Volver a Marx no solo es indispensable para comprender la lógica y la dinámica del capitalismo. Su obra es también una herramienta muy útil que proporciona un examen riguroso que aborda por qué fracasaron los experimentos socioeconómicos previos para reemplazar el capitalismo por otro modo de producción.
Una explicación de estos fracasos es fundamental para nuestra búsqueda contemporánea de alternativas.
Immanuel Wallerstein (www.iwallerstein.com), actualmente investigador sénior en la Universidad de Yale, New Haven, Estados Unidos, es uno de los sociólogos vivos más importantes y uno de los académicos más idóneos con quien hablar sobre la relevancia actual de Marx. Veterano lector del pensador alemán, su obra se vio influenciada por las teorías del revolucionario nacido en Tréveris el 5 de mayo de 1818. Wallerstein escribió más de 30 libros, que han sido traducidos a varios idiomas, incluido su afamado The Modern World-System (El moderno sistema-mundo) publicado en cuatro volúmenes entre 1974 y 2011.
— Profesor, 30 años después del fin del llamado “socialismo realmente existente”, continúa habiendo publicaciones, debates y conferencias sobre la vigencia y capacidad explicativa del presente de Karl Marx. ¿Es sorprendente? ¿O cree que las ideas de Marx continúan teniendo relevancia para aquellos que buscan una alternativa al capitalismo?
— Hay una vieja historia acerca de Marx: se le arroja por la puerta principal y vuelve a colarse por la ventana trasera. Eso es lo que ha sucedido una vez más. Marx es relevante porque tenemos que lidiar con cuestiones sobre las que todavía tiene mucho que decir y porque lo que dijo es diferente de lo que la mayoría de otros autores han argumentado sobre el capitalismo. Muchos columnistas y académicos, no solo yo, encuentran a Marx extremadamente útil y hoy atraviesa por una nueva fase de popularidad, a pesar de lo que se predijo en 1989.
— La caída del Muro de Berlín liberó a Marx de las cadenas de una ideología que tenía poco que ver con su concepción de la sociedad. El panorama político tras la implosión de la Unión Soviética ayudó a liberar a Marx del papel de mascarón de proa de un aparato de Estado. ¿Qué tiene la interpretación del mundo de Marx que continúa atrayendo la atención?
— Creo que cuando las personas piensan en la interpretación del mundo de Marx resumida en un concepto, piensan en la “lucha de clases”. Cuando leo a Marx a la luz de los problemas actuales, la lucha de clases significa para mí la lucha necesaria de lo que llamo la Izquierda Global, que creo busca representar al 80% de la población mundial en términos de ingresos, contra la Derecha Global, que representa tal vez al 1% de la población. La lucha es por el otro 19% por conseguir su apoyo y evitar que apoye a la otra parte.
Vivimos en una era de crisis estructural del sistema mundial. El sistema capitalista existente no puede sobrevivir, pero nadie puede saber con certeza qué lo reemplazará. Estoy convencido de que hay dos posibilidades: una es lo que llamo el “Espíritu de Davos”. El objetivo del Foro Económico Mundial de Davos es establecer un sistema que mantenga las peores características del capitalismo: la jerarquía social, la explotación y, por encima de todo, la polarización de la riqueza. La alternativa es un sistema que debe ser más democrático y más igualitario. La lucha de clases es el intento fundamental de condicionar qué reemplazará al capitalismo en el futuro.
— ¿Podría indicar las tres ideas más reconocidas de Marx que hoy vale la pena reconsiderar?
— Ante todo, Marx nos explicó mejor que nadie que el capitalismo no es la forma natural de organizar la sociedad. En La miseria de la filosofía, publicada cuando tenía solo 29 años, ya se burlaba de los economistas políticos burgueses que sostenían que las relaciones capitalistas “son leyes naturales, independientes de la influencia del tiempo”. Marx escribió que para ellos “ha habido historia, ya que en las instituciones del feudalismo encontramos unas relaciones de producción bastante diferentes de las de la sociedad burguesa”, pero que no aplicaron la historia al modo de producción que defendían; sino que representaron el capitalismo como algo “natural y eterno”. En mi libro El capitalismo histórico traté de defender que el capitalismo es lo que ha ocurrido históricamente, a diferencia de una idea vaga y poco clara defendida por algunos economistas políticos convencionales. Argumenté varias veces que no hay otro capitalismo que el capitalismo histórico. Para mí es tan simple como eso y le debemos mucho a Marx. En segundo lugar, quiero enfatizar la importancia del concepto de “acumulación primitiva”, es decir, la desposesión del campesinado de su tierra que está en los orígenes del capitalismo. Marx entendió muy bien que este era un proceso clave para establecer la dominación de la burguesía. Tuvo lugar al comienzo del capitalismo y sigue teniendo lugar en la actualidad. Finalmente, invitaría a una mayor reflexión sobre el tema “la propiedad privada y el comunismo”. En el sistema establecido en la Unión Soviética, en particular bajo Stalin, el Estado poseía la propiedad, pero eso no significaba que la gente no fuera explotada u oprimida. Lo era. Hablar de ‘socialismo en un solo país’, como hizo Stalin, nunca se le ocurrió a nadie antes, incluido a Marx. La propiedad pública de los medios de producción es una posibilidad. También pueden ser de propiedad cooperativa. Pero tenemos que saber quién produce y quién recibe la plusvalía si queremos establecer una sociedad mejor. Eso tiene que ser completamente reorganizado, en comparación con el capitalismo. Para mi, es la pregunta clave.
— Este 2018 celebramos el bicentenario del nacimiento de Marx. ¿Hay algún periodo de su vida que le parezca más interesante?
— Marx tuvo una vida muy difícil. Sufrió personalmente la pobreza de verdad y tuvo la suerte de tener un camarada como Friedrich Engels, que lo ayudó a sobrevivir. Marx tampoco tuvo una vida emocional fácil y su tenacidad a la hora de llevar a cabo lo que él pensaba que era el trabajo de su vida —comprender cómo funciona el capitalismo— es admirable. Eso es lo que creía que tenía que hacer. Marx no quiso explicar la antigüedad ni definir cómo sería el socialismo en el futuro. Esas no fueron las tareas que se impuso. Quiso entender el mundo capitalista en el que vivía.
— Durante toda su vida, Marx no fue simplemente un erudito aislado entre los libros del Museo Británico de Londres, sino que siempre fue un militante revolucionario involucrado en las luchas de su época.
— Es verdad. Es esencial recordar la militancia de Marx. Como (usted) ha subrayado recientemente en el libro Workers Unite! (editado por Marcello Musto) jugó un papel extraordinario en la International, una organización de personas que estaban físicamente distantes entre sí, en un momento en que no existían mecanismos de comunicación fáciles. La actividad política de Marx también incluyó el periodismo. Lo ejerció durante gran parte de su vida, como una forma de llegar a un público más amplio. Trabajó como periodista para obtener ingresos, pero vio sus contribuciones como una actividad política. En ningún caso quiso ser neutral. Siempre fue un periodista comprometido.
— En 2017, con motivo del centenario de la Revolución Rusa, académicos han vuelto a comparar a Marx con algunos de sus pretendidos seguidores que estuvieron en el poder en el siglo XX. ¿Cuál es la principal diferencia entre Marx y ellos?
— Los escritos de Marx son esclarecedores y mucho más sutiles y variados que algunas de las interpretaciones simplistas de sus ideas. Siempre es bueno recordar su famosa boutade: “Si esto es marxismo, yo no soy marxista”. Marx siempre estuvo dispuesto a lidiar con la realidad del mundo, no como muchos otros que dogmáticamente impusieron sus puntos de vista. Marx cambió de parecer a menudo. Estaba constantemente a la búsqueda de soluciones para los problemas a los que el mundo se estaba enfrentando. Por eso sigue siendo un guía tan útil y de tanta ayuda.
— ¿Qué le gustaría decir a la generación más joven que aún no se ha encontrado con Marx?
— Lo primero que tengo que decirles a los jóvenes es que tienen que leerlo. Que no lean sobre él, sino que lean directamente a Marx. Pocas personas, a pesar de las muchas que hablan de él, han leído de verdad a Marx. Lo mismo ocurre con Adam Smith. En general, solo se lee sobre estos clásicos. La gente aprende sobre ellos a través de resúmenes de otros autores. Quieren ahorrar tiempo pero, de hecho, ¡es una pérdida de tiempo! Uno debe leer a personas interesantes y Marx es el erudito más interesante de los siglos XIX y XX. No hay dudas al respecto. Nadie es comparable en términos de la cantidad de cosas que escribió, ni por la calidad de sus análisis. Por lo tanto, mi mensaje a la nueva generación es que vale mucho la pena descubrir a Marx, pero hay que leerle, leerle y leerle. ¡Leer a Karl Marx!
Marcello
Musto