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Cartas por la revolución

Karl Marx y Friedrich Engels se conocieron en Colonia en noviembre de 1842, cuando éste último visitó la redacción de la Gazzetta Renana y conoció a su joven director. El comienzo de su asociación teórica, sin embargo, tuvo lugar solo en 1844, en París.A diferencia de Marx, Engels, hijo de un propietario de una industria textil, ya había tenido la oportunidad de viajar a Inglaterra, verificando en persona los efectos de la explotación capitalista en el proletariado. Su artículo sobre la crítica de la economía política, impreso en los Anales de Franco-Alemanes, despertó un gran interés en Marx, quien en ese momento decidió dedicar todas sus energías a esta disciplina. Los dos comenzaron una colaboración teórica y política que duró por el resto de sus vidas.En 1845, cuando el gobierno francés expulsó a Marx debido a su militancia comunista, Engels lo siguió a Bruselas. Ese mismo año también apareció una de las pocas obras escritas en común, una crítica del idealismo de los jóvenes hegelianos, titulada La Sagrada Familia, y los dos redactaron ​​un voluminoso manuscrito – La ideología alemana – que luego se dejó a la “crítica roedora de los ratones”. Posteriormente, en conjunto con los primeros movimientos de 1848, Marx y Engels publicaron lo que se convertiría en el texto político más leído en la historia de la humanidad: El manifiesto del partido comunista.

En 1849, después de la derrota de la revolución, Marx se vio obligado a mudarse a Inglaterra y Engels se unió a él poco después. El primero se instaló en Londres, mientras que el segundo se fue a trabajar a 300 kilómetros de distancia, en Manchester, donde comenzó a dirigir el negocio familiar. De 1850 a 1870, año en que Engels se retiró del salió del negocio y, finalmente, pudo reunirse con su amigo en la capital británica, ellos dieron vida al período más intenso de su correspondencia, discutiendo, varias veces por semana, los principales acontecimientos políticos y económicos de la su época. La gran parte de las 2.500 cartas intercambiadas entre las dos fechas se remonta a este período de veinte años, con la adición de otras 1.500 enviadas por ellos a militantes e intelectuales de casi veinte países (ver infografía aquí). Completan esta impresionante correspondencia unas 10. 000 cartas enviadas a Marx y Engels por terceros y otras 6.000 cartas de las cuales, incluso si no se han localizado, hay evidencia de su existencia. Es un tesoro precioso, en el que se encuentran ideas que, a veces, no podían desarrollarse completamente en sus escritos.

Pocos relatos del siglo XIX pueden presumir de referencias tan eruditas como las que surgen de las misivas de los dos revolucionarios comunistas. Marx leía en ocho idiomas y Engels dominó hasta doce; sus textos se distinguen por la alternancia de los muchos modismos utilizados y por las citas cultas, incluidas aquellas en latín y griego antiguo. Los dos humanistas también fueron grandes amantes de la literatura. Marx conocía el teatro de Shakespeare de memoria y nunca se cansaba de hojear sus volúmenes de Esquilo, Dante y Balzac. Engels fue durante mucho tiempo el presidente del Instituto Schiller en Manchester y adoraba a Ariosto, Goethe y Lessing. Junto con el debate permanente sobre los acontecimientos internacionales y las posibilidades revolucionarias, hubo numerosos intercambios relacionados con los principales descubrimientos de la tecnología, la geología, la química, la física, matemáticas y antropología. Para Marx, Engels siempre constituyó un confronto indispensable y la voz crítica que debía ser consultada cada vez que era necesario tomar posición sobre un tema controvertido.

En algunos períodos, hubo una división real del trabajo entre ellos. De los 487 artículos firmados por Marx, entre 1851 y 1862, para el New York Tribune, el periódico más difundido en los Estados Unidos, casi la mitad fueron escritos por Engels. Marx informó al público estadounidense sobre los acontecimientos políticos más relevantes del mundo y las crisis económicas, mientras que Engels relató las muchas guerras en curso y sus posibles resultados. Al hacerlo, permitió que su amigo pudiera dedicar más tiempo a completar su investigación sobre economía.

Desde el punto de vista humano, su relación fue incluso más extraordinaria que la intelectual. Marx confió a Engels todas sus dificultades personales, comenzando con la terrible pobreza y los muchos problemas de salud que lo atormentaron durante décadas. Engels se prodigó con total abnegación para ayudar a su amigo y a su familia, haciendo siempre todo lo que estaba a su alcance para garantizarles una existencia digna y facilitar la finalización de El capital. Marx le estuvo constantemente agradecido por el apoyo, como se muestra por lo que escribió en una noche de agosto de 1867, unos pocos minutos después de terminar la corrección de los borradores del libro I: “te lo debo sólo a ti que esto haya sido posible”.

A partir de septiembre de 1864, la redacción de la magnum opus de Marx también se retrasó debido a su participación en las actividades de la Asociación Internacional de Trabajadores. Había asumido la gran carga de su dirección desde el principio, pero incluso Engels, tan pronto como pudo, puso sus habilidades políticas al servicio de los trabajadores. La noche del 18 de marzo de 1871, cuando tuvieron la noticia de que “el asalto al cielo” había tenido éxito y que en París había nacido la primera Comuna socialista en la historia de la humanidad, comprendieron que los tiempos podían cambiar más rápido de lo que ellos mismos esperaban.

Incluso después de la muerte de la esposa de Marx en 1881, cuando los médicos le impusieron diversos viajes fuera de Londres, para tratar de curar mejor sus enfermedades, los dos nunca dejaron de escribirse. A menudo usaban los sobrenombres afectivos con los que eran llamados por sus compañeros de lucha: el Moro y el General – Marx por el color negro de su barba y pelo, Engels por su gran experiencia en materia de estrategia militar.

Poco antes de su muerte, Marx le pidió a su hija Eleanor que le recordara a Engels “hacer algo” con sus manuscritos inconclusos. Él respetó su voluntad y, justo después de esa tarde de marzo de 1883, cuando lo vio por última vez, emprendió un trabajo ciclópeo. Engels sobrevivió a Marx durante 12 años, la mayoría de los cuales fueron empleados para hacer que las notas de los libros II y III de El Capital, que su amigo no pudo completar, se publicaran.

En ese período de su vida, extrañaba muchas de las cosas de Marx y, entre ellas, también su constante intercambio epistolar. Engels catalogó cuidadosamente sus cartas, recordando los años en que, fumando una pipa, solía escribir una por noche. Las releía a menudo, en algunas circunstancias con un poco de melancolía, recordando los muchos momentos de su juventud, durante los cuales, sonriendo y burlándose uno del otro, se habían esforzado en prever dónde estallaría la próxima revolución. Pero nunca abandonó la certeza de que muchos otros continuarían su trabajo teórico y que millones, en todos los rincones del mundo, continuarían luchando por la emancipación de las clases subalternas.

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La escritura de El capital

De los Grundrisse al análisis crítico de las teorías de la plusvalía
En el período 1857-1859 no hubo señal del tan anticipado movimiento revolucionario, que Marx suponía nacería de la mano de la crisis y, por ello, abandonó el proyecto de escribir un volumen en torno a la crisis de ese momento. Tampoco pudo terminar el trabajo con el que había estado luchando por muchos años, porque era consciente de encontrarse todavía muy lejos de una conceptualización definitiva de los problemas analizados en el manuscrito. Por lo tanto, los Grundrisse se quedaron simplemente como un esbozo, del que (después de haber elaborado con cuidado el ‘Capítulo sobre el dinero’) publicó en 1859 un libro corto sin resonancia pública, la Contribución a la crítica de la economía política. Pensado como la primera entrega de su trabajo planeado, este texto incluía un primer capítulo corto, ‘La mercancía’, distinguiendo entre valor de uso y valor de cambio, así como un segundo capítulo más largo, ‘El dinero o la circulación simple’, que se refiere a teorías del dinero como unidad de medida. Marx informó en el prólogo que estos dos capítulos, junto con un tercero, ‘el capital en general’, constituían la primera sección del primer libro de un plan general de seis: ‘Consideraré el sistema de la economía burguesa en la siguiente secuencia: el capital, la propiedad de la tierra, el trabajo asalariado; el Estado, el comercio exterior, el mercado mundial’ (Marx [1859] 2000: 3).

Tras un intenso período de conflictos políticos, durante el cual Marx escribe Herr Vogt (1860), y después de muchas dificultades económicas y de salud, que volvieron a atormentarlo, en agosto de 1861 Marx se dedicó de nuevo a la crítica de la economía política. Reanudó su trabajo con tal intensidad que para junio de 1863 ya había redactado 23 voluminosos cuadernos de apuntes dedicados a la transformación del dinero en capital, al capital comercial y, sobre todo, a las diferentes teorías con las que los economistas habían tratado de explicar la plusvalía (1). Su objetivo era completar la Contribución a la crítica de la economía política.

Los planes de Marx no habían cambiado dos años después: todavía tenía la intención de escribir seis libros, cada uno dedicado a una de las cuestiones que había enumerado en 1859 (2). Sin embargo, entre el verano de 1861 y marzo de 1862, Marx trabajó en un nuevo capítulo, ‘El capital en general’, que tenía la intención de incluir como un tercer capítulo en su plan de publicación. En el manuscrito preparatorio, que hacía parte de los primeros cinco de los veintitrés cuadernos compilados a finales de 1863, se concentró en el proceso de producción del capital y, más específicamente, en: 1) la transformación del dinero en capital; 2) plusvalía absoluta; y 3) plusvalía relativa (3). Algunas de estas cuestiones, ya tratadas en los Grundrisse, fueron ahora presentadas con una riqueza y precisión analíticas mayores.

Un alivio momentáneo de los enormes problemas económicos que lo acosaron durante años le permitió a Marx dedicar más tiempo y hacer avances teóricos significativos. A finales de octubre de 1861 le escribió a Engels que «las circunstancias se han aclarado finalmente, así que he puesto de nuevo al menos un suelo fijo bajo los pies». Su trabajo con el New-York Tribune le aseguraba «dos libras a la semana» (Marx a Engels, 30 de octubre de 1861, Marx and Engels 1985a: 323). También había finalizado un acuerdo con Die Presse, el diario vienés de tendencias liberales, que con sus 30.000 suscriptores era el más difundido de los diarios austriacos, además de uno de los más populares en alemán. Durante el último año había «empeñado todo lo que no estaba clavado al piso» y lo difícil de la situación había deprimido seriamente a su esposa. Pero, ahora, el doble compromiso prometía ponerle fin a «la agobiante situación que llevaba su familia», permitiéndole «completar su libro».

Sin embargo, en diciembre le contó a Engels que se había visto forzado a dejar pagarés con el carnicero y el tendero, y que su deuda con varios acreedores alcanzaba las 100 libras (Marx a Engels, 9 de diciembre de 1861, Marx and Engels 1985a: 332). Por todas estas preocupaciones, su investigación procedía muy lentamente: «En estas circunstancias era efectivamente imposible completar rápidamente dichos asuntos teóricos». Pero le avisa a Engels que «[la cosa] se hace mucho más popular y el método esta mucho menos oculto en comparación con el primero» (Ibid.: 333).

Con este dramático trasfondo Marx intentó pedir dinero prestado a su madre, así como a otros familiares y al poeta Carl Siebel [1836-1868]. En una carta a Engels a finales de diciembre le explicó que estos eran intentos de evitar estar molestándolo constantemente; en cualquier caso, todos resultaron improductivos. Y el acuerdo con Die Presse tampoco estaba funcionando, pues estos estaban imprimiendo (y pagando por) la mitad de los artículos que Marx les enviaba. Como respuesta a los buenos deseos de año nuevo de su amigo, le confesó que, si el nuevo llegase a ser como el anterior, «preferiría irse al infierno» (Marx a Engels, 27 de diciembre de 1861, Marx and Engels 1985a: 337-338).

Las cosas tomaron un rumbo incluso peor cuando el New-York Tribune, enfrentando limitaciones financieras asociadas con la Guerra Civil, tuvo que reducir el número de sus corresponsales extranjeros. El último artículo de Marx para el periódico se publicó el 10 de marzo de 1862. De ahí en adelante, tuvo que arreglárselas sin lo que había sido su principal fuente de ingreso desde el verano de 1851. Este mismo mes, el propietario de la casa, amenazando con enviar a un oficial judicial, les dio un ultimátum para el pago de la renta atrasada, por lo cual la familia Marx tuvo que recurrir nuevamente a la oficina de préstamos para evitar ser «citados todos a juicio, sin distinción» (Marx a Engels, 3 de marzo de 1862, Marx and Engels 1985a: 344). Él mismo afirmó que «no vale la pena llevar una vida así de asquerosa» y se vio obligado a retrasar sus estudios económicos. Algunos días después añadió: «No puedo avanzar con mi libro ordenadamente, pues el trabajo se ve interrumpido o incluso suspendido, a menudo durante semanas enteras, por las contrariedades domésticas» (Marx a Engels, 15 de marzo de 1862, Marx and Engels 1985a: 352).

Durante este periodo, Marx se abocó a una nueva área de investigación: Teorías de la plusvalía (4). Se había planeado que esta fuera la quinta (5) y última parte del extenso tercer capítulo sobre el ‘Capital en general’. A lo largo de 10 cuadernos, Marx diseccionó minuciosamente la manera en la que los principales economistas habían lidiado con la cuestión de la plusvalía; su idea básica era que: «Todos los economistas incurren en la misma falta: en vez de considerar la plusvalía puramente en cuanto tal, la consideran a través de las formas específicas de la ganancia y la renta de la tierra» (Marx 1980a: 33).

En el cuaderno VI, Marx comienza con una crítica de los fisiócratas. Primero que todo, los reconoce como «los verdaderos padres de la economía moderna» (Marx 1980a: 37), pues fueron ellos los que sentaron «las bases para el análisis de la producción capitalista», (Marx 1980a: 38) y buscaron el origen no en «la esfera de la circulación» (en la productividad del dinero, como pensaban los mercantilistas), si no en «la esfera de la producción». Entendieron «la tesis de que sólo es productivo el trabajo que arroja una plusvalía» (Marx 1980a: 38). Por otra parte, al estar incorrectamente convencidos de que «el trabajo agrícola es el único trabajo productivo» (Marx 1980a: 39) consideraban que «la renta de la tierra [es] la única forma de plusvalía que […] existe» (Marx 1980a: 39). Limitaron su análisis a la idea de que la productividad de la tierra le permitía al hombre producir lo que «alcanzara solamente para permitirle a él subsistir» (Marx 1980a: 41). De acuerdo con esta teoría, entonces, la plusvalía aparece como un «don natural» (Marx 1980a: 41).

En la segunda parte del cuaderno VI, en la mayoría de los cuadernos VII, VIII y IX, Marx se concentró en Adam Smith. Este no compartía la falsa idea de los fisiócratas de que «el creador de plusvalía es solamente un determinado tipo de trabajo real, el trabajo agrícola» (Marx 1980a: 76). De hecho, uno de los méritos más grandes de Smith, a ojos de Marx, es haber entendido que, en el proceso del trabajo específico de la sociedad burguesa, «una parte del trabajo vivo es apropiada gratuitamente, sin retribución alguna» (Marx 1980a: 72) por parte del capitalista; o, de nuevo, que «se cambia (desde el punto de vista del trabajador) más trabajo por menos trabajo y (desde el punto de vista del capitalista) menos trabajo por más» (Marx 1980a: 78). La limitación de Smith, sin embargo, fue su incapacidad de distinguir «la plusvalía en cuanto tal […] de las formas específicas que reviste en la ganancia y en la renta del suelo» (Marx 1980a: 73). Este calculó la plusvalía, no en relación con la parte del capital de la que proviene, sino como «un remanente sobre el valor global del capital desembolsado» (Marx 1980a: 79s.) incluyendo la parte que el capitalista gasta para comprar materia prima.

Marx puso muchas de estas reflexiones por escrito durante una estadía de tres semanas con Engels, en Manchester, en abril de 1862. A su retorno, le contó a Lassalle:

En lo que respecta a mi libro, no estará listo antes de dos meses. Durante los últimos años, para no morir de hambre, he tenido que hacer los más desagradables oficios, y, a menudo durante meses enteros, no he podido escribir línea alguna sobre la ‘cosa’. Y a esto se ha de sumar esa peculiaridad mía de que cuando tengo frente a mí algo que escribí cuatro semanas atrás, lo encuentro insuficiente y debo reescribirlo por completo. (Marx a Lassalle, 28 de abril de 1862, Marx and Engels 1985a: 356)

Marx reanudó el trabajo obstinadamente y extendió su investigación, hasta principios de junio, a otros economistas tales como Germain Garnier [1754-1821] y Charles Ganilh [1758-1836]. Se concentró entonces más profundamente en la pregunta por el trabajo productivo e improductivo, enfatizando de nuevo particularmente en Smith, quien, a pesar de una falta de claridad en algunos respectos, había planteado la distinción entre estos conceptos. Desde el punto de vista del capitalista, el trabajo productivo

Es el trabajo asalariado, que, al ser cambiado por la parte variable del capital (la parte del capital invertido en salarios) no solo reproduce esta parte del capital (o el valor de su propia fuerza de trabajo), sino que produce, además, una plusvalía para el capitalista. Solamente así se convierte la mercancía o el dinero en capital, produce como capital. Solamente es productivo el trabajo asalariado que produce capital. (Marx 1980a: 137)

El trabajo improductivo, por otra parte, es «el trabajo que no se cambia por capital, sino que se cambia directamente por un ingreso, es decir, por el salario o la ganancia» (Marx 1980a: 141). De acuerdo con Smith, la actividad de los soberanos (y de los oficiales legales y militares que los rodeaban) no producía valor, y en este sentido era comparable a los oficios de los sirvientes domésticos. Éste, señaló Marx,

es el lenguaje de una burguesía todavía revolucionaria, que aún no ha sometido [a su férula] a toda la sociedad, al Estado, etc. Estas ocupaciones trascendentales y venerandas, como las de soberano, juez, oficial, sacerdote, etc., y la totalidad de los viejos estamentos ideológicos de los que salen los eruditos, los profesores y los curas, aparecen económicamente equiparados al enjambre de sus propios lacayos y bufones, sostenidos por ellos y la riqueza ociosa, por la nobleza de la tierra y los capitalistas ociosos. (Marx 1980a: 278)

En el cuaderno X, Marx se volcó a un análisis riguroso del Tableau économique de François Quesnay [1694-1774] (Marx a Engels, 18 de junio de 1862, Marx and Engels 1985a: 381), al que alabó enormemente, describiéndolo como «una idea verdaderamente genial, sin disputa la idea más genial que a la economía política se le puede reconocer, hasta ahora» (Marx 1980a: 317).

Mientras tanto, las circunstancias económicas de Marx seguían siendo desesperadas. A mediados de junio le escribió a Engels: «Mi esposa me dice todos los días que desearía estar ya en la tumba con los niños, y en realidad no puedo tomárselo a mal, pues las humillaciones, tormentos y espantos que se sufren en esta situación son en efecto indescriptibles» (Marx a Engels, 18 de junio de 1862, Marx and Engels 1985a: 381). Ya en abril la familia había tenido que empeñar de nuevo todas sus posesiones que apenas poco antes había reclamado de la casa de empeño. La situación era tan extrema que Jenny se decidió a vender algunos de los libros de la biblioteca personal de su esposo, aunque no pudo encontrar a nadie que quisiera comprarlos.

A pesar de todo, Marx consiguió «trabajar duro» y le compartió una nota de satisfacción a Engels a mediados de junio: «extrañamente, mi materia gris anda mejor bajo toda esta miseria que lo que lo ha hecho por muchos años» (Marx a Engels, 18 de junio de 1862, Marx and Engels 1985a: 380). Continuando con su investigación, compiló los cuadernos XI, XII y XIII a lo largo del verano; se concentraban en la teoría de la renta, que había decidido incluir como un «capítulo extra» (Marx a Engels, 2 de agosto de 1862, Marx and Engels 1985a: 394) del texto que estaba preparando para publicación. Marx examinó críticamente las ideas de Rodbertus [1805-1875], y luego se dedicó a un análisis extenso de las doctrinas de David Ricardo [1772-1823] (6).

Negando la existencia de la renta absoluta, Ricardo había abierto un lugar tan solo a la renta diferencial relacionada con la fertilidad y la ubicación de la tierra. En esta teoría, la renta era un exceso: no podía ser nada más. Para Marx, Ricardo no podría haber afirmado lo contrario, pues esto hubiera contradicho su «concepto del valor [como] siendo igual a cierta cantidad de tiempo de trabajo»; hubiera tenido que admitir que no es el tiempo de trabajo, sino algo diferente, lo que determina el valor (Marx 1980b: 111) y que el producto agrícola era vendido constantemente por encima de su precio de costo, que calculaba como la suma del capital adelantado y la ganancia promedio (Marx a Engels, 2 de agosto de 1862, Marx and Engels 1985a: 396). La concepción de Marx de la renta absoluta, por el contrario, estipulaba que «bajo ciertas circunstancias históricas […] los precios de las materias primas se ven encarecidos por la propiedad sobre la tierra» (Marx a Engels, 2 de agosto de 1862, Marx and Engels 1985a: 398).

En la misma carta a Engels Marx escribió que era «un verdadero milagro» que «hubiera sido capaz de avanzar tanto con [su] trabajo teórico» (ibid.: 394). El propietario de la casa había amenazado de nuevo con enviar a los oficiales, mientras que algunos comerciantes a los que les adeudaba hablaban de retenerle las provisiones y tomar acción legal en su contra. Una vez más se había dirigido a Engels por ayuda, confiándole que si no hubiera sido por su esposa e hijos hubiera «preferido mudar[se] a un cuarto en un albergue para indigentes que estar apretando [el bolsillo de Engels] constantemente» (Marx a Engels, 7 de agosto de 1862, Marx and Engels 1985a: 399). En septiembre, Marx le escribió a Engels que era posible que el siguiente año tomara un trabajo en «una empresa ferroviaria inglesa» (Marx a Engels, 10 de septiembre de 1862, Marx and Engels 1985a: 417). En diciembre le repitió a Ludwig Kugelmann [1828-1902] que las cosas se habían puesto tan desesperadas que había «decidido convertirse en un [hombre] ‘práctico’», pero su postulación fue rechazada; le fue comunicado que, debido a su mala letra, no podía ocupar ese puesto. Al recibir la noticia, Marx comentó, con su típico sarcasmo: «¿He de llamarla mala o buena suerte?» (Marx a Kugelmann, 28 de diciembre de 1862, Marx and Engels 1985a: 436).

Mientras tanto, a principios de noviembre le había confiado a Ferdinand Lassalle [1825-1864] que se había visto forzado a suspender el trabajo «alrededor de 6 semanas», y que estaba «avanzando […] con interrupciones». «Sin embargo», añadió, «se llevará a término por completo» (Marx a Lassalle, 7 de noviembre de 1862, Marx and Engels 1985a: 426). Durante este tiempo, Marx llenó otros dos cuadernos, XIV y XV, con un análisis crítico extenso de varios teóricos económicos. Mostró en ellos que Thomas Robert Malthus [1766-1834], para quien la plusvalía provenía de «que el vendedor vende la mercancía en más de lo que vale», representaba un retorno al pasado en la economía teórica, pues derivaba la ganancia del intercambio de mercancías (Marx 1980c: 13). Acusó también a James Mill [1773 -1836] de malinterpretar las categorías de plusvalía y ganancia; señaló la confusión producida por Samuel Bailey [1791-1870] al no distinguir entre la medida inmanente del valor y el valor de la mercancía; y argumentó que John Stuart Mill [1806-1873] no se dio cuenta de que «la tasa de plusvalía y la tasa de ganancia» eran dos cantidades diferentes (Marx 1980c: 172) la última determinada no solo por el nivel de los salarios, sino también por otras causas que no se pueden atribuir directamente a ella.

Marx prestó también atención especial a varios economistas que se oponían a la teoría de Ricardo, como el socialista Thomas Hodgskin [1787-1869]. Finalmente, se dedicó al texto anónimo Revenue and Its sources [El ingreso y sus fuentes] (en su opinión, un ejemplo perfecto de «economía vulgar» que traducía en un lenguaje «doctrinario», pero «apologético», «el punto de vista de la clase dominante, del capitalista») (Marx 1980c: 403). Con el estudio de este libro, Marx concluyó su análisis de las teorías de la plusvalía que llevaron a cabo los principales economistas del pasado, y comenzó a examinar el capital comercial, o el capital que no crea plusvalía, sino que la distribuye (7). Su polémica en contra del «capital a interés» podría «posar como socialismo», pero Marx no tenía tiempo para este «ánimo reformista» que no «enfrentaba la producción capitalista real», sino que «atacaba apenas una de sus consecuencias». Para Marx, por el contrario:

La total cosificación, inversión y el absurdo del capital como capital a interés —en el que, sin embargo, no hace más que manifestarse bajo su forma más tangible la naturaleza interior de la producción capitalista, el absurdo de esta— es el capital que rinde compounded interest [interés compuesto] y que aparece como un Moloch reclamando el mundo entero como víctima sacrificada en sus altares, pero que, impulsado por una misteriosa fatalidad, no logra nunca satisfacer, sino que ve siempre contrarrestadas sus justas aspiraciones, nacidas de su propia naturaleza. (Marx 1980c: 406)

Marx continuó, en la misma línea:

Es, por tanto, el interés, y no la ganancia, lo que aparece, así, en cuanto tal, [y, por lo tanto, se lo toma] como el ingreso creado por el capital e inherente [a él]. Bajo esta forma es, pues, como los economistas vulgares lo conciben también. En esta forma se esfuma toda mediación y se redondea y se culmina la forma fetichista del capital, como la representación del capital-fetiche. Esta forma surge necesariamente cuando se desglosa la propiedad jurídica del capital de su propiedad económica y la propiedad y la apropiación de una parte de la ganancia afluye, bajo el nombre de interés, a un capital en sí o al propietario de [un] capital totalmente desglosado del proceso de producción.

Para el economista vulgar, que pretende prestar el capital como fuente independiente de valor, de creación de valor, esta forma [representa], naturalmente, una [manera de] devorar que se ha descubierto, una forma en que la fuente de la ganancia es irreconocible y el resultado del proceso capitalista cobra existencia independiente, al margen de este proceso. En D-M-D´ aparece todavía [una] mediación. En D-D´ tenemos la forma carente de concepto del capital, la inversión y cosificación de la relación de producción elevada a su máxima potencia. (Marx 1980c: 410)

Después de los estudios sobre el capital comercial, Marx se ocupó de lo que puede considerarse la tercera fase de los manuscritos económicos de 1861-1863. Esto comenzó en diciembre de 1862, con la sección ‘Capital y ganancia’ en el cuaderno XVI que Marx señaló como el «tercer capítulo» (Marx 1980d: 1598-1675). Aquí planteó un esquema de la distinción entre plusvalía y ganancia. En el cuaderno XVII, también compilado en diciembre, volvió a la pregunta por el capital comercial (siguiendo las reflexiones del cuaderno XV (Ibid.:1682-1773) y al flujo de dinero en la reproducción capitalista. A final de año, Marx le envió un reporte del progreso a Kugelmann, informándolo de que la «segunda parte», o la «continuación de la primera entrega», un manuscrito que equivalía a «alrededor de 30 páginas impresas», estaba «finalmente completo». Cuatro años después del primer esquema en la Contribución a la crítica de la economía política, Marx revisaba ahora la estructura de su trabajo proyectado. Le contó a Kugelmann que se había decidido por un nuevo título, usando El capital por primera vez, y que el nombre con el que había trabajado en 1859 iba a ser apenas el «subtítulo» (Marx a Kugelmann, 28 de diciembre de 1862, Marx and Engels 1985a: 435).

Más allá de esto, seguía trabajo de acuerdo con el plan original: lo que se proponía escribir era lo que sería «el tercer capítulo de la primera parte, o sea el capital en general» (8). El volumen, en las etapas finales de su preparación, incluiría «lo que los ingleses llaman ‘los principios de la economía política’». Junto a lo que ya había escrito en la entrega de 1859, habría de constituir la «quintaesencia» de su teoría económica. Sobre la base de los elementos que se preparaba para publicar, le contó a Kugelmann, otros podrían fácilmente desarrollar una continuación «(con la excepción, tal vez, de la relación entre las diferentes formas de Estado y las varias estructuras económicas de la sociedad)». Marx pensó que sería capaz de producir una «copia limpia» (Marx a Kugelmann, 28 de diciembre de 1862, Marx and Engels 1985a: 435) (9) del manuscrito en el año nuevo, tras lo cual planeaba llevarlo a Alemania en persona. Luego, tenía pensado «concluir la presentación del capital, competencia y crédito». En la misma carta a Kugelmann comparó los estilos de escritura del texto publicado en 1859 y del trabajo que estaba preparando entonces: «En el primer cuaderno, en todo caso, el método de presentación era muy poco popular. Esto tenía que ver en parte con la naturaleza abstracta del tema […] Esta parte es más fácil de entender porque se ocupa de relaciones más concretas». Para explicar la diferencia, casi como forma de justificación, añadió:

Los intentos científicos de revolucionar una ciencia nunca pueden ser realmente populares. Pero cuando se ha establecido una base científica, la popularización se vuelve más fácil. Si los tiempos se vuelven más turbulentos, uno sería tal vez capaz de elegir los colores y tintes que ofrecería una presentación popular de estos objetos de estudio. (Marx a Kugelmann, 28 de diciembre de 1862, Marx and Engels 1985a: 436)

Un par de días después, al inicio del nuevo año, Marx enumeró con mayor detalle las partes que habrían constituido su trabajo. En un esquema en el cuaderno XVIII indicó que la ‘primera sección [Abschnitt]’, ‘El proceso de producción del capital’, sería dividida de la siguiente manera:

1) Introducción. La mercancía. El dinero.
2) Conversión del dinero en capital
3) La plusvalía absoluta. […]
4) La plusvalía relativa […]
5) Combinación de plusvalía absoluta y relativa. […]
6) Retroconversión de la plusvalía en capital. […]
7) Resultado del proceso de producción. […]
8) Teorías sobre la plusvalía. […]
9) Teorías sobre el trabajo productivo e improductivo.
(Marx 1980a: 383)

Marx no se limitó a la ‘primera sección’, sino que esbozó un esquema de lo que habría de ser la ‘tercera sección’ de su trabajo: ‘Capital y ganancia’. Esta parte, que ya indicaba algunas cuestiones que habrían de estar en El capital, Libro III, se dividía de la siguiente manera:

1) Conversión de la plusvalía en ganancia. La tasa de ganancia, a diferencia de la tasa de plusvalía.
2) Conversión de la ganancia en ganancia media. […]
3) Teorías de A[dam] Smith y Ricardo sobre la ganancia y los precios de producción.
4) Renta. […]
5) Historia de la llamada ley ricardiana de la renta.
6) Ley del descenso de la tasa de ganancia. […]
7) Teorías sobre la ganancia. […]
8) Desdoblamiento de la ganancia en ganancia industrial e interés. […]
9) El ingreso y sus fuentes […]
10) Movimientos de reflujo del dinero en el proceso total de la producción capitalista.
11) La economía vulgar.
12) Conclusión. Capital y trabajo asalariado.
(Marx 1980a: 383-384) (10)

En el cuaderno XVIII, compuesto en enero de 1863, Marx continuó sus análisis del capital mercantil. Haciendo un sobrevuelo por el pensamiento de George Ramsey [1855-1935], Antoine-Elisée Cherbuliez [1797-1869] y Richard Jones [1790-1855], incluyó algunas adiciones al estudio de cómo habían explicado la plusvalía distintos economistas.

Las dificultades financieras de Marx persistieron durante este periodo y de hecho empeoraron a principios de 1863. Le escribió a Engels que sus «intentos de recaudar dinero en Francia y Alemania han fracasado», que nadie le proveería comida a crédito, y que «los niños no tenían ni ropa ni zapatos para salir» (Marx a Engels, 8 de enero de 1863, Marx and Engels 1985a: 442). Dos semanas después estaba al borde del abismo. En otra carta a Engels le confió que le había propuesto a su compañera de vida lo que ahora se veía como inevitable:

Mis dos hijas mayores van a recibir empleo como institutrices para la familia Cunningham. Lenchen entrará en servicio en otro lugar, y yo, junto a mi esposa y la pequeña Tussy, iremos a vivir en el mismo albergue en donde el rojo Wolff vivió con su familia. (Marx a Engels, 13 de enero de 1863, Marx and Engels 1985a: 445).

Al mismo tiempo habían aparecido nuevos problemas de salud. En las dos primeras semanas de febrero, a Marx se le «prohibió estrictamente leer, escribir y fumar». Sufría de «una especie de inflamación del ojo, combinada con afecciones muy molestas de los nervios de la cabeza». Pudo retornar a sus libros solo a mediados del mes, cuando le confesó a Engels que durante los largos días de inactividad había estado tan alarmado que «se dejó llevar por toda clase de fantasías psicológicas de lo que se sentiría estar ciego o loco» (Marx a Engels, 13 de febrero de 1863, Marx and Engels 1985a: 453). Tan sólo una semana después, habiéndose recuperado de los problemas visuales, desarrolló un nuevo desorden hepático que estaría destinado a molestarlo por mucho tiempo. Dado que el doctor Allen, su médico regular, le hubiera impuesto un «ciclo completo de tratamiento», Marx le pidió a Engels que le pidiera al doctor Eduard Gumpert (11) la recomendación de un «remedio casero» (Marx a Engels, 21 de febrero de 1863, Marx and Engels 1985a: 460) más simple.

En este periodo, aparte de momentos breves en los que estudió maquinarias, Marx tuvo que suspender sus exhaustivos estudios económicos. Sin embargo, en marzo se decidió a «recuperar el tiempo perdido trabajando duro’ (Marx a Engels, 24 de marzo de 1863, Marx and Engels 1985a: 461). Compiló dos cuadernos, XX y XXI, que se ocupaban de la acumulación, la subsunción real y normal del trabajo al capital, y la productividad del capital y el trabajo. Sus argumentos se correlacionaban con el tema fundamental de su investigación en ese tiempo: la plusvalía.

A finales de mayo le escribió a Engels que en las semanas previas había estado estudiando también la cuestión polaca (12) en el Museo Británico: «Lo que hice fue, por un parte, llenar mis vacíos (diplomáticos e históricos) sobre el asunto ruso-prusiano-polaco, y, por otra, leer y sacar extractos de toda clase de literatura en torno a la parte que he trabajado sobre la economía política» (Marx a Engels, 29 de mayo de 1863, Marx and Engels 1985a: 474). Estas notas de trabajo, escritas entre mayo y junio, fueron incluidas en ocho cuadernos adicionales, A a H, que contienen cientos de páginas más resumiendo los estudios económicos de los siglos XVIII y XIX (13). Marx informó también a Engels que, sintiéndose «relativamente capaz de trabajar», estaba determinado a «quitarse el peso de encima» y por tanto tenía la intención de «pasar a limpio la economía política para la imprenta (y darle una retocada final)». Sin embargo, todavía sufría de un «hígado muy inflamado» (Marx a Engels, 29 de mayo de 1863, Marx and Engels 1985a: 474), y a mediados de junio, a pesar de haber «tragado azufre», no estaba «del todo bien» (Marx a Engels, 12 de junio de 1863, Marx and Engels 1985a: 479).

En todo caso, volvió al Museo Británico, y a mediados de junio le reportó a Engels que estaba de nuevo pasando «diez horas al día trabajando en economía». Estos eran precisamente los días en los que, analizando la reconversión de la plusvalía en capital, Marx preparó en el cuaderno XXII una revaloración del Tableau économique de Quesnay (Marx a Engels, 6 de julio de 1863, Marx and Engels 1985a: 485). Luego, compiló el último cuaderno en la serie que había comenzado en 1861 (el número XXIII), que consistía principalmente en notas y anotaciones suplementarias.

Al final de estos dos años de trabajo duro, y siguiendo un reexamen crítico de los principales teóricos de la economía política, Marx estaba más determinado que nunca a completar el trabajo más importante de su vida. Aunque no había solucionado definitivamente muchos de los problemas conceptuales y expositivos, su compleción de la parte histórica lo conminaba ahora a retornar a las preguntas teóricas.

La escritura de los tres volúmenes de El capital
Marx apretó los dientes y se embarcó en una nueva fase de sus labores. A partir del verano de 1963 comenzó la composición real de lo que habría de convertirse en su magnum opus (14). Hasta diciembre de 1865, se dedicó a ampliar las varias partes en las cuales había subdividido su escrito. Durante este período les dio forma, en ese orden: al primer borrador del Libro I; al manuscrito principal del Libro III, en el cual se encuentra la única exposición completa hecha por Marx sobre el proceso de la producción capitalista (Marx 2015); y a la versión inicial del Libro II, la cual contiene la primera representación general del proceso de circulación del capital. En lo que concierne al plan de seis libros que había indicado en 1859 en el prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, incluyó un número de cuestiones relacionadas con la renta y los salarios que iban a ser tratados originariamente en los libros 2 y 3 de ese plan general inicial. A mediados de agosto de 1863, Marx actualizó a Engels acerca de los pasos a seguir:

Con respecto a mi trabajo (el manuscrito para la imprenta), en un sentido va bien. En la última reelaboración, las cosas adoptan una forma llevaderamente popular, me parece […]. Por otra parte, a pesar de que escribo el día entero, no avanza tan rápidamente como lo quisiera, mi propia impaciencia, que ha sido puesta a la prueba de la paciencia por tanto tiempo. En todo caso, se vuelve 100% más fácil de entender que el No. 1 (15). (Marx a Engels, 15 de agosto de 1863, Marx a Engels 1985a: 488).

Marx continuó el ritmo furioso a lo largo del otoño, concentrándose en la escritura del Libro I. Sin embargo, su salud se deterioró rápidamente como resultado, y noviembre vio la aparición de lo que su esposa llamó la «terrible enfermedad» contra la cual él pelearía por muchos años de su vida. Se trataba de un caso de carbuncos (16), una horrible infección que se manifestaba en abscesos y en serios y debilitantes forúnculos en varias partes del cuerpo. Debido a una profunda úlcera que le siguió a un gran carbunco, Marx tuvo que someterse a una operación, y «su vida estuvo en riesgo por un buen tiempo». De acuerdo con la narración posterior de su esposa, la condición crítica duró «cuatro semanas» y le causó a Marx dolores severos y constantes, junto a «preocupaciones atormentadoras y todo tipo de sufrimiento mental», pues la situación financiera de la familia la mantenía «al borde del abismo» (Enzensberger 1999: 227). A principios de diciembre, cuando estaba en camino a la recuperación, Marx le contó a Engels que «había tenido un pie en la tumba’ (Marx a Engels, 2 de diciembre de 1863, Marx and Engels 1985a: 495), y dos días después que su condición física le sonaba como una «buena trama para una novela». De frente, parecía un hombre que «regalaba a su hombre interior con Porto, Bourdeaux, Stout, y cantidades enormes de carne. […]. Pero por detrás en su espalda, el hombre exterior, un maldito carbunco» (Marx a Engels, 4 de diciembre de 1863, Marx and Engels 1985a: 497).

En este contexto, la muerte de la madre de Marx lo obligó a viajar a Alemania para organizar la herencia. Su condición se deterioró de nuevo durante el viaje, y cuando estaba de vuelta tuvo que parar por un par de meses en donde su tío Lion Philips, en Zaltbommel, Holanda. Durante este tiempo, un carbunco más grande que cualquiera antes apareció en su pierna derecha, así como forúnculos enormes en su garganta y espalda. El dolor por causa de estos era tan grande que lo mantenía despierto durante la noche. En la segunda mitad de enero de 1864, le escribió a Engels que se sentía como «un verdadero Lázaro (alias Lassalle), asolado desde todas las esquinas» (Marx a Engels, 20 de enero de 1864, Marx and Engels 1985a: 507). Después de su regreso a Londres, su pésima condición física, debida a múltiples abscesos cutáneos y a la recaída en infecciones, perduró durante el inicio de la primavera y sólo le permitió volver a trabajar a mediados de abril, tras más de cinco meses de interrupción. Durante esta fase, siguió dedicándose al manuscrito del Libro I y es plausible que, justo en ese período, haya redactado el llamado ‘Capítulo VI inédito’, la única parte de la versión inicial que se conserva. Hacia finales de mayo aparecieron en su cuerpo nuevas masas purulentas que le causaron tormentos indescriptibles. Decidido a terminar el libro a toda costa, ignoró de nuevo al Dr. Allen y sus llamados a un «tratamiento de curso regular» que habría perturbado el trabajo que simplemente «tenía que ser llevado a cabo». Marx sentía todo el tiempo que «había algo mal», confesándole sus recelos a su amigo en Manchester: «[…] la enorme resolución que debo adoptar para trabajar en temas complejos pertenece también a este sentimiento de inadecuación. Perdonarás el término spinozista» (Marx a Engels, 26 de mayo de 1864, Marx and Engels 1985a: 530).

La llegada del verano no cambió estas precarias circunstancias. En los primeros días de julio, Marx se contagió de influenza y no pudo escribir (Marx a Engels, 1 de julio de 1864, Marx and Engels 1985a: 545). Y dos semanas después tuvo que guardar cama debido a una grave lesión pustulosa en su pene. Tan sólo después de unas vacaciones familiares en Ramsgate, en la última semana de julio y los primeros diez días de agosto, le fue posible continuar con su trabajo. Comenzó el nuevo periodo de escritura con el Libro III parte dos, ‘La conversión de la ganancia en ganancia promedio’, y luego la parte uno, ‘La conversión de la plusvalía en ganancia’ (que fue completada, muy probablemente, entre finales de octubre e inicios de noviembre de 1864). Durante este periodo participó asiduamente en las reuniones de la Asociación Internacional de Trabajadores, para la que escribió la conferencia inaugural y los estatutos en octubre. También en ese mes le escribió a Carl Klings [1828- ¿?], un trabajador metalúrgico en Sollingen que había sido miembro de la Liga de los Comunistas, contándole de sus varios percances y la razón de su inevitable lentitud, de la siguiente manera:

Estuve enfermo todo el año pasado (afectado por carbuncos y forúnculos). Si no fuera por esto, mi trabajo sobre economía política, El capital, ya habría sido publicado. Espero poder completarlo finalmente en un par de meses, y darle a la burguesía un golpeo teórico del que nunca se recupere. [P]uede usted fiarse de que la clase trabajadora siempre encontrará en mí a un paladín. (Marx a Carl Klings, 4 de octubre de 1864, Marx and Engels 1987: 4).

Habiendo reanudado el trabajo tras una pausa para cumplir con los deberes con la Internacional, Marx escribió la parte tercera del Libro III, titulado ‘La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia’. Este trabajo fue acompañado por otro estallido de su enfermedad. «Otro carbunco apareció en noviembre bajo [su] pecho derecho» (Marx a Engels, 4 de noviembre de 1864, Marx and Engels 1987: 12) y lo confinó a la cama por una semana. Pero lo siguió aquejando cuando se «inclinaba hacia delante para escribir» (Marx a Engels, 14 de noviembre de 1864, Marx and Engels 1987: 22). Al mes siguiente, temiendo otro posible carbunco en su lado derecho, Marx decidió tratárselo él mismo. Le confesó a Engels que era reacio a consultar con el Dr. Allen, quien no sabía nada sobre su uso prolongado de un remedio basado en arsénico, y quien «se molestaría terriblemente por haber carbunculado tanto tiempo a sus espaldas» (Marx a Engels, 2 de diciembre de 1864, Marx and Engels 1987: 51).

De enero a mayo de 1865, Marx se dedicó de lleno al Libro II. Los manuscritos estaban divididos en tres capítulos, que se convirtieron eventualmente en las partes de la versión que Engels imprimió en 1885:1) Las metamorfosis del capital; 2) La rotación del capital; 3) Circulación y reproducción. En estas páginas, Marx desarrolló nuevos conceptos y conectó algunas de las teorías de los Libros I y III.

También en el nuevo año, sin embargo, los carbuncos continuaron persiguiendo a Marx, y alrededor de mediados de febrero ocurrió una nueva recaída en la enfermedad. Le contó a Engels que, a diferencia del año anterior, «su cabeza no había sido afectada» y que era «perfectamente capaz de trabajar» (Marx a Engels, 25 de febrero de 1865, Marx and Engels 1987: 107). Estos pronósticos probaron ser demasiado optimistas: ya a principios de marzo el «viejo mal [lo] estaba plagando en distintos lugares sensibles y molestos», haciendo[le] difícil sentarse (Marx a Engels, 4 de marzo de 1865, Marx and Engels 1987: 115). Además de los «forúnculos», que se mantuvieron hasta mediados del mes, la Internacional requirió una «cantidad de tiempo enorme». Sin embargo, Marx no dejó de trabajar en el libro, incluso si esto significaba que a veces «no [se iba] a la cama hasta las cuatro de la mañana» (Marx a Engels, 13 de marzo de 1865, Marx and Engels 1987: 129-130).

Un último incentivo para completar pronto las partes faltantes del libro fue el contrato con la editorial. Gracias a la intervención de Wilhelm Strohn, un viejo camarada de los días de la Liga Comunista, Otto Meißner [1819-1902], en Hamburgo, le había mandado una carta el 21 de marzo que incluía un acuerdo para publicar «el trabajo El capital: una contribución a la crítica de la economía política». El libro habría de tener «aproximadamente 50 signatures (17) de extensión [y] aparecer en dos volúmenes» (Marx and Engels 1985b: 361). El tiempo era corto, y ya a finales de abril Marx le escribió a Engels que se sentía «tan débil como un perro, en parte por trabajar hasta tarde en la noche […] y en parte por la basura del demonio que [había estado] tomando» (Marx a Engels, 22 de abril de 1865, Marx and Engels 1987: 148). A mediados de mayo apareció en su cadera izquierda un «carbunco repugnante, cerca de la parte inexpresable del cuerpo» (Marx a Engels, 13 de mayo de 1865, Marx and Engels 1987: 158). Una semana después los forúnculos estaban «todavía allí», aunque, afortunadamente, sólo «me molestan localmente, y no en la caja del cerebro». Hacía un buen uso del tiempo cuando era «capaz de trabajar», y le contó a Engels que estaba «trabajando como un caballo» (Marx a Engels, 20 de mayo de 1865, Marx and Engels 1987: 159).

Entre la última semana de mayo y el final de junio, Marx compuso un texto corto, Salarios, precio y ganancia (18). En este texto cuestionaba la tesis de John Weston [¿?] de que los incrementos de salario no eran favorables para la clase trabajadora, y que las demandas de los sindicatos por un pago mayor eran en realidad nocivos. Marx mostró que, por el contrario, «un aumento general de los salarios generaría una caída en la tasa general de ganancia, pero no afectaría los precios promedio de las mercancías, o su valor» (Marx and Engels 1985c: 144).

En el mismo periodo, Marx también escribió la parte cuatro del Libro III, llamándola ‘La conversión del capital-mercancía y del capital-dinero en capital comercial y capital monetario (mercantil)’. Al final de julio de 1865 le envió a Engels otro reporte del progreso:

Faltan todavía tres capítulos por escribir para completar la parte teórica (los tres primeros libros). Luego, falta todavía por escribir el Libro IV, el histórico-literario, que en comparación es para mí la parte relativamente más fácil, pues todas las cuestiones han sido resueltas en los tres primeros libros; el último es más bien una repetición en forma histórica. Sin embargo, no puedo decidirme a enviar a imprenta algo antes de tener la totalidad frente a mí. No importa las fallas que tenga, la ventaja de mis escritos es que son una totalidad artística, y esto sólo puede ser alcanzado con mi manera de nunca dejar que se impriman, antes de tenerlos completos frente a mí. (Marx a Engels, 31 de julio de 1865, Marx a Engels 1987: 173).

Un tiempo después, su fascinación por el arte se asomó en El capital. De hecho, Marx le aconsejó a Engels leer La obra maestra desconocida (1831) de Honoré de Balzac, definida por el mismo como «una pequeña obra maestra, llena de deliciosa ironía» (Marx a Engels, 25 de febrero de 1867, Marx and Engels 1987: 348). El protagonista de la obra era el genial pintor Frenhofer el cual, obsesionado por el deseo de pintar un cuadro del modo más preciso posible, sigue retocándolo en busca de la perfección, demorando así su terminación. A quienes le preguntaban qué le hacía falta para completar la obra, les respondía: «nada, pero esa nada es todo» (Balzac 2006: 217-218). A quienes le pedían que mostrara su lienzo, se negaba convencido: «no, no, debo mejorarla todavía. Anoche pensé haberla terminado […] Sin embargo, todavía no estoy satisfecho. Tengo dudas» (Ibid. 222-3). El personaje magistralmente creado por Balzac llega incluso a exclamar: «Ya son diez años de trabajo, pero ¿qué son diez años cuando se trata de luchar contra la naturaleza?» (Ibid. 224). Después añade: «Por un momento pensé que mi obra estaba terminada, pero está claro que me equivoqué en algunos detalles y no me quedaré tranquilo hasta despejar mis dudas» (Ibid. 230).

Con su habitual y sutil ingenio, es probable que Marx se haya identificado con el protagonista de este cuento. En una reconstrucción de este período, su yerno Paul Lafargue (1842-1911) relata que la lectura del cuento de Balzac le había causado «una profunda impresión [a Marx], porque describía en parte sus propios sentimientos» (Enzensberger 1999: 240). También Marx, según Lafargue, «trabajaba siempre con extrema escrupulosidad» (Ibid.) y no «estaba nunca satisfecho con su trabajo. Lo modificaba en forma continua y encontraba que la representación no se encontraba a la par con la imaginación» (Ibid.).

Cuando ciertos retrasos inevitables, así como una serie de eventos negativos, lo forzaron a reconsiderar su método de trabajo, Marx se preguntó si sería más útil producir primero una copia final del Libro I, de tal manera que la pudiera publicar inmediatamente, o si sería mejor terminar de escribir todos los libros que habría de contener el trabajo. En otra carta a Engels le dijo que «el único punto en cuestión» era si debía «dejar en limpio una copia del manuscrito y enviársela al librero, o terminar de escribir primero todo». Se decidió por la última solución, pero le aseguró a su amigo que su trabajo en los otros libros no sería una pérdida de tiempo:

[Dadas las circunstancias,] la cosa ha ido progresado tan rápidamente como hubiera sido posible para cualquiera, incluso sin consideraciones artísticas en lo absoluto. Dado que, además, tengo un límite máximo de 60 Druckbogen (19), es absolutamente necesario tener frente a mí la totalidad para saber cuándo ha de ser condensado y tachado, para que las partes individuales se encuentren de manera similar y proporcional dentro de los límites establecidos. (Marx a Engels, 5 de agosto de 1865, Marx and Engels 1987: 175).

Marx confirmó que no «ahorraría esfuerzo para terminar lo más pronto posible, pues la cosa pesaba como una pesadilla». Le impedía «hacer nada más», y estaba inclinado a sacarla de camino antes de un nuevo desorden político: «Sé que el tiempo no se mantendrá tan tranquilo como ahora para siempre» (Ibid.).

Aunque había decidido anteponer la compleción del Libro I, Marx no quería dejar lo que había hecho del Libro III en el aire. Entre julio y diciembre de 1865 redactó, aunque de manera fragmentaria, la quinta parte (‘Escisión de la ganancia en interés y ganancia empresarial. El capital que devenga interés’, la sexta parte (‘Transformación de la plus ganancia en renta de la tierra’) y parte siete (‘Los réditos y sus fuentes’) (20). La estructura que Marx le dio al Libro III entre el verano de 1864 y el final de 1865 era, por lo tanto, muy similar al esquema de 12 puntos de enero de 1863 incluido en el cuaderno XVIII de los manuscritos sobre las teorías de la plusvalía.

La ausencia de dificultades financieras que le había permitido a Marx continuar con su trabajo no habría de perdurar por mucho tiempo. Estas reaparecieron después de más o menos un año, y su salud empeoró también a lo largo del verano. Además de esto, sus responsabilidades con la Internacional fueron particularmente intensas en septiembre, en conexión con la primera conferencia convocada por la organización en Londres. En octubre, Marx visitó a Engels en Manchester, y al regresar a Londres tuvo que enfrentar más eventos terribles: su hija Laura había caído enferma, y el propietario de la casa estaba amenazando de nuevo con desalojar a su familia, enviando a los agentes judiciales, mientras que comenzaron a llegar «cartas amenazantes» de «toda esa otra chusma». Su esposa, Jenny, estaba «tan desolada» que, tal y como se lo puso a Engels, «no [tuvo] el valor de explicarle el verdadero estado de cosas» y «no [sabía] qué hacer». La única «buena noticia» fue la muerte de una tía de 73 años de Fráncfort, de la cual Marx esperaba recibir una parte -aunque pequeña, de la herencia (Marx a Engels, 8 de noviembre de 1865, Marx and Engels 1987: 193-194).

La compleción del volumen I
A principios de 1866, Marx se zambulló en la escritura de un nuevo borrador de El capital, volumen I. A mediados de enero puso al corriente de la situación a Wilhelm Liebknecht [1826-1900]:

«Indisposición, […] todo tipo de mala suerte, estar preso de las demandas de la ‘Asociación Internacional’, etc., han confiscado todos los momentos libres que tengo para escribir en limpio mi manuscrito». Sin embargo, pensaba que estaba cerca del final, y que sería «capaz de entregar el volumen I al librero para imprenta en marzo». Añadió que los «dos volúmenes [aparecerían] simultáneamente» (Marx a Wilhelm Liebknecht, 15 de enero de 1866, Marx and Engels 1987: 219).

En otra carta, enviada el mismo día a Kugelmann, habló de estar «ocupado con la escritura en limpio del texto doce horas al día» (Marx a Ludwig Kugelmann, 15 de enero de 1866, Marx and Engels 1987: 221), pero que esperaba enviarlo a la editorial en Hamburgo dentro de los próximos dos meses.

En contra de sus predicciones, sin embargo, todo el año se pasaría en una lucha contra los carbuncos, mientras su estado de salud empeoraba. A finales de enero, su esposa, Jenny, le informó al viejo camarada en armas Johann Philipp Becker [1809-1886] que su esposo «se [encontraba] afectado de nuevo por su antiguo, peligroso y excesivamente doloroso mal». Esta vez era, sin embargo, más «molesto» aún para él, porque interrumpió la «transcripción de su libro que apenas había comenzado». Desde su punto de vista, «este nuevo desencadenamiento [provenía] única y exclusivamente del excesivo trabajo y de las constantes desveladas» (Jenny Marx a Johann Philipp Becker, 29 de enero de 1866, Marx and Engels 1987: 570-571). Apenas unos días después, Marx fue golpeado por el ataque más virulento hasta ese entonces, y estuvo en peligro de perder la vida. Cuando se recuperó lo suficiente como para comenzar a escribir de nuevo, le escribió a Engels, confesándole:

Esta vez me salvé por un pelo. Mi familia no sabe cuán serio fue el caso. Si la cosa se repite tres o cuatro veces más en la misma forma, soy hombre muerto. Estoy asombrosamente molido y todavía me siento condenadamente débil, no en la mente, sino en el costado y la pierna. Los doctores tienen toda la razón en que el trabajo excesivo durante las noches es la causa principal de esta recaída. Pero no les puedo comunicar a estos señores las causas que me obligan a esta extravagancia, lo que por demás no tendría ningún sentido. En este momento tengo todavía todo tipo de pequeños nacidos en el cuerpo, que son dolorosos, pero de ninguna manera ya peligrosos. (Marx a Engels, 10 de febrero de 1866, Marx and Engels 1987: 223)

A pesar de una condición similar, seria y dolorosa, los pensamientos de Marx estaban mayormente dirigidos al trabajo enfrente suyo:

Lo que me causó más repugnancia fue la interrupción de mi trabajo, que había andado espléndidamente desde el primero de enero, cuando mis padecimientos del hígado se habían esfumado. Por supuesto, no había ni riesgo de ‘sentarse’. […] Pero sí me podía acostar, aunque fuera tan sólo por cortos intervalos durante el día. No pude avanzar con la parte realmente teórica; el cerebro estaba muy débil para eso. Por ello, amplié históricamente la sección sobre la ‘Jornada laboral’, lo que estaba por fuera de mi plan original. (Ibid.: 223-224)

Marx concluyó la carta con una frase que resumía muy bien este periodo de su vida: «Mi libro requiere todo mi tiempo de escritura» (Ibid.: 224). Cuán cierto fue esto en 1866. La situación, llegada ya al extremo, estaba ahora alarmando seriamente a Engels. Temiendo lo peor, intervino firmemente para persuadir a Marx de que no podía seguir de la misma manera:

Tienes que hacer por fin algo realmente razonable para librarte de esta historia de los carbuncos, incluso si el libro ha de aplazarse otros tres meses. La cosa se está poniendo verdaderamente muy seria, y si tu cerebro, como tú mismo lo dices, no está a la altura de los asuntos teóricos, dale entonces un poco de descanso de la teoría elevada. Deja por un tiempo los trabajos nocturnos y lleva una vida un poco más regular. (Engels a Marx, 10 febrero 1866, Marx and Engels 1987: 225-226)

Engels consultó inmediatamente al Dr. Gumpert (quien recomendó otra ronda de arsénico), pero hizo también sugerencias acerca de la compleción del libro. Quería asegurarse de que Marx hubiera abandonado la idea, nada realista, de escribir todo El capital antes de que alguna parte de éste fuera publicada. «¿No puedes arreglar las cosas», le preguntó, «para que al menos el primer volumen sea enviado primero a impresión y el segundo un par de meses después?» (Ibid.: 226) Tomando todo en cuenta, terminó su carta con una sabia observación: «¿De qué serviría que tal vez lleguen a estar listos un par de capítulos al final de tu libro y que ni siquiera el primer volumen llegue a ser impreso, si los eventos nos toman por sorpresa?».

Marx contestó a cada uno de los puntos de Engels, alternando entre tonos serios y jocosos. Con respecto al arsénico, escribió: «Dile o escríbele a Gumpert que me mande la receta con instrucciones de uso. Dado que tengo confianza en él, le debe a la mejor de las ‘economías políticas’ obviar la etiqueta profesional y tratarme desde Manchester» (Marx a Engels, 13 de febrero de 1866, Marx and Engels 1987: 227). En relación con sus planes de trabajo, escribió:

En lo que respecta a este ‘maldito’ libro, está así: va a estar listo a finales de diciembre. Tan sólo el tratado sobre la renta básica (el penúltimo capítulo), en su forma actual, ajusta casi un libro en sí mismo (21). Durante el día voy al museo, y escribo de noche. Tuve que arar a través de la nueva química agraria en Alemania, en particular en Liebig y Schönbein, que resulta más importante para este asunto que todos los economistas puestos juntos, así como el enorme material que los franceses han producido desde que me ocupé por última vez de este punto. Concluí mi investigación de la renta básica hace dos años, y se ha logrado mucho entre tanto; dicho sea de paso, confirmando mi teoría. La apertura de Japón (en general, de otra manera no leería libros de viajes si no estoy obligado profesionalmente a hacerlo) fue importante aquí. Así que apliqué el ‘shifting system’ contra mí mismo, tal y como los perros de las fábricas inglesas los utilizaron contra las personas mismas entre 1848 y 1850. (Ibid: 227)

Trabajo diurno en la biblioteca, para estar al tanto de los últimos descubrimientos, y trabajo nocturno en su manuscrito: esta fue la rutina de castigo a la que Marx se sometió en un esfuerzo para usar todas sus energías en completar el libro. Acerca del trabajo principal, le escribió a Engels: «Aunque está listo, el manuscrito (enorme en su forma actual) no es editable por nadie diferente a mí, incluso no por ti». Y procedió a darle una idea de las semanas precedentes:

Comencé el proceso de pasarlo a limpio y darle estilo exactamente el primero de enero, y la cosa iba bastante bien, dado que evidentemente me divierte lamer al infante hasta que esté limpio después de los largos dolores de parto. Sin embargo, el carbunco se interpuso de nuevo, de tal manera que no he podido seguir adelante con ello, sino únicamente llenar de datos aquello que estaba ya listo según el plan. (Ibid: 227)

Finalmente, Marx aceptó el consejo de Engels de alargar la agenda de publicación: «por cierto, estoy de acuerdo con tu punto de vista; le voy a llevar a Meißner el primer volumen en cuanto esté listo. Pero», añadió, «para poder terminarlo tengo que ser capaz, al menos, de sentarme» (Ibid).

De hecho, su salud seguía deteriorándose. A finales de febrero, dos nuevos carbuncos aparecieron en su cuerpo, y Marx intentó tratárselos él mismo. Le contó a Engels que usó «una navaja afilada» para deshacerse del que estaba más arriba, cercenando «el perro» por sí mismo. «La sangre infectada […] brotó, más bien saltó por los aires», y de ahí en adelante considero al carbunco como enterrado, aunque con necesidad de «algún cuidado». En lo que respecta al «de más abajo», escribió: «se está tornando tan maligno que está fuera de mi control […] Si esta porquería continúa así, tendré por supuesto que mandar por Allen, pues, dado el locus de este perro, soy incapaz de seguirlo y tratarlo yo mismo» (Marx a Engels, 20 de febrero de 1866, Marx and Engels 1987: 231).

Siguiendo este pavoroso recuento, Engels reprendió a su amigo más severamente que nunca: «Ningún ser humano puede soportar a largo plazo esta historia crónica con los carbuncos, sin mencionar que eventualmente pueda aparecer uno que adquiera tal forma que te mande al demonio. ¿Y qué pasaría entonces con tu libro y tu familia?» (Engels a Marx, 22 de febrero 1866, Marx and Engels 1987: 233)
Para darle a Marx algo de respiro, le dijo que estaba preparado para hacer cualquier sacrificio financiero necesario. Le sugirió un periodo de descanso total, rogándole que fuera «razonable»:

[…] Hazme a mí y a tu familia el único favor de dejarte curar. ¿Qué será de todo el movimiento si algo te pasara? Tal y como te estás comportando, a eso vamos a llegar. Para ser honesto, no voy a tener paz ni de día ni de noche hasta que te haya sacado de esta situación, y cada día que no oiga nada de ti voy a estar inquieto y voy a pensar que te estás poniendo peor. Nota bene: No deberías nunca más dejar que las cosas lleguen hasta el extremo de que un carbunco que ha ser rebanado no sea rebanado. Esto es altamente peligroso. (Ibid.: 233-234)

Finalmente, Marx se dejó persuadir de tomar un receso del trabajo. El 15 de marzo viajó a Margate, un lugar de descanso a orillas del mar en Kent, y a los diez días mandó un reporte acerca de sí mismo. «No leo nada, no escribo nada. El simple hecho de tener que tomar el arsénico tres veces al día lo obliga a uno a organizar su tiempo en función de las comidas y los paseos […]. Con respecto a la compañía aquí, simplemente no existe. Puedo cantar con el molinero del [rio] Dee (22): ‘No cuido de nadie y nadie cuida de mí’» (Marx a Engels, 24 de marzo de 1866, Marx and Engels 1987: 249)

A principios de abril, Marx le dijo a su amigo Kugelmann que estaba «muy recuperado». Pero se quejó de que, por causa de la interrupción, se habían perdido «otros dos meses, y más», y que la compleción de su libro «tendría que posponerse una vez más» (Karl Marx a Ludwig Kugelmann, 6 de abril de1866, Marx and Engels 1987: 262). Después de su regreso a Londres, el trabajo de Marx continuó detenido por otras semanas gracias a un ataque de reumatismo y otros problemas; su cuerpo estaba todavía exhausto y vulnerable. A pesar de que le reportó a Engels, a principios de junio, que «nada carbuncoso [había] aparecido de nuevo», (Marx a Engels, 7 de junio de 1866, Marx and Engels 1987: 281) no estaba contento de que su trabajo hubiera «progresado tan pobremente puramente debido a mi situación corporal». (Marx a Engels, 9 de junio de 1866, Marx and Engels 1987: 282). En julio, Marx tuvo que confrontar lo que se había convertido en tres enemigos habituales: el periculum in mora [peligro por la mora] de Livy, en la forma de deudas por la renta; los carbuncos, con uno que estaba a punto de aparecer; y un hígado enfermo.

En agosto le aseguró a Engels que, aunque su salud «fluctuaba de un día al otro», se sentía en general mejor: después de todo, «la sensación de estar de nuevo en forma para el trabajo hace mucho por un hombre» (Marx a Engels, 7 de agosto de 1866, Marx and Engels 1987: 303). Se veía «amenazado con carbuncos aquí y allá», y aunque «siguen desapareciendo» sin la necesidad de intervenciones urgentes, lo habían obligado a mantener sus «horas de trabajo dentro de los límites» (Karl Marx a Friedrich Engels, 23 de agosto de 1866, Marx and Engels 1987: 311). El mismo día le escribió a Kugelmann: «[…] no creo ser capaz de enviar a Hamburgo el manuscrito del primer volumen (se trata ahora de tres volúmenes) antes de octubre. Apenas puedo trabajar productivamente unas horas por día sin sentir inmediatamente los efectos en mi cuerpo […]» (Marx a Ludwig Kugelmann, 23 de agosto de 1866, Marx and Engels 1987: 312).

También esta vez estaba siendo Marx demasiado optimista. El constate flujo de fenómenos negativos a los que estaba expuesto diariamente en su lucha por sobrevivir lograron ser de nuevo un obstáculo para completar su texto. Más aún, tenía que invertir tiempo preciado en la búsqueda de maneras de extraer pequeñas sumas de dinero de la casa de empeño y en escapar al tortuoso círculo de pagarés en el que se había metido.

En una carta a mediados de octubre, Marx le expresó a Kugelmann el miedo de que, como resultado de su larga enfermedad, y de todos los gastos que esta había generado, no fuera capaz de «mantener a los acreedores a raya», y que la casa estuviera a «punto de caerse sobre su cabeza» (Marx a Ludwig Kugelmann, 13 de octubre de 1866, Marx and Engels 1987: 328). Por lo tanto, ni siquiera en octubre fue posible para él poner los últimos toques al manuscrito. Al describir el estado de cosas a su amigo en Hannover, y explicando las razones de la demora, Marx expuso el plan que tenía en ese entonces en mente:

Mis circunstancias (interrupciones corporales y sociales sin descanso) me exigen publicar primero el volumen I, y no ambos volúmenes, como era mi intención originalmente. Y probablemente se trate ahora de tres volúmenes. La obra entera se divide entonces en las siguientes partes:

Libro I: El proceso de producción del capital
Libro II: El proceso de circulación del capital
Libro III: El proceso global de la producción capitalista
Libro IV: Hacia una historia de la teoría

El volumen I incluye los dos primeros Libros. El Libro III, creo, llenará el volumen II, y el Libro IV, el volumen III. (Ibid.: 328)

Revisando el trabajo que había hecho desde la Contribución a la crítica de la economía política, publicado en 1859, Marx continuó:

Me pareció necesario comenzar de nuevo desde el principio del primer libro, es decir, resumir mi escrito, publicado por Duncker, en un capítulo acerca de la mercancía y el dinero. Me pareció necesario, no sólo en aras de la completitud, sino porque incluso la gente inteligente no captó la cosa del todo correctamente; es decir, algo debía fallar en la primera exposición, en especial con respecto al análisis de la mercancía (Ibid.: 328-329).

También el mes de noviembre estuvo marcado por una pobreza extrema. Refiriéndose a la terrible vida cotidiana, que no le daba un respiro, Marx le escribió a Engels: «Todo esto no sólo ha interrumpido ampliamente mi trabajo, sino que, por cuenta de tratar de recuperar en la noche el tiempo perdido durante el día, me ha salido un lindo carbunco cerca del pene». (Marx a Engels, 8 de noviembre de 1866, Marx and Engels 1987: 331). Pero no tardó en apuntar que «este verano y otoño no fue la teoría, sino motivos de salud y burgueses, lo que causó la demora». Si hubiera gozado de buena salud, hubiera sido capaz de completar el trabajo. Le recordó a Engels que ya habían pasado tres años desde que «el primer carbunco [había sido] rebanado», años en los que solo había tenido «cortos periodos» de respiro de la enfermedad (Marx a Engels, 10 de noviembre de 1866, Marx and Engels 1987: 332). Más aún, habiendo sido obligado a invertir tanto tiempo y energía en la lucha diaria contra la pobreza, en diciembre comentó: «Tan sólo lamento que las personas privadas no puedan enviar sus cuentas a la Corte de Bancarrota con la misma facilidad como los comerciantes» (Ibid.).

La situación no cambió durante todo el verano, y a finales de febrero de 1867 Marx le escribió a su amigo en Manchester (quien nunca había fallado en enviarle todo lo que podía): ‘Un tendero me va a enviar a las autoridades el sábado (pasado mañana), si no le pago al menos 5£ […]. El trabajo estará listo pronto, y lo estaría hoy mismo, si no se me hubiera acosado tanto en estos días» (Marx a Engels, 21 de febrero de 1867, Marx and Engels 1987: 347).

A finales de marzo, Marx fue finalmente capaz de darle a Engels la muy esperada noticia de que «había acabado el libro» (Marx a Engels, 27 de marzo 1867, Marx and Engels 1987: 350) (23). Ahora tendría que enviarlo a Alemania, y una vez más se veía forzado a acudir a su amigo para que reclamara «su ropa y reloj, que se [encontraban] en una casa de empeño»; de lo contrario no sería capaz de irse (Marx a Engels, 2 de abril de 1867, Marx and Engels 1987: 351).

Habiendo llegado a Hamburgo, Marx discutió con Engels el nuevo plan propuesto por Meißner:

Ahora quiere que el libro se publique en tres volúmenes. Es decir, está en contra de que concentre el último Libro (la parte histórico-literaria), como lo había planeado. Dijo que, desde el punto de vista de la publicación […] ésta es la parte que más se vendería. Yo le dije que, en este respecto, estaba a su total disposición. (Marx a Engels, 13 de abril de 1867, Marx and Engels 1987: 357).

Un par de días después le dio un reporte similar a Becker:

El trabajo completo aparecerá en tres volúmenes. El título es El capital. Crítica de la economía política. El volumen I incluye el Libro I: ‘El proceso de producción del capital’. Se trata, sin lugar a duda, del más terrible misil que se ha disparado jamás contra las cabezas de la burguesía (terratenientes incluidos). (Marx a Johann Philip Becker, 17 de abril de 1867, Marx and Engels 1987: 358)

Tras unos días en Hamburgo, Marx viajó a Hannover. Se quedó allí como huésped de Kugelmann, quien lo conoció finalmente después de años de relaciones puramente epistolares. Marx se hizo disponible allí en caso de que Meißner lo requiriera para ayudar con la corrección de pruebas. Le escribió a Engels que su salud se había «mejorado extraordinariamente». No había «rastro de la vieja dolencia» ni de su «problema de hígado», y «lo que, es más, [estaba] de buen humor» (Marx a Engels, 24 de abril de1867, Marx and Engels 1987: 361).

Su amigo le contestó desde Manchester:

Siempre se me hizo que este maldito libro, al que has estado cargando durante tanto tiempo, era el núcleo fundamental de toda tu mala suerte, y que nunca serías capaz de salir de ella hasta que te lo sacudieras de encima. Esta cosa eternamente inacabada te oprimía corporal, espiritual y financieramente hasta el suelo, y me puedo dar cuenta muy bien de que después de haberte sacudido esta pesadilla te sientes como un tipo completamente distinto. (Engels a Marx, 27 de abril de1867, Marx and Engels 1987: 362).

Marx quería informarles a otros acerca de la inminente publicación de su trabajo. Le escribió a Sigfrid Meyer [1840-1872], un socialista alemán, miembro de la Internacional, activo en la organización del movimiento de los trabajadores en Nueva York: «El volumen I está compuesto por el ‘Proceso de producción del capital’. […] El volumen II contiene la continuación y conclusión de la teoría, mientras que el volumen III, la historia de la economía política desde mediados del siglo XVII» (Marx a Sigfrid Meyer, 30 de abril de 1867, Marx and Engels 1987: 367). Su plan se mantuvo inalterado y, por tanto, los Libros II y III deberían haber salido juntos, como parte del volumen II.

Engels se involucró en la corrección del texto para publicación a mediados de junio. Le pareció que, comparado con la Contribución a la crítica de la economía política, «la dialéctica del argumento se había precisado fuertemente» (Engels a Marx, 16 de junio de1867, Marx and Engels 1987: 381). Marx se conmovió por esta aprobación: «Que estés satisfecho hasta este momento es más importante para mí que cualquier cosa que alguien más pueda decir de éste» (Marx a Engels, 22 de junio de 1867, Marx and Engels 1987: 383)

Sin embargo, Engels anotó que su exposición de la forma del valor era excesivamente abstracta y no suficientemente clara para una persona lectora promedio; también lamentó que fuera precisamente esta sección la que tenía «las marcas de los carbuncos algo estampadas» (Engels a Marx, 16 de junio de 1867, Marx and Engels 1987: 380). En respuesta, Marx se fue lanza en ristre contra la causa de sus tormentos físicos («Espero que la burguesía recuerde mis carbuncos hasta el último día de su vida») (Marx a Engels, 22 de junio de 1867, Marx and Engels 1987: 383) y se convenció de la necesidad de un apéndice presentando su concepción de la forma del valor de una manera más popular. Esa adición de veintidós páginas fue terminada a finales de junio.

Marx completó la corrección de pruebas a las 2:00 a.m. del primero de agosto de 1867. Unos minutos después le escribió a su amigo en Manchester: «Querido Fred: acabo de terminar de corregir la última página […]. Así que este volumen está listo. ¡Te debo sólo a ti que esto haya sido posible! […] ¡Te abrazo, lleno de agradecimiento!» (Marx a Engels, 24 de agosto de 1867, Marx and Engels 1987: 405)

Un par de días después, en otra carta a Engels, resumiría lo que consideraba como los dos pilares fundamentales del libro: «1. (en esto se basa toda comprensión de los hechos) el carácter doble, desde el principio del primer capítulo, del trabajo que se manifiesta ya sea en el valor de uso o el valor de cambio; 2. El tratamiento de la plusvalía, independientemente de sus formas particulares como ganancia, interés, renta básica, etc.» (Marx a Engels, 24 de agosto de 1867, Marx and Engels 1987: 407).

El capital fue puesto a la venta el 11 de septiembre de 1967 (ver: Marx [1867] 1983: 674). Siguiendo las modificaciones finales, el índice quedó como sigue:
Prefacio

  1. Mercancía y dinero
  2. Transformación del dinero en capital
  3. Producción de la plusvalía absoluta
  4. La producción de la plusvalía relativa
  5. Desarrollo complementario de la producción de la plusvalía absoluta y relativa
  6. El proceso de acumulación del capital

Apéndice a la Parte 1, 1: La forma del valor
(Marx [1867] 1983: 9-10).

A pesar del largo proceso de corrección y de la adición final, la estructura del trabajo sería expandida considerablemente en el transcurso de los años siguientes, y se le harían más modificaciones al texto. El volumen I, por lo tanto, continuaría absorbiendo una significativa energía por parte de Marx, incluso después de su publicación.

En búsqueda de la versión definitiva
Marx retornó al volumen II en octubre de 1867. Esto, sin embargo, trajo de nuevo dolores de hígado, insomnio, y la erupción de «dos pequeños carbuncos cerca del membrum». Tampoco desaparecieron las «incursiones desde afuera» ni las «complicaciones de la vida doméstica»; había una cierta amargura en su afirmación a Engels de que «mi enfermedad siempre se origina en la mente» (Marx a Engels, 19 de octubre de 1867, Marx and Engels 1987: 453). Como siempre, su amigo le ayudó, enviándole todo el dinero que podía junto con el deseo de que «ahuyentara los carbuncos» (Engels a Marx, 22 de octubre 1867, Marx and Engels 1987: 457). No fue lo que ocurrió, sin embargo, y a finales de noviembre Marx escribió para informar: «Mi estado de salud ha empeorado mucho, así que ni hablar de trabajar» (Marx a Engels, 27 de noviembre de 1867, Marx and Engels 1987: 477).

El nuevo año, 1868, comenzó más o menos como terminó el anterior. Durante las primeras semanas de enero Marx fue incapaz incluso de encargarse de su correspondencia. Su esposa, Jenny, le contó a Becker que su «pobre esposo está de nuevo en cama, encadenado de manos y pies por su grave y dolorosa dolencia, que se [estaba] volviendo peligrosa por su constante recurrencia» (Jenny Marx a Johann Philip Becker, después del 10 de enero de 1868, Marx and Engels 1987: 580). Algunos días después, su hija Jenny le reportó a Engels: «El Moro es de nuevo víctima de sus viejos enemigos, los carbuncos, y, gracias a la aparición del último, se siente muy enfermo, incluso cuando está sentado» (Laura Marx a Friedrich Engels, 13 de enero de 1868, Marx and Engels 1987: 583).

Marx comenzó a escribir de nuevo tan sólo hacia finales del mes, cuando le contó a Engels que «por dos o tres semanas» fue incapaz «de hacer ningún trabajo»; «sería desastroso», añadió, «si un tercer monstruo hubiera de aparecer» (Marx a Engels, 25 de enero de 1868, Marx and Engels 1987: 528).

Sin embargo, como era habitual, apenas podía volvía a sus investigaciones. En este período estaba mucho más interesado en profundizar sobre la historia y la agricultura y, para esto, compiló cuadernos con extractos de las obras de muchos autores. Entre estos, dedicó una enorme atención a la Introducción a la historia del ordenamiento de la marca, del poder, de la villa y la ciudad y del poder público (1854), del estadista e historiador del derecho Georg Ludwig von Maurer (1790-1872). Marx le comentó a Engels que había encontrado sus obras «extraordinariamente importantes» desde el momento que en ellas había sido «configurado en una forma completamente nueva […] no sólo la temprana edad media, sino todo el desarrollo posterior de las ciudades imperiales libres, de los propietarios que gozaban de inmunidad, del poder público, de la lucha entre los campesinos libres y los siervos de la gleba» (Marx a Engels, 25 de marzo de 1868, Marx and Engels 1987: 557).

Marx manifestó su aprobación por Maurer, ya que le había «demostrado, ampliamente, que la propiedad privada de la tierra habría surgido sólo posteriormente» (Marx a Engels, 14 de marzo de 1868, Marx and Engels 1987: 547). Por otra parte, dirigió comentarios irónicos a quienes se «sorprendían de encontrar las cosas más recientes entre las más antiguas- incluso igualitarias a un nivel que horrorizaría a Proudhon» (Marx a Engels, 25 de marzo de 1868, Marx and Engels 1987: 558).

En este mismo período, Marx profundizó también el estudio de las obras Historia de la agricultura, a saber: panorama histórico de los progresos en los conocimientos agícolas de los últimos cien años (1852), La naturaleza de la agricultura. Contribución a una teoría de la misma (1857) y Clima y reino vegetal en el tiempo: una contribución a la historia de ambos (1847), de Karl Fraas (1810-1875). De este último libro, considerado por Marx «muy interesante», apreció, de modo particular, la parte en la cual aparecía una «demostración de que, en una época histórica, el clima y la flora cambian». En cuanto a su autor, lo describe ante Engels como un «darwinista antes de Darwin, [ya que] hace surgir las especies mismas en épocas históricas». Le causaron también una impresión positiva sus consideraciones de tipo ecológico, a partir de las cuales se notaba su preocupación sobre «el cultivo [que,] al proceder de modo natural, en vez de ser dominado conscientemente (como burgués, obviamente, él no llegaba muy lejos), deja tras de sí desiertos». Para Marx, también desde este punto de vista, se manifestaba una «inconsciente tendencia socialista» (Ibid.:559).

El estado de salud de Marx continuó fluctuando. A finales de marzo le contó a Engels que su «estado era tal, que debería renunciar del todo a trabajar y pensar por algún tiempo». Pero añadió que esto sería «difícil» para él, «incluso si tuviera los medios para vagabundear» (Marx a Engels, 25 de marzo de 1868, Marx and Engels 1987: 557). La nueva interrupción llegó justo cuando estaba recomenzando el trabajo en la segunda versión del Libro II (después de una etapa de casi tres años desde la primera mitad de 1865). Completó los dos primeros capítulos en el curso de la primavera (Marx 2008a: 1-339), además de un grupo de manuscritos preparatorios (acerca de la relación entre plusvalía y la tasa de ganancia, la ley de la tasa de ganancia, y las metamorfosis del capital), que lo ocuparon hasta el final de 1868 (24).

Al final de abril de 1868, Marx le envió a Engels un nuevo esquema de su trabajo, con una referencia particular al «método por el que se desarrolla la tasa de ganancia» (Marx a Engels, 30 de abril de 1868, Marx and Engels 1988: 21). Fue esa la última vez que hizo referencia, en su correspondencia, a la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. A pesar de las grandes crisis económicas que se presentaron a partir de 1873, este concepto, en el cual hizo un marcado enfasis en su momento -tanto que le dedica la totalidad de la tercera sección del Libro III de El capital (que fue redactado en 1864-1865)- no vuelve a ser mencionado por Marx, y se considera superado. En la misma carta dejó en claro que el volumen II habría de presentar el «proceso de circulación del capital sobre la base de las premisas desarrolladas» en el volumen I. Tenía la intención de exponer, de la manera más satisfactoria posible, las ‘determinaciones formales’ del capital fijo, del capital circulante y la transferencia del capital (y, por lo tanto, de investigar «la mezcla social de los diferentes capitales, de partes del capital y los ingresos (=m)». El volumen III habría entonces de investigar «la conversión de la plusvalía en sus diferentes formas y diferentes partes constitutivas» (Ibid.).

Sin embargo, los problemas de salud volvieron en mayo, y después de un periodo de silencio Marx le explicó a Engels que «dos carbuncos en el escroto hubieran puesto incluso a Sila [Lucius Cornelius Sila Félix] malhumorado» (Marx a Engels, 16 de mayo 1868, Marx and Engels 1988: 35). En la segunda semana de agosto le contó a Kugelmann de su esperanza de finalizar el trabajo «a finales de septiembre» de 1869 (Marx a Ludwig Kugelmann, 10 de agosto de 1868, Marx and Engels 1988: 82). Pero el otoño trajo una nueva aparición de carbuncos, y en la primavera de 1869, cuando Marx estaba todavía trabajando en el tercer capítulo del volumen II «Las relaciones reales del proceso de circulación y del proceso de reproducción» (Marx 2008b: 340-522). Su plan de finalizarlo a más tardar en 1869 parecía realista, puesto que la segunda versión del texto que había redactado a partir de la primavera de 1868 constituía un avance, tanto desde el punto de vista cualitativo como cuantitativo. Sin embargo, ese mismo año, su enfermedad hepática empeoró y sus achaques reaparecieron con regularidad peligrosa en los años siguientes y le impidieron completar nunca el volumen II.

Había también razones teóricas para la demora. Determinado a estar al tanto de las últimas noticias en el capitalismo, entre el otoño de 1868 y la primavera de 1869 Marx compiló numerosos extractos de textos sobre finanzas y mercados de dinero que aparecieron en The Money Market Review [La revista del mercado monetario], The Economist y publicaciones similares (25). Su interés por lo que ocurría al otro lado del Atlántico seguía creciendo y lo alentaba, constantemente, a la búsqueda de noticias actualizadas. Escribió a su amigo Meyer que para él hubiera sido «sumamente precioso» que le pudiera enviar «algo antiburgués sobre la propiedad de la tierra o sobre la economía agraria en los Estados Unidos». Le explicó que «dado que en el segundo volumen [hubiera] trata[do] la renta hipotecaria o el alquiler de tierras, este material hubiera sido especialmente bienvenido para contrarestar la Armonía de los intereses de H. Carey [1793-1879]» (Marx a S. Meyer, 4 de julio de 1868, Marx and Engels 1988: 61). Más aún, en el otoño de 1869, habiéndose enterado de nueva literatura (en realidad, insignificante) sobre algunos cambios en Rusia, decidió aprender ruso para poder estudiarla por sí mismo. Persiguió este nuevo interés con su rigor habitual, y a principios de 1870 Jenny le contó a Engels que «en vez de cuidarse, [Marx había comenzado] a estudiar ruso con todas sus fuerzas, saliendo poco, comiendo con poca frecuencia, y sólo mostró el carbunco bajo su brazo cuando ya estaba muy inflamado y endurecido» (Jenny Marx a Friedrich Engels, alrededor del 17 enero de 1870, Marx and Engels 1988: 551). Engels se apresuró a escribir a su amigo, tratando de persuadirlo de que, «en el interés del volumen II», necesitaba un «cambio de vida»; de lo contrario, si había «una constante repetición de dichas suspensiones», nunca sería capaz de terminar el libro (Engels a Marx, 19 de enero de 1870, Marx and Engels 1988: 408).

La predicción dio en el blanco. Al comienzo del verano, resumiendo lo que había sucedido en los meses previos, Marx le contó a Kugelmann que su trabajo había sido «retrasado por la enfermedad a lo largo del invierno», y que había «encontrado necesario concentrase en su ruso, porque, al lidiar con la cuestión de la tierra, se había vuelto esencial estudiar las relaciones de propiedad sobre la tierra en Rusia a partir de recursos primarios» (Marx a Ludwig Kugelmann, 27 de junio de 1870, Marx and Engels 1988: 528).

Después de todas las interrupciones y de un periodo de actividad política intensa para la Internacional derivado del surgimiento de la Comuna de París, Marx se volcó al trabajo de una nueva edición del volumen I. Insatisfecho de la manera en la que había explicado la teoría del valor, dedicó diciembre de 1870 y enero de 1872 a reescribir el apéndice de 1867, y esto lo llevó a reescribir también el primer capítulo mismo. El fruto de este trabajo fue el manuscrito conocido con el título Adiciones y cambios al Libro I de El capital (1871-1872) (Marx [1872] 1987: 1-55). Con ocasión de la revisión de la edición de 1867, Marx incorpora complementos y precisiones.

Algunos de ellos se refieren a la diferencia entre capital constante y variable, el plusvalor por el uso de la maquinaria y la tecnología. Además, ajustó la estructura interna del libro. En 1867 había dividido la obra en seis capítulos, mientras que en la nueva edición estos se convirtieron en siete secciones compuestas de 25 capítulos, cada uno de los cuales comprendía subdivisiones en parágrafos mucho más detallados. La reimpresión fue publicada en 1872, con una tirada de 3.000 ejemplares.

El año 1872 fue fundamental para la difusión de El capital puesto que en abril sale la traducción al ruso, la primera de una larga serie (26). Comenzada por German Lopatin (1845-1918) y posteriormente completada por el economista Nikolaj Danielson (1844-1918), fue valorada como «excelente» (Marx a N. Danielson, 28 de mayo de 1872, Marx and Engels 1989: 385) (27) por el mismo Marx. Leßner cuenta que «el acontecimiento [considerado una] importante señal de los tiempos se convirtió en una celebración para él, su familia y sus amigos» (Leßner 1996: 138)

En mayo, en una carta dirigida a Liebknecht, Jenny von Westphalen, que había compartido con las hijas la alegría de este éxito, así como las demás reivindicaciones de Marx, dejó en evidencia, con palabras tremendamente efectivas, cuánto pesaban las diferencias de género, incluso en la batalla común por el socialismo. En ella afirmaba que, en todos los conflictos existentes:

[…] a nosotras las mujeres nos toca la parte más dura, la más mezquina. El hombre se templa en el combate contra el mundo exterior, se templa cara a cara con los enemigos, mientras nosotras -así los enemigos sean una legión- debemos estar encerradas en la casa remendando calcetines. Esto no aleja las preocupaciones y las pequeñas miserias cotidianas consumen, lenta pero inexorablemente, la fuerza y la alegría de vivir. (Jenny Marx a W. Liebknecht, 26 de mayo de 1872, Marx and Engels 1989: 580)

Durante ese año tuvo inicio la publicación de la traducción al francés de El capital. Esta, confiada a Joseph Roy (?), qua había ya traducido algunos textos de Ludwig Feuerbach (1804-1872), debía ser publicada por el editor francés Maurice Lachâtre (1814-1900) en fascículos entre 1872 y 1875. Marx se había puesto de acuerdo con ellos sobre la posibilidad de impresión de una «edición popular económica» (Marx a L. Lafargue, 18 de diciembre de 1871, Marx and Engels 1989: 283) y, en efecto, les escribe: «aplaudo su idea de publicar la traducción en pequeños fascículos periódicos. De esta forma, la obra será fácilmente accesible a la clase obrera y esta valoración es para mí más importante que cualquier otra cosa». Sin embargo, consciente de que esa elección presentaba también «un revés […] de la medalla», Marx anticipó que este método haría «tremendamente difícil la lectura del primer capítulo» y existía el temor de que el público se desanimara «por la dificultad de avanzar». Para eludir este «inconveniente», él no podía «hacer más que advertir y preparar de antemano al lector que anhela la verdad: no existe un camino único en la ciencia y solo aquellos que no huyen al esfuerzo de escalar sus senderos escarpados pueden aspirar a alcanzar sus luminosas cimas» (Marx a L. Lachatre, 18 de marzo de 1872, Marx and Engels 1989: 344).

Iniciada la traducción, Marx tuvo que emplear mucho más tiempo que el previsto en corregir los borradores. De hecho, como informó a Danielson, Roy había «traducido con frecuencia demasiado literalmente», motivo por el cual se había visto obligado a reescribir pasajes enteros para que fueran apetecibles para el público francés» (Marx a N. Danielson, 28 de mayo de 1872, Marx and Engels 1989: 385). En mayo de 1872, su hija Jenny comunicó a la familia Kugelmann que su padre se «había visto obligado a hacer numerosas correciones, reescribiendo no sólo frases enteras sino hasta páginas completas» (Jenny Marx (hija) a L. Kugelmann, 3 de mayo de 1872, Marx and Engels 1989: 578). En una actualización del mes siguiente, agregó que la traducción era «tan insatisfactoria que, lamentablemente, el Moro se había visto obligado a reescribir la mayor parte del primer capítulo» (Jenny Marx (hija) a L. y G. Kugelmann, 27 de junio de 1872, Marx and Engels 1989: 582).

Sucesivamente, también Engels le comunicó a Kugelmann que «la traducción al francés le suponía a Marx un trabajo colosal» y que con frecuencia tenía que «comenzar nuevamente desde cero» (Engels a L. Kugelmann, 1 de julio de 1873, Marx and Engels 1989: 515). Al termino de la labor, Marx comentó que la tarea le había «implicado una tal pérdida de tiempo que personalmente hubiera preferido no participar, de ningún modo, en ninguna traducción» (Marx a F. Sorge, 27 de septiembre de 1877, Marx and Engels 1991: 276)

A pesar de estar tan ocupado en la traducción del texto, durante su revisión Marx decidió agregar algunas modificaciones y rectificaciones. Estas concernían, principalmente, a la sección dedicada al «proceso de acumulación del capital», pero también se relacionaban a algunos temas específicos como la distinción que quería hacer entre los conceptos de «concentración» y «centralización» del capital. En el posdata de la edición francesa, Marx no dudó en atribuirle un «valor científico independiente del original» (Marx 1996: 24) No es fortuito que en 1877, cuando apareció la posibilidad de una versión en inglés, Marx precisó a Sorge que el traductor habría debido «necesariamente […] cotejar la segunda edición alemana con la francesa», en la cual había agregado «algunas cosas nuevas y muchas otras [las había] descrito mejor» (Marx a F. Sorge, 27 de septiembre de 1877, Marx and Engels 1991: 276).

Refiriéndose a ella y resaltando, al mismo tiempo, los aspectos positivos y negativos, en cartas dirigidas a Danielson, en noviembre de 1878, Marx escribió que esta contenía «muchas variaciones e incorporaciones importantes», pero admitía también que se había visto obligado -sobre todo en el primer capítulo- a «aplanar» la exposición (Marx a N. Danielson, 15 de noviembre de 1878, Marx and Engels 1991: 343). Fue por este motivo que sintió la necesidad de aclarar que los capítulos ‘Mercancia y dinero’ y ‘La transformación del dinero en capital’ deberían ser «traducidos siguiendo exclusivamente el texto en alemán» (Marx a N. Danielson, 28 de noviembre de 1878, Marx and Engels 1991: 346) (28).

El borrador del Libro II de El capital fue dejado en un estado lejos de definitivo y presenta numerosos problemas teóricos. Los manuscritos del Libro III son de carácter mucho más fragmentado y Marx no alcanza tampoco a realizar una actualización que fuese coherente con el progreso de sus estudios (29). Hay que tener presente también que no alcanzó a terminar una revisión del Libro I que le permitiera incorporar las modificaciones y las partes complementarias que, en sus intenciones, hubieran mejorado su magnum opus (30). De hecho, ni la traducción al francés, de 1872-75, ni la tercera edición alemana, de 1881, pueden ser consideradas la versión definitiva que hubiera querido llevar a cabo.

De todas formas, el espíritu problemático con el cual Marx escribió y reconsideró su obra, demuestra la enorme distancia que lo separa de la representación de autor dogmático, propuesta ya sea por múltiples adversarios o por muchos de sus presuntos discípulos. Incluso en su estado incompleto, aquellos que quieran valerse de categorías teóricas esenciales para comprender el modo de producción capitalista, no pueden prescindir de leer, incluso hoy, el libro primero de El capital.

La ampliación de los estudios para el Libro II de El capital.
Entre 1877 y el comienzo de 1881, Marx escribió nueve versiones de diversas partes del Libro II de El capital. En marzo de ese año, empezó a redactar un índice bastante extenso de materiales recopilados previamente (Marx 2008c: 525-548). Luego, se concentró casi exclusivamente en la primera sección: ‘Las metamorfosis del capital y su ciclo’ (Marx 2008d: 550-697), realizando una descripción más completa del fenómeno de la circulación del capital. Más tarde, a pesar de que sus precarias condiciones de salud y la necesidad de llevar a cabo numerosos chequeos médicos volviesen el trabajo muy ocasional, Marx siguió ocupándose de varios temas, incluido el último capítulo titulado ‘Acumulación y reproducción ampliada’. A este período se remonta el llamado ‘Manuscrito VIII’ del Libro II (Marx 2008e: 698-828) en donde, además de la recapitulación de textos anteriores, Marx preparó nuevos borradores que consideraba útiles para la continuación de la obra. También entendió que había cometido, y repetido por largo tiempo, un error de interpretación al considerar que las representaciones monetarias fueran apenas un velo del contenido real de las relaciones económicas (Cfr. Otani, Vasina e Vollgraf 2008: 881).

En el verano de 1877, por causa «del insomnio y el consecuente estado caótico de los nervios que había alcanzado […] un nivel inquietante» (Marx a Engels, 18 de julio de 1877, Marx and Engels 1991: 242), Marx se vio obligado a programar, por enésima vez, un período de descanso. Tras varias consideraciones, le dijo a Engels que ese año tenía la intención de ir a Neuenahr, una pequeña localidad en Renania, no muy lejos de Tréveris.

Después de pasar unos días en Neuenahr, que definió como un pequeño pueblo «completamente aislado del mundo» (Marx a M. Barry, 15 de agosto de 1877, Marx and Engels 1991: 266), los doctores confirmaron lo que Marx había sospechado antes de partir: «el […] hígado ya no mostraba ningún indicio de agrandamiento, […] el verdadero mal [era] de tipo nervioso» (Marx a Engels, 17 de agosto de 1877, Marx and Engels 1991: 268). Los médicos le aconsejaron que se trasladara durante dos semanas a la Floresta Negra, «para respirar aire de montaña y bosque a alturas elevadas» (Ibid.) (31).

Una vez de nuevo en casa, y aunque su estado de salud no hubiese mejorado mucho, Marx volvió a sumergirse en sus manuscritos. Se quejó con Sorge por el «maldito insomnio que había sufrido durante el año y que lo había vuelto enormemente perezoso para escribir», a pesar de esforzarse en «dedicar todos los momentos posibles al trabajo» (Marx a F. Sorge, 27 de septiembre de 1877, Marx and Engels 1991: 275-276). En noviembre de 1877, Marx comunicó al joven banquero de Frankfurt Sigmund Schott (1852-1910) que estaba «adelantando simultáneamente varias partes del trabajo». Le dijo que había «comenzado El capital en una secuencia inversa a la que le había presentado al público, empezando por la tercera parte, la histórica (32). La única diferencia era que el primer volumen, escrito al final, había sido inmediatamente revisado para su impresión, mientras que los otros dos habían permanecido en su forma cruda (en estado bruto), necesariamente propia de toda investigación» (Marx a Engels, 3 de noviembre de 1877, Marx and Engels 1991: 287) (33).

En este período, Marx tampoco descuidó sus estudios, centrando su atención en los bancos y el comercio. Escribió extractos de la Historia de los bancos (1874) del economista italiano Pietro Rota (1846-1875), de la Historia del comercio bizantino (1808) y de la Historia del comercio de los griegos (1839), ambos escritos por el primer rector de la Universidad de Bonn Hullmann Karl (1765-1846), y de La historia natural del comercio (1872), escrita por el jurista y estadístico John Yeats (1822-1902) (34). A finales de marzo de 1878, Marx le escribió a Schott que había encontrado «muy útil» la lectura de un libro de A. Saling (?), editor de un anuario bursátil. Marx también leyó y escribió extractos de las obras del economista ruso Illarion Ignatevich Kaufman (1848-1916), en particular de la Teoría y práctica del sistema bancario (1873-1877). De esta obra criticó el «estilo pomposo» y «[su] apología» del capitalismo, a través de la cual su autor, aunque «de forma totalmente inconsciente, llegaba a demostrar […] la correlación entre […] el actual sistema de producción y lo que el filisteo condena como ‘abuso’, ‘ilícito’, etc.» (Marx a S. Schott, 29 de marzo de 1878, Marx and Engels 1991 : 304) (35). Durante el otoño, Marx continuó con el trabajo para ampliar el conocimiento sobre estos temas, examinando, entre otras muchas publicaciones, Papel moneda, la raíz de todos los males (1872), del economista Charles A. Mann (?), y Los principios de la ciencia bancaria (1873) de Rota.

Junto con estas investigaciones, Marx volvió a leer las más recientes publicaciones y a analizar los avances económicos que llegaban de Rusia y los Estados Unidos de América. Gracias a su amigo Danielson, en abril recibió «un montón de publicaciones ‘rusas’ desde San Petersburgo» (Marx a T. Allsop, 28 de abril de 1878, Marx and Engels 1991: 307). Entre los diversos autores estaba el jurista y filósofo Nikolaevič Čičerin (1828-1904), sobre cuya mediocridad Marx escribió: «evidentemente, desconoce los rudimentos de la economía política y se imagina que, si aparecen bajo su nombre, las trivialidades de la escuela de Bastiat se convierten en verdades originales e inmediatamente convincentes» (Marx a N. Danielson, 28 de noviembre de 1878, Marx and Engels 1991: 346). Más tarde, también le encargó a Danielson que redactara para él una síntesis de la política financiera rusa de los últimos quince años y un resumen de la productividad del trabajo agrícola.

En abril de 1876, Marx le había escrito a Sorge que, con el fin de continuar con el Libro II de El capital, necesitaría «ver personalmente lo que [se había impreso], [y fuera] utilizable, sobre la agricultura estadounidense y las relaciones de propiedad de la tierra, así como sobre el crédito (pánico [financiero], dinero y todo lo que [estaba] relacionado con esto)» (Marx a F. Sorge, 4 de abril de 1876, Marx and Engels 1991: 115) Fue también por esta razón que, en agosto, le pidió al librero londinense George Rivers (?) que le enviara «los catálogos de sus libros estadounidenses y antiguos» (Marx a G. Rivers, 24 de agosto de 1878, Marx and Engels 1991: 318). Poco después de recibirlos y consultarlos, Marx observó que «el campo más interesante para los economistas se encuentra, sin duda, en los Estados Unidos […]. Las transformaciones cuya implementación [había] requerido siglos en Inglaterra [se habían] realizado allí en unos pocos años». En este sentido, le aconsejó a su amigo Danielson que examinara con especial atención, no tanto las [transformaciones] que estaban en marcha en los «Estados más antiguos sobre el Atlántico, sino [en aquellos] más recientes» (Marx a N. Danielson, 15 de noviembre de 1878, Marx and Engels 1991: 344), como Ohio y California.

Era lo que él mismo había empezado a hacer. En mayo, de hecho, estudió el Primer informe anual de la Oficina de Estadísticas Laborales del estado de Ohio de 1877. En los meses siguientes, gracias a las publicaciones que Sorge seguía enviándole desde los Estados Unidos, Marx continuó en este campo adicional de investigación, examinando el estado de Pennsylvania y Massachusetts. Es posible que, en los libros de El capital aún por escribir, quisiera exponer las dinámicas del modo de producción capitalista de manera más extensa y en una escala cada vez más global. Si el capitalismo en Inglaterra representó el campo de observación para el Libro I, los Estados Unidos habrían podido representar la continuación que le hubiera permitido ampliar su investigación. Además, es de suponer que también estuviera interesado en verificar atentamente cómo el modo de producción capitalista se desarrollaba en diferentes contextos y períodos (Cfr. Vollgraf 2018: 64-65).

Sin embargo, entre la primavera y el verano de 1878, más que la economía política, estudió geología, mineralogía y química agrícola. Desde finales de marzo hasta principios de junio, Marx compiló resúmenes de varios textos, incluidos la Historia natural de las materias primas del comercio (1872) de Yeats, el Libro de la naturaleza (1848), del químico Friedrich Schoedler (1813-1884), los Elementos de química agraria y geología (1856), del químico y minerólogo James Johnston (1796-1855). Desde junio hasta principios de septiembre, en cambio, se puso a prueba con el Manual estudiantil de geología (1857), del geólogo Joseph Jukes (1811-1869). De ese libro trajo la mayoría de sus extractos que se enfocaron sobre la metodología científica, las fases de desarrollo de la geología como disciplina y su utilidad para la producción industrial y agrícola.

Estas nuevas investigaciones de Marx surgieron de la necesidad de aumentar las nociones sobre la renta, temática que, a mediados de los años sesenta, ya había tratado en la sexta sección del Libro III de El capital, titulada «Transformación de la plusganancia en renta de la tierra». Algunos de los resúmenes de estos textos de ciencias naturales le aclararon las materias estudiadas. Otros se enfocaron en los aspectos teóricos de los temas tratados y en la intención de utilizar las nuevas adquisiciones para finalizar el Libro III. De hecho, incluso Engels, recordó que Marx se ocupó de cuestiones como «prehistoria, agronomía, condiciones de la propiedad de la tierra rusa y estadounidense, geología (…) especialmente para elaborar la sección sobre la renta agrícola del Libro III de El capital en una forma exhaustiva nunca realizada» (Engels 1990: 341).

Mientras tanto, incluso durante el verano de 1878, Marx escribió que su «estado de salud requiere con urgencia» (Marx a S. Schott, 15 de julio de 1878, Marx and Engels 1991: 312) una nueva pausa. La hija Eleanor le dijo al periodista y militante alemán Carl Hirsch (1841-1900) que Marx estaba «sufriendo mucho, [porque] últimamente [había] trabajado demasiado» y, por lo tanto, tenía que «abstenerse absolutamente del trabajo por un tiempo» (E. Marx a C. Hirsch, 8 de junio de 1878, Marx and Engels 1991: 449).

En septiembre, reanudado el trabajo, Marx (también) leyó La reforma del sistema monetario (1869) del economista alemán Adolph Samter (1824-1883). Entre las citaciones de El capital presentes en este texto, estaba la frase «el oro y la plata son por naturaleza dinero», aunque en la página original Marx hubiera escrito que ellos «no son obviamente dinero». Molesto, le comentó a Engels que «en Alemania, el arte de saber leer parece estar cada vez más en peligro de extinción entre las clases ‘cultas’» (Marx a Engels, 18 de septiembre de 1878, Marx and Engels 1991: 329).

Por el contrario, los que conocieron a Marx quedaron profundamente impresionados por su erudición e ilimitada cultura. En diciembre de 1878, un corresponsal anónimo que lo entrevistó para el Chicago Tribune dijo «estar muy sorprendido por el profundo conocimiento que tiene Marx sobre los problemas estadounidenses de los últimos veinte años» (Marx, 1989: 569). En la Entrevista con Karl Marx (1879), los dos discutieron numerosos temas. Mostrando una gran ductilidad política, Marx comenzó aclarando que «varios puntos» del programa de los socialistas alemanes «no [tenían] significado fuera de Alemania». Explicó que en «España, Rusia, Inglaterra y los Estados Unidos» el movimiento obrero «[tenía] programas propios que, según el caso, [venían] adaptados a las dificultades particulares. Su único parecido consistía en el propósito final común» que Marx, más que definir «el poder de los trabajadores», como sugirió su entrevistador, llamó «la liberación del trabajo» (Ibid.: 578). A la pregunta «qué [había] logrado el socialismo hasta entonces», Marx centró su respuesta sobre dos cuestiones principales. Primero:

los [comunistas] han demostrado que la lucha general entre capital y trabajo tiene lugar en todas partes. […] Por lo tanto, han intentado llegar a un acuerdo entre los trabajadores de diferentes países. Esto se hizo aún más necesario a medida que los capitalistas se volvieron más y más cosmopolitas y, tanto en los Estados Unidos, como en Inglaterra, Francia y Alemania, habían contratado mano de obra extranjera y la habían utilizado contra los trabajadores locales. Inmediatamente surgieron conexiones internacionales entre los trabajadores de varios países: se evidenció que el comunismo no era un asunto local sino internacional que debía llevarse a cabo con la acción internacional de los trabajadores (Ibid.: 573).

Además, Marx volvió a afirmar que «las clases trabajadoras [habían] entrado en movimiento de forma espontánea», sin filántropos burgueses o sectas revolucionarias que decidieran en su nombre qué hacer. Asimismo, los comunistas «no [habían] inventado el movimiento», aunque sí les «aclaraban a los trabajadores su carácter y objetivos» (Ibid.).

Por otra parte, el periodista estadounidense le pidió que confirmara las frases que el sacerdote Josephus Cook le atribuía (1838-1901). Para el religioso evangelista, autor de varios libros sobre las ciencias populares y el socialismo, Marx había dicho que, en 1871, época de la Comuna de París, los revolucionarios eran «como mucho tres millones», pero, en los siguientes veinte años llegarían a ser «50 o 100 millones». Entonces, ellos se habrían «levantado contra el odiado capital (y) el pasado [habría] desaparecido como una aterradora pesadilla», borrado por un «incendio popular que [habría] estallado en cien lugares» (Ibid.: 576). Marx respondió que no había pronunciado «ni una palabra» de ese texto publicado en el periódico conservador francés Le Figaro. Declaró que nunca escribía «semejantes estupideces melodramáticas» y que, si hubiera tenido que «responder a todo lo que se [había] dicho y escrito sobre él, [habría] tenido que contratar veinte secretarias». Marx estaba interesado en la crítica del capitalismo, del cual reiteró que «este sistema [era] sólo una fase histórica que desaparecerá y dará paso a un orden social más elevado» (Ibid.: 577). A diferencia de los que asocian sus ideas con la concepción de un colapso inmediato e inevitable del capitalismo, Marx se declaró, «firmemente convencido» de la posible «puesta en práctica de sus teorías», pero – consciente de las características del modo de producción observado cuidadosamente por más de 35 años – agregó: «si no en este, por lo menos en el próximo siglo» (Ibid.: 569).

A principios de 1879, Marx se encontró con el político escocés de ascendencia noble, Mountstuart Elphinstone (1829-1906) a quien le reiteró un concepto análogo. Cuando Elphinstone lo provocó afirmando: «supongamos que su revolución haya tenido lugar y haya formado su gobierno republicano; el camino todavía es largo, muy largo, antes de realizar sus ideas y las de sus amigos», Marx respondió: «sin duda, pero todos los grandes movimientos se mueven lentamente. Sería sólo un paso hacia el mejoramiento de las cosas, así como su revolución de 1688 [la segunda Revolución Inglesa] fue sólo un paso en el curso de nuestro camino» (Enzensberger 1999: 380-381).

En noviembre de 1878, cuando Danielson, traductor ruso del Libro I de El capital, estaba a la espera de novedades sobre la continuación de este, Marx le informó que el «segundo volumen» no iría a imprenta «antes de finales de 1879» (Marx a N. Danielson, 15 de noviembre de 1878, Marx and Engels 1991: 343). En abril de 1879, Marx declaró que había sido informado que, a raíz de la promulgación de las leyes antisocialistas, la continuación de El capital no podría ser publicada «mientras el régimen actual persistiera en su severidad del momento» (Marx a N. Danielson, 10 de abril de 1879, Marx and Engels 1991: 354). Consciente de que aún estaba lejos de completar la obra, Marx comentó esta noticia, de por sí perjudicial, de manera casi positiva. Para su justificación, quiso aclarar las tres razones por las que consideraba útil dedicar aún más tiempo a completar el libro que había quedado suspendido desde 1867.

Primero que todo, dijo que quería esperar hasta que la crisis industrial en Inglaterra alcanzara su punto más alto. Incluso si, como en sus expectativas, hubiera pasado como «todas aquellas que la habían precedido» y hubiera empezado un «nuevo ‘ciclo industrial’, con todas sus diferentes fases de prosperidad», su curso y su «observación detallada [resultaban] de gran importancia para un estudioso de la producción capitalista» (Ibid).

En segundo lugar, Marx declaró que «la cantidad de documentos que [había] recibido de Rusia [y …] los Estados Unidos le daba el pretexto para seguir [sus] análisis, en lugar de terminarlas con la publicación» (Ibid.: 355). Afirmó que, «en cuanto al ritmo del progreso económico, los Estados Unidos [habían] superado en gran medida a Inglaterra, aún si [seguían] todavía rezagados al tamaño de la riqueza adquirida» (Ibid.: 358). Marx estaba muy interesado en seguir el desarrollo de las sociedades anónimas y los efectos económicos de la construcción de líneas ferroviarias (36). En sus evaluaciones, «en algunos de los estados en los que el capitalismo estaba confinado en pocos puntos de la sociedad», las líneas ferroviarias habían «permitido, o incluso obligado a crear, en un corto período de tiempo, una superestructura capitalista, ampliándola en dimensiones del todo desproporcionadas respecto a la parte preponderante de la sociedad» que seguía en sus formas tradicionales de producción. En los estados donde el capitalismo estaba menos desarrollado, el ferrocarril había «acelerado la desintegración social y política». Por el contrario, en los estados más avanzados «había acelerado el desarrollo definitivo de la producción capitalista» (Ibid: 356). Además, el desarrollo de estas grandes infraestructuras no sólo había garantizado «medios de transporte [más] aptos a los medios modernos de producción, sino que [había] sentado las bases para [el surgimiento de] gigantescas sociedades anónimas, [además de] establecer un nuevo comienzo para las […] empresas bancarias» (Ibid.). El transporte ferroviario había ofrecido «un impulso, nunca antes imaginado, para la concentración del capital». Por otra parte, había permitido un «fuerte crecimiento de la actividad cosmopolita del capital variable», que, según Marx, empezaba a «envolver al mundo a través de una red de estafas financieras y mutuo endeudamiento», es decir la «forma capitalista de la hermandad internacional» (Ibid).

Estos nuevos fenómenos requerían de tiempo para ser entendidos. Por eso, en junio de 1880, Marx le reiteró a Ferdinand Nieuwenhuis (1846-1919), el principal exponente de la Liga Socialdemocrática de los Países Bajos, que, en las «circunstancias políticas actuales, la noticia que «la segunda parte de El capital […] no podía [ser] publicada en Alemania […] [le] llegaba de forma grata». De hecho, justo en ese momento, «ciertos fenómenos económicos [habían] entrado en una nueva etapa de desarrollo y exigían un nuevo análisis» (Marx a F. Nieuwenhuis, 27 de junio de 1880, Marx and Engels 1992: 16).

Finalmente, como tercera y última razón a favor de un tiempo más largo para la conclusión del Libro Segundo estaban las disposiciones del médico que le había impuesto «reducir significativamente [su] jornada laboral» (Marx a N. Danielson, 10 de abril de 1879, Marx and Engels 1991: 356).

Ya en abril de 1879, Marx le había confesado a Danielson que, debido en parte al clima político en Alemania y Austria después de la promulgación de las leyes antisocialistas, él «no había podido hacer su viaje [anual] a Karlsbad [y por eso] nunca había estado realmente bien de salud» (Ibid.: 353). Además, las condiciones de su esposa Jenny empeoraban rápidamente e, incluso durante ese verano, fue necesario proporcionarle terapias complejas y atención constante.

Sin embargo, las dos semanas en Ramsgate, cuyo «aire […] le hacía extraordinariamente bien», lo pusieron de nuevo en forma y el 10 de septiembre le dijo a Engels que se había «recuperado mucho» (Marx a Engels, 10 de septiembre de 1879, Marx and Engels 1991: 388). De esa buena noticia también fue informado Danielson a quién Marx le contó que, después de una pausa de «vida rural y [de] suspensión de todo trabajo», durante el cual «ni siquiera [honró] el alimento intelectual» que este le había enviado, se sentía mejor y planeaba «poner[se] a trabajar con energía» (Marx a N. Danielson, 19 de septiembre de 1879, Marx and Engels 1991: 409). No obstante, él era muy consciente de la tarea extraordinariamente difícil que le esperaba. Además de la necesidad de volver a revisar algunas partes de sus manuscritos para perfeccionar su escritura, también existía la necesidad, aún más urgente, de abordar algunos complicados temas teóricos aún por resolver (37).

Engels también le informó de la mejoría de la salud de Marx a Becker, a quien le dijo: «Está más en forma que el año pasado, aunque todavía no está como debería. Hace mucho tiempo la Sra. Marx sufre de trastornos digestivos […] y rara vez se siente bien. El Libro Segundo avanza despacio y no seguirá rápidamente, hasta que un verano mejor del que acaba de transcurrir no le permita a M[arx] recuperarse de verdad» (Engels a J. Becker, 19 de diciembre de 1879, Marx and Engels 1991: 432). En 1885, dos años después de la muerte de Marx, le tocó al mismo a Engels ensamblar los diversos manuscritos sin terminar y mandarlos a imprimir.

«¡La lucha!»
En el transcurso de 1880, Marx se dedicó también al estudio del Tratado de economía política (1876) de Adolph Wagner (1835-1917), profesor de economía política en la Universidad de Berlín y defensor del socialismo de Estado. Durante su lectura, como de costumbre, Marx redactó un compendio de las principales partes de dicho texto, intercalando entre ellas una serie sustanciosa de comentarios críticos. En las Notas marginales al ‘Tratado de economía política’ de Wagner (1880), Marx observó que, incluso en el tipo de sociedad ideada por quienes, con sarcasmo, fueron clasificados como socialistas de la cátedra alemana, las contradicciones fundamentales del capitalismo se mantenían prácticamente inalteradas. Escribió, en efecto, que «donde el Estado es en sí mismo un productor capitalista, como en el caso de la explotación de yacimientos minerales, bosques, etc., su producto es ‘mercancía’ y posee, por lo tanto, el mismo carácter específico que cualquier otra mercancía» (Marx 1975: 200).

En sus anotaciones, Marx fijó su atención también en otras temáticas. Uno de sus intentos fue demostrar que Wagner no había comprendido la distinción entre valor y valor de cambio. Como consecuencia, no fue capaz de distinguir la teoría de Marx de la de David Ricardo (1772-1823) que se había «ocupado exclusivamente del trabajo como medida de la magnitud del valor» (Ibid.: 184). Según Wagner, el valor de uso y el valor de cambio se debían «deducir […] del concepto de valor» (Ibid.: 197); para Marx, por el contrario, debían ser examinados «a partir de un objeto concreto: la mercancía» (Marx 1975: 198).

A Wagner, que había afirmado que la teoría del valor de Marx era «la piedra angular de su sistema socialista» (38), Marx le contestó que en lugar de «adosarle […] demostraciones relacionadas con el futuro», debería haber presentado pruebas de lo que afirmaba sólo como principio teórico. Wagner había escrito erróneamente que «no [había] existido ningún proceso social de producción en las numerosas comunidades que [habían] precedido la aparición del capitalista privado». Marx lo desmintió mencionando los casos de la «antigua comunidad india, [y de] la comunidad familiar de los eslavos del sur» (Marx 1975: 185). También señaló que, «en las comunidades primitivas, donde los medios de subsistencia se producen de manera colectiva y se distribuyen entre los miembros de la comunidad, el producto común responde directamente a las necesidades vitales de cada miembro de la comunidad, de cada productor». En este caso, «el carácter social del producto, del valor de uso, es inherente a su carácter comunitario (común)» (Ibid.:199).

Marx también dirigió su atención a otras tesis de Wagner, quien había afirmado que «el beneficio capitalista [era] […] un elemento constitutivo del valor y no, como en la concepción socialista, sólo un gravamen impuesto al trabajador o un robo contra él». Sin embargo, Marx reiteró que él había demostrado que el capitalista «no se limita[ba] a ‘tomar’ o ‘robar’, sino que, por el contrario, imponía la producción de plusvalor». Era un mecanismo diferente, en el cual, cuando el capitalista «le paga al trabajador el valor real de su fuerza de trabajo, gana plusvalía». No obstante, en «este tipo de producción», esto constituía un «derecho», una no violación del intercambio de bienes y no significaba, como sostenía Wagner, que el «beneficio del capital [fuera] el elemento ‘constituyente’ del valor» (39).

Además, Marx transcribió otra declaración paradójica de Wagner en la que argumentaba que «Aristóteles erró al considerar no transitoria la economía esclavista», pero que Marx proponía una tesis errónea al «considerar transitoria» (Marx 1975: 185) la economía capitalista. Para el economista de Baviera, «la organización económica de hoy, [así como] su base legal […], es decir, la propiedad privada […] de la tierra y el capital», constituían una «institución esencialmente inmutable» (40).

Para Marx, por el contrario, representaba un modo de producción propio de un determinado período histórico y, por lo tanto, hubiera podido ser reemplazado por una forma radicalmente distinta de organización económica y política: una sociedad sin clases. Antes del verano, y después de otro año extremadamente difícil a causa de enfermedades y problemas familiares, Marx fue forzado por los doctores «a abstenerse, con urgencia, de cualquier trabajo». Además, las condiciones de salud de su esposa se habían «agravado repentinamente», hasta el punto de predecir «un desenlace fatal» (Marx a F. Nieuwenhuis, 27 de junio de 1880, Marx and Engels 1992: 30). Lo que Marx le había descrito a Sorge como una «grave enfermedad hepática» (Marx a F. Sorge, 30 de agosto de 1880 Marx and Engels 1992: 24) era, en realidad, un cáncer. Debido a las circunstancias, no era posible pensar en ningún viaje para un tratamiento en el extranjero, así que en agosto de 1880 toda la familia Marx, con excepción de Eleanor, regresó, durante casi mes y medio, a Ramsgate, donde alquilaron una cabaña. Después de dos semanas, Engels se unió a ellos. Marx le dijo a Danielson que, a parte el cuidado que se le debía dar a Jenny von Westphalen, el médico le había ordenado «curar [sus] nervios ‘haciendo nada’» (Marx a N. Danielson, 12 de septiembre de 1880, Marx and Engels 1992: 30).

Durante este período, el periodista liberal estadounidense John Swinton (1829-1901) se encontró personalmente con Marx y escribió un intenso perfil. En la entrevista, publicada el 6 de septiembre de 1880 en la portada de The Sun, Swinton lo presentó a los lectores norteamericanos como «uno de los hombres más extraordinarios de la época, que [había] jugado un papel inescrutable, y sin embargo poderoso, en la política revolucionaria de los últimos cuarenta años». De Marx escribió: «No tiene prisa y no conoce el reposo. Es un hombre con una mente poderosa […] siempre involucrado en proyectos ambiciosos […] y objetivos prácticos. Fue y sigue siendo el inspirador de muchos de los terremotos que han trastornado naciones y derribado tronos» (Swinton 1989: 583). Después de entrevistarlo, el periodista neoyorquino se convenció de que estaba en presencia de un hombre capaz de «analizar el mundo europeo país por país, destacando sus peculiaridades, desarrollos y personalidades, tanto las que actúan en la superficie, como aquellas que operan por debajo de ella» (Swinton 1989: 584).

Después de pasar un día completo con Marx, el periodista fue profundamente sorprendido por la vastedad de su conocimiento. Por la noche, pensando en «las incertidumbres y los tormentos del presente y el pasado», todavía conmocionado por el poder de las palabras escuchadas y «sumergiéndose en su profundidad», Swinton decidió preguntarle al gran hombre que tenía al frente por «la ley suprema del ser». Aprovechando un momento de silencio, «interrumpió al revolucionario y filósofo con esta fatídica pregunta: ‘¿Cuál es?’». Por un momento, tuvo la sensación de que la mente de Marx «estuviera divagando sobre sí misma […], mientras escuchaba el rugido del mar y observaba a la multitud inquieta en la playa. ‘¿Cuál es [la ley]?’ – le había preguntado. [Marx] respondió, con un tono profundo y solemne: ‘¡La lucha!’» (Ibid.: 585).

Referencias
1. Estos cuadernos abarcan un total de 1472 cuartillas. Ver el ‘Prólogo’ a la primera edición alemana del volumen II de El capital de Marx (Engels 2017 [1885]: 8).
2. También previamente, en los Grundrisse.
3. Se publicó en 1973, en un volumen suplementario (vol. 47) de la Marx-Engels Sochinenya [Obras completas]. La edición original alemana apareció solo en 1976 en MEGA2 vol. II/3.1.
4. Entre 1905 y 1910, Kautsky público los manuscritos en cuestión en una forma que se desviaba un poco de los originales.
5. Habría de seguir a: 1) la transformación del dinero en capital; 2) la plusvalía absoluta; 3) la plusvalía relativa; y 4) una sección (que nunca escribió) de cómo estas tres habían de ser consideradas en combinación.
6. Estos cuadernos hacen parte de Teorías de la plusvalía, vol. II.
7. Esto corresponde a los últimos cuadernos que hacen parte de Teorías de la plusvalía, vol. III.
8. Ver el índice de los Grundrisse, escrito en junio de 1858 e incluido en el Cuaderno M (el mismo de la ‘Introducción de 1857’), así como el borrador de índice para el tercer capítulo, escrito en 1860: Marx, ‘Borrador del plan del capítulo sobre el capital’, en Marx (1987: 511-517).
9. Esta afirmación parece indicar que Marx se dio cuenta de lo difícil que sería completar su proyecto original en seis libros. Ver (Heinrich 2009: 80).
10. El primer capítulo ya había sido esbozado en el Cuaderno XVI de los manuscritos económicos de 1861-63. Marx preparó un esquema del segundo en el Cuaderno XVIII.
11. Médico alemán que ejercía la profesión en Manchester. Era el médico personal de Friedrich Engels y también su amigo. [NT]
12. Ver las más de sesenta páginas contenidas en IISH [International Institute of Social History], Marx-Engels Papers, B 98. Sobre la base de esta investigación, Marx inició uno de sus muchos proyectos inacabados. Ver (Marx 1961).
13. IISH, Marx-Engels Papers, B 93, B 100, B 101, B 102, B 103, B 104 incluyen unas 535 páginas de notas. Se les debe añadir a éstas los tres cuadernos RGASPI f.1, d. 1397, d. 1691, d. 5583. Marx usó algo de este material para la compilación de los Cuadernos XXII y XXIII.
14. Ver Michael Heinrich (2011: 176-179), que argumenta que los manuscritos de este periodo deben tomarse, no como la tercera versión del trabajo que comenzó con los Grundrisse, sino como el primer borrador de El capital.
15. ‘No. 1.’: se refiere a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859.
16. En años recientes, investigaciones en dermatología han revisado la discusión en torno a las causas de la enfermedad de Marx. Sam Shuster sugirió que sufría de hidradenitis supurativa (‘The nature and consequence of Karl Marx’s skin disease’, en British Journal of Dermatology, vol. 158 (2008), no. 1, pp. 1-3), mientras que Rudolf Happle y Arne Koenig aseguraron, aún menos plausiblemente (‘A lesson to be learned from Karl Marx: smoking triggers hidradenitis suppurativa’, British Journal of Dermatology, vol. 159 (2008) no. 1, pp. 255-6) que el culpable era su fuerte costumbre de fumar cigarros. Para la respuesta de Shuster a esta sugerencia, ver ibid., p. 256.
17. En términos editoriales una signature correspondía a 16 páginas, cincuenta signatures eran equivalentes a 800 páginas impresas.
18. Publicado en 1898 por Eleanor Marx, como Value, Price and Profit. Este título, comúnmente utilizado, fue la base de la traducción alemana que apareció el mismo año en Die Neue Zeit.
19. Druckbogen es el término alemán para signature, 60 es el equivalente a 960 páginas. Más adelante, Meißner indicó su disposición a modificar el contrato con Marx: ver (Marx a Engels, 13 de abril de 1867, Marx and Engels 1987: 357).
20. Engels siguió esta división al publicar El capital, Libro III, en 1894. Ver (Vollgraf, Jungnickel y Naron 2002: 35-78). Ver también los más recientes: (Vollgraf 2012a: 113-133); y (Roth 2012: 168-82). Para un estudio crítico de la edición de Engels, ver (Heinrich 1996-1997: 452-466) Un punto de vista diferente se encuentra en: (Krätke 2017) especialmente el capítulo final: ‘Gibt es ein Marx-Engels-Problem?’[‘¿Hay un problema Marx-Engels?’].
21. Marx incluyó luego la sección sobre la renta del suelo (básica) en la parte seis del Libro III: ‘La transformación de la plusvalía en ganancia’.
22. Canción popular tradicional inglesa Miller of the Dee.
23. Los más recientes estudios filológicos han demostrado que, contrario a lo que siempre se ha creído, el manuscrito original del Libro I -que se remonta al período 1863-64 y sobre el cual se ha sostenido por mucho tiempo que el único fragmento conservado es el ‘Capítulo IV inédito’- fue, de hecho, recortado y trasladado por Marx durante la preparación de la copia que sería mandada a la imprenta. Vease Vollgraf (2012b: 464-467).
24. Estos manuscritos han sido publicados recientemente en 2012 en Karl Marx, Ökonomische Manuskripte 1863-1868, en MEGA2, vol. II/4.3, pp. 78-234, y pp. 285-363. La última parte constituye el Manuscrito IV del volumen II y contiene nuevas versiones de la Parte 1, ‘La circulación del capital’, y la Parte 2, ‘Las metamorfosis del capital’.
25. Todavía sin publicar, estas notas están incluidas en los cuadernos IISH, Marx-Engels Papers, B 108, B 109, B 113 y B 114.
26. Ver en próxima aparición de M. Musto y B. Amini (eds.), The Routledge Handbook of Marx’s ‘Capital’: A Global History of Translation, Dissemination and Reception, London – New York, Routledge, 2019
27. Para más información al respecto véase (Uroeva 1974: 94 ss.).
28. Para un listado de las incorporaciones y modificaciones contenidas en la traducción al francés que no fueron incluídas en la tercera ni en la cuarta edición alemana -a saber, la versión canónica de El capital a partir de la cual fue traducida la versión italiana principal- véase Marx (1991: 732-783). Para una comparación sobre el mérito de esta edición véase Anderson (1985: 71-80) y D’Hondt (1985: 131-137).
29. La labor editorial desarrollada por Engels después de la muerte de su amigo, para mandar a imprenta las partes de El capital que este no alcanzó a completar, fue tremendamente compleja. Los varios manuscritos, borradores y fragmentos de los Libros II y III, escritos entre 1864 y 1881, corresponden, en los volúmenses de la MEGA, a alrededor de 2.350 páginas. Engels tuvo éxito en mandar a la imprenta el Libro II en 1885 y el Libro III en 1894, pero hay que tener presente que estos dos volúmenes fueron reconstruidos sobre la base de textos incompletos, con frecuencia desiguales y, además, al ser escritos en diferentes períodos, las opiniones de Marx resultan deformadas.
30. Ver, por ejemplo, la carta de Marx a N. Danielson del 13 de diciembre de 1881, en la cual afirmó: «Primero tengo que sanar y luego terminar el segundo volumen […]. Acompañaré a mi editor para hacer [en] la tercera edición las menores correcciones y adiciones posibles. […] una vez que estas 1.000 copias de la tercera edición hayan sido vendidas podré revisar el texto como lo hubiera hecho ahora si las circunstancias hubieran sido diferentes» (Marx and Engels 1992: 161)
31. Marx, Jenny y Eleanor se quedaron en este lugar del 4 al 20 de septiembre, pero no se recibieron cartas relativas a este período.
32. Se refiere a la teoría del plusvalor.
33. Con las palabras «tercera parte», Marx se refería a los estudios sobre la historia de las teorías económicas que empezó a principios de los años sesenta. La segunda se refería, por el contrario, a aquellos que Engels publicó luego como el Libros II y III de El capital. Véase la carta de Marx a L. Kugelmann,13 de octubre de 1866 (Marx and Engels 1987: 328). Sin embargo, hay que notar que en su carta a Schott, Marx proporcionó una representación del estado de sus manuscritos que no correspondía a la realidad. Carl-Erich Vollgraf declaró correctamente que partes sustanciales de las Teorías sobre la plusvalía aún no contenían «su interpretación elaborada de forma completa». Además, muchas páginas de este texto eran «no bien pensadas [y] pedantes» (Vollgraf 2018: 62).
34. Estos extractos se encuentran sobretodo en IISG, Marx-Engels Papers, B 129 e B 138.)
35. Cfr. IISG, Marx-Engels Papers, B 140, B 141 e B 146. Sobre los juicios de Marx sobre Kaufman cfr., tambien la carta a N. Danielson (Marx a N. Danielson, 10 de abril de 1879, Marx and Engels 1991: 358).
36. En este sentido, ver Musto (2016: 41-42)
37. Según M. Heinrich Marx entendió que, «con respecto a las teorías del crédito y la crisis, ya no era posible ignorar el rol del Estado, en particular de los bancos nacionales y el crédito público. De la misma manera, no era posible ignorar el rol del comercio internacional, de las tasas de cambio y los flujos de crédito internacional». Además, Marx se convenció de que, dado los enormes progresos registrados en los últimos años, su conocimiento de las «cuestiones tecnológicas» – que habían sido la base del Primer Libro de El capital – ya no era suficiente (Heinrich 2016:132).
38. A. Wagner, Lehrbuch der politischen Ökonomie [Tratado de economía política], Winter, Leipzig 1879, p. 45.
39. A. Wagner, Lehrbuch der politischen Ökonomie cit., pp. 45-6.
40. A. Wagner, Lehrbuch der politischen Ökonomie cit., p. 105.

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Introducción

1858-1953: Cien años de soledad
Habiendo abandonado los Grundrisse en mayo de 1858 para hacerle campo al trabajo en la Contribución a la crítica de la economía política, Marx utilizó partes de ellos en la composición de este último texto; pero luego casi nunca volvió a tomar nada de dichos manuscritos. De hecho, aunque era costumbre suya invocar sus propios estudios previos, e inclusive transcribir pasajes enteros de ellos, ninguno de los manuscritos preparatorios para El capital, con excepción de aquellos de 1861-1863, contiene referencia alguna a los Grundrisse. Permanecieron en medio de todos los demás borradores que él no tenía intención de utilizar por cuanto quedó cada vez más absorto en la resolución de problemas más específicos que aquellos que había tratado en los manuscritos.

No puede existir certeza acerca de este asunto, pero es probable que ni siquiera Friedrich Engels haya leído los Grundrisse. Como es bien sabido, Marx solamente logró completar el primer volumen de El capital para cuando falleció y los manuscritos inconclusos destinados a los volumenes segundo y tercero fueron seleccionados y ensamblados por Engels para su publicación. En el transcurso de aquella actividad, él debe haber examinado docenas de cuadernos que contenían esbozos preliminares de El capital, y es plausible suponer que, cuando estaba colocando algún orden en las montañas de papeles, haya hojeado los Grundrisse y concluído que se trataba de una versión prematura del trabajo de su amigo –anterior inclusive a la Contribución a la economía política de 1859– y que por consiguiente no podía ser utilizada para sus propósitos. Adicionalmente, Engels nunca mencionó los Grundrisse, ni en sus prefacios a los dos volumenes de El capital cuya impresión él supervisó personalmente, ni en ninguna de las cartas de su vasta correspondencia.

Después de la muerte de Engels, una gran parte de los textos originales de Marx fue depositada en el archivo del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) en Berlín, en donde fueron tratados con la negligencia más absoluta. Los conflictos políticos en el interior del partido obstaculizaron la publicación del abundante material de importancia que Marx había dejado tras de sí; en realidad dichos conflictos condujeron a la disperción de los manuscritos y por largo tiempo hicieron imposible producir una edición completa de sus obras. Tampoco asumió nadie la responsabilidad de efectuar un inventario del legado intelectual de Marx, con el resultado de que los Grundrisse permanecieron enterrados junto con sus demás papeles.

La única parte de ellos que vio la luz durante este período fue la ‘Introducción’, que fue publicada por Karl Kautsky en 1903 en Die Neue Zeit [El nuevo tiempo], junto con una breve nota que la presentaba como un ‘borrador fragmentario’ fechado el 23 de agosto de 1857. Argumentando que se trataba de la introducción a la magna obra de Marx, Kautsky le dio el título Einleitung zu einer Kritik der politischen Ökonomie [Introducción a una crítica de la economía política] y sostuvo que ‘a pesar de su carácter fragmentario’ ella ‘ofrecía un gran número de nuevos puntos de vista’ (Marx 1903: 710 n. 1). En verdad el texto recibió considerable interés: las primeras versiones en otros idiomas fueron en francés (1903) y en inglés (1904), y pronto la obra se hizo aún más ampliamente conocida después de que Kautsky la publicara en 1907 como un apéndice a la Contribución a la crítica de la economía política. Siguieron más y más traducciones –incluyendo hacia el ruso (1922), el japonés (1926), el griego (1927) y el chino (1930) – hasta que se convirtió en una de las obras más comentadas de toda la producción teórica de Marx.

En tanto que la fortuna le sonreía a la ‘Introducción’, sin embargo, los Grundrisse permanecieron desconocidos por largo tiempo. Es difícil creer que Kautsky no hubiese descubierto la totalidad del manuscrito junto con la ‘Introducción’, pero él nunca mencionó nada al respecto. Un poco más tarde, cuando él decidió publicar algunos escritos previamente desconocidos de Marx entre 1905 y 1910, se concentró en una colección de materiales del período 1861-1863, a la cual le dio el título Teorías de la plusvalía.

El descubrimiento de los Grundrisse ocurrió en 1923, gracias a David Ryazanov, director del Instituo Marx-Engels (MEI) de Moscú y organizador de la Marx Engels Gesamtausgabe (MEGA), las obras completas de Marx y Engels. Luego de examinar el Nachlass en Berlín reveló la existencia de los Grundrisse en un informe dirigido a la Academia Socialista de Moscú acerca del legado literario de Marx y Engels:

Entre los papeles de Marx encontré otros ocho cuadernos de estudios económicos.

[…] El manuscrito puede fecharse a mediados de los años 1850 y contiene el primer borrador de la obra de Marx [El capital], cuyo título él aún no había fijado en aquel tiempo; [también] representa la primera versión de su Contribución a la crítica de la economía política (Ryazanov, 1925: 393-4).

‘En uno de aquellos cuadernos’, continúa diciendo Ryazanov, ‘Kaustky encontró la ‘Introducción’ a la Contribución a la crítica de la economía política’ – y considera los manuscritos preparatorios a El capital como elementos de ‘extraordinario interés por aquello que nos dicen acerca de la historia del desarrollo intelectual de Marx y de su método característico de trabajo e investigación’ (Ryazanov 1925: 394).

Bajo los términos de un acuerdo de publicación de la MEGA celebrado entre el MEI, el Instituto para la Investigación Social de Frankfurt y el SPD (el cual aún tenía la custodia del Marx y Engels Nachlass), los Grundrisse fueron fotografiados junto con muchos otros escritos sin publicar y comenzaron a ser estudiados por especialistas en Moscú. Entre 1925 y 1927 Pavel Veller del MEI catalogó todos los materiales preparatorios para El capital, el primero de los cuales fueron los propios Grundrisse. Para 1931 ya habían sido decifrados completamente y transcritos a máquina, y en 1933 una parte de ellos fue publicado en ruso como el ‘Capítulo sobre el dinero’, seguido dos años más tarde por una edición en alemán. Finalmente, en 1936, el Instituto Marx-Engels-Lenin (MELI, sucesor del MEI) adquirió seis de los ocho cuadernos de los Grundrisse, los cuales hicieron posible resolver los problemas editoriales restantes.

Por consiguiente, en 1939, el último manuscrito importante de Marx – un extenso trabajo perteneciente a uno de los períodos más fecundos de su vida – apareció en Moscú bajo el título que le había dado Veller: Grundrisse der Kritik der potilischen Ökonomie (Rohentwurf) 1857-1858. Dos años más tarde siguió un apéndice (Anhang) que incluía los comentarios de Marx de 1850-1851 acerca de los Principles of Political Economy and Taxation de Ricardo, sus notas sobre Bastiat y Carey, su propia tabla de contenidos para los Grundrisse, y el material preparatorio (Urtext) para la versión de 1859 de la Contribución a la crítica de la economía política. El prefacio de MELI a la edición de 1939 enfatizaba su excepcional valor: ‘el manuscrito de 1857-1858, publicado en su integralidad por primera vez en el presente volumen, marcó una etapa decisiva en la obra de Marx acerca de la economía’ (Instituto Marx-Engels-Lenin 1939: VII).

Aunque las directrices editoriales y la forma de publicación fueron similares, los Grundrisse no fueron incluídos en los volumenes de la MEGA sino que aparecieron en una edición separada. Más aún, la proximidad de la Segunda Guerra Mundial condujo a que la obra permaneciera virtualmente desconocida: los tres mil ejemplares se hicieron pronto muy escasos, y tan sólo unos pocos lograron cruzar las fronteras soviéticas. Los Grundrisse no aparecieron en las Sochineniya de 1928-1947, la primera edición rusa de las obras de Marx y Engels, y su primera reimpresión en alemán tuvo que esperar hasta 1953. Aunque es sorprendente que un texto tal como los Grundrisse fuese siquiera publicado durante el período de Stalin, con lo hereje que seguramente era respecto a los entonces indiscutibles cánones de diamat, el ‘materialismo dialéctico’ de estilo soviético, también deberíamos tener presente que se trataba en aquel entonces del más importante de los escritos de Marx que no circulaban en Alemania. Su eventual publicación en Berlín Oriental en treinta mil ejemplares constituyó parte de las celebraciones que marcaron el Karl Marx Jahr, el septuagésimo aniversario de la muerte de su autor y el 150avo de su nacimiento.

Escritos en 1857-1858, los Grundrisse sólo estuvieron disponibles para la lectura en todo el mundo a partir de 1953, luego de cien años de soledad.

500.000 circulando en el mundo
A pesar de la resonancia que tiene este importante nuevo manuscrito anterior a El capital, y a pesar del valor teórico que se le atribuye, las ediciones en otros idiomas aparecieron con lentitud. Otro extracto, después de la ‘Introducción’, fue el primero en generar interés: las ‘Formas que preceden a la producción capitalista’. Fue traducido al ruso en 1939, y luego del ruso al japonés en 1947-1948. Subsecuentemente, la edición separada en alemán de esta sección y una traducción al inglés ayudaron a asegurarle un amplio público lector: la primera, que apareció en 1952 como parte de la Kleine Bücherei des Marxismus-Leninismus [Pequeña Biblioteca del Marxismo-Leninismo], fue la base de las versiones húngara e italiana (1953 y 1954 respectivamente); en tanto que la última, publicada en 1964, ayudó a divulgarlo en los países de habla inglesa y, a través de traducciones en Argentina (1966) y España (1967), en el mundo de habla hispana.

El editor de esta edición inglesa, Eric Hobsbawm, añadió un prefacio que contribuyó a subrayar su importancia: Formaciones económicas pre-capitalistas, escribió, fue el ‘intento más sistemático’ por parte de Marx ‘de acometer el problema de la evolución histórica’, y ‘puede decirse sin vacilación que cualquier discusión histórica marxsista que no [lo] tenga en cuenta…debe ser resconsiderada a su luz’ (Hobsbawm 1964: 10). Más y más estudiosos alrededor del mundo comenzaron en verdad a ocuparse con este texto, el cual apareció en muchos otros países y suscitó por doquier importantes discusiones históricas y teóricas.

Las traducciones de los Grundrisse tomados en su conjunto comenzó a finales de la década de 1950. Su difusión constituyó un proceso lento aunque inexorable, el cual con el tiempo permitió una apreciación más completa de la obra de Marx y, en algunos aspectos, diferente. Los mejores intérpretes de los Grundrisse acometieron su lectura en el original, pero su estudio más amplio – entre estudiosos que no podían leer alemán y, por sobre todo, entre militantes políticos y estudiantes universitarios – sólo tuvo lugar después de su publicación en varios idiomas nacionales.

Los primeros en aparecer lo hicieron en Oriente: en Japón (1958-1965) y en China (1962-1978). Una edición rusa circuló en la Unión Soviética tan sólo en 1968-1969, como suplemento a la segunda edición aumentada de los Sochineniya (1955-1966). Su exclusión previa de ellas resultaba tanto más seria por cuanto había conducido a una ausencia similar de las Marx-Engels Werke (MEW) de 1956-1968, la cual reprodujo la selección de textos soviética. La MEW – la edición más ampliamente utilizada de las obras de Marx y Engels, así como la fuente de traducciones hacia la mayoría de los demás idiomas – se vio así privada de los Grundrisse hasta su eventual publicación bajo la forma de suplemento en 1983.

Los Grundrisse también comenzaron a circular en Europa Occidental a finales de la década de 1960. La primera traducción apareció en Francia (1967-1968), pero era de calidad inferior y tuvo que ser reemplazada por una más fidedigna en 1980. Una versión italiana vino luego entre 1968 y 1970, gracias a una iniciativa que, de manera significativa, provenía al igual que en Francia de una editorial independiente del Partido Comunista.

El texto fue publicado en español en la década de 1970. Si se excluye la versión de 1970-1971 publicada en Cuba, que fue de poco valor por cuanto se elaboró a partir de la versión francesa, y cuya circulación permaneció confinada a los límites de aquel país, la primera traducción española apropiada fue realizada en Argentina entre 1971 y 1976. Luego siguieron otras tres realizadas conjuntamente en España, Argentina y México, convirtiendo al Español en el idioma con el mayor número de traducciones de los Grundrisse.

La traducción inglesa fue precedida en 1971 por una selección de extractos, cuyo editor, David McLellan, aumentó las expectativas de los lectores hacia el texto: ‘los Grundrisse son mucho más que un borrador de El capital’ (McLellan 1971: 2); en verdad, más que cualquier otra obra, ‘contiene una síntesis de los diferentes hilos del pensamiento de Marx. … En cierto sentido, ninguna de las obras de Marx está completa, pero la más completa de ellas son los Grundrisse’ (McLellan 1971: 14-15). La traducción completa llegó finalmente en 1973, veinte años completos después de la edición original en alemán. Su traductor, Martin Nicolaus, escribió en un prefacio:

Aparte de su gran valor biográfico e histórico, ellos [los Grundrisse] añaden abundante material nuevo, y se yerguen como el único esbozo del proyecto completo político y económico de Marx… Los Grundrisse desafían y ponen a prueba toda interpretación seria de Marx concebida hasta el presente.
(Nicolaus, 1973: 7)

La década de 1970 también fue crucial para las traducciones en Europa Oriental. Eso se debió a que, tan pronto se le dio luz verde en la Unión Soviética, no quedó ningún obstáculo para su aparición en los países ‘satélites’: Hungría (1972), Checoeslovaquia (1971-1977 en Checo, 1974-1975 en Eslovaco) y Rumanía (1972-1974), así como en Yugoeslavia (1979). Durante aquel mismo período, dos ediciones danesas contrastantes fueron puestas en venta más o menos simultáneamente: una por parte de la casa editorial vínculada al Partido Comunista (1974-1978), la otra por un editor cercano a la Nueva Izquierda (1975-1977).

En la década de 1980, los Grundrisse también fueron traducidos en Irán (1985-1987), en donde constituyó la primera edición rigurosa de alguna extensión de las obras de Marx en farsi, y en una serie de países europeos adicionales. La edición eslovena data de 1985, y la polaca y la finlandesa de 1986 (esta última realizada con apoyo soviético).

Con la disolución de la Unión Soviética y el final de aquello que fue conocido como ‘socialismo actualemente existente’, el cual en realidad había sido una negación flagrante del pensamiento de Marx, se produjo un adormecimiento en la publicación de los escritos de Marx. No obstante, inclusive en los años en los cuales el silencio que rodeó a su autor tan sólo fue roto por las personas que lo consignaban con certeza absoluta al olvido, los Grundrisse continuaron a ser traducidos a otros idiomas. Las ediciones en Grecia (1989-1992), Turquía (1999-2003), Corea del Sur (2000) y Brasil (programada para 2008) convierten a la obra de Marx en la obra con mayor número de traducciones en las dos últimas décadas.

Con todo, los Grundrisse habían sido traducidos en su integralidad en 22 idiomas entre un total de 32 versiones diferentes. Si no se incluyen ediciones parciales, habrá sido impreso en mas de quinientos mil ejemplares una figura que sorprendería grandemente al hombre que la escribió tan sólo para resumir, en medio del mayor de los apuros, los estudios económicos que el había emprendido hasta la fecha.

Lectores e intérpretes
La historia de la recepción de los Grundrisse, así como de su difusión, está marcada por un punto de partida bastante tardío. A parte de los intríngulis asociados con su redescubrimiento, la razón determinante de esto ciertamente se encuentra en la complejidad del manuscrito mismo por su carácter fragmentario y toscamente esbozado, tan difícil de interpretar y verter a otros idiomas. En relación con esto, el reconocido estudioso Roman Rosdolsky observó:

En 1948, cuando por primera vez tuve la buena fortuna de ver una de las que entonces eran muy escasas copias… Quedó claro desde un principio que esta era una obra de fundamental importancia para la teoría marxsista. Sin embargo, su forma inusual y en alguna medida su oscura manera de expresión la hacía muy poco adecuada para alcanzar un amplio círculo de lectores.
(Rosdolsky 1977: xi)

Estas consideraciones llevaron a Rosdolsky a intentar una clara exposición y examen crítico del texto: el resultado fue su Zur Entstehungsgeschichte des Marxschen ‘Kapital’. Der Rohentwurf des ‘Kapital’ 1857-58 [Génesis y estructura de ‘El capital’ de Marx], que apareció en alemán en 1968 y que es la primera y la principal monografía dedicada a los Grundrisse. Traducida a numerosos idiomas, estimuló la publicación y circulación de la obra de Marx y ha tenido una considerable influencia en todos sus intérpretes subsiguientes.

El año 1968 fue significativo para los Grundrisse. Además del libro de Rosdolsky, el primer ensayo acerca de él en inglés apareció en el número de marzo-abril de la New Left Review: el ‘Marx desconocido’ de Martin Nicolaus, el cual tuvo el mérito de dar a conocer los Grundrisse más ampliamente y de resaltar la necesidad de una traducción completa. Mientras tanto en Alemania e Italia, los Grundrisse ganaron a algunos de los principales actores de la revuelta estudiantil, que se entusiasmaron con el contenido radical y explosivo a medida que avanzaron por sus páginas. La fascinación era irresistible especialmente entre los miembros de la Nueva Izquierda que se habían propuesto destronar la interpretación de Marx suministrada por el marxismo-leninismo.

Por otra parte, los tiempos también cambiaban en el Oriente. Luego de un período inicial en el cual los Grundrisse fueron casi completamente ignorados, o tratados con modestia el estudio introductorio de Vitali Vygodski – Istoriya odnogo velikogo otkrytiya Karla Marksa [La historia de un gran descubrimiento: cómo escribió Marx ‘El capital’], publicada en Rusia en 1965 y en la República Democrática Alemana en 1967 – tomó un enfoque radicalmente diferente. Lo definió como un «trabajo de genio» el cual ‘nos lleva dentro del «laboratorio creativo de Marx» y nos permite seguir paso por paso el proceso mediante el cual Marx elaboró su teoría económica’, y al cual era por lo consiguiente necesario prestarle debida atención (Vygodski 1974: 44).

En un plazo de pocos años, los Grundrisse se convirtieron en un texto clave de muchos marxistas influyentes. A parte de aquellos que ya se mencionaron, los estudiosos que se dedicaron especialmente con él fueron: Walter Tuchscheerer en la República Democrática Alemana, Alfred Schmidt en la República Federal Alemana, miembros de la Escuela Busdapest en Hungría, Lucien Sève en Francia, Kiyoaki Hirata en Japon, Gajo Petrović en Yugoslavia, Antonio Negri en Italia, Adam Schaff en Polonia y Allen Oakley en Australia. En general, se convirtió en una obra con la cual tenía que enfrentarse cualquier estudioso serio de Marx. Con numerosos matices, los intérpretes de los Grundrisse se dividieron entre aquellos que consideraban que se trataba de una obra autónoma conceptualmente completa en sí misma, y quienes veían en ella un manuscrito temprano que simplemente preparaba el terreno para ‘El capital’. El transfondo ideológico de las discusiones acerca de los Grundrisse – el núcleo de la disputa era la legitimidad o ilegitimidad de los caminos de aproximación a Marx, con sus enormes repercusiones políticas – favorecían el desarrollo de interpretaciones inadecuadas y de lo que hoy parecería intepretaciones risibles. Algunos de los más celosos comentaristas de los Grundrisse inclusive argumentaron que eran superiores teoricamente a ‘El capital’ a pesar de los diez años adicionales de intensa investigación que se fueron en la composición de este último. De manera similar, entre los principales detractores de los Grundrisse, hubo algunos que afirmaron que, a pesar de las importantes secciones que ayudaron a nuestra comprensión de la relación de Marx con Hegel y a pesar de los significativos pasajes sobre la alienación, dicha obra no añadía nada a lo que ya se sabía acerca de Marx.

No solamente existían lecturas opuestas de los Grundrisse, sino que también hubo no-lecturas de ellos – el ejemplos más impactante y representativo de ellas fue el de Louis Althusser. Incluso mientras él intentaba hacer hablar a los supuestos silencios de Marx, y leer ‘El capital’ en tal manera que ‘se hicieran visibles cuales quiera superviviencias invisibles que en él hubiesen’ (Althusser y Balibar 1979: 32), él se permitió omitir la conspicua masa de centenares de páginas escritas de los Grundrisse y de efectuar una división (que más tarde acaloradamente debatida) del pensamiento de Marx entre las obras de juventud y las obras de madurez sin haber tomado conocimiento del contenido y de la significancia de los manuscritos de 1857-58 .

Sin embargo, a partir de mediados de la década de 1970, los Grundrisse ganaron un número aún mayor de lectores e intérpretes. Aparecieron dos comentarios extensos de ellos, uno en japonés en 1974 (Morita y Yamada en 1974), los otros en alemán en 1978 (Projekt-gruppe Entwicklung des Marxschen Systems 1978), pero numerosos otros autores también escribieron acerca de ellos. Una cantidad de estudiosos lo consideraron un texto de especial importancia para uno de los debates más amplios relacionados con el pensamiento de Marx: su deuda intelectual con Hegel. Otros quedaron fascinados con las afirmaciones casi proféticas en los fragmentos que tratan de la maquinaria y automatización y también en Japon los Grundrisse fueron leídos como un texto altamente tópico para nuestra comprensión de la modernidad. En la década de 1980, comenzaron a aparecer los primeros estudios detallados en China, en donde el trabajo fue utilizado para iluminar la génesis de ‘El capial’, en tanto que en la Unión Soviética se publicó un volumen colectivo totalmente dedicado a los Grundrisse (Vv. Aa. 1987).

En años recientes, la perdurable capacidad de las obras de Marx para explicar (a la vez que criticar) el modo de producción capitalista ha generado un renovado interés de parte de numerosos estudiosos internacionales (ver Musto 2007). Si dicho resurgimiento perdura y si es acompañado por una nueva demanda por las ideas de Marx en el campo de la política, los Grundrisse resultaran ser una vez más uno de sus escritos capaces de atraer mayor atención.

Mientras tanto, con la esperanza de que ‘la teoría de Marx sea una fuente viva de conocimiento y de la práctica política que dicho conocimiento dirige’ (Rosdolsky 1977: xiv), la historia presentada aquí acerca de la difusión y recepción globales de los Grundrisse es ofrecida como un humilde reconocimiento de su autor y como un intento de reconstruir un capítulo aún no escrito de la historia del marxismo.

Apéndice 1: cuadro cronológico de traducciones de los Grundrisse

1939-41 Primera edición alemana
1953 Segunda edición alemana
1958-65 Traducción japonesa
1962-78 Traducción china
1967-68 Traducción francesa
1968-69 Traducción rusa
1968-70 Traducción italiana
1970-71 Traducción española
1971-77 Traducción checa
1972 Traducción húngara
1972-74 Traducción rumana
1973 Traducción inglesa
1974-75 Traducción eslovaca
1974-78 Traducción danesa
1979 Traducción al serbio/serbo-croata
1985 Traducción eslovena
1985-87 Traducción farsi
1986 Traducción al polonés
1986 Traducción al finés
1989-92 Traducción al griego
1999-2003 Traducción turca
2000 Traducción coreana
2008 Traducción portuguesa

 

Apéndice 2: unas cuantas puntualizaciones acerca del contenido y de la estructura de la parte III

La investigación acerca de los Grundrisse recopilada en las siguientes páginas fue emprendida en todos los países en donde la obra ha recibido una traducción completa. Los países que comparten un idioma común (Alemania, Austria y Suiza para el alemán; Cuba, Argentina, España y México para el español; Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá para el inglés; Brasil y Portugal para el portugués), en donde la difusión de los Grundrisse tuvo lugar más o menos en paralelo, han sido tratados en un único capítulo. De manera similar, los capítulos relacionados con los países en los cuales los Grundrisse fueron traducidos en más de un idioma (Checoslovaquia y Yugoslavia) incluyen la historia de la difusión en todos las lenguas concernidas. Adicionalmente, puesto que aquellos dos países ya no existen como tales, los títulos de los capítulos llevan los nombres que dichos países tenían cuando los Grundrisse fueron publicados allí.

La secuencia de capítulos sigue el orden cronológico de publicación de los Grundrisse. La única excepción es el capítulo sobre ‘Rusia y la Unión Soviética’, el cual viene inmediatamente después de ‘Alemania, Austria y Suiza’ debido a los estrechos vínculos existentes entre ambos y porque la primera publicación de los Grundrisse en alemán tuvo lugar en la Unión Soviética.

Cada capítulo contiene una bibliografía detallada, la cual se subdivide de la manera siguiente:

  1. Las ediciones completas de los Grundrisse
  2. Las principales ediciones parciales de los Grundrisse
  3. La literatura crítica acerca de los Grundrisse
  4. Donde fuese necesario, otras referencias bibliográficas

En la primera de estas divisiones, se añadió a veces información editorial acerca de la traducción y difusión de los diferentes textos. Cuando fueron añadidos por los autores dentro del texto, en gracia de la brevedad no fueron repetidos en la bibliografía. Los mismos criterios fueron adoptados para los nombres de los traductores de los Grundrisse o de sus ediciones parciales (los nombres de los traductores de los libros incluídos en ‘Literatura crítica acerca de los Grundrisse’ y ‘Otras referencias’ no fueron añadidas del todo) y para los nombres de las numerosas reseñas mencionadas.

Puesto que la investigación descubrió varios centenares de libros o de artículos que trataban de los Grundrisse, las consideraciones de espacio hicieron posible incluir en la bibliografía solamente: 1. las ediciones parciales de los Grundrisse que precedieron la edición completa y en raros casos, algunas ediciones de particular interés subsiguientes; 2. la literatura crítica mencionada por cada autor.

Todos los títulos de los libros y artículos no ingleses aparecen primero en el idioma original (transliterado en los casos del japonés, el chino, el farsi, el griego y el coreano) y luego en una traducción inglesa. En general, la traducción de títulos se ha dado en el texto, pero, si el capítulo en cuestión cita un libro o artículo siguiendo el sistema de referencia de Harvard (es decir, únicamente con el apellido del autor y el año de la publicación), la traducción puede ser hallada en la bibliografía. Finalmente, en el caso de libros y artículos ya traducidos al inglés, siempre han sido citados bajo el título de dicha traducción, inclusive si difiere de una literal.

Referencias
1. La versión rusa de este informe fue publicada en 1923.
2. Ver la tabla cronológica de traducciones en el Apéndice 1. A las traducciones completas arriba mencionadas deberían agregarse las selecciones en sueco (Karl Marx, Grunddragen i kitiken av den politiska ekonomin, Stockholm: Zenit/R&S, 1971) y Macedonio (Karl Marx, Osnovi na kitrikata na politickata ekonomija (grub nafrlok): 1857-1858, Skopje: Komunist, 1989), así como las traducciones de la Introducción y Las Formas que preceden la producción capitalista a un gran número de idiomas, desde el vietnamita al noruego, así como en árabe, neerlandés y búlgaro.
3. El total se ha calculado adicionando los tirajes verificados durante investigaciones realizadas en los países en cuestión.
4. Ver Sève (2004), quien recuerda cómo ‘con excepción de textos tales como la Introducción […] Althusser nunca leyó los Grundrisse, en el auténtico sentido de la palabra leer’ (p. 29). Adaptando el término de Gaston Bachelard ‘ruptura epistemológica’ (coupure epistémologique), el cual el propio Althusser tomó prestado y utilizó, Sève habla de una ‘ruptura bibliográfica artificial’ (coupure bibliographique) que condujo a las visiones más equivocadas acerca de su génesis y por consiguiente de su consistencia con el pensamiento maduro de Marx (p. 30).

Bibliography
Althusser, Louis and Balibar, Étienne (1979) Reading Capital, London: Verso.
Hobsbawm, Eric J. (1964) ‘Introduction’, in Karl Marx, Pre-Capitalist Economic Formations, London: Lawrence & Wishart, pp. 9-65.
Marx, Karl (1903) ‘Einleitung zu einer Kritik der politischen Ökonomie’, Die Neue Zeit, Year 21, vol. 1: 710–18, 741–5, and 772–81.
Marx-Engels-Lenin-Institut (1939), ‘Vorwort’ (Foreword), in Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie (Rohentwurf) 1857–1858, Moscow: Verlag für Fremdsprachige Literatur, pp. VII-XVI.
McLellan, David (1971) Marx’s Grundrisse, London: Macmillan.
Morita, Kiriro and Toshio Yamada, Toshio (1974) Komentaru keizaigakuhihan’yoko (Commentaries on the Grundrisse), Tokyo: Nihonhyoronsha.
Musto, Marcello (2007) ‘The Rediscovery of Karl Marx’, International Review of Social History, 52/3: 477-98.
Nicolaus, Martin (1973) ‘Foreword’, in Marx, Karl Grundrisse, Harmondsworth: Penguin Books, pp. 7-63.
Projektgruppe Entwicklung des Marxschen Systems (1978) Grundrisse der Kritik der politischen Ökonomie (Rohentwurf). Kommentar (Outlines of the Critique of Political Economy. Rough Draft. Commentary), Hamburg: VSA.
Rosdolsky, Roman (1977) The Making of Marx’s ‘Capital’, vol. 1, London: Pluto Press.
Ryazanov, David (1925) ‘Neueste Mitteilungen über den literarischen Nachlaß von Karl Marx und Friedrich Engels’ (Latest reports on the literary bequest of Karl
Marx and Friedrich Engels), Archiv für die Geschichte des Sozialismus und der Arbeiterbewegung, Year 11: 385-400.
Sève, Lucien (2004) Penser avec Marx aujourd’hui, Paris: La Dispute.
Vv. Aa. (1987) Pervonachal’ny variant ‘Kapitala’. Ekonomicheskie rukopisi K. Marksa 1857–1858 godov (The first version of Capital, K. Marx’s Economic Manuscripts of 1857–1858), Moscow: Politizdat.
Vygodski, Vitali (1974) The Story of a Great Discovery: How Marx Wrote ‘Capital’, Tunbridge Wells: Abacus Press.

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La Higuera: 50 años después, repensando el Che

Para visitar Vallagrande, el lugar donde Ernesto Che Guevara pasó las últimas semanas de su vida, hay que hacer un viaje muy largo. Primero hay que llegar a Santa Cruz, la ciudad más poblada de Bolivia y allí tomar uno de los viejos y maltratados autobuses que recorre una sinuosa carretera de montaña que se encuentra en muy mal estado.

Sin embargo, en estos días, Vallagrande está lleno de militantes (especialmente jóvenes) que vienen de muchas ciudades del país, así como de las más diversas naciones, con motivo del cincuenta aniversario de la desaparición del revolucionario latinoamericano.

Muchos se acercan al hospital Nuestro Señor de Malta, en cuya lavandería fue fotografiado y exhibido al público por última vez el cuerpo del Che, ya sin vida, pero con los ojos aún abiertos. Aquí, como en otras provincias de Bolivia, trabajan grupos de médicos cubanos que ejercen en Bolivia gracias a un proyecto solidario concebido por Fidel Castro después de la elección de Evo Morales que tiene como objetivo la creación de centros de salud para mejorar los estándares de atención y asistencia de la región.

A pocos kilómetros del centro de la ciudad se encuentra la fosa común – recientemente convertida en un museo – donde, en la noche entre el 10 y el 11 de octubre de 1967, el Che, al que se le habían amputado las manos, fue enterrado en secreto junto con otros seis guerrilleros de su columna. El lugar dista unos cientos de metros de la pequeña pista de la aviación y del cuartel militar desde el que los rangers bolivianos, asistidos por agentes de la CIA, llevaron a cabo las operaciones de rastreo para capturar a Guevara. Sus restos reaparecieron sólo después de treinta años, gracias a las investigaciones de un equipo cubano-argentino. Hoy se conservan en un mausoleo en Santa Clara, la ciudad donde, en diciembre de 1958, el Che dirigió la batalla decisiva que marcó el final del régimen de Fulgencio Batista y el triunfo de la revolución en Cuba.

Además de visitar estos dos lugares, quienes estos días llenan las calles de Vallagrande han participado en presentaciones de libros, debates, exposiciones fotográficas y una manifestación final, con la presencia de una amplia delegación cubana – incluyendo la familia Guevara (el programa de los eventos puede consultarse en: https://50aniversariochebo.bo).

Se tarda tres horas en viajar de Vallagrande a La Higuera. Sólo se puede llegar en jeep porque el camino que conduce a este pequeño pueblo de apenas cincuenta casas, situado a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar, no está asfaltado y está lleno de curvas. Es un lugar desolado, todavía hoy lejos del mundo.

En el camino se tropieza con algunos campesinos. Cruzan la carretera llena de baches, caminando lentamente, tristes, con sus herramientas de trabajo a la espalda. No parece que haya cambiado mucho desde que el Che atravesó estos valles, en un intento de derrocar la dictadura militar del general René Barrientos.

Guevara eligió Bolivia no porque le guiara, como a veces se le atribuye injustamente, la idea de reproducir mecánicamente las estrategias políticas y militares aplicadas en Cuba. Estaba convencido, sin embargo, de la necesidad de alumbrar un proceso revolucionario que afectase a todo el Cono Sur. Un proyecto supranacional que desde Bolivia fuese capaz de extenderse a Perú y Argentina, para evitar que los Estados Unidos interviniesen y pudieran aniquilar un foco único, y por lo tanto más débil, de resistencia local. En el centro del continente y rodeada por cinco países, Bolivia parecía el lugar más adecuado donde iniciar la formación de un grupo de cuadros a los que confiar, una vez entrenados, la tarea de organizar los diferentes frentes de lucha en toda América Latina.

El Che fundó el Ejército de Liberación Nacional de Bolivia con sólo 45 guerrilleros. En la introducción al Diario de Bolivia, Fidel Castro escribió: “ Impresiona profundamente la proeza realizada por este puñado de revolucionarios. La sola lucha contra la naturaleza hostil en que desenvolvían su acción constituye una insuperable página de heroísmo. Nunca en la historia un número tan reducido de hombres emprendió una tarea tan gigantesca”.

La muerte alcanzó a muchos de ellos de improviso, 11 meses después del inicio de la guerrilla. El 8 octubre de 1967, de hecho, el Che, sorprendido en la quebrada de Yuro junto con otros 16 compañeros, fue herido en la pierna izquierda y capturado después de tres horas de combate. Transportado a la vecina La Higuera, fue asesinado al día siguiente, por orden de Barrientos.

Después de la ejecución, el ejército boliviano se apoderó de la mochila de Che y de todos los documentos que había dentro. Los dos cuadernos con el Diario de Bolivia pudieron llegar rápidamente a Cuba. Por el contrario, otro grupo de textos cortos apareció mucho más tarde y se publicó en 1998 con el título Antes de morir: apuntes y notas de lectura. En estas páginas, Guevara copió los pasajes más importantes de sus lecturas y resumió algunos de los estudios que estaba haciendo, a pesar de las difíciles condiciones en que se encontraba. Estas notas fueron escritas durante los raros momentos de descanso y constituyen una prueba más de su extraordinaria determinación. Así, critica la falta de profundidad de análisis del sociólogo Charles Wright Mills, cuyo Los marxistas el Che leyó y resumió; lo definió como “un claro ejemplo de la intelectualidad liberal de la izquierda norteamericana”. György Lukács, por el contrario, le fue muy útil, ya que le ayudó a entender la “complejidad de la filosofía hegeliana”. Como guía para sus estudios de filosofía el Che utilizó el manual editado por el científico soviético Miguel Dynnik y el Antidüring de Engels, del que apreció más que cualquier otra cosa “sus pensamientos inconclusos sobre la dialéctica”. Dedica varias partes a la Historia de la Revolución Rusa de Trotsky, a veces criticada, pero que, en su opinión, era una “fuente de importancia esencial” sobre el nacimiento del poder soviético. Por último, Guevara también se dedicó al estudio de los autores locales y, al comentar un libro titulado Sobre el problema nacional y colonial de Bolivia, señala que defendía “una tesis interesante”, ya que consideraba ese país “como (un) Estado multinacional.”

Completan estas páginas de notas un guión de un proyecto de estudio sobre los diferentes modos de producción, desde los pre-capitalistas hasta el socialismo. En el se afirma que “Marx tenía razón” en relación a la pauperización del proletariado, pero también que “no previó el fenómeno imperialista. Actualmente los trabajadores de los países imperialistas son socios minoritarios del sistema” .

Además del estudio teórico, en sus últimas notas el Che copió tres poemas del escritor nicaragüense Rubén Dario. En los versos finales del último de ellos, Letanía de Nuestro Señor Don Quijote, se describe un personaje que, en muchos aspectos, es como él: “Caballero errante de los caballeros, (…) noble peregrino de los peregrinos, que santificaste todos los caminos, con el paso augusto de tu heroicidad, contra las certezas, contra las conciencias, y contra las leyes y contra las ciencias, contra la mentira, contra la verdad. (…) Que de fuerza alientas y de ensueños vistes, coronado de áureo yelmo de ilusión, que nadie ha podido vencer todavía, por la adarga al brazo, toda fantasía, y la lanza en ristre, toda corazón!

Eso es lo piensan de él todos los jóvenes que llegaron esta semana a La Higuera, para recordar al che y para dejar nuevas huellas en la ruta larga y difícil que él emprendió.

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La dureza del capital

El 11 de septiembre se cumplieron 150 años de ‘El Capital’. Esta es su historia.
La obra que, quizás más que ninguna otra, ha contribuido a cambiar el mundo en los últimos 150 años tuvo una gestación larga y muy difícil.

Marx comenzó a escribir El Capital solo muchos años después de comenzar sus estudios de economía política. Si ya desde 1844 había criticado la propiedad privada y el trabajo alienado de la sociedad capitalista, fue solo después del pánico financiero de 1857 —que comenzó en Estados Unidos y luego se extendió a Europa— cuando se sintió obligado a dejar a un lado su incesante investigación y comenzar a redactar lo que llamaba su “Economía”.

Crisis, los Grundrisse y pobreza. Con el inicio de la crisis, Marx anticipó el nacimiento de una nueva fase de convulsiones sociales y consideró que lo más urgente era proporcionar al proletariado la crítica del modo de producción capitalista, un requisito previo para superarlo. Así nacieron los Grundrisse, ocho cuadernos en los que examinó las formaciones económicas precapitalistas y describió algunas características de la sociedad comunista, subrayando la importancia de la libertad y el desarrollo de los individuos. El movimiento revolucionario que surgiría a causa de la crisis se quedó en una ilusión y Marx no publicó sus manuscritos, consciente de hasta qué punto estaba todavía lejos del dominio total de los temas a los que se enfrentaba. La única parte publicada, después de una profunda reelaboración del capítulo sobre el dinero, fue la Contribución a la crítica de la economía política, un texto distribuido en 1859 y revisado por una sola persona: Engels.

El proyecto de Marx era dividir su obra en seis libros. Deberían haberse dedicado al capital, la propiedad de la tierra, el trabajo asalariado, el Estado, el comercio exterior y el mercado mundial. Pero en 1862, como resultado de la guerra de secesión estadounidense, el New York Tribune despidió a sus colaboradores europeos, Marx —quien trabajó para el periódico durante más de una década— y su familia volvieron a vivir en condiciones de terrible pobreza, las mismas que habían padecido durante los primeros años de su exilio en Londres. Solo tenía la ayuda de Engels, a quien escribía: “Todos los días mi esposa me dice que preferiría yacer en la tumba con las chicas y, en verdad, no puedo culparla dadas las humillaciones y sufrimientos que estamos padeciendo, realmente indescriptibles”. Su condición era tan desesperada que, en las semanas más negras, faltaba comida para las hijas y papel para escribir. Buscó empleo en una oficina de los ferrocarriles. El puesto, sin embargo, le fue negado debido a su mala letra. Por lo tanto, para hacer frente a la indigencia, la obra de Marx estuvo sujeta a grandes retrasos.

La plusvalía y el carbunco. En este periodo, en un largo manuscrito titulado Teorías sobre la plusvalía, llevó a cabo una profunda crítica de la manera en que todos los grandes economistas habían tratado erróneamente la plusvalía como ganancia o renta. Para Marx, sin embargo, era la forma específica por la cual se manifiesta la explotación en el capitalismo. Los trabajadores pasan parte de su jornada trabajando para el capitalista de forma gratuita. Este último busca de todas las formas posibles generar plusvalía por medio del trabajo excedente: “No basta con que el trabajador produzca en general, debe producir plusvalía”, es decir, servir a la autovaloración del capital. El robo de incluso unos pocos minutos de la comida o del descanso de cada trabajador significa transferir una enorme cantidad de riqueza a los bolsillos de los patrones. El desarrollo intelectual, cumplir las funciones sociales y los días festivos son para el capital “puras y simples fruslerías”. Après moi le déluge! (después de mí, el diluvio) era para Marx el lema de los capitalistas, aunque pudieran, hipócritamente, oponerse a la legislación sobre las fábricas en nombre de la “libertad plena del trabajo”. La reducción de la jornada laboral y el aumento del valor de la fuerza de trabajo fue, por tanto, el primer terreno de la lucha de clases.

En 1862, Marx eligió el título de su libro: El Capital. Creía que podía comenzar inmediatamente a redactarlo, pero a las ya graves vicisitudes financieras se sumaron problemas de salud. De hecho, lo que su esposa Jenny describió como “la terrible enfermedad” contra la cual Marx tendría que luchar muchos años de su vida era el carbunco, una horrible infección que se manifiesta en varias partes del cuerpo con una serie de abscesos cutáneos y una extensa y debilitante forunculosis. Marx fue operado y “su vida permaneció durante mucho tiempo en peligro”. Su familia estaba al borde del abismo.

El Moro (éste era su apodo) se recuperó y hasta diciembre de 1865 se dedicó a escribir lo que se convertiría en su auténtica obra magna. Además, desde el otoño de 1864 asistió asiduamente a las reuniones de la Asociación Internacional de Trabajadores, para la que escribió durante ocho años sus principales documentos políticos. Estudiar durante el día en la biblioteca, para ponerse al corriente de los nuevos descubrimientos, y seguir trabajando en su manuscrito de la noche a la mañana: esta fue la agotadora rutina a la que se sometió Marx hasta el agotamiento de todas sus energías y el agotamiento de su cuerpo.

Un todo artístico. Aunque había reducido su proyecto de seis a tres volúmenes sobre El Capital, Marx no quiso abandonar su propósito de publicarlos juntos. De hecho, le escribió a Engels: “No puedo decidir de qué prescindir antes de que todo esté frente a mí, sean cuales sean los defectos que puedan tener, este es el valor de mis libros: todos forman un todo artístico, alcanzable solo gracias a mi sistema de no entregarlo al impresor antes de tenerlo todo delante de mí”. El dilema de “corregir una parte del manuscrito y entregarlo al editor o terminar de escribir todo” fue resuelto por los acontecimientos. Marx sufrió otro ataque bestial de carbunclo, el más virulento de todos. A Engels le contó que había “perdido la piel”; los médicos le dijeron que la recaída fue por el exceso de trabajo y las continuas vigilias nocturnas. Marx se concentró en el libro uno: El proceso de producción del capital.

Los forúnculos siguieron atormentándolo y durante semanas Marx ni siquiera pudo sentarse. Intentó operarse. Se procuró una navaja y le dijo a Engels que intentó extirparse esa maldita cosa. Esta vez, la culminación de su obra no se postergó por la “teoría”, sino por “razones físicas y burguesas”.

En abril de 1867, el manuscrito fue finalmente terminado. Marx le pidió a su amigo de Manchester, que le ayudó durante 20 años, que le enviara dinero para poder recuperar “la ropa y el reloj que se encuentran en la casa de empeño”. Marx sobrevivió con el mínimo indispensable y sin esos objetos no podía viajar a Alemania, donde la imprenta esperaba por su obra.

La corrección del borrador duró todo el verano y Engels le señaló que la exposición de la forma del valor era demasiado abstracta y “se resentía de la persecución de los forúnculos”, Marx respondió, “espero que la burguesía se acuerde de mis forúnculos hasta el día de su muerte”.

El Capital fue puesto a la venta el 11 de septiembre de 1867. Un siglo y medio después, el texto figura entre los libros más traducidos, vendidos y discutidos en la historia de la humanidad. Para quienes quieran entender lo que realmente es el capitalismo y el porqué los trabajadores deben luchar por una “forma superior de sociedad cuyo principio fundamental sea el desarrollo pleno y libre de cada individuo”, El Capital es hoy más que nunca una lectura simplemente imprescindible.

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Como nació El Capital de Marx

La obra que, quizás más que ninguna otra, ha contribuido a cambiar el mundo en los últimos ciento cincuenta años, tuvo una gestación larga y muy difícil.

Marx comenzó a escribir El Capital sólo muchos años después de comenzar sus estudios de economía política. Si ya desde 1844 había criticado la propiedad privada y el trabajo alienado de la sociedad capitalista, fue sólo después del pánico financiero de 1857 -que comenzó en Estados Unidos y luego se extendió a Europa-, cuando se sintió obligado a dejar a un lado su incesante investigación y comenzar a redactar lo que llamaba su “Economía”.

La crisis, los Grundrisse y la pobreza
Con el inicio de la crisis, Marx anticipó el nacimiento de una nueva fase de convulsiones sociales y consideró que lo más urgente era proporcionar al proletariado la crítica del modo de producción capitalista, un requisito previo para superarlo. Así nacieron los Grundrisse, ocho gruesos cuadernos en los que, entre otras cosas, examinó las formaciones económicas precapitalistas y describió algunas características de la sociedad comunista, subrayando la importancia de la libertad y el desarrollo de los individuos. El movimiento revolucionario que creía que surgiría a causa de la crisis se quedó en una ilusión, y Marx no publicó sus manuscritos, consciente de hasta qué punto estaba todavía lejos del dominio total de los temas a los que se enfrentaba. La única parte publicada, después de una profunda reelaboración del “Capítulo sobre el dinero”, fue la Contribución a la crítica de la economía política , un texto distribuido en 1859 y que fue revisado por una sola persona: Engels.

El proyecto de Marx era dividir su obra en seis libros. Deberían haberse dedicado a: el capital, la propiedad de la tierra, el trabajo asalariada, el estado, el comercio exterior y el mercado mundial. Sin embargo, cuando en 1862, como resultado de la guerra de secesión estadounidense, el New York Tribune despidió a sus colaboradores europeos, Marx -que había trabajado para el periódico estadounidense durante más de una década- y su familia volvieron a vivir en condiciones de terrible pobreza, las mismas que habían padecido durante los primeros años de su exilio en Londres. Sólo tenía la ayuda de Engels, a quien escribía: “Todos los días mi esposa me dice que preferiría yacer en la tumba con las chicas y, en verdad, no puedo culparla dadas las humillaciones y sufrimientos que estamos padeciendo, realmente indescriptibles”. Su condición era tan desesperada que, en las semanas más negras, faltaba comida para las hijas y papel para escribir. También buscó empleo en una oficina de los ferrocarriles inglesa. El puesto, sin embargo, le fue negado debido a su mala letra. Por lo tanto, para hacer frente a la indigencia, la obra de Marx estuvo sujeta a grandes retrasos.

La explicación de la plusvalía y el carbunco
Sin embargo, en este periodo, en un largo manuscrito titulado Teorías sobre la plusvalía, llevó a cabo una profunda crítica de la manera en que todos los grandes economistas habían tratado erróneamente la plusvalía como ganancia o renta. Para Marx, sin embargo, era la forma específica por la cual se manifiesta la explotación en el capitalismo. Los trabajadores pasan parte de su jornada trabajando para el capitalista de forma gratuita. Este último busca de todas las formas posibles generar plusvalía por medio del trabajo excedente: “No basta que el trabajador produzca en general, debe producir plusvalía”, es decir, servir a la autovaloración del capital. El robo de incluso unos pocos minutos de la comida o del descanso de cada trabajador significa transferir una enorme cantidad de riqueza a los bolsillos de los patrones. El desarrollo intelectual, el cumplimiento de las funciones sociales, y los días festivos son para el capital “puras y simples fruslerías”. “Après moi le déluge!” era también para Marx -aunque al tratar la cuestión ecológica (que abordó como pocos autores de su época)- el lema de los capitalistas, aunque pudieran, hipócritamente, oponerse a la legislación sobre las fábricas en nombre de la “libertad plena del trabajo”. La reducción de la jornada de trabajo, junto con el aumento del valor de la fuerza de trabajo, fue, por tanto, el primer terreno en el que tenía lugar la lucha de clases.

En 1862, Marx eligió el título de su libro: “El Capital”. Creía que podía comenzar inmediatamente a redactarlo de una forma definitiva, pero a las ya graves vicisitudes financieras se sumaron muy graves problemas de salud. De hecho, lo que su esposa Jenny describió como “la terrible enfermedad”, contra la cual Marx tendría que luchar muchos años de su vida. Sufría de carbunco, una horrible infección que se manifiesta al inicio en varias partes del cuerpo con una serie de abscesos cutáneos y una extensa y debilitante forunculosis. Debido a una pápula profunda, seguida por la aparición de una red de vesículas ulcerantes, Marx fue operado y “su vida permaneció durante mucho tiempo en peligro”. Su familia estaba más que nunca al borde del abismo.

El Moro (éste era su apodo), sin embargo, se recuperó y, hasta diciembre de 1865, se dedicó a escribir lo que se convertiría en su auténtica obra magna. Además, desde el otoño de 1864, asistió asiduamente a las reuniones de la Asociación Internacional de Trabajadores, para la que había escrito durante ocho años los principales documentos políticos. Estudiar durante el día en la biblioteca, para ponerse al corriente de los nuevos descubrimientos, y seguir trabajando en su manuscrito de la noche a la mañana: esta fue la agotadora rutina a la que se sometió Marx hasta el agotamiento de todas sus energía y el agotamiento de su cuerpo.

Un todo artístico
Aunque había reducido su proyecto inicial de seis libros a tres volúmenes sobre El Capital, Marx no quiso abandonar su propósito de publicarlos todos juntos. De hecho, le escribió a Engels: “No puedo decidir de que prescindir antes de que todo esté frente a mí, sean cuales sean los defectos que puedan tener, este es el valor de mis libros: todos forman un todo artístico, alcanzable sólo gracias a mi sistema de no entregarlo al impresor antes de tenerlo toda delante de mí”. El dilema de Marx – “corregir una parte del manuscrito y entregarlo al editor o terminar de escribir todo primero” – fue resuelto por los acontecimientos. Marx sufrió otro ataque bestial de carbunclo, el más virulento de todos, y su vida estuvo en peligro. A Engels le contó que había “perdido la piel”; los médicos le dijeron que las causas de su recaída eran el exceso de trabajo y las continuas vigilias nocturnas: “la enfermedad viene de la cabeza”. Como resultado de estos acontecimientos, Marx decidió concentrarse únicamente en el único Libro Uno, el relacionado con el “Proceso de Producción del Capital”.

Sin embargo, los forúnculos siguieron atormentándolo, y durante semanas. Marx ni siquiera podía sentarse. Incluso intentó operarse solo. Se procuró una navaja muy afilada y le dijo a Engels que había intentado extirparse aquella maldita cosa. Esta vez, la culminación de su obra no se vio postergada debido a la “teoría” sino por “razones físicas y burguesas”.

Cuando, en abril de 1867, el manuscrito fue finalmente terminado, Marx le pidió a su amigo de Manchester, que le había estado ayudando durante veinte años, que le enviara dinero para poder recuperar “la ropa y el reloj que se encuentran en la casa de empeño”. Marx había sobrevivido con el mínimo indispensable y sin esos objetos no podía viajar a Alemania, donde le esperaban para entregar el manuscrito a la imprenta.

La corrección del borrador duró todo el verano y Engels le señaló que la exposición de la forma del valor era demasiado abstracta y “se resentía de la persecución de los forúnculos”, Marx respondió, “espero que la burguesía se acuerde de mis forúnculos hasta el día de su muerte”.

El Capital fue puesto a la venta el 11 de septiembre de 1867. Un siglo y medio después de su publicación, figura entre los libros más traducidos, vendidos y discutidos en la historia de la humanidad. Para aquellos que quieren entender lo que realmente es el capitalismo, y porque los trabajadores deben luchar por una “forma superior de sociedad cuyo principio fundamental sea el desarrollo pleno y libre de cada individuo”, El Capital es hoy más que nunca una lectura simplemente imprescindible.

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Agustín Santella, Marxismo Critico

Entre los años ochenta y principios de los noventa del siglo pasado, los marxismos atravesaron una crisis que parecía ser final. Sin dudas, el acontecimiento clave fue el derrumbe de los “socialismos reales”, que venían a condensar un desgaste de esperanzas emancipadoras.

Ninguna formación social perece sin agotar todas sus capacidades de desarrollo. En el caso de la experiencia socialista del siglo XX, alguna de estas capacidades se agotó. Decimos marxismos en plural, porque había una diferencia llamativa entre el marxismo oficial de los partidos de Estado de la URSS, el de China, pero mucho más respecto del marxismo intelectual académico de Francia, que era muy pujante. Perry Anderson ya escribió sobre la virtual muerte de esta influencia marxista en París hacia principios de los años ochenta. Sin embargo, en el ensayo sobre “Marx en Francia” editado en este libro por Marcello Musto, Jean-Numa Ducange afirma que hoy en Francia “ya no es posible mantenerse al día con todos los periódicos y revistas francesas que proclaman un ¨regreso a Marx¨” (p. 347). ¿Cómo es este regreso a Marx? ¿Qué marxismo sugiere esta nueva lectura? ¿Qué argumentos incorpora la nueva lectura para superar la actual crisis del marxismo?

Hay varios regresos a Marx. Algunos pueden simplemente mantener el Marx del marxismo del siglo XX, tal por ejemplo el marxismo real de los “socialismos reales”. Hay pocos de este tipo, aunque se lo tiene por el verdadero marxismo. En contraste, este libro presenta una persistencia renovada de Marx, especialmente en su primera sección de ensayos. La primera sección integra ensayos de destacados investigadores marxistas (entre ellos E. Meiksins Wood, R. Antunes, M. Lebowitz, el mismo M. Musto). La segunda sección refiere a la recepción reciente de las obras de Marx y Engels en distintas regiones del globo. El libro editado por Musto propone entonces una serie de lecturas nuevas, con direcciones interpretativas específicas, intencionadas, políticas las más de las veces. Pero en la segunda parte del libro tenemos la descripción sobre la evolución del estado de las publicaciones, y las interpretaciones destacadas en un conjunto representativo de países (América hispana, Brasil, mundo de habla inglesa, Francia, Alemania, Italia, Rusia, China, Corea del sur, Japón). Esta parte tiene un valor enorme para el lector interesado en las tendencias marxistas actuales. El libro contiene capítulos sobre la situación en China, Corea, Japón y Rusia, con informes de muy difícil acceso en castellano.

La primera parte tiene ensayos muy provocadores, pero de discusión fundamental. Abarcan una variedad de temáticas, negadas en el marxismo oficial del siglo XX. Posiblemente una idea general de este volumen sea la de una contraposición entre Marx y el marxismo real, entendido como “marxismo histórico” (Arrighi), o “marxismo de los partidos” (Wallerstein). Giovanni Arrighi definía el marxismo histórico no como una “traición” al marxismo, sino como una “formación histórica que se ajusta al despliegue efectivo del legado marxiano bajo circunstancias imprevistas por ese mismo legado” (New Left Review, 1990). Sin embargo, contraponía el marxismo histórico a las tesis fundamentales de Marx. Arrighi hace énfasis en el “sustitucionismo” que los partidos marxistas ejercieron en el poder del Estado en los socialismos reales.

El volumen incluye un capítulo muy impactante para esta discusión. Paresh Chattopadhyay ataca el “mito del socialismo del siglo XX”, en relación a los fundamentos de una teoría leninista del Estado socialista de transición. El error teórico de Lenin habría sido definir el socialismo como la propiedad estatal de los medios de producción. Esto constituiría un salto mortal desde Marx, que adaptaba la teoría primera a la realidad práctica de la toma del poder político. El socialismo en Marx expresaría la socialización de los medios de producción, o un “modo asociado de producción”. Para Marx no existía la distinción entre socialismo y comunismo. En ambos se expresa la negación tanto de la enajenación social en el capital como política en el Estado. La distinción leninista entre socialismo y comunismo como dos etapas no tenía fundamento en Marx. Esta argumentación entonces realiza una crítica de las revoluciones anticapitalistas del siglo XX por no ser estrictamente anticapitalistas. Si bien habla de los ejemplos fundamentales de Rusia y China, sugiere su aplicación a todas las revoluciones (p. 97). De todos modos, el autor no se expide en relación a las teorías del capitalismo de Estado, sino que las denomina descriptivamente “socialismo de Estado”. Este ensayo ilumina sin ambigüedad el tono general del libro: es preciso volver a Marx, no al marxismo “realmente existente”.

En este mismo sentido, se destaca el texto de Ellen Meiksins Wood, porque propone una visión histórica muy distinta de la tradición leninista. En forma de ensayo, la académica canadiense sostiene la actualidad de Marx a partir del hecho de que la universalización del capitalismo es un hecho reciente. Expone la paradoja acerca de un marxismo histórico preocupado por un sistema mundial no capitalista, bajo la teoría del imperialismo. Ella sostiene que el marxismo es más actual que nunca porque nunca habíamos vivido en el capitalismo universal.

Un sentido antiburocrático, esencialmente democrático social, se tiene en los ensayos de Musto y Antunes, pero también Comminel, centrados en la teoría de la alienación. Siguiendo la idea de “modo asociado de producción”, el socialismo intenta reponer la socialización basada en la libertad individual, una visión contraria a la centralidad del Estado en la vida social. Retomar la categoría de alienación permite dar cuenta del conjunto de las formas alienadas en la sociedad capitalista.

El volumen también publica ensayos sobre el “orientalismo”, esto es, el problema de los pueblos no occidentales, sobre feminismo y sobre ecología. Además del tema más clásico de las crisis económicas.

En la sección sobre la recepción actual se destacan los informes sobre China, Rusia, Corea y Japón, como hemos mencionado. En particular, respecto China, llama la atención el hecho de que el Partido Comunista siga haciendo propaganda en nombre del marxismo. Aquí podemos leer un informe con datos concretos sobre la investigación y publicaciones marxistas en ese país. El partido sigue controlando férreamente la lectura del marxismo, reprimiendo las disidencias. Aún así, se nombran algunas investigaciones críticas. En cuanto al contenido, llama la atención cómo el Partido justifica su giro hacia el capitalismo en nombre de la “libertad” y el “desarrollo de las personas”, siguiendo a Marx. Quizá estemos en presencia de un extremo de uso estatal de Marx, como no se había visto en el siglo XX.

El volumen incorpora un capítulo sobre América de habla hispana y otro sobre Brasil. Por supuesto que se resiente para el lector local un balance más amplio sobre la recepción actual de Marx en la Argentina, que ocupa dos páginas en el volumen. Francisco Sobrino menciona allí algunos destacados marxistas académicos, grupos, revistas e iniciativas de organizaciones políticas marxistas. El eje de selección estaría puesto en obras que discuten Marx, lo cual dejaría las que simplemente usan Marx como instrumental para otro tipo de trabajo de investigación. Pero en este plano, también se podría señalar, sin contradecir el sentido del capítulo comentado, que las nuevas lecturas de Marx han florecido en una diversas de grupos e investigadores, pero que no caracteriza el marxismo de Partido, férreamente alineado en la ortodoxia. El marxismo científico e intelectual se ha desarrollado por fuera de los aparatos políticos marxistas. Se profundiza entonces una división, que Perry Anderson había advertido, entre desarrollo de la teoría marxista y movimiento socialista.

Este libro tiene el valor enorme de proponer una serie de líneas firmes para una nueva lectura libertaria de Marx. Además, nos deja un actualizado informe sobre la actividad concreta de la publicación e investigación en gran parte del globo.

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Jaime Ortega Reyna, Andamios

Una vieja anécdota —probablemente falsa— nos servirá como intro- ducción para reseñar la última compilación que ha hecho Marcello Musto a propósito del filósofo de la “Tesis XI” titulada De regreso a Marx.

En la anécdota, un periodista francés le pregunta al histórico líder de la revolución China, el presidente Mao Tse-Tung, a su paso por París, sobre el alcance histórico de la Revolución francesa (aquella que tradicionalmente ubicamos en 1789): Mao responde que es aún muy pronto para saberlo.

De la misma manera en que Mao refería con mesura cualquier jui- cio sobre un acontecimiento lejano, quizá nosotros debamos también hacer lo mismo a propósito de “los regresos a Marx”. Justamente por- que han sido múltiples no podemos sino marcar desde un horizonte situado (el de América Latina) un distanciamiento con respecto a una hipótesis muy recurrente: que hemos vuelto a Marx a partir de la crisis económica de 2008. Lo marcamos por varias razones, la primera de ellas es que limitar la influencia de Marx a partir de un acontecimiento “económico” nos parece que limita las posibilidades del análisis de su obra y lo reduce a un hecho típicamente “derrumbista”, es decir, ajeno a la historia concreta de los pueblos; la segunda y más importante es que en América Latina al menos desde 1998-1999 (con el triunfo de Hugo Chávez) lentamente su nombre comenzó a ser reivindicado en el plano político y de alternativas de construcción de un orden social distinto al imperante. Mientras que en el norte global importantes pero inconexas protestas (ayer en Madrid y Nueva York, hoy en París) han posibilitado debilmente hablar de otro ordenamiento societal en nuestro continente, con todas las limitaciones imaginables, hemos asistido al ascenso de movimientos sociales que han devenido experiencias con- cretas de gestión de lo público y lo común, así como de la ocupación de gobierno de los Estados: revoluciones democráticas de los pueblos, efectivas, vigorosas, complejas y contradictorias, es decir, vivas. Esta di- ferencia la marcamos justamente porque pensamos que Marx ha sido, y es, un inspirador oculto de más de una de las grandes revueltas que han permitido abrir tímidas grietas en la muralla capitalista, al menos desde este nuestro lugar de enunciación.

Marcada esta diferencia podemos efectivamente trazar grandes rutas por las que avanza el Regreso a Marx, que nos presenta un conjunto muy variado y sugerente de autores. La compilación podemos dividirla artificialmente en tres segmentos. El primero va sobre temas clásicos del marxismo, uno segundo busca encarar el marxismo frente a nuevos problemas y un tercero busca dar un sucinto panorama de la produc- ción marxista alrededor del mundo.

Dentro del primer segmento podemos encontrar los textos de Mar- cello Musto y de Ricardo Antunes, que vuelven sobre el problema de la enajenación, uno para desarrollarlo en su versión clásica por el joven Marx y el otro para intentar poner al día esa noción en nuestro con- texto. Este tema es central para los desarrollos del marxismo durante el siglo xx, y ahora en condiciones de nuevas ediciones y de la publi- cación de inéditos es posible decir cosas nuevas. Es el fin del texto de Musto, quien busca desentrañar los sentidos del uso de alienación, así como algunas de las versiones que circularon en el siglo xx. Como se sabe, aquella noción causó muchos problemas para el marxismo que aspiraba a ser un conocimiento científico, pues seguía anudada a una noción bastante frágil de “esencia humana” supuestamente perdida ante el desarrollo del capitalismo. Junto a ella podemos ubicar otros temas clásicos en la literatura marxista que se desarrollan en variadas y sugerentes direcciones, por ejemplo, el tema de la libertad humana y el desarrollo de las capacidades, que se expone en un texto de George Comninel. Temas clásicos que vuelven y son planteados en nuevas condiciones, las de nuestro siglo xxi.

Un segundo segmento busca ampliar la mirada sobre temas que podríamos considerar “novedosos”. Por ejemplo, se incluye un texto de Kevin Anderson, un estudioso de habla inglesa, sobre el problema de la etnicidad y la manera en que Marx enfocó los procesos en “los márgenes” del centro capitalista. Aquí cabe destacar una continuidad no siempre dicha entre las formulaciones del grupo Pasado y Presente y José Aricó, que dispuso en español el material necesario para superar una lectura eurocéntrica de Marx. También Terrel Carver se avoca a desentrañar la manera en que Marx recibió la problemática del género: se trata de un esfuerzo filológico muy serio por demostrar que Marx no hizo caso omi- so de la situación de las mujeres en la sociedad capitalista. Por su parte, Michael Lebowitz busca establecer una estrategia radical que no apunte sólo a cambios menores del “sistema”. La recientemente fallecida Mei- kisis Wood abordó el tema de la “universalidad del capital”, que desde su punto de vista, apenas la hemos visto completarse en su totalidad, lo cual hace (al decir de ella) más actual el pensamiento de Marx con respecto al siglo xix o incluso al xx.

El último segmento busca dimensionar la producción del marxismo en el mundo, y es sin duda muy rico. En él se exploran brevemente las producciones en América Latina y España, el mundo de habla inglesa, Francia, Brasil, Italia, Japón, Corea, China y Rusia. Sin duda los textos podrán ser criticables desde el punto geográfico del que se coloque: podrán faltar obras, revistas no serán mencionadas, encuentros habrán sido poco visibilizados, etcétera; sin embargo, se trata de un esfuerzo importante, que permite ampliar miradas reducidas o provincianas, tan comunes en los medios académicos, particularmente europeos y estadounidenses, que suelen mirarse sólo a ellos mismos como la úni- ca producción relevante. Es necesario que la crítica se haga a partir de producciones que enriquezcan los panoramas presentados de manera breve. Los lectores encontrarán una gran riqueza temática, de autores, de obras y de revistas, destacamos la que refiere a Brasil, por la capa- cidad de síntesis que hacen los autores, y la colaboración de Jan Hoff sobre Alemania, que además de exponer argumentos de los debates teóricos ha sido autor de un importante libro (sólo en idioma alemán) sobre la historia del marxismo a nivel global, que será necesario tra- ducir pronto.

El conjunto de los diez trabajos que se presentan puede ser la base para futuras investigaciones, que coloquen en el centro las producciones en torno a Marx más que al marxismo, aunque difícilmente se pudieran separar en algunos casos, como en Italia con Gramsci, o en Francia con Althusser.

Indudablemente el conjunto del libro es un aporte para tejer las coordenadas actuales de discusión sobre Marx, pero también a partir de él. Su obra sigue siendo catalizadora de reflexiones y de creación de hipótesis, algunas vuelven sobre temas complejos, que han sido seria- mente cuestionados por el pensamiento filosófico y científico (como el de la enajenación) y otras siguen siendo aportes fundamentales (como el caso de los “límites naturales”). Marx sigue movilizando la imagina- ción de los que se arriesgan a plantear, tanto en planos epistemológicos como prácticos, posibilidades de un orden social distinto. El cruce entre la investigación y la práctica ha marcado derroteros y temas a profundizar, provocando con ello necesarias tensiones con la obra del filósofo del siglo xix que cimbró toda la historia del siglo xx y quizá aún pueda seguir acechando nuestras realidades.

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Antonio Oliva, Archivos

La obra de investigación, edición y difusión sobre la producción marxia-na, realizada por el filósofo y cientista político italiano Marcello Musto, es notable.

Abocado a un trabajo de exhumación, que trasciende ampliamente lo biográfico, y de relectura, no sólo en relación a las obras más conocidas de Marx sino también a los laberínticos avatares de edición de cada una de ellas a lo largo de dos siglos, Musto es hoy uno de los marxólogos con mayor herramental crítico para hablarnos de lo que podríamos llamar a esta altura “la ancha alameda de las relecturas de Marx a escala global”. Desde que los clásicos libros de Marx comenzaron a difundirse en el último cuarto del siglo XIX, la obra tuvo una difusión internacional (Marx, como Hobsbawm ha señalado hace ya muchos años, es uno de los pocos pensadores que ha sido traducido a todos los idiomas y dialectos del globo), y quizá sea este comienzo del siglo XXI cuando la obra no sólo ha ganado en extensión (en cantidad de lectores y lectoras) sino también en profundidad y actualidad de reflexión a escala mundial. Y es en este punto donde el nuevo libro editado y compilado por Marcello Musto tiene algo que ofrecer.

En efecto, De regreso a Marx es un libro colectivo que parece recordarnos, ensayo tras ensayo, que a la obra marxiana no se vuelve siempre desde un mismo punto de arranque, sino que cada relectura supone un debate político en juego y de interpretación que acompaña el movimiento real de las fuerzas sociales que pretenden emanciparse, en cada etapa del sistema capitalista. Y como consigna la introducción del mismo Musto, en esta etapa, abierta luego del derrumbe de los estados comunistas de Europa centro-oriental y de la URSS, y también de la inconmensurable reacción capitalista que le siguió a escala planetaria, la relectura y redescubrimiento de la obra de Marx se ha despojado de ciertos lastres de interpretación política como la lectura finisecular socialdemócrata y la censura estalinista, que nos permite hoy llegar a la obra desde un lugar políticamente mucho más desprejuiciado.

Con estas premisas, recordemos que los textos de Marcello Musto y de varios de los autores que participan del articulado del libro (Kevin Anderson, Paresh Chattopadhyay, Michael Lebowitz, Ricardo Antunes, Ellen Meiksins Wood o Terrell Carver) no son los primeros textos colectivos en los que par-ticipan. De hecho, en los últimos quince años una nueva modalidad apunta a descartar la obra de “autor” en el campo del marxismo y reemplazarla por trabajos que intentan pluralizar los alcances del pensamiento marxiano con resultados político-científicos dispares, pero dejando de lado la apropiación individual del resultado de los análisis. Así, el mismo Marcello Musto también participó y compiló un trabajo colectivo: Tras las huellas de un fantasma: La actualidad de Karl Marx (en 2005 en italiano y en 2011 en español). A su vez, varios de los ensayistas de De regreso a Marx, se han adscripto al proyecto Marx-Engels Gesamtausgabe 2 (MEGA 2), que siguiendo los pasos del proyecto del MEGA 1 iniciado por Riazanov en la Unión Soviética, se ha propuesto desde 2004, ahora con sede en Berlín, reeditar, prologar y exhumar la obra completa de Marx en diferentes etapas y con ediciones de alto contenido crítico.

El trabajo que nos ofrece la compilación de Marcello Musto está organi-zado en dos cuerpos, uno que escarba en las profundidades de los “temas actuales de Marx”, es decir el nomenclador de aspectos donde la obra mar-xiana todavía es útil para interpretar problemas actuales del capitalismo y su perspectiva emancipadora: las interpretaciones actualizadas de un Marx pensado por fuera de los países occidentales; la pertinencia o no de las lecturas socialistas y comunistas del sigo XX de la obra de Marx con respecto a la sociedad socialista futura; la necesidad de una lectura de Marx, en clave de una crítica de la economía política socialista que nos permita no mover “las barreras” del capitalismo actual, sino abolirlo; los desarrollos inquietantes que todavía nos propone el descubrimiento de la alienación por parte de un “Marx joven”; las posibles articulaciones teórico-políticas que podríamos encontrar en Marx para pensar socialismo y perspectiva de género; los persistentes llamados de atención sobre todo desde el Marx de los Grundrisse, a pensar las “crisis” del sistema vividas y analizadas por él, pero también a pensar las “crisis” contemporáneas dese la óptica de Marx; finalmente, la universalidad, como premisa ad hoc para comparar el pen-samiento de Marx con el de otros revolucionarios y pensadores.

Un segundo momento del trabajo de Musto, mucho más escueto pero también mucho menos pretencioso, contiene la intención política de balan-cear el alcance geográfico de la difusión desprejuiciada de Marx a lo largo de distintas experiencias nacionales o regionales. El mapa contiene un breve ensayo de Francisco Sobrino sobre la difusión de Marx en América Hispana (e incluye a España), en el que destaca brevemente la entrada de Marx en los diferentes países latinoamericanos desde fines del siglo XIX hasta la fecha, pero destacando sobre todo las publicaciones de los últi-mos años. Dicho texto ofrece un completo recorrido de análisis, aunque no una periodización sobre las etapas de difusión de Marx, las cuales podrían haber sido esbozadas, más allá de la carencia de espacio, para destacar las características salientes de cada una de ellas. Por su parte, Brasil, el mundo anglófono, Francia, Alemania, Italia, Rusia, China, Corea del Sur y Japón tienen también un espacio para la difusión de “sus” Marx respectivos, donde el carácter marcadamente político y no tan solo de estrategias “cul-turales de mercado” o de un ilusorio objetivismo denominado actualmente “historia de las ideas”, se traslucen en las diferentes experiencias de llegada y ampliación de la obra de Marx en dichas regiones.

Finalmente, De Regreso a Marx, es un texto que tiene sus zonas de va-cancia para todos aquellos que entienden que la historia de la difusión de la obra de Marx y de los “marxismos” (entendiéndolos como los concibe una vez más Eric Hobsbawm) no puede estar desgajada de las nutritivas luchas que, acompañando las del movimiento obrero y los trabajadores a lo largo de dos siglos, significó incorporar la obra marxiana, también para poder ir, ante nuevas realidades, más allá del pensamiento de Marx. En efecto, el trabajo compilado por Marcello Musto parece en algún punto llegar a una tierra incógnita, casi desconocida y en algunos trabajos de un persistente “no pasado” de lectura de la obra Marx. Así, los “marxismos”, que abogaron por comprender, criticar y ampliar el análisis de la realidad desde la piedra fundacional del Moro de Tréveris, parecen en el libro quedar confinados a un generalísimo colectivo de “los que lo deformaron” en los siglos pasados. Ojalá nuevas obras que incluyan lo mejor de esos “marxismos” (siempre en disputa como el movimiento real mismo) del pensamiento de Marx puedan ingresar a este tipo de balances indispensables.

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Modesto Emilio Guerrero, Agência Periodística de Información Alternativa

De regreso a un Marx siempre latente

De regreso a Marx. Nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual , es un recorrido intelectual atrevido, por el interior de la más importante corriente de pensamiento social de base mundial del último siglo y medio.

Una exploración que le da continuidad nutritiva a muchas obras, entre ellas una previa del propio autor-compilador, Marcelo Musto, pero también al ya clásico Consideraciones sobre el marxismo occidental, de Anderson (1975), o Historia del Marxismo de Hobsbawm, Haupt, Marek, Ragionieri, Strada y Vivanti (1980), del mismo Hobsbawm en Cómo cambiar al mundo (2011); de Valentino Gerratana en Investigaciones sobre historia del marxismo (1975), o la obra francesa Marx Intempestivo de Daniel Bensaid (2003).

Una lista incontable de autores y obras se han dedicado, desde la última década del siglo XIX, a revisar y autocuestionar postulados originales de Marx y de Engels, por lo menos desde las polémicas en la 2ª Internacional. El propio pensamiento político en el joven Marx se conforma en medio de una durísima batalla de ideas con los Jóvenes Hegelianos, el anaquismo y los consagrados gurús del socialismo utópico.

No hay forma de separar las crisis del marxismo, como pensamiento rebelde, de la crisis permanente de la sociedad burguesa: actúa como la memoria de su insoportabilidad. Es la única corriente, que a menos de una década de la muerte de su principal creador y a 34 años de la primera construcción de un sistema político en su nombre, ya estaba atrapada en concepciones e ideologías ajenas a sus búsquedas y afirmaciones originales. El marxismo del siglo XX fue formateado en esas matrices.

Esta conpilación de autores y sus comentarios se distingue de lo último publicado por lo menos en dos aspectos: Primero, la cantidad de países y pensadores revisados y estudiados, aunque sea en pocas páginas por capítulo. Son 22 ensayos escritos desde las realidades de 12 países, sobre la revisión de 266 obras marxistas referenciadas, citadas o tratadas, para evaluar su actualidad en temas tan vigentes como la teoría de las crisis capitalistas, el género y las etnias, el caràcter universal del capital, las formas actuales de la alienación, la teoría sobre la libertad humana, el caràcter anticapitalista del cambio social en occidente y en oriente y la relación mítica entre Karl Marx y el socialismo practicado en el siglo XX.

De los 22 autores, 16 estudian los desafíos del marxismo en las metrópolis y desde ellas: EE.UU., China, Alemania, Francia, Canadá, Italia, Rusia, japón, aportando información tan valiosa como desconocida sobre la vida y el destino del marxismo en las sociedad donde menos se construye en su nombre, sin que ello haya impedido la capacidad de pensarlo y actualizarlo.

Los otros seis autores trabajan la vida intelectual y política del marxismo en Brasil, Corea del Sur, Argentina, Colombia, Venezuela, Bolivia, Chile, Cuba, Puerto Rico, Ecuador, México y Perú.

La segunda distinción cualitativa es la tentación que despierta a quienes entendemos que Marx y el marxismo derivado, son mucho más que una portentosa contrucción intelectual del pensamiento social y filosófico, que es al mismo tiempo, una concepción del mundo y un movimiento internacional de clase, el más activo desde mediados del siglo XIX.

Sobre esa existencia compleja, se vuelven inevitables y metabólicamente necesarias sus crisis y revisiones recurrentes, pero ellas tendrán utilidad social sólo en la medida en que sirvan al objetivo emancipador de las clases explotadas.

No se conoce otra corriente de pensamiento que haya sobrevivido tanto reinventándose, a veces con crueldad, de las mutaciones y trastoques de la lucha social y la revisión crítica de sus propios objetos de estudio: la ley del valor, la alienación, la concepción materialista, la relación del hombre con la naturaleza, las estructuras sociales, las instituciones políticas, la globalización del sistema del capital, el carácter de la historia como construcción expansiva e ilimitada y los límite orgánicos a los espacios y recursos de sobrevivencia humana en el planeta.

En esas medidas, la diversidad de enfoques y recensos de lo recopilado en De regreso a Marx. Nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual, despierta tentaciones y angustias.

Pudo ser útil al objetivo de la obra editada por Editorial Octubre, (Buenos Aires 2016), hurgar en la relación entre las transformaciones sociales, culturales e institucionales del mal llamado “ciclo progresista” latinoamericano, que ya anda por los 17 años de contradictoria existencia, y el abordaje marxista de sus autores latinoamericanos y los partidos que sostienen a Marx y el marxismo como un oráculo.

Por ejemplo, qué aportaron las obras concursantes en el Premio Internacional al Pensamiento Crítico “Simón Bolívar”, dedicado desde 2005 a explorar los aportes de la teoría social crítica a los grandes problemas contemporáneos de la humanidad. No es un dato menor que casi todas las obras presentadas, están escritas desde algún lugar del marxismo, y que la mayoría de las obras premiadas sean escritas por autores latinoamericanos. ¿En qué medida esa producción potenció la teoría marxista, o no le agregó nada?

Este libro reafirma que existe un Marx renaissance, como sostiene Musto, sin que esto haya alterado una sola fibra de los partidos y agrupaciones que lo invocan desde siempre y para siempre.

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La Izquierda Radical Europea Después de 1989

I. El fin del “socialismo real”
La caída del Muro de Berlín determinó un profundo cambio en el escenario político europeo. La implosión de los regímenes del bloque soviético, que se habían vuelto con el tiempo cada vez más represivos y burocráticos, tuvo la consecuencia positiva de liberar al comunismo del “socialismo real” –que había representado su degeneración– y de devolverlo a la lucha por la emancipación de las clases obreras.

Sin embargo, después de 1989, por el efecto de una convulsión del cuadro político y de relevantes transformaciones económicas, se desplegó un proceso de restauración capitalista que provocó durísimas repercusiones sociales a escala global. También en Europa, las fuerzas anticapitalistas atestiguaron cómo se redujo, inexorablemente, su protagonismo en la sociedad. Estas se encontraron, de hecho, con la enorme dificultad de organizar y orientar las luchas sociales y, por el lado ideológico, la izquierda en su conjunto perdió el rol hegemónico conquistado después de 1968 en la cultura de muchos países.

Tal retroceso se manifestó también en las elecciones. A partir de los años ochenta, tanto los partidos congregados en torno a las ideas del eurocomunismo[1], como aquellos aún fuertemente vinculados a las directrices de Moscú [2], sufrieron una grave disminución de consensos, que se convirtió, apenas después del final de la Unión Soviética, en un evidente colapso. Las diversas agrupaciones de la nueva izquierda y los partidos trotskistas corrieron la misma suerte [3].

Comenzó, sucesivamente, una fase de reconstrucción, en el transcurso de la cual surgieron, a menudo a través de procesos federativos entre varios de los componentes anticapitalistas que habían sobrevivido, nuevas formaciones políticas. Esto permitió a las fuerzas tradicionales de la izquierda abrirse también a movimientos ecologistas, feministas y pacifistas, nacidos en los dos decenios anteriores. Izquierda Unida (IU) en España, creada en 1986, fue la precursora de este proceso. Más tarde, iniciativas análogas alcanzaron la madurez en Portugal, donde, en 1987, nació la Coalición Democrática Unitaria (CDU); en Dinamarca, en 1989, con la Lista Unitaria – Los Rojos-Verdes (Enhl., Ø); en Finlandia, en 1990, con la Alianza de Izquierda (VAS), y en Italia y en Grecia, en 1991, cuando fueron fundados el Partito de la Refundación Comunista (PRC) y Synaspismós (SYN – Coalición de la Izquierda, de los Movimientos y de la Ecología). Varias fueron las modalidades organizativas a través de las cuales se definieron las nuevas congregaciones. Los partidos que le dieron forma a la Izquierda Unida –entre ellos el Partido Comunista de España– conservaron su existencia; la Coalición Democrática Unitaria en Portugal fungió sólo como lista electoral, mientras que el Partido de la Refundación Comunista en Italia y Synaspismós en Grecia se constituyeron como un nuevo y unitario sujeto político.

En otros países, en cambio, se procedió a un intento de renovación, a veces casi sólo de fachada, de los partidos que existían antes de la caída del Muro de Berlín. En 1989, después de la fundación de la República Checa, fue creado el Partido Comunista de Bohemia y Moravia (KSČM); mientras que en 1990, en Alemania, nació el Partido del Socialismo Democrático (PDS), heredero del Partido de Unidad Socialista de Alemania (PSUA), que ejerció el gobierno de la República Democrática Alemana desde 1949. Durante el mismo año, en Suecia el Partido de la Izquierda – Comunistas (V) asumió orientaciones más moderadas y eliminó la palabra “Comunistas” de sus iniciales.

II. El fracaso de las experiencias gubernamentales
Estos nuevos partidos, de la misma manera que aquellos que no habían cambiado su denominación, lograron conservar una cierta presencia política en sus respectivos escenarios nacionales y contribuyeron, junto con los movimientos sociales y las fuerzas sindicales progresistas, a la lucha contra las políticas neoliberales, intensificadas por la entrada en vigor, en 1993, del Tratado de Maastricht, en virtud del cual habían sido establecidos parámetros monetarios para el ingreso de los distintos países a la Unión Europea. En 1994, fue creado el grupo de la Izquierda Unitaria Europea del Parlamento Europeo que, un año después, siguiendo la adhesión de algunos partidos escandinavos, modificó su nombre para convertirse en Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL).

Además, a mediados de los años noventa, algunas fuerzas políticas de la izquierda radical, favorecidas por las huelgas y las grandes manifestaciones de plaza contra los gobiernos de Berlusconi y Dini en Italia, Juppé en Francia y González y Aznar en España, obtuvieron de hecho discretas afirmaciones electorales. La Izquierda Unida conquistó el 13,4% en las europeas de 1994; el Partido de la Refundación Comunista alcanzó el 8,5% de los votos en las elecciones italianas de 1996; el Partido Comunista Francés rozó el 10% en las legislativas de 1997. De la mano con lo anterior, estos partidos registraron un incremento del número de inscritos y una ampliación de su presencia en los territorios y en los puestos de trabajo. En esta fase de consolidación la excepción fue la de los partidos de los países del Este europeo, en los cuales, si se excluye la anomalía del Partido Comunista de Bohemia y Moravia, la herencia de las dictaduras “comunistas” de la posguerra no hizo posible –y aún hoy impide– el desarrollo de un proceso de renacimiento de las fuerzas de la izquierda.

Con el comienzo del siglo, se difundió por cada rincón del globo un amplio y políticamente heterogéneo movimiento de lucha contra la globalización neoliberal. Ya desde finales de los años noventa, colectivos autoorganizados, sindicatos de base, asociaciones, partidos anticapitalistas y organizaciones no gubernamentales habían promovido numerosas protestas masivas con ocasión de las periódicas cumbres internacionales del G8, del Fondo Monetario Internacional, de la Organización Mundial del Comercio y del Foro Económico Mundial (WEF) de Davos, Suiza. Los sucesivos nacimientos del Foro Social Mundial (FSM), Brasil 2001, y del Foro Social Europeo (ESF) favorecieron una discusión más abierta sobre la elaboración de políticas alternativas a las dominantes.

Mientras tanto, en el frente de la socialdemocracia, el advenimiento de Tony Blair, que guió el Labour Party desde 1994 y fue primer ministro del Reino Unido de 1997 a 2007, le allanó el camino a un profundo cambio ideológico y programático de la Internacional Socialista [4]. Su “Tercera Vía”, evidente adhesión al mantra liberal, disimulada con una exaltación vacía de lo “nuevo”, fue bienvenida y sostenida, con matices y modalidades diversas, por los gobiernos de Gerhard Schröder, canciller del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) de 1998 a 2005 [5], y de José Sócrates, primer ministro del Partido Socialista Portugués (PS), de 2005 a 2011 [6]. También Romano Prodi, presidente del Consejo italiano, a la cabeza de coaliciones de centro-izquierda de 1996 a 1998 y de 2006 a 2008, compartió muchos de los temas propuestos por Blair y se expresó a favor de la búsqueda de una “nueva vía”.

En nombre del “futuro de las próximas generaciones”, estos ejecutivos, inspirados por la Estrategia de Lisboa, el programa económico aprobado, en 2000, por los gobiernos de los países de la Unión Europea, dieron rienda suelta, casi del mismo modo que los de centro-derecha, a contrarreformas económicas que devastaron el modelo social europeo. De hecho, estos encaminaron, con inflexibilidad, fuertes recortes del gasto público, precarizaron las relaciones laborales (limitando las tutelas legislativas y empeorando las condiciones generales), pusieron en práctica políticas de “moderación” salarial y liberalizaron los mercados y los servicios, como sostenía la desastrosa “directiva Bolkestein” de 2006. La Agenda 2010, particularmente el Plan Hartz IV de Schröder, en Alemania, constituyó el ejemplo probatorio de tales elecciones desafortunadas.

En muchos países del sur de Europa, la situación fue ulteriormente agravada por el redimensionamiento de algunas garantías fundamentales del welfare state –comenzando por los ataques al sistema de pensiones–, por ulteriores cesiones masivas del patrimonio público, por procesos de privatización de la educación, por la drástica reducción de las becas para la investigación y la innovación y, finalmente, por la ausencia de políticas industriales eficaces. Estas medidas también fueron asumidas por Konstantinos Simitis (1996-2004) en Grecia, Massimo D’Alema (1998-2000) en Italia y José Zapatero (2004-2011) en España.

También en Europa del Este las elecciones fueron análogas. Los gobiernos socialistas de Leszek Miller (2001-2004) en Polonia y de Ferenc Gyurcsány (2004-2010) en Hungría estuvieron entre los más fieles secuaces del neoliberalismo y aplicaron grandes recortes al gasto público. De tal modo, éstos se deshicieron del consenso de la clase obrera y de los estratos más pobres de la población, al punto de que hoy en día las fuerzas de la Internacional Socialista ocupan una posición del todo marginal en ambos países.

Con respecto a las direcciones de la política económica es difícil rastrear diferencias, solo totalmente marginales, entre la actuación de los ejecutivos socialistas y la de los gobiernos conservadores en función durante el mismo período. Más bien, en muchos casos los partidos socialdemócratas, o las coaliciones de centro-izquierda, resultaron aún más funcionales para el proyecto neoliberal. Sus decisiones, de hecho, captaron más fácilmente el consentimiento por parte de las organizaciones sindicales, guiadas por la vieja, tan ilusoria, lógica del “gobierno amigo”. Con el tiempo, la decisión de adoptar un modelo de concertación y de baja conflictividad hizo a los sindicatos cada vez menos representativos de los sectores sociales más débiles.

Las medidas asumidas en política exterior siguieron con la misma dirección de discontinuidad con el pasado. En 1999, de hecho, fue el gobierno guiado por los Demócratas de Izquierda (DS), los herederos del viejo Partido Comunista Italiano, el que autorizó la segunda intervención militar de la historia italiana después de 1945: los bombardeos de la OTAN en Kosovo, sensación en la prensa también por el uso de proyectiles de uranio empobrecido. En 2003, los laboristas ingleses apoyaron en primera línea al republicano George W. Bush en la Segunda Guerra del Golfo contra el “Estado canalla” iraquí, falsamente acusado de posesión de armas de destrucción masiva[7]. Durante estos dos conflictos, ninguna fuerza del socialismo europeo se opuso a la intervención en Afganistán, a los devastadores “efectos colaterales” que éste trajo a la población y, más en general, a la campaña Enduring Freedom (“libertad duradera”) promovida por el gobierno de los Estados Unidos de América.

Finalmente, también la cuestión ecológica fue relegada a menudo a declaraciones de principios, que casi nunca se tradujeron en intervenciones legislativas eficaces para resolver los principales problemas ambientales. A esto contribuyó el desenvolvimiento moderado de gran parte de los partidos verdes que, decidiendo formar alianzas de gobierno tanto con las fuerzas de la derecha como con las de la izquierda, se volvieron partidos “post-ideológicos” y abandonaron la batalla en contra del modo de producción existente.

La metamorfosis de la socialdemocracia europea, sucedida por la anticrítica adhesión al capitalismo y a todos los principios del liberalismo, demostró que los acontecimientos de 1989 habían sacudido no sólo al campo comunista sino también a las fuerzas socialistas. En efecto, éstas habían renunciado a cualquier función reformadora; es decir, a la característica principal que las había distinguido después de la Segunda Guerra Mundial, cuando recomendaban, por ejemplo, la intervención estatal en la economía.

A pesar del profundo cambio neoliberal de la Internacional Socialista muchos partidos de la izquierda radical europea se aliaron con las fuerzas socialdemócratas como consecuencia de la legítima preocupación de impedir el nacimiento de gobiernos de derecha que habrían empeorado, aún más, las condiciones de vida de los jóvenes, los trabajadores y los pensionados, o para evitar el aislamiento y el miedo de ser castigados por la lógica del “voto útil”. Con pocos años de diferencia el Partido de la Refundación Comunista en Italia (1996-98 y 2006-8), el Partido Comunista Francés en Francia (1997-2002), Izquierda Unida en España (2004-2008) y el Partido de la Izquierda Socialista (SV) en Noruega [8] (2005-13) ingresaron a las mayorías parlamentarias de los gobiernos de centro-izquierda o incluso aceptaron la guía de algunos ministerios. Más recientemente, también la Alianza de Izquierda en Finlandia (2011-2014) y el Partido Popular Socialista de Dinamarca (2011-2015) adquirieron responsabilidades de gobierno.

Tal elección de fondo, sin embargo, ya había sido utilizada en modo consistente a nivel local, prescindiendo, a menudo, de una confrontación programática seria con las fuerzas políticas con las cuales se aprobaban los acuerdos de coalición[9].

El ventarrón liberal que soplaba sin nada que lo contrarrestara desde la península ibérica hasta Rusia y, sobre todo, la ausencia de grandes movimientos sociales que hubieran podido condicionar las acciones de los gobiernos encabezados por socialistas representaban, evidentemente, dos advertencias negativas para los partidos de la izquierda radical. Por otra parte, llamados a presidir, con representantes propios, ministerios poco relevantes (como en el caso de Francia e Italia), o valiéndose solamente de grupos parlamentarios restringidos (como en España), las relaciones de poder que éstos lograron establecer al interior de los ejecutivos por ellos sostenidos fueron muy débiles.

Por lo tanto, las izquierdas anticapitalistas no lograron hacerse con ninguna conquista social significativa, con excepción de algún blando paliativo por alguna ligera contradicción con las directrices económicas de fondo. Por el contrario, con mayor frecuencia tuvieron que “besar el sapo” y votar medidas contra las cuales habían prometido con anterioridad la más intransigente oposición. Guiados por parlamentarios y por líderes locales seleccionados basándose en la acrítica fidelidad a la línea política del grupo dirigente, estos partidos fueron absorbidos por las elecciones de los gobiernos a los que apoyaban y vieron cómo se consumó una lenta pero constante ruptura con sus propias bases, que derivó en una consiguiente pérdida de credibilidad y consenso entre quienes habían votado por ellos.

Los resultados electorales sucesivos a su participación en el gobierno fueron, de hecho, desastrosos por doquier. En las presidenciales de 2007, los comunistas franceses obtuvieron menos del 2% de los votos. El año siguiente Izquierda Unida en España tocó fondo, con el 3,8%, llegando a su mínimo histórico y, por primera vez en la historia republicana, los comunistas fueron excluidos del parlamento italiano, con el desolador porcentaje de 3,1, alcanzado, además, bajo la insignia de la más amplia coalición de la Izquierda Arcoíris [10].

III. En los tiempos de la dictadura de la Troika
En el transcurso de 2007, los Estados Unidos de América fueron golpeados por una de las crisis financieras más graves de la historia, que involucró, bastante temprano, también a Europa, haciéndola caer en una durísima recesión.

A causa del considerable aumento de la deuda pública y del consiguiente peligro de insolvencia, muchos países tuvieron que recurrir a los préstamos de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, es decir, la llamada Troika. Los créditos para las naciones con riesgo de default fueron concedidos a cambio de la introducción de inflexibles políticas de austeridad, frente a las que las de por sí pesadas reestructuraciones de los años noventa parecieron intervenciones superficiales. Desde el año 2008, fueron realizados en el área de la Unión Europea 13 programas de salvamento (bailout programs): en Hungría (2008-10), en Letonia (2008-11) [11] y tres en Rumania (2009-15), a los cuales se suman los tres de Grecia (2010-2018), el de Irlanda (2010-2013), el de Portugal (2011-14), los dos de Chipre (2011-2016) y el de España (2012-2013), implementados al interior de la Eurozona.

La misma expresión “reformas estructurales” terminó sufriendo una transformación semántica. El término, que había pertenecido al léxico del movimiento obrero para indicar el lento pero progresivo mejoramiento de las condiciones sociales, se convirtió, por el contrario, en sinónimo de la destrucción del welfare state. Estas pseudoreformas, en realidad verdaderas involuciones, acabaron con muchísimas conquistas del pasado y restablecieron condiciones legislativas y económicas que recuerdan a las del capitalismo rapaz de los años 1800.

Dentro de este marco se abrió un terrible ciclo recesivo del cual Europa no ha salido todavía y que, por el momento, la ve luchar con el fantasma de la deflación. El fuerte recorte de salarios determinó la caída de la demanda, con la consiguiente disminución del producto interno bruto, y el desempleo alcanzó niveles nunca registrados en la segunda posguerra. De 2007 a 2014, este último pasó del 8,4% al 26,5% en Grecia, del 8,2% al 24,5% en España, del 6,1% al 12,7 en Italia y del 9,1% al 14,1% en Portugal. En 2014, la falta de trabajo para una generación entera de jóvenes alcanzó niveles epidémicos: 24,1% en Francia, 34,7% en Portugal, 42,7% en Italia, 52,4% en Grecia y 53,2% en España. De hecho, el número de jóvenes de estos países que fueron obligados a emigrar [12] asciende a más de un millón –se trata a menudo de aquellos más calificados y que poseen una mayor instrucción–.

Estamos en presencia de una nueva modalidad de lucha de clase conducida con gran resolución por las clases dominantes contra las subalternas, cuya resistencia fue, a menudo, apenas débil, desordenada y fragmentada [13]. Esto ocurrió tanto en los centros capitalistas más desarrollados, donde la reducción de los derechos de los trabajadores alcanzó niveles impensables hace treinta años, como en las periferias del mundo, donde las empresas, muchas veces multinacionales, explotaron de formas extremas la mano de obra y siguen robándole al territorio sus preciosos recursos naturales.

Estos procesos generaron un enrome incremento de las desigualdades y una significativa redistribución de las riquezas a favor de la parte más rica del planeta. Las relaciones sociales mismas cambiaron profundamente con la impronta de una precariedad incontestada hacia una extrema competitividad entre los trabajadores, hacia la mercantilización de cualquier ámbito de la existencia, hacia la guerra social entre los sectores más pobres y hacia un nuevo y más invasivo capitalismo, que corrompe las conciencias y las vidas de manera inédita.

La crisis en Europa se transfirió rápidamente incluso a la dimensión política. Durante los últimos veinte años el poder de decisión transitó cada vez más desde la esfera política hacia la económica. La economía se ha convertido en un ámbito separado e inmodificable que asume las decisiones más importantes, cada vez más alejadas del control democrático. Aquellas que, en un tiempo no muy lejano, eran consideradas posibles acciones políticas se convirtieron hasta hoy en incontestables imperativos económicos que, tras la máscara ideológica de lo apolítico, esconden, por el contrario, un arraigo peligrosamente autoritario y un contenido totalmente reaccionario.

El caso más emblemático es el del Tratado sobre la estabilidad, coordinación y gobernanza en la unión económica monetaria. Puesto en vigor en 2013, el fiscal compact, como se lo denomina generalmente, impuso la introducción del vínculo del presupuesto de equilibrio en las Constituciones de los países de la Unión Europea. Esto significa que cada nación asumió la obligación de reincidir, en el arco de veinte años, en los parámetros establecidos por el Tratado de Maastricht de 1993. Es decir, asumieron la obligación de que su deuda pública no debe superar el umbral del 60% del producto interno bruto. Esta relación, según las estadísticas de 2014, está actualmente en el 92% en la zona Euro (incluidos el 74,4%de Alemania y el 89,4% del Reino Unido, único país, junto a la República Checa, que no suscribió el acuerdo), con los picos máximos de Bélgica al 106,5%, Portugal al 130,2%, Italia al 132% y Grecia al 177%.

Tal decisión es un muro erigido para impedir a cada parlamento, también a los futuros, adoptar decisiones autónomas sobre las direcciones a tomar en términos de política económica. Esta conlleva a la destrucción del Estado social en los países más endeudados y, en la fase económica actual, corre el riesgo de agravar, aún más, la recesión. En el interior de esta ofensiva más general, inspirándose en algunos países anglosajones, en Francia, a partir de 2007, y en Italia, en 2011, se introdujeron nuevas figuras, encargadas de “racionalizar” el gasto público: los comisarios para la spending review. Las medidas propuestas por éstos, en vez de reducir el derroche, como había sido anunciado, provocaron una reducción de la cantidad y calidad de los servicios.

La etapa posterior a este diseño prevé la Asociación Transatlántica para el Comercio y las Inversiones (TTIP), un acuerdo entre la Unión Europea y los Estados Unidos de América, alrededor del cual está en curso una negociación reservadísima, encaminada a la ulterior desregulación de los intercambios comerciales, a la primacía del beneficio de las empresas sobre el interés general y al consiguiente aumento de la competencia a la baja, que generará nuevas reducciones salariales y menores derechos para los trabajadores.

La transición de poder desde los parlamentos –ya vaciados de su valor representativo por las modificaciones aportadas a los sistemas electorales en sentido mayoritario, así como de revisiones, siempre menos democráticas, de la relación entre poder ejecutivo y legislativo– hacia las instituciones oligárquicas internacionales, cuyas directivas neoliberales favorecen el dominio incondicional del mercado, constituye el más grave ataque al ordenamiento democrático de nuestro tiempo [14]. Revela la cara de un capitalismo con una grave crisis de consenso, e incompatible con la democracia.

Sin embargo, en los pocos referendos convocados después de la aprobación del Tratado de Maastricht, las elecciones de los poderes tecnocráticos dominantes en Europa a menudo fueron vencidas por el voto popular. Acaeció en Francia y en Holanda, en 2005, con respecto al Tratado sobre la Constitución Europea [15]; y, sucesivamente, también en Irlanda, en 2008, en relación con el Tratado de Lisboa [16].

Los índices de la bolsa, las calificaciones de las agencias de rating, el spread entre las tasas sobre los títulos estatales, son gigantescos fetiches de la sociedad contemporánea que han adquirido mayor valor que la voluntad popular. Las decisiones que más dañan a las masas son presentadas como necesidades imprescindibles para “restablecer la confianza” de los mercados.

En el mejor de los casos, la política es convocada para sostener a la economía, como sucedió, después de 2008, tanto en los Estados Unidos de América como en Europa, cuando fueron realizados los rescates de los bancos. Los representantes de la gran finanza tuvieron la necesidad de intervenir políticamente para mitigar la devastación producida por la más reciente crisis de capital, pero éstos se negaron a discutir nuevamente las reglas y los lineamientos económicos de fondo.

Ni siquiera la alternancia entre gobiernos de centro-derecha y de centro-izquierda modificó las directrices económico-sociales, ya que es la economía la que determina, siempre más, el nacimiento, la composición y la finalidad de los ejecutivos que alcanzan el poder. Si, en el pasado, esto se realizaba a través de las grandes cantidades de dinero destinadas por “los poderes fuertes” a gobiernos y partidos para controlarlos y mediante el condicionamiento de los medios de comunicación masivos, en el siglo XXI esto sucede, por el contrario, por decreto de las instituciones internacionales.

Dicho fenómeno quedó demostrado con mayor evidencia con la temporada de los “gobiernos técnicos”. En el transcurso de una semana -entre el 11 y el 16 de noviembre de 2011– Lucas Papademos y Mario Monti, intachables representantes del poder económico dominante (el primero había sido vicepresidente del Banco Central Europeo de 2002 a 2010), fueron nombrados, sin el filtro de las elecciones, primeros ministros de Grecia e Italia. Papademos estuvo a cargo sólo siete meses, mientras que Monti, debido al apoyo determinante del Partido Democrático (PD), por un año y medio. Erigidos como los adalides de la austeridad, éstos introdujeron drásticos recortes del gasto y ulteriores sacrificios sociales.

Sus experiencias políticas resultaron breves, dado que ambos fueron drásticamente derrotados apenas se le restituyó la palabra a los electores, pero la actuación de sus gobiernos se mostró mortífera por las decisiones tomadas en el plano económico y, tal vez más, a causa del vulnus democrático generado por la modalidad de sus investiduras.

Algunas fuerzas de la Internacional Socialista emprendieron en estos años un camino que tuvo un resultado similar al de los “gobiernos técnicos”. Armadas con la convicción ideológica de que no existe alternativa al neoliberalismo –así la crisis de 2008 haya mostrado los desastres que éste había tenido la capacidad de producir y a pesar de que, en la otra costa del Atlántico, la administración Obama, con el American recovery and reinvestment Act de 2009, hubiera tomado un camino diferente–, éstas se aliaron con las fuerzas del Partido Popular Europeo (EPP), el grupo que recoge los partidos europeos de centro-derecha, lo que modificó acríticamente sus principales directrices económico-sociales.

El prototipo de dicha tendencia fue la Große Koalition en Alemania, el acuerdo a través del cual el Partido Socialdemócrata Alemán, al apoyar de 2005 a 2009 y de 2013 hasta hoy a la canciller Angela Merkel, prácticamente renunció a la propia autonomía.

Otros experimentos de “unidad nacional” surgieron en Europa meridional. En Grecia, de 2012 a 2015, el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) y, durante un período, también la Izquierda Democrática (DIMAR), apoyaron al primer ministro del partido Nueva Democracia (ND), Antonis Samaras. En Italia, después de las elecciones de 2013, el Partido Democrático se hizo con el gobierno –guiado por su vicesecretario, Enrico Letta– junto con la coalición de centro-derecha Il Popolo delle Libertà (El Pueblo de las Libertades) (PdL), comandado por Silvio Berlusconi. En 2014, lo relevó el joven rottamatore neoblairiano Matteo Renzi, quien desmantela para recuperar lo utilizable, y forma un gobierno, hoy todavía a cargo, con la Nuova Centrodestra (Nueva Centroderecha) (NCD) –formado por un grupo salido del movimiento de Berlusconi– y estrechó con este último un acuerdo sobre algunas “reformas” significativas a nivel electoral y constitucional.

Con la elección de Jean-Claude Juncker [17] como presidente de la Comisión Europea, la gran coalición entre el Partido Popular Europeo y el grupo de la Alianza Progresista de los Socialistas y los Demócratas (S&D) también gobierna las principales instituciones de la Unión Europea.

IV. Antipolítica, populismo y xenofobia
La sustancial y nociva uniformidad de los partidos en sus directrices políticas y en sus decisiones económicas, confirmada, por último, también por las políticas llevadas a cabo en Francia, a partir de 2012, durante la presidencia de François Hollande y, más generalmente, la creciente hostilidad de gran parte de la opinión pública contra la tecnocracia de Bruselas, contribuyeron a la producción de un nuevo gran cambio –el segundo después del de 1989– en el contexto político europeo.

En el transcurso de los últimos años se desarrollaron por doquier en el viejo continente sentimientos de profunda aversión hacia todo lo que tiene que ver con política, convertida en sinónimo de la ocupación, fin en sí misma, del poder, y no, al contrario, de empeño e interés colectivo por cambiar la sociedad, como había sucedido en los años sesenta y setenta. En muchos países esta ola de antipolítica también abrumó a las fuerzas de la izquierda radical, consideradas como responsables, sobre todo a causa de las mediocres experiencias de gobierno, de haberse adaptado al contexto existente y de haber abandonado progresivamente las instancias antagonistas que antes las habían acompañado.

Significativas son las alteraciones en las relaciones de fuerza presentes en el interior del panorama europeo. Bipartidismos consolidados como el español o el griego, países en los cuales, después del fin de las dictaduras, la suma de las fuerzas socialistas y de centro-derecha habían alcanzado constantemente cerca de las tres cuartos del electorado, implosionaron. Al parecer, la misma suerte le tocó al bipolarismo italiano y francés, por efecto del cual, en las últimas décadas se había dado puntualmente una constante división de los votos entre las formaciones de centro-derecha y centro-izquierda. Por otra parte, los tres grupos políticos principales del Parlamento Europeo elegido en 2009 –es decir, el Partido Popular Europeo, la Alianza Progresista de los Socialistas y de los Demócratas y la Alianza de los Demócratas y los Liberales por Europa (ALDE)– perdieron más del 13% de sus parlamentarios en las elecciones de 2014.

El panorama político-electoral se modificó debido al incremento del abstencionismo, el nacimiento de formaciones populistas, el avance significativo de las fuerzas de extrema derecha y, en algunos contextos, la consolidación de una alternativa de izquierda a las políticas neoliberales.

El primero de estos fenómenos encuentra su explicación principal en el creciente alejamiento de los partidos políticos. Tal tendencia se manifestó, en los países más diversos, en la ocasión de las elecciones legislativas. En Francia, el número de votantes descendió del 67,9% en 1997 al 57,2% en 2013[18]; en Alemania del 84,3% en 1987 al 71,5% en 2013; en el Reino Unido del 77,7% en 1992 al 66,1% en 2015; en Italia del 87,3% en 1992 al 72,2% en 2013; en Portugal del 71,5% en 1987 al 57% en 2015; en Grecia del 76,6% en 2004 al 56,5% en 2015, y, en Polonia, con ocasión de las elecciones presidenciales, del 64,7% en 1995 al 48,9% en 2015. El porcentaje de ciudadanos que se acercaron a las urnas también disminuyó en las elecciones del Parlamento Europeo: del 62% en 1979 al 42,6% en las últimas consultas[19]. Este dato refleja el progresivo desinterés por una institución que representa un modelo de Europa siempre más tecnocrático y menos político.

Montando la ola antieuropeísta, en los últimos años también surgieron nuevos movimientos políticos, autodeclarados como “post-ideológicos”, que tuvieron como idea guía la genérica denuncia de la corrupción del sistema o el mito de la democracia online, como garantía de la participación política desde abajo y como alternativa a la practicada en los partidos políticos.

Sobre la base de estos principios, en 2006, fue fundado casi al unísono en Suecia y Alemania el Partido Pirata (PP). Tres años después, éste alcanzó el 7,1% en las elecciones europeas en el país escandinavo y el 2% en las elecciones por el Bundestag. En 2012, este partido se constituyó también en Islandia, donde obtuvo un 5,1% de los votos en las elecciones de 2013. Porcentajes significativos, si se considera su limitado programa político, pero irrisorios si se comparan con los del Movimento 5 Stelle (Movimiento 5 Estrellas – M5S), al cual le dio vida, en 2009, el humorista Beppe Grillo y que se convirtió, en las primeras elecciones generales a las que se presentó, en la primera fuerza política italiana con el 25,5% de los votos.

En 2013, nació en Berlín la Alternativa para Alemania (AfD) que, gracias al creciente euroescepticismo, recogió el 4,7% en las elecciones federales de 2013, el 7% en las europeas del año siguiente y entre el 12% y el 24% en la elección estatales de marzo de 2016. En 2014, fue el turno de El Río (TP) en Grecia, que logró el 6,6% en las europeas y el 4,1% en las siguientes elecciones políticas, y el desarrollo, a escala nacional, de Ciudadanos (C’s) –movimiento fundado en Cataluña en 2006–, con el 3,2% en las europeas, velozmente duplicado en las administrativas de 2015, con el 6,6% de las preferencias totales. En las recientes presidenciales de Polonia, finalmente, el cantante Pawel Kukiz, populista de derecha, obtuvo el 21,3% de los votos. Su movimiento político, Kukiz’15, se convirtió en la tercera fuerza política del país con el 8,8% de los votos en las legislativas de octubre de 2015.

Durante el mismo período, formaciones que existían hacía tiempo lograron significativas afirmaciones sobre análogas plataformas políticas. El caso más llamativo es el del Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP) que, combinando populismo, nacionalismo y xenofobia, se convirtió, con el 26,6%, en la primera fuerza en las últimas elecciones europeas al otro lado de la Mancha y alcanzó el 12,6% en las elecciones políticas de 2015. En el parlamento europeo, los elegidos del Partido por la Independencia del Reino Unido hicieron coalición con el Movimiento 5 Estrellas, formando el grupo Europa de la Libertad y de la Democracia Directa (EFDD).

Incluso en Suiza, las elecciones de octubre de 2015 fueron ganadas con el 29,4% de los votos –el mejor resultado desde siempre– por el Partido del Pueblo Suizo-Unión Democrática de Centro (SVP-UDC). Aunque el nombre dejaría entrever otra cosa, se trata de una formación de ultraderecha xenófoba y antieuropeista, que se distinguió en el pasado por haber promovido un referendo, aprobado en 2009, sobre la prohibición de la construcción de nuevos alminares en el país.

Por otro lado, en muchos países europeos, cuando los efectos de la crisis económica comenzaron a hacerse sentir con todo su peso, partidos xenófobos, nacionalistas o aparentemente neofascistas vieron crecer enormemente sus consensos. En algunos casos, éstos cambiaron su discurso político, sustituyendo la clásica división entre derecha e izquierda por la de una nueva lucha en acto dentro de la sociedad contemporánea: aquella que Marine Le Pen definió como el conflicto “entre lo alto y lo bajo” [20]. Dentro de esta nueva polarización, éstos se hicieron candidatos para representar esta última parte, el pueblo, contra el establishment, es decir, las fuerzas que se alternaron durante un buen tiempo en el gobierno y contra las élites que favorecen la omnipotencia del libre mercado.

Incluso la tendencia ideológica de estos movimientos políticos cambió. El componente racista fue, en muchos casos, puesto en segundo plano con respecto a las temáticas económicas. La oposición a las ya ciegas y restrictivas políticas sobre la inmigración puestas en práctica por la Unión Europea se reforzó haciendo hincapié en la guerra entre pobres, incluso por encima de la discriminación basada en el color de piel o el credo religioso. En un contexto de desempleo masivo y de grave conflicto social, la xenofobia se fermentó mediante una propaganda según la cual los inmigrantes le roban el trabajo a los trabajadores locales, quienes serían, de otro modo, privilegiados en materia de ocupación, servicios sociales y derechos [21].

Este cambio de ruta seguramente influyó en el resultado del Frente Nacional que, bajo la guía de Le Pen, alcanzó el 17,9% en las elecciones presidenciales de 2012, antes de convertirse, con el 24,8% de los votos, en el primer partido político francés [22] en las consultas europeas de 2014 y de conseguir el 25,2% en las administrativas de 2015. También la Lega Nord (Liga Norte) en Italia ha sufrido una notable metamorfosis. Nacida en 1989 reivindicando la independencia de Padania (o, a partir de 1996, su sucesión), se convirtió, en los últimos tiempos, en un partido nacional, cuya plataforma política antieuro y antiinmigrantes ha constituido la premisa del proceso de alianza con las principales fuerzas herederas del fascismo. Recientemente, su consenso electoral aumentó considerablemente, hasta el punto de convertirse en las elecciones administrativas de 2015 en la primera organización de centro-derecha italiana, superando a Forza Italia, el partido de Silvio Berlusconi.

En Francia y en Italia, algunas fortalezas históricas del voto obrero y comunista se modificaron para convertirse en estables bases electorales de estas dos fuerzas. La reciente coalición, con sede europea, entre el Frente Nacional y la Liga Norte hizo posible, en junio de 2015, el nacimiento del grupo Europa de las Naciones y de la Libertad (ENL) en el europarlamento de Bruselas. De éste hacen parte consolidados partidos políticos que, apoyados por otras organizaciones menores, claman, desde hace tiempo, por la salida del euro, la revisión de los tratados sobre inmigración y el retorno de la soberanía nacional. Entre los más representativos están Interés Flamenco en Bélgica (VB); el Partido de la Libertad Austriaco (FPÖ), que alcanzó el 20,5% en las elecciones políticas de 2013, el 19,7% en las europeas de 2014, el 30,8% en las comunales de Viena de 2015 y el 35.1% en el primero turno de las presidenciales de abril 2016; el Partido por la Libertad (PVV) holandés, formado en 2006, que recogió el 13,3% en las europeas. Estos últimos dos partidos alcanzaron la tercera posición en sus respectivos países.

Las fuerzas de extrema derecha entraron en diversos grupos del europarlamento y, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, lograron avances relevantes incluso en otras regiones de Europa. En toda Escandinavia, por ejemplo, éstas se constituyen como una realidad ya bastante consolidada y también como la orientación ideológica que ha registrado el mayor éxito electoral.

En la patria por excelencia del “modelo nórdico”, los Demócratas Suecos (SD), nacidos en 1988 mediante la fusión de diversos grupos neonazis de la época, se convirtieron, con el 12,8% de los votos, en el tercer partido más votado en las elecciones legislativas de 2014. En Europa éstos están aliados con el Partido por la Independencia del Reino Unido.

En Dinamarca y Finlandia, dos partidos fundados en 1995 y ambos adherentes al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR), que históricamente ha sido guiado por el Partido Conservador (CP) británico, alcanzaron resultados aún más sorprendentes, convirtiéndose en la segunda fuerza política en sus respectivos países. Suscitando el estupor general, el Partido Popular Danés (DPP) fue, con un 26,6% de los votos, el movimiento político más votado en las últimas elecciones europeas. Tal éxito fue confirmado en las legislativas de 2015, después de las cuales, con el 21,1% de las preferencias, entró en la mayoría de gobierno. Después de las recientes elecciones de 2015, también subieron a los escaños del gobierno de Helsinki los Verdaderos Finlandeses (PS), con el 17,6% de los votos. Finalmente, en Noruega, con el 16,3% de los votos, llegó por primera vez al gobierno el Partido del Progreso (FrP), de visión política igualmente reaccionaria, que ya había conseguido el 22,9% en 2009.

La notoria y casi uniforme afirmación de estos partidos, en una región donde las organizaciones del movimiento obrero ejercieron una indiscutida hegemonía por un largo tiempo, se hizo posible porque los partidos de extrema derecha se apropiaron de temáticas y batallas que en el pasado correspondían a la izquierda, tanto socialdemócrata como comunista. El maquillaje de la simbología política (los Demócratas Suecos sustituyeron, por ejemplo, la llama, a menudo usada por movimientos fascistas, con una tranquilizadora flor de campo con los colores nacionales) y el advenimiento de líderes jóvenes y hábiles comunicándose con los medios fueron factores útiles, pero no fundamentales.

El avance de la derecha se dio no sólo utilizando clásicas campañas reaccionarias, como aquellas contra la globalización, la llegada de nuevos solicitantes de asilo y el espectro de la “islamización” de la sociedad. En la base de su éxito estuvo, sobre todo, la reivindicación de políticas, tradicionalmente de izquierda, a favor del Estado social, justo cuando los socialdemócratas optaban por recortes del gasto público y la izquierda radical estaba maniatada por el apoyo o la participación directa en los gobiernos. Se trata, sin embargo, de un diferente tipo de welfare. Ya no es universal, inclusivo y solidario, como el del pasado, sino que se basa en un principio diferente –que algunos académicos han incluido en la categoría de welfare nationalism–, el cual consiste en proporcionar derechos y servicios exclusivamente a los miembros de la preexistente comunidad nacional.

Al gran consenso recibido en las zonas rurales y de provincia, a menudo despobladas o con índices de desempleo récord a causa de la crisis económica, la extrema derecha escandinava ha añadido el de una parte significativa de la clase obrera, la cual ha cedido al chantaje de “inmigración o Estado social”. Incluso en diversos países del Este europeo la derecha radical consiguió reorganizarse después del fin de los regímenes prosoviéticos. La unión Nacional del Ataque (ATAKA) en Bulgaria, el Partido Eslovaco Nacional (SNS) y el Partido Grande Rumania (PRM) son algunas de las fuerzas políticas que a menudo obtienen buenos resultados y eligen representantes propios en el parlamento.

En Polonia, el partido de la derecha populista Derecho y Justicia (PiS) venció en las presidenciales de mayo de 2015 y después obtuvo, gracias al 37,6% de los votos en las legislativas de octubre de 2015, la primera mayoría absoluta conseguida en el parlamento por una única fuerza política después del final de la Guerra Fría. A diferencia de los frecuentes llamados de atención al nacionalismo y a los valores religiosos más conservadores, el programa económico de Derecho y Justicia se centró en la promesa de aumentar la inversión social, mejorar el nivel de los salarios y disminuir la edad de pensión. Una plataforma de izquierda, en un país donde la izquierda anticapitalista no existe y la socialdemócrata está confinada a una participación minoritaria después de haber golpeado con sus políticas a los estratos sociales más débiles.

En esta zona de Europa, sin embargo, el caso más alarmante es el de Hungría. Después de la introducción de severas medidas de austeridad lanzadas por el gobierno del Partido Socialista Húngaro, en deferencia a las imposiciones de la Troika, y después de la grave crisis de deflación desencadenada por éstas, alcanzó el poder la Unión Cívica Húngara-Fidesz (adherente al Partido Popular Europeo). Después de haber depurado la magistratura y haber puesto bajo control los medios masivos de comunicación, el gobierno instauró en 2012 una nueva Constitución de connotaciones autoritarias y extraña a los principios propios del Estado de derecho. Junto a tan peligrosa realidad, a partir de 2010, el Movimiento por una Hungría Mejor (Jobbik) se convirtió en el tercer partido del país, alcanzando el 20,5% en las elecciones de 2014. A diferencia de las fuerzas presentes en Europa occidental y Escandinavia, Jobbik representa el clásico ejemplo –hoy en día dominante en el Este– de formaciones de extrema derecha, que insisten en utilizar el odio hacia las minorías (en particular la Rom), el antisemitismo y el anticomunismo como principales instrumentos de propaganda y acción.

Completan, finalmente, este panorama diversas organizaciones neonazis esparcidas por varias zonas de Europa. Dos de éstas obtuvieron buenos resultados. El Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD) conquistó una presencia institucional en dos parlamentos regionales, alcanzó el 1,5% en las elecciones de 2013 y eligió un eurodiputado en 2014. Alba Dorada, en Grecia, recogió el 9,4% en las europeas de 2014 y el 7% en las elecciones de 2015, afirmándose, en ambos casos, como la tercera fuerza política del país[23].

Durante estos años, pues, los partidos políticos de derecha populista, nacionalista o neofascista han ampliado definitivamente su consenso casi por doquier en Europa. En muchas ocasiones estuvieron en capacidad de hegemonizar el debate político y, en algunos casos, aliándose con fuerzas de la derecha más moderada, fueron capaces de hacerse con el gobierno. Se trata de una epidemia muy preocupante, a la cual no se puede pensar en responder sin haber combatido el virus que la generó: la letanía neoliberal hoy tan en boga en Bruselas.

No obstante, tanto en Grecia como en las regiones orientales de Alemania, éstos tuvieron resultados inferiores a los que habrían podido obtener; mientras que en España, Portugal y República Checa, algunos de los lugares donde la izquierda comunista mantuvo un consistente arraigo social y desarrolló, con el transcurso de los años, una coherente política de oposición, no se dieron las condiciones para su renacimiento.

V. La nueva geografía política de la izquierda radical europea
La crisis económica y política que atraviesa Europa ha provocado, aparte del avance de fuerzas populistas, xenófobas y de extrema derecha, grandes luchas de resistencia y manifestaciones de protesta contra las medidas de austeridad impuestas por la Comisión Europea y llevadas a cabo por los gobiernos nacionales.

Esto ha favorecido, sobre todo en la parte meridional del continente, el renacer de fuerzas radicales de izquierda, así como su considerable éxito electoral. Grecia, España, Portugal, así como Irlanda y, en menor medida, otros países, han sido el teatro de imponentes movilizaciones masivas contra las políticas neoliberales. En Grecia, a partir de 2010, se declararon más de 40 huelgas generales.

En España, el 15 de mayo de 2011, tuvo inicio una gran rebelión, en la cual participaron millones de ciudadanos y de la que surgió el movimiento después definido con el nombre de Indignados. Los manifestantes alcanzaron a ocupar, durante unas buenas cuatro semanas, la Puerta del Sol, la plaza principal de Madrid. Pocos días después, una contraparte análoga despegó en Atenas, en la Plaza Syntagma. En ambos países, estas luchas sociales, de hecho, crearon las premisas para la sucesiva consolidación de las fuerzas de izquierda.

Por otra parte, sin embargo, las organizaciones sindicales, aun cuando estaban favorecidas por un bagaje común –en los países europeos las medidas adoptadas después de la crisis causaron los mismos desastres sociales–, no tuvieron la voluntad política ni para construir una plataforma reivindicativa única, ni para articular una serie de movilizaciones a escala continental. La única excepción parcial está representada por la huelga general, proclamada el 14 de noviembre de 2012, en España, Italia, Portugal, Chipre y Malta, también apoyado por iniciativas de solidaridad en Francia, Grecia y Bélgica.

Durante este período, en la orilla política, la izquierda anticapitalista persistió en su proceso de reconstrucción y de recomposición de las fuerzas de campo. Nacieron, de hecho, nuevas formaciones inspiradas por el pluralismo y capaces de juntar el más amplio abanico de sujetos políticos, garantizando, al mismo tiempo, una mayor democracia interna a través del principio de “una cabeza un voto”.

Ya en 1999, surgieron el Bloque de Izquierda (BE) en Portugal, en el cual habían confluido las fuerzas más significativas que se encontraban a la izquierda del Partido Comunista Portugués, y La Izquierda (DL) en Luxemburgo. En 2004, fue el turno de la Izquierda Radical (SYRIZA), la alianza entre Synaspismós y otras numerosas fuerzas anticapitalistas griegas, que solo hasta 2012 se constituyó como partido único.

En mayo de 2004 fue fundado el Partido de la Izquierda Europea, dentro del cual, inicialmente, se asociaron 15 partidos entre comunistas, socialistas y ecologistas, con el intento de construir un sujeto político alrededor de un programa común de las principales fuerzas de la izquierda antagonista en el continente. Actualmente hacen parte de éste organizaciones políticas de veinte países[24]. Dicha agrupación fue precedida, pocos meses antes, por la creación de la Alianza de la Izquierda Verde Nórdica, en la cual confluían siete partidos de Europa septentrional.

Junto a la mayor coalición del Partido de la Izquierda Europea, existía, además, la Izquierda Anticapitalista Europea (EACL), una formación menor, nacida en 2000, en la cual habían confluido más de 30 partidos trotskistas, a menudo de reducidas dimensiones. Sus principales promotores fueron el Bloque de Izquierda en Portugal, la Izquierda Unitaria-Los Rojo-Verdes en Dinamarca y el Nuevo Partido Anticapitalista en Francia. En el parlamento europeo, los representantes de estas fuerzas adhirieron al grupo de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica [25].

Algunos años después, la salida, casi contemporánea, de los componentes más radicales del Partido Socialdemócrata Alemán y del Partido Socialista (PS) francés[26] –que asumieron rápidamente posiciones más hacia la izquierda que los grupos dirigentes del Partido del Socialismo Democrático, en Alemania, y del Partido Comunista Francés– favoreció el nacimiento, en 2007, de La Izquierda (DL) en Alemania y, en 2008, del Frente de Izquierda (FdG) en Francia. En este último país, la transformación, en 2009, de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) puede ser explicada según la misma exigencia, advertida también por las fuerzas más típicamente clasistas del comunismo europeo, de poner en el centro de la propia iniciativa política a las nuevas contradicciones, cada vez más relevantes, generadas por la exclusión social y la necesidad de abrirse a una generación más joven de militantes.

Al mismo tiempo, nacieron en Italia Izquierda Ecología y Libertad (SEL), en la cual el componente moderado del Partido de la Refundación Comunista se fusionó con un grupo de disidentes de los Demócratas de Izquierda y la Federación de la Izquierda (FdS), una alianza entre el Partido de la Refundación Comunista y otros movimientos políticos menores. En Suiza un proceso similar se dio en 2010, con la fundación de La Izquierda (AL).

El mismo camino fue tomado en Inglaterra, pero con resultado adverso, primero con el Partido del Respeto, en 2004, y después con la Izquierda Unida (LU), en 2013. También al otro lado del Bósforo, se emprendió el mismo proceso. En 2012, el movimiento kurdo se asoció con varias organizaciones de la izquierda turca para fundar el Partido Democrático del Pueblo (HDP), que se convertiría rápidamente en la cuarta fuerza de Turquía con el 10,7% en las elecciones de noviembre de 2015 [27].

En 2014 surgieron Izquierda Unida (ZL), en Eslovenia, y Podemos, en España, caso del todo particular porque nació con ambiciones de trascender la tradicional definición de partido de izquierda. Esta última formación, no obstante, después de haberse presentado por primera vez a las elecciones europeas, también adhirió al grupo de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica. En octubre de 2015, finalmente, en Irlanda fue fundada la coalición electoral Alianza Antiausteridad-Pueblo antes que Beneficio (AAA-PBP), que le puso fin al largo conflicto entre el Partido Socialista (PS) y la Alianza Pueblo Antes que Beneficio (APBP) [28].

El modelo plural –tan diferente del partido monolítico, inspirado por el principio del centralismo democrático, utilizado por el movimiento comunista del siglo XX– se extendió, velozmente, por la mayoría de las fuerzas de izquierda radical europea. Los experimentos más exitosos no fueron tanto los procesos federativos que se limitaron a una mera reunificación de pequeños grupos y organizaciones ya existentes, sino las recomposiciones que fueron guiadas, en cambio, por la necesidad de incluir aquella vasta y dispersa red de subjetividades sociales, capaces de articular diferentes prácticas de conflicto. Esta elección se mostró como la vencedora en cuanto logró atraer nuevas fuerzas, incluyendo jóvenes y reconquistando militantes desilusionados, y favoreció, finalmente, la consolidación electoral de los nuevos partidos generados.

De hecho, en las elecciones alemanas de 2009, La Izquierda conquistó el 11,9%, el triple de lo que obtuvo el Partido del Socialismo Democrático siete años antes (4%). En 2012, el candidato del Frente de Izquierda en las presidenciales francesas, Mélenchon, alcanzó el 11,1% de los votos, realizando el mejor resultado jamás conseguido, desde 1981, por una fuerza a la izquierda del Partido Socialista. En el mismo año, comenzó la veloz escalada de Syriza, que tocó el 16,8% en las elecciones de mayo y el 26,9% en las de junio, antes de conquistar como fuerza mayoritaria –36,3%– el gobierno, en enero de 2015 (evento inédito, desde la segunda posguerra, para un partido anticapitalista en Europa [29]).

Excelentes resultados fueron conseguidos también en la península ibérica, donde, en las consultas europeas de 2014 la Izquierda Plural española (una nueva coalición electoral guiada por Izquierda Unida) superó el 10% y Podemos el 8%. En las elecciones políticas portuguesas de octubre de 2015, por otro lado, la Coalición Democrática Unitaria totalizó el 8,3% de los votos y el Bloque de Izquierda, con el 10,2%, consiguió el mejor resultado de su historia, convirtiéndose en la tercera fuerza política lusitana.

Experimentos de izquierda plural –siempre, al fin y al cabo, caracterizada por una clara plataforma política antiliberal–, rindieron frutos incluso en algunas elecciones administrativas. Lo demostraron los resultados regionales franceses de 2010 en Limousin, cuando la coalición Frente de la Izquierda y Nuevo Partido Anticapitalista alcanzó el 19,1% en la segunda vuelta, y las recientes municipales en España, donde las listas Ahora Madrid y Barcelona en Comú, en las cuales confluyeron Izquierda Unida y Podemos, conquistaron los dos municipios más importantes del país. En ambos casos, amplias alianzas, nacidas por el impulso protagónico de las bases, permitieron superar las diferencias existentes entre los grupos dirigentes a nivel nacional.

Entre los resultados electorales más considerables, conseguidos en la última década por la izquierda radical, también se encuentran los obtenidos por partidos que decidieron no disolverse para fundirse con otras fuerzas políticas. Notables fueron, de hecho, la consolidación del Partido Socialista (PS) en Holanda –16,6% en 2006)–, sobre la estela de la oposición al referendo contra el Tratado sobre la Constitución Europea, y el éxito del Partido Progresista de los Trabajadores (AKEL) en Chipre, cuyo secretario general, Demetris Christofias, resultó vencedor en las elecciones presidenciales de 2009 (33,2% en la primera vuelta y 53,3% en la segunda). Su mandato se destacó, sin embargo, por una clamorosa derrota: la incapacidad de ponerle fin al conflicto que divide la isla desde 1974 y la expresa sujeción, en materia económica, con respecto a las imposiciones de la Troika.

A la sacudida de la geografía de la izquierda europea contribuyó otro evento, imprevisible hasta hace algunos años. Después de las elecciones primarias de septiembre de 2015, el 59,5% de los militantes ingleses del Partido Laborista eligió a Jeremy Corbyn como nuevo líder de la organización. Donde hacía veinte años se sentaba Tony Blair, tomó asiento un declarado anticapitalista, el secretario más hacia la izquierda en la historia del partido británico. Esta extraordinaria novedad, que hasta hace pocos años habría sido incluso menos previsible que la conquista del gobierno griego por parte de Syriza, representa un significativo ejemplo del despertar de la izquierda. que la conquista del gobierno griego por parte de Syriza, representa un significativo ejemplo del despertar de la izquierda.

Más allá de los varios casos de partidos nacionales, el avance general de la izquierda radical también fue confirmado con ocasión de las últimas elecciones europeas. El número de votos recogidos por ésta fue de 12.981.378, equivalente al 8% del total, con un aumento de 1.885.574 preferencias con respecto a 2009 [30].

Incluso tomando en consideración el dato de los elegidos, la formación de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica representa la quinta fuerza política del Parlamento Europeo (en 2009 era la séptima) con el 6,9% de los diputados, equivalente a 52 parlamentarios ssa2 parlamentariosiputados, equivalente da Verde Ncon un aumento de 1.885.574 preferencias con respecto a 2009la izquierda.fra [31]. Esta se encuentra por detrás del Partido Popular Europeo (29,4%), la Alianza Progresista de los Socialistas y los Demócratas (25,4%), el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (9,3%), la Alianza de los Demócratas y Liberales por Europa (8,9%); pero prevalece por sobre los Verdes-Alianza Libre Europea (6,6%), Europa de las Libertades y de la Democracia Directa (6,4%) y Europa de las Naciones y la Libertad (5,2%).

Sin embargo, estos resultados positivos están empañados por algunos elementos negativos. De hecho, en muchos países de Europa oriental la izquierda radical detenta una posición todavía marginal, sino totalmente minoritaria[32]. También está alejada de luchas sociales, está privada de arraigo en los territorios y en las organizaciones sindicales, es desconocida para las generaciones jóvenes y está puntualmente atravesada por sectarismos autolesivos de desgarradoras divisiones internas. En otras palabras, no tiene, por el momento, ninguna perspectiva de desarrollo.

Dicha situación se ha repetido en las elecciones. En seis naciones –Polonia, Rumania, Hungría, Bulgaria, Bosnia-Herzegovina, Estonia– la izquierda radical recogió menos del 1% de los votos, mientras que en otras, como Croacia, Eslovaquia, Lituania y Letonia ha alcanzado resultados poco superiores. Ésta sigue siendo muy débil también en Austria, Bélgica y Suiza, mientras que en Serbia se la identifica todavía con el Partido Socialista de Serbia, guiado por largo tiempo por Slobodan Milošević.

Estamos en presencia, pues, de una realidad heterogénea. En los países de la península ibérica y del Mediterráneo –con la excepción de Italia–, en los últimos años la izquierda radical se expandió significativamente. En Grecia, España, Portugal o Chipre sus fuerzas se consolidaron de forma estable y son reconocidas en el grupo de los principales actores políticos en los respectivos contextos nacionales. También en Francia, por otro lado, ésta conquistó un discreto rol social y político. Mientras que, en Irlanda, el nacionalismo republicano y progresista, aunque moderado, de Nosotros Mismos (Sinn Fein – SF), que alcanzó el 22,8% de los votos en las europeas de 2014, plantó cara al avance de las fuerzas conservadoras.

En Europa central, la izquierda radical logró conservar una buena fuerza electoral en Holanda y Alemania –así a los buenos resultados en las urnas no correspondan significativos conflictos sociales–, pero su peso es limitado en otras partes. En los países nórdicos defendió la fuerza sobre la cual se apoyó después de 1989 (electoralmente alrededor del 10%), pero se mostró incapaz de atraer el difuso descontento popular, capturado, casi en su totalidad, por los partidos de derecha.

El problema principal de la izquierda antagonista sigue estando, por ahora, en el Este, donde, con la excepción del Partido Comunista de Bohemia y Moravia en República Checa y de Izquierda Unida en Eslovenia, ésta es casi inexistente e incapaz de trascender el espectro del “socialismo real”. Dadas las circunstancias, la expansión de la Unión Europea hacia el Levante ha movido definitivamente hacia la derecha el baricentro político del continente, como dan cuenta las rígidas posiciones extremistas asumidas por los gobiernos de Europa oriental durante la reciente crisis en Grecia y frente a la llegada de los pueblos fugados de los teatros bélicos.

VI. ¿Más allá del recinto de la Eurozona?
La transformación de los partidos de la izquierda radical en organizaciones más amplias y pluralistas ha demostrado ser una receta útil para reducir su preexistente fragmentación, pero no es que haya resuelto los problemas de naturaleza política.

En Grecia, después del nacimiento del gobierno de Alexis Tsipras, Syriza tenía la intención de llevar a cabo una ruptura con las políticas de austeridad adoptadas por todos los ejecutivos de centro-izquierda, “técnicos” o de centro-derecha que se alternaron el poder desde 2010. No obstante, a causa de la enorme deuda pública del Estado helénico, la concreta actuación de esta movida fue inmediatamente subordinada a una negociación con los acreedores internacionales.

Después de cinco meses de extenuantes negociaciones –durante las cuales el Banco Central Europeo dejó de desembolsar crédito al Banco Central de Atenas, determinando la parálisis de las sucursales bancarias griegas–, los líderes de la Eurozona impusieron al gobierno griego un nuevo plan de rescate, en el cual se insertaron todas las medidas económicas contra los cuales Syriza había expresado precedentemente su más férrea oposición. De 2010 en adelante, el espectro de las fuerzas políticas que aceptaron los memorandos de Bruselas fue amplísimo. De derecha a izquierda, fueron doblegados por la inexorable lógica de la austeridad: Nueva Democracia, los Griegos Independientes (ANEL), El Río, la Izquierda Democrática, el Movimiento Socialista Panhelénico y, finalmente, incluso Syriza [33].

Ni siquiera la vigorosa respuesta al referendo que consultaba sobre las propuestas de la Troika, convocado el 5 de julio de 2015 –respecto al cual el 61,3% de los griegos había manifestado su desacuerdo–, sirvió para determinar una salida diferente. Para evitar la salida de la Eurozona, el gobierno de Tsipras permitió ulteriores sacrificios sociales, considerables privatizaciones del patrimonio público –que sería puesto en venta como mercancía en liquidación– y, más generalmente, un conjunto de medidas de austeridad funcionales solamente para los planes de los acreedores internacionales y no, en cambio, para el desarrollo de la economía del país [34].

Por otra parte, la salida de Grecia de la Eurozona, hipótesis prefigurada por algunos sólo con la expiración de las negociaciones con el Eurogrupo, habría catapultado al país hacia una condición de caos económico y profunda recesión. Una elección de tal magnitud habría tenido que ser preparada con tiempo, acompañada de una escrupulosa valoración de todos los escenarios que habrían podido abrirse y de una rigurosa programación de todas las contramedidas a adoptar. Sobre todo, ésta habría tenido que ser apoyada por el convencido sostén de una extensa formación de fuerzas sociales y políticas. Sin esta imprescindible presunción, la autarquía económica, en cuyo marco Grecia habría sido condenada a resistir durante un tiempo difícilmente determinable, habría podido abrir un espacio político todavía más grande para los neofascistas de Alba Dorada.

El resultado de las negociaciones entre el gobierno de Tsipras y el Eurogrupo hizo evidente el hecho de que, cuando un partido de izquierda gana las elecciones y quiere llevar a cabo políticas económicas alternativas a las dominantes, las instituciones de Bruselas están listas para impedir que tal cosa ocurra. Si, a partir de los años noventa, la aceleración incontestada del credo neoliberal, por parte de las fuerzas de la socialdemocracia europea, tuvo como consecuencia la homologación de los programas de éstos últimos y de los de los partidos de centro-derecha, hoy, en cambio, cuando un partido de la izquierda radical alcanza el poder, la Troika misma es la que interviene para evitar la alternancia de los ejecutivos contrarios a sus directrices económicas. Ganar en las elecciones ya no es suficiente. La Unión Europea se ha convertido en el baluarte del capitalismo neoliberal.

Después de estos episodios, se suscitó una profunda reflexión colectiva –a partir de la cuestión de la oportunidad de conservar a cualquier costo la moneda única– para comprender cuáles serían los caminos idóneos para ponerle punto final a las políticas económicas en vigor, sin abandonar, al mismo tiempo, la perspectiva de lograr una nueva y diferente unión política europea.

Actualmente, la posición mayoritaria entre los partidos de la izquierda radical sigue siendo la de quienes sostienen, en continuidad con las posiciones asumidas durante los últimos años, que todavía es posible modificar las políticas europeas en el contexto existente, es decir, sin romper la unión monetaria alcanzada en 2002 con la entrada en vigor del euro.

A la cabeza de esta iniciativa está Syriza que, aunque tuvo la ocasión, después de haber alcanzado el gobierno, de elaborar y llevar a cabo soluciones alternativas –a pesar de haber estado bajo presión de las instituciones europeas, las cuales propendían por bloquear cualquier cambio– nunca consideró la opción de la “Grexit”. En septiembre de 2015, alcanzando el 35,5% de los votos, Tsipras venció en las elecciones anticipadas, promovidas por él después del conflicto surgido con la parte de su partido contraria a la puesta en marcha de las medidas contempladas en el memorando, y regresó al gobierno con un grupo parlamentario cohesionado y ya no más expuesto al riesgo de disidencias internas.

Syriza, entonces, no obstante el aumento del abstencionismo (7% mayor con respecto a las elecciones de ocho meses antes), y la reducción del número de votantes (unos 600.000 menos) con respecto al referendo de julio, logró conservar el consenso de una parte significativa del pueblo griego. Sin embargo, la confianza que éste le volvió a dar prontamente será puesta a prueba por los efectos de los recortes impuestos por el Eurogrupo. No sería descabellado prever la emergencia de escenarios aún más inciertos que el actual.

La estrategia de Syriza para evitar la hemorragia de consensos sufrida por todas las otras fuerzas políticas que, en el pasado, han llevado a cabo los anteriores “programas de rescate” de la Troika, parece tener dos direcciones. El gobierno griego tratará de reorganizar una sustancial reducción de la deuda pública con el objetivo de evitar el comienzo de un nuevo ciclo deflacionario. Por otro lado, buscará introducir una agenda paralela a la impuesta por Bruselas, con la cual pueda poner en práctica algunas medidas de redistribución social capaces de limitar los efectos del memorando.

A la luz de lo acaecido en 2015, se puede afirmar objetivamente que se trata de una misión casi imposible. De cualquier modo, después de la experiencia del gobierno de Tsipras resulta evidente que, frente a la probable negativa de las instituciones europeas con respecto a la reestructuración de la deuda, es menester prepararse para responder previendo incluso el posible abandono de la Eurozona. Sin embargo, sería errado considerar tal hipótesis como la solución a todos los males.

Aparte de Syriza, la opción de reformar la Unión Europea dentro del actual escenario, es compartida por la mayoría de las principales fuerzas del Partido de Izquierda Europea, entre las cuales están La Izquierda en Alemania, el Partido Comunista Francés y la Izquierda Unida española. En este bloque se sitúa también Podemos, cuyo grupo dirigente se declaró convencido de que si al gobierno griego se le unieran otros dispuestos a romper con las políticas de austeridad impuestas por la Troika podría abrirse un espacio para acabar con algo que parece, hoy, tan inalterable. El resultado de las recientes elecciones en Portugal –que le asignó la mayoría a una alianza del todo impensable hasta hace poco, constituida por el Partido Socialista, el Bloque de Izquierda y la Coalición Democrática Unida[35]– parece haber reforzado dicha esperanza.

Sin embargo, para otros, la “crisis griega” –que, en realidad, es una crisis tanto de la democracia como del capitalismo neoliberal– parece comprobar, en cambio, el carácter irreformable de este modelo de Unión Europea. No tanto por las actuales relaciones de poder presentes en su interior, cada vez más desfavorables a las fuerzas anticapitalistas, que le siguen a la expansión hacia el Este, sino, por el contrario, por su arquitectura general. Los inflexibles parámetros económicos impuestos, de manera creciente, a partir del Tratado de Maastricht, han reducido inevitablemente, o en algunos casos casi anulado, las bastante más complejas y compuestas exigencias de la política.

En los últimos 25 años, las políticas neoliberales, cubiertas por un engañoso manto tecnocrático y no ideológico, han triunfado por doquier en Europa, asestando duros golpes a su modelo de welfare state. Los Estados nacionales se han encontrado con la privación gradual de algunos instrumentos de dirección político-económica, que habrían sido indispensables para llevar a cabo programas de inversión pública con miras a cambiar el curso de la crisis. Finalmente, se consolidó la práctica antidemocrática –que se consolida hasta el punto de parecer natural– de asumir decisiones de gran relevancia sin contar con la aprobación popular.

Por lo tanto, en los últimos meses, la fila de quienes consideran ilusoria la posibilidad de democratizar la Eurozona, aunque expresan una posición que sigue siendo minoritaria, han aumentado notablemente. Junto a las fuerzas de la izquierda radical tradicionalmente euroescépticas, como el Partido Comunista Portugués, el Partido Comunista de Grecia o, en Escandinavia, la Lista unitaria – Los Rojo-Verdes en Dinamarca, se encuentra Unidad Popular (LE). Nacida en Atenas en agosto de 2015, en su interior confluyeron muchos ex dirigentes y ex militantes de Syriza, contrarios a las decisiones de Tsipras de aceptar las imposiciones del Eurogrupo. Esta formación, favorable al regreso del dracma, quedó fuera del parlamento helénico, después de haber conseguido sólo el 2,8% de los votos en las últimas elecciones.

Por otra parte, diversos intelectuales y dirigentes políticos han manifestado explícitamente su posición contraria al euro [36]. Lafontaine, por ejemplo, propuso un retorno, en forma flexible, al Sistema Monetario Europeo (SME), es decir, al acuerdo, en vigor antes de que existiera el euro, que preveía una fluctuación controlada de los valores de varias monedas nacionales. El esfuerzo de encontrar soluciones inmediatas para ponerle fin al período de austeridad, donde se manifiesten nuevas e inaceptables coerciones, como aquellas ejercidas sobre Grecia, debe, sin embargo, contemplar todas sus implicaciones posibles. En el plano simbólico, el regreso al viejo sistema monetario podría ser percibido como un primer paso hacia la desaceleración del proyecto de unidad europea, mientras que en el plano político podría constituir un peligroso detonador de la ventaja de las fuerzas de la derecha populista.

Junto a las dos formaciones más claramente a favor y en contra de la “democratización del euro”, existe un área, más bien amplia, que vacilaría al proporcionar una respuesta clara a la pregunta: “¿Qué hacer si mañana sucediera en otro país lo que sucedió en Grecia?”. Si bien se ha convertido en una preocupación común que, en el futuro, otros partidos o coaliciones de gobierno puedan estar sujetos al chantaje sufrido por Syriza, por otro lado, sin embargo, también está bastante difundido el temor de que, eclipsando la salida de la Eurozona, la izquierda anticapitalista no tendría en cuenta el consenso de amplios sectores de la población, alarmados por la inestabilidad económica y por la pérdida de poder adquisitivo de salarios y pensiones que conllevaría la inflación. Un típico ejemplo de esta incertidumbre está representado por los cambios de parecer de los últimos años del Bloque de Izquierda en Portugal y del Partido Socialista en Holanda.

El reciente llamado de “Un plan B en Europa”, promovido por Mélenchon [37], aunque esté lleno de contradicciones y opacidades, está destinado a estimular ulteriormente la discusión. En este documento, en el cual la intromisión de la Unión Europea en Grecia se estigmatiza como todo un “golpe de Estado”, se propuso dar vida a una conferencia internacional permanente, con el objetivo de poner a punto las modalidades para poder disponer, cuando sea necesario, de un sistema monetario alternativo al basado en el euro [38]. Si, en los próximos meses, también otras fuerzas sociales, partidos e intelectuales se juntan alrededor de este objetivo, en el futuro el clamor por salir del euro podría no ser más la bandera de la derecha populista.

Por lo tanto, el conflicto desencadenado dentro de Syriza podría reproducirse en otras partes. Algo que demuestra lo anterior, en este momento, son las fibrilaciones internas del Frente de Izquierda en Francia y en La Izquierda en Alemania. Para la izquierda radical europea, pues, podría concretarse el riesgo de una nueva etapa de divisiones. Tal condición revela los límites de la forma plural que las fuerzas antagonistas se han procurado en los últimos años, que consisten en una falta de definición programática. De hecho, la diversidad de posiciones y de culturas políticas existente dentro de las varias organizaciones que le han dado vida a estas nuevas coaliciones requeriría un difícil, pero no imposible, acuerdo puntual sobre las estrategias a implementar.

Ulteriores tensiones recorren la izquierda radical europea también con respecto a la relación que debe tenerse con las fuerzas socialdemócratas. El problema, que se presenta tanto a nivel municipal como regional, involucra la constante incertidumbre sobre la conveniencia de la participación de experiencias de gobierno en alianza con éstas. El riesgo concreto es el de desempeñar un rol subalterno, aceptando, como en el pasado, compromisos “desde abajo” que dilapidarían el consenso hasta ahora conquistado y que le dejarían a las derechas populistas el monopolio de la oposición social.

La hipótesis del gobierno debe, por lo tanto, ser tenida en cuenta solo y solo si hay condiciones para llevar a cabo un programa económico en clara discontinuidad con las políticas de austeridad impuestas durante la última década. Tomar decisiones diferentes significaría no haber atesorado las lecciones de los años pasados, cuando la participación de los partidos de la izquierda radical en los ejecutivos moderados, de impronta socialista, comprometió su credibilidad dentro de la clase trabajadora, los movimientos sociales y los estratos sociales más débiles.

De frente a una tasa de desempleo que, en muchos países, se muestra con niveles nunca alcanzados durante la segunda posguerra, se vuelve prioridad el lanzamiento de un gran plan para el trabajo, sustentado por inversiones públicas, que tenga como principio guía el desarrollo sostenible. Éste deberá estar acompañado por un claro cambio de tendencia con respecto a la precarización de contratos, que ha distinguido a todas las últimas reformas del mercado laboral, y por la introducción de una ley que indique un mínimo salarial bajo el cual no se pueda descender. Estas medidas podrían restituir a las generaciones jóvenes la posibilidad de organizar su propio futuro.

Deberían ser puestas en marcha, además, la reducción del horario de trabajo y la reducción de la edad de pensión. Mediante estas acciones se restablecerían algunos elementos de justicia social, necesarios para derrocar la impronta neoliberal que constantemente ha aumentado el reparto desigual de la riqueza producida.

Para hacer frente a la dramática emergencia ocupacional, los partidos de la izquierda radical deberán hacer aprobar, en todos los países donde aún no existan, medidas aptas para instaurar un rédito de ciudadanía y algunas primordiales formas de asistencia a los estratos menos favorecidos –desde el derecho a la vivienda, hasta los subsidios de transporte o el derecho a la educación gratuita–, para, así, contrastar la pobreza y la cada vez más difundida exclusión social.

Paralelamente, se vuelve imprescindible darle un vuelco a los procesos de privatización que han caracterizado la contrarrevolución de las últimas décadas, restituyendo a la propiedad pública y al control universal todos aquellos bienes comunes que pasaron de ser servicios para la colectividad a medios de generación de ganancias para pocos. La propuesta de Corbyn con respecto al retorno a la nacionalización del sistema ferroviario inglés, así como la necesidad de invertir, por doquier en Europa, significativos recursos en la escuela y en la universidad pública, muestran la dirección justa.

Con respecto a los recursos necesarios para financiar tales reformas, éstos podrían ser obtenidos de los ingresos que deriven de la introducción de una tasa sobre los capitales y de un impuesto sobre las actividades no productivas de las grandes empresas, así como sobre las transacciones y los réditos financieros. Es evidente que, para realizar este plan, se considera como primer acto necesario la promoción de un referendo derogatorio del fiscal compact, para, así, acabar con los vínculos impuestos por la Troika. También sería muy importante impedir la aprobación de la Asociación Transatlántica para el Comercio y las Inversiones, cuya operatividad sólo empeoraría la situación [39].

A escala continental, una verdadera alternativa es concebible solo si una amplia coalición de fuerzas políticas y sociales es capaz de imponer un diálogo europeo para la reestructuración de la deuda pública. Este escenario podrá ser realidad únicamente si la izquierda radical desarrolla, con más determinación y continuidad, campañas políticas y movilizaciones transnacionales, comenzando por el repudio a la guerra y la xenofobia, cuestión todavía más decisiva después de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París, y sosteniendo la extensión de todos los derechos sociales y civiles a los migrantes que llegan a territorio europeo.

Una política alternativa no da pie a atajos. No basta, en realidad, con encomendarse a líderes carismáticos, pero tampoco la debilidad de los partidos de hoy en día justifica su destrucción por parte de las instituciones del Estado [40]. Es menester dar forma a nuevas organizaciones –porque la izquierda necesita de éstas tanto como las necesitó en los años noventa–, que gocen de una presencia capilar en los puestos de trabajo, que propendan por la reunificación de las luchas, nunca tan fragmentadas como lo están hoy, y a unas clases trabajadoras y subalternas que, mediante sus estructuras territoriales, sean capaces de dar respuestas inmediatas, incluso antes de las mejoras generales introducidas por ley, a los dramáticos problemas causados por la pobreza y la exclusión social. Esto puede darse incluso reutilizando algunas formas de resistencia y solidaridad social aplicadas por el movimiento obrero en otros momentos históricos.

Se tendrán que redefinir, además, nuevas prioridades, en particular la puesta en práctica de una auténtica paridad de género y la minuciosa y concienzuda formación política de los militantes más jóvenes, teniendo como punto de referencia, en una época en la que la democracia es rehén de organismos tecnocráticos, la promoción de la participación desde abajo y la evolución del conflicto social.

Las iniciativas de la izquierda radical que en verdad pueden aspirar a cambiar el curso de los eventos tienen por delante una única vía: la de la reconstrucción de un nuevo bloque social capaz de dar vida a una oposición de masas a las políticas introducidas por el Tratado de Maastricht y, por consiguiente, de cambiar radicalmente las directrices económicas que hoy dominan en Europa.

References
1. Desde 1989, éstos se asociaron dentro del grupo de la Izquierda Unitaria Europea (Group for the European United Left) del Parlamento Europeo, del cual formaron parte el Partido Comunista Italiano (PCI), el Partido Comunista Español (PCE), la Izquierda Griega (EAR) y el Partido Popular Socialista (SF) en Dinamarca.
2. Al interior del Parlamento Europeo, éstos últimos, a partir de 1989, se unieron en el grupo Coalición de las Izquierdas (Left Unity), compuesto por el Partido Comunista Francés (PCF), el Partido Comunista Portugués (PCP), el Partido Comunista de Grecia (KKE) y el Partido de los Trabajadores (WP) de Irlanda.
3. El más significativo de éstos últimos fue Lucha Obrera (LO) en Francia.
4. El gobierno en cabeza de Lionel Jospin, en Francia, que introdujo la reducción del horario de trabajo de 35 horas semanales, fue la excepción a tal tendencia. En España, el gobierno de Zapatero siguió las mismas políticas neoliberales en vigor en los otros países europeos y fue golpeado por los efectos de la crisis económica. Sin embargo, aprobó importantes reformas en temas de derechos civiles. Para un análisis completo de las varias tendencias del reformismo europeo véase Jean-Michel de Waele, Fabien Escalona, Mathieu Vieira (eds.), The Palgrave Handbook of Social Democracy in the European Union , Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2013.
5. Cfr. Anthony Blair and Gerhard Schröder, Europe: The Third Way – die Neue Mitte, London/Berlin, Labour Party/SPD, 1999.
6. Tariq Ali ha enmarcado esta nueva disposición de partidos de la izquierda moderada europea en un fenómeno más complejo, al cual le ha dado el nombre de “extremismo de centro”. Cfr. The Extreme Centre: A Warning, London: Verso, 2015.
7. El 18 de octubre de 2015 el periódico conservador de Londres The Mail on Sunday publicó un documento secreto (“Secret/Noforn”), fechado el 28 de marzo de 2002, gracias al cual fue posible constatar que el primer ministro inglés, mientras, en público, se declaraba empeñado en buscarle una solución diplomática a la crisis, había ofrecido, ya un año antes del comienzo del segundo conflicto iraquí, su ayuda al presidente norteamericano para convencer a la opinión pública mundial de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva que nunca fueron halladas. Cfr. http://www.dailymail.co.uk/news/article-3277402/Smoking-gun-emails-reveal-Blair-s-deal-blood-George-Bush-Iraq-war-forged-YEAR-invasion-started.html
8. Esta formación adhirió a la Alianza de la Izquierda Verde Nórdica y no al grupo Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica del Europarlamento.
9. La misma decisión, a la que le siguió como resultado una partición de los votos, también fue tomada por La Izquierda en Alemania durante el gobierno del Partido Socialdemócrata Alemán en el Land de Brandemburgo, donde descendió del 27,2% en 2009 al 18,6% en 2014 y, en el pasado, también en el de la capital, Berlín, donde disminuyó del 22,6% en 2001 al 11,6% en 2011. Actualmente, también el Partido Socialista en Holanda gobierna seis de las doce provincias que componen el país, en algunos casos en coalición con los partidos de centro-derecha y dejando al Partido del Trabajo (PvdA), miembro de la Internacional Socialista, en la oposición.
10] En Dinamarca, el Partido Popular Socialista tocó el 13% en 2007, antes de precipitarse, después de una movida política moderada y progubernamental, al actual 4,2%. Tal cambio también fue acompañado por el pasaje del grupo de la Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica al Partido Verde Europeo, que fue acordado en el congreso nacional de esta organización en 2008.
11. Letonia adoptó el euro a partir del 1 de enero de 2014.
12. El Instituto Nacional de Estadística Portugués calculó que, de 2010 a 2014, al menos 200.000 personas dejaron el país. En España el Instituto Nacional de Estadística contó al menos 133.000 jóvenes migrantes entre 2008 y 2013. En Italia, por otro lado, se contaron al menos 136.000 jóvenes que viajaron al exterior entre 2010 y 2014. En realidad, estas estimaciones son muy inferiores a los números reales. En cambio, no existen datos relativos a Grecia, donde la Autoridad Estadística Helénica no registra la migración juvenil.
13. Como afirmó emblemáticamente, en 2006, Warren Buffet, el inversionista y magnate estadounidense: “está en curso una lucha de clases, es verdad, pero mi clase, la clase de los ricos, es la que está haciendo la guerra. Y la estamos ganando”. La cita de Buffet está contenida en la entrevista expedida a Ben Stein, In Class Warfare, Guess Which Class Is Winning, publicada en The New York Times el 26/11/2006.
14. Sobre la relación entre capitalismo y democracia, tema alrededor del cual se ha generado en los últimos años una vasta literatura, véase Ellen Meiksins Wood, Democracy Against Capitalism, London: Cambridge University Press, 1995.
15. Aprobado sólo en España y en Luxemburgo, el proceso de ratificación de este tratado encalló justo después de estos dos rechazos.
16. También el referendo consultivo promovido en Grecia, en julio de 2015, por el gobierno de Alexis Tsipras expresó un ruidoso no con respecto a las políticas de Bruselas.
17. Ex primer ministro de Luxemburgo. Durante su mandato, Juncker favoreció a más de trescientas multinacionales que utilizaban las condiciones especiales del régimen fiscal de su país.
18. Se recuerda que en las elecciones presidenciales, las más importantes del país, la participación fue bastante superior, como lo comprueba la afluencia del 79,4% alcanzada en 2012.
19. En muchos países del Este hubo picos bajísimos: Eslovaquia 13%, República Checa 18,2%, Eslovenia 24,5%, Croacia 25,2%, Hungría 28,9%. A éstos se les une el 33,6% de Portugal y el 35,6% del Reino Unido, cfr. http://www.europarl.europa.eu/pdf/elections_results/review.pdf
20. Marine Le Pen después de las elecciones municipales de marzo de 2014.
21. Se trata de un viejo eslogan xenófobo de Jean-Marie Le Pen: “los franceses primero”, cfr. Les français d’abord, Paris: Carrère-Michel Lafon, 1984.
22. A partir de las elecciones políticas de 2012, el Frente Nacional se presenta al interior de una coalición más amplia que tomó el nombre de Rassemblement Bleu Marine (Reunión “Aguamarina”) (RBM).
23. Para una indagación sobre las fuerzas de la ultraderecha europea, véase el volumen a cargo de Andrea Mammone, Emmanuel Godin y Brian Jenkins, Mapping the Extreme Right in Contemporary Europe, London: Routledge, 2012.
24. Para un elenco de las fuerzas que componen el Partido de la Izquierda Europea cfr. http://www.european-left.org/about-el/member-parties
25. Por el contrario, no forman parte las formaciones de la Iniciativa de los Partidos Comunistas y de los Trabajadores (INITIATIVE), fundada en 2013, que comprende, a excepción del Partido Comunista de Grecia, su fuerza principal, 29 minúsculas formaciones ortodoxas y estalinistas.
26. El manifiesto Trabajo y Justicia Social – La Alternativa Electoral (WASG) de Oskar Lafontaine fue constituido en 2005 y la fundación del Partido de Izquierda (PG), guiado por Jean-Luc Mélenchon, fue anunciada en noviembre de 2008 (el congreso fundacional se celebró en febrero de 2009).
27. En las elecciones de junio de 2015, antes del inicio de la escalada de violencia y de atentados desencadenada por el presidente Recep Erdoğan, el resultado (13,1%) fue incluso más notorio.
28. Un mapa de las fuerzas de la izquierda radical europea está contenida en la publicación a cura de Birgit Daiber, Cornelia Hildebrandt, Anna Strienthorst, From Revolution to Coalition: Radical Left Parties in Europe , Berlin: Rosa Luxemburg Foundation, 2012; y, más recientemente, en el número especial, a cura de Babak Amini, de la revistaSocialism and Democracy, vol. 29, nr. 3, 2015, titulado The Radical Left in Europe.
29. Con excepción del pequeño Estado de Chipre, donde el Partido Progresista de los Trabajadores (AKEL) alcanzó el gobierno en 2009.
30. Desafortunadamente, todos los datos que circulan con respecto a los resultados electorales –también aquellos oficiales difundidos por la Unión Europea– se refieren a los porcentajes relativos al número de los diputados elegidos y no a los del número de los votos reales recibidos. Entre las pocas y loables excepciones a esta práctica se encuentra el ensayo de Paolo Chiocchetti, “The Radical Left at the 2014 European Parliament election: A First Assessment”, incluido en la publicación online a cura de Cornelia Hildebrandt, Situation on the Left in Europe after the EU Elections: New Challenges , Berlin: Rosa Luxemburg Stiftung, 2014.
31. A éstos se les suman otros dos eurodiputados elegidos de las filas del Partido Comunista de Grecia y que, por lo tanto, no adhieren al grupo GUE/NGL.
32. Se observa que los elegidos al Parlamento Europeo del GUE/NGL provienen sólo de la mitad de los 28 países que componen la Unión Europea.
33. El célebre eslogan de la primera ministra inglesa Margaret Tatcher –”no hay alternativa”– continúa materializándose, como un espectro, incluso después de treinta años.
34. A propósito, véase el documento colectivo Preliminary Report, a cura del Truth Committee on Public Debt, la comisión establecida el 4 de abril de 2015 por iniciativa del ex presidente del parlamento griego Zoe Konstantopoulou: http://cadtm.org/IMG/pdf/Report.pdf. Hace pocas semanas, el nuevo gobierno de Syriza decidió eliminar este importante reporte del sitio oficial del parlamento griego.
35. En Portugal, después de la Revolución de los Claveles y la instauración de la República, los socialistas nunca habían negociado con fuerzas políticas a su izquierda.
36. Junto a los autores que empujan desde hace tiempo en esta dirección –entre las varias publicaciones disponibles, se recurre a Jacques Sapir, Faut-il sortir de l’Euro?, Paris: Le Seuil, 2012; y Heiner Flassbeck and Costas Lapavitsas, Against the Troika: Crisis and Austerity in the Eurozone, London: Verso, 2015–, hubo durante las últimas semanas varias intervenciones en la misma dirección. En una entrevista al famoso semanario alemán Der Spiegel, titulada “Krise in Griechenland: Lafontaine fordert Ende des Euro”, publicada el 11de julio de 2015, Lafontaine se adelantó declarando que “el euro ha caído”. En Italia el prestigioso sociólogo Luciano Gallino, recientemente desaparecido, publicó en La Repubblica, con fecha 22 de septiembre de 2015, un artículo con el título “Por qué Italia puede y debe salir del euro”. También en Portugal, e incluso antes de la crisis griega, el influyente Francisco Louçã, que durante doce años fue el principal dirigente del Bloque de Izquierda, despu. entre el 14 y el 15 de noviembreipal dirigenteocipal, 29 mintiva de los Partidos Comunistas y de los Trabajadores (INITIATIVE) és de haber publicado, junto con Joao Ferreira do Amaral, el volumen A Solução Novo Escudo, Alfragide: Lua de Papel, 2014, expresó posiciones siempre más críticas con respecto a la situación presente, cfr. su artículo “Sair ou não sair do euro”, publicado el 27 de febrero de 2015 en el periódico Publico.
37. Los otros cuatro firmantes fueron Oskar Lafontaine, el ex ministro de las finanzas griego Yanis Varoufakis, Zoe Konstantopoulou y el italiano Stefano Fassina.
38. La primera reunión se llevó a cabo en París entre el 14 y el 15 de noviembre.
39. Significativa, en este sentido, fue la gran manifestación del 10 de octubre de 2015, en la que se vio desfilar por Berlín a 250.000 personas contrarias a este acuerdo comercial.
40. Cuando se hizo con el poder, en enero de 2015, Syriza obtuvo casi 2.250.000 votos, pero el número de sus inscritos rondaba sólo los 36.000. Después de asumir la responsabilidad de gobierno, las decisiones democráticamente tomadas por el partido griego fueron repetidamente reformadas o ignoradas.

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Marxismo 21

I. El final de “el socialismo real existente”
Después de 1989, como resultado de turbulencias estructurales y políticas, y de grandes transformaciones económicas, un proceso de restauración capitalista tuvo severas repercusiones sociales a escala global.

En Europa, las fuerzas anticapitalistas encontraron que su influencia estaba siendo sacudida irresistiblemente: se volvió cada vez más y más difícil para ellas organizar y liderar luchas sociales, y la izquierda, en su conjunto, perdió ideológicamente las posiciones hegemónicas que había ganado después de 1968 en áreas claves de muchas culturas nacionales.

La derrota también fue evidente a nivel electoral. Desde 1980 en adelante, los partidos que estaban unidos alrededor de la idea del Eurocomunismo, así como aquellos que seguían fuertemente atados a Moscú, sufrieron un agudo declive en términos de respaldo, lo que se convirtió en una verdadera colisión después de la implosión de la Unión Soviética. El mismo destino afectó también a varios de los grupos de la Nueva Izquierda y de los partidos trotskystas.

Comenzó pues una fase de reconstrucción en la que nuevas formaciones políticas emergieron con regularidad a través del reagrupamiento de elementos anticapitalistas todavía existentes. Esta diversidad organizacional habilitó a las fuerzas tradicionales de la izquierda para abrirse a los movimientos ecológicos, feministas y por la paz que habían surgido en las décadas previas. La Izquierda Unida en España, creada en 1986, fue pionera en este sentido. Iniciativas similares tomaron forma más tarde en Portugal (en donde, en 1987, se creó la Coalición Democrática Unitaria); en Dinamarca (Lista Unida/Rojo-Verde, en 1989); en Finlandia (Alianza de Izquierda, en 1990) y en Italia y Grecia, en 1991, cuando nacieron el Partido Comunista de Refundación y Synaspismos (coalición de los movimientos de izquierda y ecologistas).

En otros países, sin embargo, hubo intentos (algunos meramente cosméticos) de renovar los partidos que habían existido antes de la caída del Muro de Berlín. En 1989, después de la fundación de la República Checa, fue proclamado el Partido Comunista de Bohemia y Moravia, y, en 1990, apareció en Alemania el Partido del Socialismo Democrático, reemplazando al Partido Socialista Unificado de Alemania que había gobernado la República Democrática Alemana desde 1949. También en 1990, en Suecia, el Partido de Izquierda (los comunistas) adoptó posiciones más moderadas y eliminó el nombre “comunista” de su denominación.

Estos nuevos partidos, así como otros que no cambiaron sus nombres, lograron retener una presencia política en sus respectivos escenarios nacionales. Junto con movimientos sociales y fuerzas sindicales progresistas, contribuyeron a la intensa resistencia contra las políticas neoliberales después de 1993, cuando el Tratado de Maastricht se hizo efectivo y definió rígidos parámetros monetarios para nuevos países que pretendían ingresar a la Unión Europea.

II. En el momento de la “tercera vía”
A mediados de los 90, animadas por huelgas y grandes protestas en contra de sus respectivos gobiernos (Berlusconi y Dani en Italia, Juppe in Francia, González y Aznar en España), algunas fuerzas de la izquierda radical alcanzaron incluso modestos éxitos electorales. La Izquierda Unida obtuvo el 13.4 por ciento en las elecciones europeas de 1994; el Partido de Comunista de Refundación 8.5 por ciento en las elecciones nacionales de 1996 y el Partido Comunista Francés 10 por ciento en las elecciones parlamentarias de 1997. Al mismo tiempo, éstos incrementaron su número de miembros y su presencia a nivel local y en los lugares de trabajo. En 1994, se formó el Grupo Unido Europeo en el Parlamento Europeo, el cual, después de su fusión con algunos partidos escandinavos, cambió su nombre a Izquierda Europea Unida/ Izquierda Verde Nórdica (GUE/NGL).

Por el otro lado, con el ascenso de Tony Blair como líder del Partido Laborista (1994) y como primer ministro del Reino Unido (1997-2007), se despejó el camino para un profundo cambio en la ideología y el programa de la Internacional Socialista. La “Tercera Vía” de Blair (de hecho una aceptación supina del mantra neoliberal enmascarado por la vacua exaltación de “lo nuevo”) fue apoyada en varios grados y formas por los gobiernos de Gerhard Schröder en Alemania (canciller socialdemócrata de 1998 a 2005), Romano Prodi en Italia (cabeza de coaliciones de centro-izquierda y primer ministro de 1996 a 1998 y de 2006 a 2008) y José Sócrates en Portugal (primer ministro del Partido Socialista de 2005-2011) (De Waele et al., 2013).

En nombre de las “futuras generaciones” (quienes, mientras tanto, serían privadas del derecho al trabajo), e inspirados por la adopción de la UE del Tratado de Lisboa en 2000, estos gobiernos pusieron en marcha una serie de contrarreformas económicas para erosionar el modelo social europeo. Muchas regiones de Europa del sur vieron la reducción de lo que quedaba del Estado de bienestar, así como ataques al sistema de pensiones, la privatización de la educación, cortes drásticos en la financiación de la investigación y el desarrollo y barreras efectivas a un nuevo paquete de políticas industriales.

En lo que tiene que ver con la política económica es difícil detectar algo más que diferencias marginales entre gobiernos socialdemócratas y regímenes conservadores en el poder en ese momento. En efecto, en muchos casos, “los socialistas” o administradores de centro-izquierda fueron más eficientes en la implementación del proyecto neoliberal que otros sectores, pues los sindicatos, cada vez menos y menos representativos de la capas sociales más débiles, encontraron las decisiones del gobierno más aceptables por cuenta de la vieja creencia ilusoria de que éste era “amigable” con el movimiento obrero.

A pesar de todo esto, muchos partidos de la izquierda radical europea se aliaron con fuerzas socialdemócratas, ya fuese para prevenir un gobierno de derecha o para evitar el aislamiento que la lógica del “voto táctico” les generaría. En la siguiente década y media, el Partido Comunista de Refundación en Italia (1996-98 y 2006-08), el Partido Comunista en Francia (1997-2002), la Izquierda Unida en España (2004-08) y el Partido Socialista de Noruega (2005-13) apoyaron en su totalidad o tenían ministros en gobiernos de centro-izquierda. Y recientemente, la Alianza de Izquierda (2011-14) y el Partido Socialista del Pueblo (2011-15) han asumido responsabilidades gubernamentales en Finlandia y Dinamarca respectivamente.

El viento neoliberal que sopló sin resistencia desde la península ibérica hacia Rusia, junto con la ausencia de movimientos sociales robustos capaces de moldear acciones gubernamentales en una dirección socialista, fue evidentemente una constelación negativa para los partidos radicales de izquierda. Esta no logró extraer ninguna ganancia social significativa que corriera en contra de los lineamientos económicos; todo lo que pudieron lograr fue paliativos débiles ocasionales. Más a menudo, tuvieron que tragarse una píldora amarga y votar por medidas en contra de los cuales habían prometido la más acérrima oposición.

Aún así, los resultados en las urnas electorales fueron desastrosos en todas partes. En las elecciones presidenciales de 2007, los comunistas franceses obtuvieron menos del 2 por ciento de la votación, y en el año siguiente, con un porcentaje de votación de tan sólo el 3.8 por ciento, la Izquierda Unida tocó fondo en España. En Italia, por primera vez en la historia de la República, los comunistas quedaron por fuera del parlamento, obteniendo un triste total de 3.1 por ciento y solo bajo el ala de la Izquierda Arcoíris.

III. Contra la austeridad
Mientras tanto, una de las crisis financieras más grandes de la historia estalló en los Estados Unidos de América, y por virtud de su debilidad, toda Europa tembló gracias a los vientos de la recesión. A medida que la galopante deuda pública incrementaba los peligros de insolvencia, muchos países tuvieron que acudir a créditos de la así llamada Troika, conformada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. A los países en riesgo de mora les fueron ofrecidos préstamos a cambio de la introducción de rígidas políticas de austeridad, a pesar de que las medidas de “reestructuración” de mitad de los años 90 parecían bastante restringidas.

El propio término “reforma estructural” sufrió una transformación semántica radical. Originalmente, en el vocabulario del movimiento de los trabajadores, indicaba mejoras lentas pero estables de las condiciones sociales, pero ahora era sinónimo de una profunda erosión del Estado de bienestar, bajo el dictado del Banco Central Europeo. El efecto fue el retorno al voraz capitalismo del siglo XIX.

Este fue el escenario para una terrible recesión de la cual Europa todavía no se repone y que, en el presente, lidia con el espectro de la deflación. Una fuerte presión hacia abajo de los salarios ha acompañado la caída del PBI, y el desempleo ha alcanzado niveles nunca antes registrados desde la Segunda Guerra Mundial.

Para usar palabras otrora flagrantes y, sin embargo, más aplicables ahora que nunca, se trata de la lucha de clases; una lucha de cases que está siendo sopesada por las clases dominantes contra las clases subalternas, en los centros con el capitalismo más desarrollado, así como en las periferias de la economía mundial, en la que la explotación de la fuerza de trabajo está en su punto más extremo y los países están siendo despiadadamente despojados de sus más preciados recursos naturales. Esto ha conducido a un inmenso crecimiento de las inequidades y a una mayor redistribución de la riqueza a favor de los sectores más ricos de la sociedad. Las relaciones sociales han atravesado profundos cambios, encabezados por la seguridad laboral, la competencia entre los trabajadores, la comercialización de cada esfera de la vida, y guerras sociales entre las capas más empobrecidas de la población.

Al mismo tiempo, la crisis en Europa se ha propagado rápidamente al mundo de la política. En los últimos veinte años, poderes con capacidad de decisión han sido transferidos cada vez más de la esfera política a la económica; la economía ahora domina a la política, y es constantemente retratada como un ámbito distinto no susceptible al cambio, que fija la agenda y se asegura de que las decisiones clave estén por fuera del control popular.

Lo que solía ser visto no hace mucho tiempo como un espacio para la actividad política es ahora gobernado por pseudoimperativos económicos, los cuales, detrás de la máscara ideológica con la cual pretenden ser no-políticos, presentan de hecho una estructura altamente política, una forma peligrosamente autoritaria y un contenido totalmente reaccionario. El caso ilustrativo más emblemático es el Tratado sobre Estabilidad, Coordinación y Gobernanza en la Unión Económica y Monetaria (TSCG): el “convenio fiscal”, como es ampliamente conocido, que introdujo la obligación de formular presupuestos balanceados en los países de la UE. Esto significa que cada Estado miembro se compromete a cumplir, dentro del espacio de veinte años, con las disposiciones del Tratado de Maastricht de 1993, según el cual la deuda pública no debe exceder el límite del 60 por ciento del PBI.

Al construir una muralla para impedir a los parlamentos nacionales la toma de decisiones sobre objetivos político-económicos, el TSCG sirve, pues, para minar el Estado social en los países de la UE más fuertemente endeudados, y amenaza con profundizar, aún más, la actual recesión. La transición del sistema electoral proporcional hacia uno basado en su mayoría en “bonos” de un tipo o del otro, así como las tendencias antidemocráticas que buscaban fortalecer más el poder ejecutivo frente al poder legislativo, habían hecho ya mella en el carácter representativo de los parlamentos nacionales. Pero esta última transferencia de poder del parlamento al mercado y sus instituciones oligárquicas es el impedimento más grave para la democracia en nuestros tiempos. Esto demuestra que el capitalismo está entrando en una profunda crisis de consenso y es incompatible con la democracia.

Esta dañina uniformidad de los dos programas políticos y objetivos económicos, confirmada por la administración socialista de Hollande en Francia, elegida en 2012, ha ayudado a producir un segundo cambio (después del de 1989) en el contexto político europeo. En medio del crecimiento de la hostilidad pública frente a la tecnocracia burocrática de Bruselas, hemos visto altos niveles de abstencionismo, la emergencia de movimientos neopopulistas y euroescépticos, y un crecimiento significativo de partidos xenófobos de la extrema derecha.

IV. La izquierda plural y los nuevos retos del presente
De otro lado, la izquierda radical ha continuado reagrupándose en nuevas formaciones pluralistas que involucran a un amplio abanico de fuerzas, un modelo que en los últimos quince años se ha extendido a la mayor parte de Europa y que se está volviendo rápidamente dominante. En 1999, el bloque de izquierda de Portugal unió a las fuerzas más importantes del Partido Comunista, y en el mismo año la fundación de La Izquierda marcó un nuevo comienzo en Luxemburgo. En 2004, Synaspismos y toda una gama de fuerzas anticapitalistas en Grecia se unieron para formar la Coalición de la Izquierda Radical, SYRIZA (aunque su fusión como partido de facto se dio hasta 2012). La salida de militantes del Partido Socialdemócrata de Alemania y del Partido Socialista en Francia, que pronto tomaron posiciones a la izquierda de las dirigencias comunistas del Partido del Socialismo Democrático y del Partido Comunista Francés, favoreció el nacimiento de La Izquierda (en Alemania) en 2007 y del Frente de Izquierda (en Francia) en 2009. También en Francia, la fusión de la Liga Comunista Revolucionaria en 2009 en el Nuevo Partido Anti-Capitalista puede ser vista como parte de la misma exigencia a las fuerzas radicales de la izquierda tradicional europea para que confrontaran nuevas contradicciones sociales y se abrieran a nuevas generaciones de militantes.

También en Italia, en el mismo año, fueron fundadas la Izquierda Ecológica y Libertad (unión de tres componentes: el ala moderada del Partido Comunista de Refundación, un grupo disidente de la Izquierda Democrática y algunos ecologistas) y la Federación de Izquierda (una alianza entre el Partido Comunista de Refundación y tres movimientos más pequeños).

Un camino similar se intentó seguir en Inglaterra, con la fundación del Partido del Respeto en 2004, pero los resultados allí fueron mucho menos favorables. La tendencia llegó incluso hasta el Bósforo, en donde activistas kurdos se reunieron con varios movimientos de la izquierda turca en el Partido Democrático del Pueblo; éste se ha convertido rápidamente en la cuarta fuerza política del país.

El año 2014 vio emerger a la Izquierda Unida y a Podemos en España. El último es un caso particularmente especial, pues afirma ir más allá del espacio tradicional de un partido de izquierda. No obstante, después de participar en las elecciones europeas por primera vez en 2014, se unió al GUE/NGL. El ejemplo más reciente de esta tendencia fue la creación de la Izquierda Unida en Polonia en julio de 2015 [1].

El modelo es ciertamente muy distinto al modelo monolítico del partido democrático centralista del movimiento comunista del siglo XX. Pero a pesar de que ha abarcado a la mayoría de las fuerzas de la izquierda radical europea, restringiendo su fragmentación y estimulando su avance (de manera más notable en el caso de SYRIZA en Grecia), esto no significa que la nueva forma organizacional haya resuelto los problemas políticos.

El problemático resultado de las negociaciones entre Alexis Tsipras, líder de SYRIZA y primer ministro de Grecia, y otros primer ministros y presidentes de la eurozona, que impusieron el tercer paquete de “rescate” financiero a Grecia en julio de 2015, ha mostrado que cuando una fuerza no conformista de gobierno logra ganar las elecciones con una plataforma alternativa, las instituciones europeas intervienen para prevenir cualquier ruptura en el modelo socioeconómico dominante.

Se ha hecho incluso más claro que, a pesar de la esperanza que sienten aquellos que piensan que un gran cambio en España es posible y de la importante e inesperada elección de Jeremy Corbyn como líder del Partido del Trabajo en Inglaterra, la Unión Europea no se puede reformar desde adentro. La izquierda europea anticapitalista debe rediscutir su programa, con seriedad y con urgencia, comenzando con la pregunta central sobre la moneda única y la necesidad de realizar campañas y movilizaciones transnacionales más frecuentes y resolutas.

 

Traducción del inglés: Nathalia Hernández Vidal

References
1. Para la encuesta de la fuerza europea de la izquierda radical véase la publicación online Daiber et al. (2012), y más recientemente el número especial de la Revista Socialism and Democracy, vol. 29, N.° 3, 2015, editada por Babak Amini, titulado The Radical Left in Europe (La Izquierda Radical en Europa).

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Edgardo Logiudice, Herramienta. Revista de Debate y Crítica Marxista

De los regresos a Marx

El más mediático regreso a Marx en lo que va del siglo ha sido un pseudoregreso.Fue el de Pikkety con El Capital del siglo XXI, quien confesó que nada tenía que ver con el autor de la célebre obra. Un poco más acá, y con menos prensa y sin el matiz provocativo del economista francés, el filósofo alemán Joseph Vogl escribió un sugerente El espectro del capital.

Ello solo justificaría la aparición del trabajo que me ocupa: De regreso a Marx, nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual (Editorial Octubre, 2015), editado por Marcello Musto y traducido por Francisco T. Sobrino.Porque la apelación al teórico crítico más célebre del capitalismo en dos asuntos que conmueven hoy al mundo, en la desigualdad, uno, y en la crisis teórica y fáctica del capital financiero, el otro, aunque sesgada no puede eludirlo. Tal como inicia Musto su trabajo: “Pocos hombres han conmovido al mundo como lo hizo Karl Marx”. Y este libro es una panorámica de esa conmoción.

Panorama en un doble sentido. De las “Relecturas actuales de Marx”, una primera parte, y de “La recepción de Marx en el mundo actual”, la segunda. Con una ágil y clara introducción de Musto, a la que acompaña una erudita y útil tabla cronológica de los escritos más importantes. Es precisamente allí donde Musto vincula la primera crisis financiera, crisis que obsesionará a Marx, como síntoma del carácter histórico, no eterno, del modo de producción capitalista. Carácter históricamente determinado como modo de dominación cuya forma es esta desigualdad que escandaliza (y atemoriza) y que indujera ya al joven Marx a bucear en ella las causas de la enajenación. Y en la necesidad de las luchas por la emancipación humana.

La cantidad de temas y autores nos dan una idea de este fenómeno de difusión universal de las ideas marxianas, al mismo tiempo me eximen, obviamente, de una relación exhaustiva de las más de cuatrocientas páginas.

De la difusión universal y, según las épocas, en expresiones muy ricas y otras en pobres versiones oficializadas, provee un indicio la segunda parte. Desde la difícil tarea del traductor sintetizando en un artículo suyo la presencia de Marx en la América hispana en sus mojones más destacados, pasando por el texto dedicado a las dos últimas décadas en Brasil, bastante conocidos para nosotros, hasta la casi desconocida literatura en Japón.

Más frecuentadas por razones políticas y académicas son las del mundo anglófono, francés e italiano, algo menos el alemán. Particular interés tienen naturalmente las referencias a Rusia y China. Y, un logro muy particular es el referido a la obviamente dificultosa presencia de Marx en Corea del Sur.

Cabe decir que a pesar de la brevedad de las notas constituyen algo más que una noticia, pues sus redactores lucen un buen bagaje heurístico que las transforma en experiencias compartidas.

Quizá lo que señale la persistente vitalidad de Marx es que, tanto como se vuelve a acudir a él en momentos de graves trastornos críticos, también las discusiones perduran en el seno de sus líneas problemáticas, es decir, entre los que se reclaman de una u otra forma marxistas. Sea por lo que Marx haya escrito u omitido, sea por abarcar nuevos problemas o nuevas miradas sobre ellos. Aunque a veces se cuelen en la historia algunos inevitables “usos” o algunas discusiones especulativas.

Esa vitalidad en sus diversas formas aparece en la primera parte de la compilación. En un variado mosaico de perspectivas que conforman los “redescubrimientos”, particularmente en las sucesivas crisis capitalistas, como lo señala Richard Wolff.

En ese mosaico se destacan obras eminentemente eruditas respecto a la obra de Marx, como la revisita a la concepción de la alienación, del mismo Musto. Sobre el mismo tema, el no menos docto trabajo de Ricardo Antunes tratando de cercar las formas actuales de alienación y cosificación.

Asuntos no tratados, no tratados suficientemente por Marx (o maltratados, como las discutidas cuestiones de género) son objeto de estudio. Ejemplos son el dedicado a las sociedades no occidentales, el nacionalismo y la etnicidad de Kevin Anderson o el de Terrell Carver sobre las mujeres como clase.

Otros trabajos recorren no sólo el tratamiento hecho por Marx sino por los que le siguieron (o pretendieron seguirlo) sea en la teoría como en la práctica política. Y allí, naturalmente, no puede estar ausente, en diversas manifestaciones, el llamado “socialismo real”. “El mito del socialismo en el siglo XX, de Paresh Chattopadhyay, es uno de ellos.

Algunos tienen una clara intención de intervención política señalando las limitaciones de algunas posiciones. Así un texto de Michael Lebowitz incitando a cambiar el sistema y no sus barreras y el de Victor Wallis sobre el “mal menor” como argumento y táctica política, desde Marx hasta el presente.

Creo que tanto como para quienes hace muchos años transitamos, o intentamos transitar, algún camino en esa visión del mundo y de la vida que llamamos marxismo, como para quienes lo hacen desde hace menos tiempo, y aun de quienes sólo pretenden una información, la compilación es sumamente útil. No podría decirse que es completa, sería una pretensión inconducente frente a la riqueza de Marx, de muchos que le siguieron y de la propia historia.

Estos “regresos” no son apologéticos, son parte, me parece, de una re-visión de algunas bases con una clara intención de enfrentar, seguir enfrentando, la tarea de la emancipación humana del cerrojo inhumano del capitalismo. Un “capitalismo ‘universal’ comiéndose a sí mismo, devorando su propia sustancia humana”, dice Ellen Meiksins Wood. A través de sus nuevos modos de apropiación y desposesión de las condiciones de vida.

Un esfuerzo que, en mi opinión, debe tener aun mayor empeño, dado los cambios revolucionarios en los modos de producir que “iluminan” todo el conjunto de las relaciones sociales. Demostrar, demostrarnos, que a pesar de ello “en ninguna parte carecemos de alternativas”. Puesto que parte de la libertad es la “capacidad de unirse en la lucha contra la alienación en todas sus formas”, dice George Comninel.

Esta compilación es parte de ese esfuerzo por aprehender la complejidad de la trama y las tareas. Ejemplo, ella misma, de tal complejidad y, por eso, no fácil de reseñar en pocas líneas.