El pasado 8-10 de mayo se ha celebrado en Pisa la conferencia internacional “Marx 201. Repensar la alternativa”, en la que han particupado un elenco impresionante de especialistas en la obra de Marx, que han enfocado sus debates a la contribución política del autor de El Capital.
Uno de los organizadores de la conferencia, nuestro amigo y colaborador Marcello Musto explica el sentido de esta convocatoria. SP
El regreso a Marx, que se produjo después de la crisis económica de 2008, estuvo marcado por el redescubrimiento de sus críticas a la economía. Desde entonces, en numerosos periódicos, revistas, libros y volúmenes universitarios, se ha observado desde muchos sectores hasta qué punto el análisis de Marx seguía siendo indispensable para comprender las contradicciones del capitalismo y sus mecanismos destructivos.
En los últimos años, sin embargo, está surgiendo un nuevo fenómeno: la re-exploración del Marx político. La impresión, en la edición alemana MEGA², de manuscritos previamente desconocidos y la publicación de interpretaciones innovadoras de su trabajo han abierto nuevos horizontes de investigación. Los textos no publicados y los nuevos estudios teóricos resaltan, más claramente que en el pasado, hasta qué punto Marx fue un autor capaz de examinar las contradicciones de la sociedad capitalista a escala global y mucho más allá del conflicto entre capital y trabajo. No es arriesgado decir que, entre los grandes clásicos del pensamiento político, económico y filosófico, Marx es el que más ha cambiado su perfil a comienzos del siglo XXI.
Repensar la alternativa con Marx
Desmintiendo a quienes han asimilado la concepción marxiana de la sociedad comunista a un mero desarrollo de las fuerzas productivas, las investigaciones emprendidas han resaltado la importancia que Marx asignó a la cuestión ecológica. En repetidas ocasiones denunció que la expansión del modo de producción capitalista causaría no solo un aumento del robo del trabajo a los propios trabajadores, sino también de los recursos naturales. Marx también estaba interesado de manera amplia en las migraciones. Mostró cómo la migración forzada, generada por el capitalismo, constituía un elemento significativo de la explotación de la burguesía y que solo la solidaridad de clase entre los proletarios, independientemente de su origen, sin distinción entre mano de obra local e importada, era la clave para combatirlo
Marx trató ampliamente muchos otros temas, subestimados, cuando no ignorados, por muchos de sus estudiosos y que son de importancia crucial para la agenda política de nuestros días. Estos incluyen la libertad individual en la esfera económica y política, la emancipación de género, la crítica de los nacionalismos, las formas de propiedad colectiva no controladas por el estado.
Además, Marx llevó a cabo investigaciones exhaustivas sobre sociedades no europeas y se expresó de manera nítida contra el papel destructivo del colonialismo. Y está en un error quien escriba lo contrario. Marx criticó a los pensadores que, aunque culparon de las nefastas consecuencias que éste había generado, utilizaron las categorías interpretativas del contexto europeo en sus análisis de las periferias del mundo. Advirtió varias veces contra quienes homologaban fenómenos diferentes y mostró una gran desconfianza, especialmente después de los avances teóricos logrados en los años setenta, hacia la traducción de las mismas categorías interpretativas en contextos históricos y geográficos completamente diferentes. Todo esto ya ha sido constatado, a pesar del escepticismo que todavía está de moda en algunos círculos académicos.
Treinta años después de la caída del Muro de Berlín, hoy es posible leer un Marx muy diferente de aquel dogmático, economicista y eurocéntrico preconizado durante mucho tiempo. Ciertamente, en el impresionante legado de Marx es posible encontrar declaraciones en las que leemos que el desarrollo de las fuerzas productivas conduce a la disolución del modo de producción capitalista. Sin embargo, sería erróneo atribuirle la tesis de que el socialismo se realizaría como una forma de determinismo histórico. Para Marx, por el contrario, la posibilidad de transformación social dependía de la clase trabajadora y de su capacidad para determinar, a través de la lucha, los cambios sociales y el nacimiento de un sistema económico-político alternativo.
El comunismo como asociación libre
En señal de discontinuidad con la asimilación entre el comunismo y la «dictadura del proletariado», promocionada por muchos «socialismos reales», las reflexiones de Marx sobre la sociedad comunista también deberían volver a ser investigadas. Este tipo de sociedad fue definida por él como «una asociación de seres humanos libres». Si el comunismo aspira a ser una forma superior de organización social, debe posibilitar las condiciones para el «desarrollo pleno y libre de cada individuo».
En El capital, Marx desveló la mentira de la ideología burguesa. El capitalismo no es la organización social en la que los seres humanos, protegidos por normas jurídicas imparciales, capaces de garantizarles justicia y equidad, disfrutan de la verdadera libertad y viven en una democracia completa. En realidad, se degradan a simples objetos, cuya función principal es producir bienes y beneficio para otros.
Para revertir este estado de cosas no basta con cambiar la redistribución de los bienes de consumo. Es necesario cambiar las estructuras productivas de la sociedad desde la raíz: «los productores solo pueden ser libres cuando tienen los medios de producción». Por lo tanto, según Marx, el objetivo de la lucha proletaria debe ser devolver estos a la comunidad. Esto permitiría, también gracias al potencial emancipador de la tecnología, la realización de un propósito fundamental del comunismo: la reducción de los tiempos de trabajo y el consiguiente aumento de todo tipo de capacidades, así como de los dones creativos y del disfrute de los individuos. El modelo socialista al que miraba Marx no era un estado de miseria generalizada, sino el logro de una mayor riqueza colectiva y la satisfacción de las necesidades.
Marx también observó que, en el modo de producción comunista, «la propiedad privada de la tierra por parte de individuos particulares habría sido tan absurda como la de un ser humano por otro». Expresó su crítica más radical a la idea de posesión destructiva inherente al capitalismo, recordando que la sociedad no es propietaria del medio ambiente. La propuesta consistía en que tiene «el deber de transmitir el mundo en mejores condiciones a las generaciones posteriores».
Hoy, la izquierda no podría, por supuesto, redefinir su política de acuerdo con lo que Marx escribió hace más de un siglo. Sin embargo, no debe cometer el error de olvidar la claridad de sus análisis y dejar de usar las armas críticas que nos ofrecen para repensar, de manera renovada, cómo construir una sociedad alternativa al capitalismo.
Marcello
Musto