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Aquel Cristo latinoamericano

La mañana del 11 de Octubre de 1962, 2540 cardenales, obispos y patriarcas, provenientes de todas las partes del mundo, se disponían en una solemne fila de hábitos blancos y sotanas rojo púrpura para entrar en la Basílica de San Pedro y dar inicio a uno de los principales acontecimientos religiosos del siglo XX, destinado a cambiar la cara de la iglesia católica: el Concilio Vaticano II (CV II).

El vigésimo primero concilio ecuménico se desarrolló entre Octubre de 1962 y Diciembre de 1965, bajo los pontificados de Juan XXIII y Pablo VI. Su asamblea deliberativa, la más numerosa de la historia de la iglesia, reformó la liturgia eclesiástica, introduciendo las lenguas nacionales en el rito de la misa, e inició el diálogo con las religiones no cristianas, mediante la declaración del principio de libertad religiosa. A diferencia de los concilios precedentes, el de Trento en 1545-63 y el CV I en 1869-70, surgidos de la exigencia de responder a dos eventos que habían sacudido la iglesia, las heridas que siguieron a la reforma protestante y el proceso de secularización generado por la Revolución Francesa, el CV II surgió, en cambio, de la necesidad de expresar una nueva fase pastoral, con el objetivo de revitalizar las instituciones católicas y adaptarlas mejor a las exigencias de los nuevos tiempos en curso.

La opción preferencial por los pobres

No obstante, como observan la mayoría de comentaristas, a partir de los años setenta, se interrumpieron las reformas iniciadas. Otra cosa sucedió en Sudamérica, donde las transformaciones del CV II encontraron un terreno más fértil para germinar.

En aquellos años, efectivamente, mientras en los países capitalistas más avanzados tuvo lugar un mejora de las condiciones de vida hasta para las clases trabajadoras, en América latina las desigualdades sociales aumentaron y los índices de pobreza crecieron todavía más. Guiados por la ilusoria concepción de un tiempo histórico unilineal, que debería reproducir los mismos estadios de desarrollo en todas las sociedades, expertos de diversos organismos internacionales elaboraron planes de desarrollo para el Cono Sur. En 1961, por ejemplo, la administración Kennedy promovió la Alianza para el Progreso (AP), proyecto al que fueron destinados 20 mil millones de dólares a fin de eliminar “las bases de comunismo”, peligro que se antojó aun más concreto después de la revolución castrista en Cuba. Sin embargo, la operación fue un sonado fracaso, contestada no sólo por los latifundistas locales, sino también por las compañías norteamericanas, y el periodo de la AP se caracterizó por los golpes de estado, casi todos avalados por los USA, que sumieron todo el continente en una espiral de violencia y muerte.

En este contexto, tomaron cuerpo, con distintas formas, alianzas entre los sectores más progresistas del mundo cristiano y del marxismo. Desde Camilo Torres, el famoso sacerdote desaparecido en 1966 tras haberse unido al Ejército de Liberación Nacional de Colombia, a los Cristianos por el socialismo, movimiento nacido en Chile en 1972 durante el gobierno de Salvador Allende. De la Patagonia a México surgieron grupos de fieles, a menudo comprometidos políticamente con la izquierda, que reclamaban una iglesia diferente, alejada del poder y solidaria con los más débiles.

Estas exigencias se manifestaron en el interior de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), organismo surgido en 1955 y que celebró en Medellín, en 1968, su segundo congreso, para reorganizarse en base a las decisiones tomadas en el CV II. Este encuentro supuso un verdadero cambio para la iglesia del continente. Aun cuando el término Teología de la Liberación (TdL) no fue nunca utilizado en sus documentos finales (había sido acuñado sólo pocas semanas antes por el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez), en Medellín nació una nueva forma de hacer teología. Una iglesia popular al servicio de los pobres basada en el protagonismo de la Comunidades Eclesiásticas de Base (CEB), grupos de personas que se reunían regularmente para leer el evangelio a la luz de la propia realidad social.

En los años siguientes se sucedieron iniciativas y reuniones para delinear mejor el carácter de este cambio. El texto principal, traducido más tarde a 20 idiomas e impreso en numerosas ediciones, que puso de manifiesto los preceptos centrales de la TdL se publicó en 1971 y fue obra del mismo Gutiérrez: Teología de la liberación. Perspectivas. Según el autor, el nudo central de la TdL residía en la “opción preferencial por los pobres”, quienes irrumpían por primera vez en la iglesia erigiéndose en interlocutores privilegiados y en sujeto protagonista de una posible transformación social. Con la TdL los pobres adquirían el derecho a pensar y no solo a experimentar y practicar su fe de manera pasiva. Mediante un proceso de “concienciación”, según la célebre expresión del pedagogo brasileño Paulo Freire, se transformaban en artífices de su propia liberación, que dejaba de confiarse al mas allá para devenir objetivo concreto a perseguir en la vida terrenal. Otra innovación de la TdL consistía en servirse de los instrumentos críticos de las ciencias sociales. Se le concedió una especial importancia a la “Teoría de la dependencia”, desarrollada, entre otros, por André Gunder Frank, Fernando Henrique Cardoso y Theotonio Dos Santos, que resaltaba la relación directa entre el subdesarrollo latinoamericano y la expansión capitalista de los países industrializados. Por último, según Gutiérrez, el otro elemento decisivo de la TdL consistía en concebir la teología como un “segundo acto”, que debía siempre presuponer la participación del hombre en el proceso de liberación (“primer acto”). De este modo, el compromiso junto al hombre pasó a ser una conditio sine qua non. Si Karl Marx había escrito: “cada paso del movimiento real es más importante que una docena de programas”, Gutiérrez sostenía que “todas las teologías políticas, de la esperanza, de la liberación, de la revolución, no valen lo que un gesto de solidaridad auténtica con las clases oprimidas”.

La influencia de la TdL en las CEB, que proliferaron sobre todo en Brasil, creció en importancia. Al magisterio tradicional impartido en las parroquias, se le añadió una difusa catequesis popular en las aéreas urbanas y rurales más marginales. El centralismo eclesiástico tradicional definido por la fórmula “fuera de la iglesia no hay salvación” se transmutó en “fuera del mundo (o sea lejos de los pobres) no hay salvación”. Leonardo Boff habló de una nueva génesis eclesiástica, un renacer de la iglesia a partir de la reapropiación de la Biblia mediante ministerios laicos.

Las reacciones fueron durísimas. La tercera reunión de la CELAM (Puebla, 1979), de la que fueron excluidos todos los principales exponentes de la TdL, sancionó el cambio de tendencia. Juan Pablo II, ascendido a Papa en 1978, introdujo el evento exhortando a vigilar la “pureza de la doctrina” contra la excesiva politización del evangelio y las jerarquías eclesiásticas se precipitaron sobre las CEB, consideradas un intolerable ministerio paralelo, mientras sus relecturas de la biblia fueron definidas como cristología de la guerrilla.

A la reacción interna de la iglesia se añadió la de los USA. El Documento de Santa Fe, la plataforma política de Ronald Reagan, contenía un explicita referencia a la TdL, considerada una peligrosa “doctrina política, desviada de la creencia religiosa, con un significado antipapal y antiliberal”. La administración Reagan se caracterizó por invertir millones de dólares, en forma de intelligence y mass media, para favorecer la difusión de sectas fundamentalistas, cargadas de fanatismo religioso, en todos los países latinoamericanos con “riesgo comunista”

El desencuentro con Roma

A principios de los años ochenta se agudizó la polarización en el seno de la iglesia, pero la TdL, gracias al incesante trabajo de divulgación de textos y reflexiones iniciado en el decenio anterior, logró mantener una presencia significativa en todo el continente latinoamericano. Además, el asesinato de Oscar Romero, arzobispo de San Salvador, y la participación de algunos sacerdotes en el gobierno revolucionario sandinista de Nicaragua constituyeron dos episodios, de extrema crueldad el primero y de enorme esperanza el segundo, que dieron lugar a manifestaciones de solidaridad en todo el mundo.

A pesar de todo, los equilibrios internos del Vaticano habían cambiado. El clima de restauración se hizo evidente con la elección del conservador López Trujillo para la presidencia de la CELAM. A nivel general, Wojtyla favoreció el ascenso a las altas esferas del Vaticano de los ultrarreaccionarios del Opus Dei, organización transformada en prelado personal en 1982, es decir, una institución especial que puede evadir la autoridad de las diócesis territoriales, y las determinaciones eclesiásticas golpearon cada vez más los “elementos desafectos”.

De este modo, surgió un clima de excomulgación. En 1984, el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe (SCDF) y entonces cardenal Joseph Ratzinger publicó la Instrucción sobre algunos aspectos de la “teología de la liberación”. En este documento afirmaba que la TdL debía “ser criticada, bajo pena de graves desviaciones ideológicas, no por sus afirmaciones particulares, sino por el punto de vista de clase que adopta a priori y que actúa como principio hermenéutico determinante”. La diferencia entre las dos concepciones era abismal. Para Ratzinger, sirva como ejemplo un tema fundamental, “las múltiples esclavitudes de orden cultural, económico, social y político derivan, en definitiva, del pecado”. Para Gutiérrez, por el contrario: “el pecado nace de la explotación del hombre por el hombre, hunde sus raíces en una situación de injusticia y explotación y es imposible entender el primero sin lo segundo”.

La SCDF invitó al episcopado peruano a aislar Gutiérrez, acusado de “admitir la concepción marxista de la historia” y al episcopado brasileño a criticar a Boff, condenado a un año de silencio por sus tesis eclesiásticas declaradas “insostenibles y peligrosas para la fe”. De nada sirvieron las aclaraciones ofrecidas por los teólogos de la liberación para demostrar que Marx no era el padrino de la TdL (pantomima que ridiculizaba tanto las teorías de uno como de la otra) y que, por el contrario, el marxismo se había tomado críticamente para comprender el mundo, ya que, so pena de mistificar la realidad, después de Marx, la teología no podía permitirse infravalorar el peso de las condiciones materiales en la existencia de los individuos.

En los últimos veinte años, el capitalismo ha desplegado su incontestable hegemonía en todas las esferas de la vida social y también la religión se ha plegado a las “exigencias del mercado”. La desaparición y normalización de muchas CEB y el debilitamiento de la TdL han ido de la mano de la proliferación de fenómenos de televenta de la fe made in USA. La tentativa de refundar globalmente la religión católica desde la periferia y por parte de los condenados ha sido rechazada. Pero la crisis actual ha reabierto viejas heridas y nuevas contradicciones y el mensaje de emancipación de la “teología militante que lucha por hacer bajar a los pobres de la cruz” interroga nuevamente todas las conciencias críticas.

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Alienados de todo el mundo, uníos

La alienación ha sido una de las teorías más debatidas del siglo XX. La primera exposición filosófica del concepto tuvo lugar ya en 1807 por parte de Georg W. F. Hegel. En su Fenomenología del espíritu, constituye la categoría central del mundo moderno y usó el término para representar el fenómeno por el que el espíritu se objetiva. Con todo, en la segunda mitad del siglo XIX, la alienación desapareció de la reflexión filosófica y ninguno de los grandes prensadores le prestó atención.

El redescubrimiento de esta teoría en 1932 con la publicación de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, un texto inédito de la producción juvenil de Karl Marx donde, mediante la categoría del «trabajo alienado», traslada la problemática de la esfera filosófica a la económica. La alienación fue así descrita como el fenómeno por el que el producto del trabajo se manifiesta «como un ente extraño, como una potencia independiente del productor». Contrariamente a Hegel, quien la había representado como una manifestación ontológica del trabajo, que coincidía con la objetivación en cuanto tal, Marx concibió este fenómeno como la característica de una determinada época de la producción: la capitalista.

Las concepciones no Marxistas

Sin embargo, todavía tuvo que pasar mucho tiempo antes de que una concepción histórica, no ontológica, de la alienación se consolidara. De hecho, la mayor parte de autores que trataron esta problemática en las primeras décadas del siglo XX, lo hicieron considerándola un aspecto universal de la existencia humana. En Ser y tiempo, por ejemplo, Martin Heidegger la consideró una dimensión fundamental de la historia, la tendencia del Ser-Ahí (Dasein) a perderse en la inautenticidad y el conformismo del mundo que lo circunda. Herbert Marcuse también identificó la alienación con la objetivación en general y no con su manifestación en las relaciones de producción capitalistas. A su juicio, existía una «negación originaria en el acto del trabajo» que pertenecía a la «esencia misma de la existencia humana». De este modo, la crítica de la alienación devino una crítica de la tecnología y del trabajo en general. Su superación se consideró posible sólo mediante la afirmación de la libido y el juego en las relaciones sociales, únicos momentos en que el hombre alcanzaba la libertad que le era negada durante la actividad productiva.

En la segunda mitad del siglo XX el concepto de alienación también llegó al psicoanálisis. Los que la abordaron partían de la teoría de Freud, para quien, en la sociedad burguesa, el hombre se enfrenta a la decisión de elegir entre naturaleza y cultura y, para poder disfrutar de la seguridad garantizada por la civilización, debe necesariamente renunciar a las propias pulsiones. Los psicólogos asociaron la alienación con las psicosis que se manifiestan, en algunos individuos, precisamente a causa de esta elección conflictiva. Por consiguiente, la vastedad de la problemática de la alienación quedó reducida a un mero fenómeno subjetivo.

Tras las principales elaboraciones no marxistas de la alienación también hubo la de los existencialistas franceses. Después de la segunda postguerra, esta problemática fue incorporada por ellos como referencia recurrente tanto en filosofía como en narrativa. De este modo, la alienación adquirió un perfil muy genérico, identificada con una indistinta desazón del hombre en la sociedad, con una separación entre la personalidad humana y el mundo de la experiencia y, por tanto, como una condition humaine no suprimible.

El irresistible encanto de la teoría de la alienación

A partir de los años sesenta irrumpió una auténtica moda por la teoría de la alienación, y en todo el mundo aparecieron centenares de libros sobre el tema. Fueron los tiempos de la alienación tout-court. El período en que numerosos autores, distintos entre sí por su formación política y disciplinas, atribuyeron las causas de este fenómeno a la mercantilización, a la excesiva especialización del trabajo, a la burocratización, al conformismo, al consumismo, a la pérdida del sentido propio que se manifestaba en la relación con las nuevas tecnologías; e incluso al aislamiento del individuo, a la apatía, a la marginación social y étnica, o a la contaminación ambiental. Sin embargo, la popularidad del concepto y su uso indiscriminado crearon una profunda ambigüedad terminológica. En pocos años, la alienación se transformó en una fórmula vacía que abarcaba todas las manifestaciones de la infelicidad humana y su desatinado uso generó la convicción en la existencia de un fenómeno igualmente inmodificable.

Con el libro de Guy Debord La sociedad del espectáculo, uno de los manifiestos de la generación del 68, la teoría de la alienación llegó a la crítica de la producción inmaterial. Retomando algunas tesis avanzadas por Max Horkheimer y Theodor Adorno en Dialéctica del iluminismo, según las cuales en la sociedad contemporánea la diversión también había sido subsumida en la esfera de la producción de consenso por el orden social existente, Debord afirmó que cuando el capitalismo está más desarrollado el obrero es «aparentemente tratado como una verdadera persona, con cortesía premurosa, porqué la economía política puede y debe dominar los pasatiempos y la humanidad del trabajador». Esta reflexión lo llevó a colocar en el centro de su análisis al mundo del espectáculo: «en la sociedad actual el espectáculo corresponde a una fabricación concreta de la alienación». De este modo, para el teórico francés, la alienación se afirmaba hasta el extremo de constituir una experiencia entusiasta para los individuos que, guiados por este nuevo opio del pueblo al consumo y a «reconocerse en las imágenes dominantes», se alejaban aun más de sus propios deseos y existencias reales.

Jean Baudrillard también utilizó el concepto de alienación para interpretar las mutaciones sociales ocurridas con la llegada del capitalismo maduro. En La sociedad de consumo, de 1970, señaló el consumo como factor determinante de la sociedad moderna. Según Baudrillard, «la era del consumo», en que la publicidad y los sondeos crean necesidades ficticias, se había transformado también en «la era de la alienación radical: la lógica de la mercancía se ha generalizado, y hoy no sólo regula los procesos de trabajo y de producción material, sino también toda la cultura, la sexualidad y las relaciones humanas. Todo se torna espectáculo, es decir, evocación, provocación, orquestación en imágenes, símbolos y modelos consumibles».

En los años cincuenta el concepto de alienación había entrado también en el vocabulario sociológico norteamericano. Sin embargo, el tema se afrontó desde una óptica completamente distinta a la prevaleciente en Europa. La sociología convencional volvió a tratar la alienación como problemática inherente al ser humano individual y no a las relaciones sociales, y la búsqueda de soluciones para su superación se dirigió hacia la capacidad de adaptación de los individuos al orden existente en lugar de hacia las prácticas colectivas encaminadas a cambiar la sociedad. Esta aproximación acabó por marginar, e incluso excluir, el análisis de los factores histórico-sociales que determinan la alienación, produciendo una suerte de hiper-psicologización del análisis del concepto, que también fue asumida por la sociología, además de la psicología, no como una cuestión social, sino como una patología individual cuya curación era una cuestión individual.

El profundo cambio en el concepto de alienación que se había manifestado en las ciencias sociales fue encauzado por la publicación de nuevos textos marxianos inéditos, en especial los Grundrisse, los manuscritos preparatorios del Capital, y por las célebres páginas sobre el «fetichismo de las mercancías» contenidas en el primer volumen de la obra magna de Marx. La comprensión de la alienación volvió a dirigirse hacia su superación práctica, es decir, la acción política de los movimientos sociales, partidos y sindicatos encaminada a cambiar radicalmente las condiciones de trabajo y de vida del proletariado. Con la difusión de estos textos, la teoría de la alienación trascendió las aulas universitarias y los documentos filosóficos para irrumpir en las calles y convertirse en crítica social mediante las luchas obreras.

En los tiempos del neoliberalismo

La victoria del neoliberalismo ha trastornado completamente este escenario. En los últimos 20 años se han sucedido significativos cambios políticos y económicos que han visto aumentar dramáticamente la brecha entre la acumulación de riqueza de una élite cada vez más reducida y la creciente marginalidad y pauperización de las clases trabajadoras.

Después de haber sido protagonista indiscutible del siglo XX, el mundo del trabajo ha pasado a ser un actor mudo del debate político y cultural contemporáneo, en parte debido a la mayor dificultad que encuentran las fuerzas sindicales en representar y organizar nuevas generaciones y trabajadores emigrantes, en un contexto en que las relaciones laborales han sido forzadas a formas cada vez más precarias, flexibles y privadas de derechos. Contemporáneamente, los movimientos globales de protesta se han significado, hasta ahora, por una reivindicación genérica de mayor igualdad social, a la que a menudo le ha faltado una reflexión adecuada sobre la centralidad del trabajo, sus nuevas problemáticas y transformaciones radicales.

En una era en que la producción, a pesar de las tesis que a finales del siglo pasado anunciaron con gran clamor el «fin del trabajo», asume nuevamente los estándares de explotación e injusticia social del siglo XIX (acontecimientos como el de las fábricas chinas de la multinacional Foxconn actualmente son moneda corriente en todo el mundo) es de esperar que la crítica de la alienación retorne entre las banderas y las reivindicaciones del nuevo movimiento obrero. En definitiva, el río todavía lleva agua.

Traducción por: Carlos Soriano

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Jaime Ortega Reyna, Herramienta. Revista de Debate y Crítica Marxista

El presente libro, coordinado por Marcello Musto, nos ofrece los últimos avances de la investigación marxista a partir de la publicación completa de las obras de Marx y Engels, particularmente el proyecto de la MEGA2.

En su introducción, Musto nos brinda una interpretación sobre la recepción incompleta de Marx en la cultura socialista que comienza inmediatamente después de la muerte del autor, se extiende durante las etapas tanto de la II como de la III Internacional y continúa a lo largo de todo el periodo del “socialismo real” hasta su caída.

La conclusión es radical: a pesar del tiempo transcurrido, recién ahora podemos acceder cabalmente y de manera integral a la obra de Marx gracias a un gran trabajo editorial que se está realizando. Dicho trabajo tiene como objeto deslindar aquello que Engels modificó en El capital, restablecer el carácter original de obras que se pretendieron terminadas (Laideologíaalemana) he incluso posibilitar un acceso al listado bibliográfico de obras que Marx y Engels consultaron y utilizaron. El texto, además, ofrece una descripción de las diferentes secciones que están proyectadas en la MEGA2: la primera, que se compone de artículos, obras y esbozos; la segunda, que abarca El capital y sus trabajos preparatorios; la tercera, dedicada por entero a la correspondencia; la cuarta, por último, dedicada a los extractos, anotaciones y apuntes al margen.

La propuesta constituye el más grande proyecto de publicaciones de las obras de Marx y Engels. Se construyó sobre la base de las experiencias previas que se dieron en la URSS (de 1928 a 1947) y en la RDA (de 1956 a 1968 y de 1975 a 1989), pero que indudablemente se presenta en un plano muy superior a los intentos previos.

La primera parte del libro describe con detalle problemas surgidos a partir del proceso de edición de las obras completas de Marx-Engels después del año de 1989. La MEGA2 se ha convertido en un verdadero esfuerzo internacional que ha convocado y coordinado la cooperación de especialistas de distintos rincones del mundo, así como su traslado geográfico a distintas latitudes. Se trata de los textos de Manfred Neuhaus y Gerald Hubmann quienes problematizan los problemas de edición científica de las obras de Marx. Neuhaus problematiza tanto el aspecto filológico de la moderna forma del trabajo editorial, como el problema de la “paternidad” de textos que aparecen bajo pseudónimo o sin firma. El autor señala que la mayor ruptura con ediciones anteriores se da en su “despolitización, internacionalización y academización”, lo cual se refleja, por ejemplo, en el cambio de editorial de aquella ligada con la RDA a una editorial no política. Esto constituye, sin dudas una forma polémica de interpretar el camino por el cual debe transitar la obra de Marx. Hubmnann, por su parte, problematiza lo que ha significado no sólo para el marxismo sino para toda la ciencia social y la filosofía el problema de las ediciones, en particular de aquellos autores que son considerados clásicos.

La segunda parte de la obra se titula “Investigación actual sobre el pensamiento de Marx”. Se compone de tres artículos que reflexionan sobre la recepción y desarrollo del marxismo. Izumi Omura lo hace desde el Japón en dos vías: una histórica y otra de actualidad. Existe una sorprendente cantidad de trabajos que, durante el siglo XX, se produjeron sobre Marx en el Japón, mientras que la coyuntural refiere al trabajo de la MEGA2 que se ha llevado a cabo por un colectivo de investigación en la ciudad de Sendai. El segundo texto a cargo de Wei Xiaoping refiere al caso de China y al modo en que la lectura de Marx ha estado mediada por los cambios políticos en ese país y por la recepción del marxismo “occidental”.

Marcello Musto presenta un texto donde aborda el problema que representan los Manuscritosde1844, la importancia de considerar su lugar de escritura (París) y el problema de las lecturas que han querido ver en este manuscrito al Marx “total”. Musto describe la ruptura intelectual previa y la formación inicial en economía política. Da la impresión de que, en un ajuste de cuentas con el marxismo occidental del siglo XX que encontró en los Manuscritosde 1844 una forma de hacer entrar a Marx en el discurso filosófico profesionalizado, Musto quiere deslindar su sobrevaloración. Para el autor, se trata de un texto con errores teóricos, disperso y cuya edición tampoco fue afortunada pero que, sin embargo, representa el encuentro de Marx con el proletariado parisino.

La tercera y última parte titulada “El capital:la crítica incompleta”, incorpora los textos más densos y de mayor dificultad al momento de la lectura. Abre con un texto del reconocido marxista alemán Wolfgang Fritz Haug, quien titula su trabajo “El proceso de aprendizaje en Marx” y en donde, de hecho, continúa una polémica que se ha dado ya por varia década en el seno del marxismo alemán. En ella se discute el valor de la utilización de Hegel para “corregir” a Marx. Fritz Haug ha sostenido de manera interrumpida esta polémica con dos de los marxistas más importantes de Alemania: Hangs-Georg Backhaus y, más recientemente, con Michael Heinrich. Para estos últimos, la última revisión hecha por Marx al capítulo primero de El capital, que tuvo como finalidad hacer más comprensible el problema de la forma valor, devino en una suerte de vulgarización que despojó a la teoría del valor de una concepción sólida. No es casual que Backhaus haya dedicado todo un libro a la dialéctica de la forma valor, aún no traducido. Para Haug, el problema está en que se tiene a la dialéctica en Marx como una forma hegeliana, cuando el asunto es precisamente deshegelianizar la dialéctica en Marx y ver que, si se parte de conceptos, esto es porque son expresiones de relaciones sociales que hay que desarrollar. Tanto Backhaus como el propio Haug insistirán en la necesidad de no caer en la tentación del lenguaje hegeliano con el que se expone el problema del valor.

El último texto revisado por Marx en El capital, o sea el capítulo primero, supone para Haug un proceso de deshegelinización que no opera, por ejemplo, en los Grundrisse, donde la presencia del autor de la Fenomenología es total. El texto sólo ubica problemáticas específicas y se puede decir que el propio Haug ha dejado de insistir en el método de lo lógicohistórico que enfatizaba en la primera edición de su Introducciónalalecturade El capital (Editorial Materiales: Barcelona, 1978) y que despertó una polémica a propósito del método de lectura, pero también sobre las consecuencias categoriales –y políticas– que se obtenían. Quizá la más conocida es la consideración transhistórica del trabajo abstracto que Haug defiende, mientras que Heinrich ha argumentado fuertemente contra esta conclusión bajo la crítica a las “teorías substancialistas del valor”. El cambio de énfasis por parte de Haug no lo podemos apreciar en su totalidad puesto que la segunda edición “totalmente revisada” de sus lecciones sobre El capital no ha sido traducida a ningún idioma.

El segundo texto de esta sección es de Michael Krätke, titulado “La renovación de la economía política”, donde se hace un balance del estatuto actual de la teoría económica convencional y de cómo las alternativas que se presentan ante ella parecen muy alejadas de Marx. Krätke achaca que ha sido el descuido de los marxistas de los núcleos fundamentales de Marx los que han permitido que la obra de éste salga de los debates más importantes de los últimos tiempos. Señala que verdaderos problemas como el de la determinación cuantitativa del valor o del tiempo de trabajo socialmente necesario, que han sido vistos como problemas “en apariencia tan simples”, en realidad requieren de una mayor atención y problematización. Lo mismo sucedería con los problemas más contemporáneos como el dinero y el crédito. Krätke apunta inconvenientes que, en el discurso económico, tienen mucha relevancia, aunque ciertamente, por la extensión del texto, tampoco ofrece detenidas respuestas a los problemas que planea. Queda, pues, como un texto que asume la incompletitud del análisis marxista de nuestros días.

Chris Arthur, conocido marxista anglosajón presenta un texto en donde sostiene que la lectura lógicahistórica es errónea. Esta lectura confunde niveles de análisis y no comprende el desarrollo específico de las categorías, que no parten de hechos necesariamente consumados o empíricos. Se trata de una forma de exposición que Marx adoptó y que una revisión posterior, iniciada por Engels, confundió y consagró como canónica. En cambio, propone una lectura que se desarrolla de manera paralela a la Lógica de Hegel, particularmente en el problema de la forma del valor. Es por esta razón que Marx utilizaría categorías como cantidad, medida, calidad, esencia, fundamento, apariencia.

Enrique Dussel presenta un texto titulado “Hegel, Schelling y el plusvalor”; en donde expone su interpretación de Marx. Contrariamente a lo que se cree, Marx criticó a Hegel no sólo desde Feuerbach, sino que se puede rastrear en él una fuerte influencia de Schelling. La totalidad es lo importante para Hegel, mientras que la nada que crea a la totalidad es lo importante para Schelling. Para Dussel esta es una posibilidad de interpretación, pues a Marx no le interesa la totalidad del capital que se impone como el ser, sino ante todo la fuente de ese serque desde la exterioridad de la totalidad, es su condición de existencia: el trabajo vivo.

El libro cierra con una entrevista realizada por Musto al importante historiador inglés Eric Hobsbawm, quien insiste en la vitalidad del pensamiento de Marx para comprender el siglo que transcurre.

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Difusión y recepción del “Manifiesto” en Italia desde 1889 a 1945

A causa de conflictos teóricos o de acontecimientos políticos, el interés por la obra de Marx jamás ha sido constante y, cuando se ha manifestado, conoció indiscutibles momentos de declinación. Desde la “crisis del marxismo” a la disolución de la “Segunda Internacional”, desde discusiones sobre los límites de la teoría del plusvalor a las tragedias del comunismo soviético, las críticas a las ideas de Marx parecieron, en cada ocasión, superar definitivamente su horizonte conceptual. Siempre, sin embargo, hubo un “retorno a Marx” [1] .

Constantemente, se desarrolló nuevamente la necesidad de referirse a su obra que -a través de la crítica de la economía política, las formulaciones sobre la alienación o las brillantes páginas de los panfletos políticos- siguió ejerciendo una irresistible fascinación sobre seguidores y opositores. Y pese a que con la finalización del siglo se le decretó unánimemente el olvido, desde hace algunos años a esta parte, inesperadamente, Marx se ha vuelto a presentarse sobre el palco de la historia. En efecto, está en curso una verdadera recuperación del interés a su respecto y, en los estantes de las bibliotecas de Europa, Estados Unidos y Japón, sus escritos son despolvados cada vez más frecuentemente.

El redescubrimiento de Marx está basado en su persistente capacidad explicativa del presente y en su conservación como instrumento indispensable para su comprensión y transformación. Frente a la crisis de la sociedad capitalista y las profundas contradicciones que la atraviesan, vuelve a interrogarse a aquel autor dejado de lado, muy apresuradamente, después de 1989.

Así, la afirmación de Jacques Derrida: “será siempre un error no leer, releer y discutir a Marx” [2] , que hace apenas pocos hace años parecía una provocación aislada, ha pasado a ser cada vez más compartida. Desde fines de los años 90, en efecto, diarios, periódicos, emisiones televisivas y radiofónicas no hacen sino discutir sobre el pensador más actual para nuestros tiempos: Carlos Marx. El primer artículo en esta dirección que tuvo cierto eco fue The return of Karl Marx, aparecido en el The New Yorker [3] . Llega después el turno de la BBC que, en 1990, confería a Marx el cetro del más grande pensador del milenio. Algunos años más tarde, un número del Nouvel Observateur fue íntegramente dedicado al tema “Karl Marx, el pensador del tercer milenio” [4] Y, poco después, Alemania rindió su tributo a aquel a quien había forzado al exilio durante 40 años: en el 2004, 500.000 telespectadores de la televisión nacional ZDF señalaron a Marx como la tercera personalidad alemana de todos los tiempos (y la primera, en la categoría “actualidad”) y, durante las últimas elecciones políticas, la conocida revistaDer Spiegel lo presentaba en su tapa, titulando Ein Gespenst kehrt zurük (Un fantasma ha vuelto), con los dedos en signo de victoria [5] . Completando esta curiosa reseña, está la encuesta realizada por el canal radiofónico BBC4, que ha asignado a Marx la palma del filósofo más amado por los escuchas ingleses.

También la literatura sobre Marx, casi completamente abandonada hace 15 años, da difusas señales de retorno y, junto al florecer de significativos estudios nuevos, aparecen, en varias lenguas, opúsculos del tipo Why read Marx today? Análogo consenso logran las revistas internacionales abiertas a las contribuciones referidas a Marx y al marxismo, y se han puesto de moda encuentros, cursos y seminarios universitarios dedicados a este autor. Finalmente, aunque sea tímidamente o en formas algo confusas, desde América Latina al movimiento altermundialista, una nueva demanda de Marx llega también desde el lado político.

Y una vez más, el texto marxiano que más que cualquier otro ha suscitado la mayor atención de lectores y estudiosos ha sido el Manifiesto del Partido Comunista. En 1998, en efecto, en ocasión del sesquicentenario de su publicación, el Manifiesto de Marx y Engels ha sido impreso en decenas de nuevas ediciones en todos los rincones del planeta y celebrado no sólo como la más formidable previsión del desarrollo del capitalismo a escala mundial, sino también como el texto político más leído de la historia de la humanidad. Por tal motivo, puede resultar de interés volver a recorrer los acontecimientos que acompañaron su primera propagación en nuestro país.

El desconocimiento italiano
En Italia, las teorías de Marx han gozado de una popularidad extraordinaria. Inspirando a partidos, organizaciones sindicales y movimientos sociales, han influido más que cualquier otra en la transformación de la vida política nacional.

Difundidas en todos los campos de la ciencia y de la cultura, los han cambiado irreversiblemente en su orientación y en su mismo léxico. Contribuyendo a la toma de conciencia de la propia condición de las clases subalternas, han sido el principal instrumento teórico en el proceso de emancipación de millones de mujeres y de hombres.

El nivel de difusión que lograron puede ser parangonado al de muy pocos países. Es necesario interrogarse, por lo tanto, sobre el origen de esta notoriedad. Es decir ¿Cuándo se habló por primera vez de “Carlos Marx”? ¿Cuándo aparece en los primeros escritos traducidos este nombre en los diarios a pie de página? ¿Cuándo se propagó su fama en el imaginario colectivo de los obreros y militantes socialistas? y, sobre todo ¿de qué modo y a través de qué circunstancias se desplegó la consolidación de su pensamiento?

Las primerísimas traducciones de los escritos de Marx, casi completamente desconocido durante los movimientos revolucionarios de 1848, aparecieron solo en la segunda mitad de los años 60. Ellas, sin embargo, fueron poco numerosas y relacionadas solamente a la Orientación y a los Estatutos de la “International Working Men´s Association”. Incidió en este retardo, sin duda, el aislamiento de Marx y Engels con Italia, país en el que, no obstante la fascinación que alimentaron por su historia y cultura y la demostrada comunicación con su realidad, no tuvieron corresponsales epistolares hasta 1860 y efectivas relaciones políticas hasta 1870 [6] .

Un primer interés en torno a la figura de Marx afloró sólo en coincidencia con la experiencia revolucionaria de la Comuna de París. Al “fundador y jefe general de la Internacional” [7] , en efecto, la prensa nacional así como la miríada de hojas obreras existentes, dedicaron en pocas semanas esbozos biográficos y la publicación de extractos de cartas y de resoluciones políticas (entre estas La guerra civil en Francia). También en esta circunstancia, los escritos impresos – que incluyendo los de Engels alcanzaron el número de 85 sólo en el bienio 1871/72 – concernían exclusivamente a documentos de la “Internacional”, testimoniando una atención inicialmente política y sólo posteriormente de carácter teórico [8] . Por otro lado, en algunos diarios aparecieron fantasiosas descripciones que contribuyeron a conferir a su imagen una aureola legendaria: “Carlos Marx es un hombre astuto y valiente a toda prueba. Viaja veloz de un Estado a otro, continuos disfraces hacen que eluda la vigilancia de todos los espías policíacos de Europa” [9] .

La autoridad que comenzó a rodear su nombre fue tan grande como genérica [10] . Durante este período, en efecto, manuales de propaganda difundieron las concepciones de Marx – o al menos las que presumían de tales – junto a las de Darwin y Spencer [11] . Su pensamiento es considerado sinónimo de legalismo [12] o de positivismo [13] . Sus teorías fueron inverosímilmente sintetizadas con las que estaban en sus antípodas, de Fourier, Manzini y Bastiat [14] . Su figura fue asociada -según el equívoco- con la de Garibaldi [15] o la de Schäffle [16] .

El interés hacia Marx, además de aproximativo, no se traduce siquiera en adhesión a sus posiciones políticas. Entre los internacionalistas italianos -que en el enfrentamiento entre Marx y Bakunin tomaron posición de manera prácticamente compacta con este último-, en efecto, su elaboración siguió siendo casi desconocida y el conflicto en el seno de la “Internacional” fue receptado más como un enfrentamiento personal entre ambos que como una confrontación teórica [17] .

A pesar de ello, en el siguiente decenio signado por la hegemonía del pensamiento anarquista – al que le fue fácil imponerse en la realidad italiana caracterizada por la ausencia de un capitalismo industrial, por la consiguiente aún limitada consistencia obrera, tanto como por la viva tradición conspirativa provista por la reciente revolución en el país [18] -, los elementos teóricos de Marx fueron afirmándose lentamente en las filas del movimiento obrero [19] . Aún más, paradojalmente, tuvieron una primera divulgación a través de los propios anarquistas, que compartían completamente las teorías de la auto-emancipación obrera y de la lucha de clases contenidas en los Estatutos y en las Orientaciones de la “Internacional” [20] . Ellos continuaron luego publicando a Marx abundantemente, en polémica con el socialismo que fue verbalmente revolucionario pero, en la práctica, legalista y revisionista. La más importante iniciativa realizada fue, sin duda, la publicación en 1879 del compendio del primer libro de El capital, al cuidado de Carlo Cafiero. Fue está la primera ocasión en la cual, si bien en forma popular, los principales conceptos teóricos de Marx pudieron comenzar a circular en Italia.

Los años 80 y el “marxismo” sin Marx
Los escritos de Marx no fueron traducidos durante los años 1880. Excepto poquísimos artículos aparecidos en la prensa socialista, las únicas obras publicadas fueron ambas de Engels (El socialismo utópico y el socialismo científico en 1883 y El origen de la familia, la propiedad privada y el estado en 1885) y vieron la luz -en ediciones de escasísima difusión- sólo gracias a la tan terca como virtuosa iniciativa del socialista beneventano Pasquale Martignetti.

Por el contrario, comenzaron a ocuparse de Marx importantes sectores de la cultura oficial, que lo recibieron con menos prevenciones que las manifestadas, en cambio, en el ámbito alemán. Así, por iniciativa de los más importantes niveles editoriales y académicos, la prestigiosísima “Biblioteca dell´economista”, la misma que Marx había consultado muchas veces en el curso de sus investigaciones en el British Museum, publicó, entre 1882 y 1884 en fascículos separados y en 1886 en un volumen, el libro primero de El capital. Demostrando la inanidad del movimiento italiano, Marx toma conocimiento de esta iniciativa (que fue la única traducción de la obra realizada en Italia hasta después de la segunda guerra mundial) solo casualmente y apenas dos meses antes de morir [21] (y Engels, solamente en 1893) [22] .

Aún con todas las limitaciones que se ha intentado hasta aquí describir brevemente, la primera circulación del “marxismo” puede datarse precisamente en este período. Sin embargo, a causa del número reducidísimo de traducciones de los escritos de Marx y de su difícil disponibilidad, esta difusión no llega casi nunca a través de las fuentes originales, sino a través de referencias indirectas, citas de segunda mano, compendios efectuados por la miríada de epígonos o presuntos continuadores, surgidos en poco tiempo [23] .

Durante estos años se desarrolló un verdadero y propio proceso de ósmosis cultural, que alcanzó no sólo las diversas concepciones socialistas presentes en el territorio, sino también ideologías que con el socialismo no tenían nada que ver. Estudiosos, agitadores políticos y periodistas formaron sus propias ideas hibridando el socialismo con todos los otros instrumentos teóricos de que disponían [24] .

Si el “marxismo” logró rápidamente afirmarse sobre otras doctrinas, también en razón de la ausencia de un socialismo italiano autóctono, el éxito de la homogenización cultural fue el nacimiento de un “marxismo” empobrecido y contrahecho [25] . Un “marxismo” passe-partout. Sobre todo, un “marxismo” sin conocimiento de Marx, visto que los socialistas italianos que lo habían leído en sus textos originales podían contarse aún con los dedos de las manos [26] .

Pese a ser elemental e impuro, determinista y en función de las contingencias políticas, este “marxismo” fue de todas maneras capaz de conferir identidad al movimiento de los trabajadores, a afirmarse en el Partido de los Trabajadores Italianos constituido en 1892 y hasta desplegar su propia hegemonía en la cultura y en la ciencia italiana [27] . Del Manifiesto del partido comunista, no hay aún ningún indicio hasta el fin de los años 80. No obstante, ejercerá, junto con su principal intérprete, Antonio Labriola, un rol importante en la ruptura con aquel “marxismo” adulterado que había, hasta entonces, caracterizado la realidad italiana.

Antes de hablar de ello, sin embargo, es necesario dar un paso atrás. El prólogo a la primera edición del Manifiesto del partido comunista, anunciaba su publicación “en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés” [28] . En realidad este propósito no fue realizado. O, como sería mejor afirmar, el Manifiesto deviene uno de los escritos más difundidos de la historia de la humanidad pero no según los planes de sus dos autores.

Las primeras ediciones del Manifiesto en Italia
La primera tentativa de traducción de “el Manifiesto en italiano y en español” fue emprendida en París por Hermann Ewerbeck, dirigente de la Liga de los Comunistas de la capital francesa [29] . Sin embargo, con años de distancia, en Herr Vogt, Marx señaló erróneamente la existencia de una edición italiana [30] , empresa que no fue jamás realizada. Del proyecto inicial, la única traducción posterior fue la inglesa en 1850, precedida por la suiza de 1848. Posteriormente, después de las derrotas de las revoluciones del bienio 1848- 49, el Manifiesto fue olvidado.

Las únicas reimpresiones, dos en los años 50 y tres en los años 60, aparecieron en lengua alemana y, para la aparición de nuevas traducciones, será necesario esperar una veintena de años. En 1869, en efecto, se dio a imprimir la edición rusa y en 1871 la serbia. En el mismo período, en New York, vieron la luz la primer versión inglesa publicada en los Estados Unidos (1871) y la primera traducción francesa (1872). Siempre en 1872 aparece en Madrid la primera traducción española, seguida, al año siguiente, de la portuguesa procedente de esta última. Al tiempo, en Italia, el Manifiesto es todavía desconocido. Su primer breve exposición, compuesta por resúmenes y extractos del texto, aparece sólo en 1875, en la obra de Vito Cusumano, Le scuole economiche della Germania in rapporto alla questione sociale.

En ella se podía leer que: “desde el punto de vista del proletariado este programa es tan importante como la Déclaration des droits des hommes para la burguesía: es uno de los hechos más importantes del siglo XIX, uno de aquellos hechos que caracterizan, que dan nombre y dirección a un siglo” [31] . Después, las referencias al Manifiesto fueron poco frecuentes.

Sin embargo, el escrito está citado, en 1883, en los artículos que dieron noticia de la desaparición de Marx. La hoja socialista La Plebe lo señalaba como uno “de los documentos fundamentales del socialismo contemporáneo […] símbolo de la mayoría del proletariado socialista de occidente y de América del Norte” [32] . El periódico burgués la Gazzetta Piamontese, en cambio, presentaba a Marx, como el autor del “famoso Manifiesto de los comunistas, que deviene el lábaro del socialismo militante, el catecismo de los desheredados, el evangelio sobre el cual votan, juran, combaten los obreros alemanes y la mayor parte de los obreros ingleses” [33] . Al pesar de estas apreciaciones, su edición debería sin embargo esperar todavía. En 1885, después de haber recidido una copia del Manifiesto por Engels, Martignetti realizó su traducción.

Sin embargo, por falta de dinero, la edición jamás fue publicada. La primera traducción italiana aparece, con más de 40 años de retardo, solamente en 1889, año en el cual habían sido ya publicadas varias ediciones en alemán, 12 en ruso, 11 en francés, 8 en inglés, 4 en español, 3 en danés (la primera en 1884), 2 en suizo, y una (respectivamente) en lengua portuguesa, checa (1882), polaca (1883), noruega (1886) e yidisch (1889). El texto italiano fue dado a la imprenta con el título de M anifiesto de los socialistas redactado por Marx y Engels, en 10 entregas entre agosto y noviembre, en el diario democrático de Cremona L´Eco del popolo.

Esta versión, sin embargo, se distingue por la pésima calidad, omitiendo los prefacios de Marx y Engels, la tercera sección (“Literatura socialista y comunista”) y diversas partes que fueron omitidas o resumidas. Por otro lado, la traducción de Leonida Bissolati, desde la edición alemana de 1883 y confrontada con la francesa en 1885 revisada por Laura Lafargue, simplificaba las expresiones más complicadas. Por lo tanto, más que de una traducción, se trató de una popularización del escrito, con un cierto número de pasajes textualmente traducidos [34] .

La segunda edición italiana, que fue la primera en aparecer encuadernada, llega en 1891. La traducción, procedente de la versión francesa de 1885 del diario parisino Le socialiste, y el prefacio, fueron obra del anarquista Pietro Gori. El texto se destaca por la ausencia del prólogo y por los diversos errores que presenta. El editor Flaminio Fantuzzi, cercano también a las posiciones anarquistas advirtió a Engels sólo después de hecho, y éste, en una carta a Matignetti, expresó su particular fastidio por los “prefacios del desconocido tipo Gori” [35] .

La tercera traducción italiana apareció en 1892, como folletín en el periódico Lotta di classe de Milán. Esta versión, que se presentaba como la “primera y única traducción italiana del Manifiesto, que no es una traición” [36] , fue dirigida por Pompeo Bettini sobre la edición alemana de 1883. Aunque ella también presentaba errores y simplificaciones de algunos pasajes, se afirmó decididamente sobre las otras, tuvo numerosas reediciones hasta 1926 y puso en marcha el proceso de formación de la terminología marxista en Italia [37] .

Al año siguiente, con algunas correcciones y mejoras de estilo y con la indicación de que “la versión completa [había sido] hecha sobre la quinta edición alemana (Berlín 1891)” [38] , esta traducción aparece encuadernada y en 1000 copias. En 1896 se reimprime en 2000 ejemplares. El texto contenía los prefacios de 1872, 1883 y 1890, traducidos por Felippo Turatti, director de Critica Sociale, por entonces la principal revista del socialismo italiano, y el adecuado proemio Al lettore italiano que habían logrado obtener de Engels para la ocasión, a fin de poder distinguir la nueva edición de la que la habían precedido. Este prefacio a la edición italiana fue el último escrito para el Manifiesto por uno de sus autores.

En los años siguientes fueron publicadas otras dos ediciones que, aunque privadas de las indicaciones del traductor, reemprendían decididamente la versión de Bettini. La primera, a la que faltaban sin embargo, el prefacio y la tercera sección, fue realizada para dar al Manifiesto una edición popular y barata. Fue promovida, en ocasión del 1º de mayo de 1897, por la revista Era Nuova y aparece en Diano Marina (Liguria) en 8000 copias. La segunda, sin prefacios, en Florencia, en 1901 por el editor Nerbini.

El Manifiesto entre fines del 800 y el fascismo
En los años 90, el proceso de difusión de los escritos de Marx y Engels obtiene un gran progreso. La consolidación de las estructuras editoriales de lo que había devenido el Partido Socialista Italiano, la obra desarrollada por los numerosos periódicos y editores pequeños y la colaboración de Engels a la Critica Sociale, fueron todas circunstancias que contribuyeron a un mayor conocimiento de la obra de Marx. Ello no bastaba, sin embargo, para contener el proceso de alteraciones que acompañaba su divulgación. La elección de combinar las concepciones de Marx con las teorías más disparatadas fue tanto una obra de aquel fenómeno denominado “socialismo de cátedra” como del movimiento obrero, cuyas contribuciones teóricas, aunque devenidas de cierta importancia, se caracterizaban aún por un estrechísimo conocimiento de los escritos marxianos.

Marx había asumido ya una indiscutible notoriedad, pero era todavía considerado como un primus inter pares en la multitud de los socialistas existentes [39] . Sobre todo, fue puesto en circulación por pésimos intérpretes de su pensamiento. Entre todos, valga de ejemplo quien fue considerado “el más socialista, el más marxista […] de los economistas italianos” [40] : Achille Loria; corrector y perfeccionador de aquel Marx que ninguno conocía lo bastante como para decir en qué había sido corregido o perfeccionado. Dado que es conocida la descripción pintada por Engels en el Prefacio al Libro Tercero de El capital- “imprudencia ilimitada, agilidad de anguila para escaparse en situaciones insostenibles, heroico desdén por las patadas recibidas, rapidez para apropiarse de productos ajenos…” [41] – para mejor describir la falsificación sufrida por Marx puede ser útil recordar una anécdota escrita en 1896 por Benedetto Croce. En 1867, en Nápoles, en ocasión de la constitución de la primera sección italiana de la “Internacional”, un desconocido personaje extranjero “muy alto y muy rubio, con el modo de los viejos conspiradores y de hablar misterioso”, intervino para convalidar el nacimiento del círculo. Todavía muchos años después, un abogado napolitano presente en el encuentro, estaba convencido que “aquel hombre alto y rubio había sido Carlos Marx” [42] y nos dio un gran trabajo lograr convencerlo de lo contrario. Dado que en Italia muchos conceptos marxianos fueron introducidos por el “ilustre Loria” [43] , se puede concluir que lo que ha sido inicialmente divulgado haya sido un Marx desnaturalizado, un Marx, también “alto y rubio” [44] .

Tal realidad cambió solo gracias a la obra de Labriola, que por primera vez introdujo en Italia el pensamiento marxiano de manera auténtica. Más que ser interpretado, actualizado o “completado” con otros autores, se puede afirmar que, gracias a él, Marx es descubierto por primera vez [45] . Esta empresa llega a través de los Saggi sulla concezione materialistica della storia, publicados por Labriola entre 1895 y 1897. El primero de estos, In memoria del Manifesto dei comunisti, consistía precisamente en un estudio sobre la génesis del Manifiesto que, a consecuencia de la aprobación aportada por Engels poco antes de su muerte [46] , lo convierte en el más importante comentario e interpretación oficial desde el lado “marxista”.

Muchas de las limitaciones de la realidad italiana pudieron entonces ser afrontados. Según Labriola, la revolución “no puede resultar de la sublevación de una turba guiada por algunos, sino que debe ser y será el resultado de los mismos proletarios” [47] . “El comunismo crítico – que para el filósofo napolitano era el nombre más adecuado para describir las teorías de Marx y Engels- no fabrica las revoluciones, no prepara las insurrecciones, no arma las sublevaciones […] no es en suma, un seminario en el que se forme el estado mayor de los capitanes de la revolución proletaria; sino que es sólo la conciencia de tal revolución” [48] . El Manifiesto, entonces, no es “el vademécum de la revolución proletaria” [49] , sino el instrumento para desenmascarar la ingenuidad que se piensa posible “sin revolución, o sea sin cambios fundamentales de la estructura elemental y general de la sociedad” [50] .

Con Labriola el movimiento obrero italiano tiene, finalmente, un teórico capaz de conferir, al mismo tiempo, dignidad científica al socialismo, de compenetrar y revigorizar la cultura nacional, de medirse con los máximos niveles de la filosofía y del marxismo europeo. Sin embargo, el rigor de su marxismo, problemático por las inmediatas circunstancias políticas y crítico de los compromisos teóricos, lo hizo también impracticable [51] .

A caballo entre dos siglos, en efecto, la publicación de La filosofia de Marx de Giovanni Gentile (libro señalado luego por Lenin como “digno de atención” [52] ), de los escritos de Croce que proclamaban la “muerte del socialismo” [53] y -del lado militante- de los trabajos de Francesco Saverio Merlino [54] y de Antonio Graziadei [55] , hicieron soplar también en Italia el viento de “la crisis del marxismo”. En el Partido Socialista italiano, sin embargo, no había -como en Alemania- un “marxismo” ortodoxo y, en realidad, el enfrentamiento se produjo entre dos “revisionismos”, uno reformista y el otro sindical-revolucionario [56] .

En este mismo período, a partir de 1899 y hasta 1902, hubo un proliferar de traducciones de Marx y Engels que proveyeron al lector italiano buena parte de las obras en ese tiempo disponibles. Fue en ese contexto que, en 1902, como apéndice a la tercera edición del escrito de Labriola In memoria del Manifesto dei comunisti, aparece una nueva traducción del Manifiesto, la última realizada en Italia hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. Esta, cuya paternidad fue asignada por algunos a Labriola y por otros a su mujer Rosalía Carolina De Sprenger, contenía algunas inexactitudes y omisiones retomadas en otras pocas reediciones del escrito.

La versión más utilizada hasta el fin de la segunda posguerra fue, entonces, la de Bettini, reproducida en numerosas reimpresiones. A una primera de 1910, le siguieron varias al cuidado de la “Società Editrice Avanti”, devenida el principal vehículo de propaganda del Partido Socialista. En particular, dos en 1914, la segunda de las cuales incluía I fondamenti del comunismo de Engels. Todavía entre 1914 y 1916 (reimpresa en el bienio 1921-22) aparece introducida en el primer tomo de la edición de las Opere de Marx y Engels que, confirmando la confusión general dominante, en Italia -como en Alemania- fueron recogidas junto con las de Lasalle. Después en 1917, por dos veces en 1918 con un apéndice con los 14 puntos de la Conferencia de Kienthal y el Manifiesto de la Conferencia de Zimmerwald, en 1920 (con dos reimpresiones en 1922) en una traducción realizada por Gustavo Sacerdote y, finalmente, en 1925. A estas ediciones Avanti, se agregan otras siete reimpresiones de casas editoriales menores, entre 1920 y 1926.

Durante la primera década del siglo, el “marxismo” fue desplazado de la práctica política cotidiana del Partido Socialista italiano. En un famoso debate parlamentario de 1911, en efecto, el presidente del Consejo Giovanni Giolitti podría afirmar: “el Partido Socialista ha moderado bastante su programa. Carlos Marx ha sido enviando al desván” [57] . Los comentarios sobre textos de Marx, que sólo un poco tiempo antes habían inundado el mercado librero, se retrajeron. Si se excluye el “retorno a Marx” de los estudios filosóficos de Rodolfo Mondolfo [58] y pocas otras excepciones, lo mismo se verificó durante los años 1910. En cuanto a las iniciativas provenientes desde otras realidades, el campo burgués hacía tiempo que había celebrado la “disolución del marxismo”, mientras en la Iglesia católica las condenas prejuiciosas prevalecieron largamente sobre las tentativas de análisis.

En 1922 irrumpe la barbarie fascista. Desde 1923, todos los ejemplares del Manifiesto fueron retirados de las bibliotecas públicas y universitarias. En 1924 todas las publicaciones de Marx y las ligadas al movimiento obrero fueron arrojadas al fuego [59] . Las leyes “fascistísimas” de 1926, finalmente, decretaron la disolución de los partidos de oposición y dieron inicio al período más trágico de la historia italiana moderna.

Si se excluyen algunas ediciones ilegales dactilografiadas o mimeografiadas, los pocos escritos de Marx publicados en lengua italiana entre 1926 y 1946 aparecieron en el exterior (entre éstas se señalan dos versiones del Manifiesto impresas en Francia, en 1931 y en 1939, y otra publicada en Moscú en 1944, con una nueva traducción de Palmiro Togliatti). Únicas excepciones a esta conjura del silencio fueron tres diversas ediciones del Manifiesto del Partido Comunista. Dos de éstas aparecieron “para uso de los estudiosos” y con derecho de consulta sólo a través de una solicitud previa, en 1934. La primera en el volumen compilado Politica ed economia, que recoge, junto al de Marx, textos de Labriola, Loria, Pareto, Weber y Rimmel; la traducción era la de Bettini revisada por Robert Michels [60] . La segunda en Florencia en la versión de Labriola, en otro volumen colectivo, Le carte dei diritti, primero de la colección “Classici del liberalismo e del socialismo”. Por último, en 1938, esta vez al cuidado de Croce, como apéndice a una compilación de los ensayos de Labriola, con el título de La concezione materialistica della storia, en la traducción por él mismo realizada. El volumen comprendía también un ensayo de Croce, devenido después famoso, con el título mucho más explícito: Come nacque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900). El filósofo idealista, sin embargo, se equivocaba.

El “marxismo” italiano no estaba muerto, sino solamente prisionero en los Quaderni del carcere de Antonio Gramsci [61] que pronto habrían de desplegar todo su valor teórico y político. Con la liberación del fascismo, el Manifiesto recomenzó a aparecer en diversas ediciones. Federaciones provinciales del Partido Comunista Italiano, iniciativas individuales y de pequeñas casas editoras en la Italia meridional ya liberada, dieron al texto de Marx y Engels una nueva savia. Tres ediciones aparecieron en 1943 y ocho en 1944. Y así luego en los años sucesivos: desde nuevas ediciones publicadas al final de la guerra, en 1945, al exploit de 1948, en ocasión del centenario.

Vitalidad del Manifiesto
Recorriendo la historia de la edición italiana del Manifiesto del partido comunista resalta, con evidencia, el enorme retardo con el cual fue publicado. Contrariamente a muchos países donde el Manifiesto fue el primer escrito de Marx y Engels en ser traducido, en Italia aparece sólo después de otras obras [62] . También su influencia política fue modesta y no incide nunca directamente sobre los principales documentos del movimiento obrero. Mucho menos fue determinante en la formación de la conciencia política de los dirigentes socialistas. Sin embargo, fue de mucha relevancia para los estudiosos (se ha visto el caso de Labriola) y, a través de sus ediciones, desarrolló un rol importante entre los militantes, hasta devenir la referencia teórica privilegiada.

A otros 150 años de su publicación, puesto en examen por un número ya incalculable de exégetas, opositores y seguidores de Marx, el Manifiesto ha atravesado las más variadas estaciones y ha sido leído de los modos más diversos. Piedra miliar del “socialismo científico” o plagio del Manifeste de la démocratie de Víctor Considerant; texto incendiario culpable de haber fomentado el odio entre las clases en el mundo o símbolo de liberación del movimiento obrero internacional; clásico del pasado u obra anticipadora de la realidad actual de la “globalización capitalista”. Cualquiera que sea la interpretación que se proponga, una cosa es cierta: poquísimos otros escritos en la historia pueden jactarse de análoga vitalidad y difusión. Aún hoy, en efecto, el Manifiesto continúa siendo impreso y dando que hablar tanto en América latina como en China, en los Estados Unidos como en toda Europa.

Si la perpetua juventud de un escrito está en su capacidad de saber envejecer, o de ser siempre capaz de estimular nuevos pensamientos, se puede entonces afirmar que el Manifiesto posee sin duda está virtud.

Reference List
1. Cfr. Gian Mario Bravo, Marx e il marxismo nella prima sinistra italiana, in Marcello Musto (a cura di), Sulle tracce di un fantasma. L’opera di Karl Marx tra filologia e filosofia , Roma, Manifestolibri, 2006 (2005), pág. 97.
2. Jacques Derrida, Spettri di Marx, Milano, Raffaello Cortina Editore, 1994, pág. 22.
3. Cfr. John Cassidy, The return of Karl Marx, in The NewYorker, ottobre 20/27 1997, págs. 248-259.
4. Cfr. Le Nouvel Observateur, octubre/noviembre 2003.
5. Cfr. Der Spiegel, 22 de agosto de 2005.
6. Cfr. Giuseppe Del Bo (a cura di), La corrispondenza di Marx e Engels con italiani (1848-1895) , Milano, Feltrinelli, 1964, págs. IX-XXI.
7. “Carlo Marx capo supremo dell’Internazionale”, in Il proletario Italiano (Torino), 27 de julio 1871.
8. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, Roma, Luigi Mongini Editore, 1909, pág. 15, que subraya como “originariamente fue el Marx político que impulsa poco apoco a los italianos a ocuparse también del Marx científico”.
9. Carlo Marx capo supremo dell’Internazionale , cit.
10. Cfr. Renato Zangheri, Storia del socialismo italiano, tomo I, Torino, Einaudi, 1993, pág. 338.
11. Como ejemplo del caso puede verse el manual de Oddino Morgari, L’arte della propaganda socialista, Libr. Editr. Luigi Contigli, Firenze 1908 (2ª ed.), pág. 15. Proponía a los propagandistas del partido utilizar este modo de aprendizaje: leer en primer lugar un resumen cualquiera de Darwin o de Spencer que dará al estudioso la dirección general del pensamiento moderno; después vendrá Marx a completar la “formidable tríada” que comprenderá dignamente el “evangelio de los socialistas contemporáneos”. A propósito cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, op. cit., pág. 102.
12. Ibid., pág. 101.
13. Véase el escrito muy difundido de Enrico Ferri, Socialismo e scienza positiva. Darwin, Spencer, Marx, Roma, Casa Editrice Italiana, 1894. En su prefacio el autor italiano afirmaba: “entiendo probar como el socialismo Marxista […] no es sino lo completamente práctico y fecundo, en la vida social, de la revolución científica […] decidida y disciplinada de las obras de Carlo Darwin e Herbert Spencer”.
14. Cfr. Gnocchi Viani, Il socialismo moderno, Milano, Casa di pubblicità Luigi Pugni, 1886. A propósito véase la crítica a Gnocchi Viani de Roberto Michels, Storia critica del movimento socialista italiano. Dagli inizi fino al 1911 , Firenze, Società An. Editrice “La voce”, 1926, pág. 136.
15. A modo de ejemplo véase la carta de la “Associazione democratica di Macerata” a Marx del 22 de diciembre de 1871. Esta organización propone a Marx como “triunviro onorario insieme ai cittadini Giuseppe Garibaldi e Giuseppe Mazzini”, in Giuseppe Del Bo (a cura di), op. cit., pág. 166. Al reportar la noticia a Wilhelm Liebknecht, el 2 de enero de 1872, Engels escribe: “Una sociedad de Macerata en la Romagna ha nominado come sus 3 presidentes honorarios a: Garibaldi, Marx y Mazzini. Esta confusión refleja fielmente el estado de la opinión pública entre los obreros italianos. Sólo falta Bakunin para completar el cuadro”, MEW 33, Berlin, Dietz Verlag, 1966, pág. 368.
16. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, op. cit., pág. 101, que revela como “a los ojos de muchos Schäffle pasó por el más auténtico de todos los marxistas”.
17. Cfr. Paolo Favilli, Storia del marxismo italiano. Dalle originialla grande guerra , Milano, FrancoAngeli, 2000 (1996), pág. 50.
18. Cfr. Paolo Favilli, Storia del marxismo italiano. Dalle origini alla grande guerra, cit., pág. 45.
19. Ibid, pág. 42.
20. Ibid, págs. 59-61.
21. Cfr. Tullio Martello a Karl Marx, 5 de enero de 1883, in Giuseppe del Bo (a cura di), op. cit., pág. 294.
22. Cfr. Filippo Turati a Friedrich Engels, 1° de junio de 1893, in Ibíd., págs. 479 – 480.
23. Cfr. Roberto Michels, op. cit., pág. 135, que afirma como, en Italia, el marxismo no brota, “en la casi totalidad de sus adeptos, de un profundo conocimiento de las obras científicas del maestro, sino de contactos hechos un poco por cada lado con escritos políticos menores o cualquier resumen de economía hecho por otro y a menudo, lo que es peor, a través de sus epígonos de la social-democracia alemana”.
24. Cfr. Antonio Labriola,Discorrendo di socialismo e filosofia, in Scritti filosofici e politici, a cura di Franco Sbarberi, Torino, Einaudi, 1973, pág. 731, que afirmaba como “muchos de los que en Italia se hacen socialistas, y no como simples agitadores, discursistas o candidatos, sienten que es imposible persuadir científicamente, si no es relacionándola de cualquier modo o a través de la remanente concepción genética de las cosas; que está más o menos en el fondo de todas las ciencias. De aquí la manía que hay en muchos de pescar dentro del socialismo todo aquel resto científico de la que más o menos disponen”.
25. Cfr. Gian Mario Bravo, op. cit., pág. 103.
26. Cfr. Roberto Michels, op. cit., pág. 99.
27. Cfr. Benedetto Croce, Storia d’Italia dal 1871 al 1915, Bari, Laterza, 1967, págs. 146 y 148.
28. Friedrich Engels, Karl Marx, Manifest der kommunistischen Partei, MEW 4, Dietz Verlag, Berlin 1959, pág. 461.
29. Cfr. Friedrich Engels a Karl Marx, 25 de abril de 1848, MEGA2 III/2, pág. 153.
30. Cfr. Karl Marx, Herr Vogt, MEGA? I/18, pág. 107.
31. Vito Cusumano, Le scuole economiche della Germania in rapporto alla questione sociale , Prato, Giuseppe Marghieri Editore, 1875, pág. 278.
32. En La Plebe (Milano), abril 1883, N° 4.
33. Dall’Enza:Carlo Marx e il socialismo scientifico e razionale, in Gazzetta Piemontese (Torino), 22 marzo de 1883.
34. Cfr. Bert Andréas, Le Manifeste Communiste de Marx et Engels, Milano, Feltrinelli, 1963, pág. 145.
35. Friedrich Engels a Pasquale Martignetti, 2 aprile 1891, in MEW 38, Berlin, Dietz Verlag, 1964, pág. 72.
36. En Lotta di classe (Milano), 1892, N° 8.
37. Cfr. Michele A. Cortellazzo, La diffusione del Manifesto inItalia alla fine dell’Ottocento e la traduzione di Labriola , in Cultura Neolatina, 1981, N° 1-2, pág. 98, que afirma: “1892 separa aguas y divide el conjunto de las traducciones ochocentistas del Manifiesto en dos campos bien distintos: al otro lado del cual quedan las traducciones aproximativas, lagunosas y largamente deudoras de las versiones extranjeras, más importantes por su valor de primeros documentos de la difusión del texto en Italia que por la calidad de la traducción; de este lado las traducciones completas y escrupulosas que, también por su tirada , influyeron decididamente en la difusión del marxismo en Italia”.
38. Carlo Marx, Friedrich Engels, Il Manifesto del Partito Comunista, Milano, Uffici della Critica Sociale, 1893, pág. 2.
39 Cfr. Gaetano Arfé, Storia del socialismo italiano (1892- 1926), Milano, Mondadori, 1977, pág. 70.
40. Filippo Turati ad Achille Loria, 26 de diciembre de 1890, inAppendice a Paolo Favilli,Il socialismo italiano e la teoria economica di Marx (1892-1902), Napoli, Bibliopolis, 1980, págs. 181-182.
41. Friedrich Engels, Vorwort a Karl Marx, Das Kapital. Dritter Band, MEGA II/15, págs. 21.
42. Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, Napoli, Bibliopolis, 2001, pág. 65.
43. Friedrich Engels, op. cit., pág. 21.
44. Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, cit., pág. 65.
45. Cfr. Antonio Labriola a Benedetto Croce, 25 de mayo de 1895, in Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, cit., pág. 269. Al respecto véase también Mario Tronti, Tra materialismo dialettico e filosofia della prassi. Gramsci e Labriola , in Alberto Caracciolo, Gianni Scalia (a cura di), La città futura. Saggi sulla figura e il pensiero di Antonio Gramsci , Milano, Feltrinelli, 1959, pág. 148.
46. “Todo muy bien, sólo algún pequeño error de hecho y al inicio un estilo un poco demasiado erudito. Es muy curioso ver el resto”, in Friedrich Engels a Antonio Labriola, 8 de julio de 1895, MEW 39, Berlin, Dietz Verlag, 1968, pág. 498.
47. Cfr. Antonio Labriola,In memoria del Manifesto dei comunisti, in id., Scritti filosofici e politici, cit., pág. 507.
48. Ivi, pág. 503.
49. Ivi, pág. 493.
50. Ivi, págs. 524-525.
51. Cfr. Eugenio Garin, Antonio Labriola e i saggi sul materialismo storico, in Antonio Labriola, La concezione materialistica della storia, Bari, Laterza, 1965, pág. XLVI.
52. Vladimir Illich Lenin, Karl Marx, in Opere, volume XXI, Roma, Editori Riuniti, 1966, pág. 76.
53. Al respecto véase el ensayo de Benedetto Croce, Come nacque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900) , in Benedetto Croce, Materialismo storico ed economia marxistica, cit., págs. 265-305.
54. Cfr. Francesco Saverio Merlino, L’utopia collettivista e la crisi del socialismo scientifico , Milano, Treves, 1897; Francesco Saverio Merlino, Pro e contro il socialismo. Esposizione critica dei principi e dei sistemi socialisti , Milano, Treves, 1897.
55. Cfr. Antonio Graziadei, La produzione capitalistica, Torino, Bocca, 1899.
56. Cfr. Roberto Michels, Storia del marxismo in Italia, cit., pág. 120.
57. La frase fue pronunciada por Giolitti en el parlamento el 8 de abril de 1911. Véanse los Atti parlamentari, Camera dei Deputati, Sessione 1909-1913, vol. XI, p. 13717. Al respecto véase Enzo Santarelli, La revisione del marxismo in Italia. Studi di critica storica , Milano, Feltrinelli, 1964, pág. 131-132.
58. Cfr. Rodolfo Mondolfo, Umanismo di Marx. Studi filosofici 1908-1966, Torino, Einaudi, 1968.
59. Cfr. Antonio Gramsci, La costruzione del partito comunista (1923-1926), Torino, Einaudi, 1978, págs. 475-476.
60. Las modificaciones a la versión de Bettini contenidas en esta nueva edición fueron una verdadera y propia tentativa de deformación y supresión de algunas partes del texto, para hacerlo menos peligroso y más conforme a la ideología fascista. Al respecto cfr. Franco Cagnetta, Le traduzioni italiane del «Manifesto del partito comunista » , in Quaderni di Rinascita, 1949, n. 1: Il 1848, pp. 28-29.
61. Cfr. Enzo Santarelli, La revisione del marxismo in Italia, cit., pág. 23.
62. La cronología de las ediciones de los escritos mayores de Marx y Engels hasta la publicación del Manifesto del partito comunista es la siguiente: 1871. Karl Marx, La guerra civile in Francia; 1873. Friedrich Engels, Dell’autorità; 1873. Karl Marx, Dell’indifferenza in materia politica; 1879. Carlo Cafiero, Il capitale di Carlo Marx brevemente compendiato da Carlo Cafiero ; 1882-84. Karl Marx, Il capitale; 1883. Friedrich Engels, L’evoluzione delsocialismo dall’utopia alla scienza; 1885. Friedrich Engels, L’originedella famiglia, della proprietà privata e dello Stato ; 1889. Karl Marx-Friedrich Engels, Manifesto del partito comunista (traduzione Bissolati); 1891. Karl Marx-Friedrich Engels, Manifesto del partito comunista (traduzione Gori); 1892. Karl Marx-Friedrich Engels, Manifesto del partito comunista (traduzione Bettini).

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Xabier Grácia, Dialéctica. Revista de estudios políticos, económicos, filosóficos y culturales

“Este [Eckstein] pertenece a ese género de periodistas, nacidos con el crecimiento de la prensa obrera, que saben escribir de todo: derecho de familia japones, biología moderna, historia del socialismo, teoría del conocimiento, etnografía, historia de la civilización, economía política, problemas tácticos…, de todo lo que haga falta.

Estos polígrafos se mueven por todos los campos del saber con una descarada seguridad que los investigadores serios pueden envidiar sinceramente. Y cuando les falta toda comprensión para el asunto tratado, la sustituyen produciéndose con osadía y petulancia.” – Rosa Luxemburg (Una Anticrítica)

Fernández Buey sostuvo una vez en esta misma revista que uno de los problemas del marxismo del siglo XX había sido la gran cantidad de adolescentes petulantes que un día se llamaron marxistas y que al hacerse mayores atribuyeron a Marx sus propias tonterías de juventud. Tenía parte de razón el filósofo palentino y catalán de adopción, obviamente la propia ontogénesis de quienes se adscribieron alguna vez al marxismo es una gran fuente de incomprensiones del legado de Marx. Tampoco ayudaron a la difusión de la obra del viejo moro los ejércitos de “expertos” que proliferaron en la prensa partidaria y las organizaciones de los movimientos políticos de inspiración marxista y es que como dijo un poeta austriaco que no viene a cuento: cuando una mula pasa sobre un abismo, no la inquietan ni la profundidad, ni el misterio. Así que bueno es recordar el sarcasmo lacerante de Rosa Luxemburg a propósito de los polígrafos porque es sin duda, uno de los ejemplos arquetípicos de la posibilidad de emplear creativamente el legado de Marx en lo teórico y en lo práctico.

Sin embargo, Tras las huellas de un fantasma va a poner el énfasis en la propia filogénesis del marxismo (o marxismos) situando en el centro de la problemática la misma edición, difusión y recepción de la obra de Marx. Y es que Karl Marx, a pesar de la enorme literatura generada, ha sido un autor mal conocido. Mal conocido porque ha sido escasamente estudiado por sus seguidores y menos por sus detractores. Mal conocido porque ha sido sometido a esquematismos y vulgarizaciones graníticas con el objetivo de justificar las razones de partido o las adhesiones fraccionarias. Mal conocido porque la vulgata determinista de su obra se convirtió en ideología de Estado al servicio de las necesidades de legitimación de la burocracia estalinista.

El libro que presentamos tiene su origen en el coloquio internacional que, bajo el nombre Sulle Tracce di un Fantarma. L’Opera di Karl Marx tra Filologia e Filosofia (“Tras las huellas de un fantasma. La obra de Karl Marx, entre la filología y la filosofía”), se celebró en Nápoles en abril de 2004 con el apoyo de prestigiosas universidades italianas. Un año más tarde las ponencias presentadas por especialistas e investigadores de más de 10 países se editaron en italiano con el mismo título de esta edición. La versión para el público hispano-hablante recoge una selección de 12 textos relacionados con el pensamiento de Marx, su recepción y difusión en diferentes países, más una entrevista con el historiador británico Eric Hobsbawm. Añade además, un prefacio del filósofo mexicano Gabriel Vargas Lozano y un capítulo escrito por Guillermo Almeyra sobre la tortuosa introducción de Marx en América Latina. Las dos versiones han sido coordinadas por Marcello Musto cuya experiencia en estos menesteres viene garantizada por las excelentes publicaciones de Karl Marx’s Grundrisse en el 2008 o Marx for Today este mismo año, ambas editadas por Routledge.

Siguiendo parcialmente la estructura del coloquio internacional el libro se divide en tres secciones: 1) MEGA2: La nueva edición histórico-crítica de las obras completas de Marx y Engels; 2) Investigación actual sobre el pensamiento de Marx y 3) El Capital: la crítica incompleta. La primera parte del libro, que aborda la problemática de la edición de las obras completas de Marx y Engels, lo forman los escritos de Marcello Musto, Manfred Neuhaus y Gerald Hubman. La segunda sección, que trata sobre las investigaciones contemporáneas en el campo de estudios marxista, cuenta con los trabajos de Izumi Omura, Wei Xiaoping, Marcello Musto y Guillermo Almeyra. Finalmente, en la tercera sección, que gira en torno al carácter inacabado de El capital de Marx, encontraremos los trabajos de Wolfgang Fritz Haug, Michel R. Krätke, Geert Reuten, Christopher J. Arthur, Enrique Dussel y Jacques Bidet.

Una de las claves de bóveda del libro son las nuevas lecturas e interpretaciones de la obra de Marx a partir de la nueva Marx-Engels-Gesamtausgabe o MEGA2. Y es que, a pesar de la amplia repercusión que el marxismo tuvo durante el pasado siglo, todavía hoy carecemos de una edición completa y científica de los escritos de Marx y Engels. Cierto es que no se puede entender la historia de la difusión y edición de las obras de Marx y Engels sin tener en cuenta la historia convulsa del movimiento obrero y sus organizaciones. La primera tentativa de publicación de las obras completas, la Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA) no se inició hasta los años 20 del siglo pasado bajo el impulso de D. B. Riazanov, director del Instituto Marx-Engels de Moscú que, como señala Manfred Neuhaus, creó las bases histórico-filológicas de la tradición académica para la edición de las obras de Marx y Engels. Gracias al esfuerzo y las competencias editoriales de Riazanov, en un clima cada vez más adverso, se lograron editar una parte importante de los trabajos de juventud de Marx: Sobre la crítica de la filosofía hegeliana del derecho público en 1927, losManuscritos económico-filosóficos de 1844 y La ideología alemana en 1932. En 1933 se publicaron los trabajos preparatorios deEl capital como el Capítulo VI inédito y entre 1939 y 1941 los Lineamientos fundamentales de la crítica de la economía política, conocidos popularmente como Grundrisse.

El principio del fin del proyecto de editar las obras completas de Marx y Engels, bajo estrictos criterios editoriales y filológicos, llegó en febrero de 1931 cuando Riazanov fue depuesto de la dirección del Instituto Marx Engels (IME) y expulsado del Partido Comunista tras ser acusado desde el Pravda de “proto-menchevique”. Posteriormente fue falsamente acusado de organizar una conspiración menchevique y detenido junto a otros 13 supuestos instigadores, entre los cuales estaba otra de las mentes más lúcidas del marxismo ruso, el economista Isaak Rubin.

Rubin, que había trabajado como investigador asociado al IME desde 1926, y que contaba con toda la confianza de Riazanov, fue obligado tras ser sometido a durísimas torturas a testificar contra su mentor. Después de sufrir el destierro ambos serían ejecutados durante las grandes purgas estalinistas de finales de los años 30. Así, los seis volúmenes publicados entre 1931 y 1935 que habían sido en gran medida preparados por Riazanov lo hicieron bajo el nombre de V.V. Adoratskij y en 1935 el proyecto editorial de la MEGA fue abandonado.

Por ello, el proyecto de la MEGA2, iniciado en Alemania en 1975, en el que participan académicos de varias disciplinas y de diferentes nacionalidades (actualmente sin ningún tipo de tutela política) tiene una importancia y un alcance fundamental para el campo de estudios marxista. La publicación completa de todas las obras de Marx y Engels, en todos los niveles de su desarrollo supone el acceso a una parte fundamental del legado de los pensadores alemanes hasta hoy inaccesible. La MEGA2 se organiza en cuatro secciones: la primera incorpora todas las obras de los dos pensadores alemanes, artículos y borradores, excluyendo El capital; la segunda incluye El capital y los estudios preliminares desde 1857; la tercera sección está dedicada a la enorme correspondencia de Marx y Engels; mientras que el cuarto apartado anexa los extractos de estudio, anotaciones y comentarios al margen de Marx. Como es bien sabido Marx adquirió en sus años de universitario el hábito de compilar cuadernos con extractos y resúmenes de los libros que leía. Este apartado de la MEGA2 incluye los extractos y anotaciones que reflejan el amplio espectro de los intereses de Marx: filosofía, arte, religión, política, derecho, literatura, historia, economía política, geología, mineralogía, agronomía, etnología, química, física… De los 114 volúmenes proyectados ya se han publicado un total de 58, 18 a partir del reinicio del proyecto en 1989, cada uno de los cuales está formado por dos libros: el texto más el aparato crítico.

Tras las huellas de un fantasma es una lectura obligatoria para especialistas e investigadores del campo de estudios marxistas que quieran profundizar en la turbulenta historia de la edición y difusión de la obra de Marx, así como en el estado actual de las publicaciones de la MEGA2 y las investigaciones internacionales asociadas a este basto proyecto editorial. Esta problemática queda recogida en la primera parte del libro. En su segundo apartado le permitirá conocer el farragoso camino de difusión histórica de la obra de Marx en diferentes países como Japón, China o América Latina. Por último, el tercer apartado de Tras las huellas de un fantasma, dedicado a El capital, es quizás la sección más ardua para un lector no especializado pero es también una oportunidad de aprender con los textos de algunos de los especialistas internacionales más destacados. Uno de los ejes de esta sección, y que surge de los trabajos en torno a la MEGA2, es la de romper el mitema de que El capital es una obra acabada, monolítica o completamente sistemática que agota el objeto de estudio y deja cerrada todas las problemáticas. Este apartado presenta también varios trabajos de miembros representativos de la New Dialectics como Christopher J. Arthur que aborda la intrincada relación entre El capital de Marx y la Lógica de Hegel, o Geert Reuten. Este último propone una lectura novedosa del primer volumen de El capital y realiza un análisis crítico con las teorías del valor marxistas fundadas sobre el trabajo abstracto corporizado, que considera como un residuo del naturalismo y de las concepciones fisiologicistas del trabajo de la economía clásica. Estos autores tienen el mérito de haber reavivado el debate teórico sobre la forma valor, el trabajo abstracto y la relación entre Marx y Hegel. Pero es justo señalar que sus planteamientos han originado también numerosas críticas dentro del campo de estudios marxista, recogidas parcialmente en la revista Historial-Materialism y en la que han participado autores tan relevantes como Andrew Brown, Alfredo Saad-Filho, Roberto Finelli, Ben Fine, Costas Lapavitsas, Dimitris Milonakis, Alex Callinicos o Guillermo Carchedi.

Enrique Dussel, en su interesante trabajo Hegel, Schellin y el plusvalor, aborda dos tesis sobre la siempre problemática relación entre Marx y Hegel. Primero, que la crítica de la economía política de Marx desarrollada en El capital tiene muy presente el marco teórico de Hegel, en especial de su Lógica y que se manifiesta en el desenvolvimiento categorial del valor. Y segundo, que en la relación de Marx hacia Hegel hay una ruptura bajo la influencia de Schellin que permitió reconstruir el sistema de categorías hegeliano sobre la base del trabajo vivo como la fuente creadora del valor, del plusvalor, y en consecuencia del capital.

Tras las huellas de un fantasma también es un libro de gran utilidad para aquellos que quieren aproximarse y aprender a pensar con Marx porque siempre es necesario deshacer los prejuicios de sus adversarios o las mitologías de sus simpatizantes. Marx no fue solamente uno de los teóricos sociales que mejor supo captar y exponer la moderna sociedad burguesa, sino que también fue un gran teórico del socialismo moderno enfrentado en su momento a las veleidades del Socialismo de Estado de Ferdinand Lasalle. Como sostiene Wolfang Fritz, la obra de Marx conserva su contemporaneidad porque puede entenderse “no como un dogma sino como un proyecto teórico-práctico abierto”. Un Marx necesario para la lucha por la emancipación que sigue vigente para abrir problemáticas, para aprender a preguntar y que, sin ningún tipo de duda, es mucho más rico, complejo y desarrollado de lo que barruntan sus detractores y seguidores. Y es que la obra de los grandes pensadores siempre es más grande que su propio mito.

Finalmente, una de las reflexiones obligadas y urgentes de la lectura de Tras las huellas de un fantasma es la imperiosa necesidad de aunar fuerzas para impulsar la traducción al castellano de la MEGA2 así como las nuevas investigaciones que están floreciendo a su alrededor ( Marx-Engels-Forschung, por ejemplo). Un primer paso para ello sería reforzar la presencia de los investigadores hispano-hablantes en el comité científico de la MEGA2 que por lo que conozco sólo está representada por el español Pedro Ribas. Un segundo paso sería preparar la traducción al castellano de las obras fundamentales de la nueva MEGA2. Desde luego que se trata de una tarea editorial titánica que sólo podrá ser posible con el esfuerzo común de los principales investigadores marxistas de la comunidad académica de habla hispana, de los espacios de estudio marxistas que han proliferado en los últimos años y de la valentía editorial.

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Alienados de todo el mundo, uníos

La alienación ha sido una de las teorías más debatidas del siglo XX. La primera exposición filosófica del concepto tuvo lugar ya en 1807 por parte de Georg W. F. Hegel. En su Fenomenología del espíritu, constituye la categoría central del mundo moderno y usó el término para representar el fenómeno por el que el espíritu se objetiva. Con todo, en la segunda mitad del siglo XIX, la alienación desapareció de la reflexión filosófica y ninguno de los grandes prensadores le prestó atención.

El redescubrimiento de esta teoría en 1932 con la publicación de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, un texto inédito de la producción juvenil de Karl Marx donde, mediante la categoría del «trabajo alienado», traslada la problemática de la esfera filosófica a la económica. La alienación fue así descrita como el fenómeno por el que el producto del trabajo se manifiesta «como un ente extraño, como una potencia independiente del productor». Contrariamente a Hegel, quien la había representado como una manifestación ontológica del trabajo, que coincidía con la objetivación en cuanto tal, Marx concibió este fenómeno como la característica de una determinada época de la producción: la capitalista.

Las concepciones no Marxistas

Sin embargo, todavía tuvo que pasar mucho tiempo antes de que una concepción histórica, no ontológica, de la alienación se consolidara. De hecho, la mayor parte de autores que trataron esta problemática en las primeras décadas del siglo XX, lo hicieron considerándola un aspecto universal de la existencia humana. En Ser y tiempo, por ejemplo, Martin Heidegger la consideró una dimensión fundamental de la historia, la tendencia del Ser-Ahí (Dasein) a perderse en la inautenticidad y el conformismo del mundo que lo circunda. Herbert Marcuse también identificó la alienación con la objetivación en general y no con su manifestación en las relaciones de producción capitalistas. A su juicio, existía una «negación originaria en el acto del trabajo» que pertenecía a la «esencia misma de la existencia humana». De este modo, la crítica de la alienación devino una crítica de la tecnología y del trabajo en general. Su superación se consideró posible sólo mediante la afirmación de la libido y el juego en las relaciones sociales, únicos momentos en que el hombre alcanzaba la libertad que le era negada durante la actividad productiva.

En la segunda mitad del siglo XX el concepto de alienación también llegó al psicoanálisis. Los que la abordaron partían de la teoría de Freud, para quien, en la sociedad burguesa, el hombre se enfrenta a la decisión de elegir entre naturaleza y cultura y, para poder disfrutar de la seguridad garantizada por la civilización, debe necesariamente renunciar a las propias pulsiones. Los psicólogos asociaron la alienación con las psicosis que se manifiestan, en algunos individuos, precisamente a causa de esta elección conflictiva. Por consiguiente, la vastedad de la problemática de la alienación quedó reducida a un mero fenómeno subjetivo.

Tras las principales elaboraciones no marxistas de la alienación también hubo la de los existencialistas franceses. Después de la segunda postguerra, esta problemática fue incorporada por ellos como referencia recurrente tanto en filosofía como en narrativa. De este modo, la alienación adquirió un perfil muy genérico, identificada con una indistinta desazón del hombre en la sociedad, con una separación entre la personalidad humana y el mundo de la experiencia y, por tanto, como una condition humaine no suprimible.

El irresistible encanto de la teoría de la alienación

A partir de los años sesenta irrumpió una auténtica moda por la teoría de la alienación, y en todo el mundo aparecieron centenares de libros sobre el tema. Fueron los tiempos de la alienación tout-court. El período en que numerosos autores, distintos entre sí por su formación política y disciplinas, atribuyeron las causas de este fenómeno a la mercantilización, a la excesiva especialización del trabajo, a la burocratización, al conformismo, al consumismo, a la pérdida del sentido propio que se manifestaba en la relación con las nuevas tecnologías; e incluso al aislamiento del individuo, a la apatía, a la marginación social y étnica, o a la contaminación ambiental. Sin embargo, la popularidad del concepto y su uso indiscriminado crearon una profunda ambigüedad terminológica. En pocos años, la alienación se transformó en una fórmula vacía que abarcaba todas las manifestaciones de la infelicidad humana y su desatinado uso generó la convicción en la existencia de un fenómeno igualmente inmodificable.

Con el libro de Guy Debord La sociedad del espectáculo, uno de los manifiestos de la generación del 68, la teoría de la alienación llegó a la crítica de la producción inmaterial. Retomando algunas tesis avanzadas por Max Horkheimer y Theodor Adorno en Dialéctica del iluminismo, según las cuales en la sociedad contemporánea la diversión también había sido subsumida en la esfera de la producción de consenso por el orden social existente, Debord afirmó que cuando el capitalismo está más desarrollado el obrero es «aparentemente tratado como una verdadera persona, con cortesía premurosa, porqué la economía política puede y debe dominar los pasatiempos y la humanidad del trabajador». Esta reflexión lo llevó a colocar en el centro de su análisis al mundo del espectáculo: «en la sociedad actual el espectáculo corresponde a una fabricación concreta de la alienación». De este modo, para el teórico francés, la alienación se afirmaba hasta el extremo de constituir una experiencia entusiasta para los individuos que, guiados por este nuevo opio del pueblo al consumo y a «reconocerse en las imágenes dominantes», se alejaban aun más de sus propios deseos y existencias reales.

Jean Baudrillard también utilizó el concepto de alienación para interpretar las mutaciones sociales ocurridas con la llegada del capitalismo maduro. En La sociedad de consumo, de 1970, señaló el consumo como factor determinante de la sociedad moderna. Según Baudrillard, «la era del consumo», en que la publicidad y los sondeos crean necesidades ficticias, se había transformado también en «la era de la alienación radical: la lógica de la mercancía se ha generalizado, y hoy no sólo regula los procesos de trabajo y de producción material, sino también toda la cultura, la sexualidad y las relaciones humanas. Todo se torna espectáculo, es decir, evocación, provocación, orquestación en imágenes, símbolos y modelos consumibles».

En los años cincuenta el concepto de alienación había entrado también en el vocabulario sociológico norteamericano. Sin embargo, el tema se afrontó desde una óptica completamente distinta a la prevaleciente en Europa. La sociología convencional volvió a tratar la alienación como problemática inherente al ser humano individual y no a las relaciones sociales, y la búsqueda de soluciones para su superación se dirigió hacia la capacidad de adaptación de los individuos al orden existente en lugar de hacia las prácticas colectivas encaminadas a cambiar la sociedad. Esta aproximación acabó por marginar, e incluso excluir, el análisis de los factores histórico-sociales que determinan la alienación, produciendo una suerte de hiper-psicologización del análisis del concepto, que también fue asumida por la sociología, además de la psicología, no como una cuestión social, sino como una patología individual cuya curación era una cuestión individual.

El profundo cambio en el concepto de alienación que se había manifestado en las ciencias sociales fue encauzado por la publicación de nuevos textos marxianos inéditos, en especial los Grundrisse, los manuscritos preparatorios del Capital, y por las célebres páginas sobre el «fetichismo de las mercancías» contenidas en el primer volumen de la obra magna de Marx. La comprensión de la alienación volvió a dirigirse hacia su superación práctica, es decir, la acción política de los movimientos sociales, partidos y sindicatos encaminada a cambiar radicalmente las condiciones de trabajo y de vida del proletariado. Con la difusión de estos textos, la teoría de la alienación trascendió las aulas universitarias y los documentos filosóficos para irrumpir en las calles y convertirse en crítica social mediante las luchas obreras.

En los tiempos del neoliberalismo

La victoria del neoliberalismo ha trastornado completamente este escenario. En los últimos 20 años se han sucedido significativos cambios políticos y económicos que han visto aumentar dramáticamente la brecha entre la acumulación de riqueza de una élite cada vez más reducida y la creciente marginalidad y pauperización de las clases trabajadoras.

Después de haber sido protagonista indiscutible del siglo XX, el mundo del trabajo ha pasado a ser un actor mudo del debate político y cultural contemporáneo, en parte debido a la mayor dificultad que encuentran las fuerzas sindicales en representar y organizar nuevas generaciones y trabajadores emigrantes, en un contexto en que las relaciones laborales han sido forzadas a formas cada vez más precarias, flexibles y privadas de derechos. Contemporáneamente, los movimientos globales de protesta se han significado, hasta ahora, por una reivindicación genérica de mayor igualdad social, a la que a menudo le ha faltado una reflexión adecuada sobre la centralidad del trabajo, sus nuevas problemáticas y transformaciones radicales.

En una era en que la producción, a pesar de las tesis que a finales del siglo pasado anunciaron con gran clamor el «fin del trabajo», asume nuevamente los estándares de explotación e injusticia social del siglo XIX (acontecimientos como el de las fábricas chinas de la multinacional Foxconn actualmente son moneda corriente en todo el mundo) es de esperar que la crítica de la alienación retorne entre las banderas y las reivindicaciones del nuevo movimiento obrero. En definitiva, el río todavía lleva agua.

Traducción por: Carlos Soriano

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Marx: el regreso del gigante

Si la eterna juventud de un autor radica en su capacidad de seguir estimulando nuevas ideas, entonces podemos decir, sin lugar a dudas, que Karl Marx sigue siendo joven. Tras la caída del muro de Berlín, conservadores y progresistas, liberales y socialdemócratas, casi de forma unánime, decretaron la desaparición definitiva de Marx.

Sin embargo, sus teorías vuelven a estar otra vez de rabiosa actualidad, y esto ha ocurrido a una velocidad que es, a todas luces, sorprendente. Desde 2008, la crisis económica en curso y las profundas contradicciones que están desgarrando la sociedad capitalista han hecho resurgir el interés en un autor arrinconado de forma precipitada después de 1989. Centenares de periódicos, revistas, canales de televisión y de radio se han hecho eco de los análisis que Marx hizo en El capital.

Después de 20 años de silencio, en muchos países, se vuelve a escribir y a hablar sobre Marx. En el mundo anglosajón las conferencias y cursos universitarios sobre su pensamiento se han puesto otra vez de moda. El capital vuelve a ser un best-seller en Alemania, y en Japón se ha editado una versión manga de la obra. En China se está publicando una nueva edición, inmensa, de sus obras completas (traducidas del alemán y no, como en el pasado, del ruso). En América Latina se palpa un renovado interés por Marx entre las y los activistas políticos.

El frente académico ha acompañado este redescubrimiento retomando la edición histórico-crítica de las obras completas de Marx y Friedrich Engels, la MEGA 2 (Marx-Engels Gesamtausgabe). La nueva edición alemana está organizada en cuatro secciones: (1) obras y artículos; (2) El capital y todos sus manuscritos preparatorios; (3) correspondencia, y (4) cuadernos de notas. De los 114 volúmenes previstos, 58 ya se han publicado (19 desde que se retomó el proyecto en 1998). El proyecto ha publicado muchas de las obras inacabadas del filósofo en el estado en que las dejó, en lugar de publicar los textos con las modificaciones editoriales que experimentaron como se solía hacer en el pasado.

Gracias a esta valiosa innovación y a la publicación de varios cuadernos inéditos, emerge un Marx muy distinto al que nos han presentado muchos de sus oponentes y de sus supuestos seguidores. La estatua de expresión inmutable que señalaba el camino al futuro con certeza dogmática desde las plazas de Moscú y Pekín ha dado paso a la imagen de un pensador profundamente autocrítico, que dejó gran parte del trabajo de toda una vida inacabado por su necesidad de consagrar energía a seguir estudiando y revisando sus argumentos.

Así, algunas interpretaciones consolidadas de la obra de Marx están siendo nuevamente objeto de debate. Por ejemplo, las primeras 100 páginas de La ideología alemana —un texto sobre el que se discutió mucho durante el siglo XX pero que casi siempre se ha considerado acabado— se han publicado ahora en orden cronológico y en su forma original: siete fragmentos separados. Se ha descubierto que éstos formaban parte de otras secciones del libro, dedicado a dos autores de la izquierda hegeliana, Bruno Bauer y Max Stirner. Todas las diferentes ediciones publicadas antes crearon la falsa impresión de que había un capítulo introductorio sobre Feuerbach en el que Marx y Engels sentaron de forma exhaustiva las leyes del materialismo histórico (un término que Marx nunca utilizó).

Otro interesante aspecto de esta edición es que distingue con mayor claridad entre las partes del manuscrito de Marx y las escritas por Engels, lo cual lleva a una lectura muy diferente de ciertos pasajes que se solían considerar como un todo integrado.

Por ejemplo, el párrafo que diversos autores, unos motivados por la crítica feroz y otros por la defensa ideológica, han considerado como una de las principales descripciones de Marx de la sociedad poscapitalista: “la sociedad se encarga de regular la producción general, con lo que hace cabalmente posible que yo pueda dedicarme hoy a esto y mañana a aquello, que pueda por la mañana cazar, por la tarde pescar y por la noche apacentar el ganado, y después de comer, si me place, dedicarme a criticar…”. Ahora sabemos que este fragmento fue obra de Engels (todavía entonces influenciado por los socialistas utópicos franceses) y que no contaba en absoluto con el beneplácito de su mejor amigo.

Los nuevos textos incorporados son también importantes para El capital. En los últimos diez años se han publicado cinco nuevos volúmenes de la MEGA 2 que contienen todos los borradores que faltaban en los volúmenes II y III de esta obra (que Marx dejó inacabado). Así, podemos reconstruir todo el proceso de selección, redacción y corrección que Engels efectuó al editar los manuscritos de Marx. Engels realizó varias miles de modificaciones (una cifra impensable hasta hace muy poco) durante un largo periodo de trabajo que va desde 1883 hasta 1894. La MEGA 2 nos permite ver qué modificaciones fueron más significativas y determinar dónde, por el contrario, fue capaz de ser más fiel al texto original del pensador.

Relegar a éste al estatus de clásico embalsamado, indicado sólo para la investigación académica especializada sería un error de la misma envergadura que convertirlo en la fuente doctrinaria del “socialismo real”. Ya que, en realidad, sus análisis nunca han gozado de mayor vigencia. Cuando escribió El capital, el modo de producción capitalista estaba todavía en una fase temprana de su desarrollo. Hoy en día, tras el colapso de la Unión Soviética y su expansión a nuevas regiones del planeta (sobre todo a China), el capitalismo se ha convertido en un sistema global que invade y configura todos los aspectos (no sólo los económicos) de la existencia humana. En estas circunstancias, las ideas de Marx están demostrando ser más fértiles de lo que lo fueron en su época.

Además, actualmente la economía no sólo domina la política, dictando su agenda y determinando sus decisiones, sino que se halla fuera de su jurisdicción y control democrático. En las últimas tres décadas, los poderes de toma de decisiones se han trasladado inexorablemente de la esfera política a la económica. Las posibles decisiones políticas se han transformado en imperativos económicos. Esta subordinación de la esfera política a la economía, como si fuera un dominio aislado inmune al cambio, encierra actualmente la más grave de las amenazas a la democracia. Los parlamentos estatales son despojados de sus poderes, que se transfieren a los mercados. Los spread del crédito, las calificaciones de Standard & Poor’s y el índice de Wall Street —esos megafetiches de la sociedad contemporánea— tienen infinitamente mayor influencia que la voluntad de las personas. En el mejor de los casos, el gobierno político puede “intervenir” en la economía (cuando es necesario mitigar la anarquía destructiva del capitalismo y sus violentas crisis), pero no puede cuestionar sus reglas y sus decisiones fundamentales.

Tras 20 años en los que los cantos de alabanza a la sociedad de mercado sólo tuvieron que enfrentarse a la vacuidad de los diversos posmodernismos, la capacidad renovada de otear el horizonte a hombros de un gigante como Marx supone un avance positivo. No sólo para los académicos interesados en la comprensión profunda de la sociedad contemporánea, sino también para cualquiera que esté inmerso en la búsqueda teórica y política de una alternativa al capitalismo.

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La ruta del Che

45 anos despues la muerte de Ernesto Guevara, un cuento sobre la ruta que siguió en las últimas semanas de su vida. Una fría y estrellada noche me lleva a Vallagrande.

Voy en un viejo y destartalado autobús, como todos los destinados a estos remotos trayectos, y comparto el largo viaje iniciado en Santa Cruz, por una carretera de montaña a ratos sin pavimentar, con lugareños que vuelven a casa después de un fatigoso domingo de mercado.

A mi alrededor los rostros curiosos de niños envueltos en coloreados sayos y los rostros de adultos marcados por el cansancio. Todos saben porque estoy allí. He venido a realizar La ruta del Che, los lugares donde Ernesto Guevara transcurrió las últimas semanas de su existencia. Aquellos lugares que yo buscaba en el atlas geográfico de mi abuelo durante el verano en que leí, por primera vez, Diario en Bolivia.

A la entrada del pueblo hay una gran estatua de Jesús, bajo la cual, a pesar del enorme retraso del coche de línea y de la temperatura por debajo de cero, me espera Anastasio Kohmann. Alemán de nacimiento, llegó a Paraguay en los años sesenta, cuando entró de muy joven en una orden franciscana. Expulsado del país durante la dictadura fascista de Alfredo Stroessner, por su compromiso social en favor de la comunidad indígena guaraní, vive aquí desde entonces. Nunca más ha abandonado la “opción preferencial por los pobres” de la Teología de la Liberación y, desde hace algunos años, coordina las iniciativas de la Fundación Che Guevara en Vallagrande. Quien conoce América Latina bien sabe que esto no es una contradicción.

Con anterioridad, en Santa Cruz, me he encontrado con un hombre luchador y de gran simpatía. Debido a su baja estatura, desde siempre lo llaman el chato (el pequeño). Es un doctor que ha hecho de revolucionario y en su casa los libros de medicina se alternan con los de marxismo. Algunos de ellos, por ejemplo Un hombre de Oriana Fallaci, Senior Service de Carlo Feltrinelli o La Mujer Que Vengó Al Che Guevara de Jürgen Schreiber, cuentan la historia de su familia. Osvaldo Peredo es, en efecto, el hermano de Inti y Coco, los revolucionarios que acompañaron al Che en su campaña de Bolivia (Inti, uno de los combatientes más cercanos a Guevara, era el lugarteniente de las operaciones militares) y, desde hace años, el presidente de la Fundación Che Guevara de Bolivia.

Juntos, Anastasio y Osvaldo, me conducen a la lavandería del hospital Nuestro Señor de Malta, donde el cuerpo del Che se expuso al público por última vez y fue fotografiado, ya sin vida, pero con los ojos aun abiertos. Aquí, como en otros lugares de la zona, trabajan grupos de médicos cubanos llegados en los últimos años, gracias a un proyecto solidario impulsado por Fidel Castro, con el objetivo de crear nuevos y avanzados centros sanitarios que han mejorado notablemente los estándares de asistencia en la región.

En las afueras del núcleo habitado se encuentra la fosa común – transformada en museo – donde el Che, a quien fueron amputadas las manos como prueba definitiva de su muerte, fue sepultado en secreto, junto con otros guerrilleros de su columna, la noche del 10 al 11 de Octubre de 1967. El lugar se encuentra a poca distancia del puesto de mando militar y del pequeño aeropuerto desde donde rangers bolivianos y agentes de la CIA dirigieron las operaciones de rastreo por todo el territorio para capturarlo. Los restos han reaparecido treinta años después gracias a las investigaciones efectuadas por un grupo de antropólogos cubanos y argentinos en el lugar exacto de la inhumación. Hoy se conservan, en un mausoleo dedicado al Che, en Santa Clara, la ciudad cubana donde, en Diciembre de 1958, él dirigió la batalla decisiva que marcó la victoria de la revolución y el fin del régimen de Fulgencio Batista. En torno a la hipotética recuperación de estos lugares, hace algunas semanas, se han reunido representantes del los gobiernos argentino, boliviano y cubano con el ambicioso objetivo de realizar un itinerario con las etapas más significativas de la vida de Ernesto Guevara: esto es, la ruta del Che. Es de esperar que el proyecto, ya iniciado en Argentina, prosiga ahora en Bolivia, para rescatar la memoria del Che del monopolio mercantil de las agencias de viajes.

Por la montañas de America Latina

Para llegar a la Higuera se necesitan cerca de tres horas. Se accede solo con jeep ya que la carretera que conduce a este minúsculo pueblo, de apenas 50 casas y a más de 2000 metros de altitud, está totalmente sin asfaltar y llena de curvas. Es un sitio desolado, aislado del mundo. A lo largo del trayecto encuentro algunos campesinos. Cruzan la carretera interrumpida, caminando a paso lento. Melancólicos, con sus aperos de trabajo en la espalda. No parecer que haya cambiado mucho desde que el Che, que entró en el país a principios de Noviembre de 1966, durante la dictadura militar de general René Barrientos, atravesó estos valles. Él escogió Bolivia no porque estuviera guiado, como ingenuamente se le atribuyó, por la idea de aplicar de manera mecánica, en un contexto distinto, la estrategia política y militar operada en Cuba. Aún menos por perseguir un objetivo meramente nacional, sino porque estaba convencido de la necesidad de emprender un proceso revolucionario que abarcase todo el Cono Sur. Un proyecto supranacional, que de Bolivia se debería haber extendido rápidamente a Perú y Argentina, como única posibilidad de impedir a los Estados Unidos de intervenir golpeando a muerte los aislados y débiles núcleos de resistencia local. Este era su proyecto: “Crear dos, tres … muchos Vietnam” como había escrito en su artículo entregado a la Tricontinental algunos meses antes de su muerte. Por esta razón, Bolivia, en el centro del continente y colindante con cinco países, le pareció el lugar más adecuado para iniciar la formación de un grupo de cuadros a quien confiar, una vez adiestrados, la tarea de organizar varios frentes de lucha en toda América latina.

Junto a él 46 guerrilleros participaron en la creación del Ejército de Liberación Nacional de Bolivia (Eln). Por ello Fidel Castro escribió, en la Introducción que acompañó la publicación del Diario en Bolivia “Nunca en la historia se ha visto un número tan reducido de hombres emprender un tarea tan gigantesca”.

La muerte llegó inesperadamente, 11 meses después del inicio de la guerrilla. El ocho de Octubre de 1967 el Che, sorprendido junto a 16 compañeros más en una garganta llamada la quebrada del Yuro, fue herido en la pierna izquierda y capturado después de tres horas de combate. Trasladado a la cercana La Higuera, fue asesinado al día siguiente, por orden de Barrientos y de la CIA, por el militar Mario Terán, el mismo que, en el 2006, será operado gratuitamente, recuperando la vista, por uno de los médicos cubanos llegados a Bolivia, con el proyecto solidario Operación Milagro, tras la elección de Evo Morales. El periódico Granma de La Habana escribió a propósito: “Cuatro decenios después de que Terán intentara destruir un sueño y una idea, el Che ha vuelto a vencer otra batalla. Ahora Terán puede apreciar de nuevo el color del cielo y del bosque y disfrutar de la sonrisa de sus nietos”.

Un icono imperecedero

La noticia de la muerte del Che dejó a todos perplejos, pero sus ideas se difundieron con una rapidez que en la historia del siglo XX hay pocos ejemplos que se le puedan comparar. A sus hijos les dejó sólo una carta, en la que, haciéndoles la recomendación de no olvidar que “cada uno de nosotros, solo, no vale nada”, les exhortó a ser “siempre capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia cometida, contra quien fuese, en cualquier parte del mundo”. Un mensaje que apareció en las banderas del movimiento obrero internacional y que, aun hoy, habla a las generaciones jóvenes del planeta entero.

En Diciembre de 1964, El Che intervino en la Asamblea general de la ONU. Habló de América latina y de la lucha de liberación de sus pueblos, exponiendo la convicción de que esta no llegaría solo con la contribución de sujetos, aunque importantísimos, como partidos políticos e intelectuales progresistas. Junto “a los obreros explotados – dijo – esta epopeya que tenemos delante la escribirán las masas de indios y campesinos sin tierra”. A la mayoría les pareció el enunciado de un nuevo Quijote, a otros, incluso en la izquierda, las palabras de un visionario. Sin embargo, hoy, tras la derrota de las dictaduras militares que han martirizado un continente entero y con el avance, en aquellos mismos lugares, de una participación social – desde las organizaciones indígenas de Ecuador y Bolivia al Movimento dei Sem Terra en Brasil – impensable hasta hace pocos años, la herencia de su pensamiento se representa más actual que nunca.

Traducción de Carlos Soriano

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Interviews

El fantasma de Marx remece Wall Street y el mundo

Cuando en 1989 los agoreros del neoliberalismo anunciaban con júbilo el fin de la historia y el triunfo definitivo del capitalismo, jamás imaginaron que 19 años más tarde, el fantasma de Karl Marx recorrería el corazón de Wall Street y de los principales centros de reproducción de la usura mundial, invocado por ellos mismos.

Hoy, con desesperación creciente, buscan en la obra del proscrito Marx, las claves para comprender la magnitud de la crisis actual del capitalismo, que desde 2008 sacude la economía global. Buscan una salida cosmética – que asegure los intereses del capital – en el contexto de una crisis multifacética que incluye los ámbitos económico, financiero, alimentario, energético y ambiental.

En forma paralela, un grupo de intelectuales de diversas partes del mundo, agrupados en la Fundación Internacional Marx Engels (IMES), trabaja desde hace años en una tarea largamente inconclusa: realizar una edición integral y científica de la obra de Marx y Friedrich Engels. La publicación de las obras completas de ambos pensadores, se inició en 1920 en la ex Unión Soviética, iniciativa conocida como Proyecto MEGA por sus siglas en alemán. En él participaron intelectuales soviéticos y alemanes, pero sucumbió producto de las purgas stalinistas y el auge del nazismo en Alemania. En 1975 se reanudó el denominado MEGA 2, que corrió la misma suerte con el fin de la Unión Soviética y los socialismos reales en 1989.

La IMES, nació en 1990 con el objetivo de retomar y concluir el proyecto MEGA 2, que contempla cuatro secciones con toda la obra de Marx y Engels, la correspondencia, El Capital y sus manuscritos preparatorios y más de doscientos cuadernos de apuntes en nueve lenguas, que son la base de la elaboración de Marx. En la actualidad, han sido publicados 52 volúmenes de un total de 114.

Para Marcello Musto, politólogo y filósofo italiano que conversó con Punto Final, Marx es un autor mal conocido. “La edición de su obra completa nos permitirá acceder a un Marx diferente al que nos presentaron muchos de sus seguidores y adversarios”, puntualizó. Musto es una de las figuras jóvenes actuales más importantes en el estudio y enseñanza del marxismo y se desempeña como académico del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de York en Toronto, Canadá. De visita en Chile, realizó una charla el 19 de julio en la Universidad Arcis, donde presentó el libro “Tras las Huellas de un Fantasma: la actualidad de Karl Marx”, del cual es compilador. El texto incluye las investigaciones filológicas más recientes de la obra íntegra de Marx y Engels, actualmente en proceso de edición.

Crisis cíclica y estructural

Marx analizó en profundidad el capitalismo y elaboró una teoría para superarlo y transitar hacia el socialismo. La aplicación de esta teoría en la ex Unión Soviética y los países de Europa del Este fracasó. En su opinión, ¿cuáles son las causas fundamentales de este fracaso?

Es importante precisar, que el objetivo esencial de Marx era entender el modo de producción capitalista, empresa monumental a la cual dedicó la mayor parte de su vida. Ello no significa que no le interesara analizar y dar algunas indicaciones sobre la sociedad comunista. Esos análisis sobre la etapa pos capitalista, constituyen un verdadero tesoro y los incorporó en los manuscritos preparatorios de El Capital y en otras notas, que hoy podemos conocer. En la experiencia de la ex Unión Soviética, la aplicación del marxismo respondió a una situación económica y social concreta de ese país, y ciertamente existieron diferencias con la teoría de Marx.

¿En qué ámbitos concretos?

En aspectos como la libertad, la distinción entre socialismo y comunismo, que Marx no planteó, y la idea de una organización política y económica bajo el dominio de la vanguardia del partido, que posteriormente también se transforma en la vanguardia del estado. Para Marx, la emancipación de los trabajadores debe ser obra de ellos mismos, algo muy distinto a lo que sucedió en los años grises del socialismo real.

Marx planteó el carácter cíclico y estructural de las crisis del capitalismo y la actual tiene un carácter multifacético que la hace más profunda que las anteriores. ¿Existe posibilidad de solución dentro del sistema, como pretenden los economistas neoliberales o enfrentamos el imperativo de construir una alternativa al capitalismo?

Con el análisis que hizo Marx, uno podría incluso burlarse de la superficialidad con que algunos economistas contemporáneos pretenden explicar la crisis. Plantear que es un fenómeno pasajero y reducir las causas a una simple falta de regulación de mercado y a la usura de algunos grupos económicos aislados, es simplemente ridículo. Enfrentamos una crisis estructural del capitalismo, que dada su profundidad no tiene solución dentro del sistema. Hay que entender que para el capital la crisis no es un problema sino una solución, que permite destruir las conquistas sociales y profundizar los niveles de explotación. La necesidad de superar la crisis la tienen los trabajadores, como decía Marx, para salir de la anarquía del capitalismo. Por ello, se requiere una alternativa al sistema, pero vivimos una paradoja: el poder ideológico dominante es tal, que frente al desastre ambiental y energético, se puede hablar del fin del mundo, pero no del fin del capitalismo.

Se necesita más que indignación

La crisis del sistema ha despertado la indignación de millones de personas en el mundo, que se movilizan contra el modelo. ¿Cómo visualiza el carácter de la lucha de los indignados en el mundo? ¿Luchan por más equidad y justicia dentro del sistema o existe el germen de una lucha por construir una alternativa al capitalismo?

Tengo un gran respeto por las movilizaciones contra el modelo en distintas partes del mundo, pero pienso que la lucha de los indignados no tiene un sentido anticapitalista. Los moviliza la indignación por las injusticias evidentes del sistema y difícilmente podría uno esperar algo más, luego de una derrota tan dramática como la de 1989. Vivimos un contexto complejo desde el punto vista político y teórico, parecido al que enfrentó Marx, con gran efervecencia política y fuerte presencia del anarquismo. Él fue muy crítico con estos movimientos porque consideraba que no eran la alternativa al capitalismo que él sentía necesaria. Hoy se habla mucho de la circulación, de cambiar la forma de moneda, de comercio justo, de banca solidaria. Es la misma polémica que Marx tuvo con Proudon, con el anarquismo iconoclasta que pensaba que modificando la circulación cambiaba el sistema. Si los movimientos sociales, que en la actualidad protestan contra el capitalismo quieren de verdad cambiar las condiciones económicas y sociales, construir una alternativa, necesitan a Marx.

Usted ha planteado que si la izquierda no quiere desaparecer, tiene que volver a saber interpretar las verdaderas causas de la crisis actual del capitalismo, y tener el coraje de proponer y experimentar las respuestas radicales necesarias para superarla. ¿Cuáles son esas respuestas radicales?

Si la izquierda se plantea realizar sólo transformaciones superficiales e insiste en defender y administrar los desastres del capitalismo, significará su autodestrucción y el fortalecimiento de la extrema derecha, que en la actualidad es muy fuerte en Europa. A diferencia de 1989, donde esa derrota afectó fundamentalmente a los partidos comunistas de la órbita soviética, será el principio del fin de los partidos socialistas y de la social democracia. Hay que oponerse al capitalismo y plantear una alternativa.

¿Es esa alternativa el socialismo?

Puede ser el socialismo, pero es esencial determinar las características de ese socialismo. Aspectos como el medio ambiente, la energía y la ecología deben ser fundamentales. También a la luz del estudio de las últimas notas de Marx pienso que debe existir una participación radical, una democracia – Marx utilizaba la expresión autogobierno de los productores -, que implica una participación política y económica del pueblo. En la democracia neoliberal, la esfera económica domina a la política y la ha privado del control democrático, a tal punto que un cambio de gobierno no altera las directrices de la política económica y social. Pienso que debemos hacer lo opuesto: la esfera política, de participación tiene que ser potenciada al máximo. Algunas experiencias de América Latina me parecen esperanzadoras, porque existe un movimiento social amplio y fuerte.

¿A qué experiencias se refiere?

Las nuevas constituciones políticas en Bolivia y Ecuador son un hecho importante. Visité Bolivia y vi un movimiento político social fuerte con conciencia, que en mi opinión constituye un elemento esencial para que podamos hacer algo distinto a la derecha. Es fundamental que los gobiernos de izquierda de estos países dialoguen con los movimientos sociales y transforman esta experiencia en algo plural, aceptando las diferentes culturas de izquierda. Si no lo hacen, enfrentarán serios problemas, lo que sería muy negativo para la izquierda de esos países, de América Latina e incluso para la izquierda mundial.

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Agustín Santella, Crítica y Emancipación

“La nueva edición crítica de la obra de Marx y Engels sobre la que giran los ensayos incluidos nos permite reflexionar sobre un Marx libre de todo dogmatismo, de toda prevención ideológica, y abierto a la problemática viva de nuestro tiempo”, dice Gabriel Vargas Lozano en el prólogo.

En la introducción Marcello Musto muestra las maneras del redescubrimiento de Marx. El libro luego divide tres secciones, una histórica filológica (Neuhaus, Hubmann), otra sobre el estado empírico de las investigaciones marxistas en el mundo (Omura, Xiaoping, Musto, Almeyra) y otra sobre interpretaciones nuevas de Marx (Haug, Kratke, Reuten, Arthut, Dussel, Bidet, Musto). Hay un exquisito apéndice donde Marcello Musto entrevista a Hobsbawm.

En la primer parte se muestra el sustrato material de la apertura de Marx. Este sustrato está representado por el enorme proyecto editorial de las obras completas de Marx y Engels, MEGA por sus siglas en alemán (Marx-Engels Gesamtuausgabe). El objetivo de este proyecto es publicar todos los registros escritos de ambos, no sólo obras terminadas sino borradores, anotaciones sobre otras obras, artículos periodísticos, notas de lectura, o correspondencia (se contaron “15.000 cartas a asociaciones, partidos y personas”, se dice en el prólogo al libro). Hay que recordar que la obra conocida actual de Marx y Engels se fue publicando progresivamente, todavía de manera inconclusa, a lo largo del siglo XX. Musto muestra en un cuadro los principales textos de Marx según año de publicación. 15 de estas 38 obras principales fueron publicadas después de 1900.

Sabemos que los tomos II y III de El Capital fueron editados por Engels después la muerte de Marx. Como demuestra Marcello Musto, mucha de la obra de Marx publicada posteriormente también sufrió o fue modelada según criterios ideológicos, teóricos y políticos que no eran los de Marx. Generalmente estos criterios apuntaron a la propaganda y difusión, en un proceso de sistematización o codificación de un pensamiento creativo, crítico y que adoptaba fases o contradicciones propias en un proceso de investigación. Sin embargo, probablemente a partir de las primeras presentaciones sistemáticas de Engels, fue llegando al público masivo un Marx “granítico”, “todopoderoso”, lleno de respuestas más que preguntas, un marxismo sin dudas, con leyes objetivas que explican todo.

La filología es un método útil para estar perspectiva de lectura crítica de textos que habían sido leídos como cerrados en sí mismos. Como dice Manfred Neuhaus en su contribución, “el punto decisivo, se podría decir el retorno al paradigma editorial antiguo, es el principio de la genética del texto: el imperativo absoluto no es ya generar un texto que se acerque lo más posible a las intenciones del autor sino documentar este texto en su génesis, o sea, desde el primer esbozo hasta la edición final” (p. 67). Esto debería interesar o relacionarse con la comprensión de un pensamiento en permanente construcción, basando antes en criterios de racionalidad autónoma que en principios de autoridad. El método científico crítico trasciende a su autor ya que para que funcione implica la comprensión crítica de sus practicantes. Entonces la filología interesa para saber cómo llegó un autor a tales resultados, con tales fuentes y materiales, en tales contextos. Las MEGA2 proveerán de estas fuentes no publicadas. Hubmann menciona algunos ejemplos. Mencionemos que Marx construyó el concepto de fetichismo de la mercancía leyendo estudios histórico religiosos como el de De Brosses, cuyo registro se encuentra en el volumen MEGA IV/1. Una profundización de la relación de las lecturas que hizo Marx con la génesis de su producción la hace Musto en su capítulo “Marx en Paris”. El carácter dinámico de la investigación se resalta como hipótesis de lectura de estos documentos inéditos: “no homogéneos y muy lejos de presentar una conexión estrecha entre las partes, los manuscritos son, más bien, la expresión evidente de un pensamiento en continuo movimiento” (p. 125).

La génesis de los intentos de unas obras completas de Marx Engels es una parte de la historia del marxismo como movimiento histórico. El primero fue hecho por Riazanov, luego desaparecido por el estalinismo (fueron las primeras MEGA). El segundo, más limitado, fue una edición de Alemania Oriental. Las MEGA2 surgen de ex miembros de las academias del Partido Comunista de éste país, en asociación con el IISG de Holanda (Instituto Internacional de Historia Social, archivo donde se conserva gran parte de los originales de Marx, Engels, Kautsky, y tantos otros), y grupos académicos de distintas universidades (rusos, japoneses, alemanes). Partiendo de aquí, dice Neuhaus, “los tres deseos relacionados con la continuación de los trabajos de la MEGA” eran la “despolitización, internacionalización y academización” (p. 71). Este punto es especialmente polémico.

Los capítulos de Omura y Xiaoping son extraños pero interesantes para los lectores latinoamericanos, ya que describen detallada y sintéticamente la expansión de la obra de Marx Engels en Japón y China. Omura ofrece una mensuración sobre las investigaciones de El capital en Japón, por ejemplo. Se gráfica una importante actividad intelectual crítica basada en Marx. Mas intrigante para nosotros latinoamericanos es el estado de la investigación marxiana en China, país que formalmente adhiere al comunismo todavía hoy. En su capítulo Wei Xiaoping sostiene que la edición de las MEGA2 ayudará a superar la versión dogmática del marxismo que se difundió en aquel país. Sostiene que esto empezó a cambiar desde 1978 en China, incorporándose lecturas en los contextos del marxismo académico y el marxismo occidental. No obstante sus conclusiones son ambiguas, y sugieren la posibilidad de un Marx que avale las reformas capitalistas en aquel país.

El libro incluye un capítulo de Guillermo Almeyra sobre la difusión y recepción de Marx en América Latina y Argentina en particular. Esta difusión muestra los límites de una aplicación no crítica mencionada por los demás autores. Refiriéndose al “enviado de Marx” a la Argentina (el belga valón Raymond Wilmart), escribe que “el delegado de la AIT sin duda fue el primero que introdujo el pensamiento de Marx en América Latina, pero estuvo muy lejos de utilizarlo para hacer un análisis de la sociedad en la estaba, ya que sus prejuicios eurocéntricos y su desconocimiento de las clases que conformaban la misma, así como de la historia de la lucha entre ellas, lo empujaron hacia el retorno al medio social con el que había roto cuando salió de su hogar convertido en blanquista” (p. 140).

Las conclusiones de Almeyra no solo son interesantes sino que actuales para una concepción marxiana abierta. “En resumen, es lícito afirmar que Marx entra en América Latina tardíamente en la obra de Mariátegui (cuyo marxismo viene de Gramsci vía Gobetti) y de pensadores como Bagú…” (p. 145). “Para Mariátegui la liberación de los indígenas y la realización de las tareas democráticas, como la revolución agraria, no podían ser obra de una burguesía nacional debilísima, prácticamente inexistente, sino de una revolución proletaria y campesina que planteara el socialismo…Mientras que el discípulo de Marx Ave Lallemant se despreocupaba del sujeto de la revolución y veía a ésta como el resultado d desarrollo y de las contradicciones en las fuerzas productivas, Mariátegui pone en primer plano al sujeto obrero y popular de la transformación revolucionaria y ve el triunfo socialista no como inevitable sino como una tarea a realizar” (p. 144). La cuestión del sujeto obrero y popular latinoamericano se sigue discutiendo vivamente en las izquierdas de nuestro continente.

La tercera sección es las más teórica, metodológica y filosófica. Sin dudas mantiene el hilo general del libro en torno de una concepción no dogmática de la obra de Marx. Lo hace en la discusión e interpretación de las relaciones entre dialéctica y crítica de la economía política, en las relaciones entre Hegel y Marx, o con la filosofía en general. “La obra de Marx sigue siendo todavía hoy contemporánea, porque puede entenderse no como dogma sino como un proyecto teórico-práctico abierto y de hecho como aportación crucial para la compresión teórica del emergente capitalismo de alta tecnología” (Haug, p. 150). Podemos entender que los autores de esta sección coinciden en que el método de Marx apunta a una dialéctica más allá de Hegel, que no solo lo invierte sino que lo desplaza desde otra concepción.

Así Haug cita a Bidet escribiendo que “una lectura rigurosamente dialéctica solo puede ser aquella que no lee el principio a la luz de lo que viene después” (162). Esto viene a cuento de la genealogía del mismo pensamiento de Marx (sus etapas), por un lado, pero fundamentalmente sobre su concepción de la dialéctica materialista. El desarrollo no tiene finalismo debido a que el movimiento de la contradicción no son formas del concepto (que se conoce a sí mismo) sino formas de la práctica social. De las implicaciones puede mencionarse una crítica a entender la crítica de la economía política como dialéctica del capital como el sujeto. Esto podría sostener según la línea hegeliana, suponiendo que la totalidad cognoscible está dada por el capital como sistema reproductivo. El desplazamiento materialista conduce a la práctica de la relación social del antagonismo, de por sí abierta tanto en la lógica como en la historia. El cierre hegeliano es la completitud del sistema de concepto a esencia, una lógica que se corresponde bien con la idea de que la historia racional es capitalista o técnico productiva (nos referimos que la visión tecnologicista supone el final de la historia en el principio).

Marcello Musto menciona a Michael Lebowitz y Moishe Postone como muestras destacadas de “interpretación general innovadora del pensamiento de Marx” (nota 74, p. 46). Ambos autores produjeron libros importantes de interpretación de las categorías de la crítica de la economía política marxianas. Pero podemos decir que ejemplifican la dualidad señalada arriba entre una problemática centrada sea en la clase trabajadora o en el capitalismo como sujetos históricos. En Más allá de El capital, Lebowitz señala críticamente la ausencia del libro del trabajo asalariado en El capital. Esta ausencia es la falta de construcción de una economía política del trabajo, o de los trabajadores. El problema sería que El capital no incorpora a la lucha de clases en su diseño expositivo.

Postone utilizó los Grundisse para desarrollar la categoría de valor y de capital como conceptos socio-históricos, dando un paso más en la crítica de las categorías económicas. Aquí el capital se convierte en el sujeto de la historia, incluso como lógica abstracta temporal con independencia de la subjetividad de las clases antagónicas. La lectura de Postone afina bastante en variados aspectos incluyendo la manera en que la lucha de clases modifica históricamente las formas del capital. El tiempo social abstracto de trabajo se convierte en la temporalidad histórica unidireccional. Puede subvertirse pero mediante una socialidad general posibilitada por el desarrollo capitalista.

La perspectiva de Lebowitz grosso modo se acerca a quienes de distintas maneras pusieron a la lucha del trabajo y los trabajadores en el mecanismo histórico de cambio más relevante. En la actualidad esta perspectiva a su vez insiste en la multidireccionalidad del proceso histórico. Dicho de otra manera, que la crisis del capitalismo como sistema histórico depende de la lucha subalterna que genera una nueva alternativa. La interpretación la mayoría de los capítulos del libro en la sección que se titula “El capital: la crítica inconclusa” abona esta perspectiva, o en todo caso la sección entera podría leerse desde esta dualidad. Esto es especialmente importante teniendo en cuenta que el debate por la alternativa se ha acrecentado en el contexto de la crisis internacional. El pensamiento abierto goza de amplia difusión, pero muchas veces sin bases teóricas sustentables. Frente a ello las interpretaciones marxistas ortodoxas se benefician de esta debilidad, pero insistiendo en que la estrategia revolucionaria “materialista” se sostiene por el conocimiento de las “leyes científicas objetivas”. Paradójicamente o no, este positivismo se combina y se combinado con cierto hegelianismo. Pero, como dice Arthur, “la crítica del capital es paralela a la crítica de Hegel” (p. 213).

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Rubén D. Atahuichi López, La Razón

‘Hoy, Marx no hablaría de dictadura del proletariado’

Marcello Musto – Marcello Musto recorre América Latina con la presentación del libro ‘Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx’, para provocar el debate sobre el pensamiento marxista.

Una de las principales preocupaciones del investigador y académico italiano es la poca divulgación bibliográfica que se hizo de Karl Marx. Desde hace varios años se ha dado a la tarea de escudriñar los manuscritos y cartas del pensador, Friedrich Engels y sus amigos, y descubrir las ideas que no necesariamente fueron incorporadas en El capital, el libro básico de los estudios filosóficos y políticos sobre economía, capitalismo y clases sociales del autor prusiano del siglo XIX.

Quizás pueda resultar superfluo imaginar a Karl Marx (1818-1883) teorizando y planteando luchas en la actualidad, como en la Comuna de París. Sin embargo, nacido del análisis de Marcello Musto, un estudioso italiano de Marx, es posible. De paso por La Paz, éste se anima a decir que el autor del Manifiesto Comunista, junto a Friedrich Engels, no pensaría lo mismo ahora de la tesis de la “dictadura del proletariado”, tan utilizada en las movilizaciones de las izquierdas de hoy y de antes en el país.

“Pienso que hoy, Marx nunca diría dictadura del proletariado. Viendo lo que ha pasado en la Unión Soviética, no diría este concepto que ha utilizado algunas veces; que no tiene nada que ver con (lo que hicieron) los políticos stalinistas”, dice en una charla con Animal Político, en ocasión de la presentación de Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx, libro junto a otros autores universales que editó, hace dos semanas en La Paz y Cochabamba.

Si es así, se desmitifica el concepto y el sentido de la dictadura del proletariado, retrucamos. “Sólo estuve pensando. Si Marx utilizaría este eslogan, lo haría después de algunos errores o una tragedia (como la) del movimiento obrero en la Europa oriental (Rumanía, Albania)”, responde Musto, aunque antepone a su afirmación su modestia.

Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (1814-1876), considerado uno de los padres del anarquismo, ya había cuestionado el concepto de Dios y el Estado. “¿Qué significa el proletariado elevado a condición de clase dominante? ¿Acaso todo el proletariado estaría a la cabeza del Gobierno? Hay cerca de 40 millones de alemanes, ¿acaso todos ellos serán miembros del Gobierno? Todo el pueblo será director y no habrá Gobierno, no habrá Estado. Pero toda vez que haya Estado, habrá dirigidos, existirán esclavos”.

Marx había planteado la idea —sólo 12 veces usada en los escritos junto a Engels, según Musto— en su afán de promover el derrocamiento del régimen burgués y el establecimiento del proletariado en el poder tras la revolución socialista. “Ya hemos dicho que el primer paso de la revolución obrera será el ascenso del proletariado al poder, la conquista de la democracia”, dicta, por su parte, el Manifiesto Comunista.

“Marx tenía la idea de una sociedad organizada de manera democrática, con participación social, política y económica; utilizaba diferentes palabras para decir comunismo y socialismo: autogestión de los trabajadores”, recuerda Musto.

La dictadura del proletariado es algo que Marx ha mencionado por un periodo de lucha muy fuerte entre los capitalistas, las clases dominantes y los trabajadores, y el ejemplo más importante era la Comuna de París, en su análisis.

Más allá de eso, de la especulación nuestra sobre el sentido actual de la dictadura del proletariado, dice que Marx ha dicho dos cosas: “uno, no hay una única vía para hacer la revolución o cambiar las relaciones económicas; en una realidad homogénea, puede ser con elecciones democráticas (Holanda) o puede ser con la revolución (Alemania). Marx dijo que condiciones sociales diferentes y homogéneas no hay un modelo o una ley”.

Sin embargo, sus ideas no siempre fueron reproducidas como él las planteaba, quizás por eso nuestro interlocutor considera que el stalinismo, con la purga de ideas en los años 30, fue una de las causas de su escasa expansión. Joseph Stalin (1878-1953) planteaba el rigor del poder de la mayoría explotada sobre la minoría explotadora, pero sin una democracia plena para todos.

“El hecho de que la palabra ha sido tan importante en la Unión Soviética es porque el partido tenía que hacer el control de la sociedad, y después el Estado, porque el partido se ha hecho Estado”, considera Musto.

Ahora. Cree que, aún así, Marx ha regresado, y esa condición es insumo para el debate actual acerca de su pensamiento. Eso quiere decir que los estudiosos y las universidades han comenzado a desempolvar los escritos y otorgarle de nuevo el valor a sus pensamientos. “Marx ha regresado como investigador del capitalismo. El verdadero retorno de Marx es el retorno político, en periodistas, trabajadores y movimientos políticos”, dice el académico, profesor y PhD en Filosofía y Política de la Universidad de Nápoles, Italia.

Su preocupación está en la acción actual no siempre consecuente con el pensamiento de Marx y Engels. “Necesitamos un Marx verdadero en las luchas”, reclama, como personalizando al pensador con los movimientos sociales del mundo.

De gira académica por América Latina con la provocación de Tras las huellas de un fantasma…, Musto argumenta que en el orbe, como el capitalismo en la época de Marx que impedía la propagación de sus ideas, las condiciones son complicadas. “En gran parte del mundo estamos en una condición difícil, de defensa (de los derechos), porque hay un ataque a la condición de los trabajadores, como pasa en Europa”, dice.

Claro, hay movimientos dispersos, como los jóvenes en Seatle, Madrid o México, que si bien comienzan a cuestionar el sistema, no necesariamente comulgan con el pensamiento marxista. “No tienen ninguna idea de lo que es el anticapitalismo, una sociedad diferente. Cuestionan el sistema pero sin los instrumentos para lucharlo”.

“El anticapitalismo de Marx, el internacionalismo del Che Guevara o los pensamientos de Gramsci (Antoni, 1891-1937) sobre la tradición marxista del movimiento obrero, es lo que necesitamos”, afirma.

En ese su repaso de la reproducción del pensamiento marxista en la región, cita a Cuba, aunque el Che, con sentido autocrítico, alguna vez dijo que el marxismo allí fue menos pragmático, más dogmático y con influencia rusa. “Claro. Yo digo cómo podría haber sido diferente si vamos a pensar las condiciones en las cuales el marxismo y la lucha revolucionaria nacieron… Claro, Rusia tenía este sentido, esta intromisión mundial muy fuerte, estamos hablando de pocos años después de la muerte de Stalin. Principalmente tenía eso”, asiente el profesor de Ciencias Políticas de la York University, Toronto (Canadá).

¿Y puede decirse que Cuba es el ejemplo más claro del desarrollo del pensamiento marxista? “No lo sé. Claro que Marx estudió una realidad que era mucho más capitalista; veía las transformaciones de Europa y todo el mundo. Cuba tenía una condición diferente, como el marxismo tenía una condición diferente”, responde el estudioso marxista.

“Fidel Castro, un año después de la revolución (1959), cuando la revolución estuvo llegando a ser más socialista, dijo ‘hemos hecho algo más grande que nosotros mismos’”. Pero… Musto guarda fe en la irrupción de gobiernos de izquierda en América Latina, como los de Bolivia y Ecuador, especialmente. “En América Latina, hoy la izquierda es fuerte”, admite.

¿Y cree que Bolivia está recuperando ese pensamiento? “Yo pienso que sí, sobre todo… Para mí, no es importante que se recupere a aquella persona, sino el pensamiento verdaderamente anticapitalista”.

Musto siguió de cerca el llamado “proceso de cambio” boliviano, desde antes de la elección de Evo Morales. “Bolivia es un símbolo importante en el mundo, es como lo que era en los años 90 Chiapas, cuando no había nada en la izquierda, cuando no había esperanza…Bolivia representa un poquito eso, o cuando eran los movimientos estudiantiles de Francia e Italia en los 60”, dice.

Con un guiño a Morales y a sus acciones en el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), sugiere una actitud concertadora para la gestión. “Bolivia tiene una responsabilidad hoy, que la pienso muy fuertemente. Si es tan fuerte, Bolivia tiene que hacer este proceso de cambio de la manera más abierta, más democrática posible. Yo sé que es muy difícil organizar el poder y en estas condiciones políticas y sociales, con esta derecha y con este ataque”.

De regreso a Canadá, Musto se ha cargado de muchos insumos en el país, entre libros, entrevistas y una charla con nosotros. Y recuerda lo que quiso Marx: “Yo no quiero ser un nuevo cocinero que da la receta de la cocina del futuro; no quiero ser como los socialistas utopistas, como los positivistas…”. Que así sea.

Perfil

Nombre: Marcello Musto

Nació: 14-04-1976

Profesión: Filósofo

Cargo: Profesor de la York University, Toronto (Canadá)

Estudios

Marcello Musto se muestra como un hombre sencillo y conversador. A la par de exponer sus análisis, siempre busca conocer el criterio de sus interlocutores acerca de la realidad política; así se alimenta de insumos para entender más la política.

Evo Morales y su gobierno tienen que ser abiertos

En medio de un bullicio de la consola de un restaurante francés, Le Comedié, en La Paz, el napolitano Marcello Musto también pide hablar con el periodista; pregunta sobre la situación del país y el proceso político que vive desde hace seis años. Expresa admiración por las luchas políticas y sociales que precedieron en el país, y se emociona al referirse a los cambios políticos.

— ¿Cómo concibe a Evo Morales?

— Cuando fue la elección, estuve muy feliz, por lo que representa el hombre; si no es sólo un hombre, fue un cambio radical en la sociedad boliviana. Espero que él y el proceso de cambio sean bien abiertos, que escuche, para la responsabilidad que requiere el país. El proceso tiene que ser algo participativo y democrático. Si Bolivia lo hace, lo va a hacer la izquierda mundial también.

— Llega al país en medio de una vigilia de indígenas del TIPNIS.

— Los conflictos que vive el país no afectan al Gobierno. Lo de la policía (el motín) tiene que ser rechazado con dureza. El TIPNIS es algo diferente.

— ¿Es posible un Estado Plurinacional?

— Absolutamente, es posible.

— ¿Cómo lo concibe?

— Una forma de democracia que es más sustancial y real que formal. Las constituciones de Bolivia y Ecuador son un avance muy significativo, porque la ley y la forma de la política y la jurisdicción del Estado tendrían que ser respetuosas de la diferencias.

— Pero ha descontento…

— No pienso que haya un descontento. El MAS y este Gobierno tienen apoyo popular muy fuerte. No pienso que si vamos a elecciones Morales pierda. Hay una derecha muy débil, como Ecuador, que no tiene un proyecto político. La izquierda debe intentar todas las posibilidades; los movimientos sociales deben entender los errores y dramas políticos del pasado.

— ¿Qué entiende por marxismo?

— La libertad. Porque en los siglos pasados hemos sufrido el increíble y dramático proceso de hegemonía cultural del capitalismo sobre el socialismo, en la sociedad americana sobre todo. La libertad está en el socialismo, esta alternativa de sociedad no empieza con Marx, sino con la lucha de los trabajadores.

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Hoy, Marx no hablaría de dictadura del proletariado

Marcello Musto recorre América Latina con la presentación del libro ‘Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx’, para provocar el debate sobre el pensamiento marxista.

Una de las principales preocupaciones del investigador y académico italiano es la poca divulgación bibliográfica que se hizo de Karl Marx. Desde hace varios años se ha dado a la tarea de escudriñar los manuscritos y cartas del pensador, Friedrich Engels y sus amigos, y descubrir las ideas que no necesariamente fueron incorporadas en El capital, el libro básico de los estudios filosóficos y políticos sobre economía, capitalismo y clases sociales del autor prusiano del siglo XIX.

Quizás pueda resultar superfluo imaginar a Karl Marx (1818-1883) teorizando y planteando luchas en la actualidad, como en la Comuna de París. Sin embargo, nacido del análisis de Marcello Musto, un estudioso italiano de Marx, es posible. De paso por La Paz, éste se anima a decir que el autor del Manifiesto Comunista, junto a Friedrich Engels, no pensaría lo mismo ahora de la tesis de la “dictadura del proletariado”, tan utilizada en las movilizaciones de las izquierdas de hoy y de antes en el país.

“Pienso que hoy, Marx nunca diría dictadura del proletariado. Viendo lo que ha pasado en la Unión Soviética, no diría este concepto que ha utilizado algunas veces; que no tiene nada que ver con (lo que hicieron) los políticos stalinistas”, dice en una charla con Animal Político, en ocasión de la presentación de Tras las huellas de un fantasma, la actualidad de Karl Marx, libro junto a otros autores universales que editó, hace dos semanas en La Paz y Cochabamba.

Si es así, se desmitifica el concepto y el sentido de la dictadura del proletariado, retrucamos. “Sólo estuve pensando. Si Marx utilizaría este eslogan, lo haría después de algunos errores o una tragedia (como la) del movimiento obrero en la Europa oriental (Rumanía, Albania)”, responde Musto, aunque antepone a su afirmación su modestia.

Mijaíl Aleksándrovich Bakunin (1814-1876), considerado uno de los padres del anarquismo, ya había cuestionado el concepto de Dios y el Estado. “¿Qué significa el proletariado elevado a condición de clase dominante? ¿Acaso todo el proletariado estaría a la cabeza del Gobierno? Hay cerca de 40 millones de alemanes, ¿acaso todos ellos serán miembros del Gobierno? Todo el pueblo será director y no habrá Gobierno, no habrá Estado. Pero toda vez que haya Estado, habrá dirigidos, existirán esclavos”.

Marx había planteado la idea —sólo 12 veces usada en los escritos junto a Engels, según Musto— en su afán de promover el derrocamiento del régimen burgués y el establecimiento del proletariado en el poder tras la revolución socialista. “Ya hemos dicho que el primer paso de la revolución obrera será el ascenso del proletariado al poder, la conquista de la democracia”, dicta, por su parte, el Manifiesto Comunista.

“Marx tenía la idea de una sociedad organizada de manera democrática, con participación social, política y económica; utilizaba diferentes palabras para decir comunismo y socialismo: autogestión de los trabajadores”, recuerda Musto.

La dictadura del proletariado es algo que Marx ha mencionado por un periodo de lucha muy fuerte entre los capitalistas, las clases dominantes y los trabajadores, y el ejemplo más importante era la Comuna de París, en su análisis.

Más allá de eso, de la especulación nuestra sobre el sentido actual de la dictadura del proletariado, dice que Marx ha dicho dos cosas: “uno, no hay una única vía para hacer la revolución o cambiar las relaciones económicas; en una realidad homogénea, puede ser con elecciones democráticas (Holanda) o puede ser con la revolución (Alemania). Marx dijo que condiciones sociales diferentes y homogéneas no hay un modelo o una ley”.

Sin embargo, sus ideas no siempre fueron reproducidas como él las planteaba, quizás por eso nuestro interlocutor considera que el stalinismo, con la purga de ideas en los años 30, fue una de las causas de su escasa expansión. Joseph Stalin (1878-1953) planteaba el rigor del poder de la mayoría explotada sobre la minoría explotadora, pero sin una democracia plena para todos.

“El hecho de que la palabra ha sido tan importante en la Unión Soviética es porque el partido tenía que hacer el control de la sociedad, y después el Estado, porque el partido se ha hecho Estado”, considera Musto.

Ahora. Cree que, aún así, Marx ha regresado, y esa condición es insumo para el debate actual acerca de su pensamiento. Eso quiere decir que los estudiosos y las universidades han comenzado a desempolvar los escritos y otorgarle de nuevo el valor a sus pensamientos. “Marx ha regresado como investigador del capitalismo. El verdadero retorno de Marx es el retorno político, en periodistas, trabajadores y movimientos políticos”, dice el académico, profesor y PhD en Filosofía y Política de la Universidad de Nápoles, Italia.

Su preocupación está en la acción actual no siempre consecuente con el pensamiento de Marx y Engels. “Necesitamos un Marx verdadero en las luchas”, reclama, como personalizando al pensador con los movimientos sociales del mundo.

De gira académica por América Latina con la provocación de Tras las huellas de un fantasma…, Musto argumenta que en el orbe, como el capitalismo en la época de Marx que impedía la propagación de sus ideas, las condiciones son complicadas. “En gran parte del mundo estamos en una condición difícil, de defensa (de los derechos), porque hay un ataque a la condición de los trabajadores, como pasa en Europa”, dice.

Claro, hay movimientos dispersos, como los jóvenes en Seatle, Madrid o México, que si bien comienzan a cuestionar el sistema, no necesariamente comulgan con el pensamiento marxista. “No tienen ninguna idea de lo que es el anticapitalismo, una sociedad diferente. Cuestionan el sistema pero sin los instrumentos para lucharlo”.

“El anticapitalismo de Marx, el internacionalismo del Che Guevara o los pensamientos de Gramsci (Antoni, 1891-1937) sobre la tradición marxista del movimiento obrero, es lo que necesitamos”, afirma.

En ese su repaso de la reproducción del pensamiento marxista en la región, cita a Cuba, aunque el Che, con sentido autocrítico, alguna vez dijo que el marxismo allí fue menos pragmático, más dogmático y con influencia rusa. “Claro. Yo digo cómo podría haber sido diferente si vamos a pensar las condiciones en las cuales el marxismo y la lucha revolucionaria nacieron… Claro, Rusia tenía este sentido, esta intromisión mundial muy fuerte, estamos hablando de pocos años después de la muerte de Stalin. Principalmente tenía eso”, asiente el profesor de Ciencias Políticas de la York University, Toronto (Canadá).

¿Y puede decirse que Cuba es el ejemplo más claro del desarrollo del pensamiento marxista? “No lo sé. Claro que Marx estudió una realidad que era mucho más capitalista; veía las transformaciones de Europa y todo el mundo. Cuba tenía una condición diferente, como el marxismo tenía una condición diferente”, responde el estudioso marxista.

“Fidel Castro, un año después de la revolución (1959), cuando la revolución estuvo llegando a ser más socialista, dijo ‘hemos hecho algo más grande que nosotros mismos’”. Pero… Musto guarda fe en la irrupción de gobiernos de izquierda en América Latina, como los de Bolivia y Ecuador, especialmente. “En América Latina, hoy la izquierda es fuerte”, admite.

¿Y cree que Bolivia está recuperando ese pensamiento? “Yo pienso que sí, sobre todo… Para mí, no es importante que se recupere a aquella persona, sino el pensamiento verdaderamente anticapitalista”.

Musto siguió de cerca el llamado “proceso de cambio” boliviano, desde antes de la elección de Evo Morales. “Bolivia es un símbolo importante en el mundo, es como lo que era en los años 90 Chiapas, cuando no había nada en la izquierda, cuando no había esperanza…Bolivia representa un poquito eso, o cuando eran los movimientos estudiantiles de Francia e Italia en los 60”, dice.

Con un guiño a Morales y a sus acciones en el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS), sugiere una actitud concertadora para la gestión. “Bolivia tiene una responsabilidad hoy, que la pienso muy fuertemente. Si es tan fuerte, Bolivia tiene que hacer este proceso de cambio de la manera más abierta, más democrática posible. Yo sé que es muy difícil organizar el poder y en estas condiciones políticas y sociales, con esta derecha y con este ataque”.

De regreso a Canadá, Musto se ha cargado de muchos insumos en el país, entre libros, entrevistas y una charla con nosotros. Y recuerda lo que quiso Marx: “Yo no quiero ser un nuevo cocinero que da la receta de la cocina del futuro; no quiero ser como los socialistas utopistas, como los positivistas…”. Que así sea.

Perfil

Nombre: Marcello Musto

Nació: 14-04-1976

Profesión: Filósofo

Cargo: Profesor de la York University, Toronto (Canadá)

Estudios

Marcello Musto se muestra como un hombre sencillo y conversador. A la par de exponer sus análisis, siempre busca conocer el criterio de sus interlocutores acerca de la realidad política; así se alimenta de insumos para entender más la política.

Evo Morales y su gobierno tienen que ser abiertos

En medio de un bullicio de la consola de un restaurante francés, Le Comedié, en La Paz, el napolitano Marcello Musto también pide hablar con el periodista; pregunta sobre la situación del país y el proceso político que vive desde hace seis años. Expresa admiración por las luchas políticas y sociales que precedieron en el país, y se emociona al referirse a los cambios políticos.

— ¿Cómo concibe a Evo Morales?

— Cuando fue la elección, estuve muy feliz, por lo que representa el hombre; si no es sólo un hombre, fue un cambio radical en la sociedad boliviana. Espero que él y el proceso de cambio sean bien abiertos, que escuche, para la responsabilidad que requiere el país. El proceso tiene que ser algo participativo y democrático. Si Bolivia lo hace, lo va a hacer la izquierda mundial también.

— Llega al país en medio de una vigilia de indígenas del TIPNIS.

— Los conflictos que vive el país no afectan al Gobierno. Lo de la policía (el motín) tiene que ser rechazado con dureza. El TIPNIS es algo diferente.

— ¿Es posible un Estado Plurinacional?

— Absolutamente, es posible.

— ¿Cómo lo concibe?

— Una forma de democracia que es más sustancial y real que formal. Las constituciones de Bolivia y Ecuador son un avance muy significativo, porque la ley y la forma de la política y la jurisdicción del Estado tendrían que ser respetuosas de la diferencias.

— Pero ha descontento…

— No pienso que haya un descontento. El MAS y este Gobierno tienen apoyo popular muy fuerte. No pienso que si vamos a elecciones Morales pierda. Hay una derecha muy débil, como Ecuador, que no tiene un proyecto político. La izquierda debe intentar todas las posibilidades; los movimientos sociales deben entender los errores y dramas políticos del pasado.

— ¿Qué entiende por marxismo?

— La libertad. Porque en los siglos pasados hemos sufrido el increíble y dramático proceso de hegemonía cultural del capitalismo sobre el socialismo, en la sociedad americana sobre todo. La libertad está en el socialismo, esta alternativa de sociedad no empieza con Marx, sino con la lucha de los trabajadores.

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Un fantasma que hace ruido y da de qué hablar: Marcello Musto en Quito

“¿Quién era Marx? Marx era un estudiante exactamente como vosotros, ni más ni menos, un estudiante de Quito de 2012”. Con estas palabras, Marcello Musto inició su conferencia el pasado martes 07 de junio en el auditorio Pedro Jorge Vera de la Facultad de Comunicación Social (Facso).

Al evento, organizado por el Instituto de Investigación y Posgrados (ISICS) y Dax Toscano, docente de la materia Teoría Social y Política de la Facultad (coordinador del evento), asistieron alrededor de 500 personas, entre estudiantes, docentes, trabajadores y autoridades.

Fernando López, decano de la Facultad, realizó la apertura del evento: “Marx, un fantasma que hace ruido y da de qué hablar”, dijo.

Musto compartió detalles invisibilizados de la vida del pensador del siglo XVIII. Durante 90 minutos, los asistentes pudieron acercarse a Marx y sus travesías, sus limitaciones, su contexto histórico, su producción intelectual. En su obra “Tras las huellas de un fantasma: la actualidad de Karl Marx”, publicado por la Editorial Siglo XXI, se recoge toda esta información.

“Contra la ofensiva posmoderna de derecha”

“El profesor Musto ha tenido una gran atención con nosotros, al venir a dar una charla en nuestra Facultad en una gira que está realizando por primera vez por América del Sur. En su recorrido no solamente va a exponer las ideas de Marx, sino también, conocer nuestra realidad. Para él es importante conocer los pueblos de Latinoamérica y así realizar una explicación de nuestras realidades concretas”, indicó Toscano.

“En la facultad hemos tratado de mantener, aún en los momentos más duros de la ofensiva posmoderna de derecha, espacios para el pensamiento crítico”, manifestó López.

A criterio de Marco Villarroel, docente de la Facultad, es un hecho interesante que temas considerados “peligrosos” o “tabú” sean retomados en las aulas universitarias y resaltó lo positivo de la realización de este evento, pues permite un rejuvenecimiento del pensamiento.

Toscano agregó que lo fundamental es que se socialicen las ideas de las distintas personas que ven al mundo con una visión diferente a la oficial, “lo importante es que eso llegue a la conciencia de la gente, sobre todo a la conciencia de los y las estudiantes”.

“Me gustó ver el otro rostro de Marx, pues el expositor nos dejó a nosotros elegir si adoptamos la teoría marxista o no. El problema con mis compañeros y yo, es que conocemos solo partes de las obras de algunos autores y con Marx ciertos profesores nos dicen hasta las páginas específicas que debemos leer, entonces resulta poco serio realizar estudios universitarios así”, dijo Carolina Cuenca, estudiante de cuarto semestre.

Ana Ayala, estudiante de quinto semestre de la Facso, expresó que “lo que Marx quiso hacer es entender el capitalismo para combatirlo. Muchos de los catedráticos se empeñan en ser solo pensadores sin tener un accionar. Es importante retomar Marx porque la cátedra y el sistema nos quieren quitar las materias de Teoría Crítica, fundamental para los comunicadores”.

Las dos estudiantes de la Facso concordaron en que los alumnos(as) tienen la responsabilidad de auto-educarse. “Si queremos cambiar debemos comprometernos en desarrollar estudios más elevados y serios en nuestro país, tener la convicción que un país distinto es posible”.

Conferencia: Los nuevos rostros de Karl Marx

A continuación, un extracto de la conferencia dictada por Marcello Musto : “Me siento en mi casa, me siento en una universidad viva, una simbiosis con las personas que estudian y trabajan aquí. ¿Quién era Marx? Los estudiantes siempre se han imaginado a Marx como una estatua, grande, duro, con barba y puede ser que lo consideren como una divinidad, un pensador muy grande y complicado, lo que intentaré es presentar un rostro humano de Marx”.

“Hoy vivimos una situación de paradoja, existen intelectuales que hablan de la posibilidad del fin del mundo y no de la posibilidad del fin del capitalismo, un sistema dramático que nos ha llevado a la crisis. Crisis que no es un incidente, sino un momento estructural y cíclico del capitalismo, porque el capital tiene que destruir las condiciones sociales que los trabajadores han ganado para empezar nuevamente una explotación más grande”.

“Marx es un autor que debe ser leído nuevamente y con muchas atenciones. Muchos estudiosos han dicho que él no ha hecho nada en sus últimos años de vida porque no ha publicado, pero no significa que no ha hecho. Marx no publicó porque quería estar seguro de lo que escribía, quería seguir estudiando. Recordemos que Marx era un ser humano y nosotros debemos completar las cosas que ha hecho”.