vogtiana -, que muestra el modo en que Marx utilizaba los resultados de sus estudios para las obras que escribía, está todavía inédito y se publicará en el volumen IV/16 de la MEGA2.
7. Karl Marx a Friedrich Engels, 6 de diciembre de 1860, en MEGA2 III/11, Akademie Verlag, Berlín 2005, p. 250; tr. it. Marx-Engels Opere, vol. XLI, op. cit., pág. 135.
8. Friedrich Engels a Karl Marx, a más tardar el 29 de junio de 1860, op. cit., pág. 72; tr. it., op. cit., pág. 83.
9. Friedrich Engels a Jenny Marx, 15 de agosto de 1860, op. cit., pág. 113; tr. it., op. cit., pág. 604.
10. Karl Marx a Friedrich Engels, 25 de septiembre de 1860, op. cit., pág. 180; tr. it., op. cit., pág. 108.
11. Cfr. Karl Marx, Herr Vogt, op. cit., pág. 180.
12. Ibídem.
13. Friedrich Engels a Karl Marx, 15 de septiembre de 1860, in MEGA² III/11, op. cit., pág. 158; tr. it. Marx-Engels Opere, vol.XLI, op. cit., pág. 103.
14. Friedrich Engels a Karl Marx, 5 de octubre de 1860, op. cit., pág. 196; tr. it., op. cit., pág. 114.
15. Friedrich Engels a Karl Marx, 19 de diciembre de 1860, op. cit., pág. 268; tr. it., op. cit., pág. 143.
16. Ferdinand Lassalle a Karl Marx, 19 de enero de 1861, op. cit., pág. 321.
17. Wilhelm Wolff a Karl Marx, 27 de diciembre de 1860, op. cit., pág. 283.
18. Franz Mehring, Vita di Marx, Editori Riuniti, Roma 1972, pág. 295.
19. Karl Vorlaender, Karl Marx, Sansoni, Florencia 1948, págs. 209-210.
20. Boris Nikolaevsky- Otto Maenchen- Helfen, Karl Marx. La vita e l’opera, Einaudi, Turín 1969, p. 284.
21. David McLellan, Karl Marx, Rizzoli, Milán 1976, p. 317.
22. Francis Wheen, Marx. Vita pubblica e privata, Mondadori, Milán 2000, pp. 145, 204 e 207.
23. A propósito, se remite a las consideraciones del fundamental S. S. Prawe, La biblioteca di Marx, Garzanti, Milán, 1978, que afirma: «en Herr Vogt parece que Marx fuera incapaz de considerar cualquier fenómeno político o social sin asociarlo a alguna referencia a la literatura mundial», p. 263. También señala que este texto puede ser estudiado «como antología de los distintos métodos que Marx utilizaba para incorporar alusiones y citas literarias en sus polémicas», p. 260. Por otra parte, la considerable importancia de las influencias literarias de Marx en sus obras y el muy erudito caudal cultural de su teoría crítica, cada vez llaman más la atención. A propósito: Thomas M. Kemple,Reading Marx Writing. Melodramma, the Market and the ‘Grundrisse’, Stanford University Press, Stanford 1995 y el reciente Francis Wheen, Marx’s Das Kapital. A biography, Atlantic Books, Londres 2006.
24. Sobre este punto consultar también las brillantes consideraciones de S. S. Prawer, op. cit., pág. 264.
25. Karl Marx a Friedrich Engels, 22 de enero de 1861, en MEGA2 III/11, op. cit., pág. 325; tr. it. MARX ENGELS Opere, vol. XLI, op. cit., pág. 162.
26. Karl Marx a Friedrich Engels, 16 de mayo de 1861, op. cit., pág. 476; tr. it., op. cit., pág. 188.
27. Karl Marx a Friedrich Engels, 29 de enero de 1861, op. cit., pág. 333; tr. it., op. cit., pág. 164.
28. Karl Marx a Friedrich Engels, 27 de febrero de 1861, op. cit., pág. 380; tr. it., op. cit., pág. 177.
29. Karl Marx a Friedrich Engels, 30 de octubre de 1861, op. cit., pág. 583; tr. it., op. cit., pág. 217.
30. Karl Marx a Friedrich Engels, 18 de noviembre de 1861, op. cit., pág. 599; tr. it., op. cit, pág. 222.
31. Karl Marx a Friedrich Engels, 27 de diciembre de 1861, op. cit., pág. 636; tr. it., op. cit., pág. 237.
32. Karl Marx a Friedrich Engels, 23 de noviembre de 1860, op. cit., pág. 229; tr. it., op. cit., pág. 124.
33. Karl Marx a Friedrich Engels, 28 de noviembre de 1860, op. cit., pág. 236; tr. it., op. cit., pág. 128.
34. Karl Marx a Friedrich Engels, 19 de diciembre de 1860, op. cit., pág. 271; tr. it., op. cit., pág. 145.
35. Karl Marx a Friedrich Engels, 18 de enero de 1861, op. cit., pág. 319; tr. it., op. cit., pág. 160.
36. Karl Marx a Friedrich Engels, 22 de enero de 1861, op. cit., pág. 325; tr. it., op. cit., pág. 162.
37. Karl Marx a Friedrich Engels, 27 de febrero de 1861, op. cit., pág. 380; tr. it., op. cit., pág. 176.
38. Para más información sobre este período de Marx trascurrido en Berlín, consultar el reciente artículo de Rolf Dlubek, Auf der Suche nach neuen politischen Wirkungsmöglichkeiten. Marx 1861 in Berlin, en «Marx-Engels Jahrbuch», 2004, Akademie Verlag, Berlín 2005, págs. 142-175.
39. Karl Marx a Friedrich Engels, 7 de mayo de 1861, en MEGA2 III/11, op. cit., pág. 460; tr. it. Marx- Engels Opere, vol. XLI, op. cit., págs. 180-181.
40. Friedrich Engels a Karl Marx, 6 de febrero de 1861, op. cit., pág. 347; tr. it., op. cit., pág. 171
41. Karl Marx a Antoinette Philips, 24 de marzo de 1861, op. cit., pág. 404; tr. it., op. cit., pág. 642.
42. Karl Marx a Friedrich Engels, 10 de mayo de 1861, op. cit., pág. 470; tr. it., op. cit., pág. 186.
43. Karl Marx a Antoinette Philips, 24 de marzo de 1861, op. cit., pág. 404; tr. it., op. cit., pág. 642.
44. Karl Marx a Carl Siebel, 2 de abril de 1861, op. cit., pág. 419; tr. it., op. cit., pág. 646.
45. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 8 de mayo de 1861, op. cit., pág. 464; tr. it., op. cit., pág. 656.
46. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 15 de septiembre de 1860, op. cit., pág. 161; tr. it., op. cit., pág. 615.
47. Karl Marx a Friedrich Engels, 20 de Julio de 1861, op. cit., pág. 542; tr. it., op. cit., pág. 212.
48. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 9 de diciembre de 1861, op. cit., pág. 616; tr. it., op. cit., pág. 230.
49. MEGA2 II/3.1, Dietz Verlag, Berlín 1976. La traducción italiana apareció rápidamente bajo el cuidado de Lorenzo Calabi: Karl Marx, Manoscritti del 1861-1863, Editori Riuniti, Roma 1980, pero no logró que se la incluyera en los volúmenes de las Opere.
50. Karl Marx, Der Bürgerkrieg in den Vereinigten Staaten, 7-XI-1861, en MEW 15, Dietz Verlag, Berlín 1961, pág. 339.
51. Karl Marx a Friedrich Engels, 10 de junio de 1861, en MEGA² III/11, op. cit., pág. 493; tr. it. Marx- Engels Opere, vol. XLI, op. cit., pág. 190.
52. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 29 de mayo de 1861, op. cit., pág. 480; tr. it., op. cit., pág. 658.
53. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 1 o 2 de junio de 1860, op. cit., pág. 19; tr. it., op. cit., pág. 596.
54. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 1 o 2 de junio de 1860, op. cit., pág. 20; tr. it., op. cit., pág. 597.
55. La fotografía puede ser del mes de abril, véase MEGA2 III/11, op. cit., pág. 465.
56. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 29 de mayo de 1861, op. cit., pág. 481; tr. it. MARX ENGELS Opere, vol. XLI, op. cit., pág. 659.

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Korunknak címzett bírálat

Mély teoretikus dimenziókban mozog a Marx kutató szerző tanulmánya: egyfelől az alapító atya hagyatékának szisztematizálását állítja szembe a dialektika nyitottságával, másfelől a mozgalmi szükségletek tudománnyal szembeni eluralkodását látja érvényre jutni az oroszországi recepció során. Amikor is a társadalmi lét sajátlagos objektivitását a természettudományos megismerés szükségszerűségei vették át, á la Kautsky – szemben Antonio Gramsci korabeli törekvéseivel.

Bevezetés
A világra kevesen gyakoroltak olyan megrendítő hatást, mint Karl Marx. Bár halálát nagy csend övezte, életművének jelentősége meglepően rövid idő elteltével a történelemben szinte példátlan elismertséget nyert. Rá hivatkoztak Detroit és Chicago munkásai éppúgy, mint az első indiai szocialisták Kalkuttában. A forradalom után Moszkvában összehívott bolsevik kongresszus alaphangját az ő szellemisége adta meg. Eszméi inspirálták a munkásság politikai és szakszervezeti mozgalmainak programját és szabályzatait Európától Sanghajig.

Gondolatai végérvényesen megváltoztatták a filozófia, a történelem és a közgazdaságtan irányát. Ám annak ellenére, hogy elméletét szerte a világon elismerik, mi több, munkája a XX. század folyamán az emberiség jelentős része számára domináns ideológiává és állami doktrínává is vált, és írásai széles körben hozzáférhetők, még mindig nem áll rendelkezésünkre műveinek korszerű, csonkítatlan és tudományos alaposságú kiadása. Az emberiség legjelentősebb gondolkodói közül Marx az egyetlen, akinek a művei erre a sorsra ítéltettek.

E sajátos helyzet legfőbb oka főképpen Marx oeuvre-jének alapvetően befejezetlen jellege. Az 1848 és 1862 között írt újságcikkektől eltekintve, melyek jórészt a New York Tribune című lapban – a korszak egyik legjelentősebb napilapjában – láttak napvilágot, az életében publikált munkáinak száma viszonylag alacsony volt, szemben a csak részben befejezett művekkel, illetve az óriási mennyiségű kutatási és jegyzetanyaggal. Jellemző, hogy amikor 1881-ben (tehát Marx életének vége felé) Karl Kautsky felvetette Marxnak, hogy szükség volna művei teljes kiadására, Marx így válaszolt: „Először is meg kéne írni őket.” 1

Marx jóval több kéziratot hagyott hátra, mint amennyit megjelentetett. Ellentétben a közkeletű elképzeléssel, oeuvre-je töredékes, időnként egymásnak ellentmondó elemekből áll, s életművének ez az aspektusa ékes bizonyítéka egyik sajátos vonásának: a befejezetlenségnek. A szélsőségesen rigorózus módszer és a könyörtelen önkritika szinte lehetetlenné tette, hogy elkezdett műveinek többségét befejezze; a mélységes nyomor, az állandó betegségek, melyek egész életében kínozták; csillapíthatatlan szomja az új ismeretek befogadására semmit sem csökkent az évek múlásával, újabb meg újabb kérdések tanulmányozásához vezetett; és végül az utolsó éveiben megerősödött felismerése, hogy a történelem komplexitását szinte lehetetlen az elméleti megközelítés keretei közé zárni, egész intellektuális művének, mi több, magának az életének is elválaszthatatlan társává és átkává tette a befejezetlenséget. Egy kis részt leszámítva életművének kolosszális terve nem vált kézzelfogható valósággá. Szüntelen intellektuális erőfeszítései a megformálás sikertelenségébe fulladtak.

Ám mindezek ellenére sem állíthatjuk, hogy életműve kevésbé volna zseniális, vagy hogy elképesztő szellemi hordereje kevésbé lenne termékenyítő hatású. 2 Annak ellenére, hogy Marx hagyatéka töredékes jellegű, s hogy a szerző ösztönösen idegenkedett egy szisztematikus társadalmi doktrína kidolgozásától, a befejezetlen művet később szétzilálták, és helyébe új rendszer, a „marxizmus” lépett.

Marx és a marxizmus: töredékesség versus rendszerezés
Marx halála után 1883-ban Friedrich Engels volt az első, aki annak az elképesztően nehéz feladatnak szentelte magát (hiszen az anyag rendezetlen volt, a megfogalmazás sokszor homályos, a kézírás olvashatatlan), hogy barátja hagyatékát rendszerezze és kiadja. Engels elsődlegesen az eredeti anyagok rekonstrukciójára és válogatására, illetve a publikálatlan és töredékes szövegek kiadására törekedett, és ezzel egyidejűleg a korábban már megjelent szövegeknek az újbóli kiadására és fordítására vállalkozott.

Még ha akadtak is kivételek – mint például aTézisek Feuerbachról című mű, mely 1888-ban a Ludwig Feuerbach és a klasszikus német filozófia vége című kötet függelékeként jelent meg, továbbá A g othai program kritikája, amelyet 1891-ben adtak ki -, Engels szinte kizárólag A tőke befejezésére koncentrálta kiadói erőfeszítéseit, mivel e nagy műből csak az első kötet látott napvilágot Marx életében. Engels e vállalkozásának, mely több mint egy évtizedig tartott, az volt a kimondott célja, hogy „összefüggő és a lehetőségekhez képest teljes művet” 3 hozzon létre. Így szerkesztői tevékenysége során Engels a távolról sem végleges és egymástól gyökeresen különböző szövegek válogatását végezte el, és attól a céltól vezérelve, hogy az egész anyagot egységesítse, nem pusztán rekonstruálta A tőke második és harmadik kötetének genezisét és fejlődését (melyek igen távol voltak a végleges formától), hanem a kiválogatott részleteket egységesítve befejezett, kész kötetekként adta át a kiadónak.

Ám Engels saját írásaival már korábban is közvetlenül hozzájárult a hagyaték elméleti rendszerezéséhez. Az 1879-ben megjelent Anti-Dühring, amely szerinte „a Marx által és általam képviselt dialektikus módszernek és kommunista világnézetnek többé-kevésbé összefüggő kifejtésébe csapott át”, 4 döntő hivatkozási pontja lett a „marxizmusnak” mint rendszernek a megteremtése során, valamint a világban akkorra már széles körben elterjedt eklektikus szocializmusról való leválasztásakor. A szocializmus fejlődése az utópiától a tudományig még nagyobb jelentőséggel bírt: az először 1880-ban publikált mű az Anti-Dühring három fejezetének átdolgozása volt, kimondottan népszerűsítő célokat szolgált, és A Kommunista Kiáltványhoz hasonló népszerűségre is tett szert a későbbiekben.

Még ha egyértelmű különbség volt is az ilyesfajta népszerűsítő munkák – melyeket az enciklopédikus szintézisnek a végtelenségig leegyszerűsítő rövidítéseivel szembeni nyílt polémia eszközeként használtak – és a német szociáldemokrácia következő generációja által elfogadott populáris művek között, Engelsnek a természettudományokra való hivatkozása utat nyitott a szociáldarwinizmus evolucionista elméletének, melyet a munkásmozgalom nem sokkal később magáévá is tett. Marx elmélete kétségtelenül kritikus és nyitott rendszer, mely néha enged bizonyos determinisztikus csábításoknak, ám a XIX. századi Európa kulturális klímájába került bele: ezt a kultúrát korábban soha nem tapasztalt mértékben hatotta át a szisztematikus elméletek iránti igény; az ilyen típusú elméletek között a darwinizmus volt a legnépszerűbb. Hogy megfelelő választ adjon erre a kihívásra, az újszülött marxizmus, mely a Kautsky szerkesztette Die Neue Zeit című folyóirat hasábjain koravén ortodoxiává érett, gyorsan alkalmazkodott ehhez a modellhez.

Meghatározó tényezőnek bizonyult, hogy ebben – a Marx műveit rendszerré alakító – folyamatban milyen módszereket alkalmaztak az elmélet terjesztésére. Előszeretettel jelentettek meg szintézisre törekvő könyvecskéket és tendenciózus, tömör kivonatokat, amint azt jól mutatják Marx művei korabeli kiadásainak adatai is. Mi több, néhány munkája egyre inkább a politika eszközévé vált; a szerkesztők mindig alakítottak rajtuk egy kicsit, úgyhogy valahányszor új kiadásban jelentek meg Marx művei, egyre jobban különböztek az első kiadástól.

Ez a gyakorlat, melyre Marx hagyatékának töredékessége adott lehetőséget, a továbbiakban egyre gyakrabban társult Marx néhány művének cenzúrázásával. Az a kézikönyv, amely Marx elméletét világszerte hatékonyan vitte közel az olvasókhoz, s amely egyben nagyon erőteljes propagandaeszköz is volt, elkerülhetetlenül vezetett oda, hogy Marx eredeti koncepciója lényegileg átalakult. Ezt a kompletté gyúrt és megcsonkított, a pozitivizmussal kacérkodó marxi művekből származtatott anyagot abból a célból terjesztették, hogy a proletár párt gyakorlati szükségleteit szolgálja; ez az átszabás azonban elméletileg olyannyira elszegényítette és vulgarizálta az eredeti anyagot, 5 hogy a végén már szinte nem is hasonlított eredeti önmagára, és Kritikből Weltansschauunggá (világszemléletté) alakult át.

Ezen folyamatok eredményeképpen egyfajta szisztematikus doktrína öltött testet, amolyan kezdetleges evolucionista világmagyarázat, megspékelve egy kis gazdasági determinizmussal: ez volt a II. Internacionálé (1888-1914) marxizmusa. A történelem automatikus előrehaladásába vetett szilárd, bár naiv meggyőződés vezette, és az az elvitathatatlan hit, hogy a kapitalizmust a szocializmus váltja fel; ebből logikusan következett, hogy ez az elmélet nem tudta értelmezni az aktuális fejleményeket, és miután elszakította a forradalmi gyakorlathoz fűződő szükségszerű kapcsokat, egyfajta fatalista kvietizmusban csúcsosodott ki, amely hozzájárult a fennálló rendszer stabilitásához. 6 Ilyenformán ez a doktrína Marx elméletétől fényévnyi távolságra került; ő ugyanis már első munkájában kijelentette, hogy „ a történelem semmit sem tesz […]; nem a »történelem« az, amely az embert eszközül használja fel a maga céljainak keresztülvitelére – mintha a történelem valamilyen különálló személy volna -, hanem a történelem nem egyéb, mint a maga céljait követő ember tevékenysége”. 7

A század vége felé a válságelméletet [Zusammenbruchstheorie] vagy a burzsoá-kapitalista társadalom küszöbönálló bukásáról szóló elméletet, melynek leglátványosabb kifejeződése az 1873 után kibontakozó, húsz éven át tartó nagy gazdasági válság volt, a tudományos szocializmus alapvető lényegének nyilvánították. Marx állításait, melyek a kapitalizmus dinamikus alapelveit, illetve még általánosabban a princípiumokon belül tapasztalható fejlődési tendenciákat 8 szándékoztak felvázolni, olyan örökkévaló történelmi törvényekké formálták át, melyekből le lehetett vezetni a történelmi események alakulását, mi több, egyes konkrét részleteket is.

Az ellentmondásos, végnapjait élő kapitalizmus eszméje, melynek sorsa az automatikus összeomlás, kitapinthatóan jelen volt egy politikai párt első, tisztán „marxista” platformjának, az erfurti programnak az elméleti alapjaiban és Kautsky kommentárjában, melyben bejelentette, hogy a „kérlelhetetlen gazdasági fejlődés a természeti törvények szükségszerűségével vezet el a kapitalista termelési mód összeomlásához. A jelenlegi helyett egy új társadalmi forma megteremtése többé már nem pusztán kívánatos, hanem mára elkerülhetetlenné vált.” 9 Ez a legtisztább és legszignifikánsabb kifejeződése volt a korszakban érvényesülő koncepció lényegi korlátainak, de annak is, hogy milyen messzire került ez a koncepció attól az embertől, akinek a gondolatait kiindulópontnak használták.

Még Eduard Bernstein is, aki a szocializmust nem mint szükségszerűséget, hanem mint lehetőséget fogta fel, vagyis aki szakított a kortárs marxi interpretációkkal, Marxot hasonlóan erőltetetten értelmezte, s ez a felfogás ténylegesen nem különbözött a korszakban tapasztalható többi interpretációtól. A széles körben ismertté vált Bernstein-vita révén hozzájárul egy olyasfajta Marx-kép kialakulásához, mely ugyancsak hamis és mesterséges volt. Az orosz marxizmus, mely a huszadik század folyamán meghatározó szerepet játszott Marx nézeteinek népszerűsítésében, a korábbinál is nagyobb hévvel követte a szisztematizálás és vulgarizálás eme pályáját.

S valóban, az orosz marxizmus legformátumosabb úttörője, Georgij Plehanov számára „a marxizmus teljes világkép”, 10 melyet egyszerűsítő monizmus jellemez, s melynek alapján a társadalom struktúrák feletti átalakulásai a gazdasági változásokkal egyidejűleg mennek végbe. V. I. Lenin 1909-es Materializmus és empiriokriticizmus című művében a materializmust úgy definiálja, mint ami „a természet objektív törvényszerűségének és e törvényszerűség az ember fejében való körülbelül hű visszatükrözésének felismerése”. 11 Az emberiség akaratának és tudatának „kétségtelenül és szükségképpen” 12 alkalmazkodnia kell a természet szükségszerűségeihez.

Az ekkoriban zajló durva ideológiai konfliktusok ellenére a II. Internacionáléra jellemző elméleti vonások többsége tovább élt a III. Internacionálé kulturális mátrixát meghatározó elemekben. Ez a kontinuitás egyértelmű kifejezést nyert Nyikolaj Buharin 1921-ben kiadott, A történelmi materializmus elmélete című művében, mely szerint „a természetben és a társadalomban meghatározott rendszeresség, állandó természeti törvény érvényesül. E természeti törvény meghatározása a tudomány elsődleges feladata.” 13 Ez a társadalmi determinizmus, mely egészében a termelőerők fejlődésére koncentrált, azt a doktrínát eredményezte, mely szerint „az okok sokszerűsége, melyek a társadalomban éreztetik hatásukat, a legkevésbé sem mondanak ellent annak, hogy a társadalmi fejlődésnek egyetlen törvénye létezik”. 14

Ezzel a nézettel fordult szembe Antonio Gramsci, aki szerint a „kérdésfelvetés[e] (törvények, állandó, szabályos, egyforma irányvonalak keresése) azzal a – kissé gyermekes és naiv módon értelmezett – következménnyel kapcsolatos, hogy végérvényesen megoldják a történelmi események előreláthatóságának gyakorlati problémáját”. 15 Gramsci egyértelműen elutasítja, hogy Marx praxisfilozófiáját puszta szociológiára csupaszítják le, hogy „egy világnézetet mechanikus formagyűjteményre redukálnak, amely azt a látszatot kelti, mintha az egész történelem a zsebében volna”, 16 s ez az egyértelmű elutasítás annál is fontosabb volt, mert túllépett Buharin szövegén, és elmarasztalta ezt az általános tendenciát, mely később -példátlan módon – uralkodóvá vált a Szovjetunióban.

A Marx gondolatait eltorzító folyamatra a koronát a marxizmus-leninizmus „megteremtése” tette fel. Megfosztva azon funkciójától, hogy a cselekvés vezérfonala legyen, az elmélet ilyenformán a posteriori igazolássá degradálódott. Amikor napvilágot látott a „dialmat” (Dialekticseszkij materializm), mint „a marxista-leninista párt világnézete”, 17 akkor már nem volt visszaút. Sztálinnak az 1938-ban kiadott, A dialektikus és a történelmi materializmusról című, számtalan kiadást megért brosúrája kijelölte ennek a doktrínának az alapvető elemeit: a közösségi lét jelenségei, a „társadalmi fejlődés szükségszerű törvényei” „tökéletesen felismerhetők”, és „a társadalom története szükségszerű társadalmi fejlődésként nyilvánul meg, és a társadalom történetének tanulmányozása tudománnyá lesz”. Ez „azt jelenti, hogy a társadalomtörténet tudománya a társadalmi élet minden bonyolult jelensége ellenére éppen olyan egzakt tudomány lehet, mint például a biológia”, 18 és hogy, a fentiek következtében, a proletariátus pártjának az a feladata, hogy tevékenységét ezen alapok ismeretében végezze.

Szembeszökő, ahogy a „tudományos” és a „tudomány” koncepciójának félremagyarázása eljutott egészen eddig a pontig. Marx végtelenül alapos és koherens elméleti kritériumokon nyugvó módszerének tudományossága helyébe a természettudományok módszerei léptek, melyek az ellentmondásnak mint olyannak nem adtak teret. Végül megfogalmazódott a történelmi törvények objektivitásának babonája, mely szerint ezek a törvények az emberi akarattól függetlenül működnek, akárcsak a természeti törvények.

A fentebb vázolt ideológiai katekizmus ugyanakkor tág teret biztosított a legmerevebb és legszigorúbb dogmatizmusnak. A marxista-leninista ortodoxia szigorú és merev monizmusra alapozott, s ennek elképesztően visszás hatása volt Marx műveire. Kétségtelen tény, hogy a szovjet forradalom révén a marxizmus mind társadalmilag, mind földrajzilag azokhoz a széles közegekhez is eljutott, ahonnan korábban ki volt rekesztve. Ám hangsúlyoznunk kell, hogy a marxizmus címén terjesztett szövegek többsége brosúra, párt-kézikönyv, különböző témájú „marxista” antológia volt, s kevésbé magának Marxnak az írásai.

Ráadásul egyre több szövegét cenzúrázták, illetve egyes írásait szétszedték és átalakították: divatba jött például az a módszer, hogy céltudatosan válogatott, a szövegösszefüggésekből kiemelt idézetgyűjteményeket szerkesztettek Marx szövegeiből. Ehhez az eljáráshoz azért folyamodtak, mert műveiben előre meghatározott következtetésekhez kerestek igazolást, és a kiválasztott szövegeket olyanformán kezelték, mint ahogy Prokrusztész bánt el az áldozataival: ha túl hosszúak voltak, akkor megcsonkították őket; ha meg túl rövidek, akkor hozzátoldottak egy keveset.

Persze, tudjuk, milyen nehéz megvalósítani egy gondolatkör népszerűsítését úgy, hogy közben elkerüljük a sematizálást, hogy úgy vigyük végbe egy bonyolult elmélet széles körű megismertetését, hogy közben elméletileg ne üresedjen ki, és azt is tudjuk, hogy Marx művei esetében ez a feladat még a szokásosnál is nehezebb. Ám ami vele és gondolataival történt, annál elképzelni sem lehet rosszabbat. A legkülönbözőbb szempontoknak megfelelően eltorzítva s az esetleges politikai céloknak alárendelve elméletét lezüllesztették és megmásították. A kritikai szemléletű eredeti művet a Bibliához hasonlóvá tették, és úgy is használták. Az így keletkezett szövegmagyarázatokból a legképtelenebb paradoxon született meg.

Elméletének ezek az átalakítói figyelmen kívül hagyták szavait, melyben óva intett attól, hogy elméletét úgy olvassák, mint „recepteket […] a jövendő lacikonyhája számára”. 19 A figyelmeztetést olyannyira nem fogadták meg, hogy Marxnak, mint afféle „törvénytelen apának”, a nyakába varrták az újonnan formálódott társadalmi rendszert. Ő, aki munkájával mindig rigorózusan kritikus volt, következtetéseivel viszont mindig elégedetlen, utóéletében a legmakacsabb doktrinerség forrásává torzult. Eszméit, melyek a történelem materialista koncepciójába vetett szilárd hiten alapulnak, minden más filozófus gondolatrendszerénél jobban kiszakították történelmi összefüggéseiből.

Azt a meggyőződését, hogy a „munkásosztály felszabadítását magának a munkásosztálynak kell kivívnia”, 20 teljesen kiforgatták, éppen ellenkezőjére változtatták, s olyan ideológiát varrtak Marx nyakába, amely a politikai élcsapatok és a párt vezető szerepét abban látták kifejeződni, hogy ők az osztálytudat elsődleges fenntartói és a forradalom vezetői. Marxot, aki annak az eszmének volt az elkötelezett képviselője, hogy az emberi teljesítmény kibontakozásának alapvető feltétele a munkaidő csökkentése, most a sztahanovista termelés mániákus krédójához igazították. Őt, aki meggyőződéssel hirdette az állam felszámolásának szükségességét, most az állam védőbástyájaként szerepeltették.

Azt a gondolkodót, aki olyan mély érdeklődést tanúsított az emberi személyiség szabad kibontakozása iránt, és aki tiltakozott a burzsoá jogrend ellen, mondván, az a puszta jogegyenlőség mögé rejti a társadalmi egyenlőtlenséget, és aki azt mondta, hogy „A jognak nem egyenlőnek, hanem ellenkezőleg, egyenlőtlennek kellene lennie”, 21 olyan koncepcióba erőltették bele, amely a társadalmi élet kollektív dimenzióinak végtelen gazdagságát a homogenizálás homályába taszította. Marx kritikai munkásságának eredeti befejezetlensége áldozatul esett az epigonok rendszerezési kényszerének, s ezek az epigonok kérlelhetetlenül addig lúgozták gondolatait, amíg azok teljesen feloldódtak és önnön ellentétükké váltak.

Marx és Engels művei kiadásának odüsszeiája
„Vajon Marx és Engels írásait […] a maguk teljességében elolvasta-e valaha akárki is, a közeli barátok és tanítványok szűk körén, valamint magukon a szerzőkön kívül?” – tette fel a kérdést Antonio Labriola 1897-ben Marxnak és Engelsnek azokkal a műveivel kapcsolatban, melyek akkoriban ismertek voltak. Következtetései egyértelműek voltak: „Szemmel látható, hogy mind ez idáig csak a beavatottak privilégiuma, hogy a tudományos szocializmus alapítóinak összes írását elolvassák”; „a történelmi materializmust egy sor mellébeszélés, félremagyarázás, groteszk torzítás, furcsa félreértelmezések és megalapozatlan kitalációk révén” 22 terjesztik. Valóban, mint később a historiográfiai kutatások igazolták, az a korabeli általános vélekedés, hogy Marxot és Engelst sokan olvassák, a legendák köré tartozó tévhit volt. 23 Éppen ellenkező volt a helyzet: sok szövegüket csak nagyon nehezen lehetett elérni, illetve nagyon ritkán adták ki őket még az eredeti nyelven is. Az olasz tudós javaslata, hogy szervezzék meg „Marx és Engels minden munkájának teljes és kritikai kiadását”, megkerülhetetlen szükségszerűség volt.

Labriola úgy gondolta, nem kell az antológiák összeállítása, mint ahogy nincs szükség a testamentum juxta canonem receptum felvázolására sem. Ehelyett „a kritikai szocializmus két alapítójának minden politikai és tudományos tevékenységét, minden irodalmi termékét, legyenek bár alkalmiak, az olvasók rendelkezésére kell bocsátani […], mert ezek közvetlenül szólnak azokhoz, akiknek igényük van a befogadásukra”. 24 Labriola terve több mint egy évszázaddal annak megfogalmazása után sem valósult még meg.

A filológiai értékelésen túl Labriola még egyéb, meglepő éleslátásról tanúskodó elméleti jellegű javaslatokat is tett – s éleslátása különösen meglepő, ha összevetjük véleményét a kortársaiéval. Szerinte Marx és Engels minden befejezetlenül maradt műve „töredéke annak a tudománynak és politikának, amely az állandó keletkezés állapotában van”. Annak érdekében, hogy ne keressünk a munkákban „olyasmit, ami nincs bennük, és nem is kellene hogy bennük legyen”, vagy éppen „a mindenkori történelem magyarázatának vulgáris változatát és szabálykönyvét”, csak akkor lehet e műveket teljes egészükben megérteni, ha keletkezésük pillanatába és helyére helyezzük őket vissza. Másrészt, mondta Labriola, azok, akik „a gondolatot és tudást nem folyamatában értelmezik”, „a doktrinerek és a legkülönfélébb öntelt emberek, akik nem tudnak bálványok nélkül létezni, az örökkévalóságig érvényes klasszikus rendszerek kiagyalói, a kézikönyvek és enciklopédiák összeállítói hiába keresik a marxizmusban azt, amit soha nem is szándékozott nyújtani senkinek sem”: 25 vagyis a történelmi problémák összefoglaló, pontos, egyértelmű megoldását.

Az opera omnia megvalósításának természetes végrehajtója csak és kizárólag a Sozialdemokratische Partei Deutschlands lehetett volna, a Nachlaß őrzője, hiszen e párt tagjai rendelkeztek a legjelentősebb elméleti és nyelvi kompetenciával. Ugyanakkor azonban a szociáldemokrácián belül mutatkozó konfliktusok nemcsak hogy megakadályozták a nagy tömegű, kiadatlan Marx-írások publikálását, hanem a kéziratok szétszóródásához vezettek, s ezzel a rendszeres kiadás lehetőségét is megakadályozták. 26 Hihetetlen, de igaz, hogy a német párt egyáltalán nem törődött ezzel, s irodalmi hagyatékukat a lehető legnagyobb gondatlansággal kezelték. 27 Egyetlen teoretikusuk nem akadt, aki leltárba vette volna a két alapító elméleti hagyatékát. De nem foglalkoztak a levelezés összegyűjtésével sem, mely annyira szétszórt, mint amennyire kiterjedt volt, pedig nyilvánvaló, hogy nagyon hasznos forrásai lehetnek sok kérdés tisztázásának, mi több, sok esetben maguknak a műveknek a folytatásai.

A teljes életmű első kiadására, a Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA) megjelentetésére csak az 1920-as években került sor a moszkvai Marx-Engels Intézet igazgatójának, David Boriszovics Rjazanovnak a kezdeményezésére. Ám ez a vállalkozás is megfeneklett a nemzetközi munkásmozgalom zűrzavaros eseményein; e mozgalom gyakrabban állított akadályokat a kiadás útjába, mint ahányszor támogatta. A Szovjetunióban zajló koncepciós perek, melyek sajnos érintették a kiadáson dolgozó tudósokat is, illetve Németországban a nácik hatalomra kerülése miatt a kiadás munkálatai korán megszakadtak. 28 Ilyen ellentmondásos produktumot eredményezett az a merev ideológia, mely ihletét egy részben még tulajdonképpen feltáratlan életműből merítette. A marxizmus megerősítése és kikristályosodása, mint egyfajta dogmatikus corpus, hamarabb végbement, mint azoknak a szövegeknek a megismerése, melyeket Marx eszméi kialakulásának és fejlődésének megértéséhez meg kellett volna ismerni. 29 A MEGA-ban a korai művek közül csak 1927-ben látott napvilágot például A hegeli jogfilozófia kritikájához, 1932-ben az 1844-ben íródott Gazdasági-filozófiai kéziratok és A német ideológia.

Ahogyan az korábban már A tőke második és harmadik kötetével megtörtént, ezeket az írásokat is úgy publikálták, mintha önálló művek volnának; s mint később kiderült, ez volt a forrása számos további interpretációs félreértésnek. Még később látott napvilágot néhány, A tőkét előkészítő fontos mű: 1933-ban jelent meg a vázlatos fejezet: A közvetlen termelési folyamat eredményei, illetve 1939 és 1941 között A politikai gazdaságtan bírálatának alapvonalai, ismertebb nevén a Grundrisse, de ezek is kimondottan alacsony példányszámban. Ráadásul ezek a korábban nem publikált írások, a többi, ezeket követő művekhez hasonlóan, amikor végre megjelenhettek – vagyis amikor nem tartottak attól, hogy a szövegek aláássák az uralkodó ideológiai kánont -, olyan interpretációs körítést kaptak, mely a közvetlen politikai szükségletet igyekezett kielégíteni. A predeterminált interpretációkhoz őket igazoló kiegészítéseket fűztek, és ezzel hosszú időre megakadályozták Marx műveinek komoly újraértékelését.

Marx és Engels összes műveinek első orosz kiadására 1928 és 1947 között került sor a Szovjetunióban: ez a Szocsinenija (összes művek). A cím ellenére a gyűjtemény csak az életmű részleteit tartalmazta, de ezzel együtt is a (33 kötetben) napvilágot látott 28 mű akkoriban a két szerző mennyiségi értelemben legteljesebb kiadása volt. A második Szocsinenija, melyet 1955 és 1966 között adtak ki, 39 művet ölelt fel (42 kötetben). 1956-tól 1968-ig a Német Demokratikus Köztársaságban a Szocialista Egységpárt Központi Bizottságának kezdeményezésére Marx Engels Werke (MEW) címen 41 mű jelent meg 43 kötetben. Egy ilyen kiadás azonban, mely távolról sem volt teljes, 30 s melynek köteteit alaposan megterhelték a bevezető fejezetek és a jegyzetapparátus, a szovjet modell mintájára a marxizmus-leninizmus ideológiai szellemében kézen fogva kalauzolták az olvasót.

Egy újabb, második MEGA kiadásának terve az 1960-as években merült fel, s célja a két gondolkodó minden munkájának szöveghű és kiterjedt kritikai apparátussal ellátott publikációja volt. Sajnos azonban az 1975-ben megkezdett kiadás szintén félben maradt az 1989-es történelmi változásokat követően. 1990-ben a kiadás folytatása érdekében az amszterdami Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis és a trieri Karl Marx Haus együttesen létrehozták az Internationale Marx-Engels-Stiftung (IMES) nevű intézményt. Az újjáalakulás nehézkes korszakát követően, amikor is megállapodás született az új kiadói elvekről, és a Dietz Verlag helyébe az Akademie Verlag lépett, 1998-ban újraindult az ún. MEGA2 sorozata.

A pesszimista előrejelzésekkel ellentétben, melyek érdektelenséggel számoltak, Marx újra elnyerte a nemzetközi tudóstársadalom érdeklődését. Gondolatainak értékét sokan újra felismerték; az európai, az egyesült államokbeli és a japán könyvtárak polcain található írásairól újra lefújják a port. Ennek az újrafelfedezésnek az egyik legszámottevőbb példája éppen a MEGA2 kiadása. A teljes projekt, melyben a legkülönfélébb szaktudományos érdeklődésű, a világ számos országából érkezett tudósok vesznek részt, négy szekcióban zajlik: az első az összes művel, cikkel és vázlattal foglalkozik – A tőké t kivéve; a második A tőke és az 1857-tel kezdődött előtanulmányok kiadását készíti elő; a harmadik feladata a levelezés rendszerezése; míg a negyedik a szemelvényekkel, kommentárokkal és széljegyzetekkel foglalkozik.

A tervezett 114 kötetből már 53 napvilágot látott (13 az 1998-as újraindulás óta), melyek mindegyike két kötetből áll: a szövegből, illetve a hozzá tartozó kritikai apparátusból, mely tartalmazza a tárgymutatókat és jegyzeteket. 31 Akkor érthetjük meg, hogy ennek a vállalkozásnak milyen óriási a jelentősége, ha arra gondolunk, hogy Marx kéziratainak jó része, terjedelmes levelezése és azoknak a kivonatoknak és jegyzeteknek az elképesztő mennyisége, melyeket szokása szerint olvasás közben készített, korábban még soha nem voltak elérhetők az olvasók számára. 32

Joggal merül fel a kérdés: milyen új Marx-kép alakul ki az új történeti-kritikai kiadás nyomán. Kétségtelen, hogy ez a most megmutatkozó, valóságos Marx különbözik a legtöbb követője és ellenfele fejében kialakult Marx-képtől. Írásai megismertetésének bonyolult feladata és művei egységes kiadásának hiánya, melyhez társultak még az eddigi kiadások alapvető hiányosságai, az epigonok hitvány munkája, a tendenciózus olvasatok és az ennél is nagyobb számú hibás interpretációk: mindezek együttesen eredményezik az óriási paradoxont: Karl Marx félreértett szerző, aki mélységes és szinte általánosnak tekinthető hozzá nem értés áldozata lett. 33 A kőbe faragott istenként a korábbi, antiliberális kelet-európai rendszerek számos terén ott díszelgő, Marxot ábrázoló szobrok dogmatikus bizonyossággal a jövőbe mutató figuraként ábrázolták, ezzel szemben ma olyan szerzőnek látjuk, aki írásainak nagy részét nem fejezte be, mert egészen haláláig további tanulmányokat folytatott annak érdekében, hogy téziseinek minél alaposabb tudományos hátteret biztosítson.

Műveinek újrafelfedezése végtelenül gazdag, problematikus és polimorf gondolatrendszert és gondolati horizontot vetít elénk; tágas térségeinek feltárásához számtalan ösvényt kell még a Marx Forschungnak (Marx kutatásának) bejárnia.

Marx, az a „döglött oroszlán”
Elméleti viták vagy politikai események mindig is jelentősen befolyásolták a Marx művei iránt tanúsított érdeklődést, és már a kezdetektől kétségtelenül voltak olyan periódusok, amikor az irántuk mutatkozó érdeklődés megcsappant. A „marxizmus válságától” a II. Internacionálé feloszlatásáig, az értéktöbblet-elmélet korlátairól folytatott vitáktól a szovjet kommunizmus tragédiájáig Marx elméletének bírálata jól érzékelhetően mindig túlmegy a mű konceptuális horizontján. Ugyanakkor mindig tapasztalható volt egy másik tendencia is, melynek jelszava a „visszatérés Marxhoz”.

Mostanában, úgy tűnik, újra felfutóban van e jelenség; ismét jelentkezik az igény, hogy műveire hivatkozzanak, s a politikai gazdaságtan bírálatától az elidegenedés megfogalmazásáig vagy a briliáns stílusban megírt, szellemes politikai vitairatokig művei ellenállhatatlan varázserőt gyakorolnak követőire és ellenfeleire egyaránt. Mindazonáltal, a század végén, amikor már teljes egyetértés uralkodott abban a kérdésben, hogy Marx eltűnt a történelem süllyesztőjében, hirtelen újra a történelem színpadán termett.

Miután megszabadult az instrumentum regni gyűlöletes szerepétől, melynek a múltban ki volt szolgáltatva, s megszabadult a marxizmus-leninizmus láncaitól, melyhez bátran kijelenthetjük, nincs semmi köze, Marx elméleti munkája újabb területeket hódított meg, és újra olvassák szerte a világon. Értékes elméleti hagyatékának teljes, pontos megismerése, önhitt bitorlóktól való visszavétele és elmélete alkalmazási korlátainak felszámolása ismét lehetővé vált. Ám ezzel együtt is igaz: ha Marx már nem is azonosítható a huszadik századi szürke „létező szocializmus” kőbe vésett szfinxével, ugyancsak hiba volna azt hinni, hogy elméleti és politikai hagyatéka olyannyira csak a múlthoz kapcsolódik, hogy már nincs semmi mondanivalója a jelen konfliktusairól, és nagy hibát követnénk el, ha gondolatrendszerét mumifikálódott, a múltban ragadt klasszikus elméletnek tekintenénk, melynek ma semmi jelentősége nincs, illetve ha mégis, akkor kizárólag a tudomány specialistái profitálhatnak belőle.

A Marx iránt mutatkozó érdeklődés megújulása jócskán túlnyúlik a tudósok szűk körén, akárcsak azok a roppant jelentős filológiai kutatások, melyek a marxi életmű sokrétű jellegére mutatnak rá – tekintettel magyarázóinak nagy számára. Marx újrafelfedezésének alapot ad a nagy gondolkodó azon szívós és kitartó erőfeszítése, hogy megmagyarázza a jelent: ennek megértésében és a jelen megváltoztathatóságának felismerésében Marx elmélete mindig is nélkülözhetetlen eszközünk marad.

A kapitalista társadalom válságjelenségeinek és a mély ellentmondásoknak, melyek e válságot kiformálják, a számbavételekor újra vissza kell térni ahhoz a szerzőhöz, akit 1989-ben elhamarkodottan félresöpörtek. Így Jacques Derrida kijelentése, hogy „mindenkor hiba lesz nem olvasni, nem újraolvasni és vitatni Marxot”, 34 ami még néhány évvel ezelőtt is legfeljebb csak elszigetelt provokációnak tűnt, mára széles körben helyeslésre talált. Az 1990-es évek vége óta az újságok, folyóiratok, televíziós és rádióműsorok folyamatosan vitákat tartanak arról, hogyan magyarázható az a jelenség, hogy Marxot tekinthetjük korunk legjelentősebb gondolkodójának. 35 1998-ban, megjelenésének 150. évfordulóján a Kommunista Kiáltványt a világ minden táján tucatnyi nyelven adták újra közre, és a méltatások nemcsak azt az érdemét emelték ki, hogy az emberiség történetében mindmáig ez a legtöbbet forgatott politikai szöveg, hanem arra is rámutattak az elemzők, hogy ez a mű a kapitalizmus fejlődési tendenciáinak legpontosabb, legelőrelátóbb vázlata. 36

Mi több, a Marxszal foglalkozó irodalom, amely gyakorlatilag eltűnt 15 évvel korábban, sok országban van újjászületőben, és a tanulmányok sora 37 mellett egyre több nyelven látnak napvilágot olyan könyvek, melyek azzal a kérdéssel foglalkoznak: Miért is tanácsos ma Marxot olvasni? Hasonló konszenzust figyelhetünk meg azon folyóiratok esetében is, melyek helyet adnak a Marx életművéről folyó vitáknak és a különböző marxizmusértelmezéseknek, 38 de joggal említhetjük itt a marxi elmélet vizsgálatának szentelt nemzetközi konferenciákat, egyetemi kurzusokat és szemináriumokat is. Végül, ha mégoly bátortalanul és gyakran zavaros formában is, az alternatív globalizációs mozgalmak közvetítésével Latin-Amerikától Európáig politikai értelemben is megélénkül a Marx művei iránti érdeklődés.

Mi maradt mára a marxi életműből?; mennyiben hasznosíthatók gondolatai az emberiség felszabadulásért folyó harcában?; életművének mely része a legtermékenyítőbb korunk folyamatainak bírálata szempontjából?; hogy lehetséges „meghaladni Marxot Marxszal együtt”? – íme néhány azon kérdés azok közül, melyek válaszra várnak, s melyek megítélése távolról sem egyértelmű. Ha van a jelenkori Marx-reneszánsznak biztos pontja, akkor az éppen abban a diszkontinuitásban ragadható meg, mely az előző korszak monolit ortodoxiáit jellemezte, s mely ortodoxiák korábban meghatározták és alapvetően korlátozták ennek a filozófusnak a megítélését. Annak ellenére, hogy vitathatatlanul léteznek bizonyos korlátok, és kétségtelenül fennáll a szinkretizmus kockázata, mégis elmondhatjuk: beköszöntött az a korszak, amely már sokféle Marxot ismer, és valóban, a dogmatizmus korszakát követően nem is lehet ez másképp. Az elméleti és gyakorlati kérdésekkel foglalkozó kutatás, a tudósok új nemzedékének és a politikai aktivistáknak a közös feladata, hogy ezekre a kérdésekre megtaláljuk a választ.

Az emberiség számára nélkülözhetetlen Marx-imázsok közül legalább kettőt fel kell idéznünk. Az egyik a kapitalista termelési mód kritikusának képe: annak az analitikus, éles szemű és fáradhatatlan kutatónak a képe, aki ösztönösen megérezte és globális szempontból elemezte a kapitalista fejlődés tendenciáit, és aki a polgári társadalmat mindenki másnál pontosabban írta le. Ő az a gondolkodó, aki elutasította, hogy a kapitalizmusra és a magántulajdonra mint kőbe vésett, az emberi természetben gyökerező, elkerülhetetlen történeti jelenségre tekintsen, és aki ma is lényegi javaslatokkal segíti azokat, akik a neoliberális gazdasági, társadalmi és politikai szervezetekkel szemben alternatívát kívánnak állítani.

A másik Marx-kép, amelynek szintén óriási a jelentősége napjainkban, a szocializmus teoretikusáé: hiszen Marx volt az a gondolkodó, aki elutasította az államszocializmus eszméjét, melyet Lassalle és Rodbertus már akkoriban támogatott; és ő volt az a gondolkodó, aki a szocializmust a termelési viszonyok átalakulása egyik lehetséges formájának tekintette, nem pedig a társadalmi problémákra adott cukormázas nyugtatószernek. Marx nélkül politikai afáziára ítéltetünk, és egyértelműnek látszik, hogy az emberiség emancipációjának ügye nem mehet előre az ő segítsége nélkül. Marx „szelleme” arra ítéltetett, hogy még jó sokáig kísértse a világot, és újra felrázza az emberiséget az apátiából.

Fordította: Baráth Katalin

References
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21. A gothai program kritikája MEM. Budapest, Kossuth 19. kötet, 19.
22. Antonio Labriola: Discorrendo di socialismo e filosofia, Scritti filosofici e politici. Ed. Franco Sbarberi. Einaudi, Turin, 1973, 667-669.
23. Marx életrajzának írói, Borisz Nyikolajevszkij és Otto Maenchen-Helfen helyesen állítják könyvük bevezetőjében, hogy „a sok ezer szocialista közül legfeljebb ha egy olvasott Marxtól gazdasági tárgyú munkát; a sok ezer antimarxistából pedig még egy sem akad, aki Marxtól bármit olvasott volna”. Vö. Karl Marx. Eine Biographie. Dietz, Berlin, 1976, VII.
24. Labriola: i. m. 672.
25. Uo. 673-677.
26. Vö. Maximilien Rubel: Bibliographie des œuvres de Karl Marx. Rivière, Paris, 1956, 27.
27. Vö. David Ryazanov: Neueste Mitteilungen über den literarischen Nachlaß von Karl Marx und Friedrich Engels. In Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung. Hirschfeld, Leipzig, 1925. Lásd különösen: 385-386.
28. Rjazanovot elbocsátották, 1931-ben deportálták, a művek kiadása pedig 1935-ben megszakadt. Az eredetileg tervezett 42 könyvből mindössze 12 látott napvilágot (13 kötetben). Vö. Marx-Engels: Historisch-kritische Gesamtausgabe. Werke, Schriften, Briefe. A Rjazanov vezette Marx-Engels Intézet (1933-tól Moszkvai Marx-Engels-Lenin Intézet), szerk. David Ryazanov (1932-től Vladimir Adoratskij), Frankfurt am Main – Berlin – Moskau – Leningrad, Marx-Engels-Verlag, 1927-1935.
29. Vö. Rubel: i. m. 81.
30. A kiadás például nem terjedt ki az 1844-ben íródott Gazdasági-filozófiai kéziratokra vagy a Grundrissére; ezeket a műveket csak később csatoltak a sorozathoz. Ugyanakkor a más nyelveken megjelent analóg kiadások, mint például a magyar nyelvű, a MEW kötetein alapultak. Ennek a kiadásnak 2006-ban indult meg a reprint megjelentetése.
31. Részletes információk a MEGA2-ről a következő honlapon találhatók: www.bbaw.de/vs/mega
32. Vö. Marcello Musto: Karl Marx: a befejezetlenség egyetemleges bája (Marx-Engels-Gesamtausgabe). Eszmélet, 72 (2006), 96-99.
33. Az itt vázolt „marxista” félreértésektől nem állnak távol a liberálisok és konzervatívok „antimarxista” félremagyarázásai, mert azokat meg az előítéletes ellenséges érzület hatja át éppilyen mélységesen.
34. Jacques Derrida: Marx kísértetei. Pécs, Jelenkor, 1995, 23.
35. Az első, ilyen szellemben íródott elemzés, melynek bizonyos visszhangja támadt, John Cassidynek a „The return of Karl Marx” című cikke volt ( The New Yorker, 1997. október 20., 248-259.). Aztán jött a BBC, amely az évezred legjelentősebb gondolkodójává Marxot választotta. Néhány évvel később a Nouvel Observateur című hetilap egy teljes számot szentelt a következő témának: „Karl Marx – le penseur du troisième millénaire?” (Karl Marx – a harmadik évezred gondolkodója?), 2003. október 1. Nem sokkal később Németország fejezte ki elismerését az előtt a férfi előtt, aki annak idején negyven évnyi száműzetésre kényszerült: 2004-ben a ZDF, az egyik országos televíziós csatorna több mint 500 000 nézője Marxot nevezte minden idők harmadik legmeghatározóbb német személyiségének (ugyanakkor első helyezett lett a „jelenkori relevancia” kategóriában), és a legutóbbi politikai választások során (2005. augusztus 22-i számában) a híres képes újság, a Der Spiegel címlapjára tette Marx arcképét, amint győzelmi jelet mutat, s a képaláírás így szólt: „Ein Gespenst kehrt zurück” (Egy kísértet visszatér). E különös sorozatra a BBC 4-es csatornája által kezdeményezett 2005-ös közvélemény-kutatás tette fel a koronát. A kutatás során véleményüket nyilvánítók Marxot nevezték meg az angol hallgatók által legjobban tisztelt filozófusként.
36. Különösen Eric Hobsbawm: „Introduction” to Karl Marx-Friedrich Engels. In The Communist Manifesto. Verso, London, 1998.
37. Lehetetlen volna felsorolni azt a sok könyvet, amely az utóbbi évek során látott napvilágot, de itt és most felsoroljuk azokat, amelyek a legszélesebb körű és kimondottan jó kritikai fogadtatásban részesültek. Két új és népszerű életrajz irányította a figyelmet a trieri gondolkodó élettörténetére: Francis Wheen: Karl Marx. Budapest, Napvilág Kiadó, 2004; Jacques Attali: Karl Marx ou l’esprit du monde. Fayard, Paris, 2005.
Moishe Poistone könyve, a Time, Labour and Social Domination (CUP, Cambridge) 1993-ban, megjelenésekor szinte észrevétlen maradt, azóta viszont számtalan utánnyomást ért meg; akárcsak az a szöveg, melyet Terrell Carver írt: The Postmodern Marx (Manchester University Press, Manchester, 1998); és Michael A. Lebowitz: Beyond Capital. Palgrave, London, 2003 (2. kiadás), amelyek ugyancsak Marx elméletének egészen eredeti interpretációi.
Marx korai munkáinak elemzését adja egy nemrégiben kiadott könyv: David Leopold: The Young Karl Marx: German Philosophy, Modern Politics, and Human Flourishing. CUP, Cambridge, 2007.
A Grundrisse megírásának 150. évfordulójára jelenik meg majd Marx jelentős kéziratainak gyűjteménye, melyeket a legfontosabb nemzetközi Marx-kutatók tanulmánygyűjteménye kísér: Marcello Musto (szerk.): Karl Marx’s Grundrisse: Foundations of the Critique of Political Economy. Routledge, London – New York (megjelenés 2008-ban).
Fontos továbbá John Bellamy Foster írása, a Marx’s Ecology. Monthly Review Press, New York, 2000; és Paul Burkett: Marxism and Ecological Economics. Brill, Boston, 2006. Mindkettő a környezeti probléma felől közelíti meg Marxot.
Végezetül, mint a világszerte megnyilvánuló érdeklődés bizonyítékát, mindenképp meg kell említenünk a latin-amerikai elméleti szakember, Enrique Dussel ezen kérdéssel foglalkozó, jelentősebb művekből készített angol nyelvű fordítását: Towards an unknown Marx. Routledge, London, 2001; valamint a Hiroshi Uchida szerkesztésében kiadott, japán kutatók által készített elemzéseket tartalmazó Marx for the 21st century című könyvet (Routledge, London, 2006); akárcsak a kínai kutatók újabb generációjának elméleti fejlődését, akik egyre otthonosabban mozognak a nyugati nyelveken közölt irodalomban, és messze távolodtak a hagyományos dogmatikus marxizmustól.
38. A legjelentősebb elméleti folyóiratok között meg kell említenünk a következőket: a Monthly Review, aScience & Society, a Historical Materialism, aRethinking Marxism az angol nyelvű világban; a Das Argument, a Marx-Engels-Jahrbuch Németországban; az Actuel Marx Franciaországban; a Critica Marxista Olaszországban; és a Herramienta Argentínában.

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Marx in Paris

I. PARIS: Hauptstadt der neuen Welt
Paris ist ein «wunderbare[s] Ungeheuer, eine erstaunliche Verschlingung von Regungen, Maschinen und Gedanken, die Stadt der hunderttausend Romane, das Haupt der Welt»[1]. So beschrieb Balzac in einer seiner Erzählungen die Wirkung der französischen Hauptstadt auf alle, die sie nicht genau kannten.

In den Jahren vor der 1848er-Revolution war die Stadt bewohnt von Handwerkern und Arbeitern in ständigem politischem Aufruhr, Emigrantenkolonien, Revolutionären, Schriftstellern und Künstlern aus verschiedenen Ländern, und die soziale Gärung hatte eine Intensität erreicht, wie sie in wenigen anderen historischen Zeiten begegnet. Frauen und Männer mit unterschiedlichster geistiger Begabung publizierten Bücher, Zeitschriften und Journale, schrieben Gedichte, ergriffen in Versammlungen das Wort, diskutierten pausenlos in Cafés, auf der Straße, bei öffentlichen Banketten. Sie lebten an demselben Ort und beeinflussten sich wechselseitig [2].

Bakunin hatte beschlossen, ‘den Fuß über den Rhein zu setzen’, um «mit Einem Schlage mitten in den neuen Elementen [zu stehn], die in Deutschland noch gar nicht geboren sind. [Darunter in erster Linie] die Ausbreitung des politischen Denkens in alle Kreise der Gesellschaft» [3]. Von Stein meinte: «im Peuple selbst hatte ein eigenthümliches Leben begonnen, das neue Verbindungen erzeugte, auf neue Revolutionen sann» [4]. Ruge stellte fest: «Unsre Siege und unsre Niederlagen erleben wir in Paris» [5].

Paris war mit anderen Worten der Ort, an dem man sich in jenem präzisen historischen Moment aufhalten musste. Balzac bemerkte weiter: «kurz, die Pariser Straßen haben menschliche Eigenschaften und erregen durch ihr Aussehen bestimmte Vorstellungen in uns, gegen die wir nicht ankönnen»[6]. Viele dieser Vorstellungen machten auch auf Karl Marx großen Eindruck, der, fünfundzwanzigjährig, im Oktober 1843 in die Stadt gelangt war. Sie prägten seine intellektuelle Entwicklung zutiefst, die gerade während des Paris-Aufenthalts eine entscheidende Reifung durchmachte.

In die theoretische Offenheit, mit der Marx nach der journalistischen Erfahrung bei der Rheinischen Zeitung und nach seiner Abkehr vom Begriffshorizont von Hegels vernünftigem Staat und vom demokratischen Radikalismus nach Paris kam [7], traf die konkrete Begegnung mit dem Proletariat. Die Ungewissheit, die aus der schwierigen Atmosphäre der Zeit erwuchs, in der sich rasch eine neue sozialökonomische Wirklichkeit konsolidierte, schwand im Kontakt mit der Pariser Arbeiterklasse und ihren Arbeits- und Lebensbedingungen, mit denen Marx auf theoretischer Ebene wie in der Lebenserfahrung in Berührung kam.

Die Entdeckung des Proletariats und somit der Revolution; die Bejahung des Kommunismus, wenngleich noch in unbestimmter, halbutopischer Form; die Kritik an Hegels spekulativer Philosophie und an der hegelschen Linken; der erste Entwurf der materialistischen Geschichtsauffassung und die Anfänge einer Kritik der politischen Ökonomie – dies sind die Grundthemen, die Marx in jener Zeit entwickelte. In den nachstehenden Ausführungen werden die [Ökonomisch-philosophischen Manuskripte] [8], die während seines Paris-Aufenthalts entstanden, mit Blick auf die mit ihnen verknüpften philologischen Fragen untersucht, während die kritische Interpretation seiner berühmten Jugendschrift gewollt ausgespart wird.

II. DER WEG ZUR POLITISCHEN ÖKONOMIE
Schon während der Mitarbeit an der «Rheinischen Zeitung» hatte Marx sich mit einzelnen ökonomischen Fragen befasst, wenngleich stets vom juristischen und politischen Standpunkt. Daraufhin gelangte er in den 1843 in Kreuznach entwickelten Gedanken, aus denen das Manuskript [Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie] hervorging, zur ersten Formulierung der Relevanz des ökonomischen Faktors in den gesellschaftlichen Verhältnissen, denn er hatte die bürgerliche Gesellschaft in der Schrift als reale Basis des politischen Staats konzipiert [9]. Doch erst in Paris nahm er ein «gewissenhaftes kritisches Studium der Nationalökonomie» [10] in Angriff, getrieben von der Widersprüchlichkeit des Rechts und der Politik, die in deren Bereich nicht lösbar waren, das heißt von der Unfähigkeit beider, Antworten auf die gesellschaftlichen Probleme zu geben. Entscheidenden Einfluss hatten dabei die Betrachtungen, die Engels in den Umrissen zu einer Kritik der Nationalökonomie, einem der beiden im ersten und einzigen Band der «Deutsch-französischen Jahrbücher» von ihm erschienenen Artikel, angestellt hatte. Von diesem Moment an richteten sich Marx’ vorwiegend philosophische, politische und historische Untersuchungen auf diese neue Disziplin, die der Brennpunkt seiner wissenschaftlichen Untersuchungen und Bemühungen wurde. Er steckte damit einen neuen Horizont ab, von dem er sich nie wieder abwenden wird [11].

Unter dem Einfluss von Über das Geldwesen von Hess, der den Begriff der Entfremdung von der spekulativen auf die sozioökonomische Ebene übertragen hatte, konzentrierten sich die entsprechenden Analysen in einer ersten Phase auf die Kritik der Vermittlung des Geldes, die der Verwirklichung des menschlichen Wesens entgegenstand. In der Polemik gegen Bruno Bauers Zur Judenfrage betrachtet Marx jene Vermittlung als gesellschaftliches Problem, das die philosophische und historisch-soziale Voraussetzung der gesamten kapitalistischen Zivilisation darstellt. Der Jude ist Metapher und historische Avantgarde der Beziehungen, die diese hervorbringt, seine weltliche Figur wird Synonym für den Kapitalisten tout court [12].

Kurz darauf weihte Marx das neue Studienfeld mit einer großen Menge von Lektüren und kritischen Aufzeichnungen ein, die er, wie wir weiter unten genauer ausführen werden, abwechselnd in den Manuskripten und Exzerptheften niederschrieb, die er gewöhnlich zu den von ihm gelesenen Texten angelegte. Den Leitfaden seiner Arbeit bildete das Bedürfnis, die größte Mystifizierung der politischen Ökonomie – die These, wonach ihre Kategorien allezeit und allerorts gültig seien – als solche sichtbar zu machen und anzufechten. Marx war zutiefst betroffen von der Blindheit der Ökonomen, ihrem Mangel an historischem Sinn, denn in Wahrheit suchten sie dergestalt die Unmenschlichkeit der ökonomischen Bedingungen der Zeit im Namen ihrer Natürlichkeit zu verhüllen und zu rechtfertigen. Im Kommentar zu einem Text von Say merkte er an:

«Privateigenthum ist ein factum, dessen Begründung die Nationalökonomie nichts angeht, welches aber ihre Grundlage bildet. […] Die ganze Nationalökonomie beruht also auf einem factum ohne Nothwendigkeit» [13]. Ähnlich äußerte er sich in den [Ökonomisch-philosophischen Manuskripten], in denen er unterstrich: «Die Nationalökonomie geht vom Faktum des Privateigentums aus. Sie erklärt uns dasselbe nicht» [14]. «Er [der Nationalökonom] unterstellt in der Form der Tatsache, des Ereignisses, was er deduzieren soll» [15].

Die politische Ökonomie betrachtet die Ordnung des Privateigentums, die mit ihr verknüpfte Produktionsweise und die entsprechenden ökonomischen Kategorien folglich als unwandelbar und ewig gültig. Der Mensch als Mitglied der bürgerlichen Gesellschaft erscheint als natürlicher Mensch. «Wenn man von Privateigentum spricht, so glaubt man es mit einer Sache außer dem Menschen zu tun zu haben» [16], kommentiert Marx, der diese Ontologie des Tausches mit aller denkbaren Schärfe ablehnte.

Gestützt auf mancherlei gründliche historische Untersuchungen, die ihm einen ersten Interpretationsschlüssel für die zeitliche Entwicklung der Gesellschaftsstrukturen geliefert hatten, und unter Aneignung derjenigen Einsichten Proudhons, die er für die treffendsten hielt, nämlich dessen Kritik an der Vorstellung vom Eigentum als Naturrecht, gewann Marx stattdessen die zentrale Einsicht von der Vorläufigkeit der Geschichte. Die bürgerlichen Ökonomen hatten die Gesetze der kapitalistischen Produktionsweise als ewige Gesetze der menschlichen Gesellschaft präsentiert. Marx dagegen machte die spezifische Natur der Verhältnisse seiner Zeit, «[d]ie zerrißne Wirklichkeit der Industrie» [17], zu seinem ausschließlichen und spezifischen Untersuchungsgegenstand, unterstrich deren Vorläufigkeit, ihren Charakter eines historisch gewordenen Stadiums und machte sich an die Suche nach den Widersprüchen, die der Kapitalismus hervorruft und die zu seiner Überwindung führen.

Diese andere Auffassungsweise der gesellschaftlichen Verhältnisse hatte wichtige Folgen, worunter die auf den Begriff der entfremdeten Arbeit bezogene fraglos die bedeutsamste war. Im Gegensatz zu den Ökonomen, wie auch zu Hegel, die sie als natürliche, unwandelbare Bedingung der Gesellschaft begriffen, ging Marx einen Weg, in dessen Verlauf er die anthropologische Dimension der Entfremdung zurückwies und eine sozialhistorisch begründete Auffassung an ihre Stelle setzte, welche das Phänomen auf eine bestimmte Struktur der gesellschaftlichen Produktionsverhältnisse zurückführte: auf die menschliche Entfremdung unter den Bedingungen der Industriearbeit.

Die begleitenden Aufzeichnungen zu den Exzerpten aus James Mill verdeutlichen, «wie die Nationalökonomie die entfremdete Form des geselligen Verkehrs als die wesentliche und ursprüngliche und der menschlichen Bestimmung entsprechende fixirt» [18]. Alles andere als eine konstante Bedingung der Vergegenständlichung, der Produktion des Arbeiters, ist die entfremdete Arbeit für Marx Ausdruck der Gesellschaftlichkeit der Arbeit innerhalb der bestehenden Ordnung, der Arbeitsteilung, die den Menschen als «eine Drehmaschine» betrachtet, ihn «bis zur geistigen und physischen Mißgeburt […] umwandelt» [19].

In der Arbeitstätigkeit tritt die Besonderheit des Individuums zutage, es ist die Verwirklichung eines notwendigen Bedürfnisses, indes: «Diese Verwirklichung der Arbeit erscheint in dem nationalökonomischen Zustand als Entwirklichung des Arbeiters» [20]. Eigentlich wäre die Arbeit Selbstverwirklichung des Menschen, freie schöpferische Tätigkeit, «unter der Voraussetzung des Privateigenthums ist meine Individualität bis zu dem Punkte entäussert, daß diese Thätigkeit mir verhaßt, eine Qual und vielmehr nur der Schein einer Thätigkeit, darum auch eine nur erzwungene Thätigkeit und nur durch eine äusserliche zufällige Noth […] auferlegt ist» [21].

Marx gelangte zu diesen Schlüssen, indem er die geltenden Theorien der Wirtschaftswissenschaft sammelte, sie in ihren Bestandteilen kritisierte und ihre Ergebnisse umkehrte. Er widmete sich dieser Aufgabe mit intensivem, rastlosem Einsatz. Der Marx der Pariser Zeit ist ein lesehungriger Marx, der den Lektüren Tag und Nacht widmete. Es ist ein Marx voller Enthusiasmus und Projekte, der so umfängliche Arbeitspläne entwarf, dass er sie nie zu Ende führen konnte, der jedes seine jeweilige Frage betreffende Dokument studierte, um dann vom raschen Fortschritt seiner Erkenntnisse und den sich ändernden Interessen absorbiert zu werden, die ihn regelmäßig zu neuen Horizonten, neuen Vorsätzen und weiteren Untersuchungen führten [22].

Am linken Seine-Ufer plante er, eine Kritik der hegelschen Rechtsphilosophie zu verfassen, führte Studien zur Französischen Revolution durch, um eine Geschichte des Konvents zu schreiben, fasste eine Kritik der bestehenden sozialistischen und kommunistischen Lehren ins Auge. Dann stürzte er sich wie besessen ins Studium der politischen Ökonomie, das er plötzlich unterbrach, gepackt von dem vorrangigen Anliegen, das Terrain in Deutschland endgültig von der transzendenten Kritik von Bauer und Konsorten zu befreien, und schrieb sein erstes Werk:Die heilige Familie. Weitere tausend Vorsätze schlossen sich an.

Was immer es zu kritisieren gab, es ging durch seinen Kopf und seine Feder. Und doch war der schaffensfreudigste junge Mann der hegelschen Linken auch derjenige, der weniger publiziert hat, als viele andere. Die Unvollendetheit, die sein gesamtes Werk kennzeichnen wird, prägte bereits seine Arbeiten in dem Jahr in Paris. Seine Gewissenhaftigkeit war schier unglaublich. Er weigerte sich, einen Satz zu schreiben, wenn er ihn nicht auf zehn verschiedene Arten beweisen konnte [23]. Die Überzeugung, seine Informationen seien unzureichend, seine Bewertungen verfrüht, hinderte ihn in den meisten Fällen daran, seine Arbeiten in Druck zu geben, die somit Entwürfe, Fragmente blieben [24]. Seine Aufzeichnungen sind deshalb von unschätzbarem Wert. Sie lassen die Weitläufigkeit seiner Untersuchungen ermessen, geben einige seiner Reflexionen wieder und sind als integraler Bestandteil seines Werkes zu werten. Dies gilt auch für die Pariser Zeit, deren Manuskripte und Lektüreaufzeichnungen von der untrennbaren Verbindung zwischen Schriften und Notizen zeugen [25].

III. MANUSKRIPTE UND EXZERPTHEFTE: DIE PAPIERE VON 1844
Ihrer Unvollendetheit und der sie kennzeichnenden fragmentarischen Form zum Trotz wurden die [Ökonomisch-philosophischen Manuskripte] aus dem Jahre 1844 fast immer unter weitgehender Missachtung der mit ihnen verknüpften philologischen Probleme gelesen, die man entweder ganz übersah oder für wenig wichtig hielt [26]. Erst 1932 wurden sie erstmals integral veröffentlicht, und obendrein in zwei verschiedenen Ausgaben. In dem von den sozialdemokratischen Wissenschaftlern Landshut und Mayer besorgten Sammelband Der historische Materialismus erschienen sie unter dem Titel «Nationalökonomie und Philosophie»[27], in derMarx Engels Gesamtausgabe dagegen als «Ökonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844» [28]. Nicht nur dem Titel nach unterschieden sich die beiden Publikationen, sondern auch inhaltlich und hinsichtlich der Reihenfolge der verschiedenen Teile, die sogar sehr große Differenzen aufwies. In der erstgenannten Ausgabe, die aufgrund der ungenauen Entzifferung des Originals von Fehlern strotzte, fehlte die erste Gruppe von Blättern, das sogenannte erste Manuskript, und irrtümlicherweise wurde ein viertes Manuskript, bei dem es sich in Wahrheit um eine Zusammenfassung des Schlusskapitels von Hegels Phänomenologie des Geistes handelt, Marx selber zugeschrieben [29].

Doch wurde bislang zu wenig beachtet, dass auch die Herausgeber der ersten MEGA dadurch, dass sie den Manuskripten einen Namen gaben, das Vorwort an den Anfang stellten – in Wirklichkeit steht es im dritten Manuskript – und sie insgesamt neu ordneten, glauben machten, Marx habe von Anfang an beabsichtigt, eine Kritik der politischen Ökonomie zu schreiben, und das Ganze sei ursprünglich in Kapitel unterteilt gewesen [30].

Außerdem war man allgemein von der unzutreffenden Vorstellung ausgegangen, Marx habe jene Texte erst geschrieben, nachdem er die Werke der politischen Ökonomie gelesen und zusammengefasst hatte [31], während sich im Schreibprozess in Wahrheit Manuskripte und Exzerpte abwechselten und letztere sogar die gesamte Pariser Produktion, von den Beiträgen für die «Deutsch-französischen Jahrbücher» bis zur Heiligen Familie, begleiteten.

Trotz ihrer offensichtlich problematischen Form, der Verwirrung, die die verschiedenen in Druck gegebenen Versionen gestiftet hatten, und des Bewusstseins, dass ein Großteil des zweiten, wichtigsten und leider verloren gegangenen Manuskripts fehlte, widmete sich keiner der Interpreten, Kritiker und Herausgeber neuer Editionen der erneuten Prüfung der Originale, die doch dringend notwendig war für einen Text, der in der Debatte zwischen den unterschiedlichen kritischen Marx-Interpretationen so schwer wog.

Die [Ökonomisch-philosophischen Manuskripte] entstanden zwischen Mai und August und können nicht als kohärentes, vorherbestimmtes und systematisch verfasstes Werk gelten. Die zahlreichen Interpretationen, die ihnen den Charakter einer fertigen Einstellung zuschrieben, sei es, dass sie die Vollendetheit von Marx’ Denken an ihnen hervorhoben, sei es, dass sie sie als Ausdruck einer bestimmten Auffassung im Gegensatz zu derjenigen der wissenschaftlichen Reife begriffen [32], werden durch die philologische Analyse widerlegt. Heterogen und weit davon entfernt, einen engen Zusammenhang zwischen den Teilen aufzuweisen, sind sie der offenkundige Ausdruck einer in Bewegung begriffenen Position. Die Art der Aneignung und Verwendung der Lektüren, aus denen Marx’ Denken sich speiste, lässt sich anhand der neun überlieferten Hefte mit über 200 Seiten Exzerpten und Kommentaren zeigen [33].

Die Pariser Hefte bewahren die Spuren von Marx’ Begegnung mit der politischen Ökonomie, ebenso wie die Entstehungsspuren seiner frühesten Ausarbeitungen einer ökonomischen Theorie. Aus dem Vergleich dieser Hefte mit den zeitgleichen veröffentlichten und unveröffentlichten Schriften geht die Bedeutung der Lektüren für die Entwicklung seiner Gedanken deutlich hervor [34]. Marx fertigte – um die Aufzählung auf die Autoren der politischen Ökonomie zu beschränken – Exzerpte aus Texten von Say, Schütz, List, Osiander, Smith, Skarbek, Ricardo, James Mill, MacCulloch, Prevost, Destutt de Tracy, Buret, de Boisguillebert, Law und Lauderdale an [35]. Außerdem nahm er in den [Ökonomisch-philosophischen Manuskripten], in den Artikeln und der Korrespondenz der Zeit auf Proudhon, Schulz, Pecquer, Loudon, Sismondi, Ganihl, Chevalier, Malthus, de Pompery und Bentham Bezug.

Die ersten Exzerpte aus dem Traité d’économie politique von Say, aus dem er ganze Teile herausschrieb, machte Marx, während er sich Grundkenntnisse der Ökonomie aneignete. Die einzige eigene Betrachtung wurde nachträglich hinzugefügt und steht auf der rechten Seite des Blattes, der er diese Funktion gewöhnlich vorbehielt. Auch mit den Zusammenfassungen aus den Recherches sur la nature et les causes de la richesse des nations von Smith, die zeitlich später entstanden, verfolgte er dasselbe Ziel, sich ökonomische Grundbegriffe zu erarbeiten. Obwohl es sich um die längsten Exzerpte handelt, findet sich in der Tat darin kaum ein Kommentar. Dennoch wird Marx’ Denken durch die Montage der Passagen und die oft auch andernorts von ihm angewandte Technik der Gegenüberstellung von divergierenden Thesen verschiedener Ökonomen klar. Von anderer Art sind dagegen die Exzerpte aus Des principes de l’économie politique et de l’impôt von Ricardo, in denen seine ersten Betrachtungen auftauchen.

Sie konzentrieren sich auf die Begriffe Wert und Preis, die er damals noch als gleichbedeutend fasste. Diese Gleichsetzung von Warenwert und Preisen entsprang der ursprünglichen Konzeption von Marx, wonach nur der durch den Wettbewerb erzeugte Tauschwert Wirklichkeit besaß, während er den natürlichen Preis als bloßes Hirngespinst ins Reich der Abstraktion verwies. Mit dem Fortgang seiner Studien tauchen derlei kritische Anmerkungen nicht mehr sporadisch auf, sondern wechseln mit den Zusammenfassungen der Werke ab, und mit fortschreitender Kenntnis, von Autor zu Autor, werden es immer mehr. Einzelne Sätze, dann breitere Ausführungen, bis sich das Verhältnis schließlich umkehrt, nachdem er sich im Zusammenhang mit den Éléments d’économie politique von James Mill auf die Kritik der Vermittlung des Geldes als völlige Herrschaft des entfremdeten Gegenstands über den Menschen konzentriert hat, und seine Texte nicht mehr die Exzerpte durchsetzen, sondern das genaue Gegenteil geschieht.

Auch ein Hinweis auf die weitere Verwendung jener Aufzeichnungen – zum Zeitpunkt ihrer Entstehung wie in späterer Zeit – erscheint nützlich, um die Bedeutung der Exzerpte zu veranschaulichen. Ein Teil von ihnen wurde 1844 im «Vorwärts!», der Zweiwochenschrift der deutschen Emigranten in Paris, publiziert, um zur intellektuellen Bildung der Leser beizutragen [36]. Da sie sehr erschöpfend waren, wurden sie aber von Marx, der die Gewohnheit besaß, seine Aufzeichnungen nach einiger Zeit erneut durchzulesen, vor allem in den ökonomischen Manuskripten von 1857-58, besser bekannt als [Grundrisse], in denen von 1861-63 und im ersten Buch des Kapitals weiterverwendet.

Marx entwickelte seine Gedanken also sowohl in den [Ökonomisch-philosophischen Manuskripten] wie in den Exzerptheften zu seinen Lektüren. Die Manuskripte sind voller Zitate, das erste ist fast eine Zitatsammlung, und die Hefte mit seinen Zusammenfassungen sind, obgleich stärker auf die gelesenen Texte konzentriert, mit seinen Kommentaren versehen. Der Inhalt beider, ebenso wie die Schreibmodalitäten – gekennzeichnet durch die Unterteilung der Blätter in Spalten –, die Seitennumerierung und der Zeitpunkt der Abfassung belegen, dass die [Ökonomisch-philosophischen Manuskripte] kein für sich stehendes Werk [37], sondern Teil seiner kritischen Produktion sind, welche in jener Zeit Exzerpte aus den von ihm studierten Texten, diesbezügliche kritische Überlegungen und Ausarbeitungen umfasst, die er ad hoc oder in durchdachterer Form zu Papier brachte. Die Manuskripte vom Rest zu trennen, sie aus ihrem Zusammenhang zu reißen, kann somit zu Interpretationsfehlern führen.

Nur die Gesamtheit all dieser Aufzeichnungen, zusammen mit der historischen Rekonstruktion ihrer Entstehung, verdeutlicht tatsächlich den Weg und die Komplexität seines kritischen Denkens während des intensiven Arbeitsjahrs in Paris [38].

IV. KRITIK DER PHILOSOPHIE UND KRITIK DER POLITIK
Der äußere Rahmen, in dem Marxens Ideen fortschritten, und der Einfluss, den er in theoretischer wie praktischer Hinsicht auf ihn hatte, verdienen eine weitere kurze Überlegung. Geprägt war er durch eine tief greifende sozioökonomische Transformation und vor allem durch die große Expansion des Proletariats. Mit der Entdeckung des Proletariats konnte Marx den hegelschen Begriff des bürgerlichen Staats in Klassenbegriffen zerlegen. Er erlangte zudem das Bewusstsein, dass das Proletariat eine neue Klasse war, die sich von den Armen unterschied, weil ihr Elend aus ihren Arbeitsbedingungen entsprang. Es handelte sich um die Demonstration eines Hauptwiderspruchs der bürgerlichen Gesellschaft: «Der Arbeiter wird um so ärmer, je mehr Reichtum er produziert, je mehr seine Produktion an Macht und Umfang zunimmt» [39].

Der schlesische Weberaufstand im Juni jenes Jahres bot Marx eine weitere Gelegenheit für die Entwicklung seiner Orientierung. In den Kritischen Randglossen zu dem Artikel “Der König von Preußen und die Sozialreform. Von einem Preußen“, die im «Vorwärts!» erschienen, ging er über die Kritik an Ruge und an einem vorher publizierten Artikel von ihm, worin jenem Kampf Mangel an politischem Geist angelastet wird, auf Distanz zur hegelschen Auffassung, die im Staat den einzigen Vertreter des allgemeinen Interesses sah und jede Bewegung der bürgerlichen Gesellschaft in den Bereich der Partialität und der Privatsphäre verwies [40]. Für Marx dagegen befindet sich «eine sociale Revolution […] auf dem Standpunkt des Ganzen» [41], und unter dem Eindruck jenes ausdrücklich revolutionären Ereignisses unterstrich er die Verblendung jener, die den Grund der sozialen Probleme «nicht im Wesen des Staats, sondern in einer bestimmten Staatsform» [42] suchten.

Überhaupt hielt er das Ziel der sozialistischen Lehren, die Reform der Gesellschaft, Lohngleichheit und eine neue Arbeitsorganisation innerhalb der kapitalistischen Ordnung für Vorschläge von Leuten, die noch Gefangene der von ihnen selbst bekämpften Voraussetzungen blieben (Proudhon) und die vor allem die wahre Beziehung zwischen Privateigentum und entäußerter Arbeit nicht verstanden. Es zeige sich, dass, «wenn das Privateigentum als Grund, als Ursache der entäußerten Arbeit erscheint, es vielmehr eine Konsequenz derselben ist» [43]. «Das Privateigentum ist also das Produkt, das Resultat, die notwendige Konsequenz der entäußerten Arbeit» [44]. Den sozialistischen Theorien setzte Marx den Plan zu einer radikalen Transformation des Wirtschaftssystems entgegen, demzufolge «das Kapital, […] “als solches” aufzuheben ist» [45].

Je näher jene Lehren seinem Denken standen, desto schärfer wurde seine Kritik, gestärkt durch das Bedürfnis, Klarheit zu schaffen. Die Ausarbeitung seiner Konzeption trieb ihn zum fortwährenden Vergleich zwischen den Ideen, die ihn umgaben, und den Ergebnissen seiner voranschreitenden Studien. Es war der rasche Gang seiner geistigen Reifung, der ihn dazu zwang. Das gleiche Los wie andere Lehren traf auch die hegelsche Linke. Die Urteile über ihre Vertreter waren sogar besonders streng, weil sie auch Selbstkritik an der eigenen Vergangenheit waren. In der «Allgemeinen Literatur-Zeitung», der von Bruno Bauer herausgegebenen Monatsschrift, wurde ein für alle Mal gefordert: «So entbehrt der Kritiker aller Freuden der Gesellschaft; aber auch ihre Leiden bleiben ihm fern […] er throne in der Einsamkeit» [46]. Für Marx dagegen ist «die Kritik keine Leidenschaft des Kopfs […]. Sie ist kein anatomisches Messer, sie ist eine Waffe. Ihr Gegenstand ist ihr Feind, den sie nicht widerlegen, sondern vernichten will. […] Sie gibt sich nicht mehr als Selbstzweck, sondern nur noch als Mittel» [47].

Entgegen dem Solipsismus der «kritischen Kritik» [48], die von der abstrakten Überzeugung ausging, wonach eine Entfremdung allein dadurch, dass man sie erkannte, auch schon überwunden sei, stand ihm klar vor Augen, dass «die materielle Gewalt […] gestürzt werden [muß] durch materielle Gewalt» [49] und das gesellschaftliche Sein nur durch die menschliche Praxis verändert werden kann. Die Entfremdung des Menschen zu entdecken, sich ihrer bewusst zu werden, musste gleichzeitig bedeuten, für ihre tatsächliche Aufhebung zu wirken. Es lässt sich kein größerer Abstand denken als der zwischen einer Philosophie, die sich in der spekulativen Isolierung verschloss und bloß fruchtlose Begriffsschlachten hervorbrachte, und seiner Kritik, die «im Handgemenge» ist [50]. Es ist derselbe Abstand, der die Suche nach der Freiheit des Selbstbewusstseins von der Suche nach der Freiheit der Arbeit trennt.

V. SCHLUSSFOLGERUNGEN
Marx’ Denken machte in dem zentralen Jahr in Paris eine entscheidende Entwicklung durch. Er war sich nunmehr gewiss, dass die Transformation der Welt eine praktische Frage war, «welche die Philosophie nicht lösen konnte, eben weil sie dieselbe als nur theoretische Aufgabe faßte» [51]. Von einer Philosophie, die dieses Bewusstsein nicht erlangt und sich nicht in die notwendige Philosophie der Praxis verwandelt hat, nahm er endgültig Abschied. Seine Analyse setzte fortan nicht mehr bei der Kategorie der entfremdeten Arbeit, sondern bei der Realität des Arbeiterelends an. Seine Schlüsse waren nicht spekulativer Art, sondern richteten sich auf das revolutionäre Tun [52].

Auch seine politische Auffassung wandelte sich zutiefst. Er übernahm keine der bestehenden, engstirnigen sozialistischen und kommunistischen Lehren, ging vielmehr zu ihnen auf Abstand und bildete das Bewusstsein heran, dass die ökonomischen Verhältnisse das Bindegewebe der Gesellschaft ausmachen. «Religion, Familie, Staat, Recht, Moral, Wissenschaft, Kunst etc. sind nur besondre Weisen der Produktion und fallen unter ihr allgemeines Gesetz» [53]. So büßte der Staat den Vorrang ein, den er in Hegels politischer Philosophie besaß, und wurde, von der Gesellschaft absorbiert, als bestimmte und nicht als bestimmende Sphäre der zwischenmenschlichen Beziehungen gedacht: «Nur der politische Aberglaube bildet sich noch heutzutage ein, daß das bürgerliche Leben vom Staat zusammengehalten werden müsse, während umgekehrt in der Wirklichkeit der Staat von dem bürgerlichen Leben zusammengehalten wird» [54].

Radikal veränderte sich auch seine Begrifflichkeit im Hinblick auf das revolutionäre Subjekt. Vom anfänglichen Hinweis auf die «leidende Menschheit» [55] gelangte Marx zur Ermittlung des Proletariats. Es wurde zunächst als abstrakter, auf dialektischen Antithesen fußender Begriff, als «passive[s] Element» [56] der Theorie betrachtet, um dann auf der Basis einer ersten sozialökonomischen Analyse zum aktiven Element seiner eigenen Befreiung zu werden, die einzige Klasse, die in der kapitalistischen Gesellschaftsordnung über revolutionäres Potenzial verfügt.

Schließlich trat an die Stelle der noch vagen Kritik der politischen Vermittlung des Staates und der ökonomischen des Geldes – Hindernissen für die Verwirklichung des Gemeinwesens des Menschen Feuerbach’scher Prägung – die Kritik eines historischen Verhältnisses, die in der materiellen Produktion die Basis für jede Analyse und Transformation der Gegenwart zu skizzieren begann, «weil die ganze menschliche Knechtschaft in dem Verhältnis des Arbeiters zur Produktion involviert ist und alle Knechtschaftsverhältnisse nur Modifikationen und Konsequenzen dieses Verhältnisses sind» [57]. Marx erhob also keine generische Emanzipationsforderung mehr, sondern forderte die radikale Transformation des realen Produktionsprozesses.

Während er zu diesen Schlüssen gelangte, plante er weitere Arbeiten. Nach der Heiligen Familie setzte er seine Studien und Exzerpte zur politischen Ökonomie fort, umriss eine Kritik Stirners, entwarf [Die Entstehungsgeschichte des modernen Staats oder die französische Revolution] [58], machte Notizen zu Hegel, plante eine Kritik des deutschen Ökonomen List, die er kurz darauf realisierte. Er war unermüdlich. Engels drängte ihn, der Welt sein Material zur Verfügung zu stellen, denn «es ist verflucht hohe Zeit» [59], und Marx unterzeichnete vor seiner Ausweisung aus Paris [60] einen Vertrag mit dem Verleger Leske über die Veröffentlichung eines Bandes mit dem Titel «Kritik der Politik und Nationalökonomie» [61]. Doch wird man weitere 15 Jahre warten müssen, bis 1859 ein erster Teil seines Werks Zur Kritik der politischen Ökonomie in Druck gehen wird.

Die [Ökonomisch-philosophischen Manuskripte] und die Exzerpthefte geben den Sinn der ersten Schritte des Unterfangens wieder. Seine Schriften sind voll theoretischer Elemente, die von Vorläufern und Zeitgenossen herrühren. Keiner der Entwürfe und kein Werk jener Zeit lässt sich in eine bestimmte Disziplin einordnen. Es gibt keine rein philosophischen noch wesentlich ökonomische noch ausschließlich politische Schriften. Was aus all dem entspringt, ist kein neues System, kein homogenes Ganzes, sondern eine kritische Theorie.

Der Marx von 1844 besitzt die Fähigkeit, die Erfahrungen der Pariser Proletarierinnen und Proletarier mit Studien zur Französischen Revolution, die Lektüre von Smith mit den Einsichten Proudhons, den schlesischen Weberaufstand mit der Kritik der hegelschen Staatsauffassung, die Analyse des Elends von Buret mit dem Kommunismus zu verbinden. Es ist ein Marx, der diese unterschiedlichen Erkenntnisse und Erfahrungen aufzunehmen weiß und durch ihre Verknüpfung eine revolutionäre Theorie ins Leben ruft.

Sein Denken, namentlich die ökonomischen Überlegungen, die sich während des Paris-Aufenthalts herauszukristallisieren beginnen, sind nicht die Frucht einer plötzlichen Eingebung, sondern das Ergebnis eines Prozesses. Indem die lange Zeit herrschende marxistisch-leninistische Hagiografie dieses Denken mit unvertretbarer Unmittelbarkeit präsentiert und ein instrumentelles Endergebnis vorausbestimmt hat, hat sie seinen Erkenntnisweg entstellt und seine armseligste Reflexion wiedergegeben. Es geht dagegen darum, Entstehung, Einflüsse und Errungenschaften seiner Arbeiten zu rekonstruieren, um die Komplexität und den Reichtum eines Werks zu verdeutlichen, das dem kritischen Denken der Gegenwart noch immer etwas zu sagen hat.

ANHANG: CHRONOLOGISCHE TABELLE DER IN PARIS VON MARX VERFASSTEN EXZERPTHEFTE UND MANUSKRIPTE

ABfassungs-

Zeitraum

Inhalt der Hefte NACH-LASS Merkmale der Hefte
Zwischen Ende 1843 und Anfang 1844 R. Levasseur, Mémoires MH Die Seiten mit den Exzerpten sind in zwei Spalten unterteilt.
Zwischen Ende 1843 und Anfang 1844 J. B. Say, Traité d’économie politique B 19 Das großformatige Heft umfasst Seiten mit in zwei Spalten unterteilten Exzerpten: in der linken aus dem Traité von Say und in der rechten (die nach Abfassung von B 24 geschrieben wurde) aus Skarbek und dem Cours complet von Say.
Zwischen Ende 1843 und Anfang 1844 C. W. C. Schüz, Grundsätze der National-Ökonomie B 24 Großformatiges Heft, Seiten in zwei Spalten unterteilt.
Zwischen Ende 1843 und Anfang 1844 F. List, Das nationale System der politischen Ökonomie B 24
Zwischen Ende 1843 und Anfang 1844 H. F. Osiander, Enttäuschung des Publikums über die Interessen des Handels, der Industrie und der Landwirtschaft B 24
Zwischen Ende 1843 und Anfang 1844 H. F. Osiander, Über den Handelsverkehr der Völker B 24
Frühjahr 1844 F. Skarbek, Theorie des richesses sociales B 19
Frühjahr 1844 J. B. Say, Cours complet d’économie politique pratique B 19
Mai-Juni 1844 A. Smith, Recherches sur la nature et les causes de la richesse des nations B 20 Kleinformatiges Heft mit normaler Seitengestaltung.
Ende Mai-Juni 1844 K. Marx, Arbeitslohn; Gewinn des Capitals; Grundrente; [Entfremdete Arbeit und Privateigentum] A 7 Großformatiges Heft, Seiten in zwei bzw. drei Spalten unterteilt. Der Text umfasst Zitate aus Say, Smith, aus Die Bewegung der Production von Schulz, aus der Théorie nouvelle d’économie sociale et politique von Pecqueur, aus Solution du problème de la population et de la substance von Loudon und aus Buret.
Juni-Juli 1844 J. R. MacCulloch, Discours sur l’origine, les progrès, les objets particuliers, et l’importance de l’économie politique B 21 Kleinformatiges Heft, Seiten in zwei Spalten unterteilt, mit Ausnahme der Seite 11, die einen Abriss von Engels’ Artikel enthält.
Juni-Juli 1844 G. Prevost, Réflexions du traducteur sur le système de Ricardo B 21
Juni-Juli 1844 G. Prevost, Réflexions du traducteur sur le système de Ricardo B 21
Juni-Juli 1844 F. Engels, Umrisse zu einer Kritik der Nationalökonomie B 21
Juni-Juli 1844 A. L. C. Destutt de Tracy, Éléments d’Idéologie B 21
Spätestens Juli 1844 K. Marx, [Das Verhältnis des Privateigentums] A 8 Auf großformatige, in zwei Spalten unterteilte Blätter geschriebener Text.
Zwischen Juli und August 1844 G. W. F. Hegel, Phänomenologie des Geistes A 9 (Hegel) Später in A 9 eingenähtes Blatt.
August 1844

K. Marx, [Privateigentum und Arbeit]; [Privateigentum und Kommunismus];[Kritik der Hegelschen Dialektik und Philosophie überhaupt]; [Privateigentum und Bedürfnisse]; [Zusätze]; [Teilung der Arbeit]; [Vorrede]; [Geld].

 

A 9 Großformatiges Heft. Der Text umfasst Zitate aus: Das entdeckte Christentum von Bauer, aus Smith, Destutt de Tracy, Skarbek, J. Mill, aus Goethes Faust, aus dem Timon von Athen von Shakespeare,sowie aus verschiedenen in der «Allgemeinen Literatur-Zeitung» erschienenen Artikeln von Bauer. Indirekt wird außerdem Bezug genommen auf: Engels, Say, Ricardo, Quesnay, Proudhon, Cabet, Villegardelle, Owen, Hess, Lauderdale, Malthus, Chevalier, Strauss, Feuerbach, Hegel und Weitling.
September 1844 D. Ricardo, Des principes de l’économie politique et de l’impôt B 23 Großformatiges Heft, Seiten in zwei, selten auch in drei Spalten unterteilt. Die ersten beiden Seiten mit Exzerpten aus Xenophon sind nicht in Spalten unterteilt.
September 1844 J. Mill, Éléments d’économie politique B 23
Zwischen Sommer 1844 und Januar 1845 E. Buret, De la misère des classes laborieuses en Angleterre et en France B 25 Kleinformatiges Heft mit normaler Seitengestaltung.
Zwischen Mitte September 1844 und Januar 1845 P. de Boisguillebert, Le détail de la France B 26 Großformatiges Heft mit Exzerpten aus Boisguillebert. Normale Seitengestaltung, mit Ausnahme weniger Seiten, die in zwei Spalten unterteilt sind.
Zwischen Mitte September 1844 und Januar 1845 P. de Boisguillebert, Dissertation sur la nature des richesses, de l’argent et des tributs B 26
Zwischen Mitte September 1844 und Januar 1845 P. de Boisguillebert, Traité de la nature, culture, commerce et intérêt des grains B 26
Zwischen Mitte September 1844 und Januar 1845 J. Law, Considération sur le numéraire et le commerce B 26
Zwischen Mitte September 1844 und Januar 1845 J. Lauderdale, Recherches sur la nature et l’origine de la richesse publique B 22 Großformatiges Heft, Seiten in zwei Spalten unterteilt.

References
1. Honoré de Balzac, Ferragus, das Haupt der Verschworenen, in: Geschichte der Dreizehn (Die großen Romane und Erzählungen, Bd. 7), Insel Verlag, Frankfurt/Main, Leipzig 1996, S. 21.
2. Vgl. Isaiah Berlin, Karl Marx. Sein Leben und sein Werk, Piper & Co Verlag, München 1959, S. 94 f.
3. Michail Bakunin, Ein Briefwechsel von 1843, MEGA², Dietz Verlag, Berlin 1982, I/2, S. 482.
4. Lorenz von Stein, Der Socialismus und Communismus des heutigen Frankreichs. Ein Beitrag zur Zeitgeschichte, Otto Wigand Verlag, Leipzig 1848, S. 509.
5. Arnold Ruge, Zwei Jahre in Paris. Etudien und Erinnerungen, Zentralantiquariat der DDR, Leipzig 1975, S. 59.
6. Honoré de Balzac, Ferragus, das Haupt der Verschworenen, a.a.O., S. 19.
7. «Nicht nur, daß eine allgemeine Anarchie unter den Reformern ausgebrochen ist, so wird jeder sich selbst gestehen müssen, daß er keine exacte Anschauung von dem hat, was werden soll», in Karl Marx, Ein Briefwechsel von 1843, MEGA² I/2, S. 486.
8. Im vorliegenden Beitrag stehen die unvollständigen Manuskripte von Marx, die von späteren Herausgebern veröffentlicht wurden, in eckigen Klammern.
9. «[D]er politische Staat kann nicht sein ohne die natürliche Basis der Familie und die künstliche Basis der bürgerlichen Gesellschaft; sie sind für ihn eine conditio sine qua non» (Karl Marx, Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie, MEGA² I/2, S. 9); «Familie und bürgerliche Gesellschaft sind die Voraussetzungen des Staats; sie sind die eigentlich Tätigen; aber in der Spekulation wird es umgekehrt» (ebd., S. 8). Genau hier steckt Hegels Fehler, der will, dass «der politische Staat nicht von der bürgerlichen Gesellschaft bestimmt wird, sondern umgekehrt sie bestimmt» (ebd., S. 100). Vgl. dazu Walter Tuchscheerer, Bevor „Das Kapital“ entstand, Akademie Verlag, Berlin 1968, S. 68.
10. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 325.
11. Vgl. Maximilien Rubel, Introduction zu Karl Marx Œuvres. Economie II, Gallimard, Paris 1968, S. LIV-LV, der den Beginn des langen Alptraums von Marx’ ganzem Leben, die theoretische Besessenheit, von der er nie wieder lassen wird – die Kritik der Nationalökonomie – auf genau diesen Moment datiert.
12. Vgl. Walter Tuchscheerer, a.a.O, S. 76.
13. Karl Marx, Exzerpte aus Jean Baptiste Say: Traité d’economie politique, MEGA² IV/2, Dietz Verlag, Berlin 1981, S. 316-7.
14. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 363.
15. Ebd., S. 364.
16. Ebd., S. 374.
17. Ebd., S. 384.
18. Karl Marx, Exzerpte aus James Mill: Élémens d’économie politique, MEGA² IV/2, S. 453.
19. Ebd., S. 456.
20. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA I/2, S. 365.
21. Karl Marx, Exzerpte aus James Mill: Éléments d’économie politique, MEGA² IV/2, S. 466.
22. Vgl. diesbezüglich die Zeugnisse von Arnold Ruge: «Er liest sehr viel; er arbeitet mit ungemeiner Intensivität […] aber er vollendet nichts, er bricht überall ab und stürzt sich immer von neuem in ein endloses Büchermeer», «…wenn er sich krank gearbeitet und drei, ja vier Nächte hintereinander nicht ins Bett gekommen ist», A. Ruge an L. Feuerbach, Paris, 15. Mai 1844, in Hans Magnus Enzensberger (Hg.), Gespräche mit Marx und Engels, Insel Verlag, Frankfurt/Main 1973, S. 23-24. «Wenn Marx sich nicht durch Wüstheit, Hochmut und tolles Arbeiten umbringt und in kommunistischer Originalität nicht allen Sinn für einfache, noble Form verliert, so ist von seiner großen Belesenheit und selbst von seiner gewissenlosen Dialektik noch etwas zu erwarten […]. Er will immer das schreiben, was er zuletzt gelesen, liest dann aber immer wieder weiter und macht neue Exzerpte. Noch halte ich es für möglich, daß er ein recht großes und recht abstruses Buch fertigbringt, in das er alles hineinpropft, was er aufgehäuft hat». A. Ruge an M. Duncker, 29. August 1844, ebd., S. 31.
23. Vgl. das Zeugnis von Paul Lafargue, der Engels’ Erzählung über den Herbst 1844 wiedergibt: «Engels und Marx hatten die Gewohnheit angenommen, zusammen zu arbeiten; Engels, der doch die Genauigkeit bis zum Äußersten trieb, konnte dennoch manchmal über die Skrupulosität von Marx ungeduldig werden, der keinen Satz aufstellen wollte, den er nicht auf zehn verschiedene Arten beweisen konnte». P. Lafargue [1904], Herbst 1844, ebd., S. 32.
24. Vgl. Heinrich Bürgers: «Indessen, die scharfe Selbstkritik, die er gegen sich selbst zu üben gewohnt war, ließ ihn nicht zu dem größeren Werk kommen». H. Bürgers [1876], Herbst 1844/Winter 1845, ebd., S. 46-47.
25. Zu dieser komplizierten Beziehung vgl. David Rjazanov, Einleitung zu MEGA I/1.2, Marx-Engels-Verlag, Berlin 1929, S. XIX, der als erster auf die große Schwierigkeit einer klaren Grenzziehung zwischen bloßen Exzerptheften und als wahren Vorarbeiten zu betrachtenden Texten hingewiesen hat.
26. Vgl. Jürgen Rojahn, Marxismus – Marx – Geschichtswissenschaft. Der Fall der sog. „Ökonomisch-philosopischen Manuskripte aus dem Jahre 1844“, in International Review of Social History, Jg. XXVIII, 1983, Part 1, S. 20.
27. Karl Marx, Der historische Materialismus. Die Frühschriften, hg. von Siegfried Landshut und Jacob Peter Mayer, Alfred Kröner Verlag, Leipzig 1932, S. 283-375.
28. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte aus dem Jahre 1844, MEGA I/3, Marx-Engels-Verlag, Berlin 1932, S. 29-172.
29. Zum Beweis der Einordnungsschwierigkeiten erscheinen diese Seiten in der MEGA² sowohl in der ersten als auch in der vierten Abteilung. Vgl. MEGA² I/2, S. 439-444, und MEGA² IV/2, S. 493-500.
30. Vgl. Jürgen Rojahn, The emergence of a theory: the importance of Marx’s notebooks exemplified by those from 1844, «Rethinking Marxism», Bd. 14, Nr. 4 (2002), S. 33.
31. Diesem Irrtum erliegt beispielsweise David McLellan, Marx before marxism, Reprint Macmillan, London 1970, S. 163.
32. Ohne im Geringsten die endlose Debatte über diese Schrift von Marx nachzeichnen zu wollen, seien hier zwei der wichtigsten Arbeiten angeführt, in denen die genannten Positionen vertreten werden. Der erstgenannten Richtung gehören Landshut und Meyer an, die als erste in den [Ökonomisch-philosophischen Manuskripten] «in gewissem Sinne die zentralste Arbeit von Marx [erblickt haben, die…] den Knotenpunkt seiner ganzen Gedankenentfaltung bildet» und «im Kern das Kapital vorwegnimmt». Vgl. Karl Marx,Der historische Materialismus. Die Frühschriften, a.a.O., S. XIII und V. Der zweitgenannten ist dagegen Althussers berühmte These von der coupure épistémologique zuzurechnen; vgl. Louis Althusser, Für Marx, Suhrkamp, Frankfurt/Main 1968, S. 15.
33. Abgedruckt in MEGA², IV/2, S. 279-579, und MEGA², IV/3, Akademie Verlag, Berlin 1998, S. 31-110.
34. «Seine Manuskripte aus dem Jahr 1844 gingen geradewegs aus den Exzerpten jener Zeit hervor», in Jürgen Rojahn, The emergence of a theory: the importance of Marx’s notebooks exemplified by those from 1844, a.a.O, S. 33.
35. Marx las die englischen Ökonomen zu jener Zeit noch in französischer Übersetzung.
36. Vgl. Jacques Grandjonc, Marx et les communistes allemands à Paris 1844, Maspero, Paris 1974, S. 61-62, sowie den spätestens im November 1844 verfassten Brief von K. Marx an H. Börnstein, MEGA² III/I, Dietz Verlag, Berlin 1975, S. 248.
37. «Es besteht daher kein Anlaß, davon auszugehen, daß die “Manuskripte” einen eigenen Komplex für sich darstellen» (Jürgen Rojahn, Marxismus – Marx – Geschichtswissenschaft. Der Fall der sog. „Ökonomisch-philosopischen Manuskripte aus dem Jahre 1844“, a.a.O., S. 20).
38. Vgl. Jürgen Rojahn, The emergence of a theory: the importance of Marx’s notebooks exemplified by those from 1844, a.a.O., S. 45.
39. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 364.
40. Vgl. Michael Löwy, La théorie de la révolution chez le jeune Marx, Maspero, Paris 1970, S. 41, Anm. 22.
41. Karl Marx, Kritische Randglossen zu dem Artikel “Der König von Preußen und die Sozialreform. Von einem Preußen“, MEGA² I/2, S. 462.
42. Ebd., S. 455.
43. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 372-373.
44. Ebd., S. 372.
45. Ebd., S. 387.
46. Bruno Bauer (Hg.), «Allgemeine Literatur-Zeitung», Heft 6, Verlag von Egbert Bauer, Charlottenburg 1844, S. 32. Marx führt das Zitat, wenngleich nicht wörtlich, in seinem Brief an Ludwig Feuerbach vom 11. August 1844 an. Vgl. MEGA² III/1, Dietz Verlag, Berlin 1975, S. 65.
47. Karl Marx, Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie. Einleitung, MEGA ² I/2, S. 172.
48. Marx verwendet den Ausdruck in Die Heilige Familie zur Bezeichnung und Verspottung von Bruno Bauer und den anderen Junghegelianern, die an der «Allgemeinen Literatur-Zeitung» mitarbeiteten.
49. Ebd., S. 177.
50. Karl Marx, Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie. Einleitung, MEGA² I/2, S. 173.
51. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 395.
52. Vgl. Ernest Mandel, Entstehung und Entwicklung der ökonomischen Lehre von Karl Marx (1843-1863), Europäische Verlagsanstalt/Europa Verlag, Frankfurt/Wien 1982, S. 156.
53. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 390.
54. Friedrich Engels-Karl Marx, Die heilige Familie, Marx Engels Werke, Band 2, Dietz Verlag, Berlin 1962, S. 128.
55. Karl Marx, Ein Briefwechsel von 1843, MEGA² I/2, S. 479.
56. Karl Marx, Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie. Einleitung, MEGA² I/2, S. 178.
57. Karl Marx, Ökonomisch-philosophische Manuskripte, MEGA² I/2, S. 373-374.
58. Vgl. MEGA² IV/3, a.a.O, S. 11.
59. F. Engels an K. Marx, Anfang Oktober 1844, MEGA² III/I, Dietz Verlag, Berlin 1975, S. 245; vgl. außerdem F. Engels an K. Marx, um den 20. Januar 1845: «Mach daß Du mit Deinem nationalökonomischen Buch fertig wirst, wenn Du selbst auch mit Vielem unzufrieden bleiben solltest, es ist einerlei, die Gemüther sind reif und wir müssen das Eisen schmieden weil es warm ist», ebd., S. 260.
60. Auf Druck der preußischen Regierung erließen die französischen Behörden einen Ausweisungsbefehl gegen verschiedene Mitarbeiter des «Vorwärts!». Marx musste Paris am 1. Februar 1845 verlassen.
61. Marx Engels Werke, Band 27, Dietz Verlag, Berlin 1963, S. 669.
62. Die Chronologie umfasst alle von Marx während seines Paris-Aufenthalts von 1843-1845 verfassten Studienhefte (nicht berücksichtigt wurde daher das in der MEGA² IV/3, S. 5-30, erschienene [Notizbuch aus den Jahren 1844-1847], auch wenn es die höchst wichtigen [Thesen über Feuerbach] enthält). Da das Abfassungsdatum der Hefte oft ungewiss ist, wurde in vielen Fällen der Zeitraum angegeben, in dem sie vermutlich entstanden. Maßgeblich für die chronologische Ordnung ist das jeweilige Anfangsdatum der betreffenden Zeiträume. Außerdem hat Marx die Hefte nicht nacheinander verfasst, sondern bisweilen abwechselnd an ihnen geschrieben (s. B 19 und B 24). Aus diesem Grund wurde der Stoff entsprechend den verschiedenen Heftteilen geordnet. Für die Hefte mit den sogenannten [Ökonomisch-Philosophischen Manuskripten] von 1844 (A 7, A 8 und A 9) wird Marx als Autor genannt, während die Paragraphenüberschriften, die nicht von ihm stammen, sondern von den Herausgebern des Textes eingefügt wurden, in eckigen Klammern stehen. Werden in der vierten Spalte (Merkmale der Hefte) von den Autoren, die Marx zitiert, keine Werktitel genannt, so entsprechen sie stets den schon in der zweiten Spalte (Inhalt der Hefte) angeführten Titeln. Mit Ausnahme von MH, das sich imRossiiskii gosudarstvennyi arkhiv sotsial’no-politicheskoi istorii (RGASPI) Moskau befindet, werden sämtliche Hefte aus dieser Zeit im Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis (IISG) Amsterdam unter den in der dritten Spalte (Nachlass) angegebenen Siglen aufbewahrt.

Ich möchte Jürgen Rojahn meinen Dank aussprechen, der sich freundlicherweise der Durchsicht der chronologischen Tabelle angenommen und mir wertvolle Verbesserungsvorschläge geliefert hat. Für eventuelle Fehler zeichne ich selbstverständlich allein verantwortlich.

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Diffusione e recezione del Manifesto in Italia dal 1889 al 1945

I. Prologo
A causa di conflitti teorici o di vicende politiche, l’interesse per l’opera di Marx non è mai stato costante e, sin da quando si è manifestato, ha vissuto indiscutibili momenti di declino. Dalla «crisi del marxismo» alla dissoluzione della «Seconda Internazionale», dalle discussioni sui limiti della teoria del plusvalore alle tragedie del comunismo sovietico, le critiche alle idee di Marx sembrarono, ogni volta, superarne in maniera definitiva l’orizzonte concettuale. Sempre, però, vi fu un «ritorno a Marx» [1]. Costantemente, si sviluppò un nuovo bisogno di richiamarsi alla sua opera che, attraverso la critica dell’economia politica, le formulazioni sull’alienazione o le brillanti pagine dei pamphlet politici, continuò a esercitare un irresistibile fascino su seguaci e oppositori.

Nonostante, col finir del secolo, ne fosse stato decretato all’unanimità l’oblio, del tutto inatteso, da qualche anno a questa parte, Marx si è ripresentato sul palcoscenico della storia. Nei suoi riguardi, infatti, è in corso un vero e proprio ritorno di interesse e sugli scaffali delle biblioteche di Europa, Stati Uniti e Giappone, i suoi scritti vengono rispolverati sempre più frequentemente. La riscoperta di Marx si basa sulla sua persistente capacità esplicativa del presente, del quale egli rimane strumento indispensabile per poterlo comprendere e trasformare.

Davanti alla crisi della società capitalistica, e alle profonde contraddizioni che la attraversano, si ritorna a interrogare quell’autore messo da parte, troppo frettolosamente, dopo il 1989. Così, l’affermazione di Jacques Derida: «sarà sempre un errore non leggere, rileggere e discutere Marx»[2], che soltanto pochi anni fa sembrava una provocazione isolata, è divenuta sempre più condivisa. Dalla fine degli anni Novanta, infatti, quotidiani, periodici, emittenti televisive e radiofoniche non fanno che discutere del pensatore più attuale per i nostri tempi: Karl Marx. Il primo articolo che produsse una certa eco in questa direzione fu The return of Karl Marx, apparso sulla rivista statunitense «The New Yorker» [3]. Venne poi il turno della BBC, che nel 1999 conferiva a Marx lo scettro di più grande pensatore del millennio.

Qualche anno più tardi, il bimestrale del «Nouvel Observateur» fu interamente dedicato al tema Karl Marx – le penseur du troisième millénaire? [4] e poco dopo anche la Germania pagò il suo tributo a colui che aveva costretto all’esilio per quarant’anni: nel 2004, oltre 500.000 telespettatori della televisione nazionale ZDF indicarono Marx quale terza personalità tedesca di tutti i tempi (prima, invece, nella categoria ‘attualità’) e, durante le ultime elezioni politiche, la nota rivista «Der Spiegel» lo ritraeva in copertina, dal titolo Ein Gespenst kehrt zurück (Un fantasma è tornato), con le dita, in segno di vittoria[5]. A completare questa curiosa rassegna, vi è il sondaggio condotto nel 2005 del canale radiofonico BBC 4, che ha assegnato a Marx la palma di filosofo più amato dagli ascoltatori inglesi.

Anche la letteratura su Marx, quasi del tutto tralasciata quindici anni fa, dà diffusi segnali di ripresa e, accanto al fiorire di nuovi significativi studi, spuntano, in più lingue, opuscoli dal titolo Why read Marx today? Analogo consenso riscuotono le riviste internazionali aperte ai contributi riguardanti Marx e i marxismi, così come sono tornati di moda convegni, corsi e seminari universitari dedicati a questo autore. Infine, seppure timidamente o in forme piuttosto confuse, dall’America latina al movimento alter-mondialista, una nuova domanda di Marx giunge anche dal versante politico.

Ancora una volta, il testo marxiano che più di ogni altro ha suscitato il maggiore coinvolgimento di lettori e studiosi è stato il Manifesto del partito comunista. Nel 1998, infatti, in occasione del centocinquantesimo anniversario della pubblicazione, il Manifesto di Marx ed Engels è stato stampato in decine di nuove edizioni in ogni angolo del pianeta e celebrato non solo quale la più formidabile previsione dello sviluppo del capitalismo su scala mondiale, ma anche come il testo politico più letto della storia dell’umanità [6]. Per questo motivo, può risultare di qualche interesse ripercorrere le vicende che ne accompagnarono la prima propagazione nel nostro paese.

II. Karl Marx: Il misconoscimento italiano
In Italia, le teorie di Marx hanno goduto di una popolarità straordinaria. Ispirando partiti, organizzazioni sindacali e movimenti sociali hanno influito, come nessun’altra, alla trasformazione della vita politica nazionale. Diffusesi in ogni campo della scienza e della cultura ne hanno mutato, irreversibilmente, l’indirizzo e lo stesso lessico. Concorrendo alla presa di coscienza della propria condizione delle classi subalterne, sono state il principale strumento teorico nel processo di emancipazione di milioni di donne ed uomini.

Il livello di diffusione che raggiunsero può essere paragonato a quello di pochi altri paesi. È d’obbligo interrogarsi, pertanto, sull’origine di questa notorietà. Ovvero, quando si parlò per la prima volta di «Carlo Marx»? Quando apparve sui giornali questo nome in calce ai primi scritti tradotti? Quando la fama si propagò nell’immaginario collettivo di operai e militanti socialisti? E, soprattutto, in che modo e attraverso quali circostanze si dispiegò l’affermazione del suo pensiero?

Le primissime traduzioni degli scritti di Marx, quasi del tutto sconosciuto durante i moti rivoluzionari del 1848, comparvero soltanto nella seconda metà degli anni Sessanta. Esse, tuttavia, furono poco numerose e relative soltanto all’Indirizzo e agli Statuti della «International Working Men’s Association»[7]. A questo ritardo concorse senz’altro l’isolamento di Marx ed Engels dall’Italia, con la quale, nonostante il fascino che nutrirono per la sua storia e cultura e la partecipazione dimostrata per la sua realtà, non ebbero corrispondenti epistolari fino al 1860 ed effettive relazioni politiche prima del 1870 [8].

Un primo interesse intorno alla figura di Marx fiorì solo in coincidenza dell’esperienza rivoluzionaria della Comune di Parigi. Al «fondatore e capo generale dell’Internazionale» [9], infatti, la stampa nazionale, così come la miriade di fogli operai esistenti, dedicarono, in poche settimane, schizzi biografici e la pubblicazione di estratti di lettere e di risoluzioni politiche (tra queste La guerra civile in Francia). Anche in questa circostanza, gli scritti stampati – che compresi quelli di Engels raggiunsero il numero di 85 nel solo biennio 1871-72 – riguardarono esclusivamente documenti dell’«Internazionale», a testimonianza di un’attenzione inizialmente politica e solo successivamente di carattere teorico [10]. Inoltre, su alcuni giornali comparvero fantasiose descrizioni che concorsero a conferire alla sua immagine un’aureola leggendaria: «Carlo Marx è un uomo astuto e coraggioso a tutta prova. Gite veloci da uno Stato all’altro, continui travestimenti, fanno sì che eluda la sorveglianza di tutti gli spioni polizieschi d’Europa»[11].

L’autorevolezza che cominciò a circondarne il nome fu tanto grande quanto generica [12]. Durante questo periodo, infatti, manuali di propaganda diffusero le concezioni di Marx – o perlomeno quelle presunte tali – insieme a quelle di Darwin e Spencer [13]. Il suo pensiero venne considerato sinonimo di legaritarismo[14] o di positivismo [15]. Le sue teorie furono inverosimilmente sintetizzate con quelle agli antipodi di Fourier, Mazzini e Bastiat [16]. La sua figura accostata – secondo gli equivoci – a quella di Garibaldi[17] o di Schäffle [18].

L’interesse rivolto a Marx, oltre che restare così approssimativo, non si tradusse neanche in adesione alle sue posizioni politiche. Tra gli internazionalisti italiani – che nello scontro tra Marx e Bakunin presero parte in maniera pressoché compatta per quest’ultimo –, infatti, la sua elaborazione rimase pressoché sconosciuta ed il conflitto in seno all’«Internazionale» fu percepito più come scontro personale tra i due che come contesa teorica[19].

Ciò nonostante, nel decennio seguente segnato dall’egemonia del pensiero anarchico – che ebbe facile gioco ad imporsi nella realtà italiana caratterizzata dall’assenza di un moderno capitalismo industriale, dalla conseguente ancora limitata consistenza operaia, nonché dalla viva tradizione cospirativa mutuata dalla recente rivoluzione nel paese [20] –, gli elementi teorici di Marx andarono lentamente affermandosi nelle file del movimento operaio [21]. Anzi, paradossalmente, conobbero una prima divulgazione proprio tramite gli anarchici, che condividevano completamente le teorie dell’autoemancipazione operaia e della lotta di classe, contenute negli Statuti e negli Indirizzi dell’«Internazionale» [22]. Essi, in seguito, continuarono a pubblicare Marx, spesso in polemica con il socialismo che fu verbosamente rivoluzionario, ma, nella pratica, legalitario e revisionista. La più importante iniziativa realizzata fu, senz’altro, la pubblicazione, nel 1879, del compendio del primo libro de Il capitale, a cura di Carlo Cafiero. Fu questa la prima occasione nella quale, seppure in forma popolarizzata, i principali concetti teorici di Marx poterono cominciare a circolare in Italia.

III. Gli anni ottanta e il «marxismo» senza Marx
Gli scritti di Marx non furono tradotti neanche durante gli anni Ottanta. Eccetto pochissimi articoli comparsi sulla stampa socialista, le uniche opere pubblicate furono entrambe di Engels (Il socialismo utopico e il socialismo scientifico nel 1883 e L’origine della famiglia, della proprietà privata e dello Stato nel 1885) e videro la luce – in edizioni di scarsissima diffusione – solo grazie alla caparbia quanto virtuosa iniziativa del socialista beneventano Pasquale Martignetti. Al contrario, cominciarono ad occuparsi di Marx importanti settori della cultura ufficiale, che nutrirono nei suoi confronti minori preclusioni di quelle manifestate, invece, in ambito tedesco.

Così, per iniziativa dei più importanti livelli editoriali ed accademici, la prestigiosissima «Biblioteca dell’economista», la stessa che Marx aveva consultato più volte nel corso delle sue ricerche al British Museum, pubblicò, tra il 1882 ed il 1884 in dispense separate e nel 1886 in unico volume, il libro primo de Il capitale. A dimostrazione della vacuità del movimento italiano, Marx venne a conoscenza di quest’iniziativa, che fu l’unica traduzione dell’opera realizzata in Italia fino a dopo la seconda guerra mondiale, solo casualmente e due mesi prima della morte [23]. Engels, invece, soltanto nel 1893[24]!

Pur se in una realtà ancor piena di limiti, come quella che si è tentato sin qui brevemente di descrivere, la prima circolazione del «marxismo» può datarsi proprio a questo periodo. Tuttavia, a causa del numero ridottissimo di traduzioni degli scritti di Marx e della loro così difficile reperibilità, questa diffusione non avvenne quasi mai tramite le fonti originali, ma attraverso riferimenti indiretti, citazioni di seconda mano, compendi ad opera della miriade di epigoni o presunti continuatori, sorti in poco tempo [25].

Durante questi anni si sviluppò un vero e proprio processo di osmosi culturale, che investì non solo le diverse concezioni socialiste presenti sul territorio, ma anche ideologie che con il socialismo non avevano nulla a che fare. Studiosi, agitatori politici e giornalisti formarono le proprie idee ibridando il socialismo con tutti gli altri strumenti teorici di cui disponevano [26]. E se il «marxismo» riuscì rapidamente ad affermarsi sulle altre dottrine, ciò anche in ragione dell’assenza di un socialismo italiano autoctono, l’esito di questa omogeinizzazione culturale fu la nascita di un «marxismo» impoverito e contraffatto[27]. Un «marxismo» passe-partout. Soprattutto, un «marxismo» senza conoscenza di Marx, visto che i socialisti italiani che lo avevano letto dai suoi testi originali potevano contarsi, ancora, sulle dita [28].

Pur se elementare ed impuro, determinista ed in funzione delle contingenze politiche, questo «marxismo» fu comunque capace di conferire identità al movimento dei lavoratori, ad affermarsi nel Partito dei Lavoratori Italiani costituitosi nel 1892 e, finanche, a dispiegare la propria egemonia nella cultura e nella scienza italiana [29]. Del Manifesto del partito comunista, fino alla fine degli anni Ottanta, non ve n’è ancora alcuna traccia. Ciò nonostante, esso eserciterà, insieme con il suo principale interprete, Antonio Labriola, un ruolo importante nella rottura di quel «marxismo» adulterato che aveva, fino ad allora, caratterizzato la realtà italiana. Prima di parlarne, però, è necessario fare un passo indietro.

IV. Le prime pubblicazioni del Manifesto in Italia
Il prologo alla prima stampa del Manifesto del partito comunista ne annunciava la pubblicazione «in inglese, francese, tedesco, italiano, fiammingo e danese» [30]. In realtà, questo proposito non fu realizzato. O, come sarebbe meglio affermare, il Manifesto divenne uno degli scritti più diffusi della storia dell’umanità, ma non secondo i piani dei suoi due autori.

Il primo tentativo di traduzione de «il Manifesto in italiano e in spagnolo» fu intrapreso a Parigi da Hermann Ewerbeck, membro dirigente della Lega dei Comunisti della capitale francese [31]. Tuttavia, nonostante a distanza di anni, nello Herr Vogt, Marx segnalasse erroneamente l’esistenza di un’edizione italiana [32], questa impresa non fu mai realizzata. Del progetto iniziale, l’unica traduzione eseguita fu quella inglese del 1850, preceduta da quella svedese del 1848. Successivamente, in seguito alla sconfitta delle rivoluzioni del biennio 1848-49, il Manifesto fu dimenticato. Le uniche ristampe, due negli anni Cinquanta e tre negli anni Sessanta, apparvero in lingua tedesca e per la comparsa di nuove traduzioni bisognerà attendere un ventennio. Nel 1869, infatti, venne data alle stampe l’edizione russa e nel 1871 quella serba. Nello stesso periodo, a New York, videro la luce la prima versione inglese pubblicata negli Stati Uniti (1871) e la prima traduzione francese (1872). Sempre nel 1872 uscì a Madrid la prima traduzione spagnola, seguita, l’anno successivo, da quella portoghese condotta su quest’ultima [33].

Al tempo, in Italia, il Manifesto era ancora sconosciuto. La sua prima breve esposizione, composta da riassunti ed estratti dal testo, comparve solo nel 1875, nell’opera di Vito Cusumano, Le scuole economiche della Germania in rapporto alla questione sociale. In essa si poteva leggere che: «dal punto di vista del proletariato questo programma è tanto importante quanto la Déclaration des droits des hommes per la borghesia: esso è uno dei fatti più importanti del XIX secolo, uno di quei fatti che caratterizzano, che danno nome e indirizzo ad un secolo» [34]. In seguito, i riferimenti al Manifesto furono poco frequenti. Tuttavia, lo scritto venne citato, nel 1883, negli articoli che diedero notizia della scomparsa di Marx. Il foglio socialista «La Plebe» ne parlava come di uno «dei documenti fondamentali del socialismo contemporaneo (…) simbolo della maggioranza del proletariato socialista dell’occidente e dell’America del Nord» [35].

Il quotidiano borghese la «Gazzetta Piemontese», invece, presentava Marx come l’autore del «famoso Manifesto dei Comunisti, che divenne il labaro del socialismo militante, il catechismo dei diseredati, il vangelo sul quale votano, giurano, combattono gli operai tedeschi e la maggior parte degli operai inglesi» [36]. A dispetto di questi apprezzamenti, la sua stampa dovette, però, ancora attendere. Nel 1885, dopo aver ricevuto una copia del Manifesto da Engels, Martignetti ne realizzò la traduzione. Tuttavia, per mancanza di danaro, l’edizione non fu mai pubblicata. La prima traduzione italiana apparve, con oltre quarant’anni di ritardo, soltanto nel 1889, anno nel quale erano già state pubblicate 21 edizioni in tedesco, 12 in russo, 11 in francese, 8 in inglese, 4 in spagnolo, 3 in danese (la prima nel 1884), 2 in svedese, ed 1 rispettivamente in lingua portoghese, ceka (1882), polacca (1883), norvegese (1886) e yiddish (1889).

Il testo italiano fu dato alle stampe con il titolo di Manifesto dei socialisti redatto da Marx e Engels, in dieci puntate tra l’agosto ed il novembre, sul giornale democratico di Cremona «L’Eco del popolo». Questa versione, però, si distinse per la pessima qualità, risultando priva delle prefazioni di Marx ed Engels, della terza sezione («Letteratura socialista e comunista») e di diverse altre parti che furono omesse o riassunte. Inoltre, la traduzione di Leonida Bissolati, eseguita dall’edizione tedesca del 1883 e confrontata con quella francese del 1885 curata da Laura Lafargue, semplificava le espressioni maggiormente complicate. Dunque, più che di una traduzione, si trattò di un popolarizzazione dello scritto, con un certo numero di passaggi testualmente tradotti [37].

La seconda edizione italiana, che fu la prima ad uscire in brochure, giunse nel 1891. La traduzione, condotta dalla versione francese del 1885 del giornale parigino «Le Socialiste», e la prefazione furono opera dell’anarchico Pietro Gori. Il testo si segnala per l’assenza del preambolo e per i diversi errori presenti. L’editore Flaminio Fantuzzi, anche egli vicino alle posizioni anarchiche, avvisò Engels solo a cose fatte e questi, in una lettera a Martignetti, espresse il suo particolare fastidio per le «prefazioni di sconosciuti tipo Gori» [38].

La terza traduzione italiana uscì nel 1892, in feuilletton sul periodico «Lotta di classe» di Milano. Questa versione, che si presentava come la «prima e sola traduzione italiana del Manifesto, che non sia un tradimento» [39], fu condotta da Pompeo Bettini sull’edizione tedesca del 1883. Seppure presentava anch’essa errori e semplificazioni di alcuni passaggi, si affermò decisamente sulle altre, ebbe numerose riedizioni fino al 1926 e diede avvio al processo di formazione della terminologia marxista in Italia [40].

L’anno seguente, con alcune correzioni e miglioramenti di stile e con l’indicazione che «la versione completa [era stata] eseguita sulla 5.a edizione tedesca (Berlino 1891)»[41], questa traduzione apparve in brochure, in mille copie. Nel 1896 la ristampa in duemila copie. Il testo conteneva le prefazioni del 1872, 1883 e 1890, tradotte da Filippo Turati, direttore di «Critica Sociale» al tempo la principale rivista del socialismo italiano, e l’apposito proemio Al lettore italiano che questi era riuscito ad ottenere da Engels per l’occasione, al fine di poter distinguere la nuova edizione da quelle che l’avevano preceduta. La prefazione italiana fu l’ultima scritta per il Manifesto da uno dei suoi autori.

Negli anni seguenti vennero pubblicate altre due edizioni che, seppur prive dell’indicazione del traduttore, riprendevano decisamente la versione di Bettini. La prima, alla quale mancavano, però, la prefazione e la terza sezione, venne realizzata per dare al Manifesto un’edizione popolare ed a buon mercato. Essa fu promossa, in occasione del 1° Maggio del 1897, dalla rivista «Era Nuova» ed apparve a Diano Marina (in Liguria) in ottomila copie. La seconda, senza le prefazioni, a Firenze, presso l’editore Nerbini, nel 1901.

V. Il Manifesto tra la fine dell’ottocento e il fascismo
Negli anni Novanta, il processo di diffusione degli scritti di Marx ed Engels compì un grande progresso. Il consolidamento delle strutture editoriali di quello che era divenuto il Partito Socialista Italiano, l’opera svolta dai numerosi giornali ed editori minori e la collaborazione di Engels alla «Critica Sociale», furono tutte circostanze che concorsero a determinare una maggiore conoscenza dell’opera di Marx. Ciò non bastò, però, ad arginare il processo di alterazione che ne accompagnava la divulgazione. La scelta di combinare le concezioni di Marx con le teorie più disparate fu tanto opera di quel fenomeno denominato «socialismo della cattedra» che del movimento operaio, i cui contributi teorici, pur se divenuti di una certa mole, si caratterizzavano ancora per una stentatissima conoscenza degli scritti marxiani.

Marx aveva ormai assunto un’indiscussa notorietà, ma era ancora considerato come un primus inter pares nella moltitudine dei socialisti esistenti [42]. Soprattutto, fu messo in circolazione da pessimi interpreti del suo pensiero. Per tutti, valga l’esempio di colui che fu considerato «il più socialista, il più marxista (…) degli economisti italiani» [43]: Achille Loria; correttore e perfezionatore di quel Marx che nessuno conosceva abbastanza per dire in cosa fosse stato corretto o perfezionato. Poiché è nota la sua descrizione dipinta da Engels nella Prefazione al Libro Terzo de Il capitale – «improntitudine illimitata, agilità da anguilla per sgusciare da situazioni insostenibili, eroico disdegno delle pedate ricevute, prontezza nell’appropriarsi prodotti altrui…» [44] –, per meglio descrivere la falsificazione subita da Marx, può essere utile ricordare un aneddoto raccontato, nel 1896, da Benedetto Croce.

Nel 1867, a Napoli, in occasione della costituzione della prima sezione italiana dell’«Internazionale», uno sconosciuto personaggio straniero, «molto alto e molto biondo, dai modi dei vecchi cospiratori e dal parlare misterioso», intervenne per convalidare la nascita del circolo. Ancora a distanza di molti anni, un avvocato napoletano, presente all’incontro, era convinto che «quell’uomo alto e biondo fosse stato Carlo Marx» [45] e ci volle una grande fatica per riuscire a convincerlo del contrario. Poiché in Italia molti concetti marxiani sono stati introdotti dall’«illustre Loria» [46], si può concludere che quello che è stato inizialmente divulgato sia stato un Marx snaturato, un Marx, anche questo, «alto e biondo!» [47]

Tale realtà mutò soltanto grazie all’opera di Labriola, che per primo introdusse in Italia il pensiero marxiano in maniera autentica. Più che essere interpretato, attualizzato o «completato» con altri autori, si può affermare che, grazie a lui, Marx venne svelato per la prima volta [48]. Questa impresa avvenne tramite i Saggi sulla concezione materialistica della storia, pubblicati da Labriola tra il 1895 ed il 1897. Il primo di questi, In memoria del Manifesto dei comunisti, consisteva proprio in uno studio sulla genesi del Manifesto che, a seguito dell’approvazione giunta da Engels poco prima della sua morte [49], ne divenne il più importante commento e l’interpretazione ufficiale di parte «marxista».

Molti dei limiti della realtà italiana poterono essere così affrontati. Secondo Labriola, la rivoluzione «non può procedere da una sommossa di una turba guidata da alcuni, ma deve essere e sarà il risultato dei proletari stessi» [50]. «Il comunismo critico – che per il filosofo napoletano era il nome più adatto per descrivere le teorie di Marx ed Engels – non fabbrica le rivoluzioni, non prepara le insurrezioni, non arma le sommosse (…) non è in somma, un seminario in cui si formi lo stato maggiore dei capitani della rivoluzione proletaria; ma è solo la coscienza di tale rivoluzione»[51]. IlManifesto, dunque, non è «il vademecum della rivoluzione proletaria» [52], ma lo strumento per smascherare l’ingenuità del socialismo che si pensa possibile «senza rivoluzione, ossia senza fondamentale mutazione della struttura elementare e generale della società» [53].

Con Labriola il movimento operaio italiano ebbe, finalmente, un teorico capace, al contempo, di conferire dignità scientifica al socialismo, di compenetrare e rinvigorire la cultura nazionale, di misurarsi con i massimi livelli della filosofia e del marxismo europei. Tuttavia, il rigore del suo marxismo, problematico per le immediate circostanze politiche e critico verso i compromessi teorici, ne decretò anche l’inattualità [54].

A cavallo tra i due secoli, infatti, la pubblicazione de La filosofia di Marx di Giovanni Gentile (libro segnalato in seguito da Lenin come «degno di attenzione»[55]), degli scritti di Croce che proclamavano la «morte del socialismo» [56] e – sul versante militante – dei lavori di Francesco Saverio Merlino [57] e di Antonio Graziadei[58], fecero spirare anche in Italia il vento della «crisi del marxismo». Nel Partito Socialista Italiano, tuttavia, non vi era – come in Germania – un «marxismo» ortodosso e, in realtà, lo scontro fu combattuto tra due «revisionismi», uno riformista e l’altro sindacal-rivoluzionario [59].

In questo stesso periodo, a partire dal 1899 e fino al 1902, ci fu un proliferare di traduzioni di Marx ed Engels che fornirono al lettore italiano buona parte delle opere al tempo disponibili. Fu in questo contesto che, nel 1902, in appendice alla terza edizione dello scritto di Labriola In memoria del Manifesto dei comunisti, apparve una nuova traduzione del Manifesto, l’ultima eseguita in Italia fino alla fine della seconda guerra mondiale. Questa, la cui paternità fu assegnata da alcuni a Labriola e da altri a sua moglie Rosalia Carolina De Sprenger, conteneva alcune inesattezze ed omissioni e venne ripresa in poche altre riedizioni dello scritto.

La versione più utilizzata fino al secondo dopoguerra fu, dunque, quella di Bettini, riprodotta in numerose ristampe. Ad una prima nel 1910, ne seguirono diverse a cura della «Società editrice Avanti», divenuta il principale veicolo di propaganda del Partito Socialista. In particolare, due nel 1914, la seconda delle quali includeva I fondamenti del comunismo di Engels. Ancora tra il 1914 ed il 1916 (ristampa nel biennio 1921-22) venne inserita nel primo tomo dell’edizione delle Opere di Marx ed Engels che, a riprova della confusione generale dominante, in Italia – come in Germania – furono raccolte insieme con quelle di Lassalle. Poi nel 1917, per due volte nel 1918 con in appendice i 14 punti della Conferenza di Kienthal ed il manifesto della Conferenza di Zimmerwald, nel 1920 (con due ristampe nel 1922) in una traduzione rivista da Gustavo Sacerdote e, infine, nel 1925.

A queste edizioni «Avanti», vanno aggiunte altre sette ristampe che apparvero, presso case editrici minori, tra il 1920 ed il 1926. Durante la prima decade del secolo, il «marxismo» fu congedato dalla pratica politica quotidiana del Partito Socialista Italiano. In un famoso dibattito parlamentare del 1911, infatti, il presidente del consiglio Giovanni Giolitti poteva affermare: «il Partito Socialista ha moderato assai il suo programma. Carlo Marx è stato mandato in soffitta» [60]. I commenti ai testi di Marx, che solo poco tempo prima avevano inondato il mercato librario, si arrestarono. E, se si escludono il «ritorno a Marx» degli studi filosofici di Rodolfo Mondolfo [61] e poche altre eccezioni, lo stesso si verificò durante gli anni Dieci. Quanto alle iniziative ad opera di altre realtà, il campo borghese aveva da tempo celebrato la «dissoluzione del marxismo», mentre nella chiesa cattolica le condanne pregiudiziali prevalsero di gran lunga sui tentativi di analisi.

Nel 1922 l’irrompere della barbarie fascista. Dal 1923, tutti gli esemplari del Manifesto furono ritirati dalle biblioteche pubbliche e universitarie. Nel 1924 tutte le pubblicazioni di Marx e quelle legate al movimento operaio furono date al fuoco [62]. Le leggi «fascistissime» del 1926, infine, decretarono lo scioglimento dei partiti di opposizione e diedero inizio al periodo più tragico della storia italiana moderna.

Se si escludono alcune edizioni illegali dattilografate o ciclostilate, i pochi scritti di Marx pubblicati in lingua italiana tra il 1926 ed il 1943 apparvero all’estero (tra questi si segnalano due versioni del Manifesto stampate in Francia, nel 1931 e nel 1939, e un’altra pubblicata a Mosca nel 1944, con una nuova traduzione di Palmiro Togliatti). Uniche eccezioni a questa congiura del silenzio furono tre diverse edizioni del Manifesto del partito comunista. Due di queste apparvero, «a uso degli studiosi» e con diritto di consultazione solo tramite richiesta preventiva, nel 1934. La prima nel volume collettaneo Politica ed economia, che raccolse, accanto a quello di Marx, testi di Labriola, Loria, Pareto, Weber e Rimmel; la traduzione era quella di Bettini rivisitata dal curatore Robert Michels [63].

La seconda a Firenze nella versione di Labriola, in un altro volume collettivo, Le carte dei diritti, primo tomo della collana «Classici del liberalismo e del socialismo». E poi da ultimo, nel 1938, stavolta a cura di Croce, in appendice ad una raccolta di saggi di Labriola, dal titolo La concezione materialistica della storia, nella traduzione da lui stesso eseguita. Il volume comprendeva anche un saggio di Croce, divenuto poi famoso, dal titolo quanto mai esplicito: Come nacque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900). Il filosofo idealista, però, si sbagliava. Il «marxismo» italiano non era morto, ma soltanto imprigionato nei Quaderni del carcere di Antonio Gramsci [64] che avrebbero presto dispiegato tutto il loro valore teorico e politico.

Con la liberazione dal fascismo, il Manifesto ricominciò ad apparire in diverse edizioni. Federazioni provinciali del «Partito Comunista Italiano», iniziative di singoli e piccole case editrici nell’Italia meridionale già liberata, diedero al testo di Marx ed Engels una nuova linfa. Tre edizioni apparvero nel 1943 e otto nel 1944. E così di seguito negli anni successivi: dalle nove edizioni pubblicate alla fine della guerra, nel 1945, all’exploit del 1948, in occasione del centenario.

VI. Conclusione
Ripercorrendo la storia dell’edizione italiana del Manifesto del partito comunista risalta, con evidenza, l’enorme ritardo con il quale esso venne pubblicato. Contrariamente a molti paesi dove il Manifesto fu il primo scritto di Marx ed Engels ad essere tradotto, in Italia apparve solo dopo altre opere[65]. Anche la sua influenza politica fu modesta e esso non incise mai direttamente sui principali documenti del movimento operaio. Tanto meno fu determinante nella formazione della coscienza politica dei dirigenti socialisti. Tuttavia, fu di grande rilevanza per gli studiosi (si è visto il caso di Labriola) e, attraverso le sue edizioni, svolse un ruolo importante tra i militanti, fino a divenirne il riferimento teorico privilegiato.

Ad oltre centocinquant’anni dalla sua pubblicazione, preso in esame da un numero ormai incalcolabile di esegeti, oppositori e seguaci di Marx, ilManifesto ha attraversato le più svariate stagioni ed è stato letto nei modi più diversi. Pietra miliare del «socialismo scientifico» o plagio del Manifeste de la démocratie di Victor Considerant; testo incendiario colpevole di aver fomentato l’odio tra le classi nel mondo o simbolo di liberazione del movimento operaio internazionale; classico del passato o opera anticipatrice della realtà odierna della «globalizzazione capitalistica». Quale che sia l’interpretazione per la quale si propenda, una cosa è certa: pochissimi altri scritti nella storia possono vantare analoga vitalità e diffusione. Ancora oggi, infatti, il Manifesto continua ad essere stampato ed a far parlare di sé in America latina come in Cina, negli Stati Uniti come in Italia e nell’intera Europa.

Se la perpetua giovinezza di uno scritto sta nella sua capacità di sapere invecchiare, ovvero di essere sempre capace di stimolare nuovi pensieri, si può allora affermare che il Manifesto possiede senz’altro questa virtù.

References
1. Cfr. Gian Mario Bravo, Marx e il marxismo nella prima sinistra italiana, in Marcello Musto (a cura di), Sulle tracce di un fantasma. L’opera di Karl Marx tra filologia e filosofia, Manifestolibri, Roma 2006 (2005), p. 97.
2. Jacques Derrida, Spettri di Marx, Raffaello Cortina Editore, Milano 1994, p. 22.
3. Cfr. John Cassidy, The return of Karl Marx, in «The New Yorker», October 20/27 1997, pp. 248-259.
4. Cfr. «Le Nouvel Observateur», Octobre/Novembre 2003.
5. Cfr. «Der Spiegel», 22/08/2005.
6. In particolare cfr. Eric Hobsbawm, Introduction a Karl Marx-Friedrich Engels, The communist Manifesto, Verso, London 1998.
7. Per un indice completo degli scritti di Marx ed Engels pubblicati in lingua italiana dal 1848 al 1926 si veda Emilio Gianni, Diffusione, popolarizzazione e volgarizzazione del marxismo in Italia, Pantarei, Milano 2004. Per una ricostruzione storiografica della prima diffusione delle opere di Marx in Italia si rimanda alla raccolta di saggi di Gian Mario Bravo, Marx ed Engels in Italia, Editori Riuniti, Roma 1992. Di notevole interesse, inoltre, Gerhard Kuck (a cura di), Karl Marx, Friedrich Engels und Italien: Teil I, Herausgabe und Verbreitung der Werke von Karl Marx und Friedrich Engels in Italien, e Teil II, Die Entwicklung des Marxismus in Italien: Wege, Verbreitung, Besonderheiten. Il primo dei due tomi comprende una completa «Auswahlbibliographie zur italienischen Marx/Engels-Forschung», dagli anni Settanta dell’Ottocento al 1943, pp. 131-148.
8. Cfr. Giuseppe Del Bo (a cura di), La corrispondenza di Marx e Engels con italiani (1848-1895), Feltrinelli, Milano 1964, pp. IX-XXI.
9. Carlo Marx capo supremo dell’Internazionale , in «Il proletario Italiano», Torino, 27-VII-1871.
10. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, Luigi Mongini Editore, Roma 1909, p. 15, che sottolinea come “dapprima fu il Marx politico, che spinse a poco a poco gli Italiani ad occuparsi anche del Marx scienziato”.
11. Carlo Marx capo supremo dell’Internazionale , op. cit.
12. Cfr. Renato Zangheri, Storia del socialismo italiano, Volume I, Einaudi, Torino 1993, p. 338.
13. Quale esempio in proposito si rimanda al manuale di Oddino Morgari, L’arte della propaganda socialista, Libr. Editr. Luigi Contigli, Firenze 1908 (2ª ediz.), p. 15. Esso proponeva ai propagandisti del partito di utilizzare questo modo di apprendimento: leggere anzitutto un riassunto qualsiasi di Darwin e di Spencer che darà allo studioso la direzione generale del pensiero moderno; poi verrà Marx a completare la “formidabile triade” che rinchiuderà degnamente il “vangelo dei socialisti contemporanei”. In proposito cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, op. cit., p. 102.
14. Ivi, p. 101.
15. Si veda lo scritto molto diffuso di Enrico Ferri, Socialismo e scienza positiva. Darwin, Spencer, Marx, Casa Editrice Italiana, Roma 1894. Nella sua prefazione l’autore italiano affermava: “io intendo provare come il socialismo Marxista (…) non sia che il completamento pratico e fecondo, nella vita sociale, di quella moderna rivoluzione scientifica (…) decisa e disciplinata dalle opere di Carlo Darwin e Erberto Spencer”.
16. Cfr. Gnocchi Viani, Il socialismo moderno, Casa di pubblicità Luigi Pugni, Milano 1886. In proposito si veda la critica a Gnocchi Viani di Roberto Michels, Storia critica del movimento socialista italiano. Dagli inizi fino al 1911, Società An. Editrice “La voce”, Firenze 1926, p. 136.
17. A mo’ di esempio si veda la lettera della «Associazione democratica di Macerata» a Marx del 22-XII-1871. Questa organizzazione propose Marx come “triunviro onorario insieme ai cittadini Giuseppe Garibaldi e Giuseppe Mazzini”, in Del Bo (a cura di), op. cit., p. 166. Nel riportare la notizia a Wilhelm Liebknecht, il 2-I-1872, Engels scrisse: “Una società di Macerata nella Romagna ha nominato come suoi 3 presidenti onorari: Garibaldi, Marx e Mazzini. Questa confusione rispecchia fedelmente lo stato dell’opinione pubblica tra gli operai italiani. Manca solo Bakunin per completare il quadro”, MEW 33, Dietz Verlag, Berlin 1966, p. 368.
18. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, op. cit., p. 101, che afferma come “agli occhi di molti lo Schäffle passò per il più autentico di tutti i marxisti”.
19. Cfr. Paolo Favilli, Storia del marxismo italiano. Dalle origini alla grande guerra, FrancoAngeli, Milano 2000 (1996), p. 50. Sui congressi della «Internazionale» italiana si veda Gastone Manacorda, Il movimento operaio italiano attraverso i suoi congressi, Editori Riuniti, Roma 1992 (1963), in particolare pp. 51-95.
20. Cfr. Paolo Favilli, Storia del marxismo italiano. Dalle origini alla grande guerra, op. cit., p. 45.
21. Ivi, p. 42.
22. Ivi, pp. 59-61.
23. Cfr. Tullio Martello a Karl Marx, 5-I-1883, in Giuseppe del Bo (a cura di), Corrispondenze con italiani, op. cit., p. 294.
24. Cfr. Filippo Turati a Friedrich Engels, 1-VI-1893, Ivi, pp. 479-480.
25. Cfr. Roberto Michels, Storia critica del movimento socialista italiano. Dagli inizi fino al 1911, op. cit., p. 135, che afferma come, in Italia, il marxismo non scaturì, “nella quasi totalità dei suoi adepti, da una profonda conoscenza delle opere scientifiche del maestro, ma da contatti presi lì per lì con qualche suo scrittarello politico e qualche (non suo) riassunto d’economia e spesso, quel che era peggio, attraverso i suoi epigoni della socialdemocrazia tedesca”.
26. Cfr. Antonio Labriola, Discorrendo di socialismo e filosofia, in Scritti filosofici e politici, (a cura di Franco Sbarberi), Einaudi, Torino 1973, p. 731, che affermava come “molti di quelli che in Italia si danno al socialismo, e non da semplici agitatori, conferenzieri e candidati, sentono che è impossibile di farsene una persuasione scientifica, se non riallacciandolo per qualche via o tramite alla rimanente concezione genetica delle cose, che sta più o meno in fondo a tutte le scienze. Di qui la manía che è in molti, di cacciar dentro al socialismo tutta quella rimanente scienza di cui più o meno essi dispongono”.
27. Cfr. Gian Mario Bravo, Marx e il marxismo nella prima sinistra italiana, op. cit., p. 103.
28. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, op. cit., p. 99.
29. Cfr. Benedetto Croce, Storia d’Italia dal 1871 al 1915, Laterza, Bari 1967, pp. 146 e 148.
30. Friedrich Engels – Karl Marx, Manifesto del partito comunista, MEW 4, p. 461.
31. Cfr. Friedrich Engels a Karl Marx, 25-IV-1848, MEGA² III/2, p. 153.
32. Cfr. Karl Marx, Herr Vogt, MEGA² I/18, p. 107.
33. Per la bibliografia e la storia delle edizioni del Manifesto del partito comunista si veda l’indispensabile Bert Andréas, Le Manifeste Communiste de Marx et Engels, Feltrinelli, Milano 1963 e la pregevole pubblicazione del Manifesto a cura delle Edizioni Lotta Comunista, Milano 1998, ricchissima di notizie a riguardo.
34. Vito Cusumano, Le scuole economiche della Germania in rapporto alla questione sociale, Giuseppe Marghieri Editore, Prato 1875, p. 278.
35. In «La Plebe», Milano, Aprile 1883, Nr. 4.
36. Dall’Enza: Carlo Marx e il socialismo scientifico e razionale, in «Gazzetta Piemontese», Torino, 22-III-1883.
37. Cfr. Bert Andréas, op. cit., p. 145.
38. Friedrich Engels a Pasquale Martignetti, 2-IV-1891, in MEW 38, Dietz Verlag, Berlin 1964, p. 72.
39. In «Lotta di classe», Milano, Anno I, Nr. 8, 17/18-IX-1892.
40. Cfr. Michele A. Cortellazzo, La diffusione del Manifesto in Italia alla fine dell’Ottocento e la traduzione di Labriola, in «Cultura Neolatina», 1981, Nr. 1-2, p. 98, che afferma: «il 1892 è lo spartiacque che divide l’insieme delle traduzioni ottocentesche del Manifesto in due campi ben distinti: al di là di quell’anno stanno le traduzioni approssimative, lacunose e largamente debitrici alle versioni straniere, più importanti per il loro valore di primi documenti della diffusione del testo in Italia che per la qualità della traduzione; al di qua la traduzioni complete e scrupolose che, anche per la loro tiratura, influirono decisamente sulla diffusione del marxismo in Italia».
41. Carlo Marx – Friedrich Engels, Il Manifesto del Partito Comunista, Uffici della Critica Sociale, Milano 1893, p. 2.
42. Cfr. Gaetano Arfé, Storia del socialismo italiano (1892-1926), Mondadori, Milano 1977, p. 70.
43. Filippo Turati ad Achille Loria, 26-XII-1890, in «Appendice» a Paolo Favilli, Il socialismo italiano e la teoria economica di Marx (1892-1902), Bibliopolis, Napoli 1980, pp. 181-182.
44. Friedrich Engels, Vorwort a Karl Marx, Das Kapital. Dritter Band, MEGA II/15, p. 21.
45. Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, Bibliopolis, Napoli 2001, p. 65.
46. Friedrich Engels, op. cit., p. 21.
47. Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, op. cit., p. 65.
48. Cfr. Antonio Labriola a Benedetto Croce, 25-V-1895, in Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, op. cit., p. 269. In proposito si veda anche Mario Tronti, Tra materialismo dialettico e filosofia della prassi – Gramsci e Labriola, in Alberto Caracciolo – Gianni Scalia (a cura di), La città futura. Saggi sulla figura e il pensiero di Antonio Gramsci, Feltrinelli, Milano 1959, p. 148.
49. “Tutto molto bene, solo qualche piccolo errore di fatto e all’inizio uno stile un pò troppo erudito. Sono molto curioso di vedere il resto”, in Friedrich Engels a Antonio Labriola, 8-VII-1895, MEW 39, Dietz Verlag, Berlin 1968, p. 498.
50. Cfr. Antonio Labriola, In memoria del Manifesto dei comunisti, in Scritti filosofici e politici, op. cit.,p. 507.
51. Ivi, p. 503.
52. Ivi, p. 493.
53. Ivi, pp. 524-525.
54. Cfr. Eugenio Garin, Antonio Labriola e i saggi sul materialismo storico, in Antonio Labriola, La concezione materialistica della storia, Laterza, Bari 1965, p. XLVI.
55. Vladimir Illich Lenin, Karl Marx, in Opere, Volume XXI, p. 76.
56. In proposito si veda il saggio di Benedetto Croce, Come nacque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900), in Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, op. cit., pp. 265-305.
57. Cfr. Francesco Saverio Merlino, L’utopia collettivista e la crisi del socialismo scientifico, Treves, Milano 1897; Francesco Saverio Merlino, Pro e contro il socialismo. Esposizione critica dei principi e dei sistemi socialisti, Treves, Milano 1897.
58. Cfr. Antonio Graziadei, La produzione capitalistica, Bocca, Torino 1899.
59. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, op. cit., p. 120.
60. La frase fu pronunciata da Giolitti in parlamento l’8 aprile del 1911. Si vedano gli Atti parlamentari, Camera dei Deputati, Sessione 1909-1913, Vol. XI, p. 13717. In proposito si veda Enzo Santarelli, La revisione del marxismo in Italia. Studi di critica storica, Feltrinelli, Milano 1964, pp. 131-132.
61. Cfr. Rodolfo Mondolfo, Umanismo di Marx. Studi filosofici 1908-1966, Einaudi, Torino 1968.
62. Cfr. Antonio Gramsci, La costruzione del partito comunista (1923-1926), Einaudi, Torino, 1978, pp. 475-476.
63. Le modifiche alla versione di Bettini contenute in questa nuova edizione furono un vero e proprio tentativo di deformazione e soppressione di alcune parti del testo, per renderlo meno pericolo e più consono all’ideologia fascista. In proposito cfr. Franco Cagnetta, Le traduzioni italiane del «Manifesto del partito comunista», in «Quaderni di Rinascita», N. 1, Il 1848, Rinascita, Roma 1949, pp. 28-29.
64. Cfr. Enzo Santarelli, La revisione del marxismo in Italia, op. cit., p. 23.
65. La cronologia delle edizioni degli scritti maggiori di Marx ed Engels fino alla pubblicazione del Manifesto del partito comunista è la seguente:1871. Karl Marx, La guerra civile in Francia; 1873. Friedrich Engels, Dell’autorità; 1873. Karl Marx, Dell’indifferenza in materia politica; 1879. Carlo Cafiero, Il capitale di Carlo Marx brevemente compendiato da Carlo Cafiero; 1882-84. Karl Marx, Il capitale; 1883. Friedrich Engels, L’evoluzione del socialismo dall’utopia alla scienza; 1885. Friedrich Engels, L’origine della famiglia, della proprietà privata e dello Stato; 1889. Karl Marx-Friedrich Engels, Manifesto del partito comunista (traduzione Bissolati); 1891. Karl Marx-Friedrich Engels, Manifesto del partito comunista (traduzione Gori); 1892. Karl Marx-Friedrich Engels, Manifesto del partito comunista (traduzione Bettini).

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Marx ai tempi de Il signor Vogt

I. Vicissitudini editoriali delle opere di Marx ed Engels
A dispetto dell’enorme diffusione degli scritti e dell’ampia affermazione delle loro teorie, Marx ed Engels rimangono ancora privi di un’edizione integrale e scientifica delle proprie opere. La prima ragione di questo paradosso va ricondotta all’incompiutezza e alla frammentarietà dell’opera di Marx, della quale, escludendo gli articoli giornalistici editi nel quindicennio 1848-1862, i lavori pubblicati furono relativamente pochi se comparati ai tanti realizzati solo parzialmente o all’imponente mole di ricerche svolte. A testimoniarlo fu lo stesso Marx che, quando nel 1881, in uno dei suoi ultimi anni di vita, fu interrogato da Karl Kautsky circa l’opportunità di un’edizione completa delle sue opere, rispose: «queste dovrebbero prima di tutto essere scritte». In secondo luogo, sulla pubblicazione dei lavori dei due autori hanno influito le vicende del movimento operaio, che troppo spesso hanno ostacolato, anziché favorito, l’edizione dei loro testi.

Il primo tentativo di pubblicare tutti gli scritti di Marx ed Engels risale agli anni Venti, quando David Borisovič Rjazanov, noto studioso e conoscitore di Marx nonché direttore dell’Istituto Marx-Engels nella neonata repubblica dei Soviet, ne avviò la pubblicazione in lingua originale attraverso la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA). Tuttavia, a causa delle epurazioni dello stalinismo che s’abbatterono anche sugli studiosi dell’istituto – lo stesso Rjazanov fu destituito e condannato alla deportazione nel 1931 –, il progetto venne interrotto nel 1935 e dei 42 volumi inizialmente previsti ne furono dati alle stampe soltanto 12 (in 13 tomi). Ancora in Unione Sovietica, dal 1928 al 1947, fu pubblicata la prima edizione in russo: la Sočinenija (opere complete). Ad onta del nome, essa riproduceva solo un numero parziale di scritti; ma, con i suoi 28 volumi (in 33 tomi), costituì per l’epoca la raccolta quantitativamente più consistente dei due autori. La seconda Sočinenija, invece, apparve tra il 1955 e il 1966 in 39 volumi (42 tomi).

Dal 1956 al 1968 nella Repubblica Democratica Tedesca, per iniziativa del Comitato Centrale della SED, furono stampati i 41 volumi (in 43 tomi) dei Marx Engels Werke (MEW). Tale edizione, però, tutt’altro che completa, era appesantita dalle introduzioni e dalle note che, concepite sul modello dell’edizione sovietica, ne orientavano la lettura secondo la concezione del «marxismo-leninismo». Ciò nonostante, essa costituì la base di numerose edizioni analoghe in altre lingue tra cui anche le Opere italiane, le quali non furono mai completate e apparvero solo in 32 dei 50 volumi previsti. Il progetto di una «seconda» MEGA, che si prefiggeva di riprodurre in maniera fedele e con un ampio apparato critico tutti gli scritti dei due pensatori, rinacque durante gli anni Sessanta. Tuttavia, le pubblicazioni, avviate nel 1975, furono anch’esse interrotte, stavolta in seguito al crollo del blocco dei ‘paesi socialisti’.

Nel 1990, con lo scopo di completare l’edizione storico-critica, diversi istituti in Olanda, Germania e Russia hanno costituito la «Internationale Marx-Engels-Stiftung» (IMES). Dopo un’impegnativa fase di riorganizzazione, nella quale sono stati approntati nuovi principi editoriali, e dopo il passaggio di casa editrice, dalla Dietz Verlag all’Akademie Verlag, dal 1998 è ripresa la pubblicazione della Marx-Engels-Gesamtausgabe, la cosiddetta MEGA². Questa impresa riveste grande importanza se si considera che una parte ragguardevole dei manoscritti, dell’imponente corrispondenza e dell’immensa mole di estratti e annotazioni che Marx era solito compilare dai testi che leggeva è ancora inedita [1]. Il progetto complessivo, al quale partecipano studiosi che operano in Germania, Russia, Giappone, Stati Uniti, Olanda, Francia e Danimarca, si divide in quattro sezioni: la prima comprende tutte le opere, gli articoli e le bozze escluso Il capitale; la seconda Il capitale e tutti i suoi lavori preparatori a partire dal 1857; la terza l’epistolario; la quarta gli estratti, le annotazioni e i marginalia. Fino ad oggi, dei 114 volumi previsti ne sono stati pubblicati 52 (ben 12 dopo la ripresa del 1998), ognuno dei quali consta di due tomi: il testo più l’apparato, che contiene gli indici e molte notizie aggiuntive (dettagliate informazioni su www.bbaw.de/vs/mega).

Il volume che qui si presenta [2] è l’ultimo edito. Esso include una parte del carteggio intrattenuto tra Marx ed Engels nel corso delle loro vite, nonché quello intercorso tra loro e i tantissimi corrispondenti con i quali furono in contatto. Il numero complessivo delle lettere di questo epistolario è enorme. Ne sono state ritrovate, infatti, oltre 4.000 scritte da Marx ed Engels, di cui 2.500 sono quelle che essi si sono scambiati direttamente, e 10.000 indirizzate loro da terzi. Altre 6.000, inoltre, pur non essendo state tramandate, hanno lasciato testimonianza certa della loro esistenza. In seguito alle nuove linee editoriali adottate nella MEGA², tutte le lettere seguono rigorosamente il criterio della successione cronologica e i volumi non sono più divisi, come per il passato, in due parti distinte, l’una contenente le lettere scritte da Marx ed Engels e l’altra quelle da loro ricevute.

Il testo in esame presenta la corrispondenza intercorsa tra il giugno del 1860 e il dicembre del 1861, periodo che racchiude, essenzialmente, le tortuose vicende relative alla pubblicazione de Il signor Vogt e al violento scontro che vi fu tra questi e Marx. Delle 386 lettere conservate, 133 sono di Marx ed Engels e 253 quelle da essi ricevute – tra queste ben 204 pubblicate per la prima volta. Delle prime 133, 95 sono quelle scambiate reciprocamente tra i due (73 furono scritte da Marx a Engels e 22 da Engels a Marx – dalla ricostruzione del carteggio è però emerso che almeno 17 lettere di Engels a Marx non sono state tramandate). Undici, infine, sono le lettere scritte da Ferdinand Lassalle a Marx.

II. Il Signor Vogt
Rappresentante della sinistra nell’Assemblea nazionale di Francoforte, durante il 1848-1849, Carl Vogt, esule in Svizzera dopo gli anni rivoluzionari, era, al tempo, professore di scienze naturali a Ginevra. Nella primavera del 1859, egli pubblicò il pamphlet Studien zur gegenwärtige Lage Europas, nel quale sostenne il punto di vista bonapartista in politica estera. Nel giugno dello stesso anno, apparve a Londra un volantino anonimo che denunciava gli intrighi di Vogt in favore di Napoleone III, specialmente i tentativi svolti dal primo per corrompere alcuni giornalisti affinché fornissero versioni filo-bonapartistiche degli avvenimenti politici in corso. L’accusa – che come poi si dimostrò fu opera di Karl Blind, giornalista appartenente al mondo della democrazia e scrittore tedesco emigrato a Londra – venne ripresa dal settimanale «Das Volk», al quale collaboravano anche Marx ed Engels, e dalla «Allgemeine Zeitung» di Augusta.

Ciò indusse Vogt a promuovere un’azione legale contro il quotidiano tedesco, che non poté confutare la denuncia a causa dell’anonimato nel quale Blind volle restare. Nonostante la querela fosse stata respinta, Vogt fu il vincitore morale dell’intera faccenda. Così, nel pubblicare il resoconto degli avvenimenti (Mein Prozess gegen die Allgemeine Zeitung), egli accusò Marx di essere l’ispiratore di un complotto nei suoi confronti, nonché il capo di una banda che viveva ricattando coloro che avevano partecipato ai moti rivoluzionari del 1848, in particolare minacciando di rivelare i nomi di quanti non avessero provveduto a pagare il prezzo del silenzio [3].

Oltre ad avere una eco in Francia e Inghilterra, lo scritto di Vogt ebbe un significativo successo in Germania e fece un gran chiasso sui giornali liberali: «naturalmente il giubilo della stampa borghese non ha limiti» [4]. La «National-Zeitung» di Berlino ne pubblicò un riassunto in due lunghi articoli di fondo nel gennaio del 1860 e Marx, di conseguenza, querelò il quotidiano per diffamazione. Il «Supremo Tribunale Reale Prussiano», però, ne respinse l’istanza decretando che gli articoli non oltrepassavano i limiti di una critica consentita e che da essi non risultava l’intenzione di offendere. Il sarcastico commento di Marx alla sentenza fu: «Come quel turco che tagliò la testa a un greco, senza aver intenzione di fare del male» [5].

Il testo di Vogt mescolava, con abile maestria, accadimenti veri ad altri completamente inventati, così da poter fare sorgere dubbi sulla reale storia dell’emigrazione tra quanti non erano al corrente di tutti gli avvenimenti. Dunque, per salvaguardare la propria reputazione, Marx si sentì obbligato a organizzare la sua difesa e fu così che, alla fine di febbraio del 1860, cominciò a raccogliere il materiale per un libro contro Vogt. Ciò avvenne utilizzando due strade. Anzitutto, egli scrisse decine di lettere ai militanti con i quali aveva avuto rapporti politici durante e dopo il 1848, al fine di ottenere da loro tutti i documenti possibili riguardanti Vogt [6]. Inoltre, per illustrare al meglio la politica dei principali Stati europei e rivelare il ruolo reazionario di Bonaparte, egli condusse vasti studi sulla storia politica e diplomatica del XVII, XVIII e XIX secolo [7].

Questa ultima parte è senza dubbio la più interessante dello scritto, nonché – insieme con quella che contiene la ricostruzione della storia della «Lega dei Comunisti» – l’unica a conservare valore per il lettore contemporaneo. Ad ogni modo, come accadeva sempre a Marx, i suoi studi aumentarono di molto le dimensioni del libro, che gli «cresceva sotto le mani» [8]. Inoltre, i tempi del suo completamento si prolungarono sempre di più. Infatti, nonostante Engels lo esortasse – «Sii dunque almeno una volta un po’ superficiale per poter uscire a tempo giusto» [9] – e scrivesse a Jenny Marx: «Noi facciamo sempre le cose più stupende, ma facciamo sempre in modo che non escano al tempo giusto, e così cadano tutte a vuoto (…) mi raccomando, di fare il possibile perché si faccia qualcosa, ma subito, per trovare l’editore e perché l’opuscolo sia finalmente pronto» [10], Marx si decise a terminarlo solo in novembre.

Egli avrebbe voluto intitolare il libro «Dâ-Dâ-Vogt» [11], per richiamare la somiglianza di vedute tra Vogt e il giornalista bonapartista arabo, a lui contemporaneo, Dâ-Dâ-Roschaid. Questi, traducendo i pamphlet bonapartisti in arabo per ordine delle autorità di Algeri, aveva definito l’imperatore Napoleone III «il sole di beneficenza, la gloria del firmamento» [12] e a Marx nulla pareva più appropriato per Vogt che l’epiteto di « Dâ-Dâ tedesco» [13]. Tuttavia, Engels lo convinse a optare per un più comprensibile Herr Vogt (Il signor Vogt).

Ulteriori problemi si manifestarono rispetto al luogo di pubblicazione del libro. Engels, in proposito, raccomandò vivamente di far uscire il libro in Germania: «Bisogna a tutti i costi evitare di stampare il tuo opuscolo a Londra (…) Abbiamo già fatto esperienza centinaia di volte con la letteratura dell’emigrazione, sempre senza nessuna riuscita, sempre denaro e lavoro buttati per niente e per di più la rabbia» [14]. Tuttavia, poiché nessun editore tedesco si rese disponibile, Marx pubblicò il libro a Londra presso l’editore Petsch e ciò fu possibile, per giunta, solo grazie a una raccolta di denaro per pagarne le spese. Engels commentò che sarebbe stato «preferibile stampare in Germania e bisognava assolutamente riuscirci (…) un editore tedesco (…) ha ben altra forza per spezzare la cospiration du silence» [15].

La confutazione delle accuse di Vogt tenne impegnato Marx per un anno intero, costringendolo a tralasciare del tutto i suoi studi economici che, secondo il contratto stilato con l’editore Duncker di Berlino, avrebbero dovuto proseguire con il seguito di Per la critica dell’economia politica, pubblicata nel 1859. A quanto pare, la frenesia che lo aveva pervaso durante questa vicenda contagiò anche coloro che gli erano più vicino. La moglie Jenny trovava Il signor Vogt una fonte di «piacere e diletto senza fine»; Engels affermò che l’opera era «certamente il migliore lavoro polemico che [egli avesse] scritto finora» [16]; Lassalle salutò il testo come «una cosa magistrale in tutti i sensi» [17]; Wilhelm Wolff, infine, disse: «è un capolavoro dall’inizio alla fine» [18].

In realtà, per poter essere compreso oggi in tutte i suoi riferimenti e allusioni, Il signor Vogt richiede un ampio commento. Inoltre, tutti i principali biografi di Marx sono stati unanimi nel considerare questa opera come un notevole spreco di tempo ed energie. Nel ricordare come diversi conoscenti di Marx avessero tentato di dissuaderlo dall’intraprendere questa impresa, Franz Mehring affermò come «si sarebbe tentati di desiderare che egli avesse dato ascolto a queste voci [poiché] essa ostacolò (…) la grande opera della sua vita (…) a causa del costoso dispendio di forza e tempo che inghiottì senza reale guadagno» [19].

Di analogo parere, nel 1929, Karl Vorländer scrisse: «Oggi, dopo due generazioni, si può a ragione dubitare se valesse la pena sprecare, in questa miserabile faccenda, durata quasi un anno, tanto lavoro spirituale e tante spese finanziarie per scrivere un opuscolo di 191 pagine redatto con brillante arguzia, con motti e citazioni da tutta la letteratura mondiale (Fischart, Calderon, Shakespeare, Dante, Pope, Cicerone, Boiardo, Sterne, e dalla letteratura medio-alto tedesca), nel quale egli si scagliava contro l’odiato avversario» [20]. Anche Nikolaevskij e Maenchen-Helfen biasimarono il fatto che: «Marx aveva impiegato oltre un anno a difendersi contro il tentativo di metter fine alla sua vita politica con le denunce [e che] solo verso la metà del 1861 poté riprendere la sua opera di economia» [21].

Ancora, secondo David McLellan, la polemica contro Carl Vogt «fu un chiaro esempio della singolare capacità [di Marx] di produrre una gran quantità di energie su argomenti assolutamente trascurabili e del suo talento per l’invettiva» [22]. Francis Wheen, infine, si è così interrogato: «Per rispondere alle calunnie pubblicate sulla stampa svizzera da un oscuro politico, tale Carl Vogt, era proprio necessario scrivere un libro di duecento pagine?» [23] E, continuando, notò che: «i quaderni di economia giacquero chiusi sulla sua scrivania mentre il loro proprietario si distraeva con una contesa, tanto spettacolare quanto superflua (…) una violenta replica che, sia per lunghezza sia per il tono furibondo, superava di gran lunga il libello originario a cui intendeva rispondere»[24].

Ciò che colpisce più di ogni altra cosa di questo scritto è l’uso spropositato, nelle argomentazioni di Marx, dei riferimenti letterari. Accanto agli autori già menzionati da Vorländer, sul palcoscenico di questa opera compaiono, tra gli altri, Virgilio, diversi personaggi della Bibbia nella traduzione di Lutero, Schiller, Byron, Hugo e, naturalmente, gli amatissimi Cervantes, Voltaire, Goethe, Heine e Balzac [25]. Tuttavia, queste citazioni – e, dunque, il prezioso tempo impegnato per inserirle nel testo – non rispondevano soltanto al desiderio di Marx di mostrare la superiorità della sua cultura su quella di Vogt o a quello di rendere, attraverso spunti satirici, il pamphlet più gradevole ai lettori. Esse riflettono due caratteristiche essenziali della personalità di Marx.

La prima è la grandissima importanza che egli attribuì, per tutto il corso della propria esistenza, allo stile e alla struttura delle sue opere, anche quelle minori o solo polemiche come Il signor Vogt. La mediocrità della gran parte degli scritti che, nelle sue tante battaglie, egli contrastò, la loro forma scadente, la costruzione incerta e sgrammaticata, la mancanza di logica nelle formulazioni e la presenza in essi di tanti errori suscitarono sempre grande sdegno in Marx [26]. Così, accanto al conflitto di natura teorica, egli si scagliò anche contro la intrinseca volgarità, la mancanza di qualità delle opere dei suoi contendenti e volle mostrare loro non solo la giustezza di ciò che egli scriveva, ma anche quale era il modo migliore per farlo.

La seconda impronta tipicamente marxiana, che si intravede attraverso l’imponente lavoro di preparazione de Il signor Vogt, è l’aggressività e l’irrefrenabile virulenza con la quale egli si lanciava contro i suoi avversari diretti. Fossero essi filosofi, economisti o militanti politici e si chiamassero Bauer, Stirner, Proudhon, Vogt, Lassalle o Bakunin, Marx voleva come annientarli, dimostrarne in ogni modo possibile l’infondatezza delle concezioni, costringerli alla resa mettendoli nell’impossibilità di produrre obiezioni alle sue asserzioni.

Così, guidato da questo impeto, era tentato dal seppellire i suoi antagonisti sotto montagne di argomentazioni critiche e, quando questa furia s’impossessava di lui, al punto da fargli perdere di vista anche il suo progetto di critica dell’economia politica, ecco che egli non si accontentava più dei ‘soli’ Hegel, Ricardo o dell’utilizzazione degli avvenimenti storici, ma si serviva di Eschilo, Dante, Shakespeare e Lessing. Il signor Vogt fu come un incontro nefasto tra queste due componenti del suo carattere. Un corto circuito causato da uno degli esempi più eclatanti di cialtroneria letteraria, così tanto odiata da Marx, e dalla volontà di distruggere il nemico che, con la menzogna, ne aveva minacciato la credibilità e tentato di macchiare la storia politica.

Con questo libro, Marx si aspettava di suscitare scalpore e tentò il più possibile di farne parlare la stampa tedesca. Tuttavia, i giornali e lo stesso Vogt non gli concessero nessuna attenzione: «I cani (…) vogliono ammazzar la cosa col silenzio» [27]. Anche «l’uscita di una rielaborazione francese, molto abbreviata, che si trovava in corso di stampa» [28], venne impedita poiché il volume fu colpito dalla censura e incluso nella lista dei volumi proibiti. Marx ed Engels viventi, non apparve nessun’altra edizione de Il signor Vogt e non ne furono ristampati che brevi passi scelti. In traduzione italiana il libro uscì solo cinquant’anni dopo, nel 1910, presso Luigi Mongini Editore.

III. Marx negli anni 1860-1861: miseria, critica dell’economia politica e giornalismo
A prolungare i ritardi del lavoro di Marx e a complicare terribilmente la sua situazione personale contribuirono le sue due nemiche giurate di sempre: la miseria e la malattia. In questo periodo, infatti, la condizione economica di Marx fu davvero disperata. Accerchiato dalle richieste dei tanti creditori e con alle porte lo spettro costante delle ingiunzioni del broker, l’ufficiale giudiziario, egli si lamentava con Engels affermando: «Come potrò cavarmela non so, perché tasse, scuole, casa, droghiere, macellaio, dio e il diavolo non vogliono più darmi tregua» [29].

Alla fine del 1861, la situazione divenne ancor più disperata e per resistere, accanto al costante aiuto dell’amico – verso il quale egli provava immensa gratitudine «per le straordinarie prove d’amicizia» [30] –, Marx fu costretto a dare in pegno «tutto fuori che i muri della casa» [31]. Sempre all’amico, egli scrisse: «Di qual giubilo non m’avrebbe riempito l’animo il fiasco del sistema finanziario decembrista, da me così a lungo e così spesso pronosticato sulla ‘Tribune’, se fossi libero da queste pidocchierie e vedessi la mia famiglia non schiacciata da queste miserabili angustie!» [32] Inoltre, nell’indirizzargli, alla fine di dicembre, gli auguri per il nuovo anno alle porte, si espresse così: «Se questo dovesse essere uguale al trascorso, per quel che mi riguarda, desidererei piuttosto l’inferno» [33].

Accanto agli sconfortanti problemi di natura finanziaria si accompagnarono, puntualmente, quelli di salute, che i primi concorsero a determinare. Lo stato di profonda depressione che colse per molte settimane la moglie di Marx, Jenny, la rese maggiormente recettiva a contrarre il vaiolo, del quale si ammalò alla fine del 1860, rischiando seriamente la vita. Per l’intero corso della malattia e la degenza della sua compagna, Marx fu costantemente al suo capezzale e riprese la sua attività solo quando Jenny fu fuori pericolo. Durante il tempo trascorso, come egli scrisse a Engels, lavorare era stato del tutto fuori questione: «La sola occupazione con la quale posso conservare la necessaria tranquillità d’animo, è la matematica» [34], una delle più grandi passioni intellettuali della sua esistenza.

Pochi giorni dopo, inoltre, aggiungeva che una circostanza che l’aveva «molto aiutato [era] stato un terribile mal denti». Recatosi dal dentista per farsi estrarre un dente, questi gliene aveva lasciato per errore una scheggia, così da fargli venire una faccia «gonfia e dolente e la gola mezza chiusa». Pertanto, Marx affermava stoicamente: «Questo malessere fisico stimola molto le facoltà di pensare e perciò la capacità di astrazione, poiché, come dice Hegel, il pensiero puro o l’essere puro o il nulla sono la medesima cosa» [35]. Nonostante i problemi, nel corso di queste settimane egli ebbe l’occasione di leggere molti libri e tra questi Sull’origine della specie attraverso la selezione naturale di Charles Darwin, dato alle stampe l’anno prima. Il commento che Marx comunicò per lettera a Engels era destinato a far discutere schiere di studiosi e militanti socialisti: «Per quanto svolto grossolanamente all’inglese, ecco qui il libro che contiene i fondamenti storico-naturali del nostro modo di vedere» [36].

Al principio del 1861, le condizioni di Marx si aggravarono a causa di una infiammazione al fegato che lo aveva già colpito l’estate precedente: «Sono tribolato come Giobbe, quantunque non altrettanto timorato di Dio» [37]. In particolare, lo stare curvo gli procurava enorme sofferenza e scrivere gli fu interdetto. Così, per superare la «condizione schifosissima che [lo] rende[va] incapace di lavorare»[38], egli si rifugiò ancora nelle letture: «Alla sera per sollievo [leggo] le guerre civili romane di Appiano nel testo greco originale. Libro di gran valore (…) Spartaco vi figura come il tipo più in gamba che ci sia posto sotto gli occhi da tutta la storia antica. Grande generale (non un Garibaldi), carattere nobile, real representative dell’antico proletariato» [39].

Ristabilitosi dalla malattia alla fine del febbraio 1861, Marx si recò a Zalt-Bommel in Olanda per cercare una soluzione alle proprie difficoltà finanziarie. Lì trovò l’aiuto dello zio Lion Philips, uomo di affari e fratello del padre del futuro fondatore della fabbrica di lampade da cui discende una delle più importanti aziende di apparecchiature elettroniche al mondo, che accettò di anticipargli 160 sterline della futura eredità materna. Da qui, Marx si recò clandestinamente in Germania, ove fu ospite di Lassalle a Berlino per quattro settimane. Quest’ultimo lo aveva ripetutamente sollecitato a promuovere insieme la fondazione di un organo di ‘partito’ e ora, con l’amnistia promulgata nel gennaio del 1861, si presentavano anche le condizioni affinché Marx riottenesse la cittadinanza prussiana, che gli era stata tolta dopo l’espulsione del 1849, e potesse trasferirsi a Berlino. Tuttavia, lo scetticismo che Marx nutriva nei confronti di Lassalle impedì che il progetto venisse mai preso seriamente in esame [40].

Di ritorno dal suo viaggio, egli descrisse così a Engels l’intellettuale e militante tedesco: «Lassalle, abbagliato dalla considerazione di cui gode in certi circoli dotti per il suo Eraclito e in un altro cerchio di scrocconi per il vino buono e la cucina, naturalmente non sa che presso il grande pubblico è screditato. Inoltre ci sono la sua prepotenza, il suo impigliarsi nel ‘concetto speculativo’ (il giovanotto sogna perfino di voler scrivere una nuova filosofia hegeliana alla seconda potenza), l’essere infetto di vecchio liberalismo francese, la sua penna prolissa, la sua importunità, la mancanza di tatto, ecc. Lassalle, tenuto sotto una stretta disciplina, potrebbe render servigi come uno dei redattori. Altrimenti solo compromettere le cose» [41]. Il giudizio di Engels non era da meno, poiché lapidariamente ne scriveva: «Quest’uomo non lo si può correggere» [42]. In ogni caso, la domanda di cittadinanza di Marx fu respinta rapidamente e, poiché egli non si fece mai naturalizzare in Inghilterra, rimase apolide per tutto il resto della vita.

Di questo soggiorno tedesco, la corrispondenza di Marx offre divertenti resoconti che agevolano la comprensione del suo carattere. I suoi ospiti, Lassalle e la sua compagna, la contessa Sophie von Hatzfeldt, si prodigarono ad organizzare per lui una serie di attività che solo le sue lettere mostrano quanto egli detestasse profondamente. Da un breve resoconto dei primi giorni trascorsi in città, lo vediamo alle prese con la mondanità. Il martedì sera era tra gli spettatori di «una commedia berlinese piena di autocompiacimento prussiano: tutto sommato una faccenda disgustosa». Al mercoledì fu costretto ad assistere a tre ore di balletto all’Opera – «una roba davvero mortalmente noiosa» – e, per giunta, «horribile dictu» [43], «in un palco proprio vicinissimo a quello del ‘bel Guglielmo’» [44], il re in persona.

Il giovedì Lassalle diede un pranzo in suo onore al quale presero parte alcune ‘celebrità’. Per nulla allietato dalla circostanza, a mo’ di esempio del riguardo che nutriva per i suoi commensali, Marx diede questa descrizione della sua vicina di tavola, la redattrice letteraria Ludmilla Assing: «È la creatura più brutta che io abbia mai visto in vita mia, con una laida fisionomia ebraica, un naso sottile assai sporgente, eternamente sorridente e ridacchiante, sempre a parlare una prosa poetica, continuamente nello sforzo di dire qualcosa di straordinario, fingendo entusiasmo e spruzzando saliva sui suoi ascoltatori durante gli spasimi delle sue estasi» [45].

A Carl Siebel, poeta renano e lontano parente di Engels, scrisse: «Qui mi annoio a morte. Vengo trattato come una specie di leone da salotto e sono costretto a vedere molti signori e signore ‘di ingegno’. È terribile» [46]. In seguito, scrisse ad Engels: «Anche Berlino non è che un paesone», mentre a Lassalle non poté negare che la cosmopolitica Londra esercitava su di lui «una straordinaria attrazione», sebbene egli ammettesse di vivere «come un eremita in questo buco gigantesco» [47]. E così, dopo essere passato per Elberfeld, Bermen, Colonia, la sua Treviri e poi ancora in Olanda, vi fece ritorno il 29 aprile. Ad attenderlo c’era la sua «Economia».

Come ricordato, nel giugno del 1859, Marx aveva pubblicato il primo fascicolo di Per la critica dell’economia politica e aveva in programma di far seguire ad esso una seconda dispensa il più presto possibile. Nonostante gli annunci ottimistici che egli era solito fare in proposito – nel novembre del 1860 scrisse a Lassalle: «Penso che entro pasqua potrà uscire la seconda parte» [48] –, per le vicissitudini sin qui narrate, trascorsero invano oltre due anni affinché egli potesse ritornare ai suoi studi. D’altronde, egli era profondamente frustrato delle circostanze e se ne lamentò con Engels in luglio: «Non vado avanti così rapidamente come vorrei, perché ho molti problemi domestici» [49]; e ancora in dicembre: «Il mio scritto prosegue, ma adagio. Infatti non era possibile risolvere rapidamente tali questioni teoriche in mezzo a simili circostanze. E pertanto verrà molto più popolare e il metodo molto più dissimulato che nella prima parte» [50]. Ad ogni modo, nell’agosto del 1861 riprese con assiduità a lavorare alla sua opera.

Fino al giugno del 1863, redasse i 23 quaderni – di 1472 pagine in quarto – che comprendono le Teorie sul plusvalore. La prima delle tre fasi di questa nuova redazione dell’«Economia», quella relativa ai primi cinque quaderni di questo gruppo, corre dall’agosto del 1861 al marzo 1862. Essi trattano la trasformazione del denaro in capitale – tema affrontato nel libro primo de Il capitale – e costituiscono la prima redazione esistente di tale argomento. Differentemente dalle Teorie sul plusvalore, date alle stampe da Kautsky tra il 1905 e il 1910, seppure in un’edizione rimaneggiata e spesso poco conforme agli originali, questi quaderni sono stati ignorati per oltre cent’anni. Essi furono pubblicati per la prima volta solo nel 1973, in traduzione russa, quale volume aggiunto (numero 47) delle Sočinenija. La versione in lingua originale, invece, uscì solo nel 1976 nella ‘seconda’ MEGA[51].

L’ultima fase del 1861 è anche quella durante la quale Marx riprese la sua collaborazione con la «New-York Tribune» e scrisse per il quotidiano liberale di Vienna «Die Presse». La maggior parte delle sue corrispondenze di questo periodo furono dedicate alla guerra civile negli Stati Uniti. In essa, secondo Marx, «la lotta si gioca[va] tra la più alta forma di autogoverno popolare mai realizzata finora e la più abbietta forma di schiavitù umana che la storia conosca»[52]. Questa valutazione rende palese, più di ogni altra possibile, l’abisso che lo separava da Garibaldi, che aveva rifiutato l’offerta del governo nordista di assumere un posto di comando nell’esercito, perché riteneva che tale guerra fosse solo un conflitto di potere e non riguardasse l’emancipazione degli schiavi. Rispetto a tale posizione e a una tentata iniziativa di pacificazione tra le parti operata dall’italiano, Marx commentò con Engels: «Quell’asino di Garibaldi si è reso ridicolo con la lettera sulla concordia agli yankees» [53].

Nei suoi articoli, inoltre, Marx analizzò le ricadute economiche del conflitto americano per l’Inghilterra, della quale prese in esame lo sviluppo del commercio, la situazione finanziaria, nonché le opinioni che ne attraversavano la società. Su questo punto, un interessante riferimento è contenuto anche in una lettera a Lassalle: «Naturalmente tutta la stampa ufficiale inglese è per gli slave-holders (schiavisti). Sono proprio gli stessi personaggi che hanno stancato il mondo con il loro filantropismo contro il commercio degli schiavi. Ma: cotone, cotone!» [54]

Sempre nelle lettere a quest’ultimo, infine, Marx sviluppò diverse riflessioni relative a uno dei temi politici per il quale, in quegli anni, profuse l’impegno maggiore: la violenta opposizione alla Russia e ai suoi alleati Henry Palmerston e Luigi Bonaparte. In particolare, Marx si diede da fare nel chiarire a Lassalle la legittimità della convergenza, in questa battaglia, tra il loro ‘partito’ e quello di David Urquhart, un politico tory di vedute romantiche. Di questi, che nei primi anni Cinquanta aveva avuto l’audacia di ripubblicare, in funzione anti-russa e anti-whig, gli articoli di Marx contro Palmerston, apparsi sull’organo ufficiale dei cartisti inglesi, egli scrisse: «è certamente un reazionario dal punto di vista soggettivo (…) ciò non impedisce affatto al movimento che egli guida in politica estera di essere oggettivamente rivoluzionario (…) la cosa mi è indifferente come lo sarebbe a te se, per esempio in una guerra contro la Russia, il tuo vicino sparasse sui russi per motivi nazionali o rivoluzionari» [55]. E ancora: «Del resto va da sé che nella politica estera frasi come ‘reazionario’ e ‘rivoluzionario’ non servono a nulla» [56].

Risale al 1861, infine, anche la prima fotografia conosciuta di Marx [57]. L’immagine lo ritrae mentre posa in piedi con le mani poggiate su di una sedia davanti a lui. I capelli folti appaiono già bianchi, mentre la barba fitta è di un nero corvino. Lo sguardo deciso non lascia trasparire l’amarezza per le sconfitte subite e per le tante difficoltà che lo attanagliavano, ma, piuttosto, la fermezza d’animo che lo contraddistinse per tutta l’esistenza. Eppure, inquietudine e malinconia percorrevano anche lui, che nello stesso periodo in cui fu scattata quella foto scriveva: «Onde mitigare il profondo malumore causato dalla mia situazione incerta in ogni senso, leggo Tucidide. Almeno questi antichi rimangono sempre nuovi» [58]. Anche limitandosi a leggere soltanto le sue lettere, come non affermare, oggi, lo stesso anche di quel grande classico della modernità che è Karl Marx?

References
1. Per maggiori notizie in proposito si veda Marcello Musto (a cura di), Sulle tracce di un fantasma. L’opera di Karl Marx tra filologia e filosofia, Manifestolibri, Roma 2006 (2005).
2. Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA2), Dritte Abteilung, Band 11: Briefwechsel Juni 1860 bis Dezember 1861, a cura di Rolf Dlubek e Vera Morozova e con la partecipazione di Galina Golovina e Elena Vaščenko, Akademie Verlag, Berlin 2005, 2 voll., 1467 pp., € 178.
3. Nel 1870, nelle carte degli archivi francesi pubblicate dal governo repubblicano dopo la fine del Secondo Impero, furono trovati i documenti che comprovavano che Vogt era stato sul libro paga di Napoleone III. Questi, infatti, nell’agosto del 1859 gli aveva versato 40.000 franchi dai suoi fondi segreti. Cfr. Papiers et correspondance de la famille impériale. Édition collationnées sur le texte de l’imprimerie nationale, Vol. II, Paris 1871, p. 161.
4. Karl Marx a Friedrich Engels, 31 gennaio 1860, in Marx Engels Opere, vol. XLI, Editori Riuniti, Roma 1973, p. 17.
5. Karl Marx, Herr Vogt, in Marx Engels Opere, vol. XVII, Editori Riuniti, Roma 1986, p. 271.
6. Sull’importanza di queste lettere quale strumento di comunicazione politica tra i militanti delle rivoluzioni del 1848-1849 e per analizzare il conflitto tra Marx e Vogt da una prospettiva generale – e dunque non solo dal punto di vista di Marx – si rimanda a Christian Jansen, Politischer Streit mit harten Bandagen. Zur brieflichen Kommunikation unter den emigrierten Achtundvierzigern – unter besonderer Berücksichtigung der Controverse zwischen Marx und Vogt , in Jürgen Herres – Manfred Neuhaus (a cura di), Politische Netzwerke durch Briefkommunikation, Akademie Verlag, Berlin 2002, pp. 49-100, che prende in esame le motivazioni politiche che avrebbero spinto Vogt a parteggiare per Bonaparte. Il saggio contiene anche un’appendice di lettere scritte da Vogt e altre a lui indirizzate. Di altrettanto interesse, perché privi della scontata e spesso dottrinale interpretazione di parte marxista, i testi di Jacques Grandjonc – Hans Pelger, Gegen die “Agentur Fazy/Vogt. Karl Marx’ “Herr Vogt” (1860) e Georg Lommels, “Die Wahrheit über Genf” (1865). Quellen- und textgeschichtliche Anmerkungen, entrambi in «Marx-Engels-Forschungs-berichte», 1990 (Nr. 6), pp. 37-86 e quello dello stesso Lommels, Les implicationes de l’affaire Marx-Vogt, in Jean-Claude Pont – Daniele Bui – Françoise Dubosson – Jan Lacki (a cura di), Carl Vogt (1817-1895). Science, philosophie et politique, Georg, Chêne-Bourg 1998, pp. 67-92.
7. Frutto di queste ricerche furono i sei quaderni di estratti da libri, riviste e quotidiani dei più differenti orientamenti. Questo materiale – denominato Vogtiana –, che mostra il modo in cui Marx utilizzava i risultati dei suoi studi per le opere che scriveva, è ancora inedito e sarà pubblicato nel volume IV/16 della MEGA².
8. Karl Marx a Friedrich Engels, 6 dicembre 1860, in MEGA² III/11, Akademie Verlag, Berlin 2005, p. 250; tr. it. Marx Engels Opere, vol. XLI, op. cit., p. 135.
9. Friedrich Engels a Karl Marx, al più tardi 29 giugno 1860, Ivi, p. 72; tr. it. Ivi, p. 83.
10. Friedrich Engels a Jenny Marx, 15 agosto 1860, Ivi, p. 113; tr. it. Ivi, p. 604.
11. Karl Marx a Friedrich Engels, 25 settembre 1860, Ivi, p. 180; tr. it. Ivi, p 108.
12. Cfr. Karl Marx, Herr Vogt, op. cit., p. 180.
13. Ibidem.
14. Friedrich Engels a Karl Marx, 15 settembre 1860, in MEGA² III/11, op. cit., p. 158; tr. it. Marx Engels Opere, vol. XLI, op. cit., p. 103.
15. Friedrich Engels a Karl Marx, 5 ottobre 1860, Ivi, p. 196; tr. it. Ivi, p. 114.
16. Friedrich Engels a Karl Marx, 19 dicembre 1860, Ivi, p. 268; tr. it. Ivi, p. 143.
17. Ferdinand Lassalle a Karl Marx, 19 gennaio 1861, Ivi, p. 321.
18. Wilhelm Wolff a Karl Marx, 27 dicembre 1860, Ivi, p. 283.
19. Franz Mehring, Vita di Marx, Editori Riuniti, Roma 1972, p. 295.
20. Karl Vorlaender, Karl Marx, Sansoni, Firenze 1948, pp. 209-210.
21. Boris Nikolaevskij – Otto Maenchen-Helfen, Karl Marx. La vita e l’opera, Einaudi, Torino 1969, p. 284.
22. David McLellan, Karl Marx, Rizzoli, Milano 1976, p. 317.
23. Francis Wheen, Marx. Vita pubblica e privata,Mondadori, Milano 2000, p. 145. Bisogna tuttavia sottolineare che – diversamente da quanto affermato da Wheen – Vogt non fu affatto un «oscuro politico». Tra i maggiori esponenti dell’Assemblea Nazionale di Francoforte del 1848-1849 e protagonista della guerra per la ‘difesa della Costituzione del Reich’, egli svolse sicuramente un importante ruolo nella storia tedesca di quel periodo.
24. Ivi , pp. 204 e 207.
25. In proposito si rimanda alle riflessioni di S. S. Prawer, La biblioteca di Marx, Garzanti, Milano 1978: «in Herr Vogt sembra che Marx sia incapace di considerare qualsiasi fenomeno politico o sociale senza associarlo a qualche riferimento alla letteratura mondiale», p. 263, e che fa notare che questo testo può essere studiato «come antologia dei vari metodi che Marx aveva appreso per incorporare allusioni e citazioni letterarie nelle sue polemiche», p. 260. La ragguardevole importanza delle influenze letterarie nelle opere di Marx e dell’eruditissimo retroterra culturale della sua teoria critica suscita, d’altronde, sempre maggiore attenzione. In proposito si veda il recente Francis Wheen, Marx’s Das Kapital. A biography, Atlantic Books, London 2006.
26. Su questo punto si vedano ancora le brillanti considerazioni di S. S. Prawer, op. cit., p. 264.
27. Karl Marx a Friedrich Engels, 22 gennaio 1861, in MEGA² III/11, op. cit., p. 325; tr. it. Marx Engels Opere, vol. XLI, op. cit., p. 162.
28. Karl Marx a Friedrich Engels, 16 maggio 1861, Ivi, p. 476; tr. it. Ivi, p. 188.
29. Karl Marx a Friedrich Engels, 29 gennaio 1861, Ivi, p. 333; tr. it. Ivi, p. 164.
30. Karl Marx a Friedrich Engels, 27 febbraio 1861, Ivi, p. 380; tr. it. Ivi, p. 177.
31. Karl Marx a Friedrich Engels, 30 ottobre 1861, Ivi, p. 583; tr. it. Ivi, p. 217.
32. Karl Marx a Friedrich Engels, 18 novembre 1861, Ivi, p. 599; tr. it. Ivi, p. 222.
33. Karl Marx a Friedrich Engels, 27 dicembre 1861, Ivi, p. 636; tr. it. Ivi, p. 237.
34. Karl Marx a Friedrich Engels, 23 novembre 1860, Ivi, p. 229; tr. it. Ivi, p. 124.
35. Karl Marx a Friedrich Engels, 28 novembre 1860, Ivi, p. 236; tr. it. Ivi, p. 128.
36. Karl Marx a Friedrich Engels, 19 dicembre 1860, Ivi, p. 271; tr. it. Ivi, p. 145.
37. Karl Marx a Friedrich Engels, 18 gennaio 1861, Ivi, p. 319; tr. it. Ivi, p. 160.
38. Karl Marx a Friedrich Engels, 22 gennaio 1861, Ivi, p. 325; tr. it. Ivi, p. 162.
39. Karl Marx a Friedrich Engels, 27 febbraio 1861, Ivi, p. 380; tr. it. Ivi, p. 176.
40. Per maggiori notizie su questo periodo trascorso da Marx a Berlino, si veda il recente articolo di Rolf Dlubek, Auf der Suche nach neuen politischen Wirkungsmöglichkeiten. Marx 1861 in Berlin, in «Marx-Engels Jahrbuch», 2004, Akademie Verlag, Berlin 2005, pp. 142-175.
41. Karl Marx a Friedrich Engels, 7 maggio 1861, in MEGA/2 III/11, op. cit., p. 460; tr. it. Marx Engels Opere, vol. XLI, op. cit., pp. 180-181.
42. Friedrich Engels a Karl Marx, 6 febbraio 1861, Ivi, p. 347; tr. it. Ivi, p. 171.
43. Karl Marx a Antoinette Philips, 24 marzo 1861, Ivi, p. 404; tr. it. Ivi, p. 642.
44. Karl Marx a Friedrich Engels, 10 maggio 1861, Ivi, p. 470; tr. it. Ivi, p. 186.
45. Karl Marx a Antoinette Philips, 24 marzo 1861, Ivi, p. 404; tr. it. Ivi, p. 642.
46. Karl Marx a Carl Siebel, 2 aprile 1861, Ivi, p. 419; tr. it. Ivi, p. 646.
47. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 8 maggio 1861, Ivi, p. 464; tr. it. Ivi, p. 656.
48. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 15 settembre 1860, Ivi, p. 161; tr. it. Ivi, p. 615.
49. Karl Marx a Friedrich Engels, 20 luglio 1861, Ivi, p. 542; tr. it. Ivi, p. 212.
50. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 9 dicembre 1861, Ivi, p. 616; tr. it. Ivi, p. 230.
51. MEGA² II/3.1, Dietz Verlag, Berlin 1976. La traduzione italiana apparve velocemente a cura di Lorenzo Calabi: Karl Marx, Manoscritti del 1861-1863, Editori Riuniti, Roma 1980, ma non riuscì a essere inclusa nei volumi delle Opere.
52. Karl Marx, Die Londoner «Times» über die Prinzen von Orleans in Amerika, 7-XI-1861, in MEW 15, Dietz Verlag, Berlin 1961, p. 327.
53. Karl Marx a Friedrich Engels, 10 giugno 1861, in MEGA² III/11, op. cit., p. 493; tr. it. Marx Engels Opere, vol. XLI, op. cit., p. 190.
54. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 29 maggio 1861, Ivi, p. 480; tr. it. Ivi, p. 658.
55. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 1 o 2 giugno 1860, Ivi, p. 19; tr. it. Ivi, p. 596.
56. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 1 o 2 giugno 1860, Ivi, p. 20; tr. it. Ivi, p. 597.
57. Essa è databile al mese di aprile: vedi MEGA² III/11, op. cit., p. 465.
58. Karl Marx a Ferdinand Lassalle, 29 maggio 1861, Ivi, p. 481; tr. it. Marx Engels Opere, vol. XLI, op. cit., p. 659.

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イタリアにおける『共産党宣言』の普及と受容

イタリアにおいてカール・マルクスの理論は並外れた大衆性を得ている。その理論は政党, 労働組合組欄おょび社会運動を押したし, その理論直上に国内の政治状況の転換に頁献した他の学術的理論はなかった。それは, 学術文化のあらゆる領域において普及することで, 不可逆的なやり方でそれらの方向性を変えたし, それどころかそれらの語功さえ変えた。それは, 禄支配 階載がその状態を意識するのに役立ち それによって人条折万もの人々を解放する過程における理論的に主要な用具にまでなった。

マルクス主義の理論がイタリアにおいて達成したほどに高度の普及をみた他の族国はほとんどない。したがって, イタリアにおけるこのような知名度の原因がどこにあるのかは問われて当然である。はじめてカール・マルクスが話題となったのはいつか? 翻訳された彼の諸著作の著者名としてその名がはじめて新聞雑誌上に現われたのはいつか? 労働者および戦闘的な社会主義者の共通のイメージのなかに彼の名声が広まったのはいつか7 そしてとりわけ, 彼の思想が定着し始めたのはどのようにしてまたどのような状況のもとでなのか?

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Karl Marx

Az utóbbi egynéhány évben a nemzetközi tudóstársadalom megújult figyelemmel kíséri egy félreértett szerző: Karl Marx munkásságát. Bár gondolatrendszere kétségkívül régimódi, ám tagadhatatlan, hogy tudományos eredményei nélkülözhetetlenek jelenünk megértéséhez. Ráadásul elmondhatjuk, hogy végre visszakerült a tudomány szabad területére.

Műveiről lehullott az instrumentum regni gyűlöletes szerepe, az a funkció, ahogyan a múltban gyakorlati eszközként szolgált, s ez tette lehetővé, hogy mára újra az érdeklődés középpontjába került. Ennek a figyelemnek kétségtelen jele egyrészt a Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA2) útjára indítása, amely a szocialista országok összeomlását követő hosszabb publikációs szünet után 1998-ban kezdődött újra. A figyelem jele továbbá Marx írásai kiadásának újraszervezése, valamint a MEGA2 kiadói főhadiszállásának a Berlin-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften kereteiben való további működtetése. A 114 kötetesre tervezett kiadás jelenleg a 15. darabjánál tart. Ez a MEGA kiadásának újraindítása óta a 10. publikált kötet, mert nem sorrendben haladnak. Minden egyes kötet két részből áll: az eredeti szövegtestből és a kritikai apparátusból.

Az új történelmi-kritikai kiadással kapcsolatos legfrissebb filológiai kutatások Marx műveinek egy eddig kevéssé ismert sajátosságára: befejezetlenségükre derítettek fényt. Marx jóval több kéziratot hagyott hátra, mint amennyi nyomatásban napvilágot látott. Ez igaz A tőke esetében is, melynek teljes kiadása, beleértve az 1857-től elkezdett előkészületi munkálatokat, majd csak a 2007-ben megjelenő MEGA második részében nyeri el teljes alakját.

Marx halála után Engels látott hozzá elsőként e bonyolult és nehéz vállalkozáshoz, barátja töredékes hagyatékának kiadásához (bonyolulttá és nehézzé az tette a munkát, hogy az anyag szét volt szórva; Marx írásainak furcsa-különc a nyelvezete; kézírása majdnem olvashatatlan). E számtalan nehézség és buktató különösen A tőke harmadik kötete esetében érzékelhető (MEGA, II/15. Karl Marx: Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie. Dritter Band. Hamburg, 1894, Akademie Verlag, Berlin 2004), melyet Marx nem tudott még nagyjából sem rendszeres formába önteni (ez volt az egyetlen ilyen könyve). Engels energiáját 1885-1894 között az intenzív kiadási tevékenység kötötte le, s ennek eredménye, hogy az eredetileg erősen fésületlen, főképp ” in statu nascendi lejegyzett gondolatokból” és előtanulmányokat rögzítő megjegyzésekből álló szöveg rendszeres gazdaságelméletet megfogalmazó, organikus szöveggé alakult. Cseppet sem meglepő, hogy ez az eljárás számtalan értelmezési hibát eredményezett. Ebből a szempontból nagy jelentősége van a megelőző kötetnek (MEGA, II/14. Karl Marx – Friedrich Engels: Manuskripte and redaktionelle Texte zum dritten Buch des “Kapitals”, 1871 bis 1895. Akademie Verlag, Berlin, 2003).

Ez a kötet tartalmazza Marx utolsó, 1871-1882 közötti időszakából származó hat kéziratát, melyeket A tőke harmadik kötetéhez készített. E kéziratok közül a legfontosabb az 1875-ös, terjedelmes Mehrwertrade und Profitrate mathematisch behandelt, valamint azok a szövegek, melyeket Engels kiadói minőségében Marx kézirataihoz hozzáfűzött. Ezek a kéziratok egyértelmű pontossággal mutatják be azt a folyamatot, amelynek során elnyerték publikált formájukat, és mivel élesen rávilágítanak a szövegen végrehajtott számtalan beavatkozásra – melyek jóval nagyobb számban fordulnak elő, mint azt mostanáig feltételeztük -, lehetővé válik, hogy megértsük Engels kiadói szerepének erős és gyenge pontjait. E mű értékének további megerősítéseként érdemes kiemelni, hogy a könyvben szereplő 51 szövegből 45 itt jelenik meg először nyomtatásban.

A MEGA filológiai vizsgálata jelentős eredményekkel járt az első szekció kötetei esetében is, melyek Marx és Engels írásait, cikkeit és vázlatait tartalmazzák. Nemrégiben két kötet látott napvilágot. Az első (MEGA, I/14. Karl Marx – Friedrich Engels: Werke, Artikel, Entwürfe. Januar bis Dezember 1855. Akademie Verlag, Berlin, 2001) kétszáz cikket és vázlatot tartalmaz, melyeket a két szerző 1855-ben írt a New-York Tribune és a breslaui Neue Oder-Zeitung részére. Különféle kiegészítő kutatások tették lehetővé további 21 cikknek a kötetbe való beemelését (melyeket korábban nem soroltak e két szerző művei közé, mivel a jelentős amerikai napilapban név nélkül láttak napvilágot), így ezek is bekerültek Marx és Engels leghíresebb, az európai diplomáciáról és politikáról, a nemzetközi gazdasági válságról és a krími háborúról szóló cikkei közé.

Ezzel szemben a második kötet (MEGA, I/31. Friedrich Engels: Werke, Artikel, Entwürfe. Oktober 1886 bis Februar 1891. Akademie Verlag, Berlin, 2002) Engels kései írásaiból közöl néhányat. A kötetben jegyzetek és tervezetek szerepelnek, többek között a Rolle der Gewalt in der Geschichte kézirata (a kéziratot először publikáló Bernstein kommentárjai nélkül), a munkásmozgalmi szervezeteknek írott beszédek, illetve a korábban már megjelent írások és cikkek új kiadásaihoz írt számtalan előszó. Ez utóbbiak között különös érdeklődésre tarthat számot a “Die auswärtige Politik des russischen Zarentums”, az orosz külpolitika két évszázados történetének a Die Neue Zeitben napvilágot látott elemzése, melyet 1934-ben Sztálin betiltott, valamint a “Juristen-Sozialismus”, melyet Engels Kautskyval közösen írt, s most különíthetők el végre világosan, hogy mely részleteket is írta Kautsky.

Érdekes új fejlemények bontakoznak ki az új történeti-kritikai kiadás harmadik szekciójában is, mely a levelezést tartalmazza. A nemrég publikált kötet (MEGA, III/13. Karl Marx – Friedrich Engels: Briefwechsel Oktober 1864 bis Dezember 1865. Akademie Verlag, Berlin, 2002) középpontjában Marxnak az 1864. szeptember 28-án Londonban létrehozott Nemzetközi Munkásszövetségben végzett politikai tevékenysége áll. A levelek bemutatják Marx tevékenységét a Munkásszövetség működéséneknek első évében, azt a folyamatot, melynek eredményeként Marx egyre fontosabb szerepet töltött be, és egyben bizonyítják, hogy közéleti elkötelezettségét – 16 év után újra visszatért a frontvonalba – mindenképp megkísérelte összeegyeztetni tudományos munkásságával.

A tárgyalt kérdések között ott van a szakszervezetek szerepének elemzése, melynek fontosságát Marx azzal is hangsúlyozta, hogy azonnal szembehelyezkedett Lassalle azon javaslatával, hogy a porosz állam által finanszírozott szövetkezeteket kellene felállítani: “a munkásosztály vagy forradalmi, vagy nincs is”, mondta Marx. A kérdések között szerepel továbbá az owenista Westonnal folytatott vitája, melynek eredményeképp született meg előadássorozata, s ennek darabjait halála után, 1898-ban akarták megjelentetni Érték, ár és profit címmel; továbbá az egyesült államokbeli polgárháborúval kapcsolatos meglátásai, valamint Engels könyvecskéje, A porosz katonai kérdés és a Német Munkáspárt.

A levelezés másik, nemrég megjelent kötetének (MEGA, III/9. Karl Marx – Friedrich Engels: Briefwechsel Januar 1858 bis August 1859. Akademie Verlag, Berlin, 2003) alaphangját az 1857-es gazdasági válság adja meg. E válság lobbantotta fel Marx reményét, hogy az 1848-as vereséget követő holtpontról végre kimozdulhat a forradalmi mozgalom (“a válság úgy ás magának utat, mint a jó öreg vakondok”). Ebbéli reménye felélesztette Marx intellektuális termékenységét, és arra sarkallta, hogy még “az özönvíz bekövetkezése előtt” vázolja fel gazdaságelméletének körvonalait; a vágyott és remélt vízözön azonban ugyancsak elmaradt. Szintén ebben a korszakban születtek meg a Grundrisséhez írott utolsó jegyzetfüzetek – a szerző koncepciójának fejlődését e kitüntetett támpontról nagyszerűen megfigyelhetjük. Marx ekkoriban arra az elhatározásra jutott, hogy munkáját folytatásokban jelenteti meg.

Ezek első része – A politikai gazdaságtan bírálatához címmel – 1859 júniusában jelent meg. Ami Marx személyes helyzetét illeti, ezt a korszakot “az elüszkösödött nyomor” jellemzi: “Nem hiszem, hogy valaha is írt olyasvalaki »a pénzről«, aki ennyire híján volt vizsgálati tárgyának.” Azt látjuk, hogy Marx – ingatag helyzete ellenére – kétségbeesetten harcol, hogy “gazdaságtanát” befejezze: “Tűzön-vízen át ki kell tartanom tárgyam vizsgálata mellett, s nem szabad hagynom, hogy a burzsoá társadalom pénzcsináló géppé fokozzon le.” Bár mindent megtett annak érdekében, hogy a soron következő folytatást megírja, ám azt soha nem tudta befejezni, és A tőke első könyve csak 1867-ben látott napvilágot. Bámulatos tervének további részeiből, noha sok elemében rendszerezett formájúak, csak egyes fejezetek valósultak meg, viszont megszámlálhatatlanul sok félbemaradt kézirat, odavetett vázlat és befejezetlen tervezet halmaza maradt ránk.

A befejezetlenség, Marx egész irodalmi munkásságának hűséges társa és elmaradhatatlan átka, természetesen már korai munkáiban is felfedezhető. A Marx-Engels-Jahrbuch új sorozatának első száma (Karl Marx – Friedrich Engels – Joseph Wydemeyer: Die deutsche Ideologie. Akademie Verlag, Berlin, 2004), melyet teljes egészében A német ideológiának szenteltek, kétségbevonhatatlanul bizonyítja ezt. Ez a mű, mely előrevetíti a MEGA2 I/5. kötetének megjelenését, ami 2008-ban várható, s amelynek kézirata tartalmazza a joggal Moses Hessnek tulajdonítható részeket, a régebbi kiadványoktól eltérően abban a formában közli majd Marx és Engels szövegeit, ahogyan azokat szerzőik hátrahagyták, azaz nem tesz kísérletet a szövegek rekonstrukciójára. Az évkönyvben megjelent részek megegyeznek a “Feuerbach” és “Szent Bruno” című I. és II. fejezetekkel.

Az a hét kézirat, mely túlélte “az egerek rágcsálásának kritikáját”, önálló szövegekként, időrendi sorrendbe állítva kerülnek egy csoportba. A szöveg egyenetlen színvonala világosan kiolvasható ebből a kiadásból. Különösen igaz ez a Feuerbachról szóló fejezetre, mely távolról sem kész. Mégis, egészében véve ez a kötet jelentősen hozzájárul ahhoz, hogy megbízható alapokkal rendelkezzünk Marx gondolatrendszerének részletes feldolgozásához a további kutatásokat illetően. A német ideológia, melyet időnként Marx materialista koncepciójának kimerítő példájaként elemeznek, visszanyeri eredeti, töredékes jellegét.

Végül, ami a fiatal Marx munkásságát illeti, érdemes szót ejteni arról, hogy változatlan kiadásban újra megjelent a két szociáldemokrata tudós, Landshut és Mayer által szerkesztett, Marx korai műveit összegyűjtő kötet (Karl Marx: Die Frühschriften. Kröner, Stuttgart, 2004). Az eredeti kiadás 1932-ben látott napvilágot – az “első” MEGA-val egy időben -, s ez tette lehetővé, hogy ismertté váljon az addig még nem publikáltGazdasági-filozófiai kéziratok és A német ideológia, bár a tartalomban és a szöveg különböző részeinek elrendezésében számos hiba van, az eredeti verziót pedig sok helyen rosszul betűzték ki.

Számos oka volt annak, hogy Marx műveit sokáig mély és meg-megújuló értetlenség övezte, például a marxi kritikai elmélet rendszerezésére tett kísérlet – ami műveinek lényegileg befejezetlen és nem rendszeres jellegét akarta megváltoztatni -; hogy az elméletének népszerűsítésére tett kísérletek konceptuálisan elszegényítették a gondolatait; hogy írásait meghamisították és cenzúrázták, mi több, hogy ezzel egyidejűleg politikai célokra használták. A helyzet mára gyökeresen megváltozott: most elméletének csonkasága ad egyfajta egyetemleges bájt életművének, s ennek nem állhatnak már útjában azok az értelmezések, melyek korábban olyan mértékben meghamisították az életművet, hogy az nyilvánvalóan önmaga tagadásává lett.

Ebből a csonkaságból születik újjá egy problematikus és sokarcú elmélet és olyan horizont, amely távlatainak feltérképezéséhez a Marx-Forschung még számtalan ösvényt, utat kínál.

Fordította: Baráth Katalin

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Karl Marx

De unos años a la fecha ha recuperado la atención de los estudiosos internacionales un autor casi olvidado: Karl Marx. Su pensamiento, tan fuera de moda aparentemente, como irrenunciable todavía para la comprensión del presente, ha retornado a los campos libres del saber. Su obra liberada de la odiosa función de instrumentum regni a la que había sido constreñida instrumentalmente, se ha convertido en objeto de renovado interés.

El ejemplo más significativo lo constituyen las publicaciones de la Marx-Engels–Gesamtausgabe (MEGA 2) reiniciadas en 1998 después de la interrupción que siguió al colapso de los países socialistas, la intensa fase de organización de las directivas editoriales (Richard Sperel, Edition auf hohem Nibeau. Zu den Grundsätzen der Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA), pp. 215, E 12, 90, Argument, Hamburg 2004) y el cambio de su dirección hacia la Berlin-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften. De los 114 volúmenes previstos, de los cuales cada uno consta de dos tomos, con el texto y su aparato crítico, acaba de aparecer, recientemente, la entrega del volumen no. 50, el décimo de la reiniciada empresa.

Muchas de las adquisiciones filológicas presentes en la nueva edición histórico-crítica evidencian una característica peculiar de la obra de Marx: lo inacabado. En efecto, él dejó muchos manuscritos incompletos de los que tenía sin entregar a la imprenta, mismo que acontece también con El Capital, cuya completa publicación, que incluye todos los trabajos preparatorios a partir de 1857, se realizará finalmente en la segunda sección de la MEGA 2 por el 2007.

Fue Engels, después de la muerte de Marx, el primero en dedicarse a la dificilísima tarea, dada la dispersión de los materiales, lo oscuro del lenguaje y lo ilegible de la escritura, de entregar a la imprenta el Nachlass fragmentario del amigo. La aparición del tercer libro de El Capital (MEGA 2 , II/15. Karl Marx, Das Capital. Kritik der Politishen Ökonomie. Dritter Ban. Hamburg 1894, pp. 1420, E 178, Academie Verlag, Berlin 2004), el único al que Marx no logró ni siquiera de manera aproximativa darle una forma definitiva, replantea también esta problemática. La intensa actividad de redacción realizada por Engels, a la que le dedicó sus mejores energías durante el largo periodo del tiempo comprendido entre 1885 y 1894, produjo la transformación de un texto bastante profesional, compuesto de “pensamientos escritos in statu nascendi” y apuntes preliminares, a otro unitario que originó la figura de una teoría económica sistemática y completa, previsoria de muchas interpretaciones mal entendidas. De mayor consideración al respecto, lo es el volumen precedente (MEGA 2 , II/14. Karl Marx – Friedrich Engels, Manuskripte und redaktionelle Texte zum dritten Bush des,, Kapitals’’, 1871 bis 1895, pp. 1183, E 168 Akademie Verlag, Berlin 2003).

El que en efecto, contiene los últimos seis manuscritos de Marx correspondientes al tercer libro de El Capital escritos entre 1871 y 1882, de los cuales el más importante es el voluminoso Mehwertrate und Profitrate mathematisch behandelt de 1875, así como los textos añadido por Engels durante su trabajo como curador. Precisamente éstos últimos muestran, con inequívoca exactitud, el camino recorrido hasta la versión publicada y, resaltando la cantidad de las intervenciones sobre el texto, muy superiores a las hasta ahora aceptadas, permiten finalmente formular una valoración cierta sobre su rol de editor, resaltando el valor y los límites. A reserva de una posterior confirmación del mérito de éste libro, se subraya que 45 de los 51 textos presentados se publican por primera vez.

La investigación filológica de MEGA 2 produjo resultados importantes también en la sección primera, que comprende las obras, los artículos y los esbozos de Marx y Engels. De los dos últimos volúmenes publicados, el primero (MEGA 2 , I/14. Karl Marx- Friedrich Engels, Werke, Artikel, Entwürfe. Januar bis Dezember 1855, pp. 1695, E 188, Akademie Verlag, Berlin 2001) incluye 200 artículos y esbozos, redactados por los autores para el «New-York Tribune» y la «Neue Oder-Zeitung» de Breslau en 1855. Junto al total de los escritos más sobresalientes, inherentes a la política y a la diplomacia europea, las reflexiones sobre la coyuntura económica internacional y la guerra de Crimea, los estudios realizados hicieron posible añadir otros 21 textos, que anteriormente no se les había atribuido ya que fueron publicados anónimamente en el importante diario americano. A su vez el segundo (MEGA 2 , I/31. Friedrich Engels, Werke, Artikel, Entwürfe. Oktober, 1886 bis Februar 1891, pp. 1440, E 168, Akademie Verlag, Berlin 2002) presenta parte de los trabajos del último Engels.

En el volumen se alternan proyectos y apuntes entre los que se encuentra el manuscrito Rolle der Gewalt in der Geschichte, liberado de las intervenciones de Bernstein quien cuidó la primera edición; dedicados a las organizaciones del movimiento obrero; prólogos a la reimpresión de escritos anteriormente publicados y artículos. Entre estos últimos tienen un especial interés Die auswärtige Politk des russischen Zarentums, historia sobre dos siglos de la política exterior rusa publicada en «Die Neue Zeit», prohibida posteriormente por Stalin en 1934, y Juristen-Socialismus, escrito junto con Kautsky, a quien se le reconoce, por primera vez con certeza, la paternidad de cada una de las partes.

Las novedades de la edición histórico-crítica se pueden también constatar en la tercera sección, la dedicada a la correspondencia. El tema principal del reciente volumen (MEGA 2, III/13. Karl Marx-Friedrich Engels, Briefwechsel Oktober 1864 bis Dezember 1865 pp. 1443, E 168, Akademie Verlag, Berlin 2002), lo constituye la actividad política de Marx en el seno de la International Working Men’s Association, que se había establecido en Londres el 28 de septiembre de 1864. Las cartas documentan lo realizado por Marx en el periodo inicial de la vida de la organización, y durante el cual obtuvo rápidamente el puesto de mayor prestigio, y pudo realizar su deseo de conjuntar a la vez la aceptación del público, que lo veía nuevamente, después de 16 años, en primera línea, con el trabajo científico.

Entre los temas que se debatieron: la función de las organizaciones sindicales, cuya importancia resaltó a la vez que puntualizaba contra Lassalle y su propuesta de establecer corporativas financiadas por el Estado Prusiano que: “la clase obrera es revolucionaria, o no es nada”; la polémica contra el owenista Weston, que apareció en el ciclo de conferencias reunidas posteriormente en 1896 con el nombre de Salario, Precio y Ganancia; las consideraciones sobre la guerra civil en los Estados Unidos; el opúsculo de Engels La Cuestión Militar Prusiana y el Partido Obrero Alemán.

El otro volumen sobre la correspondencia recientemente editado (MEGA 2, III/9. Karl Marx- Friedrich Engels, Briefwechsel Januar 1858 bis August 1859, pp. 1301, E 168, Akademie Verlag, Berlin 2003) tiene como fondo la recesión económica de 1857. Esta revive en Marx la esperanza de una revitalización del movimiento revolucionario después del reflujo iniciado con la derrota de 1848: “la crisis ha ahondado como un hábil viejo topo”. Esta expectativa le impregna una renovada productividad intelectual y lo impulsa a delinear las orientaciones fundamentales de su teoría económica “antes del déluge”, tan esperado, y hasta ahora no realizado. Precisamente en este periodo, escribe Marx los últimos cuadernos de sus Grundrisse – observatorio privilegiado para seguir el desarrollo de la concepción del autor – y decide publicar su obra en fascículos, el primero de los cuales, editado en julio de 1859, lo intituló Para la crítica de la economía política. En el plano personal esta fase se caracteriza por la “lacerante miseria”: “no creo que algún otro haya escrito sobre el dinero con tanta carencia del mismo”.

Marx lucha desesperadamente para que la precariedad de su propia condición no impida llevar a buen término su “Economía” y declara: “Yo debo lograra toda costa mi intento sin permitir a la sociedad burguesa transformarme en una money-making maching”. Sin embargo, aunque se dedicó totalmente a la redacción del segundo fascículo, éste jamás aparecerá, y para la conclusión del primer libro de El Capital, el único terminado, será necesario esperar hasta 1867. La parte restante de su inmenso proyecto, contrariamente al carácter sistemático con el que se le ha constantemente caracterizado, será realizada de manera parcial y permanecerá extraordinariamente llena de manuscritos abandonados, esbozos provisorios y proyectos inconclusos.

Fiel compañero y destino de la obra de Marx, lo inacabado persiste también en sus obras juveniles. El primer número de la nueva serie sobre Marx-Engels-Jahrbuch (Karl Marx, Friedrich Engels, Joseph Weydemeyer, Die deutsche Ideologie, pp. 400, E 59, 80, Akademie Verlag, Berlín 2004) dedicado en su totalidad a la Ideología Alemana, es una prueba irrefutable. Este libro, anticipo del volumen I/5 de la MEGA 2, cuya aparición se prevé para el 2008 ofrecerá partes del manuscrito correctamente atribuido a Moses Heb, a diferencia de las ediciones realizadas hasta ahora, publica las cartas de Marx y Engels tal como las dejaron, es decir, sin ningún intento de reconstrucción.

Las partes incluidas en el anuario correspondiente en los capítulos I. Feuerbach y II. Sankt Bruno. Los siete manuscritos sobrevivientes a la “crítica roedora de los ratones” han sido reunidos como textos independientes y ordenados cronológicamente. En esta edición se manifiesta, con claridad, el carácter no unitario del escrito y, en particular, que el capítulo sobre Feuerbach está completamente inconcluso. Se aportan, por consiguiente nuevas y definitivas bases a la investigación científica para reconsiderar con atención la elaboración teórica de Marx. La ideología alemana, considerada muchas veces como la exposición exhaustiva de la concepción materialista de Marx, es restituida a su originalidad fragmentaria.

Insistiendo sobre el joven Marx, se menciona la reedición de la colección de las obras juveniles cuidada por los estudiosos socialdemócratas Landshut y Meyer (Karl Marx, Die Frühschriften, pp. 670, E 19,80, Kroner, Stuttgart 2004) que en 1932, contemporáneamente a la primera Marx-Engels Gesamtausgabe, hicieron posible la difusión, aunque con diversos errores sobre los contenidos y la sistematización de varias partes de los textos y con una deficiente interpretación sobre los originales, de los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 y de La Ideología Alemana, hasta entonces inéditos.

Después de tantos momentos marcados por una profunda y reiterada incomprensión de Marx, comprobada por la sistematización de su teoría crítica, por el empobrecimiento que ha acompañado su difusión, por la manipulación y la censura de sus escritos y su utilización instrumental en función de las necesidades políticas, lo inacabado de su obra se manifiesta con una fascinación indiscreta, libre de soluciones de continuidad con las interpretaciones que anteriormente la han desnaturalizado hasta convertirla en una fragante negación.

De esta resurge la riqueza de un pensamiento, problemático y polimorfo, y del largo horizonte sobre el que la Marx Forschung tiene todavía tantos senderos por recorrer.

Traducción: Roberto Hernández Oramas

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De unos años a la fecha ha recuperado la atención de los estudiosos internacionales un autor casi olvidado: Karl Marx. Su pensamiento, tan aparentemente fuera de moda como irrenunciable para la comprensión del presente, ha retornado a los campos libres del saber. Su obra, liberada de la odiosa función de instrumentum regni a la que había sido constreñida instrumentalmente, se ha convertido en objeto de renovado interés.

El ejemplo más significativo lo constituyen las publicaciones de la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA2) reiniciadas en 1998, después de la interrupción que siguió al colapso de los países socialistas, la intensa fase de organización de las directivas editoriales (Richard Sperel, Edition auf hohem Niveau. Zu den Grundsätzen der Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA), Hamburgo, Argument, 2004, 215 + 12, 90 pp.) y el cambio de su dirección hacia la Berlín-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften. De los 114 volúmenes previstos -cada uno de los cuales consta de dos tomos, con el texto y su aparato crítico- acaba de aparecer recientemente el volumen nº 50, el décimo de la reiniciada empresa. Muchas de las adquisiciones filológicas presentes en la nueva edición histórico-crítica evidencian una característica peculiar de la obra de Marx: lo inconcluso. En efecto, él dejó muchos manuscritos incompletos, y esto mismo acontece con El Capital, cuya publicación íntegra, que incluye todos los trabajos preparatorios a partir de 1857, se realizará finalmente en la segunda sección de la MEGA2 hacia 2007.

Fue Engels, después de la muerte de Marx, el primero en dedicarse a la tarea dificilísima -en vista de la dispersión de los materiales, lo oscuro del lenguaje y lo ilegible de la escritura- de entregar ala imprenta el Nachlass fragmentario del amigo. La aparición del tercer libro de El capital (MEGA2, II/15. Karl Marx, Das Kapital. Kritik der Politischen Ökonomie. Dritter Band. Hamburgo, 1894, Berlín, Akademie Verlag, 2004, 1420 + 178 pp.), el único al que Marx no logró ni siquiera aproximadamente darle una forma definitiva, replantea también esta problemática.

La intensa actividad de redacción realizada por Engels, a la que le dedicó sus mejores energías durante el largo periodo del tiempo comprendido entre 1885 y 1894, produjo la transformación de un texto bastante profesional, compuesto de “pensamientos escritos in statu nascendi” y apuntes preliminares, a otro unitario, que originó la figura de una teoría económica sistemática y completa, anticipatoria de muchas malas interpretaciones. De mayor consideración es el volumen precedente (MEGA2, II/14. Karl Marx – Friedrich Engels, Manuskripte und redaktionelle Texte zum dritten Buch des ‘Kapitals’, 1871-1895, Berlín, Akademie Verlag, 2003 1183 + 168 pp.), que en efecto, contiene los últimos seis manuscritos de Marx correspondientes al tercer libro de El Capital, escritos entre 1871 y 1882. El más importante de ellos es el voluminoso Mehwertrate und Profitrate mathematisch behandelt de 1875, así como los textos añadidos por Engels durante su trabajo como editor. Precisamente estos últimos muestran, con inequívoca exactitud, el camino recorrido hasta la versión publicada y -al resaltar la cantidad de las intervenciones sobre el texto, muy superiores a las hasta ahora aceptadas- permiten finalmente formular una valoración cierta sobre su papel de editor, a la vez que destacan el valor y los límites de dicho papel.

A reserva de una posterior confirmación del mérito de este libro, se subraya que 45 de los 51 textos presentados se publican por primera vez. La investigación filológica de MEGA2 produjo resultados importantes también en la sección primera, que comprende las obras, los artículos y los esbozos de Marx y Engels. De los dos últimos volúmenes publicados, el primero (MEGA2, I/14. Karl Marx- Friedrich Engels, Werke, Artikeln, Entwürfe. Januar bis Dezember 1855, Berlín, Akademie Verlag, 2001, 1695 + 188 pp.) incluye doscientos artículos y esbozos, redactados por los autores para el New-York Tribune y la Neue Oder-Zeitung de Breslau en 1855. Junto al total de los escritos más sobresalientes, referentes a la política y a la diplomacia europeas, las reflexiones sobre la coyuntura económica internacional y la Guerra de Crimea, los estudios realizados hicieron posible añadir otros veintiún textos, que anteriormente no se le habían atribuido ya que fueron publicados anónimamente en el importante diario norteamericano. A su vez, el segundo (MEGA2, I/31. Friedrich Engels, Werke, Artikeln, Entwürfe. Oktober, 1886 bis Februar 1891- Berlín, Akademie Verlag, 2002, , 1440 + 168 pp.) presenta parte de los trabajos del último Engels.

En el volumen se alternan proyectos y apuntes entre los que se encuentra el manuscrito Rolle der Gewalt in der Geschichte, liberado de las intervenciones de Bernstein, quien se encargó de la primera edición; textos dedicados a las organizaciones del movimiento obrero; prólogos a la reimpresión de escritos anteriormente publicados y artículos. Entre estos últimos tienen un especial interés Die auswärtige Politk des russischen Zarentums, historia sobre dos siglos de la política exterior rusa publicada en Die Neue Zeit, prohibida posteriormente por Stalin en 1934, y Juristen-Socialismus, escrito junto con Kautsky, a quien se le reconoce, por primera vez con certeza, la paternidad de cada una de las partes. Las novedades de la edición histórico-crítica se pueden también constatar en la tercera sección, dedicada a la correspondencia.

El tema principal del reciente volumen (MEGA2, III/13.Karl Marx-Friedrich Engels, Briefwechsel Oktober 1864 bis Dezember 1865, Berlín, Akademie Verlag, 2002, 1443 + 168 pp.), lo constituye la actividad política de Marx en el seno de la International Working Men’s Association, que se había fundado en Londres el 28 de septiembre de 1864. Las cartas documentan lo realizado por Marx en el periodo de vida inicial de la organización, y durante el cual obtuvo rápidamente el puesto de mayor prestigio, a la vez que pudo realizar su deseo de unir la aceptación del público (que lo veía nuevamente, después de dieciséis años, en primera línea) al trabajo científico.

Entre los temas que se debatieron están la función de las organizaciones sindicales -cuya importancia resaltó, a la vez que puntualizó (en contra de Lassalle, y su propuesta de establecer corporativas financiadas por el Estado Prusiano) que “la clase obrera es revolucionaria, o no es nada”; la polémica contra el owenista Weston, que apareció en el ciclo de conferencias reunidas posteriormente en 1896 bajo el título de Salario, Precio y ganancia; las consideraciones sobre la guerra civil en los Estados Unidos; el opúsculo de Engels La cuestión militar prusiana y el Partido Obrero Alemán.

El otro volumen sobre la correspondencia recientemente editado (MEGA2, III/9. Karl Marx-Friedrich Engels, Briefwechsel Januar 1858 bis August 1859, Berlín, Akademie Verlag, 2003, 1301 + 168 pp.) tiene como fondo la recesión económica de 1857. Esta revive en Marx la esperanza de una vivificación del movimiento revolucionario después del reflujo iniciado con la derrota de 1848: “la crisis ha ahondado como un hábil viejo topo”. Esta expectativa le infunde una renovada productividad intelectual y lo impulsa a delinear las orientaciones fundamentales de su teoría económica “antes del déluge”, tan esperada, y hasta ahora no realizada. Precisamente en este periodo escribe Marx los últimos cuadernos de sus Grundrisse -observatorio privilegiado para seguir el desarrollo de la concepción del autor- y decide publicar su obra en fascículos, el primero de los cuales, editado en julio de 1859, lleva el título de Para la crítica de la economía política.

En el plano personal, esta fase se caracteriza por la “lacerante miseria”: “no creo que algún otro haya escrito sobre el dinero con tanta carencia del mismo”. Marx lucha desesperadamente para que la precariedad de su propia condición no le impida llevar a buen término su “Economía” y declara: “Debo realizar a cualquier precio mi intento sin permitir que la sociedad burguesa me transforme en una money-making machine”. Sin embargo, aunque se dedicó totalmente a la redacción del segundo fascículo, éste jamás apareció, y para la conclusión del primer libro de El capital, el único terminado, fue necesario esperar hasta 1867. La parte restante de su inmenso proyecto, en contra del carácter sistemático que se le ha atribuido constantemente, será realizada de manera parcial y permanecerá extraordinariamente llena de manuscritos abandonados, esbozos provisorios y proyectos inconclusos.

El carácter inconcluso -fiel compañero y destino de la obra de Marx- persiste también en las obras juveniles. El primer número de la nueva serie del Marx-Engels-Jahrbuch (Karl Marx, Friedrich Engels, Joseph Weydemeyer, Die deutsche Ideologie, Berlín, Akademie Verlag, 2004, 400 + 59, 80 pp.). dedicado en su totalidad a La ideología alemana, es una prueba irrefutable de ello. Este libro, anticipo del volumen I/5 de la MEGA2, cuya aparición se prevé para 2008, ofrecerá partes del manuscrito correctamente atribuido a Moses Hess; a diferencia de las ediciones realizadas hasta ahora, publica las obras de Marx y Engels en su estado original, es decir, sin ningún intento de reconstrucción. También las partes incluidas en el anuario correspondiente a los capítulos I. Feuerbach y II. Sankt Bruno. Los siete manuscritos sobrevivientes a la “crítica roedora de los ratones” han sido reunidos como textos independientes y ordenados cronológicamente. En esta edición se manifiesta con claridad el carácter no unitario del escrito y, en particular, que el capítulo sobre Feuerbach está inconcluso. Se aportan, por consiguiente nuevas y definitivas bases a la investigación científica para reconsiderar con atención la elaboración teórica de Marx. La ideología alemana, considerada muchas veces como exposición exhaustiva de la concepción materialista de Marx, es restituida a su original fragmentariedad.

Insistiendo sobre el joven Marx, se menciona la reedición de la compilación de obras juveniles editada por los estudiosos socialdemócratas Landshut y Meyer (Karl Marx, DieFrühschriften. Stuttgart: Kröner, 2004, 670 + 19, 80 pp.) que en 1932, contemporáneamente a la primera Marx-Engels Gesamtausgabe, hicieron posible la difusión -aunque con diversos errores en cuanto a los contenidos y la sistematización de varias partes de los textos y con una deficienteinterpretación sobre los originales- de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 y de La ideología alemana, hasta entonces inéditos.

Después de tantos momentos marcados por una profunda y reiterada incomprensión de Marx, según lo testimonian la sistematización de su teoría crítica, el empobrecimiento que ha acompañado su difusión, la manipulación y la censura de sus escritos y su utilización instrumental en función de las necesidades políticas, el carácter inconcluso de su obra se manifiesta con una fascinación indiscreta, libre de soluciones de continuidad con las interpretaciones que anteriormente la habían desnaturalizado hasta convertirla en una fragante negación. De esta resurge la riqueza de un pensamiento problemático y polimorfo, y el largo horizonte sobre el cual la Marx Forschung tiene todavía tantos senderos por recorrer.

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Auf den Spuren eines Gespenstes

Seit einigen Jahren ist in Europa, wenn nicht weltweit, ein wiedererwachendes Interesse an Marx-Studien zu beobachten. Trotz der Behauptung, dass es aus der Mode gekommen sei, steht das Marxsche Denken mit seinem Erklärungs- und Kritikpotential offensichtlich noch immer auf der Tagesordnung, wenn es darum geht, die heutige Welt und ihre Widersprüche zu analysieren und zu kritisieren.

Auch in Italien hat man nach vielen Jahren der Stille wieder begonnen, sich mit seinem Werk intensiver auseinanderzusetzen. Signum dafür ist auch die internationale Konferenz „Auf den Spuren eines Gespenstes. Das Marxsche Werk zwischen Philologie und Philosophie“, die von der Universität von Neapel „Federico II“, dem Universitätsinstitut „Suor Orsola Benincasa“, der Universität von Neapel „L’Orientale“ sowie der Universität Bari und mit Unterstützung verschiedener Kulturinstitute – wie dem renommierten „Istituto Italiano per gli Studi Filosofici“ – veranstaltet wurde. Dreißig namhafte Marxforscher aus aller Welt – aus Europa, aber auch aus Japan, Mexiko und China – sind der Einladung gefolgt und zwischen dem 1. und dem 3. April 2004 in Neapel zusammengekommen. Das Treffen war von großem Publikums- und Medieninteresse und regen Diskussionen begleitet, was vor allem auch durch eine aufwendige simultane Verdolmetschung der Beiträge und Debatten in vier Sprachen ermöglicht wurde. So gelang es, ein echtes internationales Forum des Gedankenaustausches und der wissenschaftlichen Kontroverse zu schaffen, aber auch Perspektiven für zukünftige Zusammenarbeit zu eröffnen.

Die internationale Konferenz war in fünf Sektionen gegliedert. Zunächst wurden die textphilologischen Grundlagen reflektiert, auf denen heute jede seriöse Beschäftigung mit Marx beruhen muss. Es folgten Sektionen zum jungen Marx und seinen philosophischen Grundlagen sowie zum „Kapital“. Eine eigene Sektion war der Präsentation wichtiger internationaler Foren des intellektuellen und wissenschaftlichen Austausches der Marx-Forschung gewidmet.

Und schließlich wurde die Frage der Aktualität des Marxschen Denkens diskutiert. Ein wichtiges Ziel der Organisatoren war es, die Arbeit an der historisch- kritischen Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA) dem italienischen Publikum vorzustellen. Der erste Teil der Konferenz war deshalb den Protagonisten dieses Unterfangens vorbehalten. Manfred Neuhaus (Berlin), der Sekretär der Internationalen Marx-Engels-Stiftung, skizzierte die wechselvolle Geschichte der Ausgabe, ihren Aufbau und ihre Editionsgrundsätze: Vollständigkeit – was die Publikation großer Mengen unveröffentlichten Manuskriptmaterials in der MEGA einschließt –, authentische Textwiedergabe und Dokumentation der Textgenese. Dass sich aus diesen Editionsprinzipien neue Perspektiven im Blick auf das Marxsche Werk ergeben, ja dass dieses selbst durch Autorschaftsanalysen bei anonym erschienenen Schriften neue Konturen erhält, konnte Neuhaus am Beispiel jüngst publizierter Bände der MEGA demon- strieren. Gerald Hubmann (Berlin) ergänzte diese Ausführungen mit Überlegungen zum ,Dekonstruktivismus‘ der modernen historisch-kritischen Editionsphilologie. Hier würde nicht mehr – wie in früheren ,Klassiker‘-Ausgaben – in apologetischer Absicht vollendet, was die Autoren selbst nicht fertig gestellt hätten, stattdessen eröffne die Rekonstruktion des authentischen Textmaterials den eigentlichen Problemhorizont des Denkens großer Autoren, wie Hubmann an Beispielen aus dem Marxschen Werk illustrierte.

Der Beitrag Izumi Omuras, des Direktors einer Arbeitsgruppe der MEGA an der Universität von Sendai (Japan), lieferte ein Beispiel für die internationale Zusammenarbeit des Projektes: In japanisch-russisch-deutscher Forschungskooperation wurden die Bearbeitungsmanuskripte zum zweiten Buch des „Kapital“ ediert und mit mo- dernster Technik digital aufbereitet. Malcolm Sylvers (Venedig) gab einen Überblick über die dritte Abteilung der MEGA, die den Briefwechsel enthält. Als Charakteristikum hob Sylvers hervor, dass in der MEGA, im Unterschied zu vorhergehenden Ausgaben, auch die Briefe an Marx und Engels chronologisch eingeordnet würden, was die dialogische Struktur des Briefwechsels hervortreten lasse, wodurch ein wirkliches Verständnis der weit verzweigten Briefkorrespondenz von Marx und Engels überhaupt erst ermöglicht werde. Gian Mario Bravo (Turin) schließlich konzentrierte sich in seinem Beitrag auf die historische Rekonstruktion der Verbreitung des Marxismus und der Marx- Rezeption in Italien in der zweiten Hälfte des 19. Jahrhunderts. Er konnte zeigen, dass der italienische Sozialismus zwar seinem Selbstverständnis nach marxistisch war, in Wahrheit aber dem Marxschen Denken ziemlich fern stand.

Die zweite Sektion, „Kritik der Philosophie und Kritik der Politik beim jungen Marx“ war der Präsentation und Diskussion einiger neuer Auslegungen der Marxschen Frühschriften gewidmet. Giuseppe Cacciatore (Neapel), Gianfranco Borrelli (Neapel) und Stathis Kouvelakis (London) befassten sich dabei primär mit den Schriften von größerer politischer Betonung: Cacciatore unter- suchte die Frage des demokratischen Gedankens bei Marx, indem er das enge Verhältnis zwischen dem liberal-demokratischen Engagement der „Rheinischen Zeitung“ und den während dieser Phase gereiften philosophischen Ideen hinsichtlich des Widerspruchs zwischen der Zufälligkeit der Privatinteressen und der Wahrheit einer universellen Freiheit untersuchte. Borrelli und Kouvelakis analysierten die Marxschen Arbeiten zwischen 1843 und 1852 und schlossen daraus auf die große Bedeutung derselben für die zukünftigen theoretischen Entwicklungen. Die Beiträge des zweiten Teils der Sektion bezogen sich eher auf die philosophischen Grundlagen: So sprachen Peter Thomas (Queensland/Australien) und Mario Cingoli (Mailand) über die komplexe Beziehung zwischen Idealismus und Materialismus in den Marxschen Frühwerken. Ersterer untersuchte die Dissertation „Differenz der demokritischen und epikureischen Naturphilosophie“ – wobei diese hier als erster theoretischer Text des jungen Marx gewertet wurde –, letzterer rekonstruierte die Genese des Marxschen Materialismus-Begriffs durch einen Vergleich zwischen den Jugendwerken „Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie“ und den „Ökonomisch-philosophischen Manuskripten“ des Jahres 1844. Marcello Musto (Neapel) ging schließlich auf die Bedeutung der Pariser Zeit des Jahres 1844 für die geistige Entwicklung des jungen Marx ein.

Die dritte Sektion über „Das Kapital: die unvollendete Kritik“ war eine der bedeutsamsten des gesamten Treffens, an der viele wichtige internationale Gelehrte teilnahmen und durch eine Gegenüberstellung der unterschiedlichen Auslegungen des „Kapital“ dessen philologische und philosophisch-ökonomische Komplexität aufzeigten sowie ungelöste Fragen diskutierten. Der Einfluss Hegels auf Marx und sein Werk stand im Mittelpunkt der Referate von Roberto Finelli (Bari), Chris Arthur (Sussex/GB) und Riccardo Bellofiore (Bergamo). Finelli versuchte zu zeigen, wie die Grundstruktur des „Kapital“ aus dem Fichte-Hegelschen ,Zirkel des vorausgesetzt Gesetzten‘ abgeleitet werden könne und wie die Abstraktion vom Arbeitswert durch die reelle Subsumtion der Arbeitskraft durch das Kapital praktisch zu einer echten Abstraktion wird. Arthur behandelte die bedeutsame Homologie zwischen dem Tauschvorgang, der eine praktische Abstraktion von der natürlichen Eigenart der Waren hervorruft, und dem Gedankenvorgang, der ein System von Denkkategorien schafft, und schloss daraus die Möglichkeit, die Wertformen über die Hegelschen Denkkategorien zu erklären.

Bellofiore ging auf diese Fragen durch eine umfassende Darstellung der jüngsten Literatur zu diesem Thema ein. Von den anderen Vortragenden befasste sich Enrique Dussel (Mexico City) eingehend mit der Genese der Marxschen Kategorie der „Quelle“ der Wertschöpfung sowie mit dem Kreislauf des Kapitals, dessen Grenzen in der lebendigen Arbeit, in der Subjektivität des noch nicht subsumierten Arbeitenden liegen, und brachte dieses Konzept mit der derzeitigen Situation in Lateinamerika und seiner Masse von Arbeitslosen in Verbindung. Geert Reuten (Amsterdam) hingegen sprach über die abstrakte Arbeit als innere Substanz des Wertes der Waren und ihre Eigenschaft, letztere in homogene Mengen umzuwandeln. Wolfgang Fritz Haug (Berlin) untersuchte die Veränderungen, die Marx am ersten Buch des „Kapital“ von der ersten Ausgabe 1867 bis zu seiner französischen Übersetzung von 1872–1875 vorgenommen hatte und interpretierte diese Transformationen als Übergang zu einem neuen geschichtsphilosophischen Paradigma. Jacques Bidet (Paris) stellte schließlich sein metastrukturelles Rekonstruktionsprojekt des „Kapital“ vor, mit dem er Lösungen für lange diskutierte Problemfelder der „Kapital“-Konzeption bieten möchte.

Die vierte Sektion war in zwei Abschnitte geteilt. In einem ersten Teil wurden zwei bedeutende wissenschaftliche Publikationsprojekte dem internationalen Fachpublikum präsentiert: Das „Historisch-kritische Wörterbuch des Marxismus“, das bereits beim sechsten der vorgesehenen fünfzehn Bände an- gelangt ist und der erste Band des von der Internationalen Marx-Engels-Stiftung neu herausgegebenen „Marx-Engels-Jahrbuchs“, der ausschließlich einer Neuedition von wichtigen Teilen der „Deutschen Ideologie“ gewidmet ist. Der zweite Teil der Sektion war als Runder Tisch organisiert und der Diskussion und dem Erfahrungsaustausch einiger wichtiger internationaler („Actuel Marx“, „Historical Materialism“, „International Socialism Journal“) und italienischer („Critica marxista“, „Alternative“, „Rivista del manifesto“) Magazine gewidmet, die in den vergangenen Jahren Reflexionen zu Marx nicht aus ihrem Interessensbereich gestrichen und Überlegungen zur möglichen Anknüpfung an sein Denken in den verschiedenen Bereichen der gegenwärtigen Welt angestellt haben.

Die fünfte und letzte Sektion „Ein Heute für Marx“ wurde unter Reflexion auf die gegenwärtige internationale Situation eröffnet, die ein neues Marx-Studium ohne Behinderung durch politische Einflüsse erlaubt, die in der Vergangenheit so maßgeblich und irreführend waren. Erst jetzt sind seine Person, seine Werke und sein Denken in vollem Umfang der Erforschung und kritischen Diskussion zugänglich geworden. Abgesehen von den marxistischen Perspektiven verschiedener nationaler Entwicklungen – Wei Xiaoping (Peking) sprach über die Marxforschung in China, Alex Callinicos (York/GB) beschrieb den angelsächsischen Marxismus in den letzten Jahrzehnten – berührte der internationale Vergleich aktueller Perspektiven politische, philosophische und ökonomische Themen. Domenico Losurdo (Urbino) beschäftigte sich zunächst mit den verschiedenen Literaturgenres in den Marxschen Schriften, denen er unterschiedliche politische Intentionen zuordnete, um von dort aus Linien zu möglichen aktuellen Optionen, insbesondere zum Utopismus, zu ziehen. Andre ́ Tosel (Nizza) und Domenico Jervolino (Neapel) brachten gegen das Paradigma der Selbsterzeugung des Menschen ihre Konzeption eines „Communisme de la finitude“ zur Sprache, die schon früher Gegenstand ihrer Arbeiten gewesen war.

Michael Krätke (Amsterdam) betonte im abschließenden Beitrag die un- verminderte Aktualität der Marxschen Kritik der Politischen Ökonomie in der gegenwärtigen Krise der Hegemonie des neoliberalen Denkens. Allerdings sei diese Chance nur zu nutzen, wenn sich die Marxisten an die Bearbeitung der ungelösten Probleme machten, die in Marx’ unvollendetem Werk nach wie vor zu finden seien. Indem Krätke auf die Unabgeschlossenheit des Marxschen „Kapital“-Entwurfes explizit noch einmal hinwies und dazu ermunterte, sich besser auf die Manuskriptlage zu konzentrieren, statt sich mit Interpretationen zur Marxschen dialektischen Methode zu befassen, schlug er den Bogen zu- rück zur Marx-Philologie, fokussierte zugleich aber auch noch einmal die bis heute nicht entschiedenen Kontroversen der Forschung zum Marxschen Werk.

Die Konferenz zeigte somit, dass die fachwissenschaftlichen Debatten um Marx in vollem Gange sind. Parallel dazu ist der seit 1998 in einem veränderten Rahmen erscheinenden Marx-Engels-Gesamtausgabe eine beträchtliche internationale Aufmerksamkeit zuteil geworden, und das mit Recht: Denn mit der MEGA werden die Textgrundlagen bereitgestellt, auf die jede wissenschaftliche Lektüre rekurrieren muss, und es wird durch die historisch-kritische Edition zugleich eine der Haupteigenschaften des Marxschen Werkes sichtbar: seine Unvollendetheit. Diese mindert den Wert seines Denkens in keiner Weise, sondern es zeigt sich vielmehr ein vielseitiges und polymorphes Vermächtnis, das uns Gelegenheit zur Kritik der Theorie, vielleicht aber auch Möglichkeiten der Anknüpfung bietet.

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Odissea e nuove prospettive dell’opera di Marx

I. Incompiutezza versus sistematizzazione
Pochi uomini hanno scosso il mondo come Karl Marx. Alla sua scomparsa, passata pressoché inosservata, fece immediatamente seguito, con una rapidità che nella storia ha rari esempi ai quali poter essere confrontata, l’eco della fama. Ben presto, il nome di Marx fu sulle bocche dei lavoratori di Chicago e Detroit, così come su quelle dei primi socialisti indiani a Calcutta. La sua immagine fece da sfondo al congresso dei bolscevichi a Mosca dopo la rivoluzione. Il suo pensiero ispirò programmi e statuti di tutte le organizzazioni politiche e sindacali del movimento operaio, dall’intera Europa sino a Shanghai. Le sue idee hanno irreversibilmente stravolto la filosofia, la storia, l’economia.

Eppure, nonostante l’affermazione delle sue teorie, trasformate nel XX secolo in ideologia dominante e dottrina di Stato per una gran parte del genere umano e l’enorme diffusione dei suoi scritti, egli rimane, ancora oggi, privo di un’edizione integrale e scientifica delle proprie opere. Tra i più grandi autori, questa sorte è toccata esclusivamente a lui.

Ragione primaria di questa particolarissima condizione risiede nel carattere largamente incompleto della sua opera. Se si escludono, infatti, gli articoli giornalistici editi nel quindicennio 1848-1862, gran parte dei quali destinati al «New-York Tribune», all’epoca uno dei più importanti quotidiani del mondo, i lavori pubblicati furono relativamente pochi, se comparati ai tanti realizzati solo parzialmente ed all’imponente mole di ricerche svolte. Emblematicamente, quando nel 1881, in uno dei suoi ultimi anni di vita, Marx fu interrogato da Karl Kautsky, circa l’opportunità di un’edizione completa delle sue opere, egli rispose: «queste dovrebbero prima di tutto essere scritte» [3].

Marx lasciò, dunque, molti più manoscritti di quanti non ne diede invece alle stampe. Contrariamente a come in genere si ritiene, la sua opera fu frammentaria e talvolta contraddittoria, aspetti che ne evidenziano una delle caratteristiche peculiari: l’incompiutezza. Il metodo oltremodo rigoroso e l’autocritica più spietata, che determinarono l’impossibilità di condurre a termine molti dei lavori intrapresi; le condizioni di profonda miseria ed il permanente stato di cattiva salute, che lo attanagliarono per tutta la vita; l’inestinguibile passione conoscitiva, che restò inalterata nel tempo spingendolo sempre verso nuovi studi; ed infine, la gravosa consapevolezza acquisita con la piena maturità della difficoltà di rinchiudere la complessità della storia in un progetto teorico, fecero proprio dell’incompiutezza la fedele compagna e la dannazione dell’intera produzione di Marx e della sua stessa esistenza. Il colossale piano della sua opera non fu portato a termine che per un’esigua parte, risolvendo in un fallimento letterario le sue incessanti fatiche intellettuali, che non per questo si mostrarono meno geniali e feconde di straordinarie conseguenze.

Tuttavia, nonostante la frammentarietà del Nachlass [lascito] di Marx e la sua ferma contrarietà ad erigere un’ulteriore dottrina sociale, l’opera incompiuta fu sovvertita e un nuovo sistema, il «marxismo», poté sorgere. Dopo la morte di Marx, avvenuta nel 1883, fu Friedrich Engels a dedicarsi per primo alla difficilissima impresa, stante la dispersività dei materiali, l’astrusità del linguaggio e l’illeggibilità della grafia, di dare alle stampe l’eredità letteraria dell’amico. Il lavoro si concentrò sulla ricostruzione e selezione degli originali, sulla pubblicazione dei testi inediti o incompleti e, contemporaneamente, sulle riedizioni e traduzioni degli scritti già noti.

Anche se vi furono delle eccezioni, come nel caso delle Tesi su Feurbach, edite nel 1888 in appendice al suo Ludwig Feuerbach e il punto d’approdo della filosofia classica tedesca, e della Critica al programma di Gotha, uscita nel 1891, Engels privilegiò quasi esclusivamente il lavoro editoriale per il completamento de Il capitale, del quale era stato portato a termine soltanto il libro primo. Questo impegno, durato oltre un decennio, fu perseguito con il preciso intento di realizzare «un’opera organica e il più possibile compiuta». Tale scelta, seppur rispondente ad esigenze comprensibili, produsse il passaggio da un testo parziale e provvisorio, composto in molte parti da «pensieri scritti in statu nascendi» e da appunti preliminari che Marx era solito riservarsi per ulteriori elaborazioni dei temi trattati, ad un altro unitario, dal quale originava la parvenza di una teoria economica sistematica e conclusa. Così, nel corso della sua attività redazionale, basata sulla cernita di quei testi che si presentavano non come versioni finali quanto, invece, come vere e proprie varianti e sulla esigenza di uniformarne l’insieme, Engels più che ricostruire la genesi e lo sviluppo del secondo e del terzo libro de Il capitale, ben lontani dalla loro definitiva stesura, consegnò alle stampe dei volumi finiti [4].

D’altronde, in precedenza, egli aveva contribuito a generare un processo di sistematizzazione teorica già direttamente con i suoi scritti. L’Anti-Dühring, apparso nel 1878, da lui definito l’«esposizione più o meno unitaria del metodo dialettico e della visione comunista del mondo rappresentati da Marx e da me» [5], divenne il riferimento cruciale nella formazione del «marxismo» come sistema e nella differenziazione di questo dal socialismo eclettico, in quel periodo prevalente.

Ancora maggiore incidenza ebbe L’evoluzione del socialismo dall’utopia alla scienza, rielaborazione, a fini divulgativi, di tre capitoli dello scritto precedente che, pubblicata per la prima volta nel 1880, conobbe fortuna analoga a quella del Manifesto del partito comunista. Seppur vi fu una netta distinzione tra questo tipo di volgarizzazione, compiuta in aperta polemica con le scorciatoie semplicistiche delle sintesi enciclopediche, e quello di cui si rese invece protagonista la successiva generazione della socialdemocrazia tedesca, il ricorso di Engels alle scienze naturali aprì la strada alla concezione evoluzionistica che, di lì a poco, si sarebbe affermata anche nel movimento operaio.

Il pensiero di Marx, pur se a volte attraversato da tentazioni deterministiche, indiscutibilmente critico ed aperto, cadde sotto i colpi del clima culturale dell’Europa di fine Ottocento, pervaso, come non mai, da concezioni sistematiche, prima tra tutte il darwinismo. Per rispondere ad esse ed al bisogno di ideologia che avanzava anche tra le file del movimento dei lavoratori, il neonato «marxismo», che andava sempre più estendendosi da teoria scientifica a dottrina politica – divenuto precocemente ortodossia sulle pagine della rivista «Die Neue Zeit» diretta da Kautsky – assunse rapidamente medesima conformazione sistemica. In questo contesto, la diffusa ignoranza ed avversione all’interno del partito tedesco nei riguardi di Hegel, vero e proprio arcano impenetrabile, e della sua dialettica, ritenuta finanche «l’elemento infido della dottrina marxista, l’insidia che intralcia ogni considerazione coerente delle cose» [6], giocarono un ruolo decisivo.

Ulteriori fattori che contribuirono a consolidare definitivamente la trasformazione dell’opera di Marx in sistema, sono rintracciabili nelle modalità che ne accompagnarono la diffusione. Com’è dimostrato dalla tiratura ridotta delle edizioni dell’epoca dei suoi testi, ne furono privilegiati opuscoli di sintesi e compendi molto parziali. Alcune delle sue opere, inoltre, recavano gli effetti delle strumentalizzazioni politiche. Comparvero, infatti, le prime edizioni rimaneggiate dai curatori, pratica che, favorita dall’incertezza del lascito marxiano, andò, in seguito, sempre più imponendosi insieme con la censura di alcuni scritti.

La forma manualistica, notevole veicolo di esportazione del pensiero di Marx nel mondo, rappresentò sicuramente uno strumento molto efficace di propaganda, ma anche l’alterazione fatale della concezione iniziale. La divulgazione della sua opera, dal carattere complesso ed incompiuto, nell’incontro col positivismo e per meglio rispondere alle esigenze pratiche del partito proletario, si tradusse, infine, in impoverimento e volgarizzazione del patrimonio originario [7], fino a renderlo irriconoscibile trasfigurandolo da Kritik a Weltanschauung.

Dallo sviluppo di questi processi, prese corpo una dottrina dalla schematica ed elementare interpretazione evoluzionistica, intrisa di determinismo economico: il «marxismo» del periodo della Seconda Internazionale (1889-1914). Guidata da una ferma quanto ingenua convinzione del procedere automatico della storia, e dunque dell’ineluttabile successione del socialismo al capitalismo, essa si mostrò incapace di comprendere l’andamento reale del presente e, rompendo il necessario legame con la prassi rivoluzionaria, produsse una sorta di quietismo fatalistico che si tramutò in fattore di stabilità per l’ordine esistente. Si palesava in questo modo la profonda lontananza da Marx, che già nella sua prima opera aveva dichiarato: «la storia non fa niente (…) non è la ‘storia’ che si serve dell’uomo come mezzo per attuare i propri fini, come se essa fosse una persona particolare; essa non è altro che l’attività dell’uomo che persegue i suoi fini» [8].

La «teoria del crollo», ovvero la tesi della fine incombente della società capitalistico-borghese, che ebbe nella crisi economica della Grande Depressione, dispiegatasi lungo il ventennio successivo al 1873, il contesto più favorevole per esprimersi, fu proclamata come l’essenza più intima del socialismo scientifico. Le affermazioni di Marx, volte a delineare i principi dinamici del capitalismo e, più in generale, a descriverne una tendenza di sviluppo, furono trasformate in leggi storiche universalmente valide dalle quali far discendere, sin nei particolari, il corso degli eventi.

L’idea di un capitalismo agonizzante, autonomamente destinato al tramonto, fu presente anche nell’impianto teorico della prima piattaforma interamente «marxista» di un partito politico, Il programma di Erfurt del 1891, e nel commento che ne fece Kautsky che enunciava come «l’inarrestabile sviluppo economico porta alla bancarotta del modo di produzione capitalistico con necessità di legge naturale. La creazione di una nuova forma di società al posto di quella attuale non è più solo qualcosa di desiderabile ma è diventata inevitabile» [9]. Esso fu la rappresentazione, più significativa ed evidente, dei limiti intrinseci all’elaborazione dell’epoca, nonché dell’abissale distanza prodottasi da colui che ne era stato l’ispiratore.

Lo stesso Eduard Bernstein, che concependo il socialismo come possibilità e non come ineluttabilità aveva segnato una discontinuità con le interpretazioni in quel periodo dominanti, operò una lettura di Marx altrettanto artefatta che non si discostava minimamente da quelle del tempo e contribuì a diffonderne, mediante la vasta risonanza che ebbe il Bernstein-Debatte, un’immagine egualmente alterata e strumentale.

Il «marxismo» russo, che nel corso del Novecento svolse un ruolo fondamentale nella divulgazione del pensiero di Marx, seguì questa traiettoria di sistematizzazione e volgarizzazione con un irrigidimento persino maggiore. Per il suo più importante pioniere, Gheorghi Plekhanov, infatti, «il marxismo è una completa concezione del mondo» [10], improntata ad un semplicistico monismo in base al quale le trasformazioni sovrastrutturali della società procedono in maniera simultanea alle modificazioni economiche. In Materialismo ed empiriocriticismo del 1909, Lenin definisce il materialismo come «il riconoscimento della legge obiettiva della natura, e del riflesso approssimativamente fedele di questa legge nella testa dell’uomo». La volontà e la coscienza del genere umano devono «inevitabilmente e necessariamente»[11] adeguarsi alla necessità della natura. Ancora una volta a prevalere è l’impostazione positivistica.

Dunque, a dispetto dell’aspro scontro ideologico apertosi durante quegli anni, molti degli elementi teorici caratteristici della deformazione operata dalla Seconda Internazionale trapassarono in quelli che avrebbero contrassegnato la matrice culturale della Terza Internazionale. Questa continuità si manifestò, con ancora più evidenza, in Teoria del materialismo storico, pubblicato nel 1921 da Nikolaj Bucharin, secondo il quale «sia nella natura che nella società, i fenomeni sono regolati da determinate leggi. Il primo compito della scienza è scoprire questa regolarità». L’esito di questo determinismo sociale, interamente incentrato sullo sviluppo delle forze produttive, generò una dottrina secondo la quale «la molteplicità delle cause che fanno sentire la loro azione nella società non contraddice affatto l’esistenza di una legge unica dell’evoluzione sociale» [12].

La critica di Antonio Gramsci, che si oppose a siffatta concezione, per la quale la «posizione del problema come una ricerca di leggi, di linee costanti, regolari, uniformi è legata a una esigenza, concepita in modo un po’ puerile e ingenuo, di risolvere perentoriamente il problema pratico della prevedibilità degli accadimenti storici», riveste particolare interesse. Il suo netto rifiuto a restringere la filosofia della praxis marxiana a grossolana sociologia, a «ridurre una concezione del mondo a un formulario meccanico che dà l’impressione di avere tutta la storia in tasca» [13], fu tanto più importante poiché si spingeva oltre lo scritto di Bucharin e mirava a condannare quell’orientamento assai più generale che sarebbe poi prevalso, in maniera incontrastata, in Unione Sovietica.

Con l’affermazione del «marxismo-leninismo», il processo di snaturamento del pensiero di Marx conobbe la sua definitiva manifestazione. La teoria fu estromessa dalla funzione di guida dell’agire, divenendone, viceversa, giustificazione a posteriori. Il punto di non ritorno fu raggiunto con il «Diamat» (Dialekticeskij materialzm), «la concezione del mondo del partito marxista-leninista». L’opuscolo di Stalin del 1938, Del materialismo dialettico e del materialismo storico, che ebbe una straordinaria diffusione, ne fissava i tratti essenziali: i fenomeni della vita collettiva sono regolati da «leggi necessarie dello sviluppo sociale», «perfettamente conoscibili»; «la storia della società si presenta come uno sviluppo necessario della società, e lo studio della storia della società diventa una scienza».

Ciò «vuol dire che la scienza della storia della società, nonostante tutta la complessità dei fenomeni della vita sociale, può diventare una scienza altrettanto esatta quanto, ad esempio, la biologia, capace di utilizzare le leggi di sviluppo della società per servirsene nella pratica» [14] e che, di conseguenza, compito del partito del proletariato è fondare la propria attività in base a queste leggi. È evidente come il fraintendimento intorno ai concetti di «scientifico» e «scienza» fosse giunto al suo culmine. La scientificità del metodo marxiano, fondata su criteri teorici scrupolosi e coerenti, fu sostituita con il modo di procedere delle scienze naturali che non contemperava contraddizione alcuna.

Accanto a questo catechismo ideologico, trovò terreno fertile il più rigido ed intransigente dogmatismo. Completamente estraneo ed avulso dalla complessità sociale, esso si sosteneva, come sempre accade quando si propone, con un’arrogante quanto infondata cognizione della realtà. Circa l’inesistente legame con Marx, basta ricordare il suo motto preferito: de omnibus dubitandum.

L’ortodossia «marxista-leninista» impose un’inflessibile monismo che non mancò di produrre effetti perversi anche sugli scritti di Marx. Inconfutabilmente, con la Rivoluzione Sovietica il «marxismo» visse un significativo momento di espansione e circolazione in ambiti geografici e classi sociali dai quali era, sino ad allora, stato escluso.

Tuttavia, ancora una volta, la diffusione dei testi, più che riguardare direttamente quelli di Marx, concerneva manuali di partito, vademecum, antologie «marxiste» su svariati argomenti. Inoltre, invalse sempre più la censura di alcune opere, lo smembramento e la manipolazione di altre, così come la pratica dell’estrapolazione e dell’astuto montaggio delle citazioni. A queste, il cui ricorso rispondeva a fini preordinati, venne destinato lo stesso trattamento che il brigante Procuste riservava alle sue vittime: se troppo lunghe venivano amputate, se troppo corte allungate.

In conclusione, il rapporto tra la divulgazione e la non schematizzazione di un pensiero, a maggior ragione per quello critico e volutamente non sistemico di Marx, tra la sua popolarizzazione e l’esigenza di non impoverirlo, è senz’altro impresa difficile da realizzare. In ogni caso a Marx non poté capitare di peggio.
Piegato da più parti in funzione di contingenze e necessità politiche, venne a queste assimilato e nel loro nome vituperato. La sua teoria, da critica quale era, fu utilizzata a mo’ di esegesi di versetti biblici.

Nacquero così i più impensabili paradossi. Contrario a «prescrivere ricette (…) per l’osteria dell’avvenire» [15], fu trasformato, invece, nel padre illegittimo di un nuovo sistema sociale. Critico rigorosissimo e mai pago di punti d’approdo, divenne la fonte del più ostinato dottrinarismo. Strenuo sostenitore della concezione materialistica della storia, è stato sottratto al suo contesto storico più d’ogni altro autore. Certo «che l’emancipazione della classe operaia dev’essere opera dei lavoratori stessi» [16], venne ingabbiato, al contrario, in una ideologia che vide prevalere il primato delle avanguardie politiche e del partito nel ruolo di propulsori della coscienza di classe e di guida della rivoluzione. Convinto assertore dell’abolizione dello Stato, si ritrovò ad esserne identificato come suo baluardo. Interessato come pochi altri pensatori al libero sviluppo delle individualità degli uomini, affermando, contro il diritto borghese che cela le disparità sociali dietro una mera uguaglianza legale, che «il diritto, invece di essere uguale, dovrebbe essere diseguale» [17], è stato accomunato ad una concezione che ha neutralizzato la ricchezza della dimensione collettiva nell’indistinto dell’omologazione.

L’incompiutezza originaria del grande lavoro critico di Marx soggiacque alle spinte della sistematizzazione degli epigoni che produssero, inesorabilmente, lo snaturamento del suo pensiero sino ad obliterarlo ed a divenirne sua manifesta negazione.

II. Un autore misconosciuto
«Gli scritti di Marx ed Engels (…) furon essi mai letti per intero da nessuno, il quale si trovasse fuori dalla schiera dei prossimi amici ed adepti, e quindi, dei seguaci e degl’interpreti diretti degli autori stessi?» Così Antonio Labriola andava interrogandosi, nel 1897, su quanto fosse sino ad allora conosciuto delle loro opere. Le sue conclusioni furono inequivocabili: «il leggere tutti gli scritti dei fondatori del socialismo scientifico è parso fino ad ora come un privilegio da iniziati»; il «materialismo storico» era giunto fra i popoli di lingue neolatine «attraverso una infinità di equivoci, di malintesi di alterazioni grottesche, di strani travestimenti e di gratuite invenzioni» [18]. Un «marxismo» immaginario.

In effetti, come poi dimostrato dalla successiva ricerca storiografica, la convinzione che Marx ed Engels fossero stati veramente letti è stata il frutto di una leggenda agiografica. Al contrario, molti dei loro testi erano rari o irreperibili anche in lingua originale e, dunque, l’invito dello studioso italiano: dare vita ad «una edizione completa e critica di tutti gli scritti di Marx ed Engels», indicava un’ineludibile necessità generale. Per Labriola, non bisognava compilare antologie, bensì «tutta la operosità scientifica e politica, tutta la produzione letteraria, sia pur essa occasionale, dei due fondatori del socialismo critico, deve essere messa alla portata dei lettori (…) perché essi parlino direttamente a chiunque abbia voglia di leggerli» [19]. Oltre un secolo dopo il suo auspicio, questo progetto non è stato ancora realizzato.

Accanto a queste valutazioni prevalentemente filologiche, Labriola ne avanzava altre di carattere teorico, di sorprendente lungimiranza in relazione all’epoca nella quale visse. Egli considerava tutti gli scritti ed i lavori di circostanza di Marx ed Engels non portati a termine come «i frammenti di una scienza e di una politica, che è in continuo divenire». Per evitare di cercare al loro interno «ciò che non c’è, e non ci ha da essere», ovvero «una specie di volgata o di precettistica per la interpretazione della storia di qualunque tempo e luogo», essi potevano essere pienamente compresi solo se ricollegati al momento ed al contesto della loro genesi. Diversamente, coloro i quali «non intendono il pensare ed il sapere come operosità che sono in fieri», ossia «i dottrinari e i presuntuosi d’ogni genere, che han bisogno degl’idoli della mente, i facitori di sistemi classici buoni per l’eternità, i compilatori di manuali e di enciclopedie, cercheranno per torto e per rovescio nel marxismo ciò che esso non ha mai inteso di offrire a nessuno» [20]: una soluzione sommaria e fideistica ai quesiti della storia.

Naturale esecutore della realizzazione dell’opera omnia non avrebbe potuto essere che la Spd, detentrice del Nachlass e delle maggiori competenze linguistiche e teoriche. Tuttavia, i conflitti politici in seno alla Socialdemocrazia, non solo impedirono la pubblicazione dell’imponente e rilevante massa dei lavori inediti di Marx, ma produssero anche la dispersione dei suoi manoscritti, compromettendo ogni ipotesi di edizione sistematica. Incredibilmente il partito tedesco non ne curò alcuna, trattando l’eredità letteraria di Marx ed Engels con la massima negligenza. Nessuno tra i suoi teorici si occupò di stilare un elenco del lascito intellettuale dei due fondatori, composto da molti manoscritti incompleti e progetti incompiuti. Tanto meno vi fu chi si dedicò a raccogliere la corrispondenza, voluminosissima ma estremamente disseminata, pur essendo utilissima come fonte di chiarimento, quando non addirittura continuazione, dei loro scritti. La biblioteca, infine, contenente i libri da loro posseduti recanti gli interessanti marginalia e sottolineature, fu ignorata, dispersa e solo in seguito parzialmente ricostruita e catalogata.

La prima pubblicazione delle opere complete, la Marx Engels Gesamtausgabe (MEGA), prese avvio solamente negli anni Venti, per iniziativa di David Borisovič Rjazanov, principale conoscitore di Marx nel Novecento e direttore dell’Istituto Marx-Engels di Mosca. Anche quest’impresa, però, naufragò a causa delle tempestose vicende del movimento operaio internazionale che troppo spesso ostacolarono anziché favorire l’edizione dei loro testi. Le epurazioni dello stalinismo in Unione Sovietica, che s’abbatterono anche sugli studiosi che guidavano il progetto, e l’avvento del nazismo in Germania, portarono alla precoce interruzione dell’edizione, vanificando anche questo tentativo. Si produsse così la contraddizione assoluta della nascita di un’ideologia inflessibile che s’ispirava ad un autore la cui gigantesca opera era in parte ancora inesplorata. L’affermazione del «marxismo» e la sua cristallizzazione in corpus dogmatico precedettero la conoscenza di testi la cui lettura era indispensabile per comprendere la formazione e l’evoluzione del pensiero di Marx [21].

I principali lavori giovanili, infatti, furono dati alle stampe solo con la MEGA: Dalla critica della filosofia hegeliana del diritto pubblico nel 1927, i Manoscritti economico-filosofici del 1844 e L’ideologia tedesca nel 1932. Ancora successivamente, in tirature che riuscirono ad assicurare soltanto una scarsissima diffusione, furono pubblicati alcuni importanti lavori preparatori de Il capitale: nel 1933 il Capitolo VI inedito e tra il 1939 ed il 1941 i Grundrisse. Questi inediti, inoltre, come gli altri che seguirono, quando non celati nel timore che potessero erodere il cànone ideologico dominante, furono accompagnati da un’interpretazione funzionale alle esigenze politiche che, nella migliore delle ipotesi, apportava scontati aggiustamenti a quella già predeterminata e che mai si tradusse in seria ridiscussione complessiva dell’opera.

Il tortuoso processo della diffusione degli scritti di Marx e l’assenza di una loro edizione integrale, insieme con la primaria incompiutezza, il lavoro scellerato degli epigoni, le letture tendenziose e le più numerose non letture, sono le cause principali del grande paradosso: Karl Marx è un autore misconosciuto[22], vittima di una profonda e reiterata incomprensione. Lo è stato nel periodo durante il quale il «marxismo» era politicamente e culturalmente egemone, tale rimane ancora oggi[23].

III. Un’opera per l’oggi
Liberata dall’odiosa funzione di instrumentum regni, cui in passato è stata destinata, e dalla fallacia del «marxismo», dal quale viene definitivamente separata, l’opera di Marx, in parte ancora inedita, riemerge nella sua originale incompiutezza ed è riconsegnata ai liberi campi del sapere. Sottratta a sedicenti proprietari ed a costrittivi modi d’impiego, il pieno dispiegarsi della sua preziosa ed immensa eredità teorica è reso finalmente possibile.

Con l’ausilio della filologia trovano risposta l’esigenza non più eludibile di ricognizione delle fonti, per tanto tempo avvolte e mistificate dalla propaganda apologetica, ed il bisogno di disporre di un indice certo e definitivo di tutti i manoscritti di Marx. Essa si offre come imprescindibile mezzo per far luce sul suo testo, ristabilendone l’originario orizzonte problematico e polimorfo ed evidenziandone l’enorme divario con molte delle interpretazioni e delle esperienze politiche che, pur essendosi a lui richiamate, ne hanno trasmesso una percezione oltremodo sminuente.

Leggere Marx con l’intento di ricostruirne la genesi degli scritti e il quadro storico nel quale nacquero, di evidenziarne l’importanza del debito intellettuale dell’elaborazione, di considerarne il carattere costantemente multidisciplinare [24]: è l’impegnativo compito che la nuova Marx Forschung [la ricerca su Marx] ha innanzi a sé e che necessita, per essere perseguito, di un orientamento permanentemente critico e lontano dal fuorviante condizionamento dell’ideologia. Tuttavia, quella di Marx non è soltanto un’opera priva di un’adeguata interpretazione critica in grado di rendere giustizia al suo genio, ma è anche un’opera in costante ricerca d’autore.

Le riflessioni di Marx sono attraversate da una differenza irriducibile, da un carattere del tutto particolare rispetto a quelle della maggior parte degli altri pensatori. Esse racchiudono un inscindibile legame tra teoria e prassi e sono persistentemente rivolte ad un soggetto privilegiato e concreto: «il movimento reale che abolisce lo stato di cose presente», al quale viene affidato il «rovesciamento pratico dei rapporti sociali esistenti» [25].

Credere di poter relegare il patrimonio teorico e politico di Marx ad un passato che non avrebbe più niente da dire ai conflitti odierni, di circoscriverlo alla funzione di classico mummificato con un interesse inoffensivo per l’oggi o di rinchiuderlo in specialismi meramente speculativi, si rivelerebbe impresa errata al pari di quella che lo ha trasformato nella sfinge del grigio socialismo reale del Novecento. La sua opera conserva confini e pretese ben più vasti degli àmbiti delle discipline accademiche. Senza il pensiero di Marx mancherebbero i concetti per comprendere e descrivere il mondo contemporaneo, così come gli strumenti critici per invertire la subalternità al credo imperante che presume di poter raffigurare il presente con le sembianze antistoriche della naturalità e dell’immutabilità. Senza Marx saremmo condannati ad una vera e propria afasia critica.

Non tragga in inganno l’apparente inattualità, l’assoluto ed unanime dogma che ne decreta con certezza l’oblio. Le sue idee potranno invece suscitare nuovi entusiasmi e stimolare ulteriori feconde riflessioni. La causa dell’emancipazione umana dovrà ancora servirsi di lui. Critico ineguagliato del sistema di produzione capitalistico, Karl Marx sarà fondamentale fino al suo superamento. Il suo «spettro» è destinato ad aggirarsi per il mondo ed a far agitare l’umanità ancora per molto.

References
1. Il testo è un estratto dell’Introduzione al volume collettaneo Sulle tracce di un fantasma. L’opera di Karl Marx tra filologia e filosofia, a cura di Marcello Musto, Manifestolibri, Roma 2005.
2. Boris Nikolaevskij– Otto Maenchen-Helfen, Karl Marx. La vita e l’opera, Einaudi, Torino 1969, p. 7.
3. Hans Magnus Enzensberger (a cura di), Colloqui con Marx e Engels, Einaudi, Torino 1977, p. 438.
4. Le più recenti acquisizioni filologiche valutano che gli interventi eseguiti da Engels, durante il suo lavoro di curatore, sui manoscritti del secondo e del terzo libro de Il capitale, ammontano a circa cinquemila: una quantità di gran lunga superiore a quella sino ad oggi presunta.
5. Friedrich Engels, Anti-Dühring, Marx Engels Opere, vol. XXV, Editori Riuniti, Roma 1974, p. 6.
6. Eduard Bernstein, I presupposti del socialismo e i compiti della socialdemocrazia, Laterza, Bari 1968, p. 58.
7. Cfr. Franco Andreucci, La diffusione e la volgarizzazione del marxismo, in Aa. Vv., Storia del marxismo, vol. secondo, Einaudi, Torino 1979, p. 15.
8. Friedrich Engels-Karl Marx, La sacra famiglia, Marx Engels Opere, vol. IV, Editori Riuniti, Roma 1972, p. 103.
9. Karl Kautsky, Il programma di Erfurt, Samonà e Savelli, Roma 1971, p. 123.
10. Gheorghi Plekhanov, Le questioni fondamentali del marxismo, in Gheorghi Plekhanov, Opere Scelte, Edizioni Progress, Mosca 1985, p. 366.
11. Vladimir Ilic Lenin, Materialismo ed empiriocriticismo, in Vladimir Ilic Lenin, Opere complete, vol. XIV, Editori Riuniti, Roma 1963, pp. 152 e 185.
12. Nikolaj I. Bucharin, Teoria del materialismo storico, La Nuova Italia, Firenze 1977, pp. 16 e 252.
13. Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, Einaudi, Torino 1975, pp. 1403 e 1428.
14. Josef Stalin, Del materialismo dialettico e del materialismo storico, Edizioni Movimento Studentesco, Milano 1973, pp. 919 e 926-927.
15. Karl Marx, Poscritto alla seconda edizione de Il capitale, Libro primo, Editori Riuniti, Roma 1964, p. 42.
16. Karl Marx, Statuti provvisori dell’Associazione internazionale degli operai, Marx Engels Opere, vol. XX, Editori Riuniti, Roma 1987, p. 14.
17. Karl Marx, Critica al programma di Gotha, Editori Riuniti, Roma 1990 (1976), p. 17.
18. Antonio Labriola, Discorrendo di socialismo e filosofia. Scritti filosofici e politici, Einaudi, Torino 1973, pp. 667-669.
19. Ivi , pp. 671-672.
20. Ivi , pp. 673-677.
21. Cfr. Maximilien Rubel, Marx critico del marxismo, Cappelli, Bologna, 1981, p. 88.
22. Sull’argomento è intervenuto di recente Lucien Sève, Penser avec Marx aujourd’hui, La Dispute, Paris 2004. Peccato che l’autore francese, nel suo tardo ravvedimento dal «marxismo» ufficiale, si sia guardato bene dal riconoscere i meriti – pur avendone plagiato molte argomentazioni – di colui che più di ogni altro ha denunciato questa realtà: Maximilien Rubel.
23. Accanto al misconoscimento «marxista», che si è voluto sin qui tratteggiare, andrebbe considerato anche quello «antimarxista» di parte liberale e conservatrice, ben più grave perché carico di prevenuta ostilità. Questo tema sarà oggetto di successivi approfondimenti.
24. In proposito si veda Bruno Bongiovanni, Leggere Marx dopo il marxismo, «Belfagor», n. 5 (1995), p. 590.
25. Friedrich Engels-Karl Marx, L’ideologia tedesca, Marx Engels Opere, vol. V, Editori Riuniti, Roma 1972, pp. 34 e 39.

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Internationale Marx-Konferenz in Neapel

Nach Jahren des Schweigens über das Werk von Karl Marx in Italien beginnt man hierüber wieder ernsthaft zu reden. Eine Gelegenheit hierfür war die internationale Konferenz „Auf den Spuren eines Gespenstes. Das Werk von Karl Marx zwischen Philologie und Philosophie.“ Dreizehn Marx-Spezialist Innen aus mehreren europäischen Ländern, Japan, China und Mexiko sind dafür vom 1. bis 3. April 2004 in Neapel zusammengekommen.

Das erste Ziel der Organisation bestand darin, einem italienischen Publikum zum ersten Mal die Ergebnisse der Neukonzipierung und Fortsetzung der neuen Ausgabe der Werke von Marx und Engels in den jeweiligen Originalsprachen vorzustellen. Es gibt bislang keine vollständige und wissenschaftliche Ausgabe ihrer Werke, darunter eines bedeutenden Teils ihrer Manuskripte und der beträchtlichen Menge von Auszügen und Notizen zu ihrer Lektüre, die sie bei ihren Studien gewöhnlich anfertigten, sowie ihrer beeindruckenden Korrespondenz.

Die historisch-kritische Ausgabe sämtlicher Werke von Marx und Engels, der Marx Engels Gesamtausgabe (MEGA), deren erste Bände 1975 erschienen waren, wurde infolge der Ereignisse von 1989 unterbrochen. 1990 führte eine Initiative des Amsterdamer „Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis“ (IISG) zur Gründung der Internationalen Marx Engels Stiftung (IMES), deren Ziel darin besteht, dieses Unternehmen zum Abschluss zu bringen (bislang liegen erst 49 von den 114 Bänden vor). Neben dem IISG gehören die Berlin-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften (BBAW), das Historische Forschungszentrum der Friedrich-Ebert-Stiftung und das Moskauer „Rossijskij gosudarstvennyj archiv so- cial‘no-politiieskoj istorii“ (RGASPI) der IMES an. Zur Zeit beteiligen sich Fachleute, die in Deutschland, Frankreich, den Niederlanden, Japan, den USA, Dänemark und Italien arbeiten, an ihrer Tätigkeit.

Ausgehend von den editorischen Leistungen der Marx Engels Gesamtausgabe (MEGA) ist mit dem Kolloquium in Neapel versucht worden, ein genaues Marx-Studium wieder aufzunehmen, wobei das Unabgeschlossene seines Werks als eines der Hauptmerkmale betrachtet wird. Dieser Aspekt, der dessen Wert durchaus nicht mindert, weist auf ein vielförmiges und vielfältiges Erbe hin und eröffnet neue Perspektiven für die Weiterarbeit an der kritischen Theorie. Einige neuere Interpretationen von Marx’ Schriften haben die Art und die Bedeutung der neuen Marx-Forschung hervortreten lassen, die für jedes kritische Denken notwendig und für das Verständnis der Gegenwart unabdingbar ist.

Übersetzung: Friedrich Dorn

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Vicissitudini e nuovi studi de «L’ideologia tedesca»

In occasione della pubblicazione del primo volume della nuova serie del «Marx-Engels Jahrbuch», la storia e le più recenti acquisizioni filologiche del famoso manoscritto marxiano e delle sue edizioni. Dai lavori della nuova edizione storico-critica emerge un autore misconosciuto. I molteplici tentativi di pubblicazione delle opere complete di Marx ed Engels hanno visto fiorire, contestualmente alle loro edizioni, alcuni periodici che avevano lo scopo di accompagnarne e promuoverne i lavori, nonché offrire un contributo alla ricerca.

I. Riviste di studi marxiani
Anche questo capitolo della Marx Forschung (la ricerca su Marx), si apre, come molti altri, con le imprese di David Borisovič Rjazanov, curatore della prima edizione storico-critica dell’opera completa di Marx ed Engels, la Marx Engels Gesamtausgabe e, senza dubbio, il più importante Marx-Forscher del Novecento. Grazie alla sua iniziativa ed a cura dell’Istituto Marx Engels di Mosca, da lui stesso diretto, apparvero infatti, nel biennio 1926/27, i due volumi del «Marx Engels Archiv». L’intento di questo progetto, dal quale era escluso in via di principio ogni riferimento al dibattito politico del tempo, mirava a fornire anticipazioni sui manoscritti dei due pensatori per renderli accessibili alla critica, ancor prima dell’edizione dell’opera completa. Com’è noto, sulla Mega s’abbatté la mannaia dello stalinismo, responsabile, oltre ai tanti e atroci crimini commessi, anche di aver interrotto la pubblicazione dell’opera di Marx.

Durante i quarant’anni trascorsi dall’interruzione del primo tentativo di Gesamtausgabe, datata 1935, e l’inizio della stampa della seconda, il primo volume risale al 1975, nonostante dal 1956 al 1968 fosse apparsa la Marx Engels Werke (MEW) e tra il 1955 ed il 1966, in Unione Sovietica, la seconda K. Marks i F. Èngel’sa Sočinenija, in campo socialista non vi furono serie analoghe iniziative editoriali. L’unica rivista di questo ciclo, fu il del tutto dottrinale «Naučno-informacionnyj bjulleten’ sektora proizvedenij K. Marksa i F. Èngel’sa» che sorse nel 1958, presso l’Istituto per il marxismo-leninismo di Mosca, e proseguì, in 47 numeri, fino al 1989. Al contrario, nello stesso periodo, ad occidente sono da annoverare numerosi e qualificati strumenti di ricerca su Marx e ad almeno due di essi, è obbligatorio fare riferimento.

In Francia, sotto la direzione del grande marxologo Maximilien Rubel, nacque la rivista «Etudes de marxologie». I 31 numeri di questi quaderni, alcuni dei quali doppi, apparsi in modo discontinuo dal 1959 al 1994, grazie alle analisi critiche, gli studi storici, le bibliografie e le traduzione d’inediti in essi ospitati, rappresentano un insostituibile tentativo di documentazione dell’opera di Marx e di critica del marxismo. Essi, ancora oggi, risultano essere uno strumento indispensabile per chi voglia cimentarsi, in maniera rigorosa, con questi temi. A Treviri, nella Repubblica Federale Tedesca, invece, comparvero, negli anni dal 1969 al 2000, in 49 numeri, gli «Schriften aus dem Karl Marx Haus». Anche questa collana, con le sue monografie sulle edizioni dell’opera di Marx ed Engels e sulla ricezione che essa ebbe nel mondo, sui rapporti che essi intrattennero con terzi, nonché con la presentazione di saggi sulla storia del movimento operaio, rappresenta una delle più specializzate fonti di ricerca del campo.

Dopo la nascita della MEGA², gli istituti per il marxismo-leninismo di Mosca e Berlino, diedero vita al «Marx-Engels-Jahrbuch». Questo annuario, edito dalla Dietz Verlag in tredici numeri, nel periodo tra il 1978 ed il 1991, seppur concepito per contribuire alla divulgazione del marxismo ed al suo trionfo ideologico e dunque, privo di quel carattere scientifico che Rjazanov aveva fortemente voluto cinquant’anni prima, accompagnò la stampa dei primi volumi della MEGA², annoverando al proprio interno importanti contributi di studio. All’incirca nello stesso tempo, nella Repubblica Democratica tedesca, sorsero diverse altre riviste per documentare il lavoro editoriale in corso sull’opera di Marx. Dal 1976 al 1988, editi dalla Martin-Luther Universität di Halle-Wittenberg, per un insieme di 23 numeri, uscirono gli «Arbeitsblätter zur Marx-Engels-Forschung»; dal 1978 al 1989 in 29 numeri e per iniziativa dell’Istituto per il marxismo-leninismo di Berlino, apparvero i «Beiträge zur Marx-Engels-Forschung» (la nuova serie è ripresa, con cadenza annuale, nel 1991); infine, editi dalla Karl-Marx-Universität di Lipsia, vennero stampati, in maniera irregolare dal 1981 al 1990, i 6 numeri della «Marx-Engels-Forschungsberichte».

In seguito agli avvenimenti dell’autunno del 1989, per iniziativa dell’Internationaal Instituut voor Sociale Geschiedenis di Amsterdam e della Karl Marx Haus di Treviri, nacque nel 1990 l’Internazionale Marx Engels Stiftung (IMES). Questa fondazione, sorta con il gravoso compito di completare la MEGA², assunse l’impegno di pubblicare ad Amsterdam i «MEGA-Studien», usciti in 11 numeri tra il 1994 ed il 1999. Questa rivista, esclusivamente incentrata sui lavori di edizione della MEGA, affermò, in questo modo, il ritorno ad una rinnovata obiettività nella ricerca scientifica.

II. «Marx-Engels Jahrbuch»
La recente edizione del primo volume del «Marx-Engels Jahrbuch», anch’esso a cura dell’IMES, ma stavolta con redazione presso la Berlin-Brandenburgische Akademie der Wissenschaften, segna un nuovo inizio nella storia delle riviste della Marx-Forschung. In seguito al consolidamento della MEGA², conseguito attraverso la pubblicazione, dal 1998 ad oggi, di ben nove nuovi volumi accompagnati da grande risonanza internazionale, questa nuova impresa, tenta di spingersi oltre l’esperienza dei «MEGA-Studien», dedicati unicamente alle questioni editoriali, e mira a dar vita ad un vero e proprio forum scientifico sull’opera di Marx ed Engels.

Con l’ausilio di saggi, atti di convegni e recensioni della letteratura specializzata, l’annuario ambisce definire lo stato attuale della ricerca su Marx, ospitando sulle sue pagine i contributi utili a ricostruire il quadro storico di elaborazione delle sue opere, documentandone contesto e fonti. I volumi conterranno appendici, errata corrige, documenti integrativi e materiali d’archivio – anche relativi alla storia della MEGA – nonché apporti inerenti le problematiche legate ai lavori dell’edizione. L’auspicio è di realizzare un rapporto di stimolo reciproco tra lavoro editoriale e ricerca scientifica grazie al quale, in mutua reciprocità, le nuove acquisizioni filologiche possano fornire nuovi impulsi al dibattito sulla teoria marxiana e questo, a sua volta, influire produttivamente sulla preparazione dei volumi.

Ulteriore intenzione del progetto è di dare alle stampe, proprio come avvenne con la «Marx Engels Archiv», stralci delle opere più significative dei due autori, come anticipazione dell’opera completa. Il primo numero, che qui si presenta – Marx-Engels Jahrbuch 2003, 2 voll., pp. 400, € 59.80, Akademie Verlag, Berlin 2004 -, infatti, è interamente dedicato a L’ideologia tedesca. A tal riguardo, questa recensione intende ripercorrere le tappe della storia editoriale, tralasciando volutamente le questioni teoriche.

III. La rodente critica dei topi
Nel febbraio del 1845, in seguito all’ordine di espulsione, emanato contro di lui dalle autorità francesi, Marx è costretto a lasciare Parigi. Dopo aver cominciato gli studi di economia politica, sintetizzati nei quaderni di estratti e annotazioni dai testi letti e nei celebri Manoscritti economico-filosofici, e dopo la firma con l’editore Leske di Darmstadt di un contratto per un’opera in due volumi, da intitolarsi Critica della politica e dell’economia politica, egli parte per una nuova destinazione. Teatro del nuovo esilio, fino allo scoppio della rivoluzione nel marzo 1848, è, questa volta, la città di Bruxelles.

I progetti di Marx, proseguire le ricerche per dare alla luce il libro che si era impegnato a realizzare, così come pubblicare, offrendone la traduzione tedesca, una «Biblioteca dei più eccellenti scrittori socialisti stranieri», vennero alterati dall’uscita, nell’ottobre del 1844, del testo di Stirner, L’unico e la sua proprietà. La prima opera comune di Engels e Marx, La sacra famiglia, critica della filosofia speculativa di Bauer e consorti, non poté darne conto, essendo stata redatta all’incirca nello stesso periodo. Era allora necessario combattere anche questa ultima manifestazione del neohegelismo. Inoltre, Marx riteneva importante preparare il pubblico al punto di vista della sua «Economia», attraverso uno scritto polemico contro le più recenti concezioni della scienza tedesca.

Con questo intendimento, dunque, il piano dell’opera andò ad ingrandirsi sino a comprendere ben due volumi. Marx ed Engels vi lavorarono a lungo insieme a Moses Hess. Nel maggio del 1846, la parte principale del manoscritto del primo volume, fu inviata in Vestfalia a Joseph Weydemeyer che doveva predisporne l’edizione. Tuttavia, diverse circostanze ne impedirono la pubblicazione. Negli anni 1846-1847, Marx ed Engels tentarono altre volte, e sempre senza successo, di trovare un editore. Il titolo dell’opera e dei due volumi che avrebbero dovuta comporla non sono riportati nel manoscritto. Gli editori postumi le hanno aggiunte in base ad una dichiarazione di Marx contro Grün, pubblicata nell’aprile del 1847, nella quale egli riferisce di uno «scritto, redatto in comune con Fr. Engels, L’ideologia tedesca (Critica della più recente filosofia tedesca nei suoi rappresentanti Feuerbach, Bruno Bauer e Stirner, e del socialismo tedesco nei suoi vari profeti)».

Di questo, solamente pochissime parti furono stampate con gli autori in vita e, tutte, nel 1847. Di Marx, la rivista mensile tedesca «Das Westphälische Dampfboot» ospitò l’articolo La storiografia del vero socialismo (contro Karl Grün). Di Hess uscì, presso la «Deutsche-Brüsseler-Zeitung», un testo, scritto con la collaborazione di Marx: il Dottore Graziano’s Werke, come critica, destinata anch’essa al lavoro comune, al libro di Arnold Ruge Due anni a Parigi. Di Engels, la stessa rivista, diede alle stampe K. Beck: “Canti del pover’uomo”, o la poesia del vero socialismo. Tuttavia questo fallimento non costituì per Marx un grande problema; nel rapido schizzo di autobiografia intellettuale, utilizzato come prefazione alla Critica dell’economia politica del 1859, infatti, riassunse così l’accaduto: «Abbandonammo tanto più volentieri il manoscritto alla rodente critica dei topi, in quanto avevamo già raggiunto il nostro scopo principale, che era di veder chiaro in noi stessi».

IV. Le edizioni postume
Le vicende della pubblicazione postuma non sono meno intricate di quelle della loro preparazione e stesura. Anzi. Sulle edizioni di Marx ed Engels hanno sempre pesato i conflitti delle varie correnti, teoriche e politiche, del movimento operaio. Relativamente a L’ideologia tedesca, Eduard Bernstein, che dopo la morte di Engels era entrato in possesso di gran parte del lascito dei due autori, ha enormi responsabilità. Nel 1899 si limitò a ristampare su «Die Neue Zeit» l’invettiva contro Grün che Marx aveva già pubblicato nel 1847. Solo più tardi, negli anni 1903-1904, si decise a consegnare alle stampe, nei «Dokumente des Sozialismus», rivista da lui diretta, la parte inedita riguardante Stirner.

Nell’introduzione che l’accompagnava, non veniva però fornita una chiara presentazione dello stato dell’originale. Soltanto molti anni dopo e ad opera del primo e più prestigioso biografo di Engels, Gustav Mayer, ne fu elaborata una valida descrizione; questi, infatti, durante la fase di documentazione del suo lavoro, aveva convinto Bernstein a consentirgli di consultare alcune parti del manoscritto. Risalgono, dunque, al 1920, anno della prima edizione del Friedrich Engels, le prime attendibili notizie a riguardo.

Nel 1923, Rjazanov si mise in viaggio per Berlino e, al suo ritorno in Unione Sovietica, presentò all’Accademia Socialista di Mosca una comunicazione sull’eredità letteraria di Marx ed Engels. In quella circostanza, si poté finalmente apprendere la reale situazione del testo divenuto così controverso. Le colpe e le lacune scientifiche di Bernstein si rivelarono molteplici. Si scoprì infatti, che aveva pubblicato meno della metà della critica di Stirner, attribuendo falsamente alla «rodente critica dei topi», quelli che invece erano stati suoi tagli arbitrari; inoltre, si poté constatare che aveva creduto a torto che le parti su Feuerbach e Bauer appartenessero ad un unico capitolo, al quale aveva attribuito poca importanza, decidendo di non pubblicarlo! Solo utilizzando la sua straordinaria erudizione, che gli consentì di risalire ad ogni parte dell’originale, e con la sua grande abilità diplomatica, Rjazanov riuscì a procurarsi da Bernstein, con enorme fatica, ma soltanto in quattro settimane, tutte le parti del testo.

Fotografato il tutto, fece ritorno a Mosca. La prima parte de L’ideologia tedesca, incompiuta, verosimilmente tutta di Marx e senz’altro, la più importante dell’intero lavoro, venne pubblicata per la prima volta a cura dello stesso Rjazanov nel 1926, nel primo volume del «Marx Engels Archiv». Questa, intitolata «Feuerbach», ma dedicata soprattutto alla sua concezione della storia, contiene la prima esposizione della teoria che Marx aveva elaborato nel corso di anni di studi filosofici, storici ed economici, quella che in seguito definirà il «filo conduttore» delle proprie ricerche.

Nell’introduzione che ne accompagnò l’edizione, Rjazanov riassunse le tante vicissitudini del manoscritto del quale sia Engels, pur se comprensibilmente alle prese con i libri II e III de Il capitale, che Mehring avevano sottostimato il valore. La sua importanza, al contrario, era fondamentale poiché consentiva di colmare il vuoto tra La sacra famiglia e le Tesi su Feuerbach e la successiva Miseria della filosofia. Esso venne pubblicato per intero soltanto nel 1932, nel volume I/5 della prima MEGA. Come per i Manoscritti economico-filosofici del 1844, tra la data della stesura e quella della pubblicazione, trascorse quasi un secolo. Se così non fosse stato, alla «concezione materialistica della storia», la celebre espressione fu coniata e utilizzata da Engels, sarebbero stati evitati parecchi malintesi e confusioni. Nel 1962, infine, dopo che il testo era già uscito nell’edizione MEW, apparvero in un articolo di Siegfried Bahne sull’«International Review of Sociali History», altre tre pagine dell’originale, anche queste erroneamente addebitate all’appetito dei topi, ma in realtà conservate sotto una falsa intestazione.

Il testo compreso nel primo numero del «Marx-Engels Jahrbuch», è un’anticipazione del volume I/5 della MEGA²: Karl Marx, Friedrich Engels, Moses Heβ: Die duetsche Ideologie. Manuskripte und Drucke (November 1845 bis Juni 1846), la cui uscita è prevista nel 2008. Questa edizione offrirà, tra le altre novità, per la prima volta alcune parti del manoscritto correttamente attribuite ad Hess. Quelle incluse nell’annuario corrispondono ai capitoli: I. «Feuerbach» e II. «Sankt Bruno». Differentemente dai sei diversi tentativi di ricostruzione del famoso capitolo «I. Feuerbach. Antitesi fra concezione materialistica e concezione idealistica» effettuati sino ad oggi, questa nuova versione pubblica i manoscritti di Marx ed Engels così come sono stati da loro lasciati.

Essi sono raccolti come sette testi indipendenti e ordinati cronologicamente. Da questa edizione si evince, con chiarezza, il carattere frammentario dello scritto e che, in particolare, il capitolo su Feuerbach è tutt’altro che compiuto. Nuove e definitive basi, dunque, vengono fornite all’indagine scientifica per risalire, con esattezza, al pensiero di Marx. Del tutto inedito, invece, è un brano di Joseph Weydemeyer, redatto con la collaborazione di Marx, incluso in appendice. Infine accanto all’opera, così come per i volumi della MEGA², vi è un imponente tomo di apparato, contenente la descrizione del testo, i suoi chiarimenti, l’elenco delle varianti e delle correzioni, gli indici.

Questi ultimi risultati della ricerca e le conseguenti possibili nuove interpretazioni critiche, possono bastare a far sorgere qualche dubbio a quanti, siano essi sedicenti seguaci o avversari, credono di conoscere Karl Marx in maniera definitiva? Dai lavori della nuova edizione storico-critica emerge sempre più un autore misconosciuto. Il divario che lo separa dalle realizzazioni e dalle concezioni delle esperienze politiche, che a lui si sono richiamate, è troppo grande per non far sorgere il sospetto che il suo spettro, prima o poi, tornerà ancora ad agitarsi. Per il momento, le ricerche filologiche, lontane dal retaggio esercitato per il passato dal fuorviante condizionamento ideologico, contribuiscono a far luce sulla sua opera e sul suo pensiero.

L’ideologia tedesca, considerata a volte finanche come l’esposizione esaustiva della concezione materialistica di Marx, è restituita nella sua originaria incompiutezza che la rende indisponibile ad ogni ipotesi di sistematizzazione. La fallacia dei marxismi dominanti del Novecento e le tante carenze e strumentalizzazioni delle diverse edizioni e letture di Marx susseguitesi, fanno risuonare una sua frase, contenuta in questo testo, non solo e ancora una volta contro la critica tedesca a lui contemporanea, ma anche come sarcastico monito per il futuro: «Non solo nelle risposte, ma già negli stessi problemi c’era una mistificazione».