El fin del gobierno italiano explicado por Karl Marx

Muy pocos saben que, entre los muchos temas a los que dedicó su interés, Karl Marx también se ocupó de la crítica a los llamados “gobiernos técnicos”. En calidad de periodista del York Tribune, uno de los diarios con mayor difusión de su tiempo, Marx observó los acontecimientos político-institucionales que llevaron al nacimiento de uno de los primeros casos de “gobierno técnico” de la historia: el gabinete Aberdeen –que estuvo en el gobierno de Inglaterra desde diciembre de 1852 hasta enero de 1855.

El análisis de Marx se caracterizó por la sagacidad y el sarcasmo. El Times celebró el acontecimiento como signo del ingreso de Inglaterra “a una época en la que el espíritu de partido está destinado a desaparecer y en la que solamente el genio, la experiencia, la laboriosidad y el patriotismo darán derecho al acceso a los cargos públicos”. El periódico londinense pidió para el gabinete Aberdeen el apoyo de los “hombres de todas las tendencias”, porque “sus principios exigen el consenso y el apoyo universales”. Argumentos similares se utilizaron en febrero de 2021, cuando Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo, se convirtió en primer ministro de Italia.

El coro de aprobación en torno a Draghi, exgobernador del Banco de Italia entre 2006 y 2011, y expresidente del Banco Central Europeo, entre 2011 y 2019, se asemeja al del Times en 1852. Todos los órganos de prensa conservadores y liberales, incluidos los de la izquierda moderada, se han unido en una cruzada contra los “irresponsables partidos políticos” y a favor del “salvador” Draghi.
En un artículo de 1853, Un gobierno decrépito. Perspectivas del gabinete de coalición, Marx se burló de la pretensión del Times de calificar de “técnicos” a los representantes del poder dominante que tenían una agenda eminentemente política. Lo que el principal periódico británico consideraba un modelo moderno y convincente era una farsa para él. Cuando el Times anunció “un ministerio compuesto enteramente por personajes nuevos, jóvenes y prometedores”, Marx declaró que “el mundo quedará un tanto estupefacto al enterarse de que la nueva era de la historia está a punto de ser inaugurada nada menos que por gastados y decrépitos octogenarios, burócratas que han venido participando en casi todos los gobiernos habidos y por haber desde fines del siglo pasado, asiduos de gabinete doblemente muertos, por edad y por usura, y sólo con artificio mantenidos con vida”.

Junto a los juicios sobre las personas hubo otros, de mayor interés, sobre sus políticas. Marx se preguntó: “Cuando nos promete la desaparición total de las luchas entre los partidos, incluso la desaparición de los partidos mismos, ¿qué quiere decir el Times?” La cuestión es, desgraciadamente, demasiado actual hoy en día. La separación entre lo “económico” y lo “político”, que diferencia al capitalismo de modos de producir que lo precedieron, parece haber llegado a su clímax. La economía no sólo domina la política, estableciendo su agenda y dando forma a sus decisiones, sino que se encuentra fuera de su jurisdicción y control democrático, hasta el punto de que un cambio de gobierno ya no cambia las direcciones de la política económica y social. Esas deben ser inmutables.

La traslación de la esfera política a la economía

En los últimos treinta años, el poder de decisión ha pasado de la esfera política a la económica. Determinadas opciones políticas se han transformado en imperativos económicos que disfrazan un proyecto altamente reaccionario tras una máscara ideológica apolítica. La traslación de una parte de la esfera política a la economía, como un ámbito separado e impermeable a las demandas sociales, y el paso del poder de los parlamentos –ya suficientemente vaciados de valor representativo por los sistemas electorales mayoritarios y por la revisión autoritaria de la relación entre poder ejecutivo y poder legislativo– a los mercados y a sus oligarquías constituyen serios obstáculos para la democracia en nuestro tiempo. Las calificaciones de Standard & Poor’s o las señales procedentes de Wall Street –esos enormes fetiches de la sociedad contemporánea– valen harto más que la voluntad popular. En el mejor de los casos, el poder político puede intervenir en la economía (a veces las clases dominantes lo necesitan para mitigar las destrucciones generadas por la anarquía del capitalismo y la violencia de sus crisis), pero sin que sea posible discutir las reglas de esa intervención, ni mucho menos las opciones de fondo.
Un representante destacado de esta política fue el exprimer ministro italiano Draghi, que durante 17 meses lideró una coalición muy amplia que incluía al Partido Democrático, a su viejo enemigo Silvio Berlusconi, a los populistas del Movimiento Cinco Estrellas y al partido de extrema derecha Liga Norte. Detrás de la fachada del término “gobierno técnico” –o como se dice del “gobierno de los mejores” o del “gobierno de todos los talentos”– se esconde la suspensión de la política. Este fenómeno no es nuevo en Italia. Desde el final de la Primera República, ha habido numerosos gobiernos con liderazgo “técnico” o sin representantes de partidos políticos. Entre ellos, el gobierno de Azeglio Ciampi, previamente gobernador del Banco de Italia durante quince años, de 1993 a 1994 (y posteriormente elegido para el cargo de Presidente de la República de 1999 a 2006); el gobierno de Lamberto Dini, antiguo director general del Banco de Italia, tras una larga carrera en el Fondo Monetario Internacional, en 1995-1996; y el gobierno de Mario Monti, excomisario europeo de Competencia con experiencia previa relevante en la Comisión Trilateral del Grupo Rockefeller, el comité directivo del Grupo Bilderberg y como asesor internacional de Goldman Sachs, de 2011 a 2013.

En los últimos años, se ha llegado a sostener que no se deben convocar nuevas elecciones tras una crisis política; la política debe ceder todo el control a la economía. En otro artículo de 1853, Operaciones de gobierno, Marx afirmó que “el gobierno de coalición (‘técnico’) representa la impotencia del poder político en un momento de transición”. Los gobiernos ya no discuten qué orientación económica tomar. Ahora las orientaciones económicas hacen nacer a los gobiernos.
En Europa se ha repetido el mantra neoliberal de que, para restablecer la “confianza” de los mercados, era necesario avanzar rápidamente por el camino de las “reformas estructurales”, una expresión que ahora se utiliza como sinónimo de devastación social, es decir: reducción de salarios, revisión de los derechos laborales en materia de contratación y despido, aumento de la edad de jubilación y privatizaciones a gran escala. Los nuevos “gobiernos técnicos”, encabezados por individuos con antecedentes en algunas de las instituciones económicas más responsables de la crisis económica, han seguido este camino, afirmando que lo hacen “por el bien del país” y “el bienestar de las generaciones futuras”. Además, el poder económico y los grandes medios de comunicación han intentado silenciar a cualquier voz disonante del coro.

Draghi ya no es el primer ministro italiano. Su mayoría ha implosionado debido a los diferentes intereses de los partidos que le apoyaban e Italia irá a elecciones anticipadas el 25 de septiembre. Si la izquierda no quiere desaparecer, debe tener el valor de proponer las respuestas radicales necesarias para salir de la crisis. Los últimos que pueden llevar adelante una agenda política ecológica y socialmente transformadora son los “técnicos” –en realidad muy políticos– como el banquero Mario Draghi. No se le echará de menos.

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Ctxt- Contexto y Acción

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27 July, 2022

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