La importancia del desarrollo del capitalismo
La convicción de que la expansión del modo de producción capitalista era un prerrequisito básico para el advenimiento de la sociedad comunista está presente a lo largo de toda la obra de Marx. En una de sus primeras conferencias públicas, que dio en la Asociación de Trabajadores Alemanes de Bruselas y que incluyó en un manuscrito preparatorio titulado «Salario» (1847), Marx hablaba de «un aspecto positivo del capital, de la industria a gran escala, de la libre competencia, del mercado mundial». A los trabajadores que habían ido a escucharlo, les dijo:
No necesito explicarles en detalle cómo, sin estas relaciones de producción y sin que los medios de producción ⸻los medios materiales para la emancipación del proletariado y la cimentación de una nueva sociedad⸻ hubiesen sido creados, el proletariado tampoco hubiera logrado la unificación ni el desarrollo a través de los cuales es realmente capaz de revolucionar la vieja sociedad y de revolucionarse a sí mismo. (Marx [1847] 2010: 436)
En el Manifiesto del Partido Comunista, argumentó junto con Engels, que los intentos revolucionarios efectuados por la clase trabajadora durante la crisis final de la sociedad feudal habían sido condenados al fracaso, «debido al estado no-desarrollado, del proletariado de aquel entonces, así como a la ausencia de condiciones materiales para su emancipación […] que podían ser producidas únicamente por la inminente llegada de la época burguesa» (Marx and Engels [1848] 2010: 514). Sin embargo, le reconoció a dicho período más de un mérito: no solamente le había «puesto fin a todas las relaciones idílicas feudales y patriarcales» (486); sino que también «a la explotación, velada por ilusiones religiosas y políticas, le había sustituido la explotación desnuda, desvergonzada, directa y brutal» (487).
Engels y Marx no dudaron en declarar que «históricamente, la burguesía ha jugado un papel primordialmente revolucionario» (486). Al utilizar los descubrimientos geográficos y el mercado mundial naciente, le había «aportado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo en cada país» (488). Es más, en el transcurso de poco menos de un siglo, «la burguesía [había] creado fuerzas productivas más colosales y masivas que todas las generaciones precedentes juntas» (489). Esto fue posible tan pronto como hubo «sometido a todo el país al dominio de las ciudades» y hubiese redimido «a una parte considerable de la población de la idiotez de la vida rural» tan generalizada en la sociedad feudal europea (488) . Y aún más importante, la burguesía había «forjado las armas que le traerían la muerte a sí misma» y los seres humanos que las utilizarían: «la clase trabajadora moderna, los proletarios» (490); estos iban creciendo al mismo ritmo al cual se iba expandiendo la burguesía. Para Marx y Engels, «el avance de la industria cuya promotora involuntaria es la burguesía, reemplaza el aislamiento de los trabajadores, debido a la competencia, por su combinación revolucionaria, debida a la asociación» (496).
Marx desarrolló ideas similares en Las luchas de clase en Francia (1850), argumentando que únicamente el gobierno de la burguesía «arranca las raíces de la sociedad feudal y allana el terreno sobre el cual solo es posible la revolución proletaria» (Marx [1850] 2010: 56). También a comienzos de la década de 1850, cuando comentaba sobre los principales acontecimientos políticos de aquellos tiempos, teorizó adicionalmente sobre la idea de que el capitalismo era un prerrequisito necesario para el nacimiento de un nuevo tipo de sociedad. En uno de los análisis que escribió en estrecha colaboración con Engels para la Neue Rheinische Zeitung, dijo que en China
en ocho años, los bultos de género de algodón de la burguesía inglesa habían conducido al más antiguo e imperturbable reino de la tierra a la víspera de un terremoto social, el cual, en cualquier eventualidad, tendrá ciertamente las consecuencias más significativas para la civilización. (Marx and Engels [1850] 2010: 267)
Tres años después, en «Los resultados futuros del dominio inglés sobre India», afirmó: «Inglaterra tiene que cumplir una misión doble en India: una destructiva, la otra regeneradora ⸻la aniquilación de la vieja sociedad asiática y la construcción de los cimientos materiales de la sociedad occidental en Asia» (Marx [1853] 2010a: 217-218). No se hacía ilusiones en cuanto a los rasgos básicos del capitalismo, ya que estaba muy consciente de que la burguesía nunca había «realizado ningún progreso sin arrastrar individuos y gente por la sangre y el polvo, por la miseria y la degradación» (221). Pero también estaba convencido de que el comercio mundial y el desarrollo de las fuerzas productivas de los seres humanos, mediante la transformación de la producción material en la «dominación científica de los agentes naturales», estaban creando la base para una sociedad diferente: «la industria burguesa y el comercio [podrían] crear estas condiciones materiales de un mundo nuevo» (222).
Los puntos de vista de Marx acerca de la presencia inglesa en India fueron modificados pocos años después en un artículo para el New-York Tribune acerca de la rebelión de los cipayos, cuando él resueltamente se colocó del lado de aquellos que «intentaban expulsar a los conquistadores extranjeros» (Marx [1857] 2010: 341). Por otra parte, su juicio acerca del capitalismo fue reafirmado, con un filo más político, en el brillante «Discurso en el Aniversario del People’s Paper» (1856). Aquí, al recordar que hubo fuerzas industriales y científicas, sin precedente histórico alguno, que habían surgido al mundo con el capitalismo, él les dijo a los militantes presentes en el evento que «el vapor, la electricidad y la “mula de hilar” (de Crompton) automatizada son revolucionarios de una índole inclusive bastante más peligrosa que los ciudadanos Barbès, Raspail y Blanqui» (Marx [1856] 2010: 655).
En los Grundrisse, Marx repitió numerosas veces la idea de que ciertas «tendencias civilizadoras» (Marx [1857-1858]1973: 414) de la sociedad se manifestaron con el capitalismo. Mencionó la «tendencia civilizadora del comercio exterior» (256), así como la «tendencia propagandística (civilizadora)» de la «producción de capital», una propiedad «exclusiva» que nunca antes se había manifestado en «condiciones de producción más tempranas» (542). Inclusive fue tan lejos como para citar de manera apreciativa al historiador John Wade (1788-1875), quien, al reflexionar acerca de la creación de tiempo libre generado por la división del trabajo, había sugerido que «capital es tan solo otro nombre que se le da a la civilización» (585).
Sin embargo, al mismo tiempo Marx atacaba al capitalista por «usurpador» del «tiempo libre creado por los trabajadores para la sociedad» (634). En un pasaje muy cercano a las posiciones expresadas en el Manifiesto del Partido Comunista, en 1853, en las columnas del New-York Tribune, Marx escribió:
[…] la producción fundamentada en el capital crea, por una parte, industriosidad universal […y] por otra parte un sistema de explotación general de las cualidades naturales y humanas, un sistema de utilidad general […]. De este modo el capital crea la sociedad burguesa, así como la apropiación universal de la naturaleza y del vínculo social mismo por parte de los miembros de la sociedad. De allí la gran influencia civilizadora del capital; su producción de una etapa de la sociedad en comparación a la cual todas las etapas anteriores aparecen como desarrollos locales de la humanidad y como idolatría de la naturaleza. Por primera vez la naturaleza se convierte en un puro objeto para la humanidad, en una mera fuente de utilidad; deja de ser reconocida como un poder en sí misma. […] De acuerdo con esta tendencia, el capital impulsa todo hasta llegar más allá de las barreras nacionales y de los prejuicios, al igual que trasciende la adoración de la naturaleza, así como todas las satisfacciones tradicionales, confinadas, complacientes y arraigadas de las necesidades actuales, y las reproducciones de los antiguos modos de vida. Es destructivo con todo lo anterior y lo revoluciona constantemente, derrumbando todas las barreras que se interponen en el desarrollo de las fuerzas de producción, la expansión de las necesidades, el desarrollo multifacético de la producción y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y mentales. (Marx [1857-1858]1973: 409-410)
En la época de los Grundrisse, por consiguiente, la cuestión ecológica áun se hallaba en el trasfondo de las preocupaciones de Marx, subordinada a la cuestión del desarrollo potencial de los individuos.
Uno de los recuentos analíticos más positivos que hace Marx sobre los efectos de la producción capitalista se puede hallar en el volumen I de El capital. Aunque es mucho más consciente que en el pasado del carácter destructivo del capitalismo, su magna obra repite las seis condiciones generadas por el capital ⸻en particular su «centralización»⸻ que son los prerrequisitos fundamentales que establecen el potencial requerido para el nacimiento de la sociedad comunista. Dichas condiciones son: 1) el trabajo cooperativo; 2) la aplicación de la ciencia y la tecnología a la producción; 3) la apropiación de las fuerzas de la naturaleza por parte de la producción; 4) la creación de maquinaria de gran tamaño que tan solo pueda ser operada por los trabajadores de manera colectiva; 5) la economía de los medios de producción; y 6) la tendencia a crear el mercado mundial. Para Marx:
[…] de la mano de […] esta expropiación de numerosos capitalistas por parte de unos pocos, tienen lugar otros desarrollos en una escala cada vez mayor, tales como el crecimiento de la forma cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica consciente de la ciencia, la explotación planeada de la tierra, la transformación de los medios de trabajo en formas en las cuales ellos tan solo pueden ser utilizados en común, la economía de todos los medios de producción a través de su uso como medios de producción de trabajo combinado y socializado, el entrecruzamiento de todos los pueblos en la red del mercado mundial, y, con esto, el crecimiento del carácter internacional del régimen capitalista.(Marx [1867-1890]: 750)
Marx sabía muy bien que, con la concentración de la producción en manos de cada vez menos patronos, «la masa de miseria, opresión, esclavitud, degradación y explotación» (750) estaba aumentando para las clases trabajadoras; pero también estaba consciente de que «la cooperación de los trabajadores asalariados es promovida enteramente por el capital que los emplea» (336). Él había llegado a la conclusión de que el extraordinario crecimiento de las fuerzas productivas bajo el capitalismo ⸻un fenómeno mayor que lo ocurrido en cualquiera de los modos de producción anteriores⸻ había creado las condiciones para superar las relaciones socioeconómicas que él mismo había generado, y por ende, para avanzar hacia una sociedad socialista. Al igual que en sus consideraciones acerca del perfil económico de las sociedades no europeas, el punto central del pensamiento de Marx aquí era la progresión del capitalismo hacia su propia deposición.
En el volumen III de El capital, escribió que la «usura» tenía un «efecto revolucionario» en la medida en que contribuía a la destrucción y la disolución de
formas de propiedad que brinda[ba]n una base firme para la articulación de la vida política [medieval] y cuya reproducción constante [era] una necesidad para aquella vida». La ruina de los señores feudales y de la pequeña producción significó «centralizar las condiciones del trabajo. (Marx [1894] 2010: 591-592)
En el volumen I de El capital, Marx escribió que «el modo capitalista de producción es una condición históricamente necesaria para la transformación del proceso de trabajo en un proceso social» (Marx [1867-1890]: 340). Tal como lo veía, «el poder socialmente productivo del trabajo se desarrolla como un regalo gratuito al capital, cada vez que los trabajadores son colocados bajo ciertas condiciones, y es el capital el que los coloca bajo dichas condiciones» (338). Marx sostuvo que las circunstancias más favorables para el comunismo tan solo se podían desarrollar con la expansión del capital:
Él [el capitalista] está fanáticamente empeñado en la valorización del valor; por consiguiente, obliga despiadadamente a la raza humana a que produzca por el bien de la producción. De esa manera impulsa el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad y la creación de aquellas condiciones materiales de la producción que son las únicas que pueden formar la base real de una forma superior de sociedad, una sociedad en la cual el principio de desarrollo libre y completo de cada individuo forma el principio rector. (Marx [1867-1890]: 588)
Subsiguientes reflexiones sobre el papel que cumple el modo de producción capitalista para hacer del comunismo una posibilidad histórica real, aparecen a todo lo largo de la crítica de la economía política de Marx. Por supuesto que él había entendido claramente ⸻tal como lo escribió en los Grundrisse⸻ que, si una de las tendencias del capital consiste en «crear tiempo disponible», subsiguientemente este «lo convierte en plusvalía» (Marx [1857-1858]1973: 708). Aun así, con dicho modo de producción, el trabajo es valorizado al máximo, en tanto que «la cantidad de trabajo necesario para la producción de un determinado objeto es […] reducida a un mínimo». Para Marx ese era un punto fundamental. El cambio que incorporaba «redundaría en beneficio del trabajo emancipado» y era «la condición de su emancipación» (701). De ese modo el capital
a pesar de sí mismo, sirve de instrumento en la creación de posibilidades del tiempo social disponible, con el fin de reducir a un mínimo decreciente el tiempo de trabajo de toda la sociedad y así, liberar tiempo de cada uno para su propio desarrollo. (708)
Marx también anotó que, para formar una sociedad en la cual el desarrollo universal de los individuos fuese lograble, era «necesario por encima de todo que el pleno desarrollo de las fuerzas de producción» se hubiese convertido en «la condición de producción» (542). Por consiguiente, él afirmó que la «gran cualidad histórica» del capital es:
[…] crear este trabajo excedente, trabajo superfluo desde el punto de vista del mero valor de uso, de la mera subsistencia; y su destino histórico [Bestimmung] está cumplido tan pronto como, por un lado, ha habido tal desarrollo de las necesidades que aquél trabajo excedentario arriba mencionado y que está más allá de la necesidad, se haya convertido en una necesidad general que surge de las mismas necesidades individuales ⸻y, por el otro lado, cuando la severa disciplina productiva del capital, actuando sobre generaciones sucesivas [Geschlechter], ha desarrollado una industriosidad general que es la propiedad general de la nueva especie [Geschlecht]⸻ y, finalmente, cuando el desarrollo de los poderes productivos del trabajo, que el capital incesantemente fustiga hacia adelante con su inagotable manía de riqueza y de las únicas condiciones en las cuales dicha manía puede ser realizada, han florecido hasta alcanzar la etapa en la cual la posesión y preservación de la riqueza general requiere un menor tiempo de trabajo de la sociedad como un todo, y en donde la sociedad trabajadora se relaciona científicamente con el proceso de su reproducción progresiva, su reproducción en abundancia constantemente mayor; y por ende en la cual ha cesado el trabajo en el que un ser humano hace lo que una cosa puede hacer. […] Es por esto por lo que el capital es productivo; es decir, una relación esencial para el desarrollo de las fuerzas productivas sociales. Solo deja de serlo cuando el desarrollo de estas fuerzas productivas encuentra un límite en el capital mismo. (325)
Marx reafirmó dichas convicciones en el texto «Resultados del proceso inmediato de producción». Habiendo recapitulado previamente los límites estructurales del capitalismo, ⸻sobre todo, que es un «modo de producción en contradicción e indiferencia para con el productor»⸻ se concentra en su «lado positivo» (Marx [1867] 1976b: 1037). En comparación con el pasado, el capitalismo se presenta a sí mismo como «una forma de producción no sujeta a un nivel de necesidades planteado anticipadamente, y que por consiguiente no predetermina el curso de la producción misma» (1037). Es precisamente el crecimiento de «las fuerzas productivas sociales del trabajo» el que explica «la significancia histórica de la producción capitalista en su forma específica» (1024).
Marx, entonces, en las condiciones socioeconómicas de su tiempo, consideraba fundamental el proceso de creación de «riqueza como tal, es decir, las implacables fuerzas productivas del trabajo social, el único que puede formar la base material de una sociedad humana libre» (990). Lo que era «necesario», era «abolir la forma contradictoria de capitalismo» (1065).
El mismo tema reaparece en el volumen III de El capital, cuando Marx subraya que la elevación de «las condiciones de producción a condiciones generales, comunitarias y sociales […] es traída por el desarrollo de las fuerzas productivas bajo la producción capitalista y por la manera y la forma en la cual aquel desarrollo es logrado» (Marx [1894] 2010: 263).
A la vez que sostenía que el capitalismo era el mejor sistema que hasta entonces había existido, en términos de la capacidad de expandir al máximo las fuerzas productivas, Marx también reconoció que ⸻a pesar de la despiadada explotación de los seres humanos⸻ tenía un número creciente de elementos progresistas que le permitían a las capacidades individuales llegar a una mayor plenitud que en sociedades anteriores.
Profundamente opuesto a la máxima productivista del capitalismo, a la primacía del valor de cambio y al imperativo de la producción de plusvalía, Marx consideró la cuestión de la productividad aumentada en relación con el crecimiento de las capacidades individuales. Fue así como señaló en los Grundrisse:
No solamente cambian las condiciones objetivas en el acto de la reproducción, por ejemplo, la aldea se convierte en ciudad, el bosque en un campo despejado para el cultivo, etc., sino que los productores cambian, también, en cuanto sacan a la luz nuevas cualidades en sí mismos, se desarrollan nuevas capacidades e ideas, nuevos modos de relación, nuevas necesidades y nuevos lenguajes. (Marx [1857-1858] 1973: 494)
Este desarrollo de las fuerzas productivas, mucho más intenso y complejo, generó «el más enriquecedor desarrollo de los individuos» (541) y «la universalidad de las relaciones» (542). Para Marx:
El incesante impulso del capital hacia la forma general de riqueza empuja al trabajo más allá de los límites de su necesidad natural, y crea de ese modo los elementos materiales para el desarrollo de la rica individualidad que es multifacética, tanto en su producción como en su consumo, y cuyo trabajo, por consiguiente, ya no aparece más como trabajo sino como el pleno desarrollo de la actividad misma, en la cual ha desaparecido la necesidad natural en su forma directa; porque una necesidad creada históricamente ha tomado el lugar de la necesidad natural. (325)
En suma, para Marx la producción capitalista ciertamente produjo «la alienación del individuo tanto de sí mismo como de los demás; pero también la universalidad y la extensión comprensiva de sus relaciones y capacidades» (162). Marx enfatizó este punto varias veces.
En los Manuscritos de 1861-1863, anotó que
una mayor diversidad de producción [y] una extensión de la esfera de las necesidades sociales y de los medios de su satisfacción […] también impele el desarrollo de la capacidad productiva humana y, por ende, la activación de las disposiciones humanas en direcciones nuevas. (Marx [1861-1863] 2010a: 199)
En Teorías de la plusvalía (1862-1863), Marx dejó muy en claro que el crecimiento sin precedentes de las fuerzas productivas generado por el capitalismo no solamente tenía efectos económicos, sino que «revolucionaba todas las relaciones políticas y sociales» (Marx [1861-1863] 2010b: 344). Y en el volumen I de El capital, escribió que «el intercambio de mercancías rompe a través de todas las limitaciones individuales y locales del intercambio directo de productos [pero] allí también desarrolla toda una red de conexiones sociales de origen natural [gesellschaftlicher Naturzusammenhänge] que se halla completamente por fuera del control de los agentes humanos» (Marx [1867] 1976a: 207). Es una cuestión de producción que tiene lugar «en una forma adecuada para el pleno desarrollo de la raza humana» (638) (Marx [1867-1890] 2010: 507).
Finalmente, Marx desarrolló una visión positiva de ciertas tendencias del capitalismo relacionadas con la emancipación de las mujeres y la modernización de las relaciones en la esfera doméstica. En el importante documento político «Instructions for the Delegates of the Provisional General Council. The Different Questions» [«Instrucciones para los delegados del Consejo General Provisional. Las diferentes cuestiones»], que redactó para el primer congreso de la Asociación Internacional de Trabajadores [International Working Men’s Association] en 1866, escribió que «aunque bajo el capital esto fue distorsionado hasta convertirlo en una abominación […] el hacer que los niños y las personas jóvenes de ambos sexos cooperasen en el gran trabajo de la producción social [es] una tendencia progresista, sana y legítima» (Marx and Engels [1864-1868] 2010: 188).
Juicios similares pueden hallarse en el volumen I de El capital, donde escribió:
Por terrible y repugnante que aparezca la disolución de los antiguos lazos familiares dentro del sistema capitalista, la industria a gran escala, al asignar una parte importante en los procesos de producción organizados socialmente, por fuera de la esfera de la economía doméstica, a las mujeres, a los jóvenes y niños de ambos sexos, crea no obstante una nueva cimentación económica para una forma superior de la familia y de las relaciones entre los sexos. (Marx [1867] 1976a: 620-621; [1867-1890] 2010: 492)
Marx observó, además, que «el modo de producción capitalista completa la desintegración de la unión familiar primitiva que ataba a la manufactura con la agricultura cuando ambas se encontraban en una etapa subdesarrollada e infantil». Un resultado de ello fue una «preponderancia siempre creciente [de] la población urbana», «el motor histórico de la sociedad» que «la producción capitalista recoge y reúne en grandes centros» (637; 506).
Utilizando el método dialéctico, al cual recurrió con frecuencia en El capital y en sus manuscritos preparatorios, Marx argumentó que «los elementos para formar una nueva sociedad» estaban tomando forma a través de «la maduración [de] las condiciones materiales y la combinación social del proceso de producción» bajo el capitalismo (635; 504-505). Se estaban creando así las premisas materiales para «una nueva síntesis superior» (637; 506). Aunque la revolución nunca surgiría puramente a través de las dinámicas económicas, sino que siempre requeriría también del factor político, el advenimiento del comunismo «requiere que la sociedad posea una cimentación material, o una serie de condiciones materiales de existencia, las cuales a su vez son el producto natural y espontáneo [naturwüchsige Produkt] de un desarrollo histórico prolongado y tormentoso» (173; 90-91).
Tesis similares son presentadas en varios textos políticos cortos pero significativos; contemporáneos con o subsiguientes a la composición de El capital, lo cual confirma la continuidad del pensamiento de Marx. En Valor, precio y ganancia (1865), urgió a los trabajadores a que comprendieran que, «con todas las miserias que [el capitalismo] les impone, el presente sistema simultáneamente engendra las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para una reconstrucción económica de la sociedad» (Marx [1865] 2010: 149).
En la «Comunicación confidencial» (1870) enviada en nombre del Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores del comité de Brunswick del Partido Socialdemócrata de los Trabajadores de Alemania (SDAP), Marx sostuvo que «aunque la iniciativa revolucionaria probablemente venga de Francia, Inglaterra por sí misma puede servir como palanca para una seria revolución económica». Él lo explicó de la siguiente manera:
Es el único país en el cual ya no hay más campesinos y en donde la propiedad rural está concentrada en unas pocas manos. Es el único país en el cual la forma capitalista, ⸻es decir, el trabajo combinado en gran escala bajo amos capitalistas⸻ abarca virtualmente la totalidad de la producción. Es el único país donde la gran mayoría de la población consta de trabajadores asalariados. Es el único país en donde la lucha de clases y la organización de la clase trabajadora por parte de los sindicatos han alcanzado un cierto grado de madurez y universalidad. Es el único país en el cual, debido a su dominio en el mercado mundial, cada revolución en materia económica debe afectar de inmediato la totalidad del mundo. Si bien el latifundismo [landlordism] y el capitalismo son rasgos clásicos de Inglaterra, por otra parte, las condiciones materiales de su destrucción se encuentran más maduras aquí. (Marx [1870] 2010: 86)
En sus «Notas sobre el libro de Bakunin Estado y anarquía» [Statehood and Anarchy] las cuales contienen importantes indicaciones acerca de sus diferencias radicales con el revolucionario ruso en relación con los prerrequisitos para una sociedad alternativa al capitalismo, Marx reafirmó, también respecto del sujeto social que lideraría la lucha por el socialismo que
una revolución social está atada a unas condiciones históricas definidas en materia de desarrollo económico; esas son sus premisas. Tan solo es posible, por consiguiente, allí donde junto con la producción capitalista el proletariado industrial representa cuando menos una masa significativa de la población. (Marx [1874-75] 2010: 518)
En la «Crítica al programa de Gotha» [Critique of the Gotha Programme] (1875), en la cual rechazó aspectos de la plataforma para la unificación de la Asociación General de Trabajadores Alemanes (ADAV) y el Partido Social-Demócrata de los Trabajadores Alemanes, Marx propuso: «En proporción a la manera en que se desarrolle socialmente el trabajo y se convierta en una fuente de riqueza y cultura, la pobreza y la miseria se desarrollan entre los trabajadores, y la riqueza y la cultura entre los no-trabajadores». Y añadió: «Lo que debe hacerse aquí […] es demostrar concretamente de qué manera en la actual sociedad capitalista, las condiciones materiales, etc. han sido creadas finalmente y permiten e impulsan a los obreros a levantar esta maldición histórica» (Marx [1875] 2010: 82-83).
Finalmente, en el «Preámbulo al programa del Partido de los Trabajadores Franceses» (1880) [Preamble to the Programme of the French Workers’ Party], un texto corto que escribió tres años antes de su muerte, Marx enfatizó que una condición esencial para que los obreros estuviesen en capacidad de apropiarse los medios de producción era «la forma colectiva, cuyos elementos materiales e intelectuales están hormados por el desarrollo mismo de la sociedad capitalista» (Marx [1880] 2010: 340).
Es así como, en una continuidad que va desde sus formulaciones iniciales sobre la concepción materialista de la historia, en la década de 1840, hasta sus últimas intervenciones políticas de la década de 1880, Marx resaltó la relación fundamental entre el crecimiento productivo generado por el modo de producción capitalista y las precondiciones para la sociedad comunista para cuyo advenimiento debe luchar el movimiento de los trabajadores. La investigación que llevó a cabo en los últimos años de su vida, no obstante, le ayudó a revisar su convicción y le permitió evitar la caída en el economicismo que marcó el análisis de tantos de sus seguidores.
Una transición que no siempre es necesaria
Marx consideraba al capitalismo como un «punto de transición necesario» (Marx [1857-1858] 1973: 515) para que se desenvolvieran las condiciones que le permitirían al proletariado luchar con algunas posibilidades de éxito y establecer un modo de producción socialista. En otro pasaje de los Grundrisse, él repitió que el capitalismo era un «punto de transición» (540) hacia el progreso ulterior de la sociedad, el cual permitiría «el más alto desarrollo de las fuerzas de producción» y «el más enriquecedor desarrollo de los individuos» (541). Marx describió «las condiciones de producción contemporáneas» como «suspendiéndose a sí mismas y […] cimentando los presupuestos históricos para un nuevo estado de la sociedad» (461).
Con un énfasis que a veces proclama como un heraldo la idea de la predisposición capitalista a la autodestrucción , Marx declaró que «del mismo modo que el sistema de economía burguesa se ha desarrollado para nosotros solamente por grados, asimismo lo hace su negación, que es el resultado último» (712). Él dijo que estaba convencido de que «la última forma de servidumbre» (¡pero decir «última» era ⸻ciertamente⸻ ir demasiado lejos!)
[…] asumida por la actividad humana, aquella del trabajo asalariado, por un lado, del capital por el otro, es por consiguiente descartada como una piel y el descarte mismo es el resultado de un modo de producción correspondiente al capital; las condiciones materiales y mentales de la negación del trabajo asalariado y del capital, que ya son ⸻ellas mismas⸻ la negación de formas más tempranas de producción social no libre, constituyen en sí los resultados de su proceso de producción. La creciente incompatibilidad entre el desarrollo productivo de la sociedad y sus relaciones de producción existentes hasta el presente se expresa a sí misma en amargas contradicciones, crisis, espasmos. La violenta destrucción de capital, no por relaciones externas a él, sino más bien como una condición de su autopreservación, es la forma más impactante en la cual se le imparte el consejo de que se marche y libere el espacio para dar paso a un estado de producción social más elevado. (749-750)
En Teorías de la plusvalía puede hallarse confirmación adicional de que Marx consideraba al capitalismo como una etapa fundamental para el nacimiento de una economía socialista. En aquella obra expresó su acuerdo con el economista Richard Jones (1790-1855), para quien «el capital y el modo de producción capitalista» debían ser «aceptados» meramente como «una fase transicional en el desarrollo de la producción social». A través del capitalismo, escribe Marx, «se abre el prospecto de una nueva sociedad, hacia la cual el modo de producción burgués es solamente una transición» (Marx [1861-63] 2010b: 346).
Marx elaboró una idea similar en el volumen I de El capital y sus manuscritos preparatorios. En el famoso e inédito «Apéndice: resultado del proceso de producción inmediato», escribió que el capitalismo surgió a la vida siguiendo una «revolución económica completa»:
Por una parte, crea las condiciones reales para la dominación del trabajo por el capital, perfeccionando el proceso y proporcionándole el marco apropiado. Por otra parte, al desarrollar condiciones de producción y comunicación, y fuerzas de trabajo productivas antagonistas de los obreros involucrados en ellas, esta revolución crea las premisas reales de un nuevo modo de producción, uno que conlleva la abolición de la forma contradictoria del capitalismo. Crea, por ende, la base material de un proceso social novedosamente formado y, por consiguiente, de una nueva formación social. (Marx [1867] 1976b: 1065)
En uno de los capítulos finales del volumen I, «Tendencia histórica de la acumulación capitalista», afirmó:
[…] la centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un punto en el cual se tornan incompatibles con el tegumento capitalista. Dicho tegumento estalla en pedazos. Resuena el toque de campana de difuntos por la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados. (Marx [1867-1890] 2010: 750)
Aunque Marx sostuvo que el capitalismo era una transición esencial, en la cual se creaban las condiciones históricas para que el movimiento de los obreros luchara para una transformación comunista de la sociedad, él no pensó que esa idea pudiera ser aplicada de una manera rígida y dogmática. Por el contrario, él negó más de una vez ⸻tanto en textos publicados como inéditos⸻ que él hubiese desarrollado una interpretación unidireccional de la historia, en la cual los seres humanos estuviesen por doquier destinados a seguir el mismo sendero y transitar por las mismas etapas.
En los años finales de su vida, Marx repudió la tesis, que equivocadamente se le atribuyó, de que el modo de producción burgués era históricamente inevitable. Su distancia con aquella posición fue expresada cuando se encontró arrastrado al debate sobre las posibilidades del desarrollo capitalista en Rusia. En un artículo titulado «Marx ante el tribunal de Yu. Zhukovsky», el escritor y sociólogo ruso Nikolai Mikhailovsky (1842-1904) lo acusó de considerar también al capitalismo como una etapa inevitable de la emancipación de Rusia (Mikhailovsky 1911). Marx replicó en una carta que le dirigió a la revista político-literaria Otechestvennye Zapiski [Anales de la patria], que en el volumen I de El capital él «no había hecho más que afirmar cuál era el trazado del sendero a través del que había surgido en Europa Occidental el orden económico capitalista del vientre del orden económico feudal» (Marx [1877] 1984: 135).
Marx se refirió a un pasaje en la edición francesa del volumen I de El capital (1872-1875), que sugería que la base de la separación de las masas rurales de sus medios de producción había sido «la expropiación de los productores agrícolas», pero que «solamente en Inglaterra» dicho proceso «había sido hasta entonces llevado a cabo de una manera radical», y que «todos los países de Europa Occidental [estaban] siguiendo el mismo curso» (Marx 1989: 634) . De acuerdo con eso, el objetivo de su examen era tan solo «el Viejo continente» y no el mundo entero.
Este es el horizonte espacial dentro del cual deberíamos entender la famosa afirmación del prefacio de la primera edición alemana de El capital, volumen I: «el país que está más desarrollado industrialmente tan solo le muestra, al menos desarrollado, la imagen de su propio futuro». Escribiendo para lectores alemanes, Marx observó que, «exactamente del mismo modo que el resto de la Europa Occidental continental, no solamente padecemos del desarrollo de la producción capitalista, sino también de lo incompleto que se encuentra dicho desarrollo». Desde su punto de vista, junto con «los males modernos», los alemanes estaban «oprimidos por toda una serie de males heredados, que surgen de la supervivencia pasiva de modos de producción arcaicos y pasados de moda, con su séquito de anacrónicas relaciones sociales y políticas» (Marx [1867-1890] 2010: 9).
Marx también mostró un enfoque flexible para con otros países europeos, ya que no pensaba que Europa fuese un todo homogéneo. En un discurso que dio el 28 de febrero de 1867 a la Sociedad Educativa de los Trabajadores Alemanes de Londres ⸻el cual más tarde fue publicado en Der Vorbote [El Heraldo] en Ginebra⸻, él argumentó que los proletarios alemanes tan solo podían llevar a cabo exitosamente una revolución porque «a diferencia de los trabajadores de otros países, no necesitan recorrer el prolongado período del desarrollo burgués» (Marx [1867] 2010: 415).
En lo concerniente a Rusia, Marx compartía el punto de vista de Mikhailovsky de que podría «desarrollar sus propios cimientos históricos y, de ese modo, sin tener que experimentar todas las torturas del régimen [capitalista], poder apropiarse de sus frutos» (Marx [1877] 2010: 199). Él acusó a Mikhailovsky de «transformar [su] esbozo histórico de la génesis del capitalismo en Europa Occidental en una teoría histórico-filosófica del curso que fatalmente se impone sobre todos los pueblos, cualesquiera sean las circunstancias en las que se hallen» (200). Marx entonces planteó el punto general según el cual «acontecimientos de asombrosa similitud, que tienen lugar en diferentes contextos históricos, condujeron a resultados completamente dispares» (201). Por consiguiente, para comprender las transformaciones históricas era necesario estudiar por separado los fenómenos individuales; y tan solo después de ello sería posible interpretarlos adecuadamente. Su correcta interpretación nunca podría surgir «con la llave maestra de una teoría histórico-filosófica, cuya suprema virtud consistiera en ser suprahistórica» (201).
Marx expresó las mismas convicciones en 1881 cuando la revolucionaria Vera Zasúlich (1849-1919) solicitó sus puntos de vista acerca del futuro de la comuna rural [obshchina]. Ella quería saber si podía desarrollarse en una forma socialista, o si estaba condenada a perecer porque el capitalismo también se impondría necesariamente en Rusia. En su respuesta, Marx resaltó que en el volumen I de El capital él había «restringido expresamente […] la inevitabilidad histórica» del desarrollo del capitalismo ⸻que había efectuado «una separación completa del productor de los medios de producción»⸻ a los países de Europa Occidental (Marx [1881] 2010b: 360)
En los borradores preliminares de la carta Marx se adentra en las peculiaridades derivadas de la coexistencia de la comuna rural con formas económicas más avanzadas. Observa que Rusia es
[…] contemporánea con una cultura más adelantada, está vinculada a un mercado mundial dominado por la producción capitalista. Mediante la apropiación de los resultados positivos de su modo de producción se encuentra entonces en una posición que le permite desarrollar y transformar la forma aún arcaica de su comuna rural, en vez de destruirla. (Marx [1881] 2010b: 362)
El campesinado podía «incorporar de ese modo las adquisiciones positivas concebidas por el sistema capitalista sin pasar bajo sus Horcas Caudinas» (Marx [1881] 2010c: 368).
A quienes argumentaban que el capitalismo era una etapa inevitable también para Rusia, partiendo de la base de que era imposible que la historia avanzara a saltos, Marx les preguntó irónicamente si ello significaba que Rusia, «al igual que Occidente», había tenido «que pasar a través de un largo período de incubación en la industria de la ingeniería […] para poder utilizar máquinas, motores de vapor, ferrocarriles, etc.» de manera similar, ¿no había sido posible «introducir en un abrir y cerrar de ojos, la totalidad del mecanismo de cambio (bancos, instituciones de crédito, etc.) que le tomó a Occidente siglos engendrar?» (Marx [1881] 2010a: 349). Era evidente que la historia de Rusia, o de cualquier otro país no tenía que volver a recorrer inevitablemente todas las etapas experimentadas por Inglaterra u otras naciones europeas.
Por consiguiente, la transformación socialista de la obshchina también podía tener lugar sin que hubiera de pasar necesariamente por el capitalismo. Estas tesis no contradecían el «Prólogo» de la primera edición del volumen I de El capital, en donde Marx declaró que «inclusive cuando una sociedad ha comenzado a investigar las leyes naturales de su movimiento […] no puede ni brincarse las fases naturales de su desarrollo, ni suprimirlas por decreto. Puede sin embargo acortar y disminuir los dolores del parto» (Marx [1867] 1976a: 92; [1867-1890] 2010: 10).
Durante el mismo período, la investigación teórica de Marx acerca de las relaciones comunitarias precapitalistas, compiladas en sus Cuadernos etnográficos, estaban conduciéndolo en la misma dirección que aquella que resultaba evidente en su respuesta a Vera Zasúlich. Animado por su lectura del trabajo del antropólogo norteamericano Lewis Morgan (1818-1881), Marx escribió en tonos propagandísticos que «Europa y América», las naciones donde el capitalismo estaba más desarrollado, podían «tan solo aspirar a romper [sus] cadenas reemplazando la producción capitalista con producción cooperativa y la propiedad capitalista con una forma más elevada del tipo arcaico de propiedad, es decir, la propiedad comunista» (Marx [1881] 2010b: 362).
El modelo de Marx no era de ningún modo un «tipo primitivo de cooperativa o de producción colectiva» que resultase de «el individuo aislado», sino uno que derivaba de la «socialización de los medios de producción» (Marx [1881] 2010a: 351). Él no había cambiado su visión (completamente crítica) de las comunas rurales de Rusia y, en su análisis, el desarrollo de la producción individual y social preservó intacta su irremplazable centralidad.
En las reflexiones de Marx sobre Rusia, entonces, no hay ruptura dramática con sus ideas previas . Los nuevos elementos, en comparación con el pasado, incorporan una maduración de su posición teórico-política, la cual lo condujo a considerar otros caminos posibles hacia el comunismo que él anteriormente había tomado por irrealizables .
Marx aceptó que, «hablando de manera teórica», era posible que la obshchina
preservarse mediante el desarrollo de su base, la propiedad comunal de la tierra. Puede convertirse en un punto de partida directo hacia el sistema económico al cual tiende la sociedad moderna; puede pasar a una nueva hoja sin comenzar por cometer suicidio; puede ganar la posesión de los frutos con los cuales la producción capitalista ha enriquecido a la humanidad, sin pasar a través del régimen capitalista. (Marx [1881] 2010a: 354)
La existencia contemporánea de la producción capitalista le ofreció a la comuna rural «las condiciones materiales para tener el trabajo cooperativo organizado en una vasta escala» (Marx [1881] 2010c: 368).
La idea de que el desarrollo del socialismo pudiera ser posible en Rusia no tenía como único fundamento el estudio efectuado por Marx sobre la situación económica en aquel país. El contacto con los Populistas Rusos, al igual que su relación con los Communards de París una década antes, le ayudó a tornarse cada vez más abierto a la posibilidad de que la historia fuese testigo no solamente de una sucesión de modos de producción, sino también de la irrupción de acontecimientos revolucionarios y de las intersubjetividades que los producen. Se sintió llamado a poner aún más atención a las especificidades históricas y al desarrollo desigual de las condiciones políticas y económicas que existían entre diferentes países y contextos sociales.
Más allá de su indisposición a aceptar que un desarrollo histórico predefinido pudiese aparecer de la misma manera en diferentes contextos económicos y políticos, los avances teóricos de Marx se debían a la evolución de su pensamiento acerca de los efectos del capitalismo en países económicamente atrasados. Él ya no sostenía, como lo había hecho en un artículo de 1853 sobre la India escrito para la New-York Tribune que «la industria y el comercio burgueses crean [las] condiciones de un nuevo mundo» (Marx [1853] 2010b: 222). Años de estudio detallado y observación estrecha de los cambios en la política internacional le habían ayudado a desarrollar una visión del colonialismo británico bastante diferente de la que había expresado como periodista a mediados de sus treinta años.
Los efectos del capitalismo en los países coloniales lucían ahora muy diferentes a sus ojos. Refiriéndose a las «Indias Orientales» en uno de los borradores de su carta a Zasulich, escribió que «todo el mundo […] se percata de que la supresión de la propiedad comunal allá no fue más que un acto de vandalismo inglés, que empujó al pueblo nativo hacia adelante y no hacia atrás» (Marx [1881] 2010c: 365) . Desde su punto de vista, «todo cuanto ellos [los británicos] lograron hacer fue arruinar la agricultura nativa y duplicar el número y la severidad de las hambrunas» (368) . El capitalismo no traía consigo el progreso y la emancipación, como se ufanaban sus apologistas, sino el saqueo de los recursos naturales, la devastación ambiental y nuevas formas de servidumbre y de dependencia humana.
Marx retornó en 1882 a la posibilidad de una concomitancia entre el capitalismo y formas de comunidad del pasado. En enero, en el prefacio a la nueva edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista, que escribió juntamente con Engels, el destino de la comuna rural rusa está vinculado al de las luchas proletarias en Europa Occidental:
[…] en Rusia encontramos, cara a cara con el fraude capitalista, que se desarrolla rápidamente, y la propiedad burguesa de la tierra que apenas comienza a desarrollarse, que más de la mitad de la tierra es poseída en comunidad por los campesinos. La cuestión ahora es: ¿puede la obshchina rusa, una forma primigenia de propiedad comunal de la tierra, aunque esté sobremanera erosionada, pasar directamente a la forma más elevada de propiedad comunal comunista? ¿O debe, por el contrario, pasar primero por el mismo proceso de disolución que constituye el desarrollo histórico de Occidente? La única respuesta posible en la actualidad es: sí, si la revolución rusa se convierte en la señal de una revolución proletaria en Occidente, de manera que las dos se complementen mutuamente, la presente propiedad comunal rusa de la tierra puede servir como el punto de partida para el desarrollo comunista. (Marx and Engels [1882] 2010: 426)
En 1853 Marx ya había analizado los efectos producidos por la presencia económica de los ingleses en China en el artículo «Revolución en China y en Europa», escrito para la New-York Tribune. Marx pensó que era posible que la revolución en aquel país pudiera conducir a la «explosión de la largamente preparada crisis general, la cual, extendiéndose en el exterior, será prontamente seguida por revoluciones políticas en el Continente». Añadió que aquel sería un «curioso espectáculo, de China enviando desorden al mundo occidental en tanto que los poderes occidentales mediante la intervención de los vapores de guerra ingleses, franceses y norteamericanos están llevando el “orden” a Shanghái, Nanking y a las bocas del Gran Canal» (Marx [1853] 2010a: 98).
Además, las reflexiones de Marx sobre Rusia no son la única razón para que él pensara que los destinos de los diferentes movimientos revolucionarios, activos en países con disímiles contextos socioeconómicos, pudiesen llegar a estar entrelazados. Entre 1869 y 1870, en varias cartas y en una serie de documentos para la Asociación Internacional de Trabajadores ⸻tal vez con la mayor claridad y concisión en una carta a sus camaradas Sigfrid Meyer (1840-1872) y August Vogt (1817-1895)⸻ él asoció el futuro de Inglaterra («la metrópolis del capital») con el de la más atrasada Irlanda. La primera fue indudablemente «el poder que hasta ahora ha gobernado el mercado mundial» y por consecuencia «por ahora el país más importante para la revolución de los trabajadores»; era «adicionalmente, el único país en donde las condiciones materiales para la revolución se han desarrollado hasta un cierto estado de madurez» (Marx and Engels [1868-70] 2010: 475).
Sin embargo, «luego de haber estudiado la cuestión irlandesa durante años», Marx se había convencido de que «el golpe decisivo contra las clases gobernantes en Inglaterra» ⸻y, engañándose a sí mismo, «decisivo para el movimiento de los trabajadores alrededor del mundo»⸻ «no puede ser dado en Inglaterra, sino solamente en Irlanda». El objetivo más importante seguía siendo «apresurar la revolución social en Inglaterra», pero la «única manera de lograrlo» era «obtener la independencia de Irlanda» (Marx and Engels [1868-70] 2010: 473-476). En cualquier caso, Marx consideraba a la Inglaterra industrial-capitalista estratégicamente central para la lucha del movimiento de los trabajadores; la revolución en Irlanda, posible tan solo si la «unión forzada entre los dos países» se terminaba, sería una «revolución social» que se manifestaría a sí misma «en formas pasadas de moda» (Marx [1870] 2010: 88). La subversión del poder burgués en naciones en donde las formas modernas de producción tan solo estuvieran aun desarrollándose, no serían suficientes para conllevar la desaparición del capitalismo.
La posición dialéctica a la cual llegó Marx en sus años finales le permitió descartar la idea de que el modo socialista de producción solamente podía ser construido a través de ciertas etapas fijas . La concepción materialista de la historia que él desarrolló está lejos de ser la secuencia mecánica a la cual han reducido numerosas veces su pensamiento. No puede ser asimilada a la idea de que la historia humana es una sucesión progresiva de modos de producción, meras fases preparatorias anteriores a la inevitable conclusión: el nacimiento de una sociedad comunista.
Más aún: él negó explícitamente la necesidad histórica del capitalismo en cada parte del mundo. No existe traza de determinismo económico en su pensamiento. En el famoso «Prólogo» de la Contribución a la crítica de la economía política (1859) él hizo una lista tentativa de la progresión de «los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno» como el final de la «prehistoria de la sociedad humana» (Marx [1859] 2010: 263-264) y frases similares pueden ser halladas en otros escritos. No obstante, esta idea representa tan solo una pequeña parte de la obra más amplia de Marx sobre la génesis y el desarrollo de diferentes formas de producción. Su método no puede ser reducido al determinismo económico.
Sus consideraciones ricamente argumentadas sobre el futuro de la obshchina son polos opuestos de la idea de equiparar al socialismo con el desarrollo de las fuerzas productivas, un punto de vista que fue sostenido, con tonalidades nacionalistas, en el interior de la Segunda Internacional, en partidos socialdemócratas (en donde inclusive brotaron actitudes simpatizantes con el colonialismo), así como en el movimiento comunista internacional del siglo XX con sus llamados al uso de un supuesto «método científico» de análisis social.
Marx no cambió sus ideas básicas acerca del perfil de la futura sociedad comunista, tal como lo esbozó desde los Grundrisse en adelante, sin jamás perderse complaciéndose en descripciones abstractas. Guiado por la hostilidad hacia los esquematismos del pasado, y hacia los nuevos dogmatismos que se alzaban en su nombre, él pensó que sería posible que la revolución estallara en formas y condiciones que nunca habían sido consideradas.
Para Marx el futuro seguía en las manos de la clase trabajadora, en su capacidad de traer transformaciones sociales a través de sus luchas y organizaciones de masas, y de dar a luz un sistema económico-político alternativo.
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Marcello
Musto